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Las familias posmodernas (ensayo) (página 2)

Enviado por Yasmina D. Dátola


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Teniendo en cuenta las fases del capitalismo de consumo que señala Gilles Lipovetsky, podemos identificar una serie de cambios en la oferta del mercado destinada a las familias de antaño y a las familias posmodernas y en la manera en que cada una ha decidido gastar el dinero.

A partir de la década de 1880 y hasta la Segunda Guerra Mundial, el consumo atravesó un período de expansión gracias a la producción a gran escala y la puesta a punto de las máquinas de fabricación continua y la creación de la cadena de montaje (Lipovetsky, 2007). Los bienes fabricados en esta etapa estaban destinados a durar mucho tiempo y se caracterizaban por su excelente calidad. El prototipo de familia que corresponde a esta etapa es el modelo tradicional del que venimos hablando. Por lo tanto, las publicidades de la época de productos de uso familiar estaban dirigidas a la mujer ama de casa. Un ejemplo claro son las publicidades de electrodomésticos. Tanto los comerciales como el formato en sí mismo de los productos estaban dirigidos a un determinado tipo de consumidor. Las heladeras, por ejemplo, se caracterizaban por sus grandes dimensiones y por tener la capacidad de almacenar una gran cantidad de alimentos para toda la familia. Además, estaban fabricadas para "durar" mucho tiempo, al igual que la familia de la época.

Durante la segunda etapa del consumo, que comienza alrededor de 1950, la capacidad de producción aumenta y nace la sociedad de la abundancia, en la que los productos emblemáticos (el coche, la televisión, los electrodomésticos, etc.) se ponen a disposición de todos. Se expande la sociedad del deseo, impregnada de la felicidad consumista y el desencadenamiento de una mutación cultural que pone de relieve la constante renovación de los productos, los cambios de modelos y estilos, la moda y la estimulación del crédito (Lipovetsky, 2007). Durante esta etapa, la calidad de los objetos ya no tiene el mismo valor que tenía durante la primera etapa. Lo mismo ocurre con las relaciones que, poco a poco, comienzan a dar indicios que unos años más tarde desencadenarán en la pluralidad de modelos de familia de la realidad actual. Los individuos van dejando atrás sus miedos y limitaciones, comienzan a adquirir fuerza los movimientos feministas y la mujer comienza a insertarse en el mundo laboral. En la Argentina, durante esta época se produjo el primer divorcio:

"El 23 de marzo de 1955 se produjo el primer divorcio en la Argentina, conforme a la ley 14.394 que regía desde el 22 de diciembre de 1954. Había sido sancionada por la mayoritaria parlamentaria peronista. Con la caída de Perón, esa ley fue anulada por el gobierno de facto. Hasta el gobierno de Raúl Alfonsín, muchos años después, no se volvió a restaurar el divorcio en la Argentina". (Diario Popular, 2006)

La tercera fase del consume surge a fines de los años setenta, con la aparición del hiperconsumidor. El consumo pierde su rol de diferenciación social y la sociedad comienza a adquirir los productos en base a motivaciones privadas para mejorar la calidad de vida. Ya no se trata de consumir para exhibir sino para vivir mejor y feliz. El placer del consumo ahora está en vivir sensaciones desconocidas, en el cambio permanente y en la novedad (Lipovetsky, 2007). Los productos más emblemáticos de esta etapa ya no son los electrodomésticos destinados al uso familiar sino productos más personales, de uso individual como la PC (computadora personal) y el teléfono celular.

Estos cambios en el consumo relacionados con la familia se reflejan también en la mutación de ciertas costumbres. Por ejemplo, el reemplazo de la fiesta de quince por un viaje. En la era actual, la celebración con la familia repleta de recuerdos, tradiciones y emociones ha sido sustituida por viajes al estilo FunTime que prometen experiencias sorprendentes y nuevas sensaciones, tales como las que describe Lipovetsky.

