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La escritura


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Desarrollo de la escritura
  3. Evolución de la escritura
  4. Neurobiopsicología de la escritura
  5. La enseñanza y aprendizaje de la escritura
  6. Plan de estudios para el aprendizaje de la lengua escrita
  7. Bibliografía

Introducción

"Mientras a los seres humanos les bastó la destreza práctica, mientras su acervo conceptual fue limitado y mientras la memoria podía reconstruir un saber u otro producto cultural cualquiera, la lengua oral fue suficiente… Pero, cuando la memoria no alcanzo; cuando la profundización de los conceptos o del trabajo cultural produjo sistemas complejos y extensos cuando se necesito hacer efectiva la universal comunicabilidad de la experiencia y la razón válidas, la humanidad se vio en la necesidad de superar radicalmente la fugacidad del contexto inmediato, propias del lenguaje oral… Gracias a la escritura, se puede: trascender las condiciones inmediatas; prefigurar y modificar la acción; evitar que la discusión racional comience cada vez de cero; proseguir, más allá de las generaciones, discusiones abiertas; ir decantando el conocimiento; facilitar, tanto el cuestionamiento, como la universalización de las condiciones de validez, rectitud y sinceridad de lo que se dice; construir una identidad cultural menos deleble."[1]

El desarrollo de la escritura ha constituido un salto en el desarrollo cultural de los seres humanos, como en su desarrollo psicológico. Su aparición, marca el fin de la prehistoria y con ella se empieza a escribir la historia de la humanidad. Igualmente, su aparición en el desarrollo del niño, marca el inicio del desarrollo psicológico del niño a niveles superiores.

El presente trabajo tiene como propósito evidenciar la manera como la humanidad alcanzo el desarrollo de la escritura, para luego pasar a desentrañar los procesos neuropsicobiológicos que intervienen en ella, permitiendo esbozar el proceso de desarrollo en el niño de los procesos que intervienen en la adquisición de la escritura, recalcando el desarrollo de la escritura como un lenguaje escrito.

Posteriormente, se establecerán conclusiones que permitan plantear las necesidades y principios que fundamenten la creación de una propuesta metodológica para la enseñanza de la lengua escrita, la cual se esboza en una propuesta de plan de estudios.

La elaboración del presente trabajo, partió de una amplia recopilación bibliográfica, de la cual se privilegio aquella que a través de sus investigaciones y experimentaciones permitían establecer conclusiones, mucho más sólidas, en camino de explicar los diferentes sistemas y procesos que intervienen en el proceso de la escritura. Así como, el de poder mostrar una secuencia de desarrollo de la lengua escrita, que aunque no está fundamentada desde una sola postura teórica, sí pretendió respetar una linealidad teórica que se encuentra acorde con las leyes del desarrollo de los procesos psicológicos superiores.

Desarrollo de la escritura

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Hace 50.000 años, aproximadamente, que aparecieron sobre la faz de la tierra los primeros "homo sapiens", y tan solo 30.000 años después se tiene indicio de la aparición de la primera manifestación que se podría denominar precursora de la escritura: El dibujo.

El hombre prehistórico dio un gran paso en el desarrollo de sus capacidades intelectuales al empezar a representar de manera figurativa su mundo. La imagen que cada individuo hacia de su realidad empezó a tomar formas a través de figuras que eran reconocidas por los otros. La imagen llego a ser independiente de su autor, generando con sigo un medio de comunicación que le permitió transmitir sus pensamientos, a la ves que inmortalizarse.

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Tanto en Europa como en África se han encontrado en cuevas y rocas las pruebas de esas manifestaciones humanas, que han sido catalogadas como obras artísticas, pues, en algunos casos, eran realizadas con esplendorosos colores. Sin embargo, es preciso preguntarse hasta qué punto estos "dibujos" del hombre prehistórico constituyeron una creación artística, o por el contrario, constituyeron un medio a través del cual expresar pensamientos a otros seres, utilizando formas gráficas, con una intención fundamentalmente comunicativa.

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El paso del dibujo a la escritura propiamente dicha, se dio 15.000 años después, en el Asía occidental, cuando apareció por vez primera un tipo de escritura que aunque conservaba los vestigios figurativos del dibujo, dio un salto al determinarle un signo gráfico a cada palabra, dando así origen a la escritura ideográfica. Se sabe que la primera cultura que llego a este importante descubrimiento fue la Sumeria, aunque los Egipcios no le llevaban gran distancia.

