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Uribe: Tiempos, Guerra y Estado. Notas para un Balance académico político

Enviado por humbertovelez


    1. Nota Introductoria
    2. El gobierno de Uribe: tremendo enredo entre los tiempos del corazón colectivo y los tiempos de la guerra

    Atisbos Analíticos No. 42, Santiago de Cali, mayo de 2004, ECOPAIS,

    Fundación *Estado *Comunidad *País, Un nuevo Estado para una nueva Nación

    NOTA INTRODUCTORIA

    Al acercarnos a su segundo año de gobierno, se destacan hipótesis e información, abundantes en número y ricas en calidad, como para hacer una aproximación a un balance crítico del gobierno del Presidente URIBE; es éste el propósito de ATISBOS ANALÍTICOS en sus números 42-43 y 44, correspondientes a los meses de mayo, junio y julio del 2004. Aunque esta ciberpublicación ha sido concebida, ante todo y sobre todo, para cooperar el trabajo académico de profesores y estudiantes, sin embargo, en esta ocasión se ha buscado llegar a un público más amplio con artículos académico políticos más cortos y, ojalá, menos ladrilludos.

    TIEMPO DE LECTURA DEL TEXTO CENTRAL: 8.50 minutos

    PRIMERA PARTE

    EL GOBIERNO DE URIBE: TREMENDO ENREDO ENTRE LOS TIEMPOS

    DEL CORAZÓN COLECTIVO Y LOS TIEMPOS DE LA GUERRA

    En materia de profundización de odios,

    los colombianos, en los dos últimos años,

    han logrado los más formidables avances.

    En los inicios del siglo XIX, Balzac vislumbraba ya los fenómenos sicosociales que, relativos al tiempo, se desataban en las sociedades humanas cuando, tras una larga y pesimista y angustiante noche colectiva de tormenta, a la aurora asomaba en el horizonte societal una lucecita de esperanza no importase que fuese real o hechizada; en "Un Asunto tenebroso" así veía a la sociedad francesa, que todavía no alcanzaba a trascender el terror jacobino: "Los que leen actualmente historias de la revolución francesa, escribió, no sabrán jamás los inmensos intervalos que ponía el pensamiento público entre los acontecimientos de aquella época. La necesidad general de paz y de sosiego que experimentaban todos tras las violentas conmociones, engendraba un olvido total de los hechos más graves de aquella época. La historia envejecía pronto, constantemente renovada por nuevos y ardientes intereses. "(1)

    En estos momentos, para los colombianos en general, parece que el reciente Caguán hubiese acontecido hace ya muchos décadas y que esa historia inmediata hubiese envejecido y que el Presidente Uribe hubiese sido elegido apenas ayer por la mañana y que la expectativa colectiva despertada por su reiterada y todavía incumplida promesa de una rápida derrota de las guerrillas, en si y por si misma arrastrase la magia de decretar y avalar y legitimar la ampliación de su período de gobierno por el tiempo necesario para el logro cabal de ese propósito.

    Ha sido sobre una base sicosocial así, sobre una de múltiples y eficaces escenarios virtuales (corazones y emociones, medios de comunicación y consejos comunitarios, ponchos paisas y sombreros aguadeños, caballos de paso y golpes de micrófono, trabajo endemoniado y deslenguadas periódicas), presididos, a la par, por tiempos simbólicos, sobre los que, ante todo y sobre todo, ha tenido lugar el gobierno de Uribe. Y para moverse y avanzar en esa atmósfera de realidad virtual ha contado con una sutil y programada aunque, con frecuencia, torpe, Estrategia de Comunicaciones, orientada, entre otras cosas, a impedir que la gente piense por sí misma hasta generar un fenómeno de amnesia casi colectiva de cara a la historia inmediata y mediata del país. Para el logro de ese empeño también ha contribuido el hecho de que, frente a la esperanza de redención mesiánica, el reciente drama del Caguán ha pasado a la condición de historia antigua. Ha sido así como el país, incluido un importante sector de la vieja intelectualidad crítica – por las razones que sean, antiguerrilla- ha readoptado como historia real del conflicto armado la que oficial y estatalmente ha levantado Uribe. Para estos efectos, como se escribiese en Atisbos Analíticos No 40 " el discurso de Alvaro Uribe Vélez, como presidente, se ha destacado por ‘patasarribiar’ la gramática de los viejos y nuevos análisis sociológicos del conflicto armado, por revolcar semánticamente las más clásicas categorías de análisis del DIH , así como por rectificar a-crítica y superficialmente a los grandes teóricos clásicos y neoclásicos del terrorismo".(2 ) Entonces, aislando el país de su propia realidad e inyectándole una visión simplista y distorsionada de su problema público número uno, Uribe de cabestro ha podido conducirlo al olvido, a la amnesia, a la ignorancia supina en materia de guerra : aquí no hay conflicto, ha sido su discurso diario, ni problema interno; las violencias nada tienen que ver con nuestra institucionalidad democrática; qué vergüenza que algunos se atrevan a postular ante el mundo una cosa así; aquí sólo hay un terrorismo contra el pueblo y las instituciones democráticas, que, en el actual contexto internacional, el mundo libre está co-responsablemente obligado a defender.

