El presente trabajo tiene como finalidad describir el desempeño de niños (entre 3 y 4 años de edad) en tareas de engaño táctico dirigidas a adultos o jóvenes. Se tomó una muestra aleatoria de 40 niños (de ambos sexos) de estrato medio, los cuales asisten a un Centro de Bienestar Familiar en Barranquilla – Colombia, quienes vivieron la situación experimental de Chandler, Fritz y Hala (1989) sobre engaño tactico. Se observó que no existe una diferencia significativa en el desempeño de este tipo de tareas frente a personas cooperadoras o competidoras jóvenes. Se deben realizar pruebas con edades mayores para identificar a partir de qué edad los procesos cognitivos son determinantes para establecer diferencias en este tipo de tareas.
Palabras claves:
Engaño táctico intencional, niños, jovenes, adultos, Barranquilla.
Desde el punto de vista del desarrollo cognoscitivo, se considera importante la manera en que el niño realiza actividades de engaño táctico intencional, es decir, observar cómo va desarrollando su destreza mental de engaño, cómo la emplea, y en qué casos más específicos la utiliza y con quienes. Estos estudios enriquecen al acervo investigativo acerca del desarrollo cognitivo de los niños en nuestro contexto, donde el engaño es en ocasiones un medio de supervivencia que permite tener mayores y mejores oportunidades en un contexto lleno de dificultades de toda índole. Los resultados permitirán el desarrollo de programas para fortalecer capacidades creativas y que mejoren la recursividad de los niños y jóvenes en contextos difíciles.
El engaño, tal como es entendido en esta investigación, consiste en hacer creer a alguien, con palabras o de cualquier manera, una cosa que no es verdad (Martí, 1997, p.57). Este tipo de comportamiento para bien o para mal, hace parte de nuestra sociedad actual y cuesta imaginar cómo funcionaría un grupo social que excluyera la mentira o el engaño de sus comportamientos sociales. Sin embargo, dejando de lado consideraciones éticas y morales, las cosas son más sencillas si aceptáramos que otras personas poseen creencias diferentes a las nuestras, y que para ocultar nuestras creencias, intenciones o deseos podemos llegar a alterar la información clave para ocultarla de diferentes maneras, y de esta manera surge la probabilidad de engañar (Martí, 1997).
Los niños consideran la mentira más grave en tanto más inverosímil sea y más lejana se encuentre de la realidad. El niño en virtud de su egocentrismo se ve llevado a acomodar la verdad según sus deseos y a ignorar el valor de la veracidad. La regla de no mentir – impuesta por los adultos – le parecerá tanto más sagrada y exigirá a sus ojos una interpretación más objetiva que en realidad no corresponde a una necesidad auténtica e interior de su espíritu (Piaget, 1932/1971). En cuanto a la utilización clara y directa de comportamientos de engaño, se ha observado en investigaciones anteriores de Beate Sodian y Frith (1900, citado por Rivière y Núñez, 1996), como los niños están en capacidad de emplear una abstracción física o un sabotaje, para impedir que el competidor se apropie de un objeto deseable para todos. Además, Peter Lafréniere (1988, citado por Rivière y Núñez, 1996), demostró que los niños de tres años eran más incompetentes a la hora de engañar, que los de cuatro y cinco, y también eran menos capaces de inhibir expresiones emocionales.
Es claro que la capacidad de engañar tiene un especial significado evolutivo en el desarrollo de la teoría de la mente (Rivière y Núñez, 1996), la cual hace alusión a la habilidad de interpretar el funcionamiento de procesos mentales propios y ajenos, en la medida que requiere de contenidos y representaciones. Una de las razones fundamentales que ayudó a investigadores como Perner (1991), Mitchell (1986), DeVeries (1970), Peskins (1989), Lafréniere (1988) y Chandler (1991) citados por Rivière y Nuñez (1996) a indagar y emprender sus estudios acerca del engaño táctico en los niños, han sido las investigaciones realizadas sobre las competencias de engaño en los primates como indicador de su desarrollo mental. Bustelo (2002), expresa que los primates, especialmente los antropoides (Chimpancés), son capaces no solamente de suprimir o esconder ciertas señales, sino también de proyectar falsas imágenes o simular que reaccionan a inexistentes sucesos para redirigir la atención de otros individuos en su propio provecho.
