Hasta ahora, la mayoría de los científicos han estado tan ocupados con el desarrollo de nuevas teorías que describen lo que es el universo que no se han planteado la cuestión de por qué. Por el contrario, las personas cuya ocupación es preguntar por qué -los filósofos– no han sido capaces de mantenerse al tanto del avance de las teorías científicas. En el siglo XVIII, los filósofos consideraban que todo el conocimiento humano, incluyendo la ciencia, era su campo. Discutían cuestiones tales como: ¿tuvo el universo un principio? Sin embargo, en los siglos XIX y XX la ciencia se hizo demasiado técnica y matemática para los filósofos o cualesquiera otros, salvo unos pocos especialistas. Los filósofos redujeron tanto el alcance de sus investigaciones que Wittgenstein, el más famoso filósofo de este siglo, dijo: "La única tarea que queda para la filosofía es el análisis del lenguaje.» ¡Qué retroceso desde la gran tradición de la filosofía de Aristóteles a Kant!
Sin embargo, si descubrimos una teoría completa, debería en su momento ser comprensible en sus líneas generales por todos, no solo por unos pocos científicos. Entonces todos seremos capaces de tomar parte en la discusión de por qué el universo existe. Si encontráramos la respuesta a ello, sería el triunfo definitivo de la razón humana, pues entonces conoceríamos la mente de Dios.
No obstante, poco después de este escrito, en marzo del 2003, en su Universidad de Cambridge, dijo:
«Mucha gente, y yo incluido, creíamos que pronto descubriríamos la teoría definitiva que nos permitiría predecir cualquier cosa del universo […]. Pero es posible que nunca lleguemos al final de nuestra búsqueda.»
Unos años después, en 2010, Hawking, en otro de sus libros de gran reputación -The grand design- (HAWKING/ MLODINOW 2010), se inclinó a considerar que no es necesaria la figura de Dios para la Creación, una opinión que provocó el cataclismo consiguiente. Sin embargo, el libro de Hawking empieza con una afirmación que ruborizó la cultura y desautorizaba sus reflexiones; en la página 5 de su libro -que es la primera página escrita- dice: «Tradicionalmente, esas son cuestiones [se refiere a las grandes cuestiones fundamentales de cualquier persona y cultura] de la filosofía, pero la filosofía ha muerto.» Es una lástima que una persona de la categoría de Hawking haya sido traicionada, esta vez, por el cientificismo.
Del primer comentario de Hawking que acabamos de citar, Bernard Haisch creía posible hacer alguna consideración irónica al expresar (2006: 132):
A mí, el Dios de Hawking me parece una especie de superpresidente de la Royal Society: listísimo, pero sin dejar de estar vinculado por las leyes de la física, y lo bastante accesible como para poder mantener algunos debates francamente interesantes con Hawking. Cabe suponer que el propio Hawking podría incluso hacer alguna propuesta sobre cómo mejorar el estado del universo, y señalar algunos puntos que a Dios podrían habérsele pasado por alto cuando trazó los planes de la creación.
Efectivamente, el Dios de Hawking es el conocido demiurgo de la tradición griega, el personaje que se ocupa de la ingeniería cósmica. Dicha noción de Dios es muy reduccionista y no coincide con el Dios trascendente de las grandes tradiciones religiosas, aunque estas tradiciones citen a Dios como un creador.
