- Las estadísticas hablan…
- El tío Remus
- Un entorno adecuado
- En resumen
- La confianza: La confianza en uno mismo…
- Confianza en nosotros mismos
- Cuestión de honestidad
- Las relaciones: cuidarlas o descartarlas
- La Independencia Emocional: El Tercer Paso
- Generalizaciones
- Antecedentes
- ¿Cómo es el dependiente emocional?
- ¿Cómo es la persona que el dependiente emocional busca?
- Factores determinantes
- La independencia espiritual
- ¿Por qué conviene ser persona culta?
- La experiencia, madre de la cultura
- Bibliografía
"Ten mucho cuidado cuando consigas todo lo que quieres. Sólo los cerdos a los que se engorda para la matanza consiguen todo lo que quieren." Joel Chandler Harris
"Así lo hago porque estos cuentos ilustran en detalle los dilemas existenciales de los seres adultos, embellecidos en su narrativo, para que podamos sublimar el impacto negativo que, de manera discreta, pueda acompañarlos, dejando solamente la intencionada moraleja como su único rastro." FEFL en El Síndrome de Rapunzel… Para crecer, para medrar, para mejorarnos en entornos que requerían que fuésemos más cultivados — en el pasado usábamos el cuento y más tarde la fábula con moraleja, para proyectar el ejemplo de la sofisticación y cultura.
Hoy… tristemente nada empleamos hacia esos fines. Es como si a algunos, no les importa ser ignorantes.
De hecho, el ex presidente norteamericano GW Bush, ha ganado distinción por adoptar la mediocridad como estilo y la ignorancia como virtud.
Las estadísticas hablan…
Los resultados de investigaciones recientes en el aprendizaje de los niños, en los EEUU son tristes — y aquí, me arriesgo a opinar, que serían aún peores.
Por ello ofrecemos esta ponencia
Esta lección, agregado de varias que hemos publicado anteriormente, la usaremos como una propedéutica al arte de cultivar nuestras mentes y de cómo transmitir esa práctica a otros.
El tío Remus
Creado en el 1881 por Joel Chandler Harris, constituyó, para el niño norteamericano de su período, otra de las colecciones de leyendas compensatorias con que ellos tendieran un puente entre la Realidad — de la que ya mucho hemos hablado — y la segregación esclavizadora de su país.
Este tío fue un negro vetusto que contaba historias con moralejas a los niños quienes a él visitaran.
No insinuación posible, en este caso, del abuso al que hoy acostumbramos, cuando ciertos hombres mayores acogen los jóvenes.
Prosigamos, entonces — ¿Por qué lo hizo?
Lo hizo — de acuerdo a su autor — para mejorar el desarrollo de la autoestima en el niño joven.
Veamos
Los seres vivos que nacemos altriciales, dependemos del cuidado de nuestros padres y del soporte de nuestro entorno para medrar harmoniosamente, porque nuestro desarrollo siempre progresará, incluso en un ambiente hostil. Por lo tanto, si queremos potenciar la autoestima de nuestros descendientes debemos tratar de conocer qué tipo de interacciones propician, anulan o dañan la solidificación de su confianza, y qué actuaciones les favorecen al respecto.
Hemos de partir de la premisa de que la formación de la autoestima de los niños de ambos sexos depende en gran medida de la relación que establecen con adultos importantes en su vida, fundamentalmente sus madres y padres, así como abuelos y familiares extendidos. Serán ellos los vigías de su confianza y los estimuladores de su auto-respeto. Ambas premisas favorecerán una valoración personal que les llevará a querer y respetarse a sí mismos y, por extensión, a quienes les rodean.
El tío Remus, con sus fábulas nos favorece una conexión entre nuestro pasado dinámico con nuestra anamnesis personal. (Véanse mis muchos artículos al respecto).
Si el niño o niña experimenta valoración y aceptación de sus pensamientos y sentimientos, percibe la importancia que se le da a su existencia. Aunque, a veces, no nos guste la envidia de nuestros hijos, sus celos, su cerrazón, su aislamiento, su rabieta, su cabezonería, su llorar constante y una frialdad retraída, trataremos siempre de apreciarlos por lo que son y por lo que pueden significar. Incluso puede que las características del niño o la niña no sean las que deseábamos que fueran por no captar lo que les estamos enseñando a ser.
