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Por otra parte, por introducir nuevos factores, la Ruman�a de Ceaucescu no deb�a de ser tan horrible y dictatorial como nos narran los vencedores de la Historia cuando de ella – una vez liberada del dictador- nos est�n llegando los casos m�s extremos de miseria y cuando, junto a Tailandia o Suram�rica, constituye ya hoy una de las principales fuentes de materia prima para nutrir a la ilustrada y humanista Europa de carne fresca de ambos sexos.

No tener en cuenta factores como los antecedentes es lo que lleva a combatir constantemente los efectos sin incidir en las causas de los problemas sociales. Quienes est�n en primera l�nea de fuego (profesores, asistentes sociales, m�dicos, enfermeros, voluntarios, etc�tera) se indignar�n de cualquier rasgo de comprensi�n ante el que denominan agresor, como ha sido el caso con la pel�cula de Iciar Bollain "Te doy mis ojos", criticada por mostrar al agresor como tambi�n v�ctima y no s�lo como verdugo.

Por eso un estudio sociol�gico-antropol�gico de los h�bitos y modos de la sexualidad en Occidente tambi�n arrojar�a luz sobre lo que est� pasando. Pues as� como cuando en una cultura del �frica subsahariana se distorsiona el camino de las mujeres hacia la recogida de agua -trayecto en el que se cruzaban con los hombres y establec�an un lugar de contacto a trav�s del cual encontrar pareja- porque M�dicos Sin Fronteras les instalaba una Bomba de agua. Igualmente, en el supuesto Occidente de una supuesta liberaci�n sexual que s�lo se not� en Espa�a en las rid�culas pel�culas de Esteso y Pajares -en el llamado "destape- las culturas vienen siendo distorsionadas desde hace siglos; de modo que la discoteca quiz�s no sea el lugar m�s adecuado en el que encontrar pareja y no existan ya espacios de encuentro ni gen�rico ni intergeneracional.

Dadas tales condiciones y factores algo m�s que el voluntarista imperativo categ�rico en la forma de no hagas a los dem�s lo que no quieras que te hagan a ti es necesario para que no se enuncie el amor cristiano con grandes frases mientras, al mismo tiempo, se quema en la hoguera al hereje para salvarle del diablo. La labor sobre las conciencias individuales es importante, el establecimiento de una legalidad vigente tambi�n, m�s no son suficientes, ya que hay que laborar tambi�n en vistas a la modificaci�n de las estructuras, siendo la econ�mica fundamental. La conciencia no es un ente aislado de las estructuras y para mover una pieza del puzzle quiz�s haya que mover todo el mecanismo y pagar un alto precio por serle contrario. Casi nadie podr� trabajar en todos los frentes pero al menos no hay que considerar en el que se lucha como el �nico existente. Quienes laboran escribiendo en la modificaci�n de las conciencias y la transformaci�n de la sociedad realizan un importante papel, pero cada combatiente tiene su lugar y no es desde un �nico frente que se pueden cambiar las cosas.

El intelectual es ya un frente extenso y diverso, y dada la capacidad de las izquierdas de dividirse hasta el infinito -precio de razonar antes de obedecer- hay que acabar pregunt�ndose si no ser� el debate "abolici�n vs. reglamentaci�n" de la prostituci�n otro de los m�ltiples dilemas con los que la derecha c�nica y pragm�tica -que no consume m�s que prostituci�n de lujo- se frota las manos.

El ideal ilustrado de la transformaci�n de la sociedad a trav�s de la educaci�n ha entrado en crisis, como bien saben todos los dedicados a la ense�anza, la gen�tica amenaza con que se hagan reales las predicciones del Dr.Mengele. Y aunque las mafias del proxenetismo -en las que ejerce un papel fundamental una mujer, la Madame– campen a sus anchas, no se puede legalizar la situaci�n que gobierna una mafia, ya que la mafia no es legal. Se insiste sin embargo en prohibir el consumo que es un efecto y no en paliar las causas. En este caso consumidor y consumido son v�ctimas de un estado de cosas y si se persigue a alguno de los dos se yerra en el blanco y no se aprecian los trasfondos del problema, qued�ndose siempre bien lejos de poder arbitrar una soluci�n.