Frente a estos datos, es importante observar cómo se comportan los niños en situaciones en las cuales se facilita que manifiesten comportamientos de engaño, para poder identificar sus respuestas más frecuentes, las cuales pueden ser de ingenuidad, sabotaje o engaño táctico intencional. La primera hace alusión a la conducta del niño de no engañar al experimentador sea cooperador o competidor, es decir, en el niño no se manifiesta la intención de mantener oculto el objeto que fue guardado antes de la entrada del (los) experimentador(es). La segunda respuesta se refiere a una conducta de apatía por parte del niño en la realización del experimento, es decir, el niño toma posesión del objeto que ha sido guardado dificultando el desarrollo del experimento. Y la tercera respuesta hace referencia a un niño que ha "comprendido" el papel que asume el experimentador, es decir una posición de competidor. En este último caso el niño ha comenzado a manipular las representaciones mentales del otro, viéndose abocado a prever las reacciones del otro y premeditar las propias.
Hasta el momento no se han encontrado estudios que traten la temática de las diferencias entre los sexos en conductas de engaño táctico intencional, solo se encontraron estudios sobre la percepción de satisfacción de acuerdo a la edad de la persona engañada. Por ejemplo: en el caso de un competidor "adulto", se percibia en los niños inquietud y duda, pero los notaban mas "seguros" cuando se trataba de un competidor "niño". Cuando no engañaban al competidor "adulto" se mostraban cabizbajos, y cuando lograban engañar a un competidor "niño" se mostraban alegres. Además, se observo en otros estudios que a los niños les era difícil identificar cuando la persona – en el rol de adulto o de niño – era un competidor o cooperador, lo que los conducía a mostrar indecisión al principio, hasta que se daban cuenta e identificaban su rol. Cuando los cooperadores y competidores eran niños y les preguntaban dónde se encontraba el tesoro, estos respondian con la verdad y seguros, sin embargo otros niños al engañar se mostraban "contentos" de haber podido lograr esto con otros niños. Si los competidores y cooperadores eran adultos, los niños se mostraban nerviosos y con duda, e incluso se presentaron conductas de llanto y les aprecia difícil engañarlos. Los niños además se mostraban posesivos con el dulce que les era dado para esconder asumiéndolo como suyo.
Lo anterior esboza un cuadro que alimenta cada vez más la teoría, a excepción de los estudios realizados por Chandler (1989, citado por Rivière y Núñez, 1996), con niños pequeños que no han sido corroborados por otros investigadores. Por esto, en esta investigación se ha llegado a formular el siguiente interrogante: ¿Cuál es el desempeño de niños entre 3 y 4 años en tareas de engaño táctico de acuerdo con el engañado (adulto o joven)? La hipótesis de trabajo se presenta de la siguiente manera: el desempeño de niños entre 3 y 4 años de edad en situaciones de engaño táctico intencional variará de acuerdo con el sujeto engañado. Es decir que se espera observar diferencias significativas cuando el niño esta en una situación en la que puede engañar a un adulto o a un joven.
General:
Determinar si el desempeño de niños entre 3 y 4 años en tareas de engaño táctico varía de acuerdo a si la persona engañada es un joven o un adulto.
Específico:
- Determinar las características del desempeño en niños entre 3 y 4 años de edad cuando el sujeto engañado en situaciones de engaño táctico intencional es un joven.
- Determinar las características del desempeño en niños entre 3 y 4 años de edad cuando el sujeto engañado en situaciones de engaño táctico intencional es un adulto.
- Determinar las características del desempeño en situaciones de engaño táctico intencional de acuerdo al sexo de niños entre 3 y 4 años de edad.
- Determinar los tipos de comportamientos más frecuentes (ingenuidad, sabotaje, engaño táctico intencional) en los niños de 3 y 4 años de edad en la situación experimental.