Pero, aceptarles sin que cambien, o sin que le ayudemos a hacer cambios es admitir, por mucho que nos cueste, que ese hijo o esa hija es otra persona distinta y diferente de nosotros, y que necesita más que nunca nuestra ayuda y simpatías.
Si opera dentro de en un contexto de límites bien definidos, firmes, y percibe lo que nos importa. Es un buen comienzo para entendernos. Ahora bien, esos límites habrán de ser justos, razonables y negociables: no vale la libertad ilimitada, pues en esta relación la falta de límites significa indiferencia o rechazo.
Soy bella, como mami…
Cuando los progenitores escuchan las necesidades y deseos de sus vástagos y se muestran dispuestos a negociar con ellos — por medio de la razón — las reglas familiares; ellos están ejerciendo autoridad y no autoritarismo. La autoridad escucha, observa y negocia, pero también sanciona el incumplimiento de las normas — algo estrictamente necesario para que el niño o la niña pueda forjar su identidad y establecer su propia valoración.
Si el hijo se siente respetado por su dignidad como ser humano, ganará en confianza. Asimismo, también aprenderá a valorarse — lo que no será posible que lo consiga si no les enseñamos. Esto, lo estaremos haciendo si examinamos sus decisiones, escuchamos sus deseos, atendemos a sus necesidades y negociamos las reglas establecidas en casa. Porque, respetarles no significa dejar que hagan lo que quieren. La permisividad — actitud entronizada por la costumbre en muchos hogares — es nefasta: destruye el esfuerzo, la disciplina y el autocontrol, y con ello, la confianza en uno mismo.
Nuestra responsabilidad es enseñar y la labor de ellos es aprender, pero será él o ella quien se sitúe en el mundo, salga o no de nuestros límites. Intentar dirigir sus elecciones, de modo arbitrario, significaría anular su responsabilidad para con ellos mismo y para con sus propias vidas. No puede haber autoestima sin el ejercicio de la responsabilidad — por eso es necesario que les enseñemos a ser honestos.
Si el nivel de autoestima de los padres es alto, hay más probabilidades que ocurra lo mismo con el de sus hijos, aunque no siempre será así. Cuanto más se valoren a sí mismos los padres — aunque sin caer en excesos — más fácilmente podrán trasmitir esa noción a sus hijos; con la importancia de quererse a sí mismos. Una autoestima bien asentada ayudará a los progenitores a educar a sus hijos, pues padres y madres son modelos de aprendizaje, importantes y necesarios para que el niño inicie su camino partiendo de algo a imitar y que le indica el derrotero y cómo recorrerlo.
Lo que yo peso no es todo en la vida…
Un entorno adecuado
La falta de autoestima se manifiesta como un problema, generalmente pasada la adolescencia, pero también está demostrado que la autoestima se puede recuperar, adquirir o potenciar. Por ello, nos interesa conocer en qué medida se propicia en el proceso educativo y formativo. Para lograrlo hay que crear un entorno de seguridad que se sustenta en tres columnas: cariño, aceptación y respeto. Parece obvio, pero hay que entenderlo bien.
Las tres columnas
Amarle por quién es, por su existencia y por su derecho a ser querida o querido, independientemente de que nos guste cómo piensa, siente, o se comporta.
Aceptarle tal cual es, y no en la medida en que sigue nuestros preceptos y responde a nuestras expectativas. Aceptar, sin embargo, no es sinónimo a abdicar nuestra autoridad o a renunciar nuestros deberes.
Respetarle en sus decisiones de por dónde y cómo quieren llevar su vida. Ayudarles en todo. Hacerle ver, cuando esas decisiones nos parezcan equivocadas, por qué no se consideran correctas, pero nunca impedir que intente llevar a cabo lo que considere oportuno. Cometer errores es parte esencial de todo aprendizaje.
El padre y la madre, en armonía
Cuando existen dos cónyuges en la pareja, puede que el padre y la madre discrepen y no tengan igual opinión sobre alguna cuestión que afecte a la educación de los niños, pero esto no supone ningún inconveniente, e incluso esas discrepancias pueden ser ventajosas. Lo que sí afectará a la seguridad del niño es que sus progenitores no estén de acuerdo en las decisiones finales. La importancia no está, por tanto, en la diferencia de opiniones, sino en la no unanimidad, libre de conflictos, en las decisiones.
