- Introducción
- Los proponentes del evangelio de la prosperidad construyen una exégesis sesgada de los textos bíblicos relacionados con el tema de las riquezas
- Jesús no vino a predicar prosperidad, sino el arrepentimiento de pecados
- Jesús advirtió a los suyos respecto al peligro de ser dominados por el afán, la codicia y la avaricia
- Jesús dijo que no se puede servir a Dios y a Mammón
- Los Apóstoles tuvieron sumo cuidado de no caer en la trampa del dinero
- Precauciones que los Ministros de Dios deben tener en cuanto al manejo de las finanzas
- Reflexión final
El énfasis exagerado que hoy día se hace en un Evangelio basado en la Prosperidad material, pudiera ser una clara señal de la APOSTASÍA FINAL, ya que se constituye en una grotesca distorsión de la verdad escrituraria, en un claro menosprecio de las verdaderas riquezas que son las espirituales, y en grave insulto a Aquel humilde carpintero de Nazaret que no tenía ni siquiera donde recostar su cabeza.
En el tiempo presente se puede decir, sin temor a equivocarse, que la presentación del mensaje del Evangelio de Cristo se ha convertido, para algunos, en fuente de un lucrativo negocio. El tema del dinero es altamente predominante en muchos púlpitos. Buena parte de aquellos ministros que una vez empezaron sus ministerios movidos por una profunda convicción espiritual de fe y amor hacia las almas, hoy día se han vuelto materialistas y codiciosos de ganancias deshonestas. Sus sórdidas ambiciones materialistas, son fácilmente detectables, por la periodicidad con que utilizan condicionamientos psicológicos y gran manipulación en la exposición del mensaje de la Palabra de Dios. Logran su cometido impresionando y sugestionando a los creyentes ingenuos. Les hacen creer a la gente que son los "ungidos" de Dios y que tienen el poder para abrir las ventanas de los cielos, hacer milagros, y repartir bendiciones a cualesquiera que las deseen. Violentan y modifican con gran habilidad, el sentido del texto bíblico en sus exposiciones, a fin de arribar a conclusiones que vayan acordes con sus oscuras pretensiones materialistas, de esa manera se aprovechan de la inocencia y del buen corazón de muchos creyentes. Son muy conocidos en el argot cristiano como los proponentes del "Evangelio de la Prosperidad".
Estos mercaderes de la fe, utilizan los recursos de la Radio, Televisión, Satélite e Internet, no para glorificar el nombre de Dios, sino para llamar la atención hacia ellos mismos, para hacerse un nombre aquí en la tierra. En sus peroratas, hacen infinidad de veces más alusión a su persona y a sus ministerios que al nombre de nuestro Señor Jesucristo. No resulta difícil detectarlos como ministros corruptos. Han leudado el verdadero Evangelio introduciéndole la levadura de su interpretación unipersonal, completamente descontextualizada. Casi todas sus predicaciones y enseñanzas están focalizadas sobre el tópico del dinero.
En este breve análisis exhibiré las falacias subyacentes en el "Evangelio de la Prosperidad", que, aunque si bien es cierto, goza hoy día de mucha popularidad entre los cristianos, no es menos cierto, que pudiera ser una doctrina conducente del error y clarísima señal de que estamos viviendo la Apostasía final, como bien lo profetizó el apóstol Pablo. "Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. 2 La gente estará llena de egoísmo y avaricia; 5 Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad. ¡Con esa gente ni te metas! (2 Ti. 3:1-2, 5). Le invito a leer el desarrollo de esta enseñanza.