Sujetos:
En esta investigación exploratoria se tomó aleatoriamente una muestra de 40 niños entre 3 y 4 años de edad en la ciudad de Barranquilla. A continuación se presentan sus características generales en la tabla 1:
TABLA 1: Descripción de los participantes
Sexo de los participantes | Total | |||
Masculino | Femenino | |||
Edad de los participantes | 3 | 11 | 10 | 21 |
4 | 9 | 10 | 19 | |
Total | 20 | 20 | 40 |
Técnicas e Instrumentos:
La técnica utilizada fue la observación de la situación experimental, en la cual se utilizaron hojas de registro que permitieron evaluar los tipos de desempeño en tareas de engaño táctico medidas en tres categorías. El nivel 1: ingenuidad (cuando el niño no engaña y entrega el objeto deseado), nivel 2: sabotaje (cuando el niño perjudica intencionalmente la investigación y no sigue el juego) y nivel 3: engaño táctico intencional (cuando el niño manipula las representaciones mentales del otro y logra quedarse con el objeto deseado). Los sujetos estaban en un cuarto donde estaba una maqueta que contenía dos juguetes (una muñeca y un carrito), así como un tesoro lleno dulces y chocolates y cuatro recipientes opacos con cierre hermético.
Procedimiento:
La situación experimental fue realizada tal como lo sugirió Chandler, Fritz y Hala (1989, citados por Rivière y Núñez, 1996). El experimento consistió en mostrarle al niño(a) un tesoro que debía ser ocultado por el (ella) mismo (a) a través de un juguete que el (ella) seleccionaría. Al niño se le explicaba que cuando el cooperador o el competidor entrara a la sala, el debía hacer todo lo posible para que éste no conociera el itinerario que lo guiaba al lugar donde minutos antes había escondido el tesoro. Esta misma estructura se repitió en cuatro ensayos (variando el orden de presentación de los personajes cooperadores o competidores). Dichos personajes fueron tanto jóvenes como adultos, ya que el propósito era observar si el desempeño del niño variaba en estas dos situaciones. Simultáneamente, dos observadores registraron la información, tomando nota de las acciones y respuestas de cada niño.
El experimento tuvo como finalidad evaluar el desempeño de los niños en tareas de engaño táctico en términos del éxito objetivo de los niños, de las estrategias del engaño y de la capacidad de los niños de ocultar claves emocionales que den pista sobre la ubicación del tesoro. La investigación se llevo a cabo en tres fases: La primera fase consistió en seleccionar la muestra y adaptar los instrumentos. En la primera semana se observo el contexto socio-cultural y académico de los niños. Y en la segunda semana se realizó la adaptación y aplicación de los instrumentos de la réplica del experimento de Chandler, Fritz y Hala (1989, citados por Rivière y Núñez, 1996). La segunda fase se basó en la elaboración de los resultados arrojados por la investigación, donde se realizo un análisis acerca del desempeño de los niños en tareas de engaño táctico teniendo en cuenta la edad (3 a 4 años), el género (masculino y femenino), el éxito objetivo de los niños (considerado solo para el engaño intencional), las estrategias del engaño (borrar las huellas o trazar otro camino), y por último la capacidad de los niños de ocultar claves emocionales que den pistas sobre la ubicación del tesoro en el recipiente (seguimiento visual, bajar la mirada, expresión facial seria y/o actitud expectante). Por último, a partir de los resultados obtenidos, se elaboró la respectiva discusión del experimento comparando los resultados arrojados por la presente investigación junto con la teoría y los experimentos llevados a cabo por Chandler, Fritz y Hala (1989), con el fin de observar las analogías o discrepancias entre estos estudios y verificar la hipótesis planteada.
