En aspectos sociales, ya en 1910 el país estaba fuertemente dividido y, por supuesto, los beneficiados con este modelo económico eran pocos. A su vez, desde Europa, la emigración estaba estimulada por un fuerte crecimiento demográfico, la crisis de las economías agrarias tradicionales, la búsqueda de empleos y el abaratamiento de los transportes. Argentina modificó la política inmigratoria y fomentó la inmigración con propaganda y pasajes subsidiados. Pero esto no hubiese sido efectivo si no hubiese crecido la posibilidad de encontrar trabajo. La fuerza de trabajo incorporaba prácticamente a toda la población en edad activa y el desempleo reflejaba esencialmente oscilaciones de coyuntura. No existió en esta época desempleo estructural de largo plazo ni fracturas fundamentales entre colonia dinámica afiliada con el comercio internacional y el resto de la economía y de la sociedad.
Según José Luis Romero, la nuestra fue una sociedad aluvial, constituida por sedimentación, en la que los extranjeros aparecían en todas partes, aunque naturalmente no en la misma proporción.
Cuando llegaron los inmigrantes, la propiedad de la tierra, especialmente en la provincia de Buenos Aires, estaba fuertemente concentrada. El latifundio resultó así la unidad económica dominante y su explotación descansó en su mayor parte arrendatarios, medieros y otras formas de ocupación precaria de la tierra. Gran Bretaña era entonces el principal mercado de las exportaciones agropecuarias y la fuente principal del financiamiento externo y de inversiones privadas directas en el país.
En 1870, se produjo un importante debate por la Ley de Aduanas, la protección del mercado interno y el futuro de la industria. Era de esperarse que la postura industrialista fuera derrotada.
Este hecho es clave en el desarrollo del capitalismo argentino. La concentración del poder económico y la ausencia de una masa crítica de intereses asociados a la industria y los servicios, convirtieron a la economía argentina en un satélite de la potencia hegemónica. Las ganancias y la acumulación de capital a través de la industrialización y la movilización del mercado y el ahorro interno fueron definitivamente abandonadas como objetivo principal por los intereses hegemónicos.
Para 1910, un tercio de la inversión extranjera estaba concentrada en los ferrocarriles e infraestructura y otro tercio correspondía a la inversión en la industria y a la red comercial y financiera. El último tercio estaba destinado a los títulos emitidos por el Estado nacional y algunas provincias y municipios. El librecambio se convirtió en la ideología oficial del sistema y prevaleció en todo el periodo.
"En aquellos treinta años los grandes índices del desarrollo económico, como la extensión de las líneas férreas, el tráfico de cargas, los transportes marítimos, la superficie cultivada, los capitales que afluían al país, la edificación, la formación de nuevos pueblos y de nuevos centros de trabajo, todo crecía en forma vigorosa y en medida extraordinaria".[3]
Anteriormente, Alemania había aprobado una nueva tarifa con mayores impuestos a las importaciones y esta iniciativa se difundió al resto del mundo, salvo a Gran Bretaña que siguió adherida al librecambio, por lo que nuestro país continuó anexado al liderazgo británico. Surgen además nuevas demandas por la distribución del ingreso y la legislación social pero no en una acción consistente para transformar el sistema productivo y su inserción internacional.
Con respecto al Estado, se tomó una actitud que fuera compatible con la economía y de esta forma recibir el consenso de la mayoría de la sociedad, ya que el librecambio contaba con el respaldo de la mayor parte de la opinión pública. En 1906, tras la muerte de Manuel J. Quintana, asume el gobierno José Figueroa Alcorta (1906-1910) quien, carente de base política propia, buscó una alianza con Carlos Pellegrini y hasta un acercamiento con el radicalismo, pero la muerte de aquél frustró esta estrategia. Figueroa Alcorta lanzó una exitosa ofensiva que, junto con varias intervenciones provinciales, llegó hasta la clausura del congreso. De este modo, destruyó la máquina electoral del roquismo, motor hasta entonces imbatible de la política nacional. Al mismo tiempo, preparó el terreno para la llegada al poder del grupo reformista encabezado por Roque Sáenz Peña (1910-1916). En torno al Estado se formó un sector de especuladores, intermediarios y financistas cercanos al poder, que mejoró en concesiones, préstamos, obras públicas, compras o ventas, especialmente en 1880 cuando el Estado introdujo masivamente crédito a través de bancos garantizados. Este hecho se lo conoce como la crisis de 1890, que detuvo al progreso económico por una década.
La elite queda separada de la construcción del capitalismo nacional y el Estado no podía sustituirla. De esta manera, era inconcebible aplicar normas de privilegio para el capital local que generaran rentas sobre las cuales basar la industrialización y la transformación del sistema económico. El Estado no diferenciaba entre el capital nacional y el extranjero, y generalmente se privilegiaba al primero. Es así que se decide la asignación de recursos y la presencia de intereses extranjeros en la economía argentina. Esto repercutió en la Elite de forma negativa, ya que en vez de aplicar una política ahorrativa e inversionista, se dedicaban a sustentar consumos ostentosos, dando una imagen de suma riqueza al resto del mundo, mientras la mayoría de la población se perjudicaba cada vez más con este modelo económico.
Con respecto a Gran Bretaña, con la 2da Revolución Industrial, concibe una postura imperialista, la cual se basa en la búsqueda de mercados, en la obtención de materias primas y en la inversión de capitales extranjeros. Después de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña pierde su hegemonía y adopta una economía proteccionista, prevaleciendo su mercado interno y la relación con sus colonias. Si bien Argentina no anuló sus relaciones comerciales con los británicos, esta postura no le convenía. Es ahí cuando comienza a tener relaciones con Estados Unidos, aunque seguía siéndole fiel a Gran Bretaña, ya que aquel solo quería vender sus productos manufacturados, por ende nadie compraba materias primas a nuestro país. Argentina adopta la postura de "comprar a quien le compra".
El sistema agroexportador y el librecambio entraron en crisis con la caída de la Bolsa de Wall Street en 1929. El colapso de la economía internacional reveló la vulnerabilidad de la economía argentina.
La crisis reveló la fantasía de un país próspero, sustentado de una economía subindustrializada, altamente extranjerizada y dependiente de las exportaciones de materias primas.
Para paliar la crisis, los países centrales tuvieron que desligarse del mercado mundial y alentar el desarrollo de su mercado interno. Entre otras medidas, limitaron el ingreso de productos extranjeros, es decir, adoptan una economía proteccionista.
Para la Argentina, la crisis mundial mancó el fin de su función como proveedor de materias primas y al caer la exportaciones se redujeron las posibilidades de comprar en el exterior bienes industriales. Por eso, nuestro país comenzó a producir las manufacturas que antes importaba. Así comienza una nueva etapa para la economía argentina.
CAPITULO II.
La era neoliberal
Las ideas neoliberales se adoptaron a partir de 1976, con la última dictadura hasta la actualidad. Este es un periodo de grandes modificaciones.
El Estado abandonó su postura benefactora y con el correr de los años desempeñó cada vez menos funciones.
A partir de 1976, la mayor parte de la población argentina disminuyó sus ingresos, se empobreció y una minoría incrementó su riqueza. Se produjo así una desigualdad social por el aumento de las diferencias en las condiciones de vida.
A lo largo de 25 años, se redujo la actividad industrial por el cierre de miles de fábricas, y se aumentaron otras actividades como el comercio, la actividad bancaria y las actividades primarias.
La Argentina se endeudó con el exterior hasta niveles imposibles de pagar. Además, se permitió el ingreso de todo tipo de productos importados que afectaron a las actividades económicas del país. También se permitió que muchas empresas privadas, extranjeras o nacionales, se hicieran cargo de las empresas del Estado.
Hasta 1975 las economías del interior eran dependientes de la región pampeana. A lo largo de las tres décadas, esa dependencia disminuyó, pero en su reemplazo no surgió una nueva relación mas equilibrada. Algunas regiones relacionaban su economía con el mundo más que con el resto del país.
En la segunda etapa, que abarca desde 1990 hasta 2001, en 1989 se produjo una gran crisis económica y social en la Argentina. Los precios de los bienes y los servicios aumentaban de un día para el otro, los salarios perdían continuamente su valor, la deuda externa no se pagaba y muchas personas habían caído en la pobreza. Durante esta época se puede resaltar la privatización d las empresas públicas; la transnacionalización de la economía, esto ocurre cuando un país depende económicamente de la entrada de dinero del exterior y de las decisiones de personas que trabajan en empresas radicadas en otros países y el abaratamiento del dólar que se estableció por la Ley de Convertibilidad: El precio del dólar sería igual a un peso.
Hasta 1998 todas esas medidas hicieron que la economía creciera, aunque generaron grandes consecuencias como la desocupación, la caída de los salarios, el crecimiento de la deuda externa y la caída de la producción industrial.
"En el año 2000, el prospecto de una nueva Argentina presenta la incertidumbre de un futuro difícil, la reaparición de algunos rasgos negativos de sus pasado, pero también el eficiente funcionamiento de un sistema político democrático." [4]
La argentina vivió hacia fines de 2001 una crisis fiscal, monetaria, social y política de terrible magnitud. El presidente De la Rúa tuvo que abandonar el cargo y en término de pocos días la Nación tuvo siete presidentes diferentes. La pobreza alcanzaba al 57% de la población y se declaraba el no pago de la deuda externa: los títulos en manos de los acreedores particulares. Con este hecho la Argentina se quedaba afuera de uno de los mercados que mejor caracterizan la globalización económica, el mercado de capitales financieros. Tres años y medio después, en junio de 2005, Argentina retornaba al sistema financiero internacional luego de resolver su problema de endeudamiento, tiene una moneda estable, una economía en crecimiento y sus indicadores sociales de pobreza y de desempleo están mejorando, aunque muy lentamente.
Las perspectivas para la economía argentina en 2010 son moderadamente auspiciosas. La crisis internacional parece haber tocado fondo y comenzado a rebotar. Esta vez la Argentina salió mejor parada que en otros episodios, y los nubarrones en el horizonte tienen más que ver con ruido político que con problemas fundamentales de la economía.
Se espera para el 2010 que la producción argentina de bienes y servicios crezca del 2 al 5 por ciento, y que el desempleo caiga un par de puntos, mientras que la inflación podría acelerarse. Las cifras discrepan desde un 8,8% oficial para los precios implícitos, hasta un 15% que auguran las consultoras privadas, según los distintos modelos aplicados para pronosticar.
El sector externo, conservaría su superávit, por lo que tampoco se esperarían grandes fluctuaciones cambiarias, salvo las que acompañen la inflación. En la medida en que la demanda de exportaciones se recupere, el gobierno podría aflojar gradualmente la presión de las licencias no automáticas de exportación. Éstas tuvieron el mérito de evitar un saldo externo negativo del balance de pagos durante la gran crisis internacional, pero dificulta la operatoria de los sectores importadores netos, y las relaciones con nuestros vecinos, como Brasil.
Según tres economistas convocados por iEco, en 2010 la economía argentina va a rebotar de la caída que sufrió en 2009, pero menos que los países vecinos. También que habrá más inflación y que el desempleo podría mantenerse o disminuir muy poco. Sin embargo, esa expectativa de crecimiento no la extienden más allá, por las incertidumbres políticas y económicas que se abren a partir de entonces.
También coincidieron en que la situación fiscal se está deteriorando de manera muy pronunciada, que el Tesoro podría enfrentar serios problemas de financiamiento, aun concretando el canje de los bonos en default y que la herencia o hipoteca para la próxima Administración será muy pesada.
Conclusión
Retomando la hipótesis inicial, constatamos que durante la economía agroexportadora nuestro país cumplía un rol fundamental como exportador de materias primas y comprador de manufacturas, pero cabe destacar que si bien fue una época de progreso para nuestro país, los beneficios los recibieron muy pocos y eso fue contraproducente. En la actualidad, es evidente que Argentina ya no cumple el mismo rol que en el Centenario, pero es una época de cambios constantes y creemos que nuestro país tiene un enorme potencial económico y que, con buenos dirigentes, se puede lograr un mejor posicionamiento a nivel global.
Bibliografía
Libros
FEDERICO, Antonio Agustín, "Globalización, Sociedad, Estado y Mercado", San Fernando, 2005, PP. 107.
FERRER, Aldo, "El capitalismo argentino", Fondo de Cultura Económica, 1997.
MESYNGER, Luis, "Economía y Sociedad en la Última economía", 2002.
RIMA, Juan Carlos, "El territorio argentino. La construcción social de los espacios", Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2008.
ROMERO, José Luis, "Breve historia de la Argentina", Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004.
ROMERO, Luis Alberto, "Breve historia contemporánea de la Argentina", Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, PP. 307
Páginas Web
http://www.ieco.clarin.com/economia/Reactivacion-inflacion-economia-deficit-claves_0_83100001.html
http://www.elhistoriador.com.ar/frases/colonia_e_imperio/argentina_colonia_inglesa.php
Autor:
Macarena Pérez
[1] ROMERO, Luis Alberto. Breve historia de la Argentina, 2004.
[2] Discurso pronunciado por el Dr. Ezequiel Ramos Mejía, presidente de la Sociedad Rural Argentina, en la inauguración de la exposición rural de1902. En Historia Gráfica de la Argentina Contemporánea, Tomo 3, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985.
[3] BUNGE, Alejandro. Las Vocaciones y la Vida Económica Argentina, 1925, Pág. 8
[4] ROMERO, Luis Alberto. Breve historia contemporánea de la Argentina , 2007, Pág.297
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