    En un marco así, han sido millares y millares los colombianos que han desaprendido soluciones al conflicto distintas de las asociadas al disparar desde un referente sico-social-ideológico de radical relación amigo-enemigos. Es decir, que en materia de profundización de odios, los colombianos en los dos últimos años han logrado los más formidables avances. Entre los Medios, al rescate de una visión distinta de la gubernamental y, casi solitario, de modo paradojal se ha destacado "El Siglo" al liderar, en lo doctrinario, la formación de una nueva derecha, esta sí dotada de un enfoque democrático de la vida institucional : ya no se " busca, ha escrito el Diario neoconservador, que el afectado conozca claramente qué ocasiona sus miedos, mida sus riesgos reales y así aprenda a enfrentar el problema, lo domine y genere sistemas de defensa y de reacción conscientes cuando se encuentre ante el ‘detonador’ de su desequilibrio emocional". (3)

    Temeraria, contundente e imaginativa fue la intervención clínica mental que, cooperados por los medios de Comunicación, Uribe y su Equipo le hicieron al país en el primer semestre del 2002; hasta el presente, los frutos y semillas de esa operación, en lo técnico casi perfecta aunque en lo cultural perversa, se han venido recosechando. A una nación hundida en la más profunda e intensa desazón colectiva (como para compararla con el drama de hace un siglo cuando, a raíz del zarpazo gringo en Panamá, todas y todos sintieron que era nada o casi nada lo que significaban como historia y como Estado), la metieron en el molde cerrado de una representación social según la cual Uribe y solo Uribe podía conducirla al otro lado del mar rojo de la enrojecida guerra. Y en esa dirección, aunque con graves errores en el manejo táctico de lo simbólico, el presidente paisa fue, ha sido y continúa siendo altamente coherente, caso excepcional en la historia de los presidentes colombianos. Un país, hastiado de guerra; que todavía sonambuleaba con el cerebro presionado por el Caguán; y que, en su propia geografía física y humana, no encontraba un sitio donde colocar el pie sin salpicarlo de sangre y de odio, anestesiado e imanado se fue tras los pasos del nuevo mesías continuando aferrado a ellos dada la coherencia gubernamental en la aplicación, manejo y profundización de la Política de Seguridad democrática. Constituye ésta, y en las tres Partes de este Ensayo ella aparecerá como la hipótesis central, la única Política de Estado que ha puesto a funcionar Uribe. Al fin y al cabo para eso lo eligieron, para derrotar a las guerrillas. En las otras materias de Políticas públicas ha sido un presidente entre puntual y retórico, excepción hecha, de los muchos pasos dados, también puntuales pero más orgánicos, en la línea estratégica de reinventarse un nuevo Estado.

    En un contexto así, existen razones valederas para fijar y prever y cuantificar, al margen de las casi siempre precarias y de valor sólo circunstancial encuestas de opinión, que su base social de apoyos, entre cívica y política, entre leal y oportunista, es excepcionalmente elevada. Como para discriminar ahora que entre los muchos Uribe, es casi pluriesquizofrénico, al Uribe, líder antiguerrilla, con vigor lo acompaña y lo sigue y lo escucha y lo hiperadmira, y por mucho tiempo con lealtad no racional lo acompañará, una enorme cantidad de colombianos. Según todos ellos a Uribe, con la finalidad específica de derrotar a las guerrillas, se le debe brindar el tiempo que él manifieste necesitar, máxime cuando el presidente, al fungir como mago paisa, sabe doblar la cronología: si se le entregan ocho años en total, entre días y noches laboralmente él hará diez y seis. No será, entonces, por esta vía, la de los apoyos ciudadanos, por donde le brotarán escollos a su reelección. Estos podrían provenir, más bien, o de asesores torpes o de sectores de la clase política.