Es que técnicamente, no hay problema en que los padres y madres cambien de opinión ante un hecho o una norma, y en que se lo hagan saber a sus hijos explicándoles el motivo. Esto no supone merma de credibilidad, pero en cambio, es un ejemplo de flexibilidad y de acomodo a las circunstancias — La rigidez y la inflexibilidad no caben en un proceso educativo, donde asumir los riesgos de cambios es parte de la instrucción.
El compromiso como padres y madres para posibilitar una alta autoestima en vástagos está relacionado con las siguientes condiciones:
Tener presente que el hijo es otra persona, independiente y distinta de los progenitores o guardianes.
Ofrecerle una seguridad basada en la coherencia, es decir, en la coincidencia entre lo que se enseña y lo que se hace.
Hacerle sentirse observado, guiado y comprendido. Transmitirle que es persona única y especial.
Amarle desde la expresión verbal, mostrándole el gozo que tenemos por su existencia. El tacto es el gesto esencial para que pueda sentirse querido. Tocarle, besarle, acariciarle no sólo cuando es bebé, también cuando rechaza, por pudor, esa muestra.
Aceptarle tal como es, pero, sin glorificar sus defectos y sin volvernos promotores de sus desatinos. Sólo así aprenderá a autoanalizarse para, finalmente, aceptarse con madurez.
Respetarle como es, aunque su estilo de vida contradiga el nuestro, y sin adoptar el suyo.
Marcarle límites justos, razonables y firmes.
Ofrecerle normas y altas expectativas por lo que respecta a su comportamiento y rendimiento. No una actitud del "todo vale", pero tampoco una de "no vales".
Brindarle elogios y críticas dirigidos a su conducta y comportamiento, nunca a su persona. Cuidar por tanto el lenguaje, que puede ser muy crítico, aunque parezca superficial y transitorio.
Motivarle a tomar de decisiones, a experimentar, a asumir riesgos, a hacer y a responsabilizarse de los mismos. No privarle de cometer errores. No sobreprotegerle.
Pero, cuando sus deseos son radicales y exceden los límites de nuestros principios, hacérselos saber sin resquemores.
Porque nuestra autoestima también cuenta.
En resumen
La autoestima constituye un capítulo muy amplio del desarrollo humano para cubrirlo brevemente. Lo que aquí pretendemos hacer es impartir normas generales para personas familiares con la psicoterapia, para que las adapten a sus conocimientos.
Personas ajenas a la auto-inspección y al auto-escrutinio no serían beneficiarias de estas pautas.
Ahora, consideremos otra lección…
La confianza: La confianza en uno mismo…
Con paciencia, tiempo, sensatez y conocimiento de nuestras limitaciones nos convenceremos de la valía de nuestras aptitudes y actitudes.La confianza es el convencimiento que alcanzamos sobre nuestras propias capacidades y limitaciones. Se asienta en nosotros a medida que constatamos nuestra aptitud en las tareas que realizamos y al tiempo que logramos la habilidad para mantener relaciones de calidad con los demás. Es, por tanto, un sentimiento que se genera en nuestro interior y de cuyo desarrollo somos responsables. En la infancia necesitamos que el entorno, y en especial el padre y la madre, aporten seguridad, atención y nos haga sabernos queridos. Más tarde y a lo largo de toda la vida, aunque sigamos necesitando ser escuchados, respetados, valorados, y queramos saber y sentir que se cree en nosotros y en nuestras capacidades, debemos tener presente que la confianza hemos de cultivarla personalmente. Para ello debemos actuar y formalizar relaciones bajo la premisa de tener paciencia, darnos tiempo, cuidar las formas y no olvidar evaluar y valorar cada una de nuestras acciones, no con el propósito de apreciarlas, sino con el fin de constatar nuestras capacidades y conocer nuestras limitaciones.