Desde la perspectiva bíblica la prosperidad financiera, al igual que la salud física, es algo deseable, pero no se constituye en un fin en sí mismo y tampoco en la meta suprema del cristiano, como lo afirma el apóstol Juan: "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma" (3 Jn. 2 RV60). La prosperidad espiritual debe ser la sólida base sobre la que corresponde cimentar cualquier otro tipo de prosperidad entre los cristianos. La Nueva Versión Internacional aclara más el sentido de este texto al apuntar: "Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente" (3 Jn. 2NVI). Una prosperidad financiera sin los fundamentos de la prosperidad espiritual, en términos estrictamente bíblicos, no sirve absolutamente para nada. En palabras del Señor Jesús, sería como edificar una casa sobre la arena movediza y no sobre la roca fuerte. Es construir sobre las arenas de las volatilidades cambiarias, de los fenómenos bursátiles, y de la falsa sensación de seguridad que dan las riquezas (Mt. 7:24-27). Tal prosperidad sería totalmente destructiva y conduciría, no solo a alimentar el espíritu de la avaricia entre los cristianos, sino también, a que estos pongan su mira y su confianza exclusivamente en las cosas de este mundo, olvidándose de la gloriosa esperanza eterna. El apóstol Pablo enseñó que los verdaderos creyentes deben buscar: "las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la derecha de Dios". Aseveró: "Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col 3:1–2).
Hoy día, no necesitamos ir tan lejos para enterarnos de que muchos ministros de la iglesia, están comercializando desesperadamente con el mensaje del Evangelio de Jesucristo. Estos ministros de la Prosperidad, han convertido el Evangelio en una fructífera industria, en la que no queda la más mínima duda de que superponen sus mezquinos y egoístas intereses contra los intereses del Reino de Dios. Preparan sermones utilizando versículos fuera de su contexto hermenéutico, direccionados hacia un solo propósito: El DINERO. Mientras por un lado emergen creyentes que motivados por un sentimiento honroso de generosidad son capaces de quedarse absolutamente sin nada en su haber con tal de darlo para el progreso de la Iglesia, existen asimismo, ministros codiciosos, oportunistas, "cuyo dios es su vientre y cuya gloria es su vergüenza", porque "sólo piensan en lo terrenal" (Fil. 3:19).
Los proponentes del Evangelio de la Prosperidad siembran en la mente de los oyentes, la falsa idea, de que si no eres próspero económicamente, es porque estas bajo maldición o eres parte de algún tipo de juicio divino.
Los postulantes de la Doctrina de la Prosperidad priorizan el asunto del dinero como lo más importante en el contexto de las bendiciones de Dios para Su pueblo.
Los proponentes del Evangelio de la Prosperidad con su valoración persistente de las riquezas terrenales demuestran que su confianza y esperanza están enfocadas exclusivamente en esta vida efímera y pasajera y no en la expectativa de la gloriosa vida eterna. El resultado de esto es el poco interés mostrado por el pueblo de Dios por conocer la escatología y la vida en la eternidad.
Con reiteración recurren al pasaje bíblico que habla de la viuda de Sarepta y el profeta Elías (1 Rey. 17:8-24). Insisten en que a esta viuda por mucho tiempo no se le agotó el aceite debido a que le dio de su comida a Elías primero. El énfasis aquí, es que si das mucho dinero a la obra, tus finanzas siempre se estarán multiplicando. Lo cual es una gran falacia, porque en el caso de la viuda de Sarepta, hubo un trato directo por parte de Dios. Fue una situación particular en que Dios obró de forma soberana y providencial para suplir las necesidades del profeta Elías y no puede interpretarse como que siempre Dios actuará de la misma forma con todos sus siervos. Dios es muy creativo y multifacético en su mudus operandi. Esto queda comprobado al observar que en medio de aquella crisis, ya con anterioridad, el profeta Elías, había sido alimentado milagrosamente por unos cuervos (1 Rey. 17:2-6). Si bien esta historia puede llevarnos a la reflexión para conocer algunos de los tratos de Dios con sus hijos, es evidente que no se puede violentar la interpretación de los textos, intentando aplicarla a nuestro tiempo en todo su rigor, y menos en relación con el tema del dinero. De hecho, con el trascurrir del tiempo, los líderes religiosos de Israel ya habían tergiversado esta historia y con frecuencia visitaban a las viudas para explotarlas económicamente. Por lo mismo, en su época, Jesús los reprendió con bastante firmeza al decirles: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas " (Mt. 23:14). Literal en el griego "Se apoderan de los bienes de las viudas" (Mr. 12:40 NVI).