Haisch, por tanto, resitúa la trascendencia ontológica a propósito de Dios, una trascendencia que va más allá de las funciones de la ingeniería de la creación. Se trata de una tarea que es conveniente reelaborar constantemente porque Dios y Todo son conceptos emparentados y, como acabamos de ver, son los físicos quienes hablan de Dios, del Todo y de cómo la ciencia coquetea con ambos conceptos. Cabe señalar que todas las opiniones son respetables, pero cada vez es más urgente recordar y precisar la necesidad de que en un mundo complejo y carente de rigor se distingan los distintos y complementarios conocimientos y empresas intelectuales, necesitados de crítica los unos de los otros. Cada interlocutor debe saber posicionarse en su campo con modestia y continencia verbal y conceptual. Es arriesgado que los teólogos hagan cosmología -lo han hecho durante años y con poco éxito-, y es arriesgado que ahora los cosmólogos u otros científicos se pongan a hacer teología -como Stephen Hawking o Richard Dawkins. Hoy en día, la ciencia, la filosofía y la teología conocen bien los propios campos y lenguajes, y las salidas de tono no favorecen ni a la ciencia, ni a la filosofía ni a la teología. El lenguaje correspondiente al trato de la ciencia experimental no es adecuado para hablar de Dios, y el lenguaje simbólico de las religiones sirve para hablar de Dios, pero no para determinar la naturaleza de la vida o de los vivientes.
Acerca de esta cuestión nada banal, Haisch evoca un texto de Neale Donald Walsch en el cual este autor recoge unas fingidas «conversaciones con Dios», divertidas y provocativas, que constituyen un ejercicio imaginativo sobre el asunto de la relación entre Dios y el Todo, y de cómo podemos imaginar que el mismo Dios percibe esta cuestión: la relación Dios-Todo-nosotros. Es Dios quien habla (HAISCH 2006:140-141)
Al principio, lo que Es (el Dios no manifiesto) es todo lo que era, y no había nada más. Pero Todo Lo Que Es no podía conocerse a SÍ mismo, porque Todo Lo Que Es era todo lo que era, no había nada más. Y así, Todo Lo Que Es […] no era. Este es el gran Es / No Es del que han hablado los místicos desde la más remota antigüedad.
En realidad, Todo Lo Que Es sabía que era todo lo que era; pero aquello no bastaba, pues solo podía conocer su absoluta magnificencia por concepto, no por existencia. Pero lo que anhelaba era la experiencia de SÍ mismo, pues quería saber qué se sentía al ser tan magnífico. Pero aquello era imposible, pues el término mismo magnífico es de valor relativo. Todo Lo Que Es no podía saber lo que se sentía al ser magnífico mientras no apareciera lo que no es.
Así pues, Todo Lo Que Es se dividió a SÍ mismo, convirtiéndose en un momento glorioso en lo que es esto y en lo que es aquello. Existieron por primera vez esto y aquello distintos entre sí.
Así surgió de la Nada el Todo; se trata, por cierto, de un hecho espiritual que concuerda con lo que vuestros científicos llaman la teoría del Big Bang.
Al producir el universo como versión dividida de Sí mismo, Dios produjo, a partir de la energía pura, todo lo que existe ahora, tanto lo visible como lo invisible. En otras palabras, no solo se creó así el universo físico, sino también el universo metafísico.
Mi propósito divino al dividirme a MÍ mismo fue crear las partes de MÍ mismo suficientes para poder conocerme a Mí mismo por experiencia.
Eso es lo que quieren decir todas las religiones del mundo cuando dicen que fuisteis creados «a imagen y semejanza de Dios». Estamos compuestos de una misma sustancia.
Mi propósito al crearos a vosotros, mis hijos espirituales, fue conocerme a MÍ mismo como Dios. No tengo otra forma de hacerla que a través de vosotros.
Dentro de este plan, vosotros entraríais como espíritus puros en el universo físico recién nacido. Esto es así porque lo físico es la única manera de conocer por experiencia lo que se conoce por concepto. Este es el motivo por el que creé en su momento el cosmos físico.
Como puede verse, es todo un estimulante ejercicio de dialéctica ficticia que nos recuerda cómo inevitablemente jugamos con los conceptos cuando tratamos los términos absolutos.