Confianza en nosotros mismos
Para poder sentir que los otros creen en nosotros hemos de ser nosotros los primeros en sabernos válidos. Es imposible creer que los demás confían en nosotros si nosotros mismos no lo hacemos, pues la confianza nunca viene dada de fuera. Si no hay equilibrio interno pensaremos que el apoyo, el aplauso o la admiración que se nos ofrece para animarnos, por guardar las formas o, en la mayoría de las ocasiones, porque no nos conocen realmente y se quedan en la imagen que les estamos proyectando, es decir, creemos que les estamos engañando. Esto sucede porque hacemos las tareas con la vista puesta en los demás, esperando su aprobación y beneplácito, sin un convencimiento interior. Al carecer de una guía personal que nos oriente en la consecución de nuestra meta o del proyecto de nuestra vida, el esfuerzo que debemos realizar es mucho mayor, y lejos de potenciar nuestras habilidades, debilita y destruye la confianza en nosotros mismos, y con ello la autoestima. ¿Por qué? Para contar con una buena autoestima debemos estar convencidos de que somos aptos para la vida que hemos elegido llevar.
Quien no goza de confianza en sí mismo, posterga las decisiones, da largas a los asuntos pendientes, va dejando cosas sin hacer por el camino y mantiene una actitud de parálisis. Con todo esto, no consigue sino certificar que ciertamente es una persona en quien no se puede confiar.
Cuestión de honestidad
"… es verdad, pero no lo repitas…"
Al ser tan necesario que sea verdadera, la confianza no puede ser ciega sino que ha de estar sustentada en el conocimiento personal. Un conocimiento totalmente honesto sobre nuestras posibilidades y nuestras barreras, de forma que al acometer cualquier tarea o iniciar relaciones interpersonales sabremos manejar las expectativas para conseguir éxitos y no acumular fracasos, en términos de cantidad y de calidad. Si no hemos sido honestos y fallamos tendemos a desvalorizarnos, a sentirnos menos que el resto de la gente y a pensar que nuestras opiniones no son tan importantes ni interesantes como las de los demás. En definitiva, que no somos personas atractivas ni dignas de tenerse en cuenta. Mantendremos entonces pocas expectativas, muchos silencios y un lenguaje no asertivo. Ni pediremos ni reclamaremos, con lo que nos condenamos a una invisibilidad que nos destruye. Pasamos a ser personas dependientes y otorgamos autoridad sobre nuestras vidas a todos aquellos a quienes creemos superiores y más sabedores de lo que necesitamos nosotros que nosotros mismos. Una alerta para saber que nuestra confianza está vulnerada es analizar las dudas, permanentes compañeras de viaje de quien no cree en sí mismo. Aparecen dudas sobre cómo hacer, qué hacer; sobre los demás y sobre su honestidad, pues el listón de medir que se aplica a los demás, es el mismo que se tiene para uno mismo.
Si se desconfía de uno, se es escéptico con el otro, lo que conduce a una visión negativa de todo y de todos. Se es una persona tensa y con tendencia a controlar las relaciones sociales, que además desconfía de la amabilidad gratuita de su interlocutor. La falta de confianza provoca que se asuman imprudentemente o no se asuman los riesgos y dificultades del acontecer cotidiano, con lo que se va dejando de aprender, de experimentar y en definitiva, de vivir el día a día.
Potenciar la confianza en nosotros viene de la mano de…
Conocernos todo lo posible y de una forma continuada, ya que vamos experimentando cambios, con la máxima honestidad.
Vivir activos: opinando, eligiendo, escogiendo, significándonos.
Valorar y congratularnos de nuestras capacidades y posibilidades.
Constatar nuestras limitaciones, para saber ser realistas.
Afrontar retos y riesgos con prudencia y sensatez.
Iniciar y mantener relaciones de calidad, donde la comunicación abierta, positiva y sincera sea una constante.
Dejar de lado la tensión y el control continuo.
Permitirnos mostrarnos tal cual somos, sin disimulos ni máscaras o escudos.
"Está garantizado…"
Las relaciones: cuidarlas o descartarlas
Si bien la confianza nace en nuestro interior, su crecimiento y desarrollo está muy ligado a las relaciones que mantenemos y a las respuestas que obtenemos en ellas. Por ello, es también nuestra responsabilidad seleccionar, cuidar y abrazar las personas con las que nos rodeamos y algo muy importante, apartarnos de las que minan nuestra confianza y, por ende, nuestra autoestima.
