El segundo sexo: alcances, logros y fracasos sobre la condición de la mujer en Latinoamérica
Enviado por Jairo Alberto Cardona Reyes
- Resumen
- Introducción
- La mujer como inmanencia
- Construcción cultural del género
- Condición de la mujer latinoamericana
- Algunos logros
- Hacia la liberación
- Conclusión
- Bibliografía
En el presente trabajo trataremos de explicar por qué la mujer es considerada socialmente como un ser de segunda clase y subordinada al hombre, obligada a adoptar roles predeterminados, y por qué tal concepción hoy prevalece en Latinoamérica, justificando la dominación y la violencia contra las mujeres.
Palabras clave: discriminación, violencia, género, roles sociales, reconocimiento, liberación.
Abstract: in the present work, we will try to explain why the woman is considered socially as a second class and subordinate to the man, forced to adopt default lists, and why that conception still prevails in Latino-America, justifying the dominance and the violence against the women.
Key words: discrimination, violence, gender, social lists, recognition, liberation.
Simone de Beauvoir intentó explicar en su obra El segundo sexo cuáles son los factores que han llevado a considerar a la mujer como un ser de segunda categoría, una postura reforzada durante mucho tiempo por la ciencia, la historia, la religión y las dinámicas culturales. Según Beauvoir (1967), las mujeres han sido oprimidas, obligadas a vivir sumisas a la sombra de los hombres y para perpetuar tal opresión se han creado moldes preestablecidos en los cuales ellas deben encajar a la fuerza a través de toda su vida, reproduciendo este modelo por medio de sus hijas, ellas harán lo mismo con las suyas. Dicho condicionamiento, descrito por Beauvoir, aún permanece en la sociedad latinoamericana, vulnerando y menospreciando de forma culturalmente aceptada, el papel que juega la mujer en medio de la familia y la sociedad.
Las mujeres han sido obligadas a pensarse a sí mismas como seres dependientes y sin iniciativa, que hacen lo que se les dice. Pero Beauvoir no se queda en la simple descripción de la situación de la mujer como un ser que no decide por sí mismo, sino que siendo consciente de aquello en lo que ha sido convertida, puede buscar una alternativa, una liberación. Tal propuesta puede dar luces para la construcción de una nueva mujer latinoamericana, que participe activamente en la sociedad y que sea reconocida como el sujeto que es.
En la actualidad, todavía muchas mujeres se consideran como parte de la esencia "mujer", es decir, se identifican con los roles preestablecidos socialmente para este género, asumiendo las funciones y responsabilidades que les han sido asignadas. En otras palabras, podemos decir que todavía gran cantidad de mujeres se considera una inmanencia, creyendo que hay algo en ellas que no se puede quitar, que no se puede cambiar, algo que las obliga a identificarse con ciertas características como: tierna, débil, sentimental, dependiente, inferior y con menos capacidades que los hombres. La mayoría de las mujeres promueven y apoyan los proyectos ajenos, negándose al mismo tiempo a sí mismas. Como ayudantes, ellas son inesenciales, simples componentes en medio del proyecto de otros, apareciendo siempre como "de" algo: la madre de… la mujer de… Así, en la medida en que promueven exclusivamente el proyecto del otro, las mujeres se niegan a sí mismas, niegan su proyecto y todo lo que pueden llegar a ser.
Si nos preguntamos, desde la postura existencialista de Beauvoir, si es posible que la mujer sea reconocida plenamente como un "sujeto", tendríamos que identificar primero el concepto de "sujeto" que ella manejaba. El sujeto existencialista afirma lo que es a través de sus proyectos, haciéndose así una trascendencia; es aquel que se construye por medio de acciones concretas, las cuales le permiten alcanzar los fines deseados. De esta manera, cada día el sujeto se proyecta, espera y se hace otro (otro de sí mismo); se proyecta, espera y se hace otro, y así, sucesivamente, en un movimiento infinito, pues es un ser en devenir constante. En la actualidad aún existen muchas mujeres que no se consideran a sí mismas "sujetos", ya que se aferran a una postura totalmente contraria, hacen lo posible por evitar formar sus propios proyectos, sin trascender, para seguir siendo lo que siempre han sido: una inmanencia. Así, en tanto que creen que están mejor siendo como han sido siempre, ellas mismas se colocan en la categoría de las cosas, asumen el papel que les ha asignado la sociedad y lo incorporan a su vida como algo inevitable, sin necesidad de nada más. Ellas son lo que se les diga que deben ser. Sin embargo, es posible que también existan factores externos, especialmente sociales, que obliguen a las mujeres a actuar de determinada manera y a aceptarse como cosas reinterpretadas y utilizadas. De este modo, podemos decir, que las mujeres han sido obligadas a vivir en la opresión durante mucho tiempo y que finalmente lo han aceptado de buena manera, incorporando esto en su propia identidad.
Construcción cultural del género
En El segundo sexo, Beauvoir se pregunta ¿cuáles son las condiciones que han hecho posible que la mujer sea considerada como un otro-objeto? A lo cual, ella misma responde que son las construcciones, culturales las que han posibilitado esta alteridad defectuosa, es decir, se ha gestado una mujer que no es reconocida por una sociedad patriarcal como sujeto sino como objeto resignificado en función del punto de vista del los hombres.
Beauvoir nos dice que aquello que comprendemos por el concepto "mujer" es, como dijimos antes, una camisa de fuerza impuesta por la sociedad y que no hay una diferencia abismal entre hombre y mujer, sino sólo aquella que la colectividad le ha dado y que ella ha aprendido a asimilar como propia concepción de sí misma. En otras palabras:
Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica de femenino. Únicamente la mediación de otro puede constituir a un individuo como otro. [ ] Si, mucho antes de la pubertad, y a veces incluso desde su más tierna infancia, se nos presenta ya como sexualmente especificada, no es porque misteriosos instintos la destinen inmediatamente a la pasividad, la coquetería y la maternidad, sino porque la intervención de otro en la vida del niño es casi original y porque, desde sus primeros años, su vocación le ha sido imperiosamente insuflada. (Beauvoir, 1967. p.87).
En cierta medida, la mujer ha aprendido a dejar de ser sujeto y a convertirse en un objeto, o así se le ha enseñado que debe ser, llegando a creer inclusive en su propia inferioridad e internalizando los valores, los roles y modelos de conducta que le han sido impuestos por una sociedad dirigida por hombres. Pero negarse a ser un otro-objeto implica también más trabajo y más responsabilidad, implica renunciar a las ventajas que el hombre le da, es decir, además de proteger a la mujer en lo económico, el hombre también la "protege" de sí misma, de ser libre y responsable, de inventar sus propios valores, aunque esto implique dejar de buscar el cumplimiento de sus proyectos, lo hace con gusto con tal de no asumir el riesgo. Pero cómo juzgarla si es más fácil renunciar a la libertad para convertirse en objeto del otro, en un ser pasivo que recibe su ser de afuera, dejando que los demás siempre decidan por él.
Beauvoir (1967) afirma que es en la infancia donde comienza a tratarse a las niñas de manera diferente a los niños, a ellas se les llena de afecto y caricias; mientras que a ellos se les enseña a ser independientes y a no mostrar fácilmente sus sentimientos, lo cual pertenece sólo a las niñas. Es por esto que cuando son un poco mayores se sienten débiles, se ven en desventaja con respecto a los hombres, creyendo incluso que su situación biológica de mujer las destina a ser frágiles y pasivas. Los padres encargan de convertir a la niña en una mujer aprobada por la sociedad y todas sus actividades están enfocadas en el aprendizaje de sus labores de mujer: se le enseña a cocinar, coser, hacer oficios de la casa, a ser vanidosa y a portarse de forma decente.
Pero dicha pasividad de la mujer no se debe, como ya hemos dicho, a su particularidad biológica, sino a la instrucción que le han dado. En el interior de la mujer hay un conflicto, entre lo que ella misma es y lo que ha aprendido a ser, lo que debe aparentar ante los demás, pues se le enseña que debe hacerse objeto ante el otro. Vive para los demás, para llamar la tención y agradar, por lo cual debe renunciar a ser libre, a ser ella misma. En palabras de Beauvoir (1967):
Se la trata como a una muñeca viviente y se le rehúsa la libertad; así se forma un círculo vicioso; porque, cuanto menos ejerza su libertad para comprender, captar y descubrir el mundo que la rodea, menos recursos hallará en sí misma, menos se atreverá a afirmarse como sujeto; si la animasen a ello, podría manifestar la misma exuberancia viva, la misma curiosidad, el mismo espíritu de iniciativa, la misma audacia que un muchacho. (p.93).
De acuerdo a Beauvoir, a medida que van creciendo, las niñas comprenden que no son las mujeres sino los hombres los que son dueños del mundo. Dicha comprensión de esa jerarquía comienza por la familia, al momento en que se ve al padre como la autoridad, como el que dicta las normas, el que da recompensa y castigo. Posteriormente, es la misma sociedad la que refuerza la subordinación de la mujer y el papel protagónico que el hombre tiene en el mundo. Como lo dice Beauvoir (1967):
Todo contribuye a confirmar a los ojos de la niña esta jerarquía. Su cultura histórica, literaria, las canciones, las leyendas con que la acunan, son una exaltación del hombre. Han sido los hombres quienes han hecho Grecia, el Imperio Romano, Francia y todas las naciones, quienes han descubierto la Tierra he inventado los instrumentos que permiten explotarla, quienes la han gobernado, quienes la han poblado de estatuas, cuadros, libros [ ] Los hombres manejan el mundo. (p.96).
Condición de la mujer latinoamericana
En Latinoamérica aún predomina lo que podemos llamar la figura del "mero macho" que, sin embargo, se encuentra en crisis. Esto se debe principalmente a que la identidad de "macho", es decir, de hombre valeroso, superior y capaz de todo se funda en relación con la supuesta inferioridad femenina. Pero debido a los cambios sociales la imagen de la mujer se ha ido transformando, ocupando inclusive espacios que antes pertenecían al hombre. En respuesta a esto podemos ver ciertas actitudes de represión sobre la mujer que la obligan a "volver a su lugar", a "ocupar el papel que le corresponde en la sociedad". El rosto que esta dominación masculina ha tomado en Latinoamérica es la violencia, por medio de ésta los hombres le dicen a las mujeres lo que tienen que hacer.
En Latinoamérica, a pesar de que ha mejorado con el tiempo el modo de concebir a la mujer, muchos de los prejuicios contra ella que Beauvoir menciona en su obra de 1949 aún se mantienen. Vivimos en una sociedad patriarcal que todavía vulnera los derechos y el papel fundamental de la mujer en medio de la sociedad, convirtiéndola en blanco fácil para la violencia, la discriminación, el maltrato y la indiferencia. Hay una gran preocupación por el reconocimiento de la mujer, de sus derechos y de las condiciones de vida que merece, que no deben ser diferentes a las de los hombres. La violencia contra la mujer es un problema que se ha difundido en Latinoamérica, una actitud de dominación que se instala en la vida cotidiana como algo normal y se funda en la insistencia de muchos actores sociales como la familia, la religión, el Estado, los medios de comunicación y la escuela, entre otros.
Desde muy temprana edad nuestra cultura educa a los niños para que practiquen la discriminación hacia las mujeres, los medios de comunicación, por ejemplo, acentúan la idea de que la mujer es un objeto disponible para el hombre, siguen mostrándola como torpe y débil, como una cosa bonita que puede usarse para vender productos de consumo. De esta manera se da continuidad a los estereotipos y se refuerzan las ideas patriarcales sobre el destino de la mujer. Se objetiviza a la mujer y el hombre aprende a percibirla como una cosa usable, desechable, algo que se quiere conseguir. Como cosa, ella pierde todo reconocimiento como persona, pudiendo hacer el hombre con ella lo que quiera, cuestión que justifica la violencia, la explotación y el maltrato. De ahí que en Latinoamérica, las mujeres sean el blanco más común de la delincuencia, violaciones, homicidios y demás, y que muchos ya se acostumbren a ver este tipo de noticias como algo normal, pues en nuestra cultura lo común es que el hombre someta a la mujer. Esto evidencia que aún se mantiene la idea de la mujer débil, que no pone resistencia y que hace lo que el hombre le dice. Aquí cabría preguntarnos, partiendo de ese concepto de "mujer", que aunque se ha transformado y evolucionado, cediendo de forma positiva de alguna manera, sutilmente conserva su esencia discriminatoria, ¿en qué se ha convertido en hombre?
Hoy en Latinoamérica se ve la violencia familiar como algo aceptable, agresiones físicas y mentales, violaciones y todo tipo de actitudes que son admitidas y perpetuadas como parte de una costumbre: los machos mandan. Se le niega a la mujer el derecho de ser dueña de su propio cuerpo, vinculando siempre su figura a la de madre. En Latinoamérica son especialmente señaladas aquellas mujeres que ejercen libremente su sexualidad, como lo hacen los hombres, o que tienen una orientación sexual diferente a la de la mayoría. La maternidad temprana y el madresolterismo también representan cierta violencia contra la mujer en tanto que se ve obligada a dejar los estudios y a sufrir dificultades económicas y alimenticias debido al abandono de la pareja.
Por otra parte, existen redes de trata de personas al interior y fuera de nuestros países que cada día se fortalecen gracias al avance de las comunicaciones y las redes sociales, dichas organizaciones criminales condenan a las mujeres a tratos inhumanos: privación de la libertad, esclavitud, prostitución e incluso la muerte. Estas redes sólo se sostienen por que los hombres siguen pagando por la mercancía y no dejan de ver a la mujer como algo que se puede comprar.
El conflicto armado que hoy se vive en parte de Latinoamérica, es otro factor que atenta contra los derechos de la mujer y que se deriva en una violencia física, psicológica y sexual como práctica común de los actores armados o como castigo por relacionarse con algún grupo enemigo; también las hacen víctimas de reclutamiento forzado para servir como esclavas sexuales, informantes, mensajeras o trabajadoras domésticas. Cabe resaltar que hay una particular violencia hacia aquellas mujeres que no tienen oportunidad de acudir a la ley como es el caso de los territorios alejados de poblaciones campesinas, afrodescendientes o indígenas.
A pesar de lo mencionado anteriormente, hay que resaltar los logros que hasta ahora se han obtenido en favor de las mujeres en Latinoamérica, que si bien no han llevado a alcanzar las condiciones y a restablecer los derechos a los que ellas deben acceder, son el primer paso que puede hacer posible una sociedad más igualitaria que piense más en sujetos de derecho que en sujetos generizados. Entre esos alcances se encuentran derechos democráticos como el del voto, que dio la oportunidad de que la mujer participara como ciudadana, en igualdad de condiciones que los hombres, en la construcción integral de nuestros países. Al igual que el derecho a participar en la política y a ocupar cargos públicos, lo cual ha permitido que hasta hoy muchas mujeres hayan sido elegidas por medio del voto popular, brindando de esta manera una alternativa y una perspectiva diferentes. En lo jurídico, la mujer pudo acceder al derecho de sus propiedades, sin depender ya de la custodia de sus maridos, al derecho a una sexualidad autónoma y a medios de planificación que le permitan decidir cuando tener hijos y finalmente, logró el acceso a todos los estamentos educativos de los que había sido excluida.
Podemos decir que la tarea primordial de la mujer de hoy, es reconstruir su propia identidad, su proyecto. Ese proyecto es una búsqueda constante de significado y de sentido que sólo puede darse cada una, es devenir mujer constantemente. La concepción que tiene Beauvoir del género es la de un proyecto continuo de reconstrucción y reinterpretación, por el cual no se llega a un punto en el que se es mujer definitivamente, sino que tal identidad como sujeto-mujer se encuentra siempre en constante construcción y cambio.
Para Beauvoir elegir el género "mujer" es elegir ser mujer de forma constante dinamizando un contenido dado por medio de una situación personal, de la vivencia, del existir la feminidad. Pero esto no significa que se pueda elegir ser mujer de la nada, como partiendo de un lugar genéricamente indefinido y después convertirse en mujer, sino que se parte de lo que hemos recibido, de lo que se nos enseña, de los roles y normas de comportamiento establecidos para luego tomar distancia y construir algo diferente, algo propio, un proyecto existencial por el cual se vive una manera particular de ser mujer.
Pero ¿Cómo hacer posible una nueva comprensión de la mujer, incluso para ella misma? Tenemos principalmente tres tareas en contra del machismo que harán posible la igualdad entre mujer y hombre en la Latinoamérica de nuestro tiempo: eliminar la instauración errónea y discriminatoria de los roles de género; prevenir la perpetuación de dichos roles; plantear alternativas que permitan disolver progresivamente la hegemonía masculina y llevarla hacia un poder compartido y responsable entre géneros. Junto con estas tareas hay varios requisitos que según Beauvoir se deben cumplir para que sea posible la liberación de la mujer: 1. La mujer libre debe tener un trabajo, una independencia económica; 2. Debe ejercer una sexualidad y maternidad libres; 3. Se requiere un cambio social que promueva la igualdad entre hombres y mujeres.
1. Trabajo
Según Beauvoir, el trabajo, que le permite a la mujer tener una independencia económica, es el único que puede garantizarle una libertad concreta. Esto se debe a que al dejar de ser un parásito (una esclava a la cual no se le está permitido hacer algo por su propia cuenta) que depende económicamente del hombre, como era la costumbre, su dependencia deja de ser la excusa para tenerlo como mediador entre ella y el mundo. De esta manera puede reconquistarse como trascendencia en sus proyectos y afirmarse como sujeto. Sin embargo, modificar su situación económica no es suficiente para que la mujer se transforme, es tan sólo un primer movimiento en la jugada, el cual debe repercutir en una nueva comprensión moral, social y cultural de la mujer. Mientras tanto, ella tendrá que seguir viviendo los estereotipos del pasado, de la mano de los desafíos que hoy tiene la posibilidad de afrontar. Deben existir condiciones favorables de trabajo para la mujer, recibir igual reconocimiento y méritos que los hombres, mayor flexibilidad en los horarios para atender a los hijos.
2. Sexualidad y maternidad libres
En Latinoamérica, el hombre es pensado como libre en su sexualidad, y más libre entre más la ejerza, sin tener necesariamente que ser por esto más responsable y sin tener que cargar con el embarazo, no se encuentra dividido. En cambio, a la mujer se le exige que se a coherente con su ser biológico, haciéndose madre. De esta manera, según Beauvoir, se convierte en objeto, en un ser que no es dueño de sí mismo y se ve sometida en cierto modo, ya que entra en un conflicto en el cual o es libre o es madre; si es madre, renuncia a su autonomía (en tanto que se supone que tan pronto llegue del trabajo debe hacer los oficios caseros y atender a los hijos); si es libre renuncia a ser madre, lo cual es algo que también hace parte de su humanidad. La mujer debe decidir libremente cuándo quiere tener hijos o si escoge no tenerlos; ya que para una mujer liberada esto implica caer de nuevo en la dependencia.
Una buena educación sexual, que no se centre solamente en métodos de planificación familiar y en la prevención de enfermedades, sino que también se base en una fundamentación ética que promueva en la persona el desarrollo de las capacidades personales, la estructuración de un proyecto de vida, que le permita elegir libremente el momento de ser madre. También hará posible que la mujer pueda llevar una sexualidad más libre, alejada de los estereotipos que la acusan de ser "fácil", mientras que el hombre es admirado por ser un conquistador. De esta manera también se promueve en los jóvenes una perspectiva nueva que los ayude a comprender al otro, no solamente como hombre o mujer, sino como otra persona, un igual que merece reconocimiento.
3. Cambio social
Por otra parte, es evidente que se requiere un cambio en la estructura social latinoamericana, la cual todavía desconoce las necesidades de las mujeres y olvida a una gran parte de ellas que todavía no han podido acceder a sus derechos. Hoy en día, la mayoría de las mujeres que trabajan no pueden evitar los prejuicios, ni los estereotipos en los que han sido enmarcadas; no reciben de la sociedad, ni de sus maridos, la ayuda que les sería necesaria para convertirse concretamente en iguales a los hombres.
La mujer que se libera económicamente del hombre no se encuentra sólo por eso en una situación moral, social y psicológica idéntica a la del hombre, no es mirada igual por la sociedad. Latinoamerica sigue siendo machista en gran medida y la mujer sólo, por el hecho de serlo, se encuentra en una situación de desventaja. El hombre "deja ser libre a la mujer" de muy mala gana. Le gusta seguir siendo sujeto soberano, superior absoluto, ser esencial; se niega concretamente a tener por igual a su compañera.
Podemos decir, en últimas, que para hacer posible el nacimiento de una mujer nueva en Latinoamérica, una mujer que se valore como proyecto propio y se distancie de la condición de los roles de "mujer "que la sociedad le ha impuesto, para resignificarlos libremente, es necesario, al mismo tiempo, redefinir al hombre latino, al "mero macho". El hombre tiene miedo de reconocer a la mujer como a un igual, ya que corre el peligro de perder su identidad, representada en el poder que tiene sobre ella, pues, sin esa represión, maltrato y violencia; como se creyó durante mucho tiempo, no hay hombría. En ese sentido, el hombre también es víctima de estereotipos dañinos que deben ser modificados. Liberar a la mujer es precisamente dejar de encerrarla en las relaciones que tiene con el hombre, las cuales deben de transformarse en función de un reconocimiento mutuo de subjetividades, haciendo posible una sociedad que exista más allá a de los géneros tradicionales, una sociedad humana.
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Autor:
Jairo Alberto Cardona Reyes