Ante todo, como venimos diciendo, lo que hay que evitar es el reduccionismo, pues ni todo es econ�mico, (ni todo es biolog�a, ni todo es psicol�gico, ni todo son �tomos, ni todo es cultural, ni todo es sexual). Freud insisti� en ello:

"La fuerza del marxismo no estriba manifiestamente en su interpretaci�n de la Historia ni en la predicci�n del porvenir que en ella funda, sino en la perspicac�sima demostraci�n de la influencia coercitiva que las circunstancias econ�micas de los hombres ejercen sobre sus disposiciones intelectuales, �ticas y art�sticas. Con ello se descubri� toda una serie de relaciones y dependencias totalmente ignoradas hasta entonces. Pero no se puede admitir que los motivos econ�micos sean los �nicos que determinan la conducta de los hombres en la sociedad" (Sigmund Freud Nuevas Lecciones Introductorias al Psicoan�lisis. Ensayo CLXVI (1932): Lecci�n XXXV: El problema de la concepci�n del universo, nota 633).

Se podr� entonces y se deber� eliminar, abolir o prohibir la prostituci�n causada por la falta de una econom�a b�sica para la subsistencia y, sin embargo, la prostituci�n como libre disposici�n del propio cuerpo, sea patolog�a o decisi�n, seguir� existiendo, as� como el alcoholismo o la drogadicci�n. La idea es entonces que nadie est� obligado a prostituirse o, como dijera Rousseau antes que Marx, que nadie sea tan pobre como para tener que venderse ni nadie tan opulento como para comprar a otro ser humano, pero para eso es necesario el socialismo o la Renta B�sica y lo dem�s son monsergas de Iglesia.

Cuando se criminaliza al cliente de la prostituci�n del Centro de una gran ciudad -por las continuas protestas de los comerciantes que se quejan de no vender- lo que se consigue es que se desplace a la periferia; cuando se criminaliza en un pa�s se consigue que se desplace a otro. Y si en condiciones de pobreza las mujeres venden el propio cuerpo y los hombres trafican con drogas o se vuelven atracadores y asesinos a sueldo, no es porque los hombres sean dominadores y las mujeres dominadas, sino porque ya la Cultura y la Sociedad en que se vive, partiendo de los condicionantes biol�gicos, condicionan esas vanas formas de intentar de salir de la miseria econ�mica hundi�ndose en la miseria humana.

Freud marcar� en lugares como el antecedentemente citado sus distancias respecto al reduccionismo economicista del marxismo y, sin embargo, tambi�n ha habido un reduccionismo en el psicoan�lisis, alimentado a veces por el propio fundador. Por ejemplo, cuando se ha intentado explicar todo, incluso el reino completo del Arte y de la Belleza, mediante la sexualidad:

"La ciencia de la est�tica investiga las condiciones en las cuales las cosas se perciben como bellas, pero no ha logrado explicar la esencia y el origen de la belleza, y como de costumbre, su infructuosidad se oculta con un despliegue de palabras muy sonoras, pero pobres de sentido. Desgraciadamente, tampoco el psicoan�lisis tiene mucho que decirnos sobre la belleza. Lo �nico seguro parece ser su derivaci�n del terreno de las sensaciones sexuales" (Freud El Malestar en la Cultura (1930). Alianza editorial. Madrid 1970, p.27).

De este modo, trabajando sin reduccionismos, sin tomar nunca la parte por el todo, tambi�n habr� que considerar la existencia de lo inalienable y detectar d�nde se encuentra, ya que, aunque la vocaci�n capitalista sea convertirlo todo en mercanc�a, siempre habr� cosas que se sustraigan a semejante trato (1) y es desde �stas, no s�lo desde la carencia sino tambi�n desde la plenitud, desde donde se podr�n crear los mejores frentes de resistencia.