Otras costumbres familiares también han ido mutando a la par del avance de la posmodernidad y se han extinguido o vuelto más individualistas. ¿Por ejemplo? La asidua asistencia a Misa, los almuerzos en familia o las vacaciones multitudinarias que incluía a abuelos, padres, tíos e hijos. Con la bifurcación de la familia es prácticamente imposible que todos sus miembros coincidan, por ejemplo, en una reunión familiar. Ahora muchos niños, por ejemplo, tienen a sus padres divorciados y se van dos veces de vacaciones (con su madre y luego con su padre) o celebran Navidad, Año Nuevo o su cumpleaños "por partes". Estas situaciones, que puede no resultar ideales a simple vista, cada vez son más frecuentes y por eso los niños las toman con mucha más naturalidad que los adultos.

Las características de la tercera fase del consumo como el anhelo de la eterna juventud, el miedo a envejecer, la tendencia al consumo regresivo, la nostalgia por la infancia, el pensamiento de la vida en presente y la falta de planificación del futuro, el deseo constante por lo nuevo, el aumento del sentido de la irresponsabilidad y el impulso por ser dueño de uno mismo y de controlarlo todo son también causas del quiebre del modelo tradicional de la familia. Como no puede ser de otra manera, las consecuencias directas de estas características son las dificultades para formar una familia fija y eterna, la postergación del compromiso o de la decisión de tener hijos y las dificultades para comprometerse de por vida con alguien. Con respecto al crecimiento de la sensación de control sobre sí mismo y de ejercer un dominio sobre el propio ser, se abren cuestiones relacionadas con la ciencia que influyen directamente en los modelos familiares actuales como por ejemplo el aborto, las técnicas de reproducción asistida (inseminación artificial o fecundación in vitro) y las cirugías de cambio de sexo.

Todos estos cambios, síntomas del avance de la posmodernidad, no hacen más que fortalecer la idea de que la idea de una familia estática es inconcebible. Del mismo modo, también es ridículo creer que hoy en día pueda existir un único modelo de familia común para todo el mundo.

CAPÍTULO 5:

¿Cómo conviven los distintos modelos familiares?

A través de los años, es posible advertir como el modelo de la familia tradicional fue debilitándose al mismo tiempo que ciertos mandatos y obligaciones han cesado. Uno de los indicios que demuestran esta situación es la disminución de las cifras de matrimonios civiles y por iglesia y el aumento de los índices de divorcio. Por ejemplo, según el estudio "Los divorcios en la Ciudad de Buenos Aires en 2012", en la actualidad se registra un divorcio para cada dos nuevos matrimonios. Al tener en cuenta la duración del matrimonio que se disuelve, el informe advierte que en su mayoría superan los nueve años de convivencia y que un bajo porcentaje se divorció antes de los cinco años. La edad promedio al momento del divorcio para el varón es 46 años y 44 años para la mujer, manteniendo una diferencia de dos años en las uniones de veinte años y más de convivencia y de tres años en las más cortas (Dirección General de Estadística y Censos GCBA, 2013).

En la actualidad, los mandatos y las reglas de las instituciones ya no tienen el mismo peso. Todos ellos han sido reducidos a uno: llegar a ser el individuo libre y responsable que describe la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Es por eso que Robert Castel afirma que estamos en una "sociedad de los individuos". Sin embargo, para que el individuo consiga alcanzar ese estado de plenitud y logre realizarse como un ser autónomo requiere una serie de condiciones y herramientas que Castel denomina: "soportes" (Castel, 2010).

Si el individuo tiene el soporte necesario puede alcanzar ciertas libertades y derechos que le permiten realizarse plenamente, sin depender de otros. Castel describe las consecuencias que tienen estas nuevas libertades en la nueva estructura familiar, en muchos casos posibles gracias a los soportes que brinda el Estado:

"La familia ya no está inscripta en una relación tradicional de autoridad que institucionalizaba de una manera rígida la dependencia entre sus miembros. Se ha convertido en una estructura relacional ampliamente privatizada que se supone que funciona con el "consentimiento mutuo" y en cuyo seno cada uno de sus miembros es reconocido en su individualidad". (Castel, p.327, 2010).

De este modo, por ejemplo, las mujeres ya no necesitan permanecer junto a su marido bajo cualquier circunstancia por el sólo hecho de ser alguien y de no quedar a la deriva.

