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Los piratas y los representantes oficiales de la corona española en la Venezuela de los siglos XVI y XVII: ¿Una relación civil y militar? (página 4)

Enviado por Geniber Cabrera P.


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Un poco para tener una concepción amplia en torno a un enfoque moderno de las relaciones civiles y militares, se tiene que:

El término <<relaciones civiles – militares>> alude al papel del ejército en la sociedad. La expresión no es probablemente muy afortunada; presupone que las relaciones entre la población civil y la militar son como las relaciones laborales – empresariales, (…). Por consiguiente, las relaciones civiles – militares llevan consigo una multiplicidad de conexiones, por un lado entre instituciones, intereses y personas militares, y los diferentes y frecuentemente opuestos entre sí intereses, instituciones y personas no militares, de otro lado. No se trata, pues, de una relación bilateral, sino multilateral. (Huntington, 1967, p.181)

En la Venezuela colonial de los siglos XVI y XVII, al igual que en el resto de las plazas americanas de esa época, la organización estaba compuesta fundamentalmente por el cuerpo de gobernantes y oficiales reales que junto al común de hombres y mujeres sin cargos gubernamentales y/o militares, debían ocuparse de poblar en nombre del rey las nuevas tierras. En general, unos y otros disponían únicamente de tareas prescritas por el mismísimo monarca, en quien, residía todo el supremo poder tanto en el país del viejo mundo (Castilla, luego España) como en las colonia allende a sus fronteras (América Hispana).

En la subsiguiente cita se podrá observar como ejemplo a lo antes expuesto; cómo el rey ejercía un poder hegemónico en todos los sectores: el civil, el eclesiástico, el económico, el militar, entre otros.

… en los ejércitos europeos de los siglos XVII y XVIII, p.ej., las funciones de liderazgo de tipo político, económico y militar estaban todas concentradas en manos del monarca. De forma similar, los cargos militares eran en general, un privilegio de la aristocracia; los aristócratas accedían por adscripción a los papeles de liderazgo, tanto los militares como los sociales o económicos. Los grados inferiores y las tropas de los ejércitos europeos, sin embargo, eran reclutados entre las clases más bajas de la sociedad para largos periodos de servicios, y sus lazos con cualquiera de los grupos de la sociedad civil eran generalmente débiles en el mejor de los casos. (Huntington, 1967, Pp. 181-182)

España y, en general todas las colonias europeas que colonizaron en América, trasvasaron -de una forma u otra- el modelo de sociedad feudal al nuevo mundo, y si hubieron de cambiarlo progresivamente, como de hecho así fue, sería por el acto de la conquista y colonización misma. Pero, en donde no estaba disputa corona alguna a cambiar -tanto en el viejo como en el nuevo mundo- sería en la ostentación del poder absoluto a la hora de tomar las decisiones gubernamentales. Bajo este esquema hegemónico del ejercicio del poder en manos de la monarquía, es claro entender que entre los sectores que conformaban a la sociedad feudal europea y, más tarde, Americana (al menos en las postrimerías del siglo XV y comienzos del siglo XVI) no se evidenciará pugnacidad alguna entre los "sectores" civiles y militares de la época.

Para ilustrar un poco lo anteriormente expuesto, bien vale la pena referir la cita que el historiador Domingo Irwin hace de Eric. A. Nordlinger de su obra: Soldiers in politics. Military Coups and Governments. Englewords Cliffs, Nueva Jersey, Prentice Hall, 1977:

En el Modelo Tradicional no existe efectivamente tensión en las relaciones civiles – militares. Esto se debe a que las funciones de gobierno y las del aparato militar se encuentran en manos de una misma elite. El ejemplo clásico es el de las monarquías europeas de los siglos XVII y XVIII, d.c., donde la aristocracia dominaba tanto las instituciones políticas civiles como las militares. La clave, quizás, para entender la operatividad de este modelo es el carácter de oficiales militares aficionados que caracterizaba a los aristócratas. Antes que militares eran eso, aristócratas, miembros de una elite bien definida de esa época… (Pp. 41-42)

