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La señal de la cruz


Partes: 1, 2

    LA SEÑAL DE LA CRUZ

    DIGNA ISABEL ROSALES FARFÁN

    YRIS OLIVIA CURAY OCHOA.

    ROSA ELENA CUZQUÉN BOHORQUEZ.

    ELBERS ANCAJIMA CARRASCO

    JOSÉ DEL CARMEN MONDRAGÓN CÓRDOVA.

    DERECHOS RESERVADOS

    SEGUNDA EDICIÓN NOVIEMBRE DE 2008.

    DIGITACIÓN Y DIAGRAMACIÓN DE TEXTOS:

    JOSÉ MARIO HIDALGO AYALA

    TIRAJE: 500 EJEMPLARES.

    LA SEÑAL DE LA CRUZ

    (Cuento)

    Dibujando la señal de la santa cruz sobre la frente del muchacho, doña Luzmila, entristecida por lo sucedido a Benito su hijo mayor, le bendice y despide. Gruesas y salobres lágrimas corren a prisa por su ya marchito rostro, el tiempo es implacable y duro, va dejando profundos surcos sobre nuestra cansada piel. Ella; envejeció mucho más, con el deceso del padre de sus hijos y ahora al verlo partir, se le agolpan vertiginosamente los recuerdos. Su mente, como en una película, evoca aquel desdichado día, en que junto a su cama; le vio desplomarse herido de muerte, llevaba entre sus manos el desayuno que no alcanzó a entregarle. ¡El corazón! Había Vociferado, mientras se levantaba como pudo de la cama, sus gritos desesperados se escucharon por toda la casa. Sus hijos sobresaltados acudieron de inmediato y al verlo ahí tirado, e inmóvil , sintieron que una daga se les hundía en alguna parte de su cuerpo, Benito y su madre lo levantaron cuidadosamente y lo pusieron sobre la barbacoa, trataron de reanimarlo pero todo fue inútil, no logró salvarse.

    Durante el sepelio la compungida mujer no pronunció palabra alguna, su mirada se perdió en el celeste firmamento. Casi no lloró. Esa oscura noche sus hijos se reunieron con ella. En una atmósfera de dolor y nostalgia recordaron hermosos momentos, graciosas anécdotas. Dirigiéndose a Benito, la atribulada mujer le pidió que le dijera adónde estaría su amado Luciano a esas horas. Él habló de la resurrección, de la vida más allá de la muerte, supuso dónde y cómo se hallaría. Su madre escuchaba con suma atención. De pronto, su voz rompió la quietud que reinaba en la habitación "Llévame al cementerio" le dijo; ¡"mamá" por Dios, apeló Benito; es media noche!"¡No podemos ir allá Ahora! Además tú sabes que debo marcharme, eso ya lo habíamos conversado antes que sucediera esta desgracia. La madre levantó el tono y siempre con su mirada perdida y vidriosa pidió: "No discutas con la mujer que acaba de peder al que fue su compañero por sesenta grandiosos años"…El silencio fue sincero y respetuoso. No hubo más discusión ahí, lentamente emprendieron el camino de regreso al campo santo. No fue necesario pedir permiso al velador, por que allá en la sierra, los muertos se cuidan solos. Con linterna en mano llegaron hasta el sepulcro. Luzmila acarició el montón de tierra y la cruz que sobre ella colocaran algunas horas atrás, rezó y volviendo sus cansados ojos hacia sus hijos que miraban la escena conmovidos, les dijo:

    "Fueron tiempos felices, tiempos buenos… ¿Saben? Ningún ser humano está autorizado para hablar del amor verdadero, si no tienen la más remota idea de lo que es compartir la vida con un hombre así" Dejó escapar un hondo suspiro y con el dorso de su vieja mano, enjugó las lágrimas que se deslizaban calladamente por sus mejías. El y yo, estuvimos muy, pero muy unidos en muchos vendavales y crisis; cuando las abundantes lluvias malograron los sembríos, cuando murió todo el ganado por causas desconocidas, cuando el inclemente e inhumano patrón se adueñó de nuestra tierrita, ¿recuerdas Benito? No; ¡que vas a recordar! Si eras a penas un cholito, por todo eso lloramos uno junto al otro, rezamos hincados de hinojos y tomados de las manos cuando uno de ustedes se enfermaba, nos apoyábamos en el dolor, nos abrazábamos en cada noche buena y nos pedíamos pendón por nuestros errores…¡Ay hijos! Ahora se ha ido para siempre y estoy contenta, se preguntarán ¿por qué? Por que se fue antes que yo; no tuvo que pasar ni vivir la agonía ni el dolor de verme bajar a la sepultura, de quedarse solo después de mi partida. Seré yo la que pase por ese trago amargo y agradezco este gesto bondadoso a mi Dios. Lo amo tanto que no hubiese soportado tal tormento. Por eso hijos; continuo con voz cansada, el matrimonio si vale la pena. Aunque adaptarse a la otra persona será largo, doloroso y difícil en los primeros años, transcurrirá mucho tiempo y aún así no aprenderán a convivir en pareja. Será complicado pero servirá la perseverancia y los riesgos, lo notarán cuando sientan que todo está en su contra, cuando los malvados icen la bandera en contra suya, cuando sus caídas sean tan dolorosas como las de cristo camino al calvario, o cuando creyéndose vencidos se abandonen a su surte, en esos instantes comprenderán lo que hoy les digo, se darán cuenta que alguien les espera con los brazos abiertos, por que los ama, por que vive en carne propia sus aflicciones, sus fracasos, sus derrotas, que despierta vela su sueño, que desvelada mira el camino para ver si llegan o que apresurada va a la ventana cuando escucha pasos. De vez en cuando, callaba como meditando, luego; retomaba la plática, verás Benito, que hermoso es compartirlo todo con la persona amada; el cansancio del trabajo, las desilusiones de algunos planes, el abatimiento, la desesperanza. Cuando esto suceda ella estará ahí dándoles fuerzas, como una amiga, como una madre honesta y sincera, en cuyo pecho podrán llorar libremente; sin temores ni vergüenzas y compartirán las tinieblas pero también la luz, las algarabías de sus logros, de sus hechos importantes, la belleza de ver crecer a sus hijos; así cuando apaguen la luz después de un día agotador e intenso tendrán a quien estrechar por debajo de las sábanas, quedándose dormidos al calor de sus cuerpos, como lo hicimos tu padre y yo. Luzmila sobresaltada volvió de sus reminiscencias y quedóse contemplando con melancolía a su hijo que ya se Perdía detrás de una loma, no supo por qué, pero terminó comparando la muerte de su esposo con el forzado viaje de su Benito.

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