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"Y aparecieron los Sumerios, aportando a la cultura humana el segundo invento genial que consistió en añadirle símbolos a los símbolos verbales. En una palabra inventaron símbolos de los símbolos, o sea, "símbolos al cuadrado". Simbolizaron (hoy se prefería la menos conocida expresión: semiotizaron) los símbolos verbales. Semiotizadas las palabras mediante la escritura, la comunicación se emancipó de su triple camisa de fuerza. A partir de aquel momento la comunicación escrita podía ser indirecta, mediata y transpersonal.

…Con anterioridad a la escritura, la comunicación oral al crear las palabras dichas, no escritas, había superado la subjetividad inherente y característica del pensamiento humano. Ahora los sumerios, y seguramente a la vez los egipcios, lograban una segunda meta evolutiva en el ascenso del hombre, con repercusiones poderosísimas: fijar en tablillas, por toda la eternidad, los pensamientos."[2]

Por esta razón, muy seguramente, los sumerios le dieron carácter de "Regalo de los Dioses" a la invención de la escritura.

Los primeros 1.500 años de la escritura constituyen, como ha mostrado Jack Goody[3]un claro ejemplo de la relación que existe entre los usos sociales de la escritura y el desarrollo de unas habilidades cognitivas determinadas. La enseñanza de la escritura era restringida a un pequeño grupo de personas que la ejercían como una profesión. Además, fue utilizada con fines estrictamente utilitarios, de índole económica, comercial y fiscal. La casi totalidad de los textos conservados son listas de objetos, nombres y cosas (listas onomásticas, listas lexicales, listas escolares, listas de acontecimientos,…). Este uso implicó el desarrollo de actividades cognitivas tales como la comparación, la observación, el análisis de la realidad (ciencia positiva), de las palabras (lingüística) y de los acontecimientos (historia). Desarrolló, también, la conciencia del carácter visual y espacial de la escritura, así como de sus potencialidades para ubicar la realidad percibida en un espacio bidimensional creando, a la vez, otra realidad que, por su permanencia, desplazaba a la anterior. Amplió las posibilidades de dirigir la atención e intencionalidad, las capacidades de la memoria, así como los procesos de representación mental en la medida en que las palabras adquirieron forma gráfica. Las listas lexicales bien pudieron ser, además, una de las causas del origen de las escrituras silábicas a partir de las cuales nacería el alfabeto.

Así pues, es claro que desde el momento en que los seres humanos empezaron a fijar sus pensamientos en tablillas,* utilizando el lenguaje escrito, este ha seguido un largo proceso de desarrollo evolutivo.

En un principio a cada palabra, le correspondía un signo gráfico, lo que hacia de la escritura un proceso dispendioso y poco económico (tal es así, que se constituyo en un oficio: el de escriba, tutelado por las clases privilegiadas de la sociedad). 2.500 años, aproximadamente, tuvieron que pasar para que el ser humano diera el salto a la escritura silábica. Este nuevo descubrimiento, permitió darle un nuevo sentido a los signos. Dejaron de representar cada signo una palabra para ahora representar el sonido fonético que las componían, permitiendo simplificar el numero de signos utilizados, ya que unos mismos símbolos servían para escribir diferentes palabras.

Como ya se indico anteriormente este paso significó un importante salto en el proceso de evolución de la escritura, llevo a los seres humanos a desarrollar a un nivel mucho más alto sus funciones psicológicas, permitiendo nuevos procesos de representación metal y abstracción, que se incrementaron aún más cuando dio un nuevo salto a la escritura consonántica, proceso que se dio aproximadamente unos 2.000 años después.

Este cambio no siguió un desarrollo lineal, de una forma a otra; sino que le precedían periodos en los que se combinaban mutuamente las diferentes formas (razón por la cual el desciframiento de los escritos antiguos se ha constituido en una gran proeza). Vale la pena analizar brevemente el desarrollo de la escritura Egipcia para ejemplificar este proceso:

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Estos jeroglíficos, como grafía de las palabras, se encuentran todavía en una etapa de escritura puramente ideográfica. El signo que era ideograma, se convirtió en signo silábico.

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Como en el Egipcio no se escribían las vocales y muchas palabras egipcias no tenían más que una consonante, como por ejemplo ke, la altura; ro, la boca; sche, más y ta, el pan, por lo que se escribían con un solo signo fonético, que se fue generalizando cada vez más hasta que esos signos empezaron a representar sonidos consonánticos, dando paso a la constitución del alfabeto, que constaba de 24 letras aproximadamente. Así:

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Se sabe que los griegos siguieron un proceso similar en la invención de su alfabeto, con la diferencia que ellos inventaron las vocales.

