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María, ejemplo de humildad (página 2)

Enviado por Agustin Fabra


Partes: 1, 2

Pero a pesar de la respuesta de Jesús, María insiste: "Haced lo que El os diga" (2:5). Son las última palabras de María en este Evangelio; su testament. María no sustituye a Cristo sino que invita a Cristo, lleva a Cristo, que es el único mediador para la salvación y con ello confirma que la devoción a María es verdadera cuando orienta hacia Cristo.

En Caná de Galilea Jesús manifesto su gloria y creyeron en El sus discípulos (2:11). Y María intercedió por los hombres al pedirle a Jesús que transformara el agua en vino. Y del mejor, además.

María junto a la cruz (Juan 19:25-27)

La hora de Jesús ha llegado y María tiene un papel muy importante al pie de la cruz, cuando El empieza a realizar la salvación del mundo.

Junto a la cruz de Jesús estaba María, acompañada por María Magdalena y por su tía María, mujer de Clopás y hermana de la madre de María (19:25). El verbo griego estékeisan significa estar de pie o estar parado, tal como estaba María junto a la cruz. María es la imagen del sufrimiento, sostenido por la fe y la esperanza. No tuvo gestos desesperados sino un sufrimiento lleno de dignidad. Asi María aceptó con amor la inmolación de la víctima engrendrada por ella misma (LG 58).

Desde la cruz Jesús le dice: "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (2:26) y al discípulo "Ahí tienes a tu madre" (2:27). El carácter singular de la designación Mujer parece indicar que el evangelista ve aquí un acto que sobrepasa la simple piedad filial: la proclamación de la maternidad espiritual de María con respecto a los creyentes representados por Juan. Y también Jesús confía a Juan a María como madre suya y de todos en el orden de la gracia y de la salvación.

El discípulo acepta la invitación de Jesús y desde aquella hora la acogió en su casa (19:27). Juan aceptó a María como algo propio, introduciéndola en su mundo personal, entre las realidades de su existencia. El texto griego dice éis tá ídia, que significa cosas propias.

Así comienza la devoción y el culto a la Virgen María en la comunidad cristiana, como madre espiritual de todos los miembros de la Iglesia.

La mujer del Apocalipsis (Apocalipsis 12:1-17)

En este punto empieza la segunda parte de la vision de Juan. La Iglesia deja de ser exclusivamente judía para convertirse en Iglesia universal. Empieza una serie de siete signos o visiones en el cielo, que se desarrollan a través de los capítulos 12, 13 y 14. Las dos primeras nos presentan a los protagonistas de la historia sagrada: la mujer y el dragon; el pueblo de Dios y el demonio.

Juan ve varias señales en el cielo. La primera señal es una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Ella representa a la iglesia del Antiguo Testamento. Estaba a punto de dar a luz a un hijo varón, Cristo.

Luego apareció otra señal en el cielo, un enorme dragón rojo, que es el diablo. Él trató de matar a Cristo cuando nació, pero Jesús ascendió al cielo y a Dios y Su trono. La iglesia ha sido cuidada por Dios durante la era del Evangelio. Pablo nos dice en Efesios 6:12 nos dice que "no tenemos lucha contra fuerzas humanas, sino contra los gobernantes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras. Nos enfrentamos contra los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del mal".

María no sólo representa a la madre de Jesús, sino que también significa que es la iglesia que huye al desierto (12:6), es decir, que la iglesia vive retirada espiritualmente del mundo y alimentada por la Palabra de Dios durante el tiempo de las persecuciones: mil doscientos sesenta días; o sea, tres años y medio. Esa cifra es muy significativa ya que es la misma en que Dios envía a proclamar su palabra a los dos testigos (11:3), el tiempo en que María y Jose estuvieron en Egipto con Jesús y es también el tiempo en que Jesús estuvo predicando en este mundo. Es también el tiempo que la iglesia es perseguida por la bestia (13:5-7).

El plan de Dios sobre el mundo acaba de ser revelado: el Hijo de Dios debe hacerse hombre y resucitar como Salvador de todos los hombres. Esto provoca una doble crisis, tanto en el mundo espiritual como en la humanidad: "en ese momento empezó una batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra el monstruo" (12:7).

Los judíos imaginaban a los ángeles como un ejército inmenso y llamaban Miguel a su jefe. Asimismo el demonio es representado como el jefe de un ejército de ángeles rebeldes, "las estrellas caídas del cielo".

Satanás, al verse derrotado y arrojado a la tierra, persiguió a la mujer, o sea, a la iglesia. Y como no pudo dañar al Hijo, trata de perseguirlo y lastimarlo a través de la Iglesia (12:13). Pero a la mujer le dieron las dos alas del águila grande y la llevó al desierto (12:14), en referencia a cómo Dios sacó a los israelitas de Egipto por el mismo medio (Exodo 19:4). Hay que recordar que el desierto representa un lugar de seguridad, fuera de la influencia del mundo. Se nos recuerda que el pueblo de Dios somos peregrinos sobre la tierra; somos nómadas sin una morada permanente en este mundo.

La serpiente vomitó agua para que arrastrara a la mujer (12:15) en referencia a que Satanás habló una serie de mentiras y de falsas doctrinas contra la Iglesia, pero Dios la protegió de ello, lo que enfureció aún más al monstruo y por ello se fue a perseguir al pueblo de Dios, a los cristianos creyentes (12:17).

