Me propongo demostrar que Baruj Spinoza no es un filósofo, sino un científico que filosofa. Primero, es necesario destacar que para muchos historiadores de la ciencia y la filosofía, Spinoza era un filósofo y no un científico porque de acuerdo a su interpretación no realizó ningún gran descubrimiento en física o química, las dos grandes áreas que tuvieron un importante desarrollo a partir del siglo XVII. Así queda demostrado en un volumen que se publicó en la ciudad holandesa de Dordrecht, reproducido por el Boston Studies in the Philosophy of Science, que lleva por título Spinoza and the Sciences. Ya desde la introducción, Marjory Grene se pregunta cuál es la relación de Spinoza con las ciencias.
En su ensayo, Nancy Maull afirma que Spinoza es un extraño en la era de la ciencia, puesto que es un racionalista en el universo empirista de la ciencia moderna. Una vez que nos liberamos de la distinción entre ciencias natural y humana podemos tomar la contribución de Spinoza en áreas que aunque extrañas a las ciencias exactas componen un programa científico. Spinoza contribuyó al avance del conocimiento científico no a través de leyes de gravitación, refracción sino a través de los fundamentos metafísicos necesarios para apoyar el método científico y anticipar las doctrinas del siglo veinte en la hermenéutica.
Por su parte, David Savan no da por acreditada una importante labor científica excepto cuando afirma que su máxima contribución fue el análisis científico de la Biblia, expuesto en el Tratado Teológico-Político, y lo define como el fundador de la hermenéutica científica. Joseph Agassi sostiene que Spinoza era un practicante de la ciencia aunque no de la física experimental, sino de la ciencia política clásica (por sus contribuciones a esta disciplina en la Ética, el Tratado Teológico Político y, en especial, su obra inconclusa Tratado Político). Finalmente, en la visión de Richard H. Popkin, era un practicante de la hermenéutica científica. Aunque para otros destacados analistas, el judío armstelodano fue el precursor de Einstein (1). E inclusive de Sigmund Freud (2) También hay quien afirma que Spinoza no fue un científico aunque conocía la ciencia de su tiempo (3).
En la época del maestro de Ámsterdam, el motor que inspiraba a los hombres dedicados a realizar experimentos en un laboratorio y que al final del día exhibían como resultado de sus desvelos un nuevo compuesto químico o una hasta entonces desconocida propiedad de la materia, no tenía como fin descubrir los íntimos secretos de la naturaleza ni sus procesos; al contrario, con ellos procuraban hallar argumentos que hicieran concordar esos descubrimientos con los principios religiosos entonces en boga, y tampoco para dar mayor majestad a la naturaleza o al hombre sino para corroborar la gloria del Dios de la fe verdadera. Al respecto, es ilustrativo que los rudimentos prácticos que conducían hacia un nuevo saber no se denominaran Ciencia y que recibieran el título de Filosofía Natural o Filosofía Experimental. Y sus cultores se llamaran filósofos naturales y no científicos (figura que aparece a fines del siglo XVIII y marca su impronta en las dos centurias siguientes hasta la actualidad).
Al respecto, como ejemplo, son muy ilustrativas algunas de las cartas que Henry Oldenburg (4) le envía a Spinoza en las que le describe las tareas que cumplen en el Colegio de Filósofos de Londres, luego convertido en Sociedad Real, año 1662 (Considérese que los integrantes de la Institución primitiva se denominaban filósofos) (5).
Si bien Spinoza, en algunos casos, llevó a cabo sus propias experiencias para corroborar el acierto o no de las propuestas de otros investigadores (Ep. 6, 13, 41), estas nuevas artes analíticas no hallaron eco en su praxis, porque, de acuerdo a su criterio, dependían en grado sumo de cualidades externas que conducen a entender la Naturaleza según los sentidos (el calor y el frío, la fluidez o solidez de las sustancias, la dulzura o amargura de los compuestos), por lo cual no resultan totalmente convincentes como lo serían si estuviesen de acuerdo a los razonamientos y cálculos provistos por la Matemática, pues con ellos los cuerpos pueden examinarse mientras se dividen hasta el infinito así como las fuerzas que se requieren para moverlos (Ep. 6). La Matemática ocupa un lugar esencial en el pensamiento spinoziano pues permitió a los hombres darse cuenta de los vulgares prejuicios a los que los sometían doctrinas falsas y supersticiosas y orientarse hacia el verdadero conocimiento de las cosas, ya que aquélla trata no sobre los fines sino sólo sobre las esencias y propiedades de las figuras (E,I, apéndice), siendo la esencia de una cosa aquello que define y caracteriza a la cosa. (E,II, definición 2).