Habremos de entender que para que exista una relación es imprescindible que exista confianza, por lo tanto, en nosotros está el abrigar una buena confianza como punto de arranque y garantía de la buena salud de nuestras relaciones. Esto nos permitirá salir de nosotros, abandonarnos en los otros y mostrar nuestra vulnerabilidad. Un ejercicio necesario para que las relaciones, amorosas, familiares o fraternales sean un verdadero encuentro sereno y cómodo, que posibiliten un enriquecimiento personal. Nos permitirán vivir en equilibrio, armonía y autenticidad.
En consecuencia, confiar en nosotros es abrir la puerta para hacer el camino de nuestra vida, y es también la esperanza y la ilusión con la que se mueve una existencia que sabe de su sentido y proyecto allí donde vive.
¡Vivir!
En resumen
La confianza — como Erikson propuso — es algo que se ingiere desde el seno de la madre — es la misma fe en que alguien nos dará alimento y amor — algo que tantos seres humanos nunca podrán adquirir, porque nunca pudieron.
No confundamos quien posee la capacidad para la "Fe Básica" de que Erikson nos dice, con quienes evaden este período y se asientan confortablemente en la mentira y en la manipulación — nunca creamos en ellos.
Seamos generosos, más nunca seamos incautos.
La Independencia Emocional: El Tercer Paso
Nosotros hemos dado muchos "pasos" en la UD. "El Tercer Paso" es el que nos libra de la dependencia pasiva en la aprobación de los demás — porque nunca fuimos aprobados, por quisiéramos haberlo (de niños) sido, o porque no sabemos cómo dejar, todavía, de quererlo ser.
Propósito
Facilitar los elementos y acciones firmes que requiere la práctica de nuestro Tercer Paso, para lograr una serenidad permanente y una vida satisfactoria y útil a través de buscar la independencia espiritual.
¿Hemos reflexionado alguna vez acerca de lo siguiente?:
¿al cuidado y protección de quién he decidido poner mi vida?,
¿la he colocado en manos de mi familia, mis amigos, o mi trabajo?,
¿la tengo depositada al cuidado de la voluntad de un Poder Superior?
Preguntas esenciales:
¿En mi infancia, de quiénes me interesaba adquirir aprobación y afecto?
¿Cómo obtenía muestras de cariño, aprobación y aceptación de los adultos más importantes en mi vida?
Veamos nuestra relación de pareja (o relación con la persona más importante actualmente) y pensemos:
1. ¿Cuál fue mi razón para empezarla? :
¿Verdadero amor?
¿Mi temor a la soledad?
¿Mi necesidad de ser aprobado socialmente?
¿Mi necesidad de obtener amor?
2. ¿Esta relación me permite? :
¿Ser yo mismo?
¿Hacer las cosas que me gustan?
¿Sentirme realizado?
¿Estar satisfecho con el complemento que me otorga la otra persona?
Generalizaciones
Continuamente sentimos que estamos complaciendo los deseos y necesidades de otras personas sin haber alcanzado los nuestros; consideramos que trabajamos demasiado y que los demás aprecian poco lo que hacemos; que les brindamos toda la atención que necesitan ante sus dolencias, perturbaciones, malestares, y sin embargo cuando somos nosotros quienes necesitamos de ellos no les importa cómo estemos o de qué manera nos sintamos.
Lo que es la dependencia emocional:
Si los otros están contentos con nosotros entonces estamos felices, si los demás: Familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, amistades casuales, nos aprueban, entonces sentimos que valemos la pena.
Si sufrimos de un profundo temor porque lo que digamos o hagamos pueda ofender a alguien, y mejor evitamos los desacuerdos para no ser rechazados.
Si estamos constantemente anteponiendo las necesidades, deseos y demandas de los demás, a las nuestras. Decimos sí, cuando realmente deseábamos decir no.
Si necesitamos estar en manos de otras personas para poder percibir lo bueno de nuestra propia imagen, obtener felicidad a cambio de sacrificar lo que realmente deseamos y necesitamos, por temor a ser abandonados, desplazados o rechazados.
Si en vez de construir y ganar nuestra propia autoestima, estamos buscando la aprobación de otros para obtenerla.
Principio
La dependencia emocional es "un patrón de necesidades de soporte insatisfechas desde la niñez, que ahora de mayores, procuramos satisfacer, mediante la búsqueda de relaciones interpersonales muy abrumadoras" dice FEFL. (Para leer más: http://www.monografias.com/trabajos56/dependencias-adictivas/dependencias-adictivas).