A modo de resumen podemos decir que este texto subraya la dignidad extraordinaria de María. Es una figura celestial, perfectamente santa, partícipe de la gloria y de la vida divina.

María en las cartas de Pablo y en los Hechos.

El texto más antiguo que habla de la Virgen María es la carta a los Gálatas, escrita alrededor del año 54 D.C., al principio del tercer viaje misionero de Pablo.

El texto dice: "Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la condición de hijos" (Gálatas 4:4-5).

Si lo examinamos atentamente, este versículo nos aclara un rasgo esencial de la figura de María: su maternidad divina. Dice la Biblia que "Dios envió a su Hijo" (Gálatas 4:4). La carta original dice "Dios envió de junto a sí", del griego exapésteilen. O sea, que el Hijo preexiste junto al Padre y es enviado al mundo mediante su encarnación en el seno de María, por lo que realmente Ella es la Madre de Dios ya que el Padre y el Hijo son una misma persona.

Muy significativo es también el texto que encontramos en el primer capítulo de los Hechos de los Apóstoles: "Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la Madre de Jesús, y sus hermanos" (Hechos 1:14). María está orando junto con los demás discípulos, actuando con ello como intercesora para que el día de Pentecostés colabore en el nacimiento de la Iglesia y por ello sea Madre de la Iglesia también.

MARIA: ¿ADORACION O DEVOCION?

Es culto de adoración es cuando atribuimos las cualidades de Dios a seres o cosas que no lo son. Todo es parte de Dios pero no todo es expresión personificada del mismo. Jesucristo es la persona misma de Dios, y es saludable aceptarlo públicamente de esta forma.

La veneración es diferente. Es ese amor y respeto lleno de admiración que sentimos por los seres que, siendo amigos de Dios, están tan unidos a él que pueden vivir tan conscientes como los ángeles; y de hecho los mismos ángeles son venerables. Este es el caso de la Virgen María, a quien veneramos, pero la adoración es únicamente para Dios.

Los ángeles, la Virgen Santísima María y los Santos oficialmente beatificados son seres venerables y con capacidad de orar junto a nosotros, y hacer ese grupo mágico al que se refirió Jesús cuando dijo: "cuando dos o más se reúnen en mi nombre".

Los seres venerables no son ni Dios ni dioses, pero nuestra admiración y recuerdo nos une a ellos a través del Espíritu Santo y complace a Dios que nuestra admiración sea dirigida hacia ellos y no hacia seres pecaminosos o imperfectos, como quienes aún están vivos y atados a las necesidades de la materia.

MARIA Y LOS DOGMAS MARIANOS

María, Madre de Dios

La maternidad divina de María es el fundamento de su extraordinaria dignidad y de todos sus carismas; la justificación de la veneración y del culto del cual ella es objeto en la Iglesia.

En la primera comunidad cristiana, mientras crece entre los discípulos la conciencia de que Jesús es el Hijo de Dios, resulta cada vez más claro que María es la Theotókos, la Madre de Dios. Se trata de un título que no aparece explícitamente en los textos evangélicos, aunque en ellos se habla de la «Madre de Jesús» y se afirma que él es Dios (Juan 20:28). Asimismo Pedro lo confirma en su Epístola a Tito (Tito 2:13) y en su Carta a los Romanos (Romanos 9:5). Por lo demás presentan a María como Madre del Emmanuel, que significa "Dios con nosotros" (Mateo 1:23 y en Isaías 7:13-14).

Ya en el siglo III, como se deduce de un antiguo testimonio escrito, los cristianos de Egipto se dirigían a María con esta oración: "Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita" (Liturgia de las Horas). En este antiguo testimonio aparece por primera vez de forma explícita la expresión Theotokos, "Madre de Dios". En el siglo IV, el termino Theotokos ya se usa con frecuencia tanto en Oriente como en Occidente. La piedad y la teología se refieren cada vez mas a menudo a ese término, que ya había entrado a formar parte del patrimonio de fe de la Iglesia.

Por ello se comprende el gran movimiento de protesta que surgió en el siglo V cuando Nestorio puso en duda la legitimidad del título "Madre de Dios". En efecto, al pretender considerar a María sólo como madre del hombre Jesús, sostenía que sólo era correcta doctrinalmente la expresión "Madre de Cristo". Lo que indujo a Nestorio a ese error fue la dificultad que sentía para admitir la unidad de la persona de Cristo y su interpretación errónea de la distinción entre las dos naturalezas (divina y humana) presentes en él.

San Cirilo de Alejandría fue el primero que se dio cuenta de la gravedad de las afirmaciones de Nestorio, y especialmente de las consecuencias cristológicas de la negación de la maternidad divina de María. Nestorio ponía en cuestión la unidad personal de cristo al rechazar el título Theotókos para María. Negar que la Virgen es la Madre de Dios significa negar que la Persona de Jesús, el Hijo de María, sea Persona Divina.

El concilio de Éfeso, en el año 431, condenó sus tesis y, al afirmar la subsistencia de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única persona del Hijo, proclamó a María Madre de Dios. De acuerdo a un escrito de San Cirilo, durante la asamblea el

pueblo estaba esperando cerca del templo la decision conciliar. Cuando se conoció el resultado la alegría fue inmensa. Ya era de noche, pero la ciudad de iluminó. Los obispos fueron acompañados a sus habitaciones con la luz de las antorchas y unas mujeres caminaban delante de ellos, agitando incensarios con inciensos y perfumes.