La siguiente tabla, representa, a manera de síntesis, la línea de evolución que han seguido los distintos tipos de escritura que se conocen. No se profundizará en cada uno de ellos ya que la intención era ejemplificar brevemente el proceso de evolución de la escritura, partiendo de uno de sus hitos. Pero, cabe decir, que el desarrollo de los diferentes tipos de escritura ha seguido, en la generalidad, procesos similares; aunque en la particularidad, se hallen grandes diferenciaciones. Pero entrar en estos detalles sería motivo de una investigación profunda y no corresponde al motivo del presente trabajo.

Evolución de la escritura

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Tabla 1. Evolución de la escritura

Neurobiopsicología de la escritura

2.1. BASES NEUROFISIOLÓGICAS DE LA ESCRITURA

Para comprender los mecanismos de la escritura es indispensable conocer el funcionamiento cerebral.

Escribir es, ante todo – se sobreentiende -, la ejecución de un gesto y cualquier gesto, por peculiar que sea, sólo es el resultado de la puesta en marcha de determinadas regiones cerebrales en las cuales se conciben y controlan los movimientos. En esta compleja actividad cerebral millones de neuronas, agrupadas en circuitos especializados, trabajan de forma coordinada para lograr el acto motor.

No obstante, escribir no se limita a un movimiento efectuado por la mano. Dicho movimiento ha de prepararse, programarse, elaborarse y controlarse con mayor o menor grado de conciencia y de voluntad para que se corresponda de forma óptima con las exigencias del momento, deseo o necesidad de escribir. Esta programación también es el resultado de un trabajo cerebral especifico cuya responsabilidad corre a cargo de otras regiones cerebrales.

Escribir es, en definitiva, una ejecución individual y singular de la personalidad. Probablemente este componente está representado por las estructuras sepultadas en las profundidades de las circunvoluciones cerebrales, y posiblemente en las más arcaicas, donde nacen las emociones, motivaciones, alegrías, aflicciones y también neurosis.

Se escribe lo que se piensa, lo que se siente, lo que se imagina, lo que se oye, lo que se ve y lo que se dice con la mano derecha, pero también con la mano izquierda y, ¿por qué no?, con el pie o la boca. En realidad, el momento más especifico de la escritura, que es la producción de un mensaje comprensible para la visión, no se limitaría a la realización material de un grafema. Este es la codificación de una idea, sonido o sensación que se lleva a cabo a un nivel elemental, denominándose fonológico o bien elaborado, denomínese léxico o semántico, pasando por la comprensión.

Tres componentes principales citados previamente: concepción y planificación del modelo gráfico, ejecución del gesto de la escritura y el componente conductual, que probablemente desempeña un papel en la morfología de la escritura.

El modelo grafico es el resultado del mensaje que ha de transcribirse. Procede del individuo, nace de su imaginación, pensamiento o memoria o bien procede del entorno y, en este caso, se percibe a través de la visión, audición u otros canales sensoriales. Por consiguiente, la llegada de este mensaje supone la participación de diversas áreas cerebrales, unas que perciben y registran el mensaje y otras que garantizan su codificación y descodificación, si se trata – y no siempre es así – de un mensaje significativo. En este momento se concibe – y esta es la fase más enigmática – el mensaje grafico. Determinadas áreas del lóbulo parietal, especializadas en el tratamiento del lenguaje escrito, participan en el proceso de la transcodificación, probablemente gracias a una serie de propiedades específicas, pero también, sin duda gracias a relaciones estrechas con las estructuras responsables de los procesos de aprendizaje, entre los que se incluye el de la escritura. El modelo grafico, una vez concebido, se concretará gracias a la intervención de dos regiones cerebrales: una cortical, el área motora suplementaria que representa una autentica interfase entre el cerebro emocional y el cerebro motor, y otra área subcortical que integra los núcleos grises centrales y el cerebelo, y desempeña un papel regulador y modulador del movimiento. Esta fase representa, pues, el inicio en el cual el área motora suplementaria desempeña el papel primordial, seguida de una preprogramación del gesto en la que intervienen los núcleos grises centrales del cerebelo y, por último, la ejecución que requiere al mismo tiempo un control del tono y de la postura, una activación regulada por la modulación retroactiva. El resultado, es decir, el trazado de la escritura, varía según los individuos y probablemente esta conducta grafica está influida por las motivaciones, humor y afectividad.