Los proponentes de la Doctrina de la Prosperidad enseñan a la gente que quien no aporte dinero a sus ministerios, no será prosperado, ni en ninguna manera bendecido por Dios. De esa manera astuta y siniestra, condicionan psicológicamente las conciencias de las personas para que se predispongan a ofrendar.
El estilo de vida ostentoso y de despilfarro de algunos ministros que promueven el Evangelio de la Prosperidad es un grosero insulto a Aquel humilde carpintero de Nazaret que no tenía ni siquiera donde recostar su cabeza (Mt. 8:20; Lc. 16:13).
Estos ministros corruptos, han leudado el verdadero Evangelio, introduciéndole la levadura de su interpretación unipersonal, completamente descontextualizada del tenor general de las Escrituras.
Otra de las infaustas prácticas comunes que tienen estos postulantes del Evangelio de la Prosperidad, es hacerle creer a la gente que pueden utilizar su dinero para establecer pactos con Dios. Cabe señalar, que esta es otra burda falacia, porque aunque si bien es cierto que la Biblia habla de pactos, es meridiano que esos pactos no tienen que ver, en lo absoluto, con dinero. En el tiempo de la Ley hubo una referencia relacionada con los diezmos en que Dios dijo: "probadme ahora en esto si no os abriré las ventanas de los cielos" (Mal. 3:10). A este tenor, debemos categóricamente afirmar, que en primer lugar, ese pasaje cobró vigencia en el contexto de la Ley de Moisés, por tanto es anacrónico traerlo a colación al presente y segundo, fue para el pueblo de Israel, de modo que no tiene ninguna aplicación para la Iglesia de Cristo como tampoco para nuestro tiempo, ya que los creyentes vivimos en una nueva dispensación llamada Gracia (Jn. 1:17; Ro. 6:14, 7:6; Ef. 2:8-10). Los creyentes estamos bajo el régimen de un Nuevo y Mejor Pacto, consumado por Jesucristo, al derramar Su sangre en la Cruz del calvario y no necesitamos pactar con Dios, sino, simplemente creer, porque el Pacto Eterno ya se realizó (Mt. 26:28; He. 8:6-13). Además, está establecido que Dios es el dueño del oro y de la plata por tanto no necesita de nuestro dinero.
El otro pasaje que con regularidad esgrimen los proponentes de la Doctrina de la Prosperidad, es cuando Jacob hizo voto a Dios en su camino hacia Padán Arám. Ellos dicen que Jacob hizo un pacto con Dios relacionado con el dinero. ¡Tremenda mentira! tremenda distorsión del sentido de la verdad escrituraria. El pasaje clarísimamente señala que lo que Jacob hizo fue un voto y no un pacto. Fue una promesa según la traducción de la NVI en Génesis 28:20-22.
Con bastante asiduidad los postulantes de la Prosperidad hablan de la siembra de dinero. El texto favorito que emplean es: "Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará" (2 Co. 9:6 NVI). Se trata de una metáfora de la siembra y la cosecha que el apóstol Pablo utiliza, para enseñar sobre la generosidad del creyente a la hora de dar. Es evidente que hay bendiciones que Dios reparte por motivos de un corazón que actúa de manera magnánima con Su obra. El cuidado que se debe tener, no obstante, es el de no resaltar extremadamente la verdad contenida en el texto con la intención de sacar ventaja personal explotando la economía de otros. Insistir de forma pertinaz en interpretar un texto en detrimento de su contexto es una forma de herejía. El siguiente versículo remarca que: "Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría" (2 Co. 9:6 NVI). Derivar de este versículo (como lo hacen los ministros mercaderes, corruptos) que se pueda sembrar semillas de dinero para que Dios nos sane a un hijo, nos provea de un buen trabajo, multiplique nuestras finanzas, o algo por el estilo, es sencillamente, una soberbia ignorancia y una temeraria violación de la hermenéutica bíblica.