El Todo que pretendemos descubrir se encuentra peligrosamente cerca de la Nada en algunas de nuestras formas mentales, siendo buena en esta ocasión esa conocida frase que afirma que los extremos se tocan. No es extraño, pues, que la Nada haya dispuesto también de su momento de formulación rigurosa como expresión de lo trascendente. Probablemente, Laozi es quien de un modo más fino, elegante, espiritual y filosófico propone el acceso a lo trascendente a través de la Nada. En su Daodejing, uno de los libros de la literatura mundial traducidos a más lenguas, nos muestra -de una forma directa y alejada de las fórmulas abstractas-la realidad profunda del Todo en la encrucijada del Yin y del Yang, en el vacío que esconde celosamente la plenitud. Este es el camino, el Tao. Recordémoslo con el famoso canto XI del Daodejing:
Treinta radios convergen en el cubo de una rueda, mas en su nada radica la utilidad del carro.
Se labra el barro para hacer vasijas, mas en su nada radica la utilidad del carro.
Se horadan puertas y ventanas para hacer un aposento mas en su nada radica la utilidad del aposento.
El ser es lo práctico, la nada es lo útil.
Traducción de Anne-Héléne Suárez Girard
Mucho más cercano a nosotros, un profundo y místico poeta español contrasta el Todo y la Nada en una impresionante meditación sobre la muerte (HIERRO 1998):
Después de todo, todo ha sido nada A pesar que un dia fue todo. Después de nada, o después de todo Supe que todo no es mas que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «[Nada!». Grito «¡Nada!», yel eco dice «¡Todo!». Ahora sé que la nada lo era todo, y todo era ceniza de la nada
No queda nada de lo que fue nada. (Era ilusión lo que creía todo y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada si más nada será, después de todo, después de tanto todo para nada.
Todos los místicos se han hecho eco de esta trascendencia que es una forma excelente de conocimiento cuando ya sabemos que no sabemos. San Juan de la Cruz lo expresaba así en la copla Entréme donde no supe (1999: 6-7):
Entréme donde no supe y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo.
Yo no supe dónde entraba, pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo toda ciencia trascendiendo. […]
Estaba tan embebido, Tan absorto y ajenado, Que se quedó mi sentido de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo toda ciencia trascendiendo.
La fascinación por el Todo y la Nada -dos formas lingüísticas indicativas- forman parte de la misma impaciencia que preside la trascendencia, con el convencimiento de que esta fascinación puede revelamos unas dimensiones escondidas de la realidad.
III El quinto Milagro de Paul Davies
¿Un universo bioamigable?
En su gran mayoría, los bioquímicos y los biólogos moleculares ignoran la mecánica cuántica. Átomos y moléculas son tratados como pequeños bloques constituyentes que se adhieren en formas diversas, pero la realidad del micromundo es mucho más sutil que eso. Para empezar, está la famosa dualidad onda- partícula: un átomo tiene a la vez aspectos de onda y aspectos de partícula. De manera significativa, la onda puede identificarse con información o software, porque describe lo que se conoce acerca del sistema. Por otra parte, el átomo tratado como una partícula corresponde al hardware. Cuando se hace una medida cuántica, la onda se «colapsa» -sufre un cambio abrupto- porque cambia el conocimiento del sistema. Pero esto afecta a su vez al comportamiento posterior de la partícula. Existe, así, una especie de enmarañamiento hardware-software en la mecánica cuántica. La información (o conocimiento) tiene un poder causativo hacia abajo. De modo que aquí hay una teoría física fundamental que tiene la información en su núcleo, y la enreda con la materia de una forma íntima. Además, las fuerzas interatómicas que forman moléculas biológicas tales como proteínas y ácidos nucleicos son realmente de naturaleza mecánico-cuántica. ¿Podría ser precisamente algún tipo de proceso organizativo-cuántico lo que se necesita para explicar el origen de las macromoléculas informáticas?
Evidencia en apoyo de esta conjetura proviene de una dirección inusual.