Este desglose en fases sucesivas no debe hacernos olvidar dos conceptos: una extrema rapidez, en algunas décimas de segundo, durante las cuales convergen actividades procedentes de las regiones más alejadas del cerebro y la intervención sucesiva y breve de grupos de millones de neuronas en conexión recíproca, cuyo estado funcional se modifica súbitamente. Esta complejidad explica que, al igual que desarmar un televisor no basta para comprender las informaciones que transmite, limitar los procesos de la escritura a la anatomía del encéfalo no conduce a comprender estos mecanismos, cuya explicación en la actualidad sólo podemos esbozar.

Escribimos lo que oímos, vemos, sentimos, recordamos, pensamos o imaginamos, es decir, informaciones, mensajes, sensaciones o impresiones que transcribiremos en un papel. Tomemos el ejemplo de un mensaje auditivo: lo que oímos y lo que decimos ilustran lo que podríamos denominar el primer tiempo de la escritura, es decir, la percepción y comprensión por parte del cerebro del mensaje destinado a ser escrito. Incluso esta primera etapa es extraordinariamente compleja.

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La corteza cerebral auditiva primaria (fig.1 [1]), situada en la parte superior de la primera circunvolución temporal de los hemisferios derecho e izquierdo, recibe las informaciones auditivas que proceden de ambos oídos. De este modo se garantiza la localización espacial de los sonidos. Después, una zona de la corteza temporal asociativa especifica (fig. 1 [2]), situada en el lado izquierdo por detrás del área auditiva primaria y denominada área de Wernicke, cuya función predominante es el lenguaje – trata el material verbal. El esquema es idéntico para los mensajes visuales (fig. 2) transmitidos por ambos ojos hasta las áreas visuales primarias de la corteza occipital (fig. 2 [4]), denominadas áreas estriadas. De manera secundaria, las áreas visuales asociativas especificas, denominadas áreas periestriadas (fig. 2 [5]) tratan estas informaciones visuales y las integran. Por consiguiente, en esta primera, etapa sea cual fuere el mensaje, se percibe y, después, se descodifica.

La etapa siguiente, con mucha diferencia la más compleja y la más difícil de descomponer, tiene lugar esencialmente en dos regiones de la corteza asociativa, en esta ocasión inespecífica y multimodal, que ocupan la encrucijada temporoparietooccipital izquierda (fig. 1): circunvolución angular (fig. 1 [3]) o área 39, antiguamente denominada pliegue curvo, y circunvolución supramarginal (fig. 1 [4]) o área 40. Los procesos integradores de transcodificación, el paso enigmático de los mensajes percibidos – los fonemas, para proseguir con el ejemplo de los mensajes auditivos – a las informaciones escritas que se emitirán y se convertirán en grafemas, se desarrollan básicamente en estas regiones. En estas zonas es probable que se encuentre la representación iconográfica de las letras y de las palabras, la concepción y la idea del gesto grafico, en ocasiones denominada gestema.

Múltiples regiones cerebrales interfieren con estas zonas y aportan informaciones sensoriales y el trazado mnésico de las letras y palabras. El recuerdo de las mismas se almacena en la corteza sensorial asociativa y el hipocampo asegura su mantenimiento (fig. 2 [1]), la corteza frontal, su selección (fig. 2 [2]) y circunvolución cingular, su recuerdo (fig. 2 [3]). Cada uno de estos dos hemisferios interviene en la elaboración de lo que constituirá el gesto gráfico. Del hemisferio izquierdo proceden los elementos de carácter verbal y del derecho, los elementos de carácter espacial y una especie de visión global, semántica, de la palabra escrita.

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Así pues, estas etapas rudimentarias, cuya finalidad es la instauración de un modelo grafico, se desarrollan esencialmente en la parte posterior del cerebro, denominada cerebro instrumental, retrorrolándico, porque se encuentra situado por detrás de la cisura de Rolando.

A partir de ese momento se produce una transferencia de informaciones desde las áreas parietotemporales asociativas. La vía más elemental y la primera que se describió es el fascículo arqueado (fig. 1), que se origina en el área de Wernicke y conduce las informaciones verbales por la corteza motora frontal asociativa, cuya región más conocida es el área de Broca (fig. 1 [6]) que determina la articulación de las palabras habladas. Por un mecanismo en cierto modo inverso al realizado por la corteza sensorial, el mensaje se transmite a la corteza motora primaria (fig. 1 [7]) para concretar el movimiento.

No obstante, el gesto grafico es un movimiento muy diferenciado que, para una ejecución correcta, necesariamente debe ser iniciado y, depuse, programado. El inicio, cuyo punto de partida es el mensaje nacido en las áreas asociativas apriétales, depende sobre todo de las áreas motoras suplementarias (fig. 2 [6]) derecha e izquierda, responsables de la intención del movimiento.

