Descargar

Hambre, alta tecnología y desigualdad social


  1. Viejas preguntas, ¿futuras respuestas?
  2. El problema del hambre: ayer y hoy
  3. Cereales y oleaginosas. Total mundial (1961 – 2007)
  4. Evolución de la población, los cereales y oleaginosas y los alimentos
  5. Producción y abastecimiento de alimentos industriales
  6. Puntos de partida para una agenda política
  7. Bibliografía

Viejas preguntas, ¿futuras respuestas?

Se trata de un problema de disponibilidad de alimentos o de una distribución regresiva del ingreso que impide a determinados segmentos sociales acceder a ellos Hace más de treinta años este problema fue planteado crudamente en la polémica entre el Club de Roma y el Modelo del Mundo de la Fundación Bariloche. Inicialmente, el epicentro de la cuestión radicó en equiparar la velocidad de crecimiento de la población con la de la oferta de alimentos, en el marco de un conjunto finito de recursos naturales y a partir de una tecnología dada. Posteriormente, el problema tendió a encauzarse en la medida en que los cambios tecnológicos asociados con la denominada "revolución verde" derivaron en un salto sustantivo en las cantidades producidas. A ello se sumó una creciente sofisticación de "los alimentos" como bienes finales, a partir de la diferenciación y la certificación, entre otros procesos. Sin embargo, una mayor cantidad disponible y la consecuente conformación de mínimas reservas de seguridad no implicó erradicar el problema: actualmente cerca de 1000 millones de personas están subalimentadas. Lo que es más grave aún: en los últimos 15 años la cifra creció algo más del 8% (FAO, 2008)

El problema del hambre: ayer y hoy.

Aquí la tecnología aparecía como la llave maestra para la solución del problema de la disponibilidad; en menor medida se consideró la distribución del ingreso como un limitante. Se sostenía que la endeble producción agrícola no podría abastecer plenamente los requerimientos alimentarios porque en los países con sistemas agrícolas avanzados los rendimientos habían alcanzado un límite y estaban en uso todas las superficies cultivables de mejor calidad. En este

Contexto, la investigación agraria comenzó a considerarse esencial y pasó a tener

Cierta relevancia en las agendas públicas, como respuesta a la problemática de la

Alimentación mundial. Un caso paradigmático fue la creación, en 1943, del Centro

Internacional para la Mejora del Maíz y el Trigo.

En el informe se sostenía que, dado que los recursos son limitados, el planeta imponía límites al crecimiento que hacían que el crecimiento exponencial de la población y el producto per cápita no fueran sostenibles en el tiempo. Postulaba que estas dinámicas de crecimiento exponencial llevarían a un progresivo agotamiento de los recursos naturales, al cual seguiría un colapso en la producción agrícola e industrial y, luego, una brusca reducción de la población humana. El trabajo planteaba, entonces, como posible solución, el "crecimiento cero", un "estado estacionario" que se obtendría al detener el crecimiento de la economía y la población.

Es hora de poner el problema en perspectiva. ¿Como evolucionó objetivamente el problema de la alimentación de una población creciente en los últimos 50 años? Si bien la superficie cultivada creció lentamente, la producción de alimentos, o al menos la de "insumos" para la elaboración de alimentos, lo hizo mucho más rápidamente. El secreto estuvo en el impacto positivo de la tecnología, materializada en mejores rendimientos por hectárea. Desde inicios de los sesenta, la producción de cereales y oleaginosas creció 2,7 veces. Ello se explica preponderantemente por un sostenido incremento en los rendimientos y, en muy menor medida, por el ensanchamiento de las fronteras cultivables

Cereales y oleaginosas. Total mundial (1961 – 2007).

Datos más desagregados permiten ahondar sobre el proceso en su conjunto:

Mientras que entre inicios de los sesenta y el primer lustro del siglo XXI la población creció 2,18 veces, la disponibilidad de cereales y oleaginosas lo hizo

2,75 veces. Es decir, la base de la pirámide alimentaria, que luego se transforma en alimentos elaborados, creció por encima de la población. También la producción de alimentos finales en índices globales en base a valores monetarios creció tanto por encima de la producción de cereales y oleaginosas como de los niveles poblacionales. De este modo, mientras que la población más que duplicó su nivel, los alimentos finales casi se triplicaron: los índices indican que a mediados de 2005 eran 2,9 veces superiores a los de inicios de los sesenta.

Más aún, los alimentos disponibles per cápita estimados en valores crecieron algo más de un 30% en el lapso analizado, refutando las predicciones pesimistas basadas en ideas maltusianas.

edu.red

Evolución de la población, los cereales y oleaginosas y los alimentos.

