En nuestro país el esquema jurídico y especialmente el derecho positivo– e las leyes que se encuentran en vigencia para su aplicación actualmente – están embebidas de este carácter. En efecto, los principios de igualdad y de "reserva" del derecho argentino lo convierten en un esquema de índole romano. Sólo tiene vigencia la "ley escrita".
En la República Romana, además, los plebeyos lograron mayor igualdad política, a través del acceso a ciertas magistraturas. Por ejemplo, uno de los cónsules debía ser plebeyo. Los patricios encontraron una solución a la defensa de sus privilegios creando magistraturas que quitaran ciertos poderes al consulado. Los plebeyos, a su vez organizaron los tribunos de la plebe que se comportaban como defensores frente a los patricios con atributos divinos e inviolables. Asimismo se creó una Asamblea plebeya o concilio plebeyo cuyas decisiones o plebiscitos fueron adquiriendo validez en toda la república.
La Cámara de Diputados de nuestro país por su parte, mantiene el carácter de "representante del pueblo de la nación" con miembros elegidos directamente a simple suma de sufragios por todo los ciudadanos de la nación.
Aunque la igualdad religiosa escapa el exclusivo marco de los político, cabe agregar que los plebeyos en Roma obtuvieron durante la república el poder de acceder al culto y los cargos sacerdotales. En nuestro país, el artículo 2 de la Constitución Nacional establece oficialmente el culto Católico Apostólico Romano.
La evolución religiosa en Roma
A pesar de las inmigraciones y del dominio extranjero, los itálicos fueron quienes constituyeron la base de la población romana. Su carácter se evidenció también en las primitivas concepciones religiosas, que revelaban un profundo respeto a los dioses.
Como divinidades aceptaron originariamente las fuerzas actuantes en el círculo de la vida o sea, las que rigen el nacimiento y la muerte, la prosperidad y ruina de las casas, de los campos, de los rebaños y de la comunidad ciudadana. Temían personificar e individualizar tales potencias invisibles, por lo cual no poseían imágenes ni estatuas de sus dioses, sino que designaban a éstos únicamente por medio de símbolos, como, por ejemplo, a Marte por medio de una lanza. Con la influencia de los etruscos y el contacto con los griegos colonizadores, cambió la vida religiosa de los romanos y su creencia en los dioses, de modo que representaron a sus dioses en formas humanas, erigieron templos, añadieron nuevas divinidades, las que ya poseían se transformaron, y así se fundieron las concepciones antiguas con las nuevas. A ello se debe el que, en tiempos históricos, los dioses romanos coincidieran, en sus rasgos esenciales, con los dioses griegos.
Los dioses de aquellos pueblos de labradores era genio tutelares de la casa y de los campos. La puerta de la casa estaba protegida por Ianus. Más tarde se representó a este dios con doble cabeza debido a que las puertas miran hacia adentro y hacia fuera como si tuvieran "doble cara"
El dios de las simientes y la tierra, uno de los dioses más antiguos de los itálicos, era Saturno. Este dios había sido expulsado del cielo por Júpiter y habiendo llegado a Italia gobernó como rey en el Lacio. Durante su fiesta la gente se regalaba pequeños obsequios y dinero, costumbre ésta que podría asociarse con algunas de nuestros días. La cosecha estaba bajo la protección de Consus, dios que guardaba en graneros los frutos del campo y que es honrado con fiestas que incluían carreras de caballos ante su altar, donde más tarde se edificara el Circus Máximus. Flora era la protectora de las flores y Pomona de los frutos. El genio bueno de las montañas y de los pastos era Faunus.
Sus sacerdotes, los lupercii corrían alrededor del Palatino envueltos en pieles de macho cabrío. Los bosques y los campos estaban a cargo de Silvanus y los rebaños y los sitios de pasto al de Pales. En honor de esta última diosa se celebraba una fiesta de purificación llamada Palilia. Terminus era el viejo dios itálico de las fronteras y los límites. El Genius era el espíritu tutelar del hombre, al que acompañaba durante toda su vida. El dios romano Liber, protector de la vitivinicultura y de la fertilidad del suelo, luego derivo en Baco.