En su famoso libro, Erwin Schrodinger propuso que la unidad de la herencia es «un cristal aperiódico». Por esto él entendía una estructura molecular suficientemente estable para conservar su forma, pero suficientemente compleja para almacenar mucha información. Un cristal periódico normal tiene estabilidad pero poco contenido de información algorítmica. La idea de Schrodinger se reveló profética. Una molécula de ADN tiene estabilidad estructural (aunque no es perfecta; la conservación de la información requiere el uso de procesos de lectura de pruebas y edición). La aperiodicidad surge debido a que la secuencia de bases es fundamentalmente aleatoria, y por ello rica en información; un punto que yo he criticado.
Hace algunos años, los químicos se sorprendieron por el descubrimiento de un tipo muy diferente de cristal aperiódico, llamado un cuasi-cristal. Los cuasi-cristales poseen una curiosa simetría quíntuple; es decir, tienen la misma apariencia cuando se les rota setenta y dos grados. Sin embargo, y a diferencia de los cristales normales, no son periódicos. En realidad, puede demostrarse que la pauta de átomos nunca se repite.
La razón de que los cuasi-cristales produjeran una sorpresa se remite a la geometría simple. Es bien sabido que se puede embaldosar una pared con triángulos cuadrados y hexágonos, pero no con pentágonos. Los pentágonos no embaldosan: dejan huecos. Así, la simetría quíntuple no permitirá una pauta repetitiva simple. Sin embargo, en un famoso teorema, Roger Penrose demostró que una pared infinita puede ser embaldosada con simetría quíntuple utilizando dos teselas de formas diferentes: un rombo ancho y uno estrecho. Los cuasi-cristales son un análogo tridimensional, que se da de forma natural, de una pauta de embaldosado de Penrose. El propio Penrose ha sugerido que la misma existencia de cuasi-cristales plantea un enigma, en vista de su naturaleza aperiódica. Un cristal periódico normal puede crecer átomo a átomo, puesto que forma una estructura repetitiva regular, pero un cuasi- cristal requiere algún tipo de organización de largo alcance para asegurar que las piezas correctas ajusten en los lugares correctos. Penrose opina que algunos aspectos sutiles de la mecánica cuántica, e incluso la gravedad cuántica, pueden desempeñar un papel en esta organización geométrica.
Debido a su simetría quíntuple, un cuasi-cristal tiene muy poca información almacenada en su orientación, pero una cantidad ilimitada en su secuencia aperiódica lineal. Combina así algo de la idea de Cairns-Smith de cristales impuros y algo de la idea de Schrodinger de una molécula de cadena aperiódica. Como el ADN, los cuasi-cristales parecen a primera vista «objetos imposibles», con una enorme complejidad algorítmica. Pese a todo, la mecánica cuántica les permite existir de algún modo. No estoy sugiriendo que los cuasi-cristales sean genomas posibles (aunque, ¿quién sabe?), sino sólo que su estudio puede dilucidar la forma en que la mecánica cuántica puede organizar la formación de estructuras físicas complejas con gran capacidad de almacenamiento de información.
Otro indicio de que la magia cuántica podría estar presente en la administración de la información biológica procede del estudio, actualmente en boga, de la computación cuántica." Se ha demostrado que un ordenador cuántico puede hacer tratables algunos problemas computacionalmente intratables, lo que de nuevo sugiere que un «objeto imposible» computacionalmente, tal como un genoma algorítmicamente aleatorio, podría producirse con bastante facilidad mediante procesos cuánticos, incluso si requiriera una evolución larga y tortuosa por medios clásicos.