La respuesta es menos optimista que la evolución de las cifras previas: en simultáneo y pese al incremento de la cantidad de alimentos, en buena parte de la población mundial persisten hasta nuestros días la pobreza, el hambre y la malnutrición. En los últimos años, esta situación se agravó como consecuencia, principalmente, del acelerado aumento de los precios de los alimentos y, desde el año 2008, debido a los efectos de la crisis mundial. En el último año, el número de personas desnutridas alcanzó los 963 millones (más del 14% de la población mundial), lo que significa unas 40 millones de personas más que en 2007, cuando el número ascendía a 923 millones.

El problema cobra mayor dramatismo si se consideran las diferencias regionales.

Mientras que la proporción de la población que sufre hambre en el mundo es algo superior al 14%, en algunos países de África esa proporción asciende a más del

45%. De los 963 millones de personas que sufren hambre en el mundo, 907 se encuentran en países pobres o en desarrollo: un 58% en Asia y el Pacífico, un 24% en el África Subsahariana, un 6% en América Latina y el Caribe, y un 4% en el pacifico. Por lo tanto, pese a que en los últimos años ha aumentado la producción de alimentos y la riqueza mundial, el hambre no sólo no ha disminuido, sino que ha crecido. En algunas regiones del mundo, el hambre crónico que persiste aún con buenas condiciones climáticas para la producción agrícola es fundamentalmente, un problema asociado a la pobreza y a la mala distribución de la riqueza entre y dentro de las naciones, en un sistema con inequidades e ineficiencias en la distribución de los alimentos o en las políticas (Christensen, 1978; en, 1982; 2004; Solbrig, 2009).

Evolución del precio internacional del trigo, el maíz y la soja (Enero 2000 – abril 2009).

edu.red

La crisis financiera, aunque derivó en reducciones sustantivas en algunos precios, no se reflejó aún con idéntica magnitud en el mercado de los alimentos. A un año del comienzo de la denominada crisis financiera global, con las iniciales reducciones de precios de algunos productos, la tendencia de fondo parece mantenerse incólume.

Más allá de los vaivenes de precios, persisten algunas de las causas el uso de materia prima agraria para biocombustibles y el fenómeno de la urbanización de sociedades masivamente rurales, entre otros que afectarán la demanda y los precios de los alimentos, así como también el tema de la pobreza a futuro.

Ello lleva a presumir que el incremento evidenciado en los últimos años en el número de personas subalimentadas responde, en buena medida, a los problemas de accesibilidad. En este plano, las mayores restricciones para el acceso a las canastas alimenticias adecuadas se originan en los niveles de precios, asociados a la mayor complejidad de la estructura de aprovisionamiento, y en los legendarios problemas de regresión en la distribución del ingreso.

Producción y abastecimiento de alimentos industriales.

Este segmento de la oferta ha ido ganando en complejidad parí passu con la maduración de la denominada revolución verde y los primeros desarrollos del paradigma biotecnológico. Como consecuencia, el precio pagado por los consumidores refleja cada una de estas etapas con sus rasgos dominantes: concentración de la oferta, existencia de barreras tecnológicas, controles estatales y escalas productivas. A medida que se suman etapas se "agregan" participaciones en el precio, lo que lleva a su consecuente aumento y sofisticación. Estas etapas agregadas son funcionales a la exclusión.

Un esquema genérico, que denominaremos cadena de valor, de estas estructuras de producción y distribución puede verse a continuación.

Una mayor producción de granos, carne y leche no se traduce de manera automática en oferta de alimentos disponibles para los consumidores, menos aún si éstos son urbanos. Existe en la media una larga serie de pasos de transformación industrial, acondicionamiento, concentración, transporte, logística y comercialización hasta llegar a los consumidores.

Estructura genérica de las cadenas de valor en agro-alimentos.

