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Estética para la humanización: un análisis axiológico de la estética del oprimido a partir de la ética del límite


  1. Valores fundamentales de la ética del límite de Peter
  2. La indulgencia y la compasión
  3. Valores fundamentales de la ética solidaria de Boal
  4. La confianza en el ser y la solidaridad
  5. Valoración habitual de lo humano en las estéticas de la modernidad
  6. El ser humano como objeto
  7. Valoración de lo humano en una posible estética para la humanización
  8. El ser humano como sujeto
  9. Una ética en la estética
  10. Referencias bibliográficas

En el presente trabajo estudiaremos algunos aspectos de la teoría estética de Augusto Boal a la luz de la Ética del límite propuesta por Peter. Para comprender cabalmente ambas teorías, es necesario analizar cuidadosamente lo que cada autor concibe sobre la ética en su planteamiento teórico, lo que nos permitirá comprender la naturaleza axiológica de sus postulados. Consideramos que las dos teorías que compararemos están fundadas en valores que coinciden en su búsqueda espiritual, que es la humanización de la persona. Utilizaremos un pasaje del evangelio de Juan para ejemplificar cómo se encarnan estos valores en la praxis cotidiana y para clarificar a qué nos referimos con humanización. La reflexión sobre el evangelio está presente en las dos teorías que nos incumben: en la Antropología del Límite de manera muy clara; en la Estética del Oprimido de manera implícita, en las ideas cristianas heredadas del pensamiento freireano y de la teología de la liberación.1 La plataforma del estudio axiológico nos la brinda la teoría sobre la pluridimensionalidad de los valores, expuesta por Fabelo (2007). Entendemos los valores como significaciones positivas de fenómenos de la realidad; y el proceso de valoración como el "(…) reflejo subjetivo en la conciencia del hombre de la significación (…)" (Fabelo, 2007, p.266) de tales fenómenos.

Valores fundamentales de la Ética del límite de Peter

La Antropología del Límite reconoce como rasgos propios de lo humano a las fallas y carencias que lo condicionan: la fragilidad y la indigencia son las características que definen la naturaleza humana más esencial. Comprender que los límites nos definen es lo que distingue al ser humano de los animales. El animal es un ser para el límite, mientras que el humano es un ser en el límite; de ahí proviene su indigencia, es decir, la conciencia de sus limitaciones.

A continuación analizaremos los que consideramos valores fundamentales de la teoría antropológica de Peter.

La indulgencia y la compasión

Peter propone el reconocimiento de la indigencia humana bajo un prisma de eminente bondad hacia la propia condición limitada. Contrario a otras concepciones antropológicas ideales, Peter asegura que "[e]l hombre no es un ser completo (…)" (Peter, 2008, p.44), y que, además, "(…) no puede decidir "a priori" con respecto a ninguno de [sus] (…) límites (…)" (Peter, 2008, p.86). Por ello, la ética del límite propone el reconocimiento y la aceptación de la propia indigencia, lo que resulta opuesto a la exigencia de antropologías ideales que le solicitan al ser humano la búsqueda de su perfección.

El modelo de sistema mental de la terapia de la imperfección considera un subsistema de valores y significados. Aseguramos que el reconocer y aceptar los límites permite al individuo incluir en este subsistema dos valores que marcarán su conducta: compasión e indulgencia.

Compasión entendida como la capacidad de aceptación de las fallas propias y ajenas, e indulgencia, como la capacidad de perdonarlas, dado que estas fallas son constantes e inevitables en la condición humana. Compasión e indulgencia conceden espacio para la equivocación en el sistema mental de la persona. Haciendo un paralelismo con la teología católica, en la que existen dos tipos de indulgencias: la plenaria y la parcial, así podemos pensar que un individuo puede tener distintos grados de indulgencia para consigo mismo y para con los demás, y que puede aspirar a una indulgencia parcial en la que perdone con amor la mayoría de sus fallas, puesto que aspirar a una indulgencia plenaria absoluta, que le permitiera perdonarse o perdonarlo todo, engendraría una actitud perfeccionista que resultaría contradictoria.