Los principios instaurados por las instituciones han ido perdiendo vigencia, dando paso a una mayor libertad y a un individuo más auténtico con su propia esencia. Como no puede ser de otra manera, los tipos de relaciones también han cambiado. Richard Sennett analiza la naturaleza de la cooperación a través de los distintos momentos de la historia y demuestra que el ascenso del capitalismo poco a poco fue desgastando las formas de relacionarse, la solidaridad y la colaboración entre los individuos que componen la sociedad (Sennet, 2012).

Entre las causas de este debilitamiento de la cooperación, Sennett menciona las desigualdades internas (la distancia que separa los sectores más ricos y los más pobres de la sociedad) y las desigualdades impuestas (las que la crea la sociedad al clasificar a los individuos y que se imponen desde muy temprana edad, cuando se divide a los niños en grupos, aulas o escuelas diferentes) (Sennet, 2012).

En cualquier caso, la desigualdad siempre tendrá consecuencias nocivas. El problema es que muchas veces el término desigualdad entra en conflicto con el de diversidad. ¿Cómo es esto? Algunas veces, se cree que la sociedad ideal es aquella en la que todos somos iguales pero, como muchas veces es imposible conseguirlo, el que es diferente simplemente se lo deja de lado, se lo excluye para que no arruine esa falsa idea de perfección. Se supone que el ideal de familia es el que está formado por un papá y una mamá con ciertas condiciones que lo hagan perfectos: que sean de la misma clase social, que el hombre sea mayor pero solo unos años, que tengan las mismas creencias y que sean lo más parecidos posibles para que no discutan y la pareja pueda durar. Sí, durar. Como si una relación se tratara de un bien no perecedero. Si la familia no cumple con esas condiciones, en el mejor de los casos para muchos puede llegar a ser considerada anormal. En el peor de los casos directamente ni siquiera se los considera porque para muchos no es concebible, por ejemplo, que una familia esté formada por dos mujeres, dos hombres o una pareja transexual.

Evidentemente, estos casos crean desigualdades. Por un lado están aquellos que no cumplen con las condiciones de la familia tradicional y que por eso son discriminados. Por otro aquellos que creen ser perfectos y no conciben que la sociedad ha avanzado y que ahora los vínculos son más auténticos. Pero, por suerte, todo no termina aquí. Poco a poco, la sociedad va avanzando y cada vez son más los que se suman a apoyar los derechos a la libertad y a la igualdad de todos los ciudadanos. Tanto desde la política con la aprobación de leyes como la de la identidad de género o las propuestas para la modificación del código civil como desde los medios de comunicación con ficciones o debates que discuten estos temas como el del apoyo de los ciudadanos que aceptan que la familia, las relaciones los vínculos han cambiado.

Por supuesto, aún queda mucho camino por recorrer. También hay personas, políticos, periodistas o personas de los medios que aún les cuesta aceptarlo pero, más allá de la puntualidad de este tema, a lo largo de la historia los abanderados de la desigualdad que solo buscan sus beneficios o se encierran en sus propios intereses sin importarles nada del resto han existido siempre. Es cierto lo que afirma Sennett de que la cooperación entre los individuos se ha debilitado en parte por la desigualdad y en gran medida por el cortoplacismo de los trabajos o las distintas actividades pero también es cierto que es posible crear vínculos si cada uno se lo propone. Ser solidario con los demás no implica necesariamente tener una relación larga con el otro. Es posible demostrarlo, incluso, con personas que no conocemos cuando ocurre algún problema en la calle o decidimos ayudar a alguien aunque no mantengamos una estrecha amistad. Es importante mantener los principios y fomentar la empatía en todo momento con quien quiera que lo necesite aunque las circunstancias actuales no nos lleven a crear vínculos largos como antes. Sería bueno aprovechar la época actual y sacar provecho de las redes sociales y de la mayor cantidad de gente que conocemos hoy en día (a diferencia de lo que sucedía antes cuando uno mantenía el mismo empleo, por ejemplo, y el círculo de personas conocidas era menor) para promocionar los derechos de todos e intentar conseguir que ellos se lleven a cabo, sea desde la palabra u organizando actividades y acciones que permitan expandirlos. La cooperación no se ha debilitado por completo, ocurre que los vínculos ahora son distintos. El desafío está en no encerrarse en sí mismo y en intentar relacionarse con los otros, ayudarlos, escucharlos, mirarlos, aunque ese otro sea la única vez que lo veamos en la vida. Lo mismo vale para fomentar la igualdad. Aquí, la forma de cooperar basta con dejar de lado los prejuicios y en hacer lo posible por ver a los que no son iguales al resto de los que los rodea con la misma naturalidad.