La repulsiva falsedad de la "Doctrina de la Prosperidad", está en el intento de sus proponentes de insertar en la mente de los cristianos, la avariciosa idea de que Dios quiere que sus hijos se inunden de dinero. Es una exégesis totalmente torcida de algunos textos de la Biblia. Imaginémonos a Dios, prosperando económicamente a cristianos llenos de egoísmo con su prójimo. Imaginémonos a Un Dios que en vez de regenerar el corazón humano, decide en cambio bañarlo en dólares. El enfoque de la "Doctrina de la Prosperidad", está dirigido a sobrestimar la riqueza material en menosprecio de la riqueza espiritual. Mucho énfasis en los designios del corazón humano y poco énfasis en la santidad y mandamientos de Dios. Muchos sueños de hombres y poco anhelo por la verdad de Dios. Mucho énfasis en lo temporal y poco en lo que realmente es eterno.
Jesús no vino a predicar prosperidad, sino el arrepentimiento de pecados
El primer mensaje de Nuestro Señor fue centrado en el Reino de Dios y la Salvación del Ser humano (Mr. 1:14-15). Es una lástima que hoy día en la mayoría de las iglesias, se haga énfasis en la conquista material y en suplir la ambición del ser humano y anclarlo más a este mundo materialista. Después de su muerte en la Cruz, cuando apareció a sus discípulos el mensaje continuó siendo el mismo: "Y les dijo: Id por todo el mundo y PREDICAD el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado" (Mr. 16:15-18). El mensaje de Jesús NUNCA fue para estimular la ambición del ser humano y buscar los bienes materiales de este mundo, porque aunque él quiera darnos eso y mucho más, el conoce que el ser humano tiene la tendencia a apegarse a lo material. "Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día" (Lc. 21:34). Las riquezas no son por sí mismas ni buenas ni malas, pero el uso que se hace de ellas sí que puede ser inadecuado. El apóstol Pablo afirma que el Evangelio de Jesucristo se debe predicar gratuitamente: "¿Cuál es, entonces, mi recompensa? Pues que al predicar el evangelio pueda presentarlo gratuitamente, sin hacer valer mi derecho" (1 Co. 9:18). Esto ya había sido dicho muchos siglos atrás por el profeta Isaías: ¡Vengan a las aguas todos los que tengan sed! ¡Vengan a comprar y a comer los que no tengan dinero! Vengan, compren vino y leche sin pago alguno (Is 55:1).
Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee (Lc 12.15–16). La avaricia algunas veces se oculta bajo la apariencia de virtud, y se hace pasar por previsión y prudencia. En un principio deja alguna libertad y algún tiempo de movimiento a los que la alimentan, pero luego los domina y los ocupa del todo.Uno de los errores más graves que cometen quienes se dedican a acumular riquezas, es pensar que nunca van a dejar de existir en esta tierra. Las riquezas acumuladas les dan una falsa sensación de seguridad espacio temporal. No piensan, en ningún momento, que en el más allá no les servirá de nada el dinero y las riquezas atesoradas. Invierten todo su capital; desgastan tiempo y energías. Pierden hasta el sueño, motivados por la ambición de amontonar todo lo que puedan. En muchos casos, ni siquiera disfrutan un poco de ese dinero con los suyos, porque les duele en su corazón tomar aquello que bien se puede seguir acumulando. Piensan que el dinero gastado en la relación con su esposa e hijos, es dinero despilfarrado y será mejor aprovecharlo dándoselo a los inversionistas para multiplicarlo (Ecl. 5:10).
Aunque delante de los hombres sea ricos, delante de Dios son pobres. La más grande de las miserias del ser humano es tener muchas riquezas materiales en este mundo pero estar vacío de las provisiones celestiales. El día que se presenten ante Dios lo único que en verdad tendrá valor será las riquezas imperecederas. Jesús señaló que el objetivo primordial de los creyentes debe centrarse en buscar primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todo lo demás vendría por añadidura (Mt. 6:33). »No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. 20 Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. 21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6:19–21).