Peter subraya que su propuesta ética no busca "(…) el relajamiento de las buenas costumbres, [el] laxismo ético o [el] pragmatismo del "vive y deja vivir", [el] relativismo o [el] escepticismo moral." Por el contrario, la ética del límite es "(…) una ética tensa hacia la responsabilidad espiritual frente al carácter frágil y rompedizo de la existencia." (Peter, 2008, p.86)

Estos dos valores (compasión e indulgencia) ayudan al individuo a configurar una actitud que combate la exaltación del deber ser por encima del ser. "La compasión por el ser es una forma de resistencia frente a la adicción del perfeccionismo. El indulgente se resiste al rechazo de sí mismo y esta es su batalla campal." (Peter, 2008, p.86)

Valores fundamentales de la Ética solidaria de Boal

El Teatro y la Estética del Oprimido son, en conjunto, una metodología compleja que tiene como premisa fundamental brindar herramientas para combatir las opresiones sociales, mediante la democratización de los medios de producción artística. Para efectos de esta reflexión, nos centraremos en una de sus tesis fundamentales, que asegura cualquier persona que se disponga a ello, puede despertar en sí mismo la capacidad de reinventar su realidad de una manera creativa, es decir, imaginar un mundo diferente para sí mismo y para los demás, y en consecuencia, trabajar para su realización.

En su célebre "Árbol del Teatro del Oprimido2", Augusto Boal coloca dos valores que se complementan, formando un solo complejo axiológico: ética y solidaridad, lo que es traducido en varios lugares de su obra como "ética solidaria". A continuación intentaremos resumir los principales valores que se encuentran implícitos en este concepto.

La confianza en el ser y la solidaridad

Boal afirma que la mayor parte de la población mundial se encuentra en una alienación respecto al ejercicio creativo, alienación que reduce a los individuos, potencialmente artistas, a sólo espectadores. Boal asegura que esta alienación "vulnera a la ciudadanía, obligándola a obedecer mensajes imperativos (…) sin pensarlos, refutarlos o siquiera entenderlos." (Boal, 2009, p.15)

El TO y su estética conforman un dispositivo que es capaz de generar en cualquier individuo la capacidad creativa sin diferenciar talentos individuales, cultura, grados académicos, nacionalidades, razas o condición social. Boal probó su teoría en innumerables ocasiones a lo largo de medio siglo y sus seguidores continúan haciéndolo al trabajar con grupos diversos: desde empleadas domésticas, niños de la calle, pacientes de hospitales psiquiátricos, etcétera. Todos ellos han creado productos culturales y artísticos que les han ayudado a reflexionar y a modificar su realidad social concreta en mayor o menor medida.

Debemos tener presente que Boal diseñó su metodología para brindar herramientas de desarrollo artístico a personas en condición de opresión. "Opresión es una relación concreta entre individuos que forman parte de diferentes grupos sociales, relación que beneficia a un grupo en detrimento de otro[.] (…) [El concepto] opresión (…) insiste en el lugar central de la injusticia en cuanto fundamento de nuestras sociedades. (…) (Boal, J. en Metaxis [6], 2010, pp.125-126) Campesinos, obreros, personas encarceladas o internos de hospitales psiquiátricos que suelen ser menospreciados, vejados: Boal observó que la gran mayoría de estas personas no se sentían capaces de crear nada, ni de imaginar un mundo distinto para ellos mismos.

La ética propuesta por Boal propone el desarrollo de la confianza en el propio ser a partir del descubrimiento de la capacidad creativa: cuando se crea, se cree. "El acto de transformar es transformador." (Boal, 2009, p.190) Crear una obra artística (por humilde que ésta sea) eleva la autoestima y la confianza en sí mismo, lo que posteriormente permite modificar otras actitudes y acciones.

El aspecto social de la ética para Boal está fundamentado en la solidaridad. No basta con transformar la realidad personal, es preciso que esa transformación esté, en la medida de lo posible, en armonía con el resto del grupo social, y que también le favorezca. La ética solidaria propone el rechazo del autodesprecio en favor de la autoestima, y el rechazo del egoísmo en favor de una mayor conciencia política.