Admito que estas ideas que tan sólo he rozado en esta sección son muy especulativas, pero el propio hecho de que el problema de la biogénesis haga surgir tales especulaciones subraya hasta qué punto es tozudo este misterio. De todas formas, la hipótesis de que la vida es un fenómeno cósmico fundamental, predestinado a desarrollarse cuando quiera que las condiciones lo permitan, sigue estando bastante extendida. Pocos defensores de la tesis de que «la vida saldrá» aprecian por completo las amplias implicaciones de lo que están proponiendo. El pensamiento determinista, incluso en las formas más débiles de De Duve y Kauffman, representa un reto fundamental al paradigma científico existente. De hecho, es suficiente para hacer estremecer a muchos biólogos. Aunque los deterministas biológicos niegan con fuerza que en sus propuestas haya implícito algún diseño real, u objetivo predeterminado, la idea de que las leyes de la naturaleza pueden estar inclinadas hacia la vida, incluso si no contradicen la letra del darwinismo, ciertamente ofende a su espíritu. Desliza un elemento de teleología en la naturaleza, un siglo y medio después de que Darwin lo eliminara. Para muchos científicos, el determinismo biológico equivale a un milagro revestido de naturaleza. Eso, por supuesto, no lo hace falso. ¡Aún podría ser verdadero! La vida podría estar realmente abocada a ocurrir cuando quiera que se den la condiciones apropiadas. Pero, si es así, las consecuencias serán realmente profundas.
Durante trescientos años, la ciencia se ha basado en el reduccionismo el materialismo, lo que conduce inevitablemente al ateísmo y a una creencia en el sinsentido de la existencia física. Un universo bioamigable marcaría un cambio decisivo. Su importancia trascendental ha sido elocuentemente expresada por De Duve: «Desde la perspectiva del determinismo… no veo este universo como una "broma cósmica", sino como una entidad significativa, hecha de tal modo como para generar vida y mente, abocada a dar nacimiento a seres pensantes capaces de discernir la verdad, captar la belleza, sentir amor, anhelar la bondad, delimitar el mal, experimentar el misterio».
IV El quinto nivel de la evolución de Manuel Alfonseca
14. ¿Cómo será el quinto nivel? (resumen)
Resumiendo: el ser de quinto nivel, si ha de ser viable y coherente con la marcha de la evolución, deberá tener las siguientes características:
1. Estructura celular. Los seres humanos individuales serán las células que se unan entre sí para formar un ente de nivel superior.
2. Diferenciación celular. Cada miembro ocupará un lugar y desempeñará un papel único e irreemplazable.
3. Dependencia celular. La vida, fuera del ser de quinto nivel, será imposible o no valdrá la pena vivirla.
4. Solidaridad. Las células harán, libre y voluntariamente, cesión de su propia voluntad ante el bien superior del conjunto. El altruismo debe haber vencido definitivamente al egoísmo.
5. Unidad. La fuerza que vinculará a unas células con otras y asegurará la estabilidad del conjunto es el amor, entendido como acto de voluntad, origen de la acción de cada una de las células, y no como pasión sufrida por ellas.
6. Unicidad. Sólo podrá existir un ser del quinto nivel.
7. Inmortalidad. El tiempo y el quinto nivel de la vida son incompatibles.
Terminaremos tratando de ver que todo esto no es una lucubración mental, que este ser es realmente posible y que, con otro nombre, la humanidad lo ha conocido desde hace algunos miles de años.
V Un poco de ciencia para todo el mundo de Claude Allégre
LA EVOLUCIÓN
No cabe duda de que la teoría de la evolución de las especies es la teoría científica más conocida:
«El hombre desciende del mono. Todos somos descendientes lejanos de la bacteria». También es la que ha provocado por doquier los debates más tumultuosos con las autoridades religiosas más diversas.
Y a la vez, es también la teoría epónima, el corazón, la espina dorsal, el marco general último de las ciencias del ser vivo.