A un grupo de personas que lo habían visto hacer milagros y que desesperadamente lo andaban buscando del otro lado del Mar de Galilea, Jesús les descubrió sus intenciones y de forma tajante les dijo: "De cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. 27Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará" (Jn 6:26–28). Estas personas habían visto en Jesús al Rey del Pan terrenal, pero no al "Pan de Vida" enviado de Dios. Lo miraban como el suplidor de las necesidades básicas temporales, pero no tenían ningún interés en saciar el hambre espiritual. En lugar de ser movidos a una mayor entrega a Dios o a seguir al Señor, ahora quieren usar a Jesús para satisfacer sus necesidades físicas y temporales.
Deplorablemente la poca enseñanza teológica existente, o la baja calidad de la enseñanza bíblica en las congregaciones cristianas, abonan ostensiblemente el terreno para que los engañadores persuadan con sus estratagemas a los incautos. 2Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, 3y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme (2 P 2.1–3). Leí una vez por ahí que la última de las pasiones del ser humano en desaparecer es la avaricia que es idolatría.
Platón se expresó de los avaros así: "El hombre que no pone límites a su codicia, siempre se le hará poco, aunque se vea señor del mundo". Y Erich Fromm declaró: "La avaricia es un pozo sin fondo que agota a la persona en un esfuerzo interminable por satisfacer sus necesidades, sin llegar nunca a conseguirlo". El avaro nunca duerme con los dos ojos cerrados, siempre piensa que mientras duerme le quitaran lo que tiene, está pendiente en sus sueños de su caja de caudales, y cuando despierta lo asalta el temor de haber perdido su tesoro. Según Tomás de Aquino, la avaricia es un mal muy difícil de curar, "a causa de la condición del sujeto, puesto que la vida humana está permanentemente expuesta a la carencia; pero cada carencia impulsa la avaricia: por este motivo, ciertamente, se buscan los bienes temporales, con el fin de obtener remedio para la carencia de la vida presente".
Jesús dijo que no se puede servir a Dios y a Mammón
"Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir a Dios y a Mammón" (Mt. 6:24 RV1909).
El espíritu materialista de Mammón (el dios del dinero Mt. 6:24; 1 Ti. 6:10) disfrazado de "Prosperidad divina" y la avidez por tener más y más a cualquier precio, se han apoderado en gran parte de la agenda de muchos ministros del Evangelio hoy en día. Estos ministros se han olvidado de que fueron llamados a vivir por fe, no por vista (2 Co. 4:18, 5:7); a andar en el Espíritu, no en la carne (Gá. 5:16); a buscar las cosas de arriba, no las de la tierra (Co. 3:1-3); a no distraerse en lo terrenal (Fi. 3:18-19); a servir a Dios y no a las riquezas (Mt. 6:24; Lc. 12:21); a predicar el Evangelio gratuitamente (Mt. 10:8; 1 Co. 9:18; 2 Co. 11:7); y a estar contentos con lo que Dios les ha dado, no monopolizando la religión como un medio para obtener ganancias (1 Ti. 6:3-10).
Lo inaudito y paradójico, es observar como muchos de estos ministros de la Prosperidad predican contra Mammón pero ellos mismos son esclavos de Mammón… Con no poca frecuencia hablan en sus disertaciones desde el púlpito, que el pueblo de Dios debe ser liberado del amor al dinero, pero ellos mismos, están atrapados por la ambición, la avaricia y la voracidad por el dinero. Afirman ser fieles representantes de Jesús aquí en la tierra, pero la Biblia nos dice que Jesús (el humilde carpintero de Nazaret), no tenía ni siquiera donde recostar su cabeza, mientras que estos postulantes del Evangelio de Prosperidad, viven en casas lujosas, se transportan en los vehículos más suntuosos, y tienen sus cuentas bancarias llenas del dinero que han donado los humildes y los pobres de la iglesia. Es indudable que con su estilo de vida muelle, rodeados de tanta fanfarria, estos exponentes del Evangelio de la Prosperidad, están representando falsamente a Jesús y dejando una imagen totalmente desdibujada de Su persona ante el mundo.