Valoración habitual de lo humano en las Estéticas de la Modernidad

Siguiendo a Habermas (1981), entendemos la Modernidad sin afán de establecer una clara referencia histórica, sino como un proyecto humano que está íntimamente relacionado con el desarrollo de la cultura occidental, eminentemente capitalista. La Estética, que como disciplina filosófica dedicada al estudio de la belleza fue ideada por Baumgarten en el siglo XVIII, fue configurada hasta el siglo XX en el marco de este desarrollo del proyecto moderno. "Debido a las fuerzas del modernismo, el principio del desarrollo y expresión ilimitados de la personalidad propia, la exigencia de una auténtica experiencia personal y el subjetivismo de una sensibilidad hiperestimulada han llegado a ser dominantes." (Habermas, 1981, p.23)

Al respecto, Boal asegura que no hay una sóla estética, sino muchas. "[C]omo todas las sociedades están divididas en clases, castas, etnias, naciones, religiones y otras confrontaciones, es absurdo afirmar la existencia de una sola estética que contemple a todos con sus reglas, leyes y paradigmas (…)[.]" (Boal, 2009, p.16) De manera muy general, y sin negar las múltiples variantes del asunto en la historia del arte, revisaremos la concepción del ser humano en las que Boal llama "estéticas opresoras", refiriéndose a las estéticas producidas por lo general por las clases dominantes, en la búsqueda de difundir mensajes, imágenes, conceptos, cánones de belleza y otros contenidos que favorecen sus intereses socio-económicos y políticos.

Para este trabajo entenderemos la Estética en un sentido amplio, como el estudio no sólo de las obras de arte, sino del conjunto de productos culturales que apelan a los sentidos3.

El ser humano como objeto

Una estética opresora pugna por la difusión de un "pensamiento único autoritario" (cfr. Boal, 2009) mediante la creación consciente o inconsciente de productos culturales y artísticos que privilegien ideas, conceptos, actitudes, que respalden esa particular concepción del mundo y denigren o menosprecien otras. La diferencia suele ser perseguida e incluso castigada o prohibida. Los ideales de belleza están muy bien definidos y los sistemas sociales los defienden y propagan por distintos medios.

El ser humano es considerado a partir de este ideal de belleza y el consenso social acepta las exigencias que esto implica. Podemos pensar entonces que el ser humano se convierte en un objeto más de la cadena de producción de objetos hermosos, lo que genera en el individuo una gran dosis de frustración si no cumple los parámetros requeridos: los ideales estéticos configuran la realidad humana. (Cfr. Peter, 2008, p.87)

Además, estos ideales de belleza responden a intereses socioeconómicos bien establecidos: ciertos grupos de poder reciben los beneficios de la comercialización de estos productos culturales y artísticos que son, muchas veces, fabricados con un interés primordialmente mercantil.

La pregunta que más interesa a una estética opresora es ¿cuánto? ¿Cuántas obras de arte se producen? ¿Cuánto cuestan? ¿Cuánto tiempo requieren para su realización? ¿Cuánto material necesitan? ¿Cuánto público tendrán? Etcétera.

En esta lógica, es concebible pensar estéticas que, en la actualidad, acompañan al capitalismo desenfrenado o "capitalismo del desastre", cuyos riesgos han sido estudiados por Klein (2007) y que, más allá de todo estudio, podemos advertir si prestamos atención a la información cotidiana que nos revela el rápido agotamiento de los recursos naturales de nuestro planeta debido a la sobreexplotación: extinción de especies animales y vegetales, contaminación, escasez de agua, deterioro de los ecosistemas, etcétera; lo que ha puesto en riesgo inminente no sólo a la humanidad, sino a la vida en nuestro planeta.

Valoración de lo humano en una posible Estética para la humanización

Consideramos pertinente reflexionar, a partir de los valores de la Antropología del límite y de la Estética del Oprimido que hemos estudiado, la posibilidad de una estética distinta "no opresora": una estética que conciba al ser humano desde otra perspectiva.

Peter (2008) afirma que "(…) los límites existenciales, que afrontamos de manera irreversible e insuperable, exigen una ética, una tutela, un cuidado. Ahora añadimos (…) que la ética pide un ideal y que (…) ese ideal no puede ser otro que el de devenir lo más humano que nos sea posible." (p.87)

Siguiendo esta idea, una estética que se preocupe por la humanización del ser humano no puede estar fundamentada en intereses económicos, sino éticos.