En la búsqueda indeclinable de la esencia de las cosas y a través de ella dar con el conocimiento acabado de Dios y la Naturaleza que lo rodea, Spinoza compone un método teórico cuyos fundamentos presentan a su autor como un hombre de ciencia que, no obstante no realizar descubrimientos de excelencia, ofrece la posibilidad de seguir una regla que le permite ir más allá de una experiencia exitosa para ofrecer, nada más y nada menos, un conocimiento reflexivo que hiciera posible la distinción de lo verdadero de lo falso. El sistema se plantea por primera vez en el Tratado de la Reforma del Entendimiento. Comenzado hacia 1661, según otros biógrafos y comentaristas iniciado en 1658, quedó inconcluso debido a "la dificultad de la obra, a las profundas investigaciones y al infinito saber que requería".
El tema central es la elaboración de un procedimiento mediante el cual poder preparar nuestro entendimiento o capacidades intelectuales para conocer a Dios de manera clara y distinta. Para llegar a discernir la esencia de una cosa y en consecuencia de la Naturaleza en la que participa, Spinoza propone recorrer un método regido por un orden necesario, fundamentado en el razonamiento y la intelección (como se comprueba, deja a un lado la experimentación).
El método, por lo tanto, es el conocimiento reflexivo de las cosas. Para asegurar que la investigación siga el ordenamiento conveniente, aconseja una atención muy exacta y mucha aplicación destinadas a lograr una percepción fina. A fin de ahorrar inútiles fatigas, debemos determinar la meta hacia la cual procuramos dirigir nuestros pensamientos. (TRE, 27-33). Una vez que se han reunido todos estos elementos, se propone seguir sin interrupciones el encadenamiento de las cosas y saber cómo resolver los problemas antes de intentar resolverlos. Si se estudia sin orden, nacen las dudas (TRE, 43). Es fundamental atender las cosas reales y no extraer conclusiones de conceptos abstractos.
Para indagar correctamente hay que partir de definiciones exactas (TRE, 50). Para ello es necesario inferir todas nuestras ideas de las cosas físicas, o sea, de seres reales, siguiendo la sucesión de causas, de un ser real a otro ser real, haciendo caso omiso de las cosas abstractas. Esta serie de causas y de cosas reales se refiere exclusivamente a las cosas fijas y eternas y no a los entes comunes sujetos al cambio porque dada esa misma sujeción al cambio es imposible determinar su esencia única y propia. Sin embargo, puede considerarse a estas cosas singulares mudables (TRE, 57) como resultado actual de las cosas fijas y eternas y a partir de aquéllas por medio de nuestros sentidos y llevando a cabo, según reglas y en un orden determinado, experiencias suficientes determinar qué leyes eternas acontece a cada una de ellas y adquirir conocimiento de su naturaleza íntima y de la Naturaleza en la que se inscribe. (TRE, 59).
El ámbito que reserva Spinoza para la concreción de su teoría del conocimiento radica en el espíritu humano, ya que su esencia está constituida por Dios (E, I, 13) y su característica principal es que carece de la capacidad de querer o no querer sino que se lo conduce a procurar algo por una causa determinada (E, II, 48, Dem.). De allí que el método más perfecto es el que enseña cómo dirigirlo hacia ese objetivo. Mientras más conocimiento adquiere el espíritu mayor conocimiento de sus fuerzas y del orden de la Naturaleza, y esto le evitará caer en procedimientos inútiles (TRE, 28). Conocer es la máxima apetencia del espíritu ya que juzga útil todo lo que lo lleva a perfeccionarse (E, IV, 27) y obrar sólo en la medida que conoce (E, IV, 28, Dem.).
Este método de reforma del entendimiento permite conocer la esencia de las cosas, que Spinoza denomina conocimiento de tercer género, nos lleva a entender mejor a Dios (E, II, 40, Esc. 2; E, II, 41; E, II, 42; E, V, 25) y a tener una idea clara de la Naturaleza (TRE, 23). Es decir, según una temprana declaración (Ep. 6), a tener un mejor entendimiento y una idea clara de Dios y de la Naturaleza, como una unidad equivalente. Una exacta correspondencia entre ambos que no se puede definir según pautas meramente sensoriales.
