La política internacional de Hitler fue la clave de su prometida reconstitución de Alemania, basada en desviar la atención de los conflictos internos hacia una acción exterior agresiva. Se alineó con la dictadura fascista italiana, con la que intervino en auxilio de Franco en la Guerra Civil española (1936-39), ensayo general para la posterior contienda mundial; y completó sus alianzas con la incorporación de Japón en una alianza antisoviética (Pacto Antikomintern, 1936) hasta formar el Eje Berlín-Roma-Tokio (1937).
Militarista convencido, Hitler empezó por rearmar al país para hacer respetar sus demandas por la fuerza (restauración del servicio militar obligatorio en 1935, remilitarización de Renania en 1936); con ello reactivó la industria alemana, redujo el paro y prácticamente superó la depresión económica que le había llevado al poder.
Luego, apoyándose en el ideal pangermanista, reclamó la unión de todos los territorios de habla alemana: primero se retiró de la Sociedad de Naciones, rechazando sus métodos de arbitraje pacífico (1933); luego forzó el asesinato de Dollfuss (1934) y el Anschluss o anexión de Austria (1938); a continuación invadió la región checa de los Sudetes y, tras engañar a la diplomacia occidental prometiendo no tener más ambiciones (Conferencia de Munich, 1938), ocupó el resto de Checoslovaquia, la dividió en dos y la sometió a un protectorado; aún se permitió arrebatar a Lituania el territorio de Memel (1939).
Pero, cuando el conflicto en torno a la ciudad libre de Danzig le llevó a invadir Polonia, Francia y Gran Bretaña reaccionaron y estalló la Segunda Guerra Mundial (1939-45). Hitler había preparado sus fuerzas para esta gran confrontación, que según él habría de permitir la expansión de Alemania hasta lograr la hegemonía mundial (Protocolo Hossbach, 1937); en previsión del estallido bélico había reforzado su alianza con Italia (Pacto de Acero, 1939) y, sobre todo, había concluido un Pacto de no-agresión con la Unión Soviética (1939), acordando con Stalin el reparto de Polonia.
El moderno ejército que había preparado obtuvo brillantes victorias en todos los frentes durante los primeros años de la guerra, haciendo a Hitler dueño de casi toda Europa mediante una «guerra relámpago»: ocupó Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Yugoslavia, Grecia. (mientras que Italia, España, Hungría, Rumania, Bulgaria y Finlandia eran sus aliadas, y países como Suecia y Suiza declaraban una neutralidad benévola).
Sólo Gran Bretaña resistió el intento de invasión (batalla aérea de Inglaterra, 1940-41); pero la suerte de Hitler empezó a cambiar cuando lanzó la invasión de Rusia, respondiendo tanto al ideal anticomunista básico del nazismo como al proyecto de arrebatar a la «inferior» raza eslava del este el «espacio vital» que soñaba para engrandecer a Alemania (1941). A partir de la batalla de Stalingrado (1943), el curso de la guerra se invirtió y las fuerzas soviéticas comenzaron una contraofensiva que no se detendría hasta tomar Berlín en 1945; simultáneamente se reabrió el frente occidental con el aporte masivo en hombres y armas procedente de Estados Unidos (involucrados en la guerra desde 1941), que permitió el desembarco de Normandía (1944).
Derrotado y fracasados todos sus proyectos, Hitler vio cómo empezaban a abandonarle sus colaboradores y la propia Alemania era arrasada por los ejércitos aliados; en su limitada visión del mundo no había sitio para el compromiso o la rendición, de manera que arrastró a su país hasta la catástrofe y finalmente se suicidó en el búnker de la Cancillería de Berlín donde se había refugiado, después de haber sacudido al mundo con su sueño de hegemonía mundial de la «raza» alemana, que provocó una guerra total a escala planetaria y un genocidio sin precedentes en los campos de concentración.
Ideas centrales de su obra "Mi Lucha"
Hitler utiliza el concepto de "raza" para crear una ideología política con la misma rigidez y sistematización, como si fuera un credo religioso. La utilización de tal concepto, si bien condice con el contexto real y discursivo de "pangermanismo", es estratégica porque permite articular, cohesionar y organizar políticamente las grandes masas. Por tanto, es clave que represente la base del partido y se encuentre por sobre el concepto de "Estado", que no es más que un medio con la finalidad de conservar y potenciar mediante la utilización de la fuerza la colectividad que encarna la cultura superior. Así, no es el Estado una forma o modelo de cultura adquirido per se, sería imposible evaluar un Estado por elevación cultural o poder, sino que la "raza" es portadora de la cultura civilizatoria, por lo cual razón de ser de aquel sólo se da en función de ésta, a la manera de recipiente y contenido, y sólo puede ser evaluado por la justicia de su orientación en relación con la posteridad, es decir, la preservación de la raza. Entonces ya no se habla de "Estado" sino de "Estado racista", cuyo deber es velar por la pureza racial en todos los órdenes de la vida en general.