América significó para toda Europa, no solamente una salida a la crisis económica, sino más bien, la continua y progresiva evolución en el campo de la política, de lo social y lo militar, entre otros aspectos propios que conformaban el carácter de los distintos reinos del viejo mundo. Por ejemplo, en lo concerniente al aspecto militar en el siglo XVI europeo; las fuerzas se componían por levas feudales de mercenario y milicianos locales, es decir, que no existía la figura de algún tipo de ejército permanente bien estructurado, como sí, habría de suceder hacia las postrimerías del siglo XVII cuando se organizaron cuerpos militares normados bajo reglamentaciones gubernamentales, identificados, estos, con uniformes de acuerdo a cada rango y con asignación de armamentos reglamentarios, pero bajo el estricto control del estado, que como es sabido, lo representaba la propia figura del rey. En el nuevo mundo, en cambio, los componentes militares (ejército, milicia y demás organizaciones armadas) experimentarían desde mediados del siglo XVI una acelerada evolución institucional como fuerzas militares adaptadas a las propias condiciones americanas, pero, igualmente, sujetas a las disposiciones reales.

…en América la milicia se convirtió en la fuerza militar más destacada, en momentos en que entraba en decadencia en Europa. Era el sistema militar natural para sociedades con necesidades defensivas antes que ofensivas, intermitentes y no constantes. Los colonos del siglo XVII continuaron, adaptaron y mejoraron el sistema de las milicias… (Huntington, 1997, p. 115).

España, en diferencia de mucho de sus países vecinos, se adelantó a la organización de sus fuerzas militares, incluso, dedicó para ello grandes esfuerzos en materia legislativa a propósito de ir diferenciando a la milicia propiamente dicha, de un verdadero aparato militar.

En España, desde finales del siglo XV, se perfila la diferencia entre milicia y ejército. A partir del siglo XVI, se inicio el proceso de regulación y legislación de las "Guardias, artillería y demás gente de guerra y oficiales", lo que hizo posible que de 1503 a 1586 España pudiese prepara (principalmente en Flandes) la monarquía de guerra mas poderosa de Europa y, por tanto, del mundo occidental. (Liendo Gómez, 2006, p.21)

El componente militar que traspoló España al nuevo mundo, le serviría para sofocar una que otra rebelión indígena, pero no le ayudaría mucho cuando tocara hacerle frente a la corsopiratería que de manera intespectiva se hizo presente en el Caribe con el firme propósito de quebrantar los planes hegemónicos exclusivistas español. Así pues que la corona católica hispana debió ingeniarse la masificación de un ejército, para lo cual, se valió, de una serie de despachos reales que obligaba a todos los colonos a montarse en armas para defender las nuevas propiedades.

Una serie de reales cédulas recuerdan a las autoridades indianas a lo largo del siglo XVI, la obligación de los vecinos y, en particular, de los encomenderos, de cumplir con el servicio militar, invocándose, según las circunstancias, separada o conjuntamente, la necesidad de defenderse de los corsarios y piratas – que es tanto como decir de los estados extranjeros – o de los indios o de auxiliar a una provincia, ciudad o punto estratégico. El mandato regio se limitaba en muchos casos a ordenar a los obligados que estén apercibidos, esto es, en estado de alerta ante un posible ataque enemigo; pero, por lo general, el apercibido conlleva la exigencia de la posesión o tenencia de armas o de armas y caballo, de manera que el deber militar no se circunscribe a la simple presentación personal del servicio, sino a su prestación personal y armada. Naturalmente, la tenencia de armas y aun la de caballos, produce toda una gama de efectos de mayor o menor importancia que se reflejan, directa o indirectamente, en la época del reclutamiento. (Suárez, 1979, p. LXXXVIII).

En América a lo largo del siglo XVI y en buena parte del XVII, en la mayoría de sus provincias, virreinatos, capitanías generales, gobernaciones y audiencias; se dispuso para engrosar las filas militares, al lado de los oficiales reales y vecinos, el ingreso de los curas de las iglesias del nuevo mundo, quienes en principio, arribaron a este lado del globo para profesar sus costumbre religiosas y educar bajo sus criterios a los indígenas.

La incorporación definitiva de los sacerdotes a la milicia se produce en los años treinta del siglo XVI. Las reformas militares introducen en las Planas de las diferentes unidades, el cargo de Capellán. Y, en Ordenanza que le emperador Carlo V dirige al Virrey y Capitán General de Nápoles, en el año 1536, dispone que se destine al servicio espiritual de cada Compañía, un sacerdote secular. Durante esta época, el Capellán vive día y noche con su unidad: Tercio o Compañía. Pero no tiene atribuciones fijas ni goza de privilegios en beneficio de la tropa. Está sujeto a la autoridad episcopal del territorio ocupado por las fuerzas con las que ejerce su ministerio.