El ADN aporta a esta teoría un elemento de prueba contundente. Porque todos los seres vivos, desde la bacteria hasta el elefante, desde el alga azul hasta la rosa, desde la limnobia hasta el hombre, todos llevan su patrimonio genético codificado en esos dobles trocitos de ADN. Es cierto que el ADN no tiene la misma longitud, los dobles trocitos (cromosomas) son más numerosos y complicados en el hombre que en la bacteria (el ADN del hombre posee 3.500 millones de nucleótidos, de «letras», organizados en 46 cromosomas, y el de la bacteria tiene dos millones de nucleótidos en un solo cromosoma), pero se trata siempre del ADN. Cuando se conoce la extraordinaria complejidad molecular que representa el ADN, cuando se observa la delicadeza y lo fabuloso de la maquinaria de precisión que demuestra ser es imposible imaginar que generaciones espontáneas de linajes diferentes, de secuencias de reacciones bioquímicas separadas hayan podido desembocar en una estructura común tan compleja y tan similar. Además, todo el cálculo de probabilidades, todo el trabajo de experimentación de los químicos acumulado desde hace dos siglos concluyen de forma idéntica: ¡es impensable que la naturaleza haya podido fabricar por separado a través de muchos procesos diferentes!
Así pues, a nivel molecular, es decir, a nivel fundamental, todos hemos salido del mismo molde básico, el ADN, creado de una sola vez, en un momento determinado en un solo lugar, hace ya mucho tiempo de eso…
El ADN es el denominador común, el guardián, el testigo, el símbolo, el arquitecto, el motor de lo que hoy en día sigue siendo el mayor misterio de la ciencia: la Vida, y es a la vez el más sólido argumento para esta teoría evidente en sus líneas generales y todavía desconocida en sus modalidades: la evolución.
Esta teoría' se atribuye generalmente a Darwin, pero nosotros la haremos remontar hasta Lamarck.
¿Cómo y hasta dónde se puede modificar el genoma para sanar, curar o prevenir? Ese es el programa de la nueva Medicina. Pero todo eso se apoya en el conocimiento que tenemos del ADN y de la Mecánica celular. La vida nos ofrece poco a poco la clave para poder comprender sus mecanismos. Pero (¿todavía?) no ha entregado SU secreto, el secreto que permitiría pasar de la materia a la vida, de lo inorgánico a lo orgánico, del mineral al ser vivo…
VI Consciencia de Federico Ortiz Quezada
CONCLUSIÓN
El hombre es un dios caído que recuerda los cielos.
ALPHONSE DE LAMARTINE
Hoy se acepta que el universo nació de una gran explosión producto de la energía condensada que no resistió tanto confinamiento. Algo dio de sí, tal vez un quanto, y todo estalló con una brillantez cegadora. De tal resplandor proviene la palabra dios que hace referencia al fulgor del sol que también era concebido como una deidad -de ahí también el término día-, Hoy puede señalarse que dios es energía, palabra griega que significa actividad, operación, fuerza, poder.
La propiedad más importante de la energía, o de dios, es que ésta se conserva, no desaparece con el tiempo aun cuando cambie de forma y se convierta en masa. En este sentido tienen razón los que sostienen la inmutabilidad de dios, su equívoco consiste en antropomorfizarlo y no percatarse de su permanente evolución. Por eso Nietzsche se preguntaba si "¿dios es un error del hombre o el hombre es un error de dios?". Así, la energía, que algunas personas llaman dios, nada tiene que ver con el del dios unipersonal y providente de las religiones. Se debe aceptar que la energía, el universo, la consciencia, son fenómenos trascendentes.
La evolución del universo es innegable, tuvo un principio y tendrá un fin. Antes de la aparición del universo no había nada porque no existía el tiempo, pues éste es una dimensión que trajo el cosmos.
Como resultado de este proceso surgió el planeta Tierra, lugar donde se dieron las condiciones adecuadas para el origen de la vida; se trata de circunstancias tan peculiares y azarosas que son exclusivas de nuestro planeta. Seguir buscando vida inteligente en otros planetas significa negar la evolución del universo y la vida como la conocemos. Por lo tanto, su búsqueda es inútil y obedece a una corriente ideológica, religiosa, sin bases científicas. El surgimiento de la vida en la Tierra representa un fenómeno de imposible reproducción en otra parte.