No obstante, respecto a lo alienable, Marx dej� escritas un buen n�mero de p�ginas que conviene recordar aqu� y que est�n en el fondo del problema tal y como se debate. Respecto a los dilemas sobre la prostituci�n, entonces, habremos de retrotraernos a la consideraci�n que Marx ten�a de la misma, y lo haremos tal y como la expuso en sus escritos de 1844 no publicados hasta 1935, que consideramos con no poca vigencia en la actualidad. En ellos, despu�s de distinguir entre el comunismo grosero y el comunismo (democr�tico) propuesto por �l mismo -m�s un comunismo plat�nico que un igualamiento de la condici�n proletaria a toda la sociedad-, tras desestimar tambi�n la doctrina del amor libre de los libertarios de su tiempo; se considerar� a la prostituci�n de las mujeres como un caso particular dentro de la general compraventa de la fuerza de trabajo y por tanto, como algo estrechamente ligado al sistema capitalista:

"La prostituci�n es s�lo una expresi�n especial de la general prostituci�n del trabajador, y como la prostituci�n es una relaci�n en la que no s�lo entra el prostituido, sino tambi�n el prostituyente -cuya ignominia es a�n mayor-, tambi�n el capitalista entra en esta categor�a" (Karl Marx Manuscritos de Par�s. Tercer Manuscrito V; Nota de Marx b).

Estar�amos en el caso en que el cliente ser�a no s�lo verdugo, sino tambi�n v�ctima, aunque su ignominia sea mayor, puesto que la relaci�n de compraventa de los bienes humanos (y excepto para el puritanismo celibatario la pr�ctica del sexo es tanto un bien como una necesidad) es una relaci�n ignominiosa para ambas partes. Un capitalista, por mucho dinero que tenga, no deja de ser un pobre hombre.

La dial�ctica del amo y el esclavo hegeliana, en la que hay un momento en el que el amo es esclavo del esclavo, opera en el caso de la prostituci�n capitalista de manera perfecta, ya que en el 80 % de los casos de prostituci�n en Occidente, quien domina es la meretriz o chapero al cliente y no viceversa. As�, la relaci�n de la compraventa de los cuerpos alcanzar�a a todo asalariado, cuerpos recluidos en una oficina, torcidos por las cargas de materiales de obra, rotos, estropeados por rutinas empobrecedoras y envilecedoras; lleg�ndose en la prostituci�n sexual a convertir en valor de cambio el valor de uso de la sexualidad, que no habr� de ser exclusivamente la procreaci�n (como afirma el est�ril clero), sino el placer (Foucault), el deseo (Deleuze) o la m�s simple liberaci�n de los instintos ante la represi�n (Freud) o descarga libidinal.

No ser�a por tanto la prostituci�n de las sacerdotisas griegas o romanas (prostituci�n ritual) en nada an�loga a la de la �pocalidad industrial, excepto por el nombre, y la abolici�n de la misma estar�a ligada a la abolici�n del capitalismo, as� como la reglamentaci�n de la misma estar�a ligada a la operaci�n socialdem�crata que considera compatible Estado y Mercado. Volviendo a Marx, desde la perspectiva marxiana no puede considerarse m�s que como "trabajo" y bajo el capitalismo constituirse como mercado libre (liberales) o mercado semi-regulado (socialdem�cratas):

"Los obreros fabriles en Francia llaman a la prostituci�n de sus hijas y esposas la en�sima hora de trabajo, lo cual es literalmente cierto"

(Marx Manuscritos de Par�s. Tercer Manuscrito XVII).

El "�todos somos putas!" de Fabretti no es s�lo por ser asalariados, sino tambi�n "literalmente" cierto para quienes no tengamos cuatro generaciones de abuelos y tatarabuelas que no perteneciesen a la clase obrera, esto es, que es muy probable que los que no somos Duques y Pr�ncipes con linaje ancestral no obreril, hayamos tenido alg�n progenitor engendrado en esa und�cima hora de trabajo de la bisabuela y descendamos, por tanto, de un hijo de puta. Al menos Marx as� lo atestigua. Y a quien se escandalice, ruborice, indigne o enfade, a quien no le guste, que no la tome conmigo, pues no lo digo yo, sino que lo dice Marx.