De esta manera se forja la alianza de la Cruz y la Espada, aunque la asistencia espiritual no está organizada ni tiene carácter de exención. (Suárez, 1971, p. XIX).

El mismo autor Santiago – Gerardo Suárez (1976) expone al respecto de la participación de los católicos pastores en las filas militares, lo siguiente:

La transformación del ejército feudal en ejército permanente y la del guerrero en soldado, no solamente determina una nueva forma de organización militar y la adopción de nuevos sistemas de reclutamiento, sino substancialmente modificaciones en el servicio militar – religioso.

Durante la edad media, como consecuencia de la implantación del feudalismo, se hacen extensivas al clero una serie de obligaciones castrenses, entre las cuales hay algunas que, como la de prestar un servicio militar y la de participar en la guerra… (p.13)

En el reino Castellano, como en los de más reinos del viejo mundo, el arte de combatir no les era ajeno. Las acciones ofensivas y defensivas, prácticamente eran una constate histórica generada por los mismos grupos humanos en sus actividades por conquistar y dominar a los otros, o sencillamente, para no dejarse someter por otros.

Las organizaciones sociales primitivas estuvieron siempre tan ocupadas en sus problemas de defensa; en las actividades que le garanticen la supervivencia frente a la acción de otros grupos similares, que nos sería imposible pasar por alto estos hechos si realmente queremos hacer una historia de estas sociedades. Partiendo de esto podemos afirmar sin ninguna aprehensión que el fenómeno de la guerra es tan antiguo como el hombre mismo; es un hecho intrínseco de la condición humana. (Omaña, 1978, p.17)

Defensa y ataque; ataque y defensa van de la mano. Los gobiernos y los estados a lo largo de su propia gestación histórica, han invertidos grandes esfuerzos políticos, económicos y humanos tanto en una acción como en la otra. Todo discurre en dominar o ser dominado, en someter o ser sometido y, esto pasa, por supuesto, en cómo se organizan los sistemas y estructuras militares para la defensiva u ofensiva terrestre y marítima de acuerdo a la época; en nuestros días, se incluyen los espacios aéreos.

La hegemonía de un estado se va estableciendo y configurando a lo largo de los siglos, a través de un complejo equilibrio formado por las << fuerzas reales>> que posea su gobierno (ejércitos, armadas, y fondos económicos para poder mantenerlos), así como por las << fuerzas aparentes>> (diplomacia, prestigio, <<publicidad>>) que vayan conformando ese mismo gobierno para supeditar y controlar a los Estados colindantes, pretendidos o rivales. (En prólogo de María Mestre, en la obra de David Goodman, 2001, Pp.7-8)

La provincia de Venezuela del siglo XVI y, en buena parte del siglo XVII, es heredera de las instituciones castellanas. La hispana corona no innovará en las primeras décadas de la conquista y colonización, más bien, es celosa de aplicar cual copia al carbón las mismas políticas del reino peninsular. "La sociedad venezolana de las postrimeras del siglo XVI, es heredera de tradiciones con alojamiento en formas e instituciones religiosas, civiles y militares"… (Suárez, 1969, p. XXXI). Así, esta provincia americana, al igual que las demás, será organizada bajo las formas y disposiciones gubernamentales de la corona.

En materia civil y militar puede observarse en la Venezuela del siglo XVI y XVII, que las obligaciones de los representantes oficiales, en esta provincia, estaban dirigidas a sumar esfuerzos junto a los nuevos pobladores y misioneros para fundar ciudades, villas y comarcas. Es decir, que los primeros objetivos civiles y militares en la provincia venezolana, no eran otros, que los de conquistar y colonizar estas tierras en nombre de la católica corona de Castilla. Visto así, y considerándose – como se ha referido anteriormente – que todo el poder residía en la figura del rey, es claro entender que entre los sectores conformados por: la oficialidad real, los misioneros (encomenderos) y, el común de los vecinos; no existieran pugnas por el control de un grupo sobre el otro, más bien, y sin ánimos de especular, entre estos sectores existían buenas relaciones, motivados a la razón, porque el papel de unos y otros en la provincia estaba prescrito por cédulas reales, lo que es igual a decir, por mandato divino de la sacra y excelsa majestad el rey. De haber existido pugnas y/o confrontaciones, éstas, eran entre particulares, de hecho, si las hubo no representarían ningún riesgo para la suprema hegemonía monárquica.