Tomás de Aquino describió metafóricamente el pecado de la avaricia como "Mammón, que era ascendido desde el infierno por un lobo, viniendo a inflamar el corazón humano con su avaricia" (Wikipedia).
Los Apóstoles tuvieron sumo cuidado de no caer en la trampa del dinero
El libro de los Hechos relata un caso en que un mago judío, recién convertido a la fe, llamado Simón, quiso comprar a los apóstoles ofreciéndoles dinero a cambio de la adquisición de poderes espirituales. El pasaje dice: "Al ver Simón que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero 19 y les pidió: —Denme también a mí ese poder, para que todos a quienes yo les imponga las manos reciban el Espíritu Santo. La respuesta que este individuo recibió ante semejante oferta fue contundente: "—¡Que tu dinero perezca contigo—le contestó Pedro—, porque intentaste comprar el don de Dios con dinero! 21 No tienes arte ni parte en este asunto, porque no eres íntegro delante de Dios. 22 Por eso, arrepiéntete de tu maldad y ruega al Señor. Tal vez te perdone el haber tenido esa mala intención. 23 Veo que vas camino a la amargura y a la esclavitud del pecado" (Hech. 8:18–23). Pedro aquí, muestra un hermoso ejemplo, de cómo debe comportarse un verdadero ministro de Jesucristo ante las ofertas relacionadas con el dinero. Su integridad y ética ministerial quedan trasparentadas al reprender con autoridad y celo de Dios a Simón el mago, dejándolo avergonzado por semejante extorsión y dándole una lección inolvidable.
En otra ocasión se menciona que cuando Pedro y Juan iban a la oración, en una de las puertas del templo estaba sentado un hombre cojo que les pidió dinero. En ese momento Pedro no traía dinero para poder darle a aquel hombre. Aquí se menciona a un apóstol sin dinero. De acuerdo con lo que enseñan los proponentes de la Doctrina de la Prosperidad Pedro tendría que estar bajo maldición por no tener dinero. El en ninguna manera se avergonzó por no tener dinero. Para este siervo de Jesucristo el dinero no era lo más importante. Tenía la verdadera riqueza, la que los ministros de la Prosperidad menosprecian, la riqueza de tener morando en él al mismo Señor Jesucristo: " —No tengo plata ni oro—declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levantate y anda" (Hech. 3:6).
Por su parte el apóstol Pablo, advirtió de los graves peligros asociados con las ambiciones materiales y la codicia por el dinero. "Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores" (1 Ti. 6:9-10). La preocupación principal de Pablo siempre fue la vida espiritual de los creyentes, oró para que estos alcanzaran crecimiento y madurez en la comunión con su Salvador.
Cuando se reunió con los ancianos de la Iglesia de Éfeso, después de darles algunos consejos y orar por ellos, Pablo les recordó a estos líderes respecto a su integridad ministerial en cuanto al dinero, les señaló: "No he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie. 34 Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros" (Hech. 20:33–34). El mismo Apóstol agrega en otro pasaje: "Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; 19el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal" (Fil. 3:18–19). Son: "Hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales" (1 Ti. 6.5–6).
El escritor de la Epístola a los Hebreos también aconseja: "Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré.»" (Heb 13:5).
Precauciones que los Ministros de Dios deben tener en cuanto al manejo de las finanzas
Muchos siervos de Dios han sido atrapados por los tentáculos de las riquezas temporales, aun sabiendo que son ilusorias, fugaces y perecederas (Pr. 23:4–5). Han vendido su primogenitura por un plato de lentejas. Han descuidado su vida espiritual, distrayéndose en perseguir con avidez, las ofertas temporales de este mundo. Han cambiado el mensaje de la verdad por el de la falsedad. Están distraídos y entretenidos, capitalizando oscuros y sospechados negocios con Mammón, el dios de las riquezas. Se han olvidado de ocuparse en los verdaderos negocios a los que fueron llamados. Aquellos que Jesús dijo: "en los negocios de mi Padre me conviene estar" (Lc. 2:49). Las palabras de exhortación del apóstol Pedro dirigidas a los pastores deben ser bien recibidas: "Cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere" (1 Pe 5:2 NVI).