A este portento se añade la aparición del hombre, la cual fue calificada como milagrosa en la época que se carecía de información y conocimientos científicos. La única explicación posible se basaba en poderes sobrenaturales. Por esto, cuando se supo que guardamos una semejanza notable con los chimpancés, sentimos extrañeza, desilusión, más aún cuando se descubrió que la vida tiene un origen material. Hoy, la ciencia ha demostrado que somos producto de la evolución biológica que nos trasciende y continúa de tal suerte que parece que somos una transición hacia un ser humano más desarrollado. Por lo mismo, surge la pregunta: ¿qué nos hace humanos?
La respuesta a este interrogante fue abriéndose paso a partir de la modernidad cuando emergió el concepto consciencia; este fenómeno comenzó a estudiarse seriamente en el siglo XXI. Los filósofos y los científicos orientan investigaciones de la consciencia: los primeros se basan en la lógica y la introspección; los segundos en eventos físicos provenientes del cerebro. De tal manera que las indagaciones en torno al fenómeno consciente se resumen en los siguientes apartados: el físico, que la explica por mecanismos quánticos; el biológico, que la incorpora al funcionamiento cerebral; el social, que la entiende con base en la historia y la cultura; el antropológico, que la revela con base en la evolución; el literario, que a lo largo de la historia la ha descrito con precisión. Es evidente que diversas disciplinas -las de la mente humana- concurran en su análisis y elucidación. Todas ellas, desde su respectivo terreno, han aportado al esclarecimiento de lo que consideramos humano y la forma en que la consciencia brotó en el hombre.
Es importante señalar que la reflexión puramente filosófica se orientó a una descripción especulativa: la física no ha comprobado los mecanismos que supuestamente intervienen en la creación de la consciencia, y la literatura se ha contentado con describir lo humano. Por tal razón, en la actualidad lo más promisorio para conocer los mecanismos íntimos de la consciencia está en el terreno de las ciencias cognitivas y las neurociencias, las cuales investigan su base biológica sin separarla de la social cultural.
"La consciencia es un fenómeno natural que representa la cúspide de la evolución del sistema nervioso [… ] la psicopatología no es otra cosa que un conjunto de enfermedades de la consciencia".
La consciencia es un fenómeno trascendente que se desarrolló a través de diferentes especies y contribuye a la inmortalidad de lo humano: es una característica que nos define y evoluciona de acuerdo con nuestro conocimiento. En lo individual, podemos perfeccionarla en la medida de nuestras aspiraciones o podemos destruirla arruinamos nuestro cerebro. Cada ser humano tiene la opción de elegir. "Solamente hay un rincón en el universo que puedes mejorar", señaló Aldous Huxley, "y ése es tu consciencia".
La consciencia es una experiencia unificada en el tiempo y el espacio que nos enlaza con el resto del universo. "Si las puertas de la percepción se limpiaran, todo aparecería al hombre como es: infinito", nos dice Aldous Huxley en Las puertas de la percepción, "porque el hombre se ha cerrado en sí mismo y ve todo a través de los resquicios de su caverna"." Por ello, para conocer el mundo que nos rodea, es necesario que acrecentemos nuestra consciencia. Fenómeno humano que es una respuesta adaptativa para sobrevivir a un medio hostil que en la actualidad se manifiesta por las crisis económicas y sociales que atentan contra el individuo y la sociedad. Así, frente a la guerra, la pobreza, la enfermedad, la muerte y más calamidades, el ser humano desarrolla y acrecenta nuevas formas de consciencia para resolver sus problemas.
Un buen ejemplo de ello es la respuesta social a la epidemia de influenza AH 1 N 1 que azotó al mundo, a partir de Norteamérica, en abril 2009. Fui testigo de la manera como se organizaron los diferentes países, en particular la ciudad de México. En unas pocas horas, a partir del anuncio de la epidemia, las personas se aislaron, las multitudes se suspendieron, todos se cubrieron la boca, se acataron las medidas propuestas por la autoridad sanitaria, en síntesis, se recurrió a la ciencia y no a la religión, lo que demostró una toma de consciencia nueva respecto a una nueva enfermedad.