Las dificultades y las objeciones planteadas por Nestorio nos brindan la ocasión de hacer algunas reflexiones útiles para comprender e interpretar correctamente ese título. La expresión Theotokos, que literalmente significa "la que ha engendrado a Dios", a primera vista puede resultar sorprendente pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la Iglesia es clara: la maternidad divina de María se refiere sólo a la generación humana del Hijo de Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue engendrado desde siempre por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa generación eterna María no intervino para nada. Pero el Hijo de Dios, hace dos mil años, tomó nuestra naturaleza humana y entonces María lo concibió y lo dio a luz.

Así pues, al proclamar a María "Madre de Dios", la Iglesia desea afirmar que ella es la "Madre del Verbo encarnado, que es Dios". Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana.

La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra. Por ello María, al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús, que es persona divina, es Madre de Dios.

María, Madre Virgen

Se llama a esta prerrogativa la virginidad perpetua de María. Este dogma incluye la virginidad de María antes de la concepción del Hijo de Dios, en su concepción, en su nacimiento y después de éste. María, por la integridad de su ser, cuerpo, sentimientos y espíritu, está consagrada a Dios y a su Reino.

María permaneció virgen en el momento de la concepción del Verbo, porque fue hecha Madre de Dios por obra del Espíritu Santo, sin intervención de varón. La virginidad de María es doctrina contenida en el Nuevo Testamento y profesada desde la época más remota (Mateo 1:25 y Lucas 1:34).

Fue virgen en el parto, porque el nacimiento del Hijo de Dios no quebrantó, sino que más bien consagró su virginidad. Es una verdad enseñada a través de la tradición de la Iglesia. La ratifica el Vaticano II al decir que "su Hijo promogénito, lejos de disminuir, consagró su integridad virginal" (LG 57).

María fue virgen después del nacimiento de Jesús, porque no tuvo contacto carnal con ningún hombre. Esto lo ha reafirmado el magisterio de la Iglesia en muchas ocasiones proclamando la virginidad perpetua de María (Concilio IV de Letrán, en 1215).

María Inmaculada

El significado de este dogma es que María fue concebida limpia de pecado original y que desde el primer instante de su concepción estuvo adornada de la gracia de Dios. Su inmunidad del pecado original se le otrogó en virtud de los méritos futuros de su Hijo Redentor.

Este privilegio está insinuado en dos textos de la Sagrada Escritura. Primero en Génesis 3:15, en donde se habla de la victoria de la mujer y de su descendencia sobre la serpiente. Y segundo en Lucas 1:28, en las palabras que el ángel dirigió a María: "Dios te salve, llena de Gracia".

A estos textos han recurrido los Papas y Concilios para enseñar y definir este dogma. El Papa Pío IX definió como dogma esta verdad en 1854, en la Bula Ineffabilis Deus. El Vaticano II, en su Constitución sobre la Iglesia, ha reafirmado ambos aspectos del dogma: preservada inmune de toda mancha de culpa original (LG 59) y "enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de una santidad del todo singular" (LG 56).

María, Asunta

Según este dogma, la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, terminado el período de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

Pío XII definió el dogma en 1950, en la Bula Munificentissimus Deus. No queda definido si la Virgen murió o no. Sólo que su cuerpo no quedó sometido a la corrupción del sepulcro, y que ha sido ya glorificado.

La profecía contenida en Génesis 3:15 ("Enemistad ponder entre tí y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras tú su calcañar") insinúa esta verdad al anunciar la victoria de la mujer y de su Hijo sobre el pecado y sobre la muerte. Lo mismo parece desprenderse del Capítulo 12 del Apocalipsis cuando habla de la Mujer y el Dragón.

Por su parte, el Vaticano II ha dicho: "La Madre de Jesús, ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada" (LG 68).

MARIA Y LAS APARICIONES MARIANAS

El fenómeno

Las apariciones de la Virgen es un fenómeno que impresiona y suscita curiosidad y entusiasmo, atrayendo a multitudes de personas en distintas partes del mundo. Tanto los medicos comos los pisiquiatras y psicoanalistas tartan a menudo de dar una interpretación natural de las apariciones. Para algunos no serían mas que realizaciones alucinatorias. Para otros se trataría de fonómenos inducidos por el inconsciente colectivo e incluso, para otros, son fenómenos provenientes del mundo de la percepción extrasensorial, como la clarividencia o la telepatía.

La Iglesia, sin excluir la posibilidad de manifestaciones sobrenaturales, tiene habitualmente una actitud prudente y reservada. Muchas veces las apariciones son mal acogidas y sofocadas, aunque al final son solo toleradas, aunque no reconocidas oficialmente. Sólo en pocos casos y ante pruebas evidentes, la Iglesia reconoce su autenticidad.

La posibilidad de las apariciones

Una aparición se define generalmente como "la manifestación visible de un ser, cuya visión en aquel lugar o en aquel momento es insólita o inexplicable, según el curso natural de las cosas". Un cristiano que tenga un concepto correcto de Dios y del hombre, no puede rechazar por principio la posibilidad de las apariciones. No se puede exluir absolutamente que Dios o una persona perteneciente a la comunidad de los santos, pueda manifestarse de manera auténtica.

