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Nietzsche según Foucault (página 2)


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Por 1o tanto, para Nietzsche, la verdad aparece asociada a un conjunto de relaciones humanas en las cuales se ponen en juego todos aquellos símbolos que previamente se acordarán y que, por su uso cotidiano, ya no son reglamentarias. Entonces, la verdad es simplemente una ilusión que va perdiendo vigencia y que muy pronto pasará al recuerdo.

Así como el hombre común construye su vida junto a la razón y los conceptos para que 1a realidad no lo tome' por sorpresa, el científico lo hace junto a. la ciencia para trabajar1a y protegerse con ella.

Un hombre se da cuenta que está despierte porque la trama de 1os conceptos así lo establecen, y cree estar soñando cuando el mundo de las artes desbarata esa trama.

El hombre sin el instinto de metáfora no podría considerarse un hombre entero. Este instinto, surge en él abrupta e indomablemente. El científico, al tratar de brindarle un nuevo ámbito de acción, lo introduce al arte.

En aquella trama conceptual, se van introduciendo nuevas metáforas que constituirán el mundo real del hombre despierto.

El hombre intelectual puede, a libre juicio, engañar sin producir por ello algún perjuicio. Para ello, relaciona las metáforas de forma artística y roza los límites de la abstracción. Aquel mundo intelectual que antes era su refugio, ahora se convirtió en un escenario que muestra sus "dotes artísticas", fruto de intelecto.

El hombre racional y el hombre intuitivo

Comúnmente, el hombre racional y el intuitivo se unen en su temor. Mientras que el primero siente miedo a. le intuición, el segundo se avergüenza de la abstracción. La convivencia radica en que tanto como el primero es antiartístico, el segundo es irracional.

Tanto el hombre que vive atado a los conceptos como el intuitivo, viven en la desdicha, ya que ambos tratan de ejercer su poder en la vida. El primero predice el peligro por medio de los conceptos y no logra la felicidad, pues su objetivo es tratar de tener menos problemas o evitar1os. El segundo, apoyado en su cultura, logra una gran fuente de rejuvenecimiento y salud; éste vive el mal ayudado por sus intuiciones y 1o representa en el arte.

Foucault y su "interpretación" de Nietzsche

Primeramente, Foucault dice que detrás de las técnicas de interpretación de Nietzsche, junto con Marx y Freud, se oculta un sueño el cual consistiría en poder, algún día, formar una enciclopedia de todas las técnicas de interpretación que se han visto, desde los gramáticos griegos hasta hoy.

El lenguaje en las culturas indoeuropeas ha producido dos clases de sospechas. Una sería la que los griegos llamaban allegoría y la hiponoía, donde el sentido que se aprende y manifiesta de manera inmediata, no tiene sino un sentido menor que protege, encierra y transmite otros sentidos, el cual sería a la vez el sentido más importante y el "que está por debajo". Esto es, el lenguaje no dice lo que dice, pues tiene esos dos sentidos.

La otra sospecha sería el semainon de los griegos: esto será que el lenguaje puede traspasar lo verbal y que hay otras cosas que hablan y no son lenguaje, por ejemplo, el susurro de los árboles. En otras palabras, el lenguaje rebasa la forma verbal.

Estas dos sospechas no han desaparecido y precisamente, a partir del siglo XIX, los gestos mudos y el túmulo que nos rodea puede hablarnos.

Foucault cree que cada forma cultural de la civilización occidental ha tenido su sistema de interpretación: cada sociedad desarrolla sus propias técnicas de interpretación, métodos, formas de sospechar algo distinto de lo que dice el lenguaje y que hay lenguajes aparte del mismo.

En efecto, en el siglo XVI, lo que daba lugar a la interpretación era la semejanza, ya que ésta era el fundamento de la forma de interpretación. La semejanza jugó un papel importante en la botánica, la antropología, entre otras disciplinas. La naturaleza era pensada como un juego de signos y semejanzas, que se entrecruzaban infinitamente. El corpus de la semejanza estaba organizado en cinco nociones:

  • La noción de conveniencia: significaba el ajuste, por ejemplo, de la serie animal a la serie vegetal, del alma al cuerpo.

