Reiniciar el nuevo rol de los hijos, es tarea exclusiva de los padres
Enviado por Dr. Luis Alberto Navarrete Obando
- Resumen
- Temas de la niñez. Combatir la desaplicación de los hijos: tarea ardua para los padres
- ¿Por qué "ganan" siempre los hijos?
- Hijos desmotivados y perezosos: ¿es normal?
- Llegan las notas escolares
- Conclusión
Resumen
El viejo estereotipo del padre de familia ya no corre más. Los pantalones que otrora le calzaban sólo al varón de la casa ahora son unisex y, en algunos casos, se convirtieron directamente en pollera.
Antes, en una familia más tradicional, el padre debía cumplir el lugar de ley y la mujer era el pilar de la casa, pero en el sentido doméstico- maternal. Hoy, esos roles se han flexibilizado mucho y se volvieron menos estereotipados.
Temas de la niñez. Combatir la desaplicación de los hijos: tarea ardua para los padres
El padre y la madre ahora son complementarios y, si bien sigue estando vigente ese primer modelo masculino, ya no está exento de la ternura o de otras características que antes eran exclusivas del ámbito femenino.
Por supuesto, este cambio al interior de cada familia se debe a otro aún mayor: el de la sociedad. Así, tal como tal se explica la rigidez de los roles en un pasado resultaba funcional a las necesidades de la época.
Ser padres hoy.
Hoy las parejas jóvenes tienen una dinámica para criar a los hijos muy distinta a como se solía hacer. Mi mujer y yo trabajamos los dos y ninguno tiene más responsabilidades hogareñas que el otro. En cambio en otra época, cada uno tenía su actividad exclusiva, pero hoy todo es territorio común.
Mujeres menos sumisas y hombres menos distantes conforman este combo que parece haber transformado los paradigmas más antiguos. Antes, un padre podía tener muchos hijos y no haber cambiado un pañal en toda su vida. Hoy en día no se nos ocurre hablarles a nuestros padres de la manera en la que lo hacen hoy nuestros chicos con nosotros. Los jóvenes hoy ven a sus padres como a una persona cercana. .Antes, el respeto total y absoluto ponía a nuestros viejos en otra dimensión. Eran personas intocables. Hoy son más permisivos y liberales en la educación y crianza de los hijos. En épocas pasadas, bastaba con que nuestro padre tan sólo nos mirara y yo ya estaba con los dos pies en un solo zapato.
Lo cierto es que el valor del padre como figura ya no radica en detentar el poder por sobre su mujer y sus hijos, sino en lograr una sana alianza. Más allá de las ventajas que esto puede tener para el hombre, en cuanto a que, por ejemplo, ya no es el único responsable del sustento económico de su hogar, uno de los principales beneficios de esta flexibilidad en los roles es que los chicos tienen más acceso a sus papás. Ya no es una figura dogmática, que hay que obedecer sin argumentos o temer. Al acercarse los miembros de la entidad familiar y romper esa barrera rígida de años anteriores, hay más posibilidad de comunicación y dinamismo afectivo entre todos. Hay más espacio para la interrelación entre padres e hijos.
Cambio social.
Claro que esta transformación en el lugar que ocupa el varón al interior de su familia va de la mano del nuevo rol que tiene en la sociedad. Las mujeres han ganado espacios en el ámbito laboral y político; espacios que eran exclusivos de ellos. Y, como aquellos lugares que antes ocupaban el ciento por ciento del tiempo y la energía de las mujeres (desde las tareas del hogar hasta la educación de los hijos) no podían quedar vacantes, de a poco comenzaron a masculinizarse.
Y, si bien esta transformación que se viene realizando desde hace ya varias décadas en forma paulatina pero a paso firme es innegable, no podemos obviar que el antiguo modelo de la mujer ama de casa y el padre de familia proveedor del hogar, amo y señor sigue existiendo y con gran éxito. La televisión es una muestra contundente de ello. La familia más famosa de la TV, Los Simpson, ya superó las 20 temporadas al aire, mostrando a un Homero despreocupado por la educación de sus hijos, ajeno a los problemas domésticos y, aunque está lejos de lograr el respeto de los demás, sigue siendo servido cual rey al llegar a su hogar. La pregunta entonces está planteada. Si todos somos tan abiertos, ¿por qué aún nos hipnotizan versiones como las de Homero? ¿Será mera compensación simbólica?
Al parecer, no. Vivimos en una sociedad todavía híbrida en este aspecto, donde conviven de igual modo padres veinteañeros con otros que ya se convirtieron en abuelos y cada uno aplica el modelo que aprendió, que lo rodea y que mejor comulga con su ideología. Así, mientras todavía están aquellas que afirman que no sólo la presencia masculina es indispensable para la crianza sino también para sostener y reproducir los viejos esquemas, hay mujeres que piensan en tener hijos solas porque consideran que pueden ocupar ambos roles, tanto en lo emocional como en lo económico.