En la Biblia las apariciones ocupan un espacio considerable. Desde Abraham hasta Moisés y en el Nuevo Testamento se habla con frecuencia de apariciones de ángeles y de manifestaciones sobrenaturales.

El modo con que un ser perteneciente al especio-eternidad puede estar en relación con el espacio-tiempo es misterioso para nosotros e implica aspectos desconcertantes. Evidentemente tanto Jesús como María, pasando por ángeles y santos, pueden manifestarse con permiso de Dios y para un fin digno de Dios.

No debemos confundir las apariciones celestiales con las evocaciones que se realizan en centros espiritistas o de brujería, lo cual está condenado por la Iglesia.

Las apariciones marianas

No son un fenómeno reciente. Ya en los primeros siglos de la Iglesia se habla de apariciones de la Virgen a Gregorio el Taumaturgo, a Teófilo, a María egipcíaca, a Juan Damasceno, etc. Especialmente en estos últimos siglos en el mundo cristiano han habido por doquier una gran cantidad de apariciones marianas, casi siempre a niños y a adolescents de ambos sexos; a personas humildes y sencillas. Se calcula que actualmente existen 200 apariciones marianas en todo el mundo, no reconocidas oficialmente por la Iglesia.

La Virgen María se manifiesta en momentos y con modalidades muy diversas. Toma un vestido, una estatura, un idioma y hasta una edad diferentes, en conformidad con los videntes.

La actitud de la Iglesia

La Iglesia siempre ha tenido una actitud de prudencia y de discernimiento, aceptando hasta el dia de hoy muy pocas apariciones como auténticas. En otros casos no se ha pronunciado o ha rechazado explícitamente la presunta sobrenaturalidad de los hechos.

Es preciso reconocer que se trata de un problema complejo y difícil, de fenómenos ambiguos sujetos a la ilusion y a la exaltación. Además la Iglesia sabe que ciertos fenómenos extraordinarios pueden tener una explicación perfectamente natural. Pueden ser furto de enfermedades o de perturbaciones psíco-espirituales de los videntes. No es raro el caso de la alucinación espiritual o/y auditiva con un ámbito individual o colectivo, en forma de aparición.

La alucinación es una vision o percepción en ausencia de un objeto físico que puede estimular los receptores sensoriales del sujeto, a semejanza de lo que ocurre en muchos sueños, cuya sensación de realidad es tan viva que sólo al despertar nos damos cuenta de su carácter onírico. No se excluye que las apariciones sean fenómenos alucinatorios, pero sin que esto conlleve necesariamente ninguna connotación psicopatológica.

Si la Iglesia camina con prudencia no es porque desconfía de lo sobrenatural o del poder del Espíritu, sino para defender a los fieles del peligro de la superstición, del engaño y de la falsa credulidad.

Criterios de discernimiento

Cuando la Iglesia examina el fonómeno de las apariciones para determinar su autenticidad o no, sigue estos criterios esenciales:

? Toma en consideración el contenido del mensaje ya que no pueden situarse en el mismo plano que la revelación divina contenida en la Escritura y transmitida en y por la Iglesia. Sobre todo, no puede añadir nada o contradecir la revelación definitiva del Evangelio. En este caso la aparición sería claramente inauténtica.

? La Iglesia considera la veracidad de quienes han tenido las visiones. Deja que los médicos, los psicólogos y los psiquiatras analicen su personalidad, madurez, equilibrio psicológico y condiciones de vida. Hoy en día la ciencia cuenta con medios suficientes para discerner si el vidente presenta una personalidad sana o enfermiza y si las apariciones son fruto del engaño o de desequilibrios psico-patológicos.

? La Iglesia busca señales claras de la presencia sobrenatural. Dios tiene que confirmer con algún milagro o evidencia el origen celestial del fenómeno y del mensaje.

? La Iglesia toma en consideración los frutos espirituales de las apariciones. Si producen frutos de verdadera conversion quiere decir que no vienen del Enemigo sino de Dios y, en consecuencia, son auténticas.

Cuando el discernimiento, que puede durar varios años, da resultado positivo en base a los hechos analizados, la Iglesia declara la autenticidad de las apariciones. Pero si falta uno solo de los elementos indicados, la Iglesia suspende el juicio o excluye explícitamente la sobrenaturalidad de los fenómenos.

La actitud del cristiano deber ser la de no dejarse impresionar por esos fenómenos ni caer en la credulidad superficial y acrítica. La praxis prudente y responsible de la Iglesia debe ser siempre su punto de referencia. Además no debe olvidar que la Iglesia no obliga a creer en una determinada aparición, aún siendo auténtica. Dice el Papa Benedicto XIV que "por tanto se les puede negar el propio asentimiento a dichas revelaciones y no tomarlas en consideración, con tal que esto se haga con la oportuna reserva, por buenos motivos y sin sentimientos de desprecio" (De serv. Dei beatif.).

En realidad el cristiano debe tener la certeza de que no necesita otras revelaciones nuevas para conseguir su salvación: lo tiene ya todo en el Evangelio. Los mensajes de las apariciones, cuando son auténticas, tienen solo la función de actualizar, recordar, vivificar, explicar o aclarar la revelación plena y definitiva de Cristo. Decía Juan XXIII que "comunican ciertas reglas de conducta, más bien que nuevas verdades".