Los doce dioses principales habían entrado con los etruscos o habían sido gestados comparándolos con los griegos. Júpiter era el antiguo dios indoeuropeo del cielo claro al que se adoraba en las cumbres de los montes y se manifestaba con truenos y relámpagos. Al lado de Júpiter se encuentra Juno personificación de lo femenino fundadora del matrimonio. Desde el tiempo de los Tarquinios se adoraba a Minerva que junto con Júpiter y Juno componía la tríada capitolina. Minerva era la diosa de las habilidades de la Industria, de las Artes y de la Ciencia. Corresponde a la griega Palas Atenea.
La diosa protectora del hogar era Vesta. En su templo ardía el fuego sagrado custodiado durante treinta años por seis vírgenes denominadas vestales. Si el fuego se apagaba la vestal culpable era azotada por el Pontifex máximo, sumo sacerdote comparable al Papa de la religión católica. El nombre hace referencia al puente (cuidador del puente) que unía las dos márgenes del río Tiber y, por lo tanto símbolo de la unión de Roma. De la misma manera se adjudica el nombre de sumo pontífice al Papa como unificador de la Iglesia.
Ceres era la diosa de la agricultura (puede asociarse con ella la palabra "cereal") Marte era el dios de la guerra y patriarca de los romanos. Mercurio era comparable al Hermes de los griegos protector del comercio. Venus, la Afrodita griega era la diosa de la belleza y del amor. Neptuno era la antigua deidad romana de las aguas, en especial del mar equivalente al dios griego Poseidón. Vulcano era el dios del fuego y del arte de la forja y equivalía al Hefaistos de Grecia. Apolo fue el primer dios que se introdujo desde Cumas a Roma fue adorado como dios de las artes y de la adivinación y como dios de refugio para los perseguidos. Diana era la diosa de la luna y de la vida libre de la naturaleza así como de la caza.
Otros seres a quien se tributaba adoración divina eran los lares (los protectores de las casas), los penates (dioses protectores de los habitantes de las casas) y los manes (las almas de los muertos)
El romano era un pueblo piadoso, consciente de la intervención de las potencias superiores en todos los asuntos de la vida cotidiana. Se prestaba mucha atención a lo que los dioses pedían a los hombres que se manifestaba a través de los prodigios. La atención que se prestaba a todo lo que los dioses exigían de los hombres recibía de los romanos el nombre de "religio", nombre común hoy en día para denominar a todas las maneras que el hombre ha encontrado para re-ligarse con sus dioses.
Los prodigios eran todos aquellos procesos de la naturaleza y de la vida humana que por su carácter insólito indicaban cierta perturbación en las relaciones entre los dioses y los hombres. Los romanos obraban de acuerdo a la concepción "do ut des" (doy para que tu des) y esta caracterizaba a la relación con los dioses. En la adoración de los dioses tenía mucha importancia la magia de la forma externa. No estaba permitido alterar un solo gesto o sonido de las formulas. Esto también ocurre hoy en día con algunos aspectos inalterables de la liturgia cristiana.
La autoridad máxima del culto romano lo constituía Collegium Pontificium, a la cabeza del cual se encontraba el Pontífice, que se puede asociar, como ya hemos dicho con el Papa de la religión Católica. Esta autoridad vigilaba todo el culto, eran intérpretes del Derecho Sagrado, – lo que hoy se denomina derecho canónico en la religión católica – y llevaban los annales maximi en los que se consignaban los acontecimientos de cada año. El cargo era vitalicio, y esto permite además asociarlo con el carácter que imprime el Orden Sagrado, uno de los sacramentos de servicio de la religión católica y que lo hace imborrable y vitalicio.