  • La noción de simpatía: constituía la identidad de los accidentes en sustancias distintas.

  • La noción del emulatio: era el reflejo de atributos entre una sustancia y otra; por ejemplo, el rostro y sus siete partes constituían una emulación del cielo y sus siete planetas.

  • La noción de signatura: era lo más oculto en la consideración de las cualidades más visibles.

  • La noción de analogía: era la similitud de las relaciones entre sustancias distintas

La teoría del signo y las técnicas de interpretación del siglo XVI se basaban en todos los tipos posibles de semejanzas.

El acercamiento entre el signo y la interpretación plantea la aparición de dos tipos de conocimientos:

  • La cognitio: era el paso de una semejanza a otra de manera lateral

  • La divinatio: era el paso de una semejanza superficial a otra más profunda.

Todo esto, el conocimiento dado en la superficie y el conocimiento en profundidad, constituía el consensus del mundo, esto es, la forma general de un saber sólo posible de la relación entre hermenéutica y semiología.

Acceder al conocimiento suponía poner en práctica las diversas formas que adoptaba la semejanza. Sin embargo, no resultaba suficiente porque requería tener además los medios para reconocer la semejanza de las cosas visibles e invisibles. Así, se superponía la semiología a la hermenéutica y la semejanza pierde su lugar de privilegio.

En cuanto a la disposición de los signos, en el siglo XIX, la esencia del signo y su interpretación fue modificada de manera tal que, si antes los signos se disponían de manera homogénea, ahora se ubican en forma escalonada con espacios más distanciados y diferenciados. La dimensión de la profundidad es exterior, no interior. La profundidad es un pliegue de la superficie.

El segundo elemento que caracteriza la interpretación es que esta última está considerada una tarea infinita: los signos se disponen en una red, amplia e inacabable, lo cual los convierte en un análisis sin fin.

La interpretación es inacabable y siempre está fragmentada porque no tiene comienzo. Es fragmentada, queda en suspenso, está bajo la forma de negación del comienzo.

La interpretación es infinita, no posee un fin, porque cuando se cree llegar a la interpretación absoluta se inicia nuevamente la regresión al punto de partida. En este proceso, puede desaparecer no sólo la esencia de la interpretación sino también del intérprete mismo. Siempre existe la posibilidad de encontrar la absoluta interpretación, pero, al mismo tiempo, existe un punto de ruptura. La existencia cercana del punto absoluto de interpretación significa un punto de ruptura. La zona donde ambas se unen se asemeja a la experiencia de la locura.

En Freud, la interpretación debe cortarse en algún punto, al no poder hallar su fin. De hecho, su tarea de interpretar los sueños se interrumpe. A este fenómeno la psicología lo definió como "transferencia", esto es, imposibilidad del análisis, debido a su carácter infinito y problemático.

En cuanto a Nietzsche, sostiene que la interpretación tampoco termina. Consideraba la filosofía como una filología que se desarrolla a tal punto que nunca encuentra su término.

Esta característica está íntimamente ligada con otros dos postulados: el primero consiste en considerar que si la interpretación no tiene fin, significa que no hay un objeto para interpretar, ya que ese objeto es la interpretación de otro objeto y, por ende, ya está interpretado. En otras palabras, la interpretación no tiene fin, porque todo es interpretable.

Por otra parte, la interpretación no constituye algo pacífico que debe ser interpretado, sino que de forma violenta se apropia de una interpretación ya existente.

Existen interpretaciones que se hallan inmersas en una enorme trama violenta de interpretaciones y esto provoca nuestra dedicación a la tarea de interpretar. Hay una supremacía de la interpretación sobre los signos.