La corteza central premotora (fig. 1 [9]) por una parte, estabiliza los músculos de la raíz de la extremidad superior para permitir la sujeción de un lápiz o pluma y por otra, organiza la armonía del movimiento. Pero de manera especial en este estadio, la programación del movimiento se produce según una serie de circuitos complejos que pasan por el tálamo y llegan hasta la corteza motora primaria (fig. 3). Parte de estos circuitos solicitan información sobre la duración del movimiento al cerebelo (fig. 3 [1]). Otros solicitan información sobre la intensidad de la activación muscular a los núcleos grises centrales (fig. 3 [2]); estriado, pálido y sustancia negra. A partir de ese momento, la corteza motora primaria, organizada en columnas motoras, es capaz de dar a las neuronas motoras de la médula espinal (fig. 3 [4]) la orden de contracción completamente preprogramada de los músculos de la mano. La corteza recibe constantemente información del estado de ejecución del gesto gracias a las aferencias procedentes de los músculos mientras que un control visual evita y corrige secundariamente los posibles errores. A través del cuerpo calloso (fig. 3 [5]), una comisura interhemisférica, la mano derecha y la mano izquierda son capaces de escribir gracias a la transmisión hasta el hemisferio derecho del concepto del gesto de escribir del hemisferio izquierdo. Teniendo en cuenta la decusación, es decir, el entrecruzamiento de las vías motoras, la escritura de la mano derecha está dirigida por la corteza motora del lado izquierdo y viceversa.

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En conjunto, la realización concreta del gesto grafico se efectúa esencialmente mediante la actividad del cerebro frontal, programador, a la que contribuyen los núcleos grises centrales y el cerebelo.

Es indispensable recordar el papel del cerebro denominado límbico y, en especial, del área cingular (fig. 2 [3]). Relacionado con las conductas emocionales, afectividad y motivaciones y con múltiples conexiones, sobre todo con las áreas asociativas, el cerebro límbico probablemente interviene en la propia ejecución del trazado grafico. Así mismo, la dimensión de activación general, inespecífica, depende del sistema reticular, activador, ascendente, del locus cueruleus y de los núcleos intralaminares del tálamo (fig. 3 [3]).

2.1.1. Programación de la escritura. El término poco preciso de programación es, sin duda, mucho más adecuado para el sistema lateral que para la AMS, cuyo papel está más relacionado con el inicio y la decisión del acto que con su programación en el sentido de la selección de los mecanismos elementales necesarios para ejecutarlo.

A partir de este esquema podemos tratar de imaginar el papel respectivo de cada uno de estos dos sistemas en la realización de la escritura. Los estudios de registros unitarios de neuronas y los del flujo sanguíneo cerebral han puesto de manifiesto que la AMS se activa de forma precoz, mucho antes que el propio movimiento. Por otra parte, parece ser que la AMS inicia su actividad antes que el sistema premotor lateral, lo que sugiere una cierta jerarquía en este sistema, siendo la AMS precursora de la activación de la conjugación sistema lateral – corteza motora primaria, la cual mediante sus proyecciones contralaterales y distales será responsable de la programación de la actividad motora especifica de escritura a medida que se desarrolle. Sin embargo, todo hace pensar que este papel de inicio y desencadenamiento da paso rápidamente a una actividad más automática, de rutina.

Así pues, se puede considerar que durante la escritura, una vez que se ha desencadenado el movimiento, según las necesidades de orden "interno", transportadas por la AMS, y las limitaciones de orden "externo" (p, ej., posición de la hoja y la pluma), transmitidas al sistema premotor lateral, inician su acción una serie de bucles corticosubcorticales en forma de oscilaciones continuas que modulan permanentemente los mensajes motores y sensoriales aplicados al desarrollo del movimiento.

La participación respectiva de las regiones corticales y subcorticales de este sistema varia permanentemente según el carácter rutinario o no del acto en curso. Por ejemplo, durante la escritura de un texto dictado, participan sobre todo las áreas denominadas premotoras; después, un cierto grado de automatización del acto parece permitir que el sistema se base en gran parte en componentes subcorticales hasta el momento en que se produce una interrupción del carácter rutinario del acto, por ejemplo, por la aparición de una dificultad de tipo ortográfico o relacionada con un acontecimiento externo perturbador. En estas circunstancias, de nuevo el sistema recurre sobre todo a los componentes corticales de este bucle. así mismo, es probable que, en el niño, durante el aprendizaje de la escritura, estos bucles no sean completamente funcionales y el sistema se base en mayor grado en el funcionamiento cortical. El aprendizaje de la escritura tendría una base anatómico funcional verosímil que explicaría sobre todo que, entre los actos motores, el de la escritura es probable que sea el más complejo, el de adquisición más prolongada y, al mismo tiempo, especialmente establecido a partir del momento en que se ha logrado un determinado grado de habilidad.