La presencia de corsarios y piratas en las costas venezolanas del siglo XVI y XVII, lo que generó- además de terror en la población en general -fue el afianzamiento de las relaciones entre los distintos sectores; éstos, que motivados en principio por las tareas comunes a la conquista y colonización, ahora, ante los huestes de los pillos del mar, debieron unificarse un tanto más de como lo venían haciendo, y es que la nueva realidad no daba pié para otra cosa que la mancomunación de fuerzas para repeler a los verdaderos enemigos del rey, y a los de sus súbditos en este lado del mundo.

En la provincia de Venezuela, al menos, hasta bien entrado el siglo XVIII, no se verá la conformación de un efectivo ejército nacional y de un sector civil bien organizado con pretensiones -en ambos casos- de poderes más allá de los otorgados por merced real. No puede negarse en el aspecto militar, que en las tres primeras décadas del siglo XVII se inició, incipientemente, un proceso de estructuración de la representación oficial americana en su conjunto, pero debe insistirse en que la inexistencia de un claro sector civil y uno militar, se debe, en muy buena parte, a que los mecanismos legales le pertenecían a la corona (modelo tradicional), y contra esta no se podía pugnar, así, que las tensiones y rivalidades no pasaban de ser actos entre particulares… "El civaje entre la esfera militar y la civil y las tensiones resultantes entre las dos son fenómenos de origen claramente reciente". (Huntington, 1995, p.32).

Bibliografía

1.- Inéditas Documentales

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  • Patronato, 267, N.1, R49; 15-VIII-1570
  • Santo Domingo, 193,R.6/R.9/N.1;S/F

2.- Inéditas Bibliográficas

– Cabrera Geniber, (2004). La actitud de la Corona española y de los pobladores de la Borburata del siglo XVI ante las incursiones de piratas y corsarios. Tesis de Grado en la Maestría de Historia de Venezuela. Universidad de Carabobo. Valencia – Venezuela.

– Liendo Gómez, Carmen Brunilde (2006) Ejército y Milicias en la Capitanía General de Venezuela en el siglo XVIII. Trabajo presentado como requisito para optar al título de doctor en historia. U.C.A.B.

3.- Publicaciones Oficiales

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4.- Inéditas Bibliográficas

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  • Donís Ríos, M.A (2001) El Territorio de Venezuela, documentos para su estudio. Instituto de Investigaciones Históricas, U.C.A.B, Montalbán – Caracas.
  • Exquemelin, Alexander Oliver (1999) Bucaneros de América. Madrid. Ediciones Valdemar.
  • Goodman, David (2001) El poderío naval español: Historia de la armada española del siglo XVIII. Barcelona – España. Ediciones Península.
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  • Maza Zavala, Domingo Felipe (1994) Hispanoamérica – Angloamérica. Cusas y factores de su diferente evolución. Caracas, Editorial Grijalbo.
  • Maurreau, Jean – Jaques (1980) Los Grandes Cuerpos Militares del Pasado. Barcelona – España, Editorial Grup – Graf. Traducido al castellano por César Astor.
  • Mota, Francisco M (2006) Piratas y Corsarios en las Costas de Cuba. Caracas – Venezuela, Fundación Editorial el perro y la rana.
  • Omaña, Pedro Arturo (1978) Historia de la Artillería. Caracas. Impreso en los talleres Gráficos del Congreso de la República.
  • Ortega Rincones, Eulides (2003) Historia del Resguardo Marítimo de Venezuela. 1781 – 1804. Caracas, Arauco Ediciones, C.A.
  • Suárez Santiago – Gerardo (1969) Las Instituciones Militares Venezolanas del Período Hispánico. Caracas, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. Italográfca S.R.L.
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  • ___ (1979) Las Fuerzas Armadas Venezolanas en la Colonia. Caracas. Italográfca S.R.L.

5.- Hemerográficas

– Irwin G. Domingo (S/F) El Control Civil y la Democracia. (conceptos teóricos básicos). Material entregado a los cursantes del seminario doctoral en historia. U.C.A.B., semestre 1998-1999

 

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