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La señal de la cruz (página 2)


Partes: 1, 2

Él, campesino jornalero de oficio, enfermo y abatido parte de su humilde vivienda, cargando como única posesión personal, una calabaza llena de agua, pantalón zurcido, camisa desaliñada zapatos viejos y desgastados; por el uso que les da, con ellos iba a las reuniones de la escuela, a la misa cuando viene el señor cura o a los bailes sociales que organiza la maestra, las suelas presentan enormes agujeros. Junto a su madre y nueve hermanos menores, Benito vive en una casita de quincha, empastada de barro, escondido de la civilización moderna.

Benito como buen creyente, no se amilana ante las penurias y la extrema pobreza que vive junto a los suyos, tampoco esto le impide que guarde fielmente sus preceptos y, ¡vaya! que su fe estaba permanente sometida a grandes pruebas. Todos sus esfuerzos por salir adelante resultaban inútiles y cada día era mayor la miseria que reinaba en su hogar y mayor el hambre que atravesaba su cuantiosa prole. Tanto él como su madre y hermanos sufrían lo indecible por aquella situación. No obstante; seguía levantándose muy temprano. En las tierras rurales, donde el estiércol del ganado es un aroma, los hombres se levantan cuando todavía no ha rayado el alba. Las mujeres a esas horas ya están poniendo sobre el fogón las olletas para preparar el café, el zango, las tortillas de trigo o de maíz. Luego prepararán la "gatita" con cancha tostada y queso ahumado que llevan los hombres cuando van a sembrar o a cuidar los trigales y maizales. Los campesinos se van a estos lugares, que amanecen húmedos por el rocío con su "limeta de agua al lomo", el machete en mano y la espada en el cinto, las botas de caucho para no mojarse los pies en los humedales ni cortarse con las filudas piedras, llevan además, un sombrero para protegerse del sol.

A medida que avanza la mañana la modorra se va disipando y como es costumbre los lugareños se asoman a la puerta a ver quien va llegando. Si la visita llega a alguna de las casas, la mandan a sentar sobre un pollo para platicar cómodamente entre el canto de los gallos, el rumor de los cerdos y el ruido del follaje.

Le ofrecen café o lanche, tortillas con cuajada y frijolitos cocidos en ollas de barro. Si el convidado sólo quiere agua se la ofrecen en mates. Las casas huelen a humo, a café recién hecho, a maíz o trigo molido.

Benito caminará ocho kilómetros, desde El Lúcumo, su tierra hermosa, hasta el centro de salud más cercano de aquel lugar, esperando llegar a tiempo para ser tratado de una infección bacteriana en su pierna derecha. Al pobre, le sorprendió la desgracia, como al pez que queda preso en la red, o como al pájaro sobre el cual cae la trampa. La enfermedad le apareció por una herida que se hizo con el machete, al cortar algunos puntales de maguey para reparar la cerca de su patrón, don Diosdado, en cuyo corral pastaban alegres y robustas vacas al igual que numerosas ovejas. Eran muchos los peones que las cuidaban, las ordeñaban y esquilaban, que araban y sembraban la tierra del patrón, eran muchos también; los que recolectaban la cosecha que religiosamente entregan al dueño.

El patrón no sólo era propietario de los animales, sino también de todos los instrumentos con los que los campesinos trabajaban: Los arados, las hoces, las tijeras para esquilar las ovejas, los machetes, las lampas, los establos, los rastrillos…

Hizo mucho dinero con las tierras que trabajaban los campesinos. Tenía una casa lujosa, la mejor de la comunidad y nunca le faltaba nada. No tenía ninguna clase de problemas. Sus hijos que nunca habían trabajado, lo tenían todo resuelto, por que siempre les soluciona la vida enviándoles fuertes cantidades de dinero a la capital, que es donde estudiaban. ¡Encima de no pagar ni un céntimo, en las conversaciones que sostenía con los de su clase siempre eran los buenos, los mejores, los más simpáticos y los que tenían la vida más fácil! Que si las fiestecitas, los viajecitos, los días de campo ¡Vaya despilfarro! Mientras los pobres e infelices campesinos trabajaban todo el día y sudaban como bestias de carga, ellos de aventuritas todo el día. ¡Que buena vida la del patrón! ¡Que gran injusticia la que propaga nuestra sociedad!

Trabajaban de sol a sol como se dice, y todo lo que sacaban se lo tenían que entregar al patrón quien cómodamente extendía las manos para recibir todo lo que tanto esfuerzo les había costado sacar. Estaban cansados, enfadados, descontentos.