Esto conduce a restablecer en la secuencia de acontecimientos el papel esencial de la corteza parietal posterior izquierda, en la que se elabora el esquema espaciotemporal del movimiento. Esta región es la región de almacenamiento de los engramas motores que codifican los movimientos de la escritura, adquiridos gracias a los recuerdos del aprendizaje motor.

De este modo, el funcionamiento del primer sistema, el sistema corticoespinal, puede reducirse al siguiente encadenamiento: esquema espaciotemporal de la escritura en la corteza parietal posterior izquierda, selección e inicio de la respuesta motora en las áreas motoras suplementarias derecha e izquierda, harmonización del gesto en la corteza premotora, ejecución por parte del área motora primaria y orden a los músculos por medio de las motoneuronas.

El segundo sistema que interviene en la organización del movimiento es el cerebelo, integrado en un sistema corticotalamocortical que también contribuye al aprendizaje motor. El cerebelo interviene fundamentalmente en la duración del movimiento. Para ser más exactos, la corteza cerebelosa lateral interviene en la preprogramación determinando la duración de la contracción de los antagonistas. Es posible que la corteza intermedia intervenga también en la regulación de esta cronología y, así mismo, en la estabilización postural. Por otra parte, el aprendizaje de la escritura – como cualquier aprendizaje motor – depende del cerebelo. Gracias a la mejoría de la eficacia de sus circuitos, se constituye una autentica « memoria motora » del cerebelo. La oliva inferior desempeñaría un importante papel de detector de errores en esta automatización progresiva. La oliva inferior compararía el programa motor de la médula espinal con el movimiento en curso de ejecución. En caso de error, transmitirá un mensaje corrector a la corteza cerebelosa.

El tercer sistema incluye los núcleos grises centrales y, básicamente, el núcleo estriado, que interviene, sobre todo, en la intensidad de la activación muscular.

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Automatización del movimiento

Informado de la selección del programa motor por la corteza, el estriado desempeña una acción de desinhibición GABAérgica de los circuitos premotores y de inhibición de los circuitos no relacionados. Se incluye en un circuito corticoestriopalidotalamocortical. De este modo, las informaciones (o preguntas) procedentes de la corteza se tratan en los núcleos basales y se transmiten de nuevo a la corteza motora. Otros circuitos de acción colinérgica, GABAérgica y, sobre todo, dopaminérgica se añaden a este bucle principal. Las fibras dopaminérgicas utilizan esencialmente la vía nigroestriada, modulan la actividad del estriado y garantizan la selectividad de las informaciones proporcionadas por el estriado, que puede modificar el programa motor.

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Programación del movimiento.

El núcleo ventrolateral del tálamo, después de haber recibido las aferencias estriadas GABAérgicas desinhibidoras, tiene un efecto activador difuso sobre la corteza motora. De este modo, se activan las columnas motoras corticales seleccionadas.

En definitiva, la programación se esquematiza en términos tanto de anatomía como de informática con una sucesión de acontecimientos modulares. La planificación se lleva a cabo en la corteza motora no primaria, los ganglios basales programan la intensidad de la contracción muscular y la corteza parietal posiblemente interviene en la secuencia de actividades musculares, mientras que el cerebelo programa la duración y estabilización de las articulaciones proximales.

2.2. BASES NEUROPSICOLÓGICAS DE LA ESCRITURA

2.2.1. Control visomanual de la escritura. Durante mucho tiempo se consideró que el control visual era un retrocontrol de detección de los errores. En la actualidad, se considera que es un control proactivo que prepara el movimiento y evita los errores antes que corregirlos. En realidad, un retrocontrol que influyera en la ejecución del movimiento representaría una duración demasiado prolongada que intervendría demasiado tarde. El control visual interactúa con la información propioceptiva que, en sí misma, es insuficiente para codificación correcta de la posición de la mano. Para ser más precisos, el tiempo inicial, rápido, de la trayectoria de la mano está controlado por el campo visual periférico, mientras que la fase terminal, lenta, depende del campo central, foveal.