Tal vez, sea uno de los mayores beneficios de este nuevo rol más activo de los padres, Antes, el hombre era mucho más limitado, prejuicioso, machista, criticaba las cosas que hacía su mujer en la educación de los hijos, pero él miraba todo desde lejos, no se involucraba.
Hoy, se humanizó más y está cerca de la realidad que viven sus niños y su pareja. Entonces, al tener los hijos tanto la imagen de la madre como la del padre, tienen opciones para elegir lo mejor de cada uno y aprender de ambos. Una gran ventaja para todos.
En un momento en que diversas organizaciones internacionales hacen esfuerzos para que el mundo se sensibilice sobre el problema de la explotación que sufren 250 millones de niños en el mundo, parece poco oportuno reflexionar sobre la explotación que ejercen los hijos sobre los padres en nuestra sociedad occidental. Pero esta tiranía de los hijos es realidad y merece un somero análisis. Muchos niños abusan de sus padres, y esta situación no es fruto de la casualidad. Aprenden, desde la más tierna infancia, aprenden a mandar.
El "rey de la casa" tantea desde la cuna cómo atraer, controlar y subyugar a los adultos. Después, con los primeros pasos, al dominar más espacio vital, establece el perímetro de su poder hasta dónde su padre o madre le permiten actuar.
Más adelante, con tres o cuatro años, aparecen las primeras rebeldías la "edad de la primera terquedad". Se desencadenarán fuertes tensiones, en forma de rabietas, testarudez y pataleos. Es la edad cuando el niño comenzará a usar la bacinilla y, comprendiendo que a sus padres los altera cuando no lo hace; prefiere ensuciarse en sí mismo para demostrar su control sobre su cuerpo, sus funciones, su entorno y, últimamente sobre los padres.
Todo ello con la finalidad de mantener su estatus, de seguir mandando y conseguir sus propósitos. Y la "madre de todas las batallas" se librará al comenzar la pubertad y durará hasta… que Dios lo permita y desee.
Porque la emancipación depende de muchos factores. Y de la propia evolución de jóvenes y padres, ya que cada vez los hijos se independizan del mantenimiento de los padres más tardíamente. Creando una situación, a veces, desagradable y mutuamente hostil.
¿Por qué "ganan" siempre los hijos?
Lo primero que hay que preguntarnos a nosotros mismos es ¿el por qué de estas luchas? Ya que se libra entre seres que son tan dependientes, como son los hijos y otros que todo lo controlan, como son los padres luchas que, de no ser tan comunes; serían ilógicas.
La lucha es resultado de la preeminencia que hemos dado a la niñez desde el comienzo del siglo XX, cuando la descubriéramos, como hoy existe. Para rescatar al niño de su posición subordinada en la tribu, sustituyéndola por una de privilegios y poderes incomparables y, para ellos conflictivos -ya que, entendiendo sus debilidades- no pueden comprender el poder que se les otorga.
Lo que engendra ansiedades inmensas.
La primera pregunta a responder es por qué esta lucha por el poder, entre padres e hijos, la ganan casi siempre los hijos. Probablemente, el argumento principal son los padres permisivos, temerosos de frustrar al hijo, de "crearle traumas".
Son, además, numerosos los padres y madres con pocas ganas de complicarse la vida.
"Dale lo que quiera y que se calle la boca".
Hay muchas rabietas infantiles que se desarrollan en escenarios públicos y ante personas ajenas a la familia. El niño sabe que tiene todas las de ganar porque es consciente de que sus padres tienen miedo a "montar el espectáculo" frente a los demás. Que, soslayan su autoridad prefieren no ejercerla, si ello implica aparentar autoritarismo o violencia. O peor, crear desazón en los niños, o la necesidad de prolijas explicaciones ya que niños de padres débiles demandan que todo se les explique como deber de los padres.
Las concesiones se hacen por diversas razones. No es la menos importante la del afán de que al niño no le falte de nada nacido con frecuencia en las insatisfacciones (materiales y de afecto) que, los hoy padres, creen haber padecido en su propia infancia.
Algunos sufren un síndrome, o una necesidad de compensar su pasado; lo que satisfacen dando al niño todo lo que no tuvieran.
Los hijos únicos, hace tan sólo una generación, eran cosa rara, mientras que hoy constituyen casi la norma en los Estados Unidos. Así, las atenciones que hoy reciben los hijos, por simple aritmética, son mucho mayores que las que tuvieron quienes hoy son progenitores.