Lo cierto es que la satisfacci�n sexual es una necesidad, como el comer y el beber, que puede satisfacerse con suculentas viandas gracias a los atractivos propios o con pan duro y rosas marchitas, encima pagando por ello. Lo cierto es que cualquier mujer que simplemente desee satisfacer sus necesidades sexuales no tiene m�s que ir a una discoteca y encontrar� una decena de candidatos a elegir, mientras que un hombre ya puede recorrerse todas las discotecas de su ciudad que probablemente acabe volviendo a dos velas a su casa, con una buena cogorza, dedic�ndose al onanismo o contratando los favores de una meretriz.

A la suculenta femina que realiza el baile de cortejo de apareamiento en el Centro de un garito nocturno se la acaba denominando "calienta-pollas" y a la docena de ga�anes que responden a la llamada "babosos". Y esto no es as� porque la mujer valore la cualidad y el hombre la cantidad, ya que los homosexuales tienen frecuentemente muy f�cil la satisfacci�n de sus necesidades fisiol�gicas en encuentros exclusivamente sexuales y de todos es conocida la proverbial promiscuidad de las lesbianas; sino porque las relaciones est�n distorsionadas y se amalgaman tendencias primatol�gicas (etolog�a) e imaginarios de g�nero (psicolog�a; sociolog�a) con un mundo regido por las transacciones econ�micas. Tambi�n parece que la mujer otorga el alma o algo muy �ntimo cuando llega a alquilar el uso de su vagina, pero muchas veces lo hacen por unos pantalones vaqueros de marca o unas medias, cuando no la venden de por vida y en exclusiva mediante el matrimonio de conveniencia; luego el alma, siendo discutible que se encuentre localizada en el bajo vientre, se suele vender por muy poco en el mundo capitalista.

El criminalizado cliente de la prostituci�n quiz�s sea tambi�n una v�ctima, una especie de pobre en un sistema que amplia el campo de batalla liberal al terreno de la sexualidad -como argumenta Houellebecq- y no tanto un verdugo.

Las propias prostitutas en numerosas ocasiones se quieren considerar a s� mismas como trabajadoras sexuales, s�lo piden ser incluidas en la seguridad social, ser dadas de alta para cotizar en vistas al cobro de una jubilaci�n, tener acceso a sindicarse, reglamentar horarios, condiciones de trabajo, de higiene, de atenci�n m�dico-sanitaria. No conciben la idea de excluirse la relaci�n de compraventa en el mundo donde todo es susceptible de ser vendido y comprado en el Mercado. En tal dilema y con semejante y crudo realismo pol�tico, lo mejor que les podr�a pasar es que las hiciesen, en efecto, funcionarias, como parece indicar o as� interpretamos que viene a decir en definitiva Carlo Fabretti (2), lo que les permitir�a autoreducirse la jornada mediante el absentismo laboral y tener asegurados unos ingresos y una jubilaci�n. Exactamente lo m�ximo a lo que aspira hoy la racista clase obrera de los pa�ses desarrollados, una vez transformada de proletaria a peque�o-burguesa, esto es, de clase con el �nico bien de la prole a clase con acceso al consumo conspicuo de productos de masas a costa de la m�s atroz explotaci�n de los esclavizados habitantes del Tercer Mundo.

No podemos decir, sin embargo, que el miserable obrero neonazi que le rompe la cabeza a un sin papeles porque piensa que el segundo amenaza su trabajo, sea al que hay que condenar y criminalizar; ya que tambi�n es una v�ctima, una que desplaza su ira hacia quienes son m�s d�biles y vulnerables que ella, en lugar de enfrentarse a quien le tiene pisado por la cabeza. La dominaci�n se extiende jer�rquicamente como caen las piezas de domin� y no es f�cil no reproducirla.