Reflexionaremos ahora cómo los valores éticos propuestos por Peter y Boal pueden contribuir para la configuración de una estética para la humanización.

El ser humano como sujeto

En lugar de seguir un ideal de belleza, una estética para la humanización requiere el reconocimiento de los límites de la belleza en la real indigencia humana. Si tal estética predominara en una sociedad, el consenso social no toleraría exigencias que sacrificasen la humanidad en el altar de la belleza. Por encima de lo que "debe ser" bello, estaría lo que "se puede y es conveniente" ser, y en eso consistiría la belleza. (cfr. Peter, 2008, p.87)

Cualquier ser humano es, en la perspectiva de una estética humanizante, un artista en potencia. Esto implica el reconocimiento y aceptación de los límites de la creatividad, sensibilidad, imaginación, pericia técnica y cualquier otra habilidad propia de cada cual, permitiendo la aparición de "grandes" artistas sin que ello signifique un sello ineludible de "no artista" para cualquiera que esté por debajo de sus parámetros de calidad. Compasión e indulgencia son valores indispensables para pensar el arte con una perspectiva de humanización.

Antes dijimos que las estéticas opresoras se preguntan primordialmente ¿cuánto? (y en especial ¿cuántas ganancias se obtendrán?). Una estética que pretenda la humanización tiene que preguntarse ¿quién? ¿Quiénes somos nosotros, los que producimos esta cultura? ¿Para quiénes hacemos esta obra? Una estética para la humanización no puede colocar a la obra de arte por encima del ser humano; subraya el enriquecimiento espiritual que la obra puede generar en el creador y el público, por encima de cualquier otro valor que pueda tener (incluyendo el económico).

Al tener (por lo menos potencialmente) la capacidad creativa, el ser humano es concebido en esta perspectiva como sujeto creador de su propia cultura, que, sin estar ajeno a las culturas que lo engloban, tiene la oportunidad de ser consciente de ellas, observarlas críticamente, reflexionar privada o públicamente sobre ellas, intervenirlas, transformarlas. Al ampliar el abanico de posibilidades expresivas tanto como seres humanos hay en el mundo, una estética para la humanización es una apuesta por permitir la diversidad de pensamientos e identidades en un marco de solidaridad respetuosa. "La persona sola es más vulnerable (…). La participación política es el brazo actuante de la filosofía." (Boal, 2009, p.186)

Así que no debemos perder de vista que la lucha por hacerse visible en la sociedad (la lucha estética), es también la lucha por ganar derechos de todo tipo. En ese sentido Boal (2009) afirma que la construcción de la ética solidaria "(…) tendrá que ser obra de la incesante lucha de los propios oprimidos, y no dádiva celeste: del cielo, cae lluvia, nieve y hielo; eventualmente, bombas y cohetes, pero no soluciones mágicas. Nos debemos a nosotros mismos y tenemos que aceptar nuestra condición con la cabeza en las alturas, los pies en el suelo y manos a la obra." (p.17) Boal coincide con Peter en que el primer paso es reconocer y aceptar los límites.

Una ética en la estética

El Evangelio de Juan nos ofrece un pasaje que utilizaremos para ejemplificar las dos clases de estética que hemos esbozado en este trabajo.

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba. Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?" Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: "Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra". Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo. Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse, uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él. Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?" Ella le contestó: "Nadie, Señor". Y Jesús le dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar." (Jn 8, 1-11)

Esta famosa historia nos permite reflexionar sobre la naturaleza de los juicios estéticos, no en el sentido kantiano del puro placer estético desinteresado, sino aquellos juicios que se conforman bajo el filtro de una estética determinada, con normas bien establecidas. Tal es el caso de los movimientos artísticos, las escuelas, las corrientes, los modelos, los géneros, las modas, etcétera.