Con la finalidad de demostrar que su método científico era aplicable a otras cuestiones no menos importantes, una década después Spinoza lo utilizó para realizar su célebre interpretación de las Sagradas Escrituras, desarrollado en el capítulo VII del Tratado Teológico Político. En efecto, para la exégesis de los libros santos debemos trazar de antemano un método seguro y para ello el que está en completa conformidad con él es el que sirve para interpretar la Naturaleza. Consiste en trazar una historia fiel de los fenómenos para llegar después, partiendo de datos seguros a definiciones exactas de las cosas naturales. En el caso de la Escritura debe ante todo hacerse una historia fiel de ella y formarse así un fondo de datos y principios seguros, haciendo a un lado otros que no están contenidos en la misma, teniendo siempre presente que lo principal del texto bíblico son las narraciones históricas y las revelaciones. Sin embargo, hace notar Spinoza, los libros santos contienen muchas cosas que la razón es incapaz de explicar. (TTP, VII, 6-10) Se deduce entonces que tanto la Naturaleza como la Escritura se interpretan a partir de sí mismas, sin el auxilio de cuestiones extrínsecas a ellas.
Si comencé este ensayo con la tesis que Spinoza no era un filósofo sino un científico que filosofaba, es pertinente en este punto preguntarnos qué entendía el maestro judío holandés por filosofía.
En primer término, Spinoza poseía un concepto que concordaba con los principios mecanicistas (el mecanicismo sostiene que todo el Universo está determinado por leyes. La única causa de las cosas es la influencia física entre las entidades que conforman el mundo material. Todo objeto es una máquina. Explica la realidad en términos de materia, movimiento local, leyes naturales estrictas y determinismo) de la época y la filosofía no estaba ajena a ellos, sobre todo cuando se trataba de explicar el orden y funcionamiento del mundo. Pero la idea esencial que tenía Spinoza de la filosofía era su capacidad de permitir pensar a los hombres, de la búsqueda incesante de la verdad y que la libertad de filosofar "estaba concedida a todos y dejaba ilesa la dignidad de uno y otro (Ep. 13. A Henry Oldenburg, julio de 1663).
No existe en la doctrina spinoziana diferencia entre los objetos a someter al análisis filosófico. Podía tratarse tanto de experimentos sobre hidrostática, anatomía o mecánica, según le escribe Oldenburg (Ep. 29), como la posibilidad de filosofar y observar la naturaleza humana a raíz de a guerra entre Holanda e Inglaterra de 1665. En este sentido, es revelador conocer los motivos que lo condujeron a redactar el Tratado Teológico-Político, una obra que él sabía que resultaría polémica: para enfrentar los prejuicios de los teólogos que impiden que los hombres puedan dedicarse a la filosofía y para defender la libertad de filosofar y de decir lo que piensan. (Ep. 30) En una parte del texto, afirma que "la Filosofía tiene por objeto la verdad y que sus fundamentos son nociones comunes basados en la naturaleza" (TTP 14, 38).
En consecuencia, la Filosofía para Spinoza es un procedimiento que le permite pensar, ir en busca de la verdad en un marco de libertad y sin censura previa, observando siempre los preceptos de la Mecánica. La idea de que la Filosofía carece de entidad propia para explicar los temas inherentes al hombre y su comprensión de Dios y el mundo se pone de manifiesto varias veces en el Tratado de la Reforma del Entendimiento. En varios apartados de dicho trabajo (TRE, 27 nota 2, 29, 33, 44, etc.) aclara que ciertos aspectos examinados en ellos recibirían mayor estudio en otro volumen que estaba preparando en esos años, que habría de denominarse, precisamente, Filosofía. Sin embargo, el texto final recibió el título de Ética demostrada según el método geométrico. Una explicación de esa enmienda figura en una carta a Wilhelm van Blyen Bergh, al decir que la Ética, como es sabido, debe fundarse sobre la metafísica y la física, pues "la necesidad de las cosas atañe a la metafísica, y el conocimiento de ésta debe ser siempre previo" (Ep. 27, ,3-6-1665). Aquí debe hacerse la salvedad de que la metafísica del erudito holandés, de acuerdo a las leyes mecanicistas, niega la existencia de las entidades espirituales y, por lo tanto, está en un todo en desacuerdo con un Dios espiritual. Por ese motivo, Spinoza critica a los metafísicos junto a los teólogos y predicadores con severidad (E, I, Apéndice).