Otra soluci�n contra la prostituci�n relacionada con una posici�n de menos realismo pol�tico que la reglamentarista ser�a la de los defensores del abolicionismo (3), pero para ello nos tendr�amos que situar fuera del marco de la globalizaci�n capitalista, lejos de la ley de la oferta y la demanda. Adem�s, si atendi�semos a que el asunto no involucra tan s�lo a la Econom�a capitalista sino tambi�n a la Econom�a libidinal, descubrir�amos que la mejor manera de abolir la explotaci�n sexual no ser�a otra que conseguir que todo el mundo estuviese sexualmente satisfecho, ya que si se acaba la demanda -no tanto si se proh�be- es que cesa la oferta. Una cosa que dif�cilmente se conseguir� preteriendo los modelos de relaci�n lesbico-gays tan caros a la izquierda europea �ltimamente a los modelos de relaci�n heterosexuales (4):

"Objeto sexual de los homosexuales. -La teor�a del hermafroditismo ps�quico supone que el objeto sexual de homosexual es el contrario al del heterosexual. El hombre sucumbir�a, como la mujer, al encanto emanado de las cualidades f�sicas y espirituales masculinas, y, sinti�ndose mujer, buscar�a al hombre. M�s a�n cuando esto sea exacto para toda una serie de homosexuales, est�, sin embargo, muy lejos de revelar un car�cter general de la inversi�n. Es innegable que muchos homosexuales masculinos conservan los caracteres ps�quicos de su sexo; no poseen sino muy pocos caracteres secundarios del otro sexo y buscan, en su objeto sexual, rasgos ps�quicos propiamente femeninos. Si esto no fuera as�, no se explicar�a por qu� la prostituci�n masculina que se ofrece a los homosexuales trata -hoy como en la antig�edad- de copiar a las mujeres en los vestidos, aspecto exterior y modales, sin que esta imitaci�n parezca ofender al ideal de los homosexuales masculinos. En la Grecia antigua, donde hombres de una m�xima virilidad aparecen entre los homosexuales, se ve claramente que no era el car�cter masculino de los efebos, sino su proximidad f�sica a la mujer, as� como sus cualidades ps�quicas femeninas -timidez, recato y necesidad de alguien que les sirva de maestro y apoyo-, lo que encend�a el amor de los hombres. En cuanto el efebo se hac�a hombre dejaba de ser objeto sexual para los individuos del mismo sexo y se convert�a quiz�, a su vez, en pederasta. El objeto sexual es, por tanto, en este caso, como en otros muchos, no el sexo igual, sino la reuni�n de los dos caracteres sexuales, la transacci�n entre dos deseos orientados hacia cada uno de los dos sexos, transacci�n en la que se conserva como condici�n la masculinidad del cuerpo (de los genitales) y que constituye, por decirlo as�, el reflejo de la propia naturaleza bisexual" (Sigmund Freud Tres ensayos para una teor�a sexual, 1905, I, A).

Seg�n el fundador del psicoan�lisis la prostituci�n masculina de su �poca era ya muy diferente de la tan conocida relaci�n de pederastia y homosexualidad de la antigua Grecia y eso porque de alg�n modo que nos resulta a�n desconocido la estructura econ�mica de cada �poca se encuentra entrelazada e imbricada de m�ltiples modos con la estructura del psiquismo y de la ideolog�a; as� como con las estructuras de la biolog�a y la sexualidad, conformando un todo irreductible a ninguna de sus partes que el sesentayochista freudomarxismo no supo desentra�ar. En el cliente habitual de la prostituci�n hay unos desplazamientos de la libido que restan por analizar en toda su dimensi�n:

"El papel de conflicto y de la fijaci�n anterior de la libido son en el segundo tipo mucho menos evidentes que en el primero, en el cual tales fijaciones inutilizables s�lo pueden surgir a consecuencia de la frustraci�n exterior. Un joven que ha venido satisfaciendo su libido por medio de fantas�as, cuyo desenlace era la masturbaci�n, y que quiere ahora permutar este r�gimen, cercano al autoerotismo, por la elecci�n real de objeto. Una muchacha que ha ofrendado todo su cari�o al padre o al hermano, y que al ser pretendida por un hombre deber� transformar en conscientes sus deseos libidinosos, hasta entonces incestuosos e inconscientes. Una mujer que quisiera renunciar a sus tendencias pol�gamas y a sus fantas�as de prostituci�n para constituirse en fiel compa�era de su marido y madre intachable de su hijo. Todos estos sujetos enferman a causa de tan loables aspiraciones cuando las fijaciones anteriores de su libido son suficientemente fuertes para oponerse a un desplazamiento, actuando de nuevo aqu� con car�cter decisivo la disposici�n constitucional y las experiencias infantiles" (Sigmund Freud Sobre las causas ocasionales de las neurosis, 1912. OC, Ensayo LXVIII).