Existía además el Collegium augurum que investigaban la voluntad de los dioses a través de los signos del cielo, del vuelo de las aves y de los signos procedentes del apetito con que comían los pollos sagrados. Existía además los augures que escudriñaban las entrañas de las aves (arúspices), el colegio sacerdotal de los veinte feciales que tenía la función de velar por el derecho de gentes, los viri sacrorum que en número de dos al principio y de quince más tarde, consultaban los Libros Sibilinos que guardaban en secreto. Además cabe destacar, la existencia de otros sacerdotes particulares que atendían cada uno de los cultos de los diferentes dioses.
Los lugares más antiguos de culto eran los lugares naturales como las grutas y los bosques sagrados. También ha perdurado en la religión católica actual la existencia de lugares de culto reservado sólo para sacerdotes y los ministros como el altar, la sacristía, etc.
Otro de los aspectos que se conservan es la imagen del dios, que fue introducido por los etruscos y perduró en la cultura romana mediante estatuas o dibujos.
La acción más importante del culto era el sacrificio. En la casa predominaban los sacrificios incruentos mediante ofrecimientos de frutos del campo. En las oraciones se seguían formulas establecidas que nos permite asociarlas con las oraciones formuladas de la religión católica, como así también los gestos, actitudes y posturas especiales que se pueden comparar con las formas que han enriquecido los sacramentos cristianos que por supuesto tienen un basamento religioso-cultural en la tradición hebrea.
Los romanos también tenían días festivos donde el culto era relevante. Como ocurrió durante algún tiempo en la Iglesia Católica, el Estado se encontraba vinculado estrechamente con la religión y se manifestaba, entre otras cosas, en la elección de los sacerdotes. Piénsese, en este sentido, por ejemplo en el derecho de patronato que ejercían los reyes españoles durante la conquista y que luego se trasferiría al poder ejecutivo de los países latinoamericanos como la Argentina.
Las luchas sociales en Roma
Analizaré, en primer lugar, la evolución política de Roma alrededor del siglo V a.C. a fin de enmarcar el escenario de las luchas sociales desde sus orígenes.
Roma había mantenido un constante enfrentamiento con sus vecinos y esta extraordinaria y repetida labor guerrera había producido algunos cambios internos. Por ejemplo, el servicio militar había exigido que se atrajera a todas las partes del pueblo, pero también que se hicieran extensivos los derechos políticos a capas más amplias de la población.
En su origen, los reyes habían ejercido el poder junto a los patricios (ciudadanos) que se reunían en los Comicios Curiados (asambleas de ciudadanos) y con el senado (consejo de ancianos). Después de la caída de los reyes se hicieron cargo del mando las familias de la nobleza terrateniente que residían en la ciudad. Estas se dividían en tres tribus con diez curias cada una, división que era la base tanto para el servicio militar como para la administración interna. Para la partición de las tribus se había considerado la antigua división entre los grupos primitivos: ramnes, tities y luceres. La repartición en tercios de comunidades debió ser la forma más antigua de organización y por eso se conservó la expresión tribuere (repartir en tres). Cuando, posteriormente, los patricios toleraron e incluso fomentaron que se añadieran a la población romana gentes de lugares vecinos para llenar su vasta zona y elevar su capacidad de defensa, se reunió en torno a la nobleza una capa de población denominada plebs (plebeyos). Estos últimos eran personas libres ya que podían comparecer independientemente ante los tribunales, concertar contratos válidos con los patricios y adquirir bienes, pero estaba excluidos de participar en todos los asuntos de la República y de casarse con miembros de la clase de los patricios.
Las tareas del culto, que incumbían antes del Rey, las asumió entonces un "rex sacrorum" que ejerció el oficio sacerdotal pero cuyo poder provenía del collegium pontificium.
El poder oficial del primitivo rey lo asumieron funcionarios cuyo cargo (magistratus) no era perpetuo ni transferible. Cada cargo de autoridad era simplemente honorífico (honos), no retribuido y sólo se pagaban del fisco los gastos que dimanaban de la actividad profesional. La limitación de la duración del cargo a un año y el nombramiento simultáneo de un segundo funcionario con iguales poderes (anualidad y colegialidad) eran los principales distintivos del magistrado republicano.