¡No es justo, se decían, que hagamos todo el trabajo y él se quede con todo!

¡No es justo que sólo nos conformemos con los bagazos y las sobras! Exclamaban.

¡No es justo, ni tiene que serlo! Gritaban al unísono todos juntos.

Así fue que un día, decidieron poner fin a tanto atropello a tanta inequidad. Al principio acordaron quedarse sentados en los campos sin trabajar. Pero llegaron capataces de otras haciendas de la provincia cercana y los obligaron a realizar su labor. Más tarde pensaron en apropiarse de algunas cosas del campo, pero una vez más vinieron las fuerzas policiales y lo impidieron. Al final decidieron enfrentarse con los gendarmes pero ellos tenían armas, eran muchos y los sometieron, la mayoría de campesinos murió; Benito se salvó de milagro.

Es viernes, y como de costumbre en la asamblea, los congresistas seguramente aprobarán el aumento al presupuesto general de la nación. Se habla de una cifra astronómica, más de tres mil millones de dólares, y ningún partido político, dizque representantes del pueblo, quiere quedarse sin su tajada. Harán cualquier tipo de componendas con tal de lograr sus metas financieras… Los hermanos menores de Benito, muy de madrugada y tiritando de frío, se hallan pescando a las orillas del ahora poco caudaloso río Yangas. Posteriormente, bajarán al más cercano distrito (Sapillica) y venderán al más bajo precio, lo pescado.

En la posta médica del caserío de Lagunas de San Juan, no hay medicina para el tratamiento de la infección que padece Benito, sólo le desinfectan la parte afectada con agua y jabón. La despiadada infección avanza a la velocidad de un rayo y le carcome los húmeros; ha invadido sus costados, y cual huracán, implacable, le acompañará quizá hasta la muerte. Desde el lugar donde se encuentra, Benito emprende una caminata de otros ocho kilómetros para arribar a la autopista principal. De rato en rato, el cansancio lo obliga a sentarse debajo de los olorosos lanches, quisiera quedarse ahí, en medio de tan revitalizante paz, pero el instinto de sobre vivencia se impone y reinicia su marcha. Ya en la carretera, trata de abordar el primer vehículo que pasa, desplazándose a la posta medica de la Provincia de Ayabaca. En el instante que parte hacia el ansiado lugar, en la capital, el Presidente de la República, con mucha gracia y con un discurso politiquero que aprendió sin duda, en las universidades de alta gerencia estadounidense, justifica, en una improvisada conferencia de prensa, que del aumento al presupuesto nacional, una gran parte será para incrementar en un cien por ciento, la partida secreta de la casa presidencial a más de ochocientos millones de dólares… En tanto, a los hermanitos de Benito, les han pagado cinco míseros nuevos soles por todo el producto que pescaron en el transcurso de la mañana, los usureros, para nada tuvieron en cuenta las enseñanzas bíblicas que dicen; "dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"

En la posta médica de Ayabaca no pueden hacer nada por Benito, y siguen repitiendo el tratamiento que antes hizo el promotor de salud del caserío de San Juan. Le prescriben, por vía oral algunos antibióticos, tratando de detenerle la quemante fiebre. El pobre delira, sueña con su tierra hermosa, donde crecen ricos cereales, sabrosas frutas como la Lúcuma, robustas zambumbas y sabrosas chirimoyas, ve al patrón desenvainando su navaja y pelando con pasmosa lentitud, la más deliciosa Lúcuma que ha tomado de su huerto. Sus hermanos lo contemplan a escasos pasos, con mirada suplicante que traduce la espera bondadosa y caritativa que nunca llega.

Por la tarde, la flamante esposa del presidente de la república, celebrará un aniversario más de fundación de la tristemente llamada Defensoría del Pueblo. Sí, de ese órgano constitucional y autónomo cuya misión es proteger los derechos fundamentales de las personas y de las comunidades incluyendo las zonas rurales del País. Para su equipamiento y mantenimiento, se desembolsaron más de diez millones de dólares, sin tomar en cuenta lo "gastado" ocultamente… Con los dólares que han "ganado" subrepticiamente sus hijos menores, la señora se alista para ir de compras a las grandes tiendas comerciales de la capital.

Del lugar en el que se encuentra, el desdichado Benito aborda con dificultad un camión de transporte de reses, viajando 85 kilómetros de pista, mayoritariamente asfaltada hasta la localidad de Paimas. Al llegar al indicado lugar, presenta más de cuarenta grados de temperatura. Aunque intentan auxiliarle, los encargados del tópico no pueden hacer nada por él, y se limitan a entregarle una hoja clínica para que sea atendido de emergencia en el hospital de apoyo número III de Sullana.