Ya hemos dicho que las "estéticas opresoras" de las que Boal habla constituyen reglamentos tácitos que funcionan a niveles conscientes e inconscientes; pensemos, por ejemplo, en la pintura holandesa del siglo XVII, cuyos personajes aparecen desde la óptica de los burgueses adinerados que financiaban los cuadros, presentando a los pobres como personas felices, dóciles, ávidas de la generosidad de los más afortunados. Cuando estas personas adineradas ponían una pintura así en el muro de su casa, se sentían complacidas por ser generosas con esos pobres que trabajaban sus tierras, y se sentían bien con ellas mismas, aunque la realidad era que difícilmente tales pobres se sentirían así de felices trabajando en condiciones tan injustas (Cfr. Berger, 2005); o bien, en algunos ejemplos del cine o la televisión mexicana contemporánea, en donde nunca o casi nunca aparece una persona de tez morena como protagonista de una historia, pero sí suele aparecer representando a la servidumbre.

El pasaje bíblico tiene tres personajes principales: Jesús, la mujer adúltera y un personaje colectivo: los fariseos. Los fariseos, para efectos de nuestra reflexión, representan la problemática del "deber ser", del reglamento, del manifiesto estético que resume una serie de demandas extraestéticas con fines opresivos. La ley judía era de por sí severa con las mujeres, y estos hombres han encontrado a una mujer que se ha atrevido a desafiarla: la consideran una amenaza a la perfección que ellos asumen como propia.

Jesús no la percibe como una amenaza. Se limita a agacharse y a escribir con el dedo en la tierra. Es difícil imaginar lo que escribía, si eran letras sueltas, palabras, símbolos; pero escribe de la manera más humilde: sin ninguna pretensión de que lo escrito trascienda, sin ninguna tinta, usando su propio cuerpo como instrumento. Para nuestra reflexión, la actitud de Jesús es profundamente ética: es compasiva, indulgente y solidaria. Su respuesta pone en evidencia su conciencia humana: él también se reconoce limitado, puesto que no tira piedra alguna contra la mujer.

Cuando Jesús dice a los fariseos "Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra", les revela la verdad de su más profunda y auténtica realidad humana: la fragilidad de su imperfección, de su ser limitado. Al verse desnudados ante la contundencia de ese hecho, los hombres no tienen más remedio que alejarse, "empezando por los más viejos", quienes sin duda habrían tenido más oportunidades de enfrentarse a pérdidas y decepciones, que manifiestan la naturaleza humana de forma más clara.

"Mi lado humano es semejante al lado humano de los demás. Mi propia humanidad me ayuda a aclararme la humanidad de los demás." (Peter, 2008, p.89) Usualmente este pasaje se interpreta como el momento en que Jesús salva a la mujer adúltera, pero podemos pensar que en realidad no es así: el verdadero milagro es que Jesús salva a los fariseos, salva a estos hombres de sus ideales perfeccionistas, los sana. Les muestra a la mujer que está ahí, al ser humano que está ahí, y ese ser humano les devuelve su reflejo. Ellos se reconocen en las fallas que aquella mujer había cometido y entonces ya no pueden pedir a gritos que se le apedree.

Una estética que persiga la humanización requiere efectuar el mismo milagro.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Boal, A. (2009). A Estética do Oprimido. Río de Janeiro: Garamond. Berger, J. (2005). Modos de ver. Londres: Penguin Books LTD. Fabelo, J. (2007). Los valores y sus desafíos actuales (4ª ed.) Lima: Educap/EPLA.

Habermas, J. (1981). Modernidad: un proyecto incompleto. En: Nicolás Casullo (ed.): El debate Modernidad Pos-modernidad. Buenos Aires, Editorial Punto Sur. Klein, (2007). El capitalismo del desastre.

Peter, R. (2008). Ética para errantes. México, D.F.: Ediciones LAG.

edu.red

Árbol del Teatro del Oprimido de Augusto Boal.

NOTAS:

1 Cfr. Schipani, D. (2002). Paulo Freire, educador cristiano. Michigan, USA: Libros Desafío Editores.

2 El Árbol del TO (por sus siglas) es un esquema donde aparecen todos los elementos que conforman la metodología teatral que diseñara Augusto Boal: técnicas, herramientas y valores. (Ver anexo 1)

3 La palabra estética proviene del griego a?s??t??? (aisthetikê), y quiere decir relativo a la sensación o percepción.

 

 

Autor:

Ana Lucero Troncoso