EL CULTO MARIANO

Al revés de como dicen algunas iglesias protestantes, la veneración a la Virgen María no es una invención de la Iglesia Católica ni una desviación idolátrica. Ya en los escritos del Nuevo Testamento María es objeto de veneración, de alabanza y de culto, tal como nos indican algunos textos:

El Angel Gabriel: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lucas 1:28).

Santa Isabel: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno" (Lucas 1:42).

Mujer anónima: "Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron" (Lucas 11:27).

Incluso María en el Magnificat hace una profecía sobre su culto a lo largo de los siglos:

"Por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lucas 1:48).

La Iglesia Católica da a la Virgen María un culto de veneración y amor, de invocación e imitacion (LG 66).

Veneración y amor: El cristiano, siguiendo el ejemplo de Santa Isabel, alaba, celebra y ama a María en cuanto a que es la Hija predilecta del Padre. Así se cumple la profecía contenida en el Magníficat (Lucas 1:48).

Invocación: Esta expresión del culto mariano la comprendemos al leer a San Pablo en su Primera Epístola a los Corintios: "… para que no hubiera division alguna en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros. Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo" (1 Corintios 12:25-26). En esa comunidad existe un admirable intercambio de bienes espirituales; los unos ayudan a los otros. Nosotros invocamos a María y ella ora por nosotros como intercesora y auxiliadora (LG 62). Con su oración e intercesión nos orienta a Cristo y nos merece la gracia de Jesús, el único mediador.

Entre las invocaciones más antiguas a María podemos recodar "Bajo tu amparo", que se remonta al siglo III d.c. y que nos ha llegado en un papiro egipcio.

Imitación: Podemos leer que "la verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes" (LG 67).

El cristiano que lee objetivamente el Nuevo Testamento puede contemplar en María un modelo sublime de virtud: fe, docilidad a Dios, obediencia, entrega total a Cristo, una profunda vida espiritual, etc. Si a Abraham se le puede considerar "nuestro padre en la fe", a María la consideraremos "nuestra Madre en la fe".

Debemos cultivar con generosidad el culto a la Virgen María y apreciar las oraciones marianas aprobadas por el Magisterio, evitando al mismo tiempo toda falsa exageración y estrechez de espíritu al hablar de María.

LA CRISIS DEL CULTO MARIANO

En estos últimos años la devoción mariana ha entrado en crisis en muchos países cristianos. Se ha manifestado la tendencia a poner en sombra la imagen de María, a marginarla en la vida eclesial. Muchos fieles están desorientados y hasta confundidos. No saben cómo colocar a la Virgen María en su pensamiento, en su oración y en su fe. Incluso llegan muchos a preguntarse si María tiene aún un lugar en la Iglesia. Las principales críticas a la devoción y al culto mariano son las siguientes:

1 – El culto mariano es sentimental: Este es el caso de aquellas personas con necesidad inconsciente e instintiva de ternura, afecto y protección. El sentimentalism siempre revela la pobreza de ideas, sustituye la emoción a la reflexión y conduce a las exageraciones y a las fáciles desviaciones.

2 – El culto mariano está sustituyendo el papel de Cristo: Esta es la crítica que los protestantes repiten continuamente: el culto a María está usurpando el papel protagónico de Jesucristo y el del Espíritu Santo. En realidad el Concilio Vaticano II recalca la centralidad de Cristo como Redentor y Mediador único de la salvación. Hacia El se dirige la oración y el culto y, por medio de El, al Padre.

Sin embargo la encarnación ha relacionado profundamente a Jesús con María, por lo que no se les puede separar completamente. El papel de María, como el de la Iglesia, es el de ayudar a unirnos con mayor intimidad al Mediador y Salvador (LG 62). La verdadera devoción a María es siempre cristocéntrica.

3 – El culto mariano y la visión misoginista o machista: En el rechazo a la devoción mariana puede existir inconscientemente en algunos países una reacción masculina contra el sentimentalismo y la valorización de la mujer. Algunas personas conciben con frecuencia la historia humana como obra casi exclusiva de los varones. Con tal mentalidad alguien tendrá dificultad en admitir en la misma historia de la salvación la intervención de la mujer. Al promover la veneración a María, la Iglesia Católica defiende la dignidad de la mujer y la participación de la Virgen en la salvación.

4 – El culto mariano y la visión "doméstica" de María: Muchas mujeres tienen cierta dificultad hoy día en reconocer en la Virgen su imagen ideal. La encuentran demasiado "doméstica": sumisa y sin personalidad propia. El Movimiento Feminista rechaza la imagen de la mujer confinada en la casa, encerrada en sus sentimientos de esposa y de madre. Sin embargo no encontramos en María solamente virtudes domésticas cuando vemos su encarnación divina y su maternidad mesiánica, ni cuando contemplamos su misión liberadora de toda la humanidad.

Además, según las feministas, María sería una mujer demasiado distante y diferente a las demás mujeres debido a sus privilegios excepcionales. Sin embargo, esta no es la imagen de María que el Evangelio nos presenta, ni los carismas extraordinarios que posee la alejan de nosotros.

La devoción mariana es sumamente importante porque Ella pertenece al misterio de la encarnación y porque no venerarla significa oscurecer el rostro humano de Cristo.

El culto mariano es preciso purificarlo de todas las deformaciones que pueda tener actualmente y fundamentarlo sólidamente como nos enseña la Iglesia.