Entonces, si Dios no es un ser espiritual, ¿qué es?
El año 1661 parece constituirse en un momento clave en la vida intelectual de Spinoza. Ha escrito el Tratado de la Reforma del Entendimiento, se encuentra redactando y corrigiendo un opúsculo que sus biógrafos suponen que es el Breve Tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad, ha diagramado las primeras proposiciones de la Ética demostrada según el orden geométrico y ha iniciado una rica y variada correspondencia con Henry Oldenburg, secretario del Colegio de Filósofos de Inglaterra, luego designado por orden real como la British Royal Society. En ese período de creatividad efervescente produjo la definición más significativa de toda su obra: No separo a Dios de la Naturaleza (Ep.6, 1661). ¿Cuál es el significado de esta equiparación? ¿Acaso es una igualdad que no asume reparos?
En el capítulo 1 de la primera parte del Tratado Breve, Spinoza afirma y demuestra sin ambages que Dios existe. Luego, que hay una sola sustancia, indivisible, eterna e infinita, que es incapaz de producir otra sustancia. En el segundo capítulo, escribe que Dios es sustancia, posee un número infinito de atributos, cada uno de los cuales en su caso es infinitamente perfecto. En la proposición 4 del mismo apartado anota que en el intelecto infinito de Dios no hay ninguna sustancia que no exista formalmente en la Naturaleza. Por otra parte, la Naturaleza está compuesta de infinitos atributos, perfectos en su género. Como hay una sola sustancia, debe ser necesariamente compartida por Dios y la Naturaleza. En consecuencia, se comprueba una relación de equivalencia entre Dios y la Naturaleza.
Esta fórmula es fundamental en la doctrina spinoziana y marca el comienzo de toda su producción intelectual. En el orden de acotar expresiones para su mejor demostración, Spinoza rechaza representar a Dios como un hombre, compuesto de cuerpo y espíritu y sometido a pasiones, siendo un cuerpo toda cantidad larga, ancha y profunda, limitada según cierta figura lo cual está en contradicción con el concepto de sustancia infinita e indivisible definida para Dios, (E, I, 15, Esc), por esa razón no admite que haya podido asumir la naturaleza humana y que tal cosa sería tan absurda como afirmar que el círculo asumió la naturaleza del cuadrado (Ep 73) .
Por otra parte, distingue en la Naturaleza dos componentes: la Natura naturans y la Natura naturata. Entendiéndose por la primera, la Naturaleza creadora, es decir, Dios; y por la segunda, todo lo que hay de creado en ella. (TB, I, caps. 8 y 9; E,I, 29, Esc.) Sin embargo, percibe la necesidad de profundizar el concepto de esta distinción. En la misma carta le comenta a Oldenburg que algunos entienden a la Naturaleza como una cierta masa o materia corpórea. Con lo cual está diciendo que al hablar de las esencias debemos observar a la Naturaleza creadora, es decir, Dios.
En este orden de pensamiento, la Naturaleza no es determinable ni imaginable; en consecuencia, será concebida intelectualmente. Cuando Spinoza afirma que la Naturaleza es perfecta no usa un concepto imaginativo sino un concepto intelectual. La Naturaleza no es inerte, posee un principio de actividad interna; es un único individuo cuyas partes se modifican continuamente de un gran número de maneras sin que cambie el Individuo total. Todo en la Naturaleza sucede de un modo eficiente, necesario y eterno. La Naturaleza, es decir, Dios, es la vida, la potencia infinita. Los seres y las cosas son en Dios o en la Naturaleza (6).
En resumen, la relación entre Dios y Naturaleza queda expuesta cuando afirma que nada podemos conocer de la Naturaleza sin ampliar a la vez nuestro conocimiento de la causa primera, es decir, Dios (TRE, 50, nota 2). Y si, además, tenemos de Dios el discernimiento como el del triángulo cuyos tres ángulos son iguales a dos rectos (180º), entonces toda duda desaparece (TRE, 43). En consecuencia, penetrar la Naturaleza nos adentra en el entendimiento de Dios, pero, en simultáneo, las leyes eternas e inexorables de la Naturaleza nos dan la oportunidad de tener una mejor comprensión de Dios. Por lo tanto, ante esta realidad, ¿cómo es posible determinar los principios de la religión que se funda en ese Dios-Naturaleza?