De este modo, el control visual constituye una contribución que regula la adaptación fina de la escritura mediante un componente en ocasiones denominado – según la expresión de J. Paillard – «topocinético», determinado por el espacio, es decir, que requiere una orientación en un espacio determinado: la hoja de papel. La visión debe controlar el margen, la horizontabilidad de las líneas, los espacios entre palabras y entre líneas, la colocación precisa de los puntos sobre las íes, las barras de las tes, los acentos que, según el idioma que se emplee, serán agudos, graves o circunflejos, y, así mismo, las diéresis. Un determinado automatismo modera la importancia del control visual en el individuo entrenado, pero este control es indispensable en el niño durante el aprendizaje. Por otra parte, se ejerce sobre todo en el movimiento sacadito que representa el regreso a la línea.

La pérdida de este control se demuestra especialmente en los individuos de edad muy avanzada, cuando la producción de la desorganización de la escritura se asocia con déficit multisensoriales. La pérdida de control visual origina una auténtica disgrafía espacial: orientación chocante de las líneas, márgenes festoneados y errores en la colocación de los signos de puntuación y de los acentos.

Otra modalidad de control visual elemental y topocinético se relaciona con el tamaño de la escritura que puede adaptarse en el curso de la ejecución, por ejemplo, según la dimensión de la hoja de papel. De todas formas, este control no es únicamente voluntario. Puede ser automático e inconscientemente y con anticipación para subir a la acera contraria, las dimensiones de la escritura se reducen y se adaptan también de manera inconsciente para inscribir todo el mensaje en la línea o en la página que termina. Esto constituye un factor central más complejo que un simple bucle manovisuomanual y requiere una preprogramación.

En realidad, la estrategia de la escritura está determinada por dos sistemas de referencia: uno que depende de un sistema interno y otro que depende del entorno. Para el sistema que depende del entorno, los puntos de referencia externos, es decir, topocinéticos; como la dimensión de la hoja y la posición del lápiz o pluma, guían los movimientos de la mano y de los dedos en la producción de la escritura. Indudablemente, un mismo individuo utiliza ambas estrategias a pesar de que a menudo se prefiere una estrategia dominante lo que divide a los individuos en «dependientes o independientes del campo visual», es decir, individuos que se sirven de la referencia visual o no la utilizan.

Esta estrategia visuomanual topocinética podría reducirse a un circuito elemental voluntario, aferencia visual: orden motora primaria. Sin embargo, sería una separación artificial y reduccionista porque las operaciones de enfoque visuomanual dependen estrechamente del control del movimiento en curso.

El componente morfocinético, según la distinción adoptada por J. Paillard, es la codificación central de la trayectoria espacial que transfiere a la mano o a otros segmentos motores, como el hombro o el pie, el esquema de las oscilaciones necesarias de la escritura. En estos casos no es necesario un retrocontrol. La parte automática del gesto se evalúa con la adición de una actividad suplementaria de la atención (recuento, repetición) que de forma manifiesta origina errores morfocinéticos, como la forma o secuencia de las letras, pero no influye en la topocinesia, es decir, en la orientación de las líneas y las barras de la tes, que, por el contrario, se modifican en ausencia de control visual.

2.2.2. Escritura y memoria: dos actividades indisociables. A pesar del rechazo del concepto de memoria de los movimientos de la mano que escribe las palabras o de un centro visual que recuerda la imagen de la palabra, parece evidente la existencia de relaciones entre escritura y memoria.

Platón ya tuvo en cuenta dichas relaciones cuando en fedra describe el dialogo entre el dios egipcio Thoth, el inventor de la escritura para los antiguos, y el rey de Egipto: « La enseñanza de la escritura, oh Rey, – dice Thoth -, enriquecerá la ciencia y la memoria de los egipcios, porque he encontrado el remedio del olvido y la ignorancia ». El rey respondió: « Ingenioso Thot, padre de la escritura, le atribuyes benévolamente una eficacia contraria de la que la escritura es capaz, porque producirá el olvido en las almas al despreocuparse de la memoria ». Sin memoria no sabríamos escribir. Sin embargo, las relaciones entre escritura y memoria – por evidentes que parezcan de antemano – son sutiles. Por una parte, una serie de estructuras que intervienen en las funciones mnésicas participan en una cierta medida en la ejecución de la escritura. Por otra parte, el acto de escribir está más o menos íntimamente relacionado con diversas formas de memoria. En la actualidad, las tendencias neuropsicológicas multiplican las formas de memoria: no existe una memoria, sino una multitud de memorias. En el ejemplo concreto de la redacción de una carta, la memoria ultracorta, sensorial, garantiza el alineamiento y la continuidad de las letras, palabras y frases. De un modo secundario, la memoria de trabajo, a corto plazo, registra las ideas que acaban de transcribirse y garantiza la coherencia de la continuidad del texto. Por último, la memoria a largo plazo reproduce las palabras y su ortografía y permite tanto la utilización del vocabulario como la escritura del mensaje a transmitir.