Los funcionarios superiores llevaban el principio el nombre de praetores y desde 449 se llamaron cónsules. En virtud de su imperium, poseían el mando supremo sobre el ejército, la jurisdicción, el derecho de dictar penas y el de convocar el Senado y los comicios. Con el incremento de las tareas del Estado se introdujeron nuevos cargos, como el de los praetores o el de los cuestores, dos de los cuales administraban el tesoro del Estado y otros dos partían para la campaña con los cónsules en calidad de tesoreros militares.
Frente a los funcionarios que cada año cambiaban, el Senado se preocupó de dar una unidad al desarrollo de la política romana. En los primeros tiempos de la República contaba con 300 miembros que tenían la misión de asesorar a los magistrados y preparar todas las resoluciones importantes del gobierno de la República. El Senado fue creciendo en influencia y se convirtió en el representante del poder de gobierno.
En las situaciones de emergencia, uno de los cónsules nombraba un dictador que a su vez elegía un colaborador (un coronel de caballería: magíster equitum) con rango de pretor. La dictadura duraba sólo seis meses y a veces se deponía este cargo antes de este período cuando habían concluidos los asuntos inherentes a su mandato.
La instauración de un Estado de nobles había agudizado las diferencias que ya existían entre patricios y plebeyos. Los patricios querían mantenerse aislados en una especie de casta.. Sólo admitieron en sus filas a los poderosos Claudios, de origen sabino, como última familia noble. Por su parte, la gente sencilla exigía seguridad legal, ayuda en la apremiante escasez de tierra y frente a las deudas y algunas familias de posición más desahogada, pretendían igualdad política y con ello, la administración de la ciudad. El creciente descontento desencadenó luchas entre la nobleza y la plebe que duraron muchos años. La leyenda habla de la emigración de la plebe al Monte Sacro y de la astucia del intermediario Menenius Agrippa, el cual, con su fábula, que se ha hecho famosa, y en la que compara la República con un cuerpo del que los patricios eran el estómago y los plebeyos los miembros, consiguió reconciliar a las dos partes en disputa. En esto se refleja la victoria de la razón de Estado sobre los intereses de los grupos aislados y la buena disposición de ambos bandos para llegar a un acuerdo. El resultado fue la creación del Tribunado del Pueblo al que sólo tenían acceso los plebeyos. Los tribunos del pueblo (tribuni plebis) fueron declarados poco menos que intocables, protegían a los plebeyos en las levas militares y en los asuntos de los impuestos, podían intervenir en las detenciones y en los castigos e incluso, con su veto, podían declarar nulas las disposiciones de los cónsules y del Senado. Esta autoridad la fueron adquiriendo poco a poco y significaba un gran progreso en la seguridad jurídica.
A los tribunos de la plebe se les añadió como asistentes dos ediles de la plebe (aediles plebis) administradores del tesoro del pueblo en el templo (aedes) de Ceres. La plebe se congregaba en las asambleas (comitia tributa), repartidas según los distritos locales o tribus, para elecciones y votaciones, mientras que los antiguos comitia curiata seguían reservados a los patricios. Para facilitar las levas para el servicio militar y la recaudación de impuestos se dividió en 4 tribus (Palatina, Succusana, Equilina y Collina) y la región del campo, en 16 que con el crecimiento de la república se elevaron a 35.
Las discrepancias internas fueron acalladas cada vez más debido al peligro que amenazaba del exterior. Los enemigos más temibles eran los volscos y los ecuos, pues la falta de sustento los impulsaba a lanzarse sobre las poblaciones y las cosechas.
Era muy necesario asegurar la situación política interna. El primer paso fue dado cuando, siguiendo el modelo del griego Solón por medio del establecimiento de leyes, se sustituyó el derecho consuetudinario manejado diferentemente según la venganza y el capricho personales, por un procedimiento ordenado y exactamente establecido. La misión de fijar leyes por escrito fue confiada a una comisión de diez varones (decemviri legibus scribundis) que dieron forma a la Ley de las Doce Tablas exponiendo públicamente las leyes de Roma. Esta es la única codificación completa de Roma que permaneció hasta llegar al Corpus Iuris Civilis del emperador Jusrtiniano y se convirtió en una guía para la vida y en un texto para los escolares que lo aprendían de memoria.
Sin embargo las leyes no trajeron ningún alivio a los plebeyos en cuanto al servicio para la guerra y la prisión por deudas. Sólo se contuvo la arbitrariedad personal y se colocó el procedimiento judicial bajo la vigilancia del Estado. Al pueblo se le impidió el éxito, ya que por ejemplo, se prohibió por escrito el casamiento entre patricios y plebeyos. Triunfó la Ley del Estado que si bien liberaba a la plebe de su indefensión frente a los patricios, la situaba bajo la jurisdicción del propio Estado que se convirtió en su nuevo dueño.
Un alivio bastante restringido lo aportó la Lex Canuleia, aceptada a propuesta de Canuleyo, tribuno de la plebe, la cual permitía la unión conyugal entre patricios y plebeyos (conubium). Con esto la plebe había alcanzado ciertamente la primera igualdad de derechos sociales, pero ésta en realidad sólo fue para las familias plebeyas ricas. Sin embargo, precisamente en los sectores que habían entrado en relaciones de familia con la nobleza fue donde se formaron los paladines que defendieron la gran idea de conducir a los plebeyos desde una comunidad separada con desventaja jurídica hasta un Estado total, en el que estuviera abierto para todos sin excepción el acceso a los cargos oficiales de la República.
En esta época se organizaron las centurias. Los ciudadanos se reorganizaron sobre la base de las contribuciones y sirvió para atraer a todo el pueblo al servicio militar. Esto coincidió con cambios importantes en la estructura del ejercito donde la falange (infantería) cobró gran importancia. Como dije la organización en centurias organizó a los ciudadanos de acuerdo a su fortuna y repartió las cargas de la guerra y los impuestos a la vez que también distribuyo derechos por los servicios prestados. De esta manera la guerra contribuyó a "ablandar" el esquema rígido que asignaba derechos sólo a los patricios.
Dada la importancia que tuvo la organización del ejercito en el tema que me atañe, me referiré brevemente a su estructura. El nuevo ejército estaba compuesto de tres partes: en primer lugar, la tropa de jinetes (equites), los ciudadanos de mayor fortuna divididos en 18 centurias. En segundo lugar, la infantería dividida en 5 clases, con un total de 170 centurias de las cuales la mitad estaba formada por los iuniores (de 17 a 46 años) y la otra por los seniores (de 47 a 60 años). En tercer lugar, las dos centurias de los carpinteros y herreros. Las dos centurias de los músicos y la centuria de la capa inferior de los ciudadanos. Estas 193 centurias tenían un voto cada una en las nuevas asambleas del pueblo o comitia centuriata. Así cuando los caballeros y la primera clase se unieron, los más ricos alcanzaron la mayoría de votos (98 contra 95). Con ello, los terratenientes pasaron a ocupar el lugar de la nobleza del linaje y la aristocracia fue suplantada por la timocracia, o sea, aquella forma política en la que los derechos y deberes venían graduados según las fortunas.
Al aumentar las tareas militares se rea el cargo no retribuido de los tribunos militares con autoridad de cónsules. Sólo eran elegidos en caso de necesidad y podían ser elegidos entre los plebeyos. Pero cuando estos tribunos abandonaban el cargo e ingresaban en el senado no tenían los mismos derechos que los patricios. A los senadores patricios se les seguía reservando la denominación de patres, mientras que los nuevos miembros plebeyos eran llamados conscripti.
La estimación de la fortuna de los ciudadanos que servía de base para asignar derechos en este sistema y que al principio la realizaban los cónsules, ahora estaba a cargo de los dos censores. Estos realizaban cada cinco años un registro de los ciudadanos en el Campo de Marte en una asamblea popular (contio)
A pesar de las luchas internas Roma no se había debilitado. Al contrario muy pronto ejerció su hegemonía sobre las otras ciudades de la península.
Debo referirme ahora a las guerras civiles que se desarrollaron al fin de la República y que provocaron la caída de ésta. La primera se desarrollo entre Mario y Sila, la segunda entre Cesar y Pompeyo y la tercera entre Octavio y Marco Antonio.
Cuando Mario y Sila disputaban por el mando de los ejércitos que combatirían en Oriente y triunfó Sila invadiendo Roma, Aniquiló a los jefes del partido popular, salvo Mario que logró escapar. Sila marcho al Oriente a luchar contra Mitrídates, pero Mario quedó como dueño de la situación en Roma. Allí fue elegido cónsul pero murió ese mismo año (86 a. C.) De regreso Sila instauró una dictadura por tiempo indeterminado y realizó una serie de reformas tendientes a aniquilar el partido popular. Luego de tres años renunció y se retiró de la vida pública muriendo al año siguiente.
Mientras tanto la situación se agravaba y nuevas sublevaciones de esclavos – la más importante encabezada por Espartaco – el avance de los piratas, la rebelión de Sertorio que actuaba en España y el resurgimiento de Mitrídates en Oriente hicieron cada vez más difícil la situación mientras el ejército no parecía tener la solución.
Esta vez la figura que se destacó fue la de Cneo Pompeyo quien, una vez desaparecido Sila, dirigió las fuerzas de Roma. Este fue triunfador frente a Sertorio en España y completó la derrota de Espartaco y los esclavos que habían realizado Marco Liciano Craso.
Desaparecidos los peligros externos inminentes Pompeyo consolidó el dominio de Roma sobre Oriente. Quedaba convertida en provincia Romana el Ponto, Cilicia, Fenicia y Palestina.
Depuesta la conspiración de Catilina por Cicerón se formó una nueva forma de política en Roma sin reconocimiento legal: el triunvirato que no era más que una alianza entre los hombres más influyentes del momento: Pompeyo, Craso y Julio César.
Más tarde Cesar se hizo nombrar procónsul de la Galia y emprendió la conquista de toda la región. Muerto Craso quedaron enfrentados Pompeyo y Cesar, iniciándose una nueva guerra civil que duraría cinco años. Pompeyo fue vencido en Farsalia y huyo a Egipto donde fue asesinado. Cesar se convirtió en Dictador perpetuo y Pontífice Máximo y tuvo atribuciones de tribuno de la plebe y de los censores, podía declarar la guerra y la paz y mantenía el mando de los ejércitos. Merced a la concentración del poder, Cesar disminuyo el poder de la aristocracia y tomó medidas favorables para la plebe, como el reparto de tierras y cereales más baratos. Sin embargo no pudo continuar su obra de gobierno. Patricios nucleados en el senado y partidarios de la república, tramaron su muerte. En el año 44 fue asesinado en el Senado víctima de una conspiración. Luego siguió la lucha entre Octavio y Marco Antonio pero ya no volvieron a recuperarse derechos de la plebe. Vendrían los tiempos del Principado y del Imperio donde la concentración del poder fue tanta que resultaba imposible pensar siquiera en aumentar el grado de participación popular en los asuntos de Estado.
Bibliografía consultada:
- Martino, Adriana. "El Mundo Romano" Editorial Fundación Hernandarias
- Nack, Emil y Wagner Wilhelm. "Roma, el país y el pueblo de los antiguos romanos" Editorial Labor SA Barcelona
- Piganiol, Andre. "Historia de Roma" Editorial Eudeba. Bs.As.
- Rostovtzeff, M. "Roma, de los orígenes a la última crisis" Editorial Universitaria de Bs. As.
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