Conclusión

Con el advenimiento de la posmodernidad el modelo tradicional de la familia se ha roto. Esto no quiere decir que se halla extinguido porque aún hay familias que mantienen ese esquema y está muy bien que así sea. El error está en creer que hoy en día ese sea el único modelo posible. El modelo tradicional de la familia flota en el aire, como un fantasma. Algunos de los que no han podido llevarla a cabo se lamentan. Otros ven el florecimiento de las nuevas familias como una enfermedad de la sociedad actual que ha arruinado el ideal de la familia feliz que habitaba el inconsciente colectivo.

Sin embargo, todos ellos no tienen en cuenta la realidad. No se dan cuenta que en realidad la familia perfecta, basada en ese árbol genealógico tradicional, no era auténtica. No era auténtica porque en muchos casos estaba fabricada en base a principios, reglas, decretos y mandatos de las instituciones. Hoy, con la caída de los grandes relatos y los avances en ámbitos sociales, culturales, políticos, tecnológicos, científicos y personales que se han ido forjando, los individuos pudieron alcanzar un estado que, más allá de su impronta narcisista, les ha permitido ser fieles a sus verdaderos sentimientos y principios dando paso a nuevas formas de relacionarse y de crear vínculos afectivos que provocaron el nacimiento de una amplio repertorio de familias posmodernas.

Por supuesto, falta mucho camino por recorrer. No todos están preparados de la misma manera para divisar los cambios pero existe la ilusión de que algún día lo hagan. El futuro es incierto pero eso no quita la esperanza de que en algún momento pueda llegar a ser más justo y mejor. Sólo hace falta tolerancia, respeto, comprensión y, sobre todo, aprender a desarrollar la empatía. Que cada vez sean más los que se suman a apoyar la diversidad de géneros es una buena señal.

Bibliografía

  • CASTEL, Robert (2010). El ascenso de las incertidumbres. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

  • CASTELLS, Manuel (2000). La era de la información. México: Siglo XXI Editores.

  • CASTELLS, Manuel (2009). Comunicación y poder. Madrid: Alianza Editorial.

  • CONTISSA, Néstor (2010). La dictadura del sí mismo. Buenos Aires.

  • DUFOUR, Dany Robert (2003). El arte de reducir cabezas. Barcelona: Paidós.

  • ENGELS, Federico (1884). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Madrid: Fundación Federico Engels.

  • HALLIN, Daniel C y MANCINI, Paolo (2008). Sistemas mediáticos comparados. Barcelona: Hacer Editorial.

  • KLEIN, Naomi (2007). La doctrina del shock. Barcelona: Editorial Paidós.

  • KUSCH, Rodolfo (1975). La negación en el pensamiento popular. Buenos Aires: Editorial Cimarrón.

  • LIPOVETSKY, Gilles (2007). La felicidad paradójica. Madrid: Anagrama.

  • LYOTARD, Jean Francois (1987). La condición postmoderna. Madrid: Ediciones Cátedra.

  • MOUFFE, Chantal (2007). En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

  • SENNET, Richard (2012). Juntos. Barcelona: Anagrama.

  • WILLIAMS, Raymond (2003). La larga revolución. Buenos Aires: Nueva Visión.

OTRAS FUENTES CONSULTADAS

  • GOBIERNO DE LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES, Dirección General de Estadística y Censos (2012). Los divorcios en la Ciudad de Buenos Aires en 2012.

  • FLEISCHER, Deborah (01-02-2004). Todos somos una familia muy normal. Clínica de las Transformaciones Familiares. [recuperado 11-09-2013 de www.pagina12.com.ar]

  • DIARIO POPULAR (23-03-2006). El primer divorcio en Argentina. [recuperado 20-11-2013 de www.diariopopular.com.ar]

  • CASTELLS, Manuel (17-11-2009) Entrevista con Manuel Castells por Juan Cruz. [recuperado 08-10-2013 de www.elpais.com]

 

 

Autor:

Yasmina Daniela Dátola

 

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