edu.red

El estadio siguiente se conforma por quienes desarrollan la agricultura, debiéndose en este caso distinguir entre quienes poseen las tierras y las empresas de producción, ligadas por una muy diversa gama de contratos y acuerdos comerciales, ya que existe un peso creciente de la agricultura bajo contrato. Centradas en el "cómo producir", estas unidades van desde emprendimientos de muy baja escala, (cuyo límite es la agricultura de subsistencia, hasta grandes empresas con ingentes niveles de capital fijo y conocimientos. Se trata de estructuras productivas muy heterogéneas, generalmente desconcentradas y dispersas territorialmente. Sus producciones ingresan al mundo industrial y comercial de diversas maneras. Si se trata de productos cuyo consumo no demanda transformación industrial frutas y verduras, entre otros, la figura del concentrador cobra relevancia en función de homogeneizar productos, lograr escalas y "regular" el acceso al mercado. Más recientemente, la fase comercial ha cobrado una inusitada relevancia. De la mano de las grandes cadenas de distribución y del hipermercadismo, varias de ellas de cobertura global, se establecen mecanismos de abastecimientos desde distintas geografías, con marcas propias, gigantes sistemas de abastecimiento, nuevos conceptos comerciales el arrendamiento de los espacios en góndola y la tercerización de actividades, entre otros y un uso difundido y crítico de las tecnologías de la información: desde los códigos de barra hasta los sistemas de abastecimiento en línea. A poco de andar, el original sistema de comercialización desarrollado para segmentos poblacionales de alto y medio poder adquisitivo viró hacia los estamentos menos favorecidos con segundas marcas, productos genéricos o menos complejos. Al igual que en la provisión e insumos para la actividad primaria y la industria, esta etapa se ha tornado crecientemente innovadora y, como tal, partícipe en la formación de precios. Otros mecanismos comerciales más complejos, como las ventas electrónicas y los canales personalizados de ventas al consumidor, operan en idéntica dirección (Reardon y Berdegué, 2002; Reardon et al, 2001).

El desarrollo de esta actividad se asienta en el uso de varios bienes públicos que habitualmente no son contemplados en los cálculos económicos que motorizan las actividades privadas. Ello podría hacer fracasar los esfuerzos destinados a lograr mejoras distributivas y reducción de la pobreza y el hambre, siguiendo estrictas reglas de mercado. El cuidado del ambiente es una de las metas estratégicas que deberían seguirse para solucionar los problemas del hambre, la pobreza y la producción de alimentos. Sólo no parece solucionar estos desafíos, más cuando en su solución intervienen una gran cantidad de bienes públicos. El Estado, a escala nacional y global, es imprescindible en la dirección y control de la solución al problema.

Puntos de partida para una agenda política.

De acuerdo con nuestra postura, el hambre no es un problema individual sino un desafío colectivo para el conjunto de grupos sociales y de países. Se trata de concatenar soluciones en cada uno de los planos específicos. La gravedad del problema y la urgencia por hallar soluciones sustentables en el largo plazo exige la generación de una conciencia colectiva, la cual, por lo menos inicialmente, debería intentarse a través de la cooperación internacional.

Este panorama obliga a un enfoque integral del problema en distintas facetas: productiva, tecnológica, comercial y fundamentalmente política. Es necesaria la puesta en marcha de iniciativas unificadoras globales en los máximos foros internacionales con el mismo o mayor énfasis que el otorgado hoy en día a cuestiones económicas como la actual crisis financiera internacional. Así como en diversos ámbitos se plantea la necesidad de contar con instituciones globales en el marco de un nuevo orden económico y jurídico, la magnitud y la perentoriedad del problema del hambre demandan un nuevo orden social mundial.

Desde la primera de las perspectivas, controles de precios, manejos de los instrumentos de comercio exterior (aranceles, cuotas, permisos tanto de exportaciones para los superavitarios como de importaciones para los deficitarios), controles de canales y márgenes de comercialización y diversas medidas adicionales de corto plazo conviven con otras destinadas a ampliar la producción con muy diversas herramientas, desde créditos a la agricultura familiar a extensos programas para la producción industrial de alimentos (von Braun, 2007). Si las intervenciones recaen sobre los indigentes, las herramientas suelen consistir en el reparto directo de alimentos, subsidios monetarios directos, oferta de comidas, reparto de cupones para alimentos, transferencia de efectivo condicionada a la participación en programas de salud, educación o trabajos públicos, transferencias de efectivo sin restricciones y otras múltiples variantes (FAO, 2008).

En muchos casos, tales asistencias se inscriben en programas que contemplan otros aspectos que, por ser complementarios, no son menos relevantes: normas sanitarias, mínima escolaridad, desarrollo de prácticas de cultivo para autoconsumo e inserción en circuitos comerciales, entre otros.

Integral de las acciones, con una mayor focalización en problemas concretos y una aceitada coordinación, especialmente entre las facetas sociales y las productivas y tecnológicas.

Hambre mundial. En idéntico sentido, se torna necesario fortalecer la cooperación internacional, ampliándola no sólo en el terreno de la asistencia alimenticia sino también en los planos tecnológicos, productivos y comerciales sobre actividades que de manera directa o indirecta afectan el aprovisionamiento y la accesibilidad a los alimentos.

Bibliografía

http://www.revistacts.net/files/Portafolio/hambre_y_alta_tecnologia_editado.pdf

 

 

Autor:

Ronaldo Omar Rangel Quintero

Escuela: Carlos Tijerina Torres.

MAESTRA: Verónica Alonso.

Materia: Taller.

ALUMNO: RONALDO OMAR RANGEL QUINTERO.

GRUPO: "C" GRADO: 3° NL.28.

edu.red

edu.red