Así pues, para la ejecución del mensaje grafico son necesarias una memoria icónica, la memorización y la utilización de trazados almacenados, es decir, los principales estadios de la función mnésica. Sin duda, es artificial – pero también evidente – señalar que la escritura recurre a la mayor parte de memorias de las formas. Al mismo tiempo que la memoria declarativa influye en el fondo, la memoria procesal influye en la forma. La memoria semántica transmite conceptos, palabras y saber, mientras que la memoria episódica contribuye a la parte personal del mensaje, el modo como se ha vivido el acontecimiento. El contenido de la narración escrita es una descripción ora visual, por ejemplo una ciudad, ora contextual, afectiva, de un acontecimiento personal que ha tenido lugar en dicha ciudad. El concepto del modelo grafico también requiere la intervención de los procesos mnésicos. El aprendizaje recurre a la memoria procesal más o menos automática que permite saber cómo y conlleva la adquisición inconsciente de una habilidad sensitivomotora, inversa esquemáticamente, a saber, el qué de la memoria declarativa: la realización del gesto grafico. Este último aspecto requiere al mismo tiempo la intervención de la memoria inconsciente del movimiento en curso – por ejemplo, se sabe que la memoria motora del cerebelo desempeña un papel tanto en el aprendizaje como en el automatismo de la escritura – y de una memoria prospectiva o intencional del futuro próximo. Esta enumeración, que podría prolongarse indefinidamente, demuestra que la escritura extrae sus elementos de la memoria y no puede ejecutarse sin el recuerdo del código gráfico ni del movimiento necesario para su ejecución.

No obstante, tampoco podemos concluir que escritura y memoria son indisociables. Un amnésico es completamente capaz de escribir. Sin duda, solo está afectado el sector gráfico correspondiente al deterioro mnésico. así, por ejemplo, en una enfermedad de Alzheimer incipiente, la alteración de la memoria no permite redactar una autobiografía. Mas tarde, se añade la pérdida del vocabulario, asociada con paragrafías y otros déficit cognitivos, que progresivamente modificarán la escritura, a la que deja de proporcionársele material. Por el contrario, un paciente portador de un ictus amnésico – que suprime temporalmente sus capacidades de adquisición – se caracteriza por una escritura normal, salvo si se le pide que describa por escrito los acontecimientos ocurridos después del inicio de su enfermedad. así mismo, en el curso del síndrome de Korsakoff o de una amnesia hipocampal, el grafismo es normal y solo se observa afectación del contenido de la narración. Estas observaciones son interesantes, ya que indican que, en las relaciones entre memoria y escritura, es necesario distinguir entre memoria instrumental y memoria semántica, cuyas alteraciones recíprocas dependen de mecanismos basados en la disfunción de estructuras diferentes y que tienen consecuencias distintas en la escritura.

Los circuitos anatómicos que intervienen en la función mnésica participan hasta el mismo grado en la provisión de datos necesarios para la escritura. Aunque se considere su almacenamiento en términos bioquímicos (indicios de síntesis proteicas múltiples, acumulación de proteínas específicas y multiplicaciones morfológicas del número de sinapsis y de receptores postsinápticos) o en términos de redes neuronales sensibilizadas o facilitadas, es probable que la localización de dicha función mnésica se encuentre en las regiones de la corteza cerebral denominadas asociativas, en las cuales convergen y se « asocian » las informaciones elementales. Las modificaciones sinápticas múltiples y diseminadas creadas en la neocorteza prefrontal y, sobre todo, las relaciones con la circunvolución angular transmiten el recuerdo y la evocación espontánea. Las informaciones convergen hasta el hipocampo, cuyo papel – no sólo en la adquisición, sino en la estructuración de informaciones – es bien conocido. Esta provisión de datos se expresa también en términos de modelización informática, tal como se concibe en psicología cognitiva o mediante simulación conexionista. En el primer ejemplo, un sector de la memoria de trabajo sería la localización de los tratamientos mnésicos en relación recíproca, por una parte, con la memoria declarativa proveedora de las frases y, por otra, con la memoria procesal que regula su producción. Por consiguiente, el resultado es el suministro de material para la ejecución grafica.

Partes: 1, 2
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