Como el Inconsciente, el Capital, la Sexualidad y la Biolog�a est�n involucradas en el tema que nos ocupa, adem�s de la pel�cula de Fernando Le�n "Princesas" ser�a positivo un an�lisis objetivo de otros films como Torrente I-III (Santiago Segura); American Beauty; El esc�ndalo de Larry Flynt (Milos Forman, 1996); Belle de Jour (Bu�uel); Lolita (Kubrick 1962; Lyne 1996); La nostalgia del bolchevique; cuando no "El imperio de los sentidos" (Nagisa Oshima) o "La pianista"…. La mayor perversi�n sexual no es otra que negar la sexualidad no habiendo nada m�s contra-natura que el celibato, de modo que los esforzados curas no pederastas y los puritanos de todas las castas y cala�as son en realidad los sujetos m�s damnificados dentro de las configuraciones de la identidad sexual que se pueden llegar a dar:

No se resuelven en las indicaciones anteriores las apor�as de la recurrente discusi�n entre abolicionismo y reglamentacionalismo de la prostituci�n, pero aspiramos haber podido aportar la sugerencia de adoptar una v�a m�s compleja, completa y fruct�fera para el an�lisis del fen�meno que se discute que la socialmente m�s mediatizada. No es de recibo la instrumentalizaci�n pol�tica de la guerra entre los sexos ni habr�amos de otorgar credibilidad a la dicotom�a del neoconservador de la administraci�n Bush Robert Kagan cuando dice que "EEUU es de Marte y Europa es de Venus", aunque s�lo sea porque la historia de Europa est� llena de luchas cruentas por la libertad desde Espartaco y Viriato hasta Engels con un fusil en las barricadas, o aunque s�lo sea porque en Venezuela, Irak y el Pa�s Vasco en nuestros d�as est�n dispuestos a defenderse.

La v�a de reflexi�n que proponemos es la que pudiera empezar a cruzar la imbricaci�n entre la econom�a libidinal y la econom�a capitalista de la mano de Marx y Freud. As� se entender�a algo sobre la construcci�n de la Identidad Sexual que pudiera alejarnos del manique�smo vigente entre misoginia y misandria y acercarnos al estudio de las causas y efectos de la prostituci�n -tanto en la persona prostituyente como en la prostituida- sin vincular met�foras femeninas y masculinas (como la de "patriarcado") (5) en oposici�n dial�ctica de negro contra blanco al razonamiento de la cuesti�n. De nada sirve demonizar a ning�n g�nero cualificando al Capital de forma de producci�n masculina y al Comunismo de forma de producci�n femenina. Y si se insiste en plantearlo de ese modo entonces habremos de declarar que, no obstante todo lo antedicho, a la izquierda Rosa de Bambi se opondr� siempre la izquierda Roja de Marx; la �nica que, al final, se fajar� contra los marines del Imperio en el cruento campo de batalla.

Notas:

(1) Cfr. Sim�n Royo

El tiempo de la venalidad universal

http://1libertaire.free.fr/SimonRoyoesp02.html

(2) Carlo Fabretti

Sexo, mercado e ideolog�a

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20968

Contra el abolicionismo

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=21101

(3) Juan Jes�s Rodr�guez Fraile y Alicia Mart�nez

�Putas a la vista!

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20765

(4) Revista Rastros (UNED), Secci�n Safo:

Sim�n Royo

M�s all� y m�s ac� del Feminismo: la guerra entre los sexos en la era del Capitalismo

http://www.uned.es/dpto_fil/revista/enclaves/safo/articulos.htm

(5) Nonita Fdez Estrada y Pau Valle

Resistencias a un Estado proxeneta

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20909

Nuestra libertad sexual

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=21108

(6) Ignacio Ramonet

Sexo y Mercado

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20709

 

Sim�n Royo Hern�ndez

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