Hijos desmotivados y perezosos: ¿es normal?
Los pequeños captan nítidamente la debilidad de sus padres y se aprovechan de ella para salirse con la suya y explotarlos. Los perjuicios de esta actitud tan condescendiente son muchos y graves. En la medida en que las condiciones sociales y económicas han mejorado y aumenta el número de necesidades satisfechas, desciende el índice de motivación. No nos extrañemos que uno de los principales frenos a la emancipación juvenil sea precisamente la pereza, la falta de alicientes y de autonomía personal en la toma de decisiones de que adolecen algunos jóvenes. Si les acostumbramos a dárselo todo fácilmente, a pensar por ellos en las circunstancias problemáticas, y que los saquemos de sus líos no es razonable pedirles que maduren.
El exceso de protección paternal en la infancia y adolescencia es uno de los motivos más frecuentes de desórdenes psicológicos cuando se alcanza la edad adulta, no hay más que leer las investigaciones que nos indican los problemas que esperan a niños que crecen sin controles ni responsabilidades.
Para complicarlo todo aún más. Nuestros niños exigen que se les satisfaga sus placeres hedonistas de modo inmediato la comida sabrosa, acoplada con la devoción a la TV y los juegos que se asocian a ésta nos ha dado el niño y la niña gorda.
Hoy, por otro lado, resulta difícil hacer un regalo a un niño porque se comprueba a veces con orgullo que "nada le falta". El sentido del esfuerzo, la motivación por el éxito y el espíritu de sacrificio para conseguir las metas, que son valores que tradicionalmente empujan a las sociedades o ambientes humanos con necesidades apremiantes desaparecen cuando el consumo se convierte en simbólico.
Cuando lo que importa no es satisfacer necesidades, sino estar a la altura de lo que creemos que nos exige nuestro tipo de vida y estatus social.
Llegan las notas escolares
Los niños que han aprendido a conseguirlo casi todo sin más esfuerzo que pedirlo marrulleramente a sus padres, están desmotivados, y su capacidad de trabajo muy probablemente y, no lo olvidemos, su autoestima es, o será en un futuro, muy tenue. El fruto de éstas inicialmente confortables relaciones con los hijos, lo recogen los adultos en circunstancias muy concretas en las que se esperan los resultados del esfuerzo: "Pero, ¿cómo no van a responder, después del sacrificio que hacemos para darles todo lo que nos piden?".
Pero, responder, no lo hacen…
Para ellos, el sacrifico de los padres es una obligación, por los padres contraída, para hacerlos felices.
Son momentos precisos, como las notas de fin de curso cuando las crisis explotan. Es entonces cuando deseamos que los hijos sean más sacrificados, menos vagos, que tengan más ilusión por destacar, por cumplir con lo que se les exige: al menos, pasar de curso con notas aceptables. Que sean más conscientes, más responsables. Como si el espíritu de sacrificio y la madurez fueran algo genético. Pero siempre se puede hacer algo. Recordemos, que en el futuro, que nos lo agradecerán. Porque, con negativas que hoy les parecen crueles e infundadas, les estamos ayudando a desenvolverse por sí mismos. Y ese el mejor regalo que los padres pueden hacer a sus hijos.
De cómo asistir a los hijos en ser más industriosos:
En cada actuación como padre o madre, piense que trabaja a largo plazo. No intente solucionar la situación sólo para ese momento. La educación es tarea ardua, compleja y llena de tropiezo. Los resultados finales se recogen a mediano y largo pazo, no antes.
No tema frustrar al niño. Para madurar, deben aprender a convivir con el no. Si somos parcos, definibles y coherentes en las negativas, no hay mejor escuela para que progresen.
Antes de una concesión, piense sino lo hizo por evitar los problemas que supondría adoptar la posición que en su fuero ve como conveniente.
No eluda el conflicto. Es mejor decir que no ahora, y no sufrir en un futuro las consecuencias de haber sido blando.
Motívese. Ser buen padre cuesta lo suyo, y no es la tarea fácil. Aprenda a resistir las presiones sociales (amigos, familiares cercano, abuelos, especialmente). Reflexione con su pareja, tenga y mantenga sus propios criterios de educación. Y sígalos, escuchando las sugerencias de sus hijos, sin obedecer a demandas malcriadas y caprichosas.
La munificencia excesiva puede ser contraproducente. Sea generoso con sus hijos, pero proporcionadamente, de manera repartida. Premie el esfuerzo, la responsabilidad y no premie la mediocridad.
Cuando se oponga a un capricho de sus hijos, mantenga l serenidad. Si se altera emocionalmente, pensarán que se lo niega porque está enfadado, y no porque tiene razón.