    Entonces, la reelección posee amplios, aunque con facilidad evaporables fundamentos empíricos.

    Pero, las que sí carecen de esa validez son las pretensiones de algunos asesores, así como las apetencias de algunos analistas, en el sentido de que todos los URIBES poseen nichos de apoyo y de legitimidad social tan elevados como los que ostenta él como líder antiguerrillas. Hagamos un acercamiento, un poco nanométrico, a este asunto colocando sobre el tapete los escasamente publicitados resultados del estudio empírico realizado por el Observatorio de Medios de la Facultad de Comunicación y Periodismo de la Universidad de la Sábana.(4) Sorprende en este trabajo cómo los directores de su más importante entramado simbólico, como han sido los Medios durante estos dos años, temporalmente se fugaron del nirvana de arrobamiento y de alelamiento en que han estado, para descender a la realidad real a evaluar, de modo fugaz y quizás con posterior sentimiento de culpabilidad, el conjunto de la labor del presidente; y casi que lo rajaron los directores de medios de Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, Barranquilla, Pereira y Cartagena, pues la nota promedio fue de 3.4, completamente discordante con los imaginarios enriquecidos socialmente entretejidos en torno a su figura. No hubo un 80% que lo calificara como excelente; y aunque sólo el 5% lo encajó como "malo" y un 55% como "bueno", un 40% utilizó el mediocre "regular". En definitiva, lo rajaron en manejo humanitario de la guerra(2.4), generación de empleo (2.5) , inversión (2.9) y manejo político (2.9) mientras que las mejores notas las obtuvo en las relaciones con los Estados Unidos(4.1), la extradición(4.0), la actuación de las Fuerzas Armadas(3.9), el narcotráfico (3.9) y el tratamiento dado a las Farc(3.6).

    Se hace claro, así, que excepción hecha del manejo de su Política estratégica y central de Seguridad democrática, de la cual ha entrado a hacer parte la reelección, socialmente el presidente no tiene una carta en blanco para proponer y ensayar y aventurar y hacer lo que se le venga en gana. Por muy fuerte que haya sido y esté siendo durante su gobierno el proceso de de-construcción de democracia real, se han equivocado Uribe y sus asesores al pensar que los amplios apoyos sicosociales alcanzados, con frecuencia, de modo artificioso e irresponsable e irrespetuoso, son una materia prima fácilmente maleable como para pasar por encima de correlaciones de fuerza en materias distintas de las del manejo del conflicto armado. Fue ésa la lección dejada, y no suficientemente asimilada, por los resultados del referendo.

    Hasta el momento Uribe- la excepción de nuevo la constituyen los avances relativos hasta ahora alcanzados en el tratamiento de las insurgencias- le ha dado al país mucho pan simbólico y muy magro pan material.

    Hoy como nunca se sabe que los seres humanos, sea la que sea su extracción y posición de clase, al lado de las necesidades materiales posee necesidades simbólicas y que, en términos de realización humana, individual y colectiva, tan importante es la satisfacción adecuada de las primeras como de las segundas. Lo que pasa es que han existido unas formas dañinas y perversas y alienantes y alienadoras de satisfacción de las necesidades simbólicas; así ha sucedido siempre que esa satisfacción más que traducirse en realizaciones liberadoras y emancipadoras, se ha expresado en nuevas y viejas alienaciones. Ha sido así como Uribe ha querido satisfacer la necesidad simbólica colombiana de paz y de sosiego y de seguridad individual y colectiva profundizando la guerra, transformado un millón ochocientos mil colombianos en sus actores directos, así como convirtiendo a otro sector de la población en objetivo político de la represión y de la satanización social por no moverse dentro del unanimismo gubernamental. Es por eso por lo que otros muchos, estando también de acuerdo con el más rápido final del conflicto armado, sin embargo, por sus elevados costos fiscales, sociales y culturales, y por racionales y sólidas expectativas de que por esa vía habrá una nueva y no muy futura frustración nacional, no adhieren a la salida estratégica adelantada por el actual gobierno.

    Pero, el gobierno, legitimándolo todo en resultados todavía no claros y contundentes en materia del manejo de