MARIA EN LA DISCUSION ECUMENICA

La Iglesia Oriental Ortodoxa

Las divergencias con los católicos son varias aunque las que se refieren a María son, sobre todo, las definiciones de la Inmaculada Concepción y de la Asunción. Los ortodoxos admiten la perfecta santidad de María y su glorificación celestial con Cristo Jesús, sin embargo no aceptan la definición que de ellas hace la Iglesia Católica. Estamos convencidos de que el diálogo ecuménico ya comenzado podrá superar fácilmente esas diferencias.

Para un cristiano ortodoxo la Santísima Virgen María es la Madre de Dios (Theotókos) y por lo tanto, se le debe veneración y honra. María tiene un lugar privilegiado en la Iglesia Ortodoxa pues creemos que ha llevado una vida de castidad, pureza y humildad, de tal manera que Dios la consideró digna de ser la mujer en la cual se encarnó el Verbo de Dios. Y esta elección divina no se basó sobre la predestinación, sino sobre la plenitud de las virtudes que ella manifestaba. Dios miró su corazón invadido por la fe y la humildad. Esto está claro en sus palabras: "…porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava." (Lucas 1:47). Este texto no necesita ninguna interpretación pues vemos, en la humildad de la Virgen, la máxima expresión de sus virtudes. María se humilló y Cristo descendió; ambas cosas, humildad y descenso, se unieron en la realización de la Encarnación Divina.

El largo proceso de purificación e iluminación de la raza judía, tan vivamente descrito en el Antiguo Testamento, alcanzó su culminación en la santísima Madre de Dios. En ella hallaron cumplimiento la fe y el heroísmo de muchas generaciones del pueblo elegido. Aceptó con humildad el reto de la Anunciación; durante la vida de su Hijo permaneció en último término; y estuvo con los Apóstoles el día de Pentecostés, cuando el nuevo período de la historia de la humanidad comenzó con el advenimiento del Espíritu Santo.

Un teólogo ortodoxo escribe: "el alma de la piedad ortodoxa, es una calurosa veneración de la Virgen María, la Madre de Dios". Su nombre es constantemente invocado en las oraciones litúrgicas comunitarias y personales, porque se la ama no solamente como la madre de Cristo, sino también como la madre de toda la humanidad, pues abraza en su caridad a toda la familia humana, de la que su Hijo es el único Redentor.

No podemos negar la lucha de María por alcanzar y perfeccionar las virtudes. Tampoco podemos rechazar la idea de su libertad. Ella opinó y eligió a Dios. Allí encontramos el acuerdo divino-humano: Dios ofrece a la Virgen ser la Madre y ella acepta voluntariamente y con alegría.

Celebraciones Litúrgicas Marianas en la Iglesia Ortodoxa

?

Anunciación

25 de marzo

?

Dormición (Asunción)

15 de agosto

?

Nacimiento de la Madre de Dios

8 de setiembre

?

Presentación de María en el Templo

21 de noviembre

La fiesta del nacimiento de la Madre de Dios, probablemente tiene su origen en Jerusalén, a mediados del siglo V. Porque allí fue donde se mantuvo viva una tradición según la cual la casa natal de María se encontraba junto a la puerta de la Piscina Probática. San Juan Damasceno (675-749), en uno de su himnos dice: "Entonad vuestra alabanza, regocijaos y no tengáis miedo, porque en la santa Piscina Probática nos ha sido engendrada la Madre de Dios, por quien el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo quiso ser engendrado" (Homilía sobre la Natividad de María, 6, PG 96, 661-

670).

El por qué se escogió el mes de setiembre, es debido a que si tomamos las palabras de san Juan Damasceno que dice: "Hoy es el comienzo de la salvación del mundo", y consideramos que el nacimiento de María es el comienzo histórico de la obra de redención, probablemente se ha querido situarlo a principios de dicho mes pues con él se daba inicio en el imperio bizantino al año civil y también al año eclesiástico.

San Andrés de Creta (740 d.c.) dirá: "La celebración de hoy es para nosotros el comienzo de todas las fiestas" (PG 97, 805).

¿Por qué el octavo día?… Porque el octavo día sucede a los seis días de la creación y al sábado. Es el día del Señor y anuncia el futuro de la vida eterna.

La fiesta del nacimiento de María se basa sobre un relato que aparece en un escrito apócrifo llamado Protoevangelio de Santiago que se remonta al siglo II. A él hacen

referencia muchos de los Padres que escribieron acerca de la vida de la Madre de Dios, tales como Gregorio el Taumaturgo, Atanasio de Alejandría, Gregorio de Nisa, Dionisio el Aeropagita y Máximo el confesor, entre otros.

La Virgen María en la iconografía ortodoxa.

Las siguientes son las principales y las más veneradas imágenes de la Virgen María en la Iglesia Ortodoxa:

La Virgen del Signo: Es la virgen orante que con el niño recibe el nombre de virgen del signo. Cristo está representado en un círculo, fuera y delante del vientre de Su madre.

La Virgen Hodiguitria: El nombre significa "la que señala el camino." La Virgen mira majestuosamente al espectador y señala con su mano derecha al niño que tiene en su brazo izquierdo.

Virgen de la Ternura: Representa el tierno afecto recíproco entre la Madre y el Hijo.

La Iglesia Luterana

Los primeros reformadores protestantes alababan y veneraban a la Virgen María. En el año 1521, fecha de la ruptura con la Iglesia Católica, Lutero escribió el Comentario al Magnificat, presentando a María como la oratrix, es decir, como la que ora e intercede por nosotros en el cielo. Sin embargo Lutero rechazó después claramente el papel de María como mediatrix (mediadora) y como advocata (abogada) aduciendo que el único mediador ante Dios es Jesús: "Porque hay un solo Dios y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús" (1 Timoteo 2:5).

Debemos aclarar que la Virgen María es la mediadora ante Jesús (Juan 2:5: "Hagan lo que El les diga"), quien a su vez intercede ante el Padre, algo que la Iglesia Luterana no especifica con la necesaria claridad.

En los años siguientes, por el influjo de Zuinglio y de Melanctón, Lutero rechaza no solamente los títulos de mediadora y de abogada, sino también el título de "la que ora e intercede". Era la lógica consecuencia del sistema protestante.

Al reformar el calendario litúrgico, Lutero mantiene solamente tres fiestas marianas, pero las interpreta en un sentido exclusivamente cristológico:

?

Anunciación

celebra la encarnación del Hijo de Dios.

?

Purificación

celebra la presentación de Cristo en el Templo.

?

Visitación

explica el Magnificat y presenta a María como ejemplo a imitar.

El rechazo protestante

El motivo del rechazo mariológico por parte de los Reformadores protestantes es evidente: para ellos Cristo es el único y exclusivo mediador de la salvación entre Dios y los hombres. Por eso ellos eliminan cualquier otra mediación humana: la Iglesia, los Sacramentos, los santos, la Virgen María, etc. Para los protestante la salvación es un asunto inmediato y directo del creyente con Cristo: basta que la persona acepte a Cristo, que crea en El, y ya está salvo; sin ninguna otra mediación.

Para nosotros, los católicos, la salvación es fruto de la gracia de Dios, pero se realiza también por la colaboración de la Iglesia con sus sacramentos y la de María intercediendo por cada uno de nosotros ante su Hijo Jesús. Afirmar ese papel de María en la historia de la salvación significa destruir el principio fundamental del Protestantismo, que se resume en el solismo (la sola gracia). Por esto los protestantes son unánimes en rechazar la doctrina y el culto católico a la Virgen María.

María en el protestantismo contemporáneo

Existen actualmente tres corrientes en la actitud de los evangélicos contemporáneos:

El rechazo absoluto: El pastor K. Barth, recientemente fallecido, considera que la Mariología es un "cancer" en la teología católica. Los católicos somos acusados de idolatría al divinizar a María poniéndola en lugar de Cristo o del Espíritu Santo. Escribe el pastor Woodrow: "El culto católico a María no es más que el antiguo culto pagano a la diosa-madre pagana". El motivo por el cual se debe orar a María es porque ella lleva las peticiones de sus adoradores (sic) a su Hijo Jesús y, como ella es su Madre, El escucha la oración para complacerle. Por eso se deduce que María tiene más compasión, más comprensión y más bondad que su Hijo, el Señor Jesús. Por supuesto que esa suposición es una blasfemia…" (R. Woodrox: "Babilonia, misterio religioso antiguo y moderno" – Riverside, Ca. 1977).

Culto de alabanza y de imitación de fe: Otros evangélicos aceptan el culto de alabanza y de imitación a María ya que Ella es la Madre de Cristo, un modelo de fe y de obediencia a la Palabra de Dios, una verdadera discípula de Jesucristo. Por eso, así como hizo Isabel en el evangelio, se puede alabar y se puede imitar su fe en la Palabra divina.

Sin embargo no se puede llamar a María mediadora o intercesora de una forma absoluta, ya que el único mediador ante Dios es Jesús: "… porque hay un solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús" (1 Timoteo 2:5).

Papel activo en la salvación: Otros envangélicos, una minoría, están más cercanos a la fe católica y admiten cierto rol positivo de María en la historia de la salvación. Por ejemplo, según el monje de Taizé, M. Thurian (monje protestante que ha regresado a

la Iglesia Católica), María intercede positivamente por nosotros ante el Padre, dentro de la comunión de los santos.

Para Asmussen, pastor evangélico, María ha colaborado positivamente en la salvación universal mediante su asentimiento a la encarnación y se le puede llamar "mediadora de gracia", en cuanto siendo miembro del Pueblo sacerdotal, participa en la única mediación salvífica de Cristo.

Progresos ecuménicos

Católicos y protestantes están paulatinamente acercándose y superando las incomprensiones del pasado acerca de la Mariología, celebrando diversas reuniones ecuménicas alrededor del mundo. Durante el Congreso Mariológico Internacional, celebrado en Zaragoza (España) en 1979, un grupo mixto de católicos, protestantes y ortodoxos presentó una declaración común, en la cual se afirma:

? La alabanza a los santos y a la Virgen María es para Gloria de Dios.

? María es modelo para el cristiano, quien puede imitar su pobreza antes Dios, su adhesion plena a la Palabra de Dios y su amor a Cristo.

? El culto a María no es un culto de adoración, sino de veneración. La adoración se rinde únicamente a Dios.

? El papel intercesor de María puede comprenderse más fácilmente en el contexto de la Comunión de los Santos. No se pone en cuestión la mediación única de Cristo.

Posteriormente se celebró en 1983 el Congreso Mariológico Internacional en la isla de

Malta. Estas son las afirmaciones principales de la declaración ecumenica:

? Se reconoce la Comunión de los Santos, cuyo fundamento y centro es

Jesucristo, y abarca a los fieles peregrinos en la tierra y a los santos del cielo (1

Corintios 12: los dones espirituales o carismas / el símil del cuerpo).

? La Comunión de los Santos implica una solidaridad que se expresa en la ayuda y la oración recíproca: los santos interceden por nosotros, así como nosotros oramos los unos por los otros.

?

? En el ámbito de la Comunión de los Santos María ocupa un lugar particular, en cuanto Madre de Dios y relacionada estrictamente con la comunidad. Ella ora e intercede por la Iglesia como el día de Pentecostés ("Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compaía de algunas mujeres y de María, la Madre de Jesús,

y de sus hermanos" – Hechos 1:14).

? Todo eso no comporta un culto de honor y adoración, que solamente le debemos a Dios. La misma intercesión de María no añade nada a la obra de Cristo, quien es la única fuente de salvación; el único camino al Padre.

En conclusion, se trata de pequeños pasos hacia la solución de los malentendidos. María aún es en la actualidad un punto de division, pero puede transformarse en elemento prometedor de reconciliación y de union entre todos "los que se honran con el nombre de cristianos" (LG 69). En efecto, no se puede amar a Cristos Nuestro Señor sin amar y venerar a su Madre.

El estudio, la meditación y la comprensión de la Sagrada Escritura nos ayudará a comprender el significado de María en la historia de la salvación y en la Iglesia.

Anexos

ANEXO # 1 – DIVISION BASICA DE LA IGLESIA

IGLESIA CATOLICA

IGLESIA ORIENTAL (Ortodoxa)

PROTESTANTES (Reforma) Luteranas Evangélicas Reformadas Calvinistas

PROTESTANTISMO INGLES Anglicanos Separatistas Puritanos

SEPARATISTAS Congregacionalistas

Bautistas

Metodistas

BAUTISTAS Menonitas

Unión de Bautistas

A partir de este punto estas Iglesias se han ido dividiendo y subdividiendo en numerosas denominaciones, dando origen a muchos grupos y sectas.

ANEXO # 2 – CONCILIOS ECUMENICOS DE LA IGLESIA

1 NICEA I Contra la herejía trinitaria arriana

2 CONSTANTINOPLA I Completa el Credo de Nicea

3 EFESO María, Madre de Dios y de Jesús

4 CALCEDONIA Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre

5 CONSTANTINOPLA II Condenación discutible de autores cristológicos

6 CONSTANTINOPLA III Cristo, voluntad humana libre

7 NICEA II Aprobación al culto de las imágenes

8 CONSTANTINOPLA IV Contra el Patriarca Focio

9 LETRAN I Labor reformadora y final de la lucha de las investiduras

10 LETRAN II Condena de vicios eclesiásticos, como la simonía

11 LETRAN III Normativa para la elección de Papa

12 LETRAN IV Nuevas órdenes y sacramentos y condena de herejías

13 LYON I Excomunión del Emperador Federico II

14 LYON II Ordenamiento de sacramentos y actividades eclesiásticas

15 VIENNE Supresión de la Orden del Temple

16 CONSTANZA Solución al Cisma de Occidente

17 BASILEA Triunfo del papado sobre las asambleas ecuménicas

18 LETRAN V Principio de reformas

19 TRENTO Nuevo estilo de la Iglesia: Reforma y Contrareforma

20 VATICANO I Primacía universal e infalibilidad del magisterio del Papa

21 VATICANO II Reinauguración de la vida conciliar de la Iglesia

1

NICEA I

325

Silvestre

2

CONSTANTINOPLA

I

380

Liberio

3

EFESO

431

Celestino I

4

CALCEDONIA

451

Leon I

5

CONSTANTINOPLA

II

553

Vigilio

6

CONSTANTINOPLA

III

680-681

Agaton

7

NICEA II

787

Adriano I

8

CONSTANTINOPLA

IV

869-870

Adriano II

9

LETRAN I

1123

Calixto II

10

LETRAN II

1139

Inocencio II

11

LETRAN III

1179

Alejandro III

12

LETRAN IV

1215

Inocencio III

13

LYON I

1245

Inocencio IV

14

LYON II

1274

Gregorio X

15

VIENNE

1311-1312

Clemente V

16

CONSTANZA

1414-1418

Gregorio XI – Martín V

17

BASILEA

1431-1437

Eugenio IV

18

LETRAN V

1512-1517

Julio II – León X

19

TRENTO

1545-1563

Pablo III – Pío IV

20

VATICANO I

1869-1870

Pío IX

21

VATICANO II

1962-1965

Juan XXIII – Pablo VI

BIBLIOGRAFIA

Soberbia y humildad

Padre Guillermo Juan Morado.

Humildad Mariana

Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María

Caminando con María

Rev. Gabriel de Santa María Magdalena OCD.

La virtud de la humildad

San Alfonso María de Ligorio

María, humilde y obediente

Rev. Marcelino de Andrés

La Madre de mi Señor

Rev. Luis Mariotti

La Virgen María en la tradición ortodoxa

Rev. Víctor Villafañé

Evangelios Apócrifos

Joseph Carter

Biblia Latinoamericana

Ediciones Paulinas 1989

Biblia de Jerusalén

Editorial Desclée de Brower 1998

Lumen Gentium

Constitución Dogmática sobre la Iglesia

Dei Verbum

Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación

 

 

Autor:

Agustin Fabra

Partes: 1, 2
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