Antecedentes
No sentimos que fuimos adecuadamente amados, valorados, comprendidos y apreciados, por las personas que serían más significativas para nosotros (papá, mamá, mujeres que nos criaron, maestros, los sirvientes) en nuestras vidas pasadas. Es un proceso subconsciente de larga duración que se inició a corta edad.
En la medida que nuestros padres nos ayudaron, o fallaron, en satisfacer nuestras necesidades de afecto apenas siendo unos niños, empezamos a trastornarnos emocionalmente. Esto establece los vínculos determinantes con las personas que nos rodean en el presente.
Los seres humanos sentimos el afecto o la falta del mismo, desde que estamos en el vientre de la madre. Registramos todas las emociones maternas y desde allí hasta que llegue cerca de los 6 ó 7 años, el trato que nos brinden podrá determinar nuestro carácter.
De niños sentimos la amenaza de perder el afecto de nuestros padres si no acatábamos lo que ellos decían, traducido en que, desde muy temprano en la medida en que dicho sometimiento era más o menos intenso, aprendimos a amarnos y apreciarnos o a rechazarnos y a renunciar a nosotros mismos: "hacemos todo lo posible para cumplir con sus expectativas, muchas veces alimentadas por su frustración o patrones deteriorados que nos convierten en víctimas del abuso emocional a temprana edad" (dice, asimismo, Larocca).
El modelo de la familia en que nos criamos continúa empleando como en los viejos tiempos, el chantaje afectivo como un mecanismo para obtener sumisión y obediencia, es decir, nos acostumbramos y vemos como natural, el hecho de que para evitar perder el afecto de nuestros padres, amigos o parejas, tengamos que renunciar a nuestros intereses permitiendo que nos gobiernen los de ellos:
Para tener contento a papá y mamá había que sacar buenas notas, de lo contrario nos hacían sentir que éramos los culpables de su ira, de su disgusto y de los castigos que nos propinaban.
Nuestros amigos o amigas eran aquellas personas que gozaban la aprobación de nuestros progenitores, de lo contrario teníamos que sostener amistades clandestinas y relaciones secretas, que era peor.
Cuando mamá se enojaba por algo que no hacíamos y que no era de su agrado, nos amenazaba con "ya no te voy a querer", "me voy a enojar contigo y ya no te voy a hablar", y en casos extremos nos amenazaban con "te voy a regalar a ese viejito que viene allí" o "…que te robe ese hombre, yo ya no te quiero". Nos llenaban de terror ante la amenaza de perder la protección y seguridad que sólo de ellos podíamos obtener.
Así se doblega nuestra voluntad y nos convertimos en los adultos sumisos que somos y que estamos dispuestos a tragar todo el descontento que significa establecer relaciones destructivas con las personas menos indicadas, pero que nos harán repetir una y otra vez ese círculo de temor oculto y baja autoestima en que nos quedamos estancados y que nos incapacitará para enfrentar los momentos más críticos de nuestra vida.
Equivocadamente en nuestra vida de adulto, hemos decidido que otras personas deben cubrir nuestras carencias tempranas de afecto y aprobación que no hubo en la infancia.
Madre del Río Urubamba
¿Cómo es el dependiente emocional?
Continuamente se encuentra padeciendo de graves necesidades espirituales, principalmente de falta de afecto.
No espera ni busca cariño, porque nunca lo ha recibido y tampoco, por esa misma razón, está capacitado para darlo.
Simplemente se apega a alguien que idealiza, aunque poco lo merezca.
Le interesan amistades arriesgadas porque, en su deficiente autoestima, le provoca fascinación el encontrar una persona tremendamente segura de sí misma, con cierto nivel de éxito o capacidades, a veces más supuestas que reales.
Entiende el amor como adhesión, enganche, sumisión, admiración a la otra persona y no como un intercambio recíproco de afecto.
¿Cómo son sus relaciones?
Su relación con otra persona se basa en la necesidad excesiva de aprobación: Vive preocupado con caer bien, incluso a personas que ve por primera vez o que le son desconocidas.
Se empeña en producir una buena apariencia, al costo que ésta sea.
Expresa de distinta manera sus demandas de atención y afecto: haciendo regalos o favores que no le piden, preocupándose y estando pendientes de los demás, para todas las cosas.