El signo sufrió un cambio de función al convertirse en una máscara de la interpretación, descuidó la simplicidad que poseía como significante y su densidad se destapó hacia el conjunto de conceptos negativos que, anteriormente, era ajeno a él, tal como ocurría en el siglo XVI, cuando los signos eran considerados benévolos y simples. Dentro del signo se constituye un juego de contradicciones y conceptos negativos. Así, se incluye la ambigüedad.

Finalmente, la hermenéutica incluye aún otro rasgo, el cual sería que la interpretación se interpreta infinitamente a sí misma. Este rasgo tiene dos efectos:

  • lo que se interpreta es aquel que postula la interpretación, es decir, el intérprete.

  • La interpretación tiene que interpretarse a sí misma, donde se llega a una circularidad del tiempo de la interpretación, ya que vuelve a recorrer el mismo camino. Esto implica la peligrosidad que los signos generan.

En conclusión, la interpretación sólo contiene interpretación. Es necesario tener en cuenta que una hermenéutica muy ligada a la interpretación de signos (semiología) no dudará de la existencia de los mismos, pero sí de la asociación entre éstos, esto es, sospecha del lenguaje, como ocurrió con los seguidores del marxismo. La hermenéutica domina la implicancia de los lenguajes en aquel punto donde coinciden la locura y el lenguaje puro.

Una hermenéutica que se desarrolla a sí misma entra en el dominio de los lenguajes, en una región intermedia, donde los lenguajes no dejan de implicarse a sí mismos, una región entre la locura y el lenguaje puro, como por ejemplo, en el caso de Nietzsche.

Conclusiones

Foucault quiere demostrarnos que, con cualquier método o técnica que se use o que se haya usado, nunca encontraremos una verdadera interpretación, ya que al realizar la interpretación de una cosa, ésta nos llevará a otra y así sucesivamente. Nietzsche, junto con Marx y Freud, nos mostró algunos conceptos de interpretación, pero también nos demostró que el llegar a una interpretación absoluta nos llevaría a la locura.

Cabe aclarar que la inclusión de Marx en la tesis de Foucault ha recibido críticas. Vattimo sostiene que Marx debería ser clasificado entre los pensadores que descubren la infinitud de la interpretación. Pero hay en él una meta final: la infraestructura (base). Según Foucault, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx no presenta su interpretación como la interpretación final.

Para Foucault, toda lectura no es más que una interpretación, "nunca es única ni última, sino siempre finita e incompleta"; por lo tanto, se debe evitar toda interpretación y alejarse de los objetivos de la hermenéutica. Incluso el mismo Foucault observa que su labor es interminable, pues reconoce sus propios límites desde el lugar de donde mira.

Puedo concluir con las palabras de Thomas Abraham: "Con respecto a Foucault, la historia es diferente, porque Foucault no es un intérprete de Nietzsche, a pesar de que su breve trabajo Nietzsche, la genealogía y la historia es de lo mejor que se ha escrito sobre él, pero creo que Foucault es Nietzsche cien años después". Foucault continuó la labor iniciada por Nietzsche acerca de la sospecha:

"Vigilar y castigar es el segundo tomo de La genealogía de la moral, y El uso de los placeres es la continuación de Humano, demasiado humano, escritos cien años después, por otro, en otro idioma y de otro modo, como Nietzsche".

Bibliografía

Abraham, Thomas y Sucar, German, El último oficio de Nietzsche y la "polémica" sobre el nacimiento de la tragedia, Buenos Aires, Sudamericana, 1996

Betancourt Martínez, Fernando, Historia y lenguaje. El dispositivo analítico de Michel Foucault, México, UNAM, 2006

Caruso, Paolo, Conversaciones con Lévi Satrauss, Foucault, Lacan

Foucault, Michel, Nietzsche, Freud y Marx, Santiago de Chile Ediciones Espíritu Libertario

Nietzsche, Friedrich La genealogía de la moral, Madrid, Tecnos, 2003.

________________ "Sobre la moral y la mentira en sentido extramoral"

 

 

 

 

Autor:

Profesor Fernando J. Luchetti

Cipolletti, Río Negro, Argentina

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