En aquella provincia, la Asociación de Ciudadanos Distinguidos, inaugura la primera feria nacional de caninos. Hay exhibición de las más vistosas razas de perros de la región, desfilarán especies caninas del tamaño de caballos, sólo que mejor cuidados y atendidos que cualquier compatriota campesino. El Alcalde de la ciudad, gerente de tal asociación, en su discurso, se jacta que para ejecutar tan trascendental y magno certamen, no han gastado demasiado dinero, únicamente requirieron de ocho mil dólares… El perro aguacatero de Benito, al que ya se le contaban las costillas, se murió de un bocado que ingirió al vagar por las callejuelas del caserío. El Ministerio de Salud se ha dado a la campaña de eliminar a todos los perros aguacateros que deambulen por las calles, pues, según el señor ministro del ramo, tales perros no van con la imagen de la ciudad moderna que quieren presentar para la V Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y El Caribe-Unión Europea, así como de la XVI Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Asia-Pacífico que se realizará próximamente.

Son las dos cumbres mundiales más importantes de la historia del país, se destinarán más de ochocientos millones de dólares en préstamos, dinero que los mismos paisanos pagarán a cincuenta años plazo.

En el hospital de apoyo de Sullana, Benito es atendido por una "malencarada" secretaria, ella le pide que espere en la sala de pacientes externos. Después de algunos minutos de interminable espera, un usuario, al conocer su dolencia, le dijo que donde estaba, no era el pabellón indicado, que mejor vaya a la unidad de emergencia, que en ese lugar tal vez le atiendan. Al estar en la sala de emergencia, una enfermera, al fijarse en su rostro demacrado y pálido y su cabeza baja, se muestra un poco compasiva y le toma de inmediato sus datos personales. En seguida, le explica que tendrá que esperar mientras el médico de turno se desocupa. Afligida, le confiesa que por falta de un adecuado presupuesto al hospital, solamente cuenta con un doctor para atender a todos los pacientes del servicio de emergencia… A la madre de Benito, no le alcanzan los cinco soles para pagar todo lo que debe en la tienda y regresa a su casa con las manos vacías. Volverá a cocinar sopa de hojas de mora para sus hijos.

La pobre, no arrastra una cruz de madera, como lo hizo nuestro señor Jesucristo camino al calvario, su cruz es vivir en un país cuyo Estado, no acepta las responsabilidades que asumió con la ciudadanía. Que se inventa necesidades en las cuales malgastar millonadas de dinero, mientras ignora las carencias reales del pueblo. No se realizan obras públicas "por falta de dinero", mientras para el inefable ferrocarril se ha buscado hasta debajo de las alfombras, en las costuras de los muebles.

Nuestros gobernantes no ven su misión como el compromiso de administrar lo mejor posible los recursos del pueblo y satisfacer sus necesidades más perentorias. No; la ven como la elaboración de un discurso electorero que sirva para cubrir la miseria y prioritariamente su propia ineptitud. Es preferible para ellos, los elefantes blancos a las pequeñas, pero muy necesarias obras en pueblos alejados de las ciudades. Elefantes blancos que son una afirmación de sus discursos, obras cuya visibilidad las hace exhibibles en todo el país.

Frente a ellas, un acueducto en El Lúcumo es sólo un susurro que complica las cosas, por que nadie pedirá un ferrocarril para su pueblo, pero; mientras todo el que vea que "EL Lúcumo" tiene un acueducto, carreteras asfaltadas y caminos vecinales, reclamará lo mismo para su comunidad. El propósito incuestionable que persiguen nuestros gobernantes peruanos es construir el discurso de "la modernidad", "de la justicia social" o cualquier otro, pero sólo eso. De ahí que muchos de ellos salgan de palacio como de Perú: con sólo una promesa bajo el brazo. Hay una realidad concreta que subyace al discurso oficial y que no puede ser ignorada. El Lúcumo, y mil otras comunidades, siguen siendo descuidadas y sus pobladores cargan con la cruz de ser los olvidados de una nación. Nuestro país es pobre, con una clase dominante y otra dominada que pretenden lo contrario, la realidad no está en ferias ni en los enclaves de riqueza que forman el "pequeño Perú" del polígono central. La verdadera República Peruana es una donde la gente siente la necesidad de caminar 300 a 400 Kilómetros para que les reconozcan el derecho de ser tomados en cuenta. La tan cacareada modernidad no es más que un brillante barniz sobre madera que se pudre. El estado sépanlo ustedes es sordo, ciego y mudo, ante las necesidades y prioridades del grueso de los peruanos. No es que no le interesen, es que ya ni las ve.