Pero ¿qué "raza"? No la raza cultural, por ejemplo con asiento en la lengua, ya que un negro o un chino bien pudieran ser considerados germanos por hablar el idioma alemán; sino la raza biológica, con asiento en la sanguinidad, que permite eliminar todos los otros elementos que sean de diferente cultura o sangre, impidiendo una desgermanización o bastardización de la raza superior. Pero también hay una depuración al interior de la raza superior al estilo de la "selección natural", como si los componentes más débiles se sacrificaran a sí mismos por el progreso de los más fuertes y el avance de la raza en general; de lo contrario, debieran ser sacrificados por el mismo Estado racial. Este argumento, sustentado en la selección natural (influencias darwinistas), permite no sólo justificar la eliminación de componentes ajenos a la raza sino también justificar la toma del poder a favor de los que sean más fuertes, quienes pugnarán sobreviviendo y venciendo sólo los más capaces y diligentes. En última instancia, justifica el poder en manos de una sola persona, aquella que sepa reconocer las miserias de su pueblo y la naturaleza de sus males; tal hombre tiene la capacidad de mostrar el camino y todos los espíritus, aun los más mezquinos, lo siguen. Al respecto, también cabe destacar el uso reiterado que Hitler hace de la imagen o metáfora del pastor y el rebaño. Además, visualiza como elementos de obtención y potenciación de la autoridad legítima a tres elementos fundamentales: la fuerza, la popularidad y tradición. Sin embargo, sostiene la primacía del primer elemento pero no descarta la necesidad de los restantes debido a la importancia de interpelar a las masas.
Es interesante la justificación que establece en torno la necesidad de las SA (que en realidad está justificando no solo a las SA sino el uso fuerza para propagar y defender los intereses del partido), debido a que sostiene la importancia de poseer una órgano del partido (armado) para apoyar la expansión de su ideología. Además, distingue entre las SA del Ejército y las milicias irregulares, debido a que son entrenadas por el partido y no desde lo militar, por lo tanto se perfilan para la defensa de los intereses del partido, que en realidad son los de la nación en su conjunto. De esta manera, liga los intereses del partido a los de la nación, eliminando cualquier otra posibilidad alternativa y justificando un régimen de partido único.
El antisemitismo planteado por Hitler está fuertemente ligado a la noción de trabajo improductivo, es decir, aquél que no realiza una actividad económica y se beneficia de las deudas y especulaciones de los demás. Por lo tanto, los judíos son estigmatizados con esta carga, además de ser culpados por la mala situación económica de la nación alemana. También se remarca esto en "Los 25 puntos", donde si bien el Estado y el Partido se comprometen a profesar una libertad religiosa, defiende la idea un cristianismo positivo y combate el materialismo judío filtrado.
Finalmente, Los 25 Puntos, se presenta como un manifiesto previo del plan de acción que realizará Hitler una vez llegado al poder: eliminación de los tratados de paz de la Primera Guerra Mundial, postulación de un Estado industrioso y una economía nacional para el progreso de los hombres, un marcado rechazo de los no arios y un Ejército y prensa nacional comprometidos con la causa del partido.
Conclusión
El pensamiento de Hitler se inscribe en una posición política que busca una persuasión poderosa de las masas, fundamentalmente la clase trabajadora y clase media, al mismo tiempo que busca relacionarse con los grupos más poderosos de Alemania. Para esto, recurre a diversas estrategias entre las cuales puedo destacar: un personalismo rígido y exclusivo, la afirmación de la superioridad de la raza aria como elemento de cohesión y el realzamiento del espíritu nacionalista. Todo esto se enmarca en una ideología de carácter infalible y posible de ser aplicada en la estructura de partido que Hitler considera necesario para cumplir los designios del Estado racista.
El gobierno del Führer, materializó los ideales expuestos en Mi lucha con leyes sociales y políticas, consagró a la familia como institución esencial, fortaleció la disciplina en la educación e incentivó la meritocracía en el gobierno; logró ver en su ideología el futuro de su mandato y de Alemania, pero la arrogancia y la brutalidad que lo caracterizaron lo llevaron a la caída del Tercer Reich.
Puede que la historia considere que lo único que logró Hitler fue sembrar un precedente sobre las atrocidades que cometió, pero aunque exageró con los fines y falló en los métodos, fue un ejemplo de nacionalismo y persistencia (lo digo objetivamente). Al leerlo sorprende y asusta tanto la profunda convicción que tenía al considerar el Nacionalsocialismo como única solución de los problemas en Alemania, como la metodología que utilizaría para lograrlo.
Bibliografía
Elliott, B. J. (1991): Hitler and Germany. Longman. New York. Second Edition.
Hitler, Adolf (2002): Mi lucha. Editorial Solar y CIA. Santiago de Chile.
Hobsbawm, Eric (1998): Historia del Siglo XX. Barcelona. Crítica.
Nouschi, Marc. Historia del s. XX. Todos los mundos, el mundo. Cátedra. Serie mayor.
Autor:
Romina Soledad Bada
Universidad Nacional de Río Cuarto
Profesora y Licenciada en Historia. Docente de nivel medio y profesora adscripta en la cátedra de Historia América Actual en la Universidad Nacional de Río Cuarto.
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