Consciencia que, según el relato bíblico, es al mismo tiempo nuestra bendición y maldición. Fortuna, porque gracias a ella advertimos el mundo; condena, porque al adquirirla nos volvimos mortales. Cuando Adán y Eva vivían en el paraíso eran seres inconscientes, no se percataban de la desnudez en que habitaban. Fue entonces cuando se acercó la serpiente y les dijo: "¿Es cierto que Dios les ha dicho:
No coman de ninguno de los árboles del jardín? La mujer respondió: Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín, menos del fruto del árbol que está en medio del jardín, pues Dios nos ha dicho: No coman de él, ni lo toquen siquiera, porque si lo hacen morirán".
"La serpiente replicó: De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como dioses y conocerán el bien del mal". La narración bíblica cuenta que hombre y mujer se vuelven conscientes de sí y dios al percatarse de ello, encolerizado, los maldice. Al final en un acto de aceptación, pues no pudo evitar lo sucedido, exclama apesadumbrado: "He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, pues se hizo juez de lo que es bueno y malo. No vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida. Pues al comer de este árbol viviría para siempre". Todos sabemos el resto: el hombre fue expulsado del paraíso.
Mediante ese acto de desobediencia el ser humano tomó consciencia y se autoconstruyo convirtiéndose en dios de sí mismo. Como consecuencia se volvió mortal. Es la consciencia lo que nos ha hecho humanos al mismo tiempo que mortales. Pero … valió la pena escuchar a la serpiente pues, a fin de cuentas, ¿quién quiere ser inmortal?
Literatura involucrada:
1. Agustín Estrada, Versión del Popol Vuh.
2. Albert Einstein y otros, La teoría de la relatividad
3. Albert Einstein, Sobre la teoría de la relatividad y otras aportaciones científicas.
4. Anónimos, La Biblia
5. Arthur C. Clarke & Frederik Pohl, El Ultimo Teorema
6. Bernard Haish, La teoría de Dios.
7. Carl Sagan, La conexión cósmica.
8. Carl Sagan, NOVELA Contacto
9. Carlos Ruiz Mejía, Trampas de luz.
10. Claude Allégre, Un poco de ciencia para todo el mundo
11. Charles Darwin, El origen del hombre.
12. David Richo, El poder de la coincidencia.
13. Federico Ortiz Quezada, Consciencia, Del origen del universo a la aparición del hombre
14. Francisco J. Rubia, La conexión divina
15. Frank Wilczek, La ligereza del ser.
16. Friedrich Wilhelm Nietzsche, El anticristo.
17. Gottfried Wilhelm Leibniz, Monadologia.
18. Guillermo Sahagún; Salvador Cruz Jiménez; Jorge Flores Valdés, Una ojeada a la materia.
19. Hermann Hesse, Siddharatha.
20. James S. Trefil, De los átomos a los quarks.
21. Jorge Lira, La percepción remota: nuestros ojos desde el espacio.
22. José Rodrigues dos Santos, NOVELA, El enigma de Einstein.
23. Manuel Alfonseca, El quinto nivel de la evolucion
24. Mario Livio, ¿Es Dios un matemático?
25. Noê Alva, Fuera de la cabeza
26. Paul Davies, El quinto milagro.
27. Paul Davies, Otros mundos.
28. Ramón María Nogés Cerebro y Trascendencia.
29. Roger Penrose, El camino a la realidad.
30. Shahen Hacyan, Los hoyos negros y la curvatura del espacio- tiempo
31. Stephen W. Hawking, Agujeros negros y pequeños universos.
32. Stephen W. Hawking, Historia del tiempo del big bang a los agujeros negros.
Autor:
Cesar Humberto Valdez Chapa
2014
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