La sala de emergencia se halla repleta de personas gravemente enfermas esperando ser atendidas. Benito se sienta al lado de un señor de madura edad, que lee el periódico del día y que afanadamente busca los resultados del fútbol español. En una de las páginas principales de la sección deportiva, se lee que el dirigente de la federación de fútbol, informa que la selección nacional ha batido el récord de gastos en su preparación y mantenimiento de los jugadores, ciento setenta millones de dólares, aproximadamente, fueron los desembolsos efectuados. Concluye diciendo, que a pesar de no haber clasificado, han ganado otra nueva experiencia…Mientras tanto, como no tienen nada que comer, los hermanitos de Benito se entretienen jugando fútbol, con una pelota de trapo que ellos mismos han elaborado. Momentáneamente tratan de olvidar el hambre que les muerde y devora las entrañas sin piedad.

El señor que se encuentra al lado de Benito, es llamado para ser atendido. Al levantarse y acudir al llamado, deja olvidado el periódico en el asiento. En medio de su delirio por la fiebre alta que Benito tiene, escucha como en ensueños la noticia televisiva que anuncia la desaparición de más de mil ochocientos millones de dólares. El comentarista afirma que el principal sospechoso de tal hazaña es el dirigente empresarial del partido político gobernante, con un grupo de diligentes amigos, ellos fueron descubiertos desfalcando al sistema financiero nacional, la descomunal cantidad millonaria..En tanto, Doña Luzmila, la madre de Benito, tal como suele hacer todos los días, hurta hojas del huerto casero vecino, pues, en el suyo, ya ni hojas tiene. Preparará un plato de sopa con ellas, así engañará a las tripas un día más, éstas ya comienzan a carcomerle partes internas de su pobre humanidad.

Desde el lugar donde se encuentra sentado, Benito, puede leer claramente en la portada principal del periódico, que al Banco principal del país, se le conceden, de parte del Gobierno estadounidense, cien millones de dólares para su recuperación financiera. Eso le llama la atención, y sin pensarlo dos veces, toma el diario que el señor deja olvidado en su asiento, y empieza a hojearlo. Pero las fuerzas de sus manos se esfuman, todo su cuerpo se estremece y convulsiona. Sus ojos se le apagan, se quedan vidriosos, y vuelan hacia la eternidad, emprendiendo el viaje final y sin retorno. Así, con los ojos abiertos, su cabeza doblada sobre la silla que está al lado, entrega plácidamente su alma al infinito.

El periódico queda entre sus extremidades inferiores, abierto precisamente en las páginas sociales que anuncian la celebración de un aniversario más de la entrega del Premio Nóbel de Medicina, al científico Alexander Fleming, por su aporte a la ciencia y por haber descubierto muchas décadas atrás, la vacuna contra el bacilo que produce la infecciosa enfermedad que llevó a la muerte a Benito. Por esas ironías del destino, la enfermera vocifera una y otra vez su nombre, para atenderlo de emergencia, pero el nombre de Benito queda flotando angelicalmente en el ambiente. "El candelabro de plata no alumbrará más": dejaron de encenderlo; la araña de oro se rompió, se quebró el jarrón en la fuente, y cedió la polea del pozo. "El polvo vuelve a la tierra de donde vino, y el espíritu sube a Dios, que lo dio". Mientras tanto, doña Luzmila, que nada sabe de lo acaecido a su hijo mayor, prende una vela al señor Cautivo de Ayabaca, patrón de los desamparados, suplicándole de hinojos, le dé fortaleza y perseverancia para llevar estoicamente la pesada cruz, que día a día carga sobre sus hombros, como emblema de redención, de vida, de salud y de resurrección.

Los largos y huesudos dedos de su agrietada mano, se dejan llegar hasta su frente, cuatro de ellos se cierran herméticamente dejando en completa libertad al pulgar, para que devotamente signe, la señal de la cruz.

Mag. Digna Isabel Rosales Farfán

 

 

 

 

 

 

Autor:

Lic. Digna Isabel Rosales Farfán

Lic. Yris Olivia Curay Ochoa

Prof. Rosa Elena Cuzquén Bohorquez

Prof. Elbers Ancajima Carrasco

Prof. José del Carmen Mondragón Córdova

Partes: 1, 2
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