Al ministro de la Iglesia de Laodicea que se sentía muy seguro en sus riquezas terrenales, el Señor le dio una fuerte reprendida. Jesús se valió de términos bastante enérgicos contra aquel siervo, ya que es indiscutible que la comodidad de las riquezas terrenales lo había convertido en un ministro vano y soberbio. Estaba orgulloso de su estatus y de sus muchas posesiones, pero internamente se encontraba vacío. Había perdido la unción, la espiritualidad, y lo más sublime y valioso para un ministro verdadero, la intimidad con Dios. Que terrible será aquel día para algunos ministros que una vez comenzaron bien en la obra de Dios, pero poco a poco, fueron siendo absorbidos por el engaño de las riquezas, a tal grado que ahora tienen comodidades materiales, fama y gloria humanas, pero el respaldo de Dios ya no está con ellos. "Dices: Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada"; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú. 18 Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista" (Ap. 3:17–18).
Uno de los más graves problemas que yo veo -y probablemente el principal- es la ignorancia en cuanto a Las Sagradas Escrituras que existe en un gran segmento del pueblo de Dios. Buena parte de los cristianos no estudian la Biblia y no tienen un conocimiento sistemático de las doctrinas fundamentales de la fe. Al no tener una disciplina de lectura y estudio bíblico, estos creyentes son susceptibles de ser manipulados, con facilidad, por los falsos maestros y lobos rapaces, que los hay hoy en día por multitudes. Aquellos creyentes que viven por sus emociones y no por sus convicciones espirituales o por unos firmes razonamientos, son los más vulnerables para abrazar las doctrinas de error.
Por otra parte, conviene señalar, que el pueblo de Dios tiene el deber de sostener económicamente a sus pastores: "Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario" (1 Ti. 5:18). Los pastores, por su parte, deben, cada día, aumentar sus conocimientos de la Palabra de Dios y enseñar la Verdad al pueblo que Él ha puesto bajo su cuidado; a fin de que no sean engañados por estos falsos profetas que desfilan en la arena pública trayendo una Biblia, pero por sus frutos es incuestionable que son predicadores de sus propios intereses y no conocen a Dios.
Debe existir un perfecto equilibrio en relación con las posesiones materiales. Si bien es cierto que Dios quiere bendecirnos en todas las cosas. Lamentablemente existe la tendencia, entre muchos cristianos, de priorizar y valorar desmedidamente las pertenencias de este mundo. Los ejemplos de Lot, y Balaán en el Antiguo Testamento, deberían ser más que suficientes para apercibirnos respecto a que una vida con posesiones materiales, pero vacía de lo espiritual, se encamina irremediablemente a la autodestrucción. No puede haber compatibilidad entre las riquezas materiales y las riquezas espirituales. Son totalmente opuestas, por tanto irreconciliables. Una te lleva a Dios, la otra te conduce hacia Mammón. Una te introduce a la esperanza celestial y a la vida eterna, la otra te ancla en esta tierra, te esclaviza, y te desconecta completamente de lo espiritual. Tarde o temprano tendrás que definirte por una en menoscabo de la otra. Corresponde entonces, levantar la voz, contra quienes recurren a la Biblia y al nombre de Jesucristo para explotar, manipular y coaccionar a los creyentes.
Desde la perspectiva bíblica y teológica es pertinente y moralmente obligatorio, presentar una apología de la fe y la verdad de Dios, descubriendo y corrigiendo cualquier error en materia de doctrina que se suscite dentro del conglomerado evangélico que es la Iglesia de Dios, tal como lo hicieron: nuestro Señor Jesucristo, los apóstoles, los apologistas, los reformadores, y todos los defensores de la ortodoxia hasta hoy. Atte. Pastor: Efrain Lemus.
Autor:
Efrain Lemus