Deje que sus hijos conquisten gradualmente sus cuotas de libertad. Pero sin perder información y control sobre qué hace, a donde va, qué le gusta hacer y con quién se relaciona.
De esa manera, no tendrá ni hijos indolentes ni dependientes.
Piense, que un lugar en el Infierno de Dante, deberá ser reservado para los padres indulgentes y débiles. Los que así lo son en nombre del cariño que (dicen) profesar por sus hijos.
Conclusión
Si bien esta cercanía entre padres e hijos, ganada en las últimas décadas, es muy sana y beneficiosa en muchísimos aspectos de la vida de grandes y chicos, el vínculo que ambas generaciones entablan en la actualidad también tiene sus desventajas. Esta proximidad puede generar vínculos muy estrechos y dependientes. También puede llevarse a un extremo y romper con la simetría, generando una relación que se asimile más a las de dos pares que a la de padre e hijo. Por lo tanto, los límites, aunque menos rígidos y distantes, siguen siendo necesarios porque si están difusos comienzan los conflictos.
Cajamarca (Perú), 30 de Abril del 2014.
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* Por Dr. Luis Alberto Navarrete Obando; Abogado; Doctor en "Filosofía y Humanidades", por la Universidad "La Salle", Barcelona-España; Doctor "Investigación Universitaria", por la Universidad de La Habana-Cuba; Doctor en "Ciencias de la Educación Superior y Universitaria", por la Universidad de Sao Paulo – Brasil; Escritor, Escritor, Ensayista, y Poeta; Miembro Numerario de la "Sociedad Latinoamericana Iusfilosófica"; Miembro Numerario de la "Sociedad de Leyes del Perú"; incorporado como "Honorarium Member" por la Federal Association of Lawyers of Los Angeles (EE.UU.); Catedrático Principal en la Escuela de Post Grado de la Universidad Nacional de Cajamarca; Colaborador en el Área de Investigaciones de la Universidad Nacional de Cajamarca; Catedrático invitado de la Escuela de Post Grado de la Universidad Nacional de Trujillo; Condecorado como "Doctor Honoris Causa" por la Universidad Nacional de Trujillo (La Libertad-Perú); Condecorado como "Doctor Honoris Causa" por la Universidad Nacional Autónoma de México – UNAM – D.F. México; Ex – Catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Privada "Antonio Guillermo Urrelo" (Cajamarca-Perú); Ex – Catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Privada "San Pedro" (Cajamarca-Perú); el autor del presente trabajo de investigación se desempeña en el dictado de las materias académicas de "Epistemología de las Ciencias Jurídicas" [el autor del presente trabajo es creador de esta materia jurídica, reconocido por la "Scuola della destra dell'università di Milano" (Milán-Italia)], "Filosofía del Derecho", "Sociología Jurídica", "Antropología Jurídica", "Deontología Jurídica y Práctica Forense", "Investigación Científica", e "Investigación Jurídica" en las Universidades antes mencionadas; colaborador de las Revistas Virtuales: Editor Exclusivo de la UNESCO https://es.unesco.org/?, http://[email protected], http://www.monografias.com, http://www.derechoycambiosocial.com, http://www.derechoypolí[email protected]; y otras; colaborador en la elaboración del "Diccionario Histórico Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de México" y en el "Anuario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación" de dicho país; colaborador en el "Anuario" (Revista anual) de la Universidad Nacional Autónoma de México D.F. (UNAM-México); colaborador en la Revista Anual de la Universidad de Milán (Italia); colaborador en la Revista de edición mensual de la Universidad de Barcelona (España); colaborador en la Revista de edición mensual de la Universidad de Madrid (España); colaborador en diferentes Diarios y Revistas especializadas en su país (Perú); Director de la "FUNDACIÓN PARA EL DESARROLLO Y BIENESTAR FAMILIAR" – FUNDEBIF, http://www.fundebif.org.com.pe; Gerente General del ESTUDIO JURÍDICO CONTABLE: NAVARRETE & OBANDO – ASESORES, CONSULTORES & ANALISTAS, http://www.navarreteabogados.org.com.pe, [email protected], [email protected].
Nota.- El autor del presente trabajo es Columnista periodístico: "Derecho y Sociedad", de los Diarios "La República", http://www.larepublica.com.pe; "El Comercio", http://www.elcomercio.com.pe; Diario Oficial "El Peruano", http://www.elperuano.com.pe; Diario Oficial de Cajamarca, "Panorama Cajamarquino", de circulación Regional (Cajamarca), http://[email protected].
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Autor:
Dr. Luis Alberto Navarrete Obando*
ABOGADO – DOCENTE UNIVERSITARIO – ESCRITOR