Los resultados arrojados por la investigación indican que el desempeño en tareas de engaño táctico de niños de 3 años frente a jóvenes cooperadores y competidores de 11 años fue en mayor medida de ingenuidad; 13 niños presentaron ingenuidad, 3 sabotaje y 4 engaño táctico. A diferencia de los niños de 4 años, en los cuales 10 presentaron ingenuidad, ninguno sabotaje y 10 engaño táctico. El estadígrafo Chi-cuadrado mostró que a pesar de la diferencia en los resultados para las edades de 3 y 4 años, no existe una diferencia significativa en sus respuestas. Al parecer los procesos cognitivos en estas edades no permiten establecer aún una diferencia observable con respecto a este comportamiento. Perner (1991) citado por Rivière y Nuñez (1996), encontró resultados similares al ver que los niños de 3 y 4 años al realizar algunos experimentos en tareas de engaño táctico, a diferencia de los de 5, encuentran dificultades para engañar en situaciones experimentales que inducen a ello. Ver Tablas 2 y 3:
Tabla 2: Respuesta frente a jóvenes
Respuesta frente a los jóvenes | Total | Valor Chi2 | ||||
Ingenuidad | Sabotaje | Engaño táctico intencional | 6,57 | |||
Edad de los participantes | 3 | 14 | 3 | 4 | 21 | Significancia: ,037 |
4 | 9 | 10 | 19 | |||
Total | 23 | 3 | 14 | 40 |
Tabla 3: Respuesta frente a adultos
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Con relación al desempeño de acuerdo al sexo en tareas de engaño táctico frente a jóvenes y adultos, no hubo ninguna diferencia significativa, ya que los resultados estuvieron muy equilibrados, presentando 11 niños y 12 niñas ingenuidad, mientras que 1 niño y 2 niñas sabotaje; asimismo 8 niños y 6 niñas engaño táctico intencional. Ver tabla 4 y 5:
Tabla 4: Respuesta frente a jóvenes según sexo
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Tabla 5: Respuesta frente a adultos según sexo
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Con respecta a los tipos de comportamientos, encontramos que el 57.5% de los niños presentaron ingenuidad frente a las personas con edades de 11 años en sus papeles de cooperador y competidor. El 7.5% presentó sabotaje, y el 35% engaño táctico intencional. Frente a los adultos, el 52.5% de los niños mostraron ingenuidad, el 15% sabotaje, y el 32.5% engaño táctico intencional. Cotejando los porcentajes de ambos resultados en tareas de engaño táctico intencional de acuerdo con el engañado, el estadígrafo (Chi-cuadrado) no certifica ninguna diferencia significativa en los datos encontrados. Se pudo observar que no hubo diferencia si el engañado era un niño o un adulto, ya que la presencia de engaño táctico se presentó casi en el mismo porcentaje para las dos situaciones (frente a un niño y adulto). Debido a esto nuestra hipótesis de trabajo no se probó, ya que no se presentaron diferencias realmente significativas para poder establecer si el engaño variaba según el engañado. Por esto se acepta la hipótesis nula en la cual se enuncian que no existen diferencias significativas entre las dos situaciones investigadas.
Los resultados de este estudio exploratorio indican que no se encontraron diferencias en el desempeño de los niños de 3 y 4 años en tareas de engaño táctico de acuerdo con el sujeto engañado. Con esto se quiere decir que si bien los niños tienden a engañar más a jóvenes que a adultos, no existen diferencias significativas entre ambos grupos. De acuerdo a esto, la hipótesis de trabajo fue rechazada. Este resultado refuerza lo presentado por Perner (1991), Mitchell (1986), DeVeries (1970), Peskins (1989), Sodian y Schneider (1990), Russell, Mauthner, Sharpe y Tidswell (1991), LaFréniere (1988) y Chandler (1991) citados por Rivière y Nuñez (1996), entre otros, los cuales han llevado a cabo experimentos donde se comprueba que la mayoría de los niños entre 3 y 4 años no están en la capacidad de engañar a otro individuo debido al estado de su desarrollo cognitivo ya que en las tareas experimentales los niños delatan o dicen con espontaneidad el lugar donde se encuentra el objeto escondido.
Con base a los resultados arrojados, se recomienda para próximos trabajos que las categorías del desempeño en tareas de engaño táctico intencional sean más precisas, haciendo dos divisiones en vez de tres. Estas serían: Sin engaño táctico intencional y Con engaño táctico intencional. A su vez, se debería tener un mayor rigor respecto a las variables propuestas por Rivière y Núñez (1996) como lo son la diferencia entre engañar para lograr un resultado deseable o para evitar uno indeseable; la exigencia o no de que el engaño sea verbal; el grado de control que la situación pide al niño; la activación de una verdadera motivación al engaño, y la exigencia cognitiva que éste conlleva, puesto que estos factores son determinantes en la precisión de los resultados del desempeño en tareas de engaño táctico de acuerdo con el engañado.
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Autor:
Mónica Berdugo
Tatiana Figueroa
Ana María Pérez
Laura Puerta
Patricia Silva
Bianca Velázquez
Estudiantes de Quinto Semestre del Programa de Psicología de la Universidad del Norte – Barranquilla.
Investigación de pregrado de psicología realizada como requisito de la asignatura de Seminario Taller de Investigación Cuantitativo V por el Pr. Jorge Palacio.
Para información adicional escribir al correo:
Categoría: Psicología