Está lleno de expectativas irreales por su anhelo exagerado de tener compañía:
Se llena de ilusión y fantasía al comienzo de una relación, creyendo que ha encontrado a la persona que siempre ha andado buscando, al encontrarse con una persona interesante.
Uno de los pocos momentos felices de su vida es al comienzo de una relación o ante la posibilidad de que esto ocurra.
Anhela relaciones exclusivas pero parasitarias:
Siente necesidad continua de disponer de pareja, amigos, hijos, y demás.
Vive pendientes de ellas, incluso llamándolas constantemente a su trabajo, controlándolas, vigilándolas, queriendo conocer hasta el último detalle de lo que hacen con su vida privada.
Invade la vida privada de la otra persona con sus demandas e intrusiones.
Agobia a su pareja con excesivas solicitudes de atención y de consideración.
El dependiente, ocupa una posición subordinada en la relación:
Por su pobre autoestima.
Porque elige parejas narcisistas y/o explotadoras.
La relación conduce a una continua y progresiva degradación:
Porque soporta desprecios, maltrato físico o emocional y humillaciones.
Porque nunca cree que recibe verdadero afecto.
Porque sus propios gustos e intereses son relegados a un segundo plano.
Son relaciones que no llenan el propio vacío emocional, solo lo atenúan o lo agravan, ya que el problema no está resuelto y para hacerlo así, se debe entrar en contacto y conocimiento de los propios sentimientos más ocultos:
No se cree que se recibe afecto, deteriorando aún más la autoestima.
No se reconoce a uno mismo porque nunca se ha tenido a uno mismo, en cuenta.
Las rupturas son auténticos traumas:
El deseo de tener una relación es tan grande que se busca una relación después de otra.
Se tiene un prolongado historial de rupturas y nuevos intentos.
Se cae en estados depresivos.
Se posee una autoestima muy pobre, y un auto-concepto muy negativo:
No se ama a sí mismo porque nunca uno ha sido adecuadamente amado, ni valorado por las personas significativas, sin dejar por esto de estar vinculadas a ellos.
Porque el desamparo emocional y su vacío se manifiestan más cuando no uno no está enredado en una nueva relación.
Los trastornos emocionales se hacen mayores cuando existe:
Depresión (muy grave cuando la relación se rompe)
Ansiedad (más agudizada cuando la relación está en crisis.
Abuso de sustancias (especialmente cuando la relación peligra).
¿Cómo es la persona que el dependiente emocional busca?
Estas son personas que reúnen condiciones para ser idealizadas:
Proyectan tener un alto concepto de ellas mismas.
Afectan ocupar posiciones emocionalmente superiores a la autoestima de la persona dependiente.
Tienden a ser narcisistas y explotadoras:
Las personas elegidas son muchas veces manipuladoras y egoístas.
Carecen de empatía y afecto.
Creen que poseen privilegios y habilidades fuera de lo común.
El carácter sumiso y torturado de la "víctima", como dependiente emocional, no hace más que perpetuar estos rasgos.
Buscan una posición dominante en la pareja:
La persona dependiente asume la posición subordinada.
Los dependientes emocionales se someten como un medio para preservar la relación:
No ensombrece, ni opaca su imagen porque no les hace perturba la baja autoestima del otro.
Les admiran continuamente.
Ignoran sus defectos y se ensalzan sus virtudes.
Aceptan como normales su desprecio, la humillación, y la vergüenza provocada en público.
Factores determinantes
Privación y carencia temprana de afecto:
No sentirse haber sido adecuadamente queridos y valorados por las personas más significativas en la vida aunque se deseaba con todas las fuerzas no se podía renunciar a esa relación.
Se aprendió que la sumisión es una estrategia:
Para evitar el abandono, y el rechazo.
Para obtener seguridad, y protección.
Se entendió que para ser amados era necesario cumplir con las expectativas de los demás, nunca importunarlos o alterarlos o provocarlos, antes bien, sofocar sus estados de ánimo que harían daño.
Interpretar el amor como un apego obsesivo y admiración hacia la otra persona en lugar de un intercambio recíproco de afecto.
Sentir el rechazo materno.
Revivir la crianza fría, frustrante que le dieron.
Se sintió la presencia física pero no emocional de los padres.
Se perpetúa la vinculación emocional aún siendo insatisfactoria y se sufre la crueldad y el maltrato.
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