Según el erudito holandés, la religión no se entiende sin la moralidad. Porque mientras la religión es conocer a Dios, origen de todo lo que deseamos y hacemos por causa nuestra, la moralidad es el deseo de hacer el bien que nace de la vida según la guía de la razón. (E, IV, 37, Esc). El hombre que se guía por la razón desea para los demás el bien que apetece para sí mismo (E, IV, 46). Por consiguiente, si deseamos y hacemos el bien a nosotros y a los demás vivimos según los dictados de la razón y de esta manera conocemos a Dios.
Una forma de comprender con mayor claridad este punto es contrastar la Ética y el Tratado Teológico Político (en adelante, TTP) y podemos hacerlo partiendo de esta pregunta: ¿El Dios de la Ética es el mismo que el del TTP? La respuesta es negativa.
No hay punto de contacto entre la teología y la filosofía (o ética), según demuestra Spinoza. (TTP, XIV, 15) porque en tanto que la teología es la disciplina que presenta a la fe como el motor principal de la creencia en Dios, la ética busca la verdad a partir de nociones comunes y su fundamento es la historia universal del la Naturaleza. (TTP, XV, 25)
El TTP es un análisis detallado de la Sagrada Escritura que presenta a Dios como una entidad sobrenatural, trascendente, alejado del mundo y que llega al conocimiento de los hombres a través de una revelación. El profeta interpreta las cosas reveladas sólo por medio de la fe (TTP, I, 2-4), siendo la fe saber acerca de Dios lo suficiente para no perder todo sentimiento de obediencia a sus decretos y lo que puede saberse por ese sólo sentimiento (TTP, XIV, 13). Esa obediencia no está inspirada ni en la razón ni en la ciencia (TTP, XIV, 7) y donde ésta se encuentra está necesariamente la fe, expresada en las buenas obras. (TTP, XIV, 16) La fe conduce a la obediencia sin exigir tanto a la verdad en la doctrina (TTP, XIV, 20). La fe de cada uno no debe reputarse buena o mala sino en razón de la obediencia (TTP, XIV, 22). De aquí se deduce que la fe y la obediencia son artículos destinados a los hombres que como cosas particulares de la Naturaleza no están sujetos a sus leyes eternas, por eso pueden los dogmas ser buenos para unos y malos para otros. La fe debe practicarse como se la entienda (TTP, XIV, 33) dándole a todos la libertad de filosofar (TTP, XIV, 39). La teología carece de reglas y por eso permite la libre especulación, de aquí deriva la guerra permanente que Spinoza mantuvo con los teólogos y predicadores, que muchas veces acomodaban el sentido de la fe a sus propias conveniencias, conflicto que se inició en sus años juveniles y que originó que lo expulsaran de la Sinagoga (hecho ocurrido 27 de julio de 1656, a los veintitrés años de edad).
Ninguna de estas cualidades se observan en la ética que al reproducir las reglas fijas y eternas de la Naturaleza acomoda el pensamiento en el sentido que da la razón, luz del espíritu. Fuera de ella, todos son sueños y quimeras (TTP, XV, 23). La razón no puede descubrir el dogma fundamental de la teología. (TTP, XV, 27) La autoridad de la Escritura no se puede establecer sobre demostraciones matemáticas porque depende de la fe, de la revelación (TTP, XV, 29). El poder de la Naturaleza es el poder de Dios que ejerce un derecho soberano sobre todas las cosas (TTP, XVI, 3) La Naturaleza no se encierra en los límites de la razón humana sino que está subordinada a un sinfín de leyes que abarcan el orden eternal de todo el mundo del que el hombre es una pequeña parte. Sólo por su necesidad, la Naturaleza determina los individuos de un cierto modo a la acción y a la existencia. (TTP, XVI, 10) No hay relación entre las leyes de la Naturaleza y las leyes de nuestra razón (TTP, XVI, 11)
El texto bíblico enseña que existe un ser supremo revelado a quien todos debemos obedecer para alcanzar la salvación y que debemos adorar por la práctica de la justicia y de la caridad para con el prójimo (TTP, XIV, 24-27). La religión no es especulación filosófica y es completamente diferente a la ciencia (TTP, XIII, 14) La Escritura no es una enseñanza filosófica porque exige de los hombre obediencia (TTP, XIII, 7). Por otra parte, las leyes de Dios no se pueden violar. Únicamente podemos transgredir las leyes humanas (TB II, 24). Y como Dios y la Naturaleza son una sola y equivalente existencia, no podemos transgredir las leyes de la Naturaleza porque son divinas. En oposición a las reglas y ordenanzas que aparecen en el libro sagrado, que se pueden vulnerar porque fueron dadas por los hombres para los hombres.
En su fórmula Deus sive Natura (Dios, o sea la Naturaleza), Spinoza define el rol esencial que posee la Naturaleza en su caracterización de Dios y, como todo científico del siglo XVII, inquieto e iconoclasta, creyó encontrar en las leyes que rigen el medio natural el mejor cimiento para su sistema lógico. De este modo, las leyes eternas, inexorables e impersonales de la Naturaleza se transfieren a la concepción de Dios, que es a su vez eterno, inexorable e impersonal, cualidad esta última que lo hace inmanente, es decir ubicado en el mundo, y a cuyo conocimiento se llega por medio de la intuición y el intelecto. El amor a Dios es un proceso intelectual y su representación se lograría a través de una ecuación universal, cuyo hallazgo desveló al científico de Amsterdam. Por esa razón, digo que Spinoza no es un filósofo, sino un científico que filosofa.
NOTAS
Las abreviaciones utilizadas al mencionar las obras de Spinoza, corresponden al siguiente diagrama:
TB: Breve tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad (el número romano es la parte referida y el número arábigo al capítulo)
TRE: Tratado de la Reforma del Entendimiento (el número arábigo refiere al parágrafo aludido)
Ep.: Epistolario (el número se refiere al número de carta)
E: Ética demostrada según el orden geométrico (el número romano es la Parte, el arábigo la proposición, Dem=demostración; Cor=corolario; Esc.=escolio)
TTP: Tratado Teológico Político (el número romano es el capítulo y el arábigo,el parágrafo)
1-Spinoza and the Sciences, ed. by Marjorie Grene and Debra Nails, Vol. 91 of the Boston Studies in the Philosophy of Science, Dordrecht: D. Reidel, 1986. Cf. Marjory Grene, Introduction- xi-xix. Nancy Maull, Spinoza in the Century of Science 3-13 pgs. David Savan: Spinoza: Scientist and Theorist of Scientific Method. 95-123 pgs. Joseph Agassi: Towards a Canonic Version of Classical Political Theory. 153-70. Richard H. Popkin: Some New Lights on the Roots of Spinoza"s Science of Bible Study. 171-190. Michel Paty, Einstein and Spinoza, 267-303.
2-El filósofo que inspiró a Freud y anticipó las neuro-ciencias, Diana Cohen Agrest, La Nación, 2007. http://adncultura.lanacion.com.ar/955834.
3-Spinoza y la ciencia, Alberto Relancio Menéndez. http://es.scribd.com/doc/28611923/SPINOZA-Y-LA-CIENCIA-Alberto-Relancio-Menendez-IES-Los-Realejos-y-FCOHC.
4-Henry Oldenburg (1620-1677), teólogo oriundo de Bremen que llegó a Londres como agente diplomático. Concluida su misión permaneció en la capital inglesa en donde fue secretario de la British Royal Society, en 1662.
5-Ep. 3, 1661: "…En nuestro colegio filosófico nos entregamos a hacer experimentos y observaciones…las cualidades de las cosas pueden explicarse por principios mecánicos y todos los efectos de la Naturaleza pueden ser producidos por el movimiento, la forma, la estructura y sus relaciones". Ep.11, 1663: "…el uso de la química para confirmar los principios mecánicos de la filosofía…". Ep. 16, 1663: "…nuestros filósofos no abandonarán su misión experimental…". Ep. 31, 1665: "Algunos de nuestros filósofos se ocupan de fomentar los estudios físicos… entre otras cosas, la naturaleza del sonido".
6-Aproximación a la idea de la Naturaleza en Spinoza, Luis Rodríguez Camarero, www.dspace.usc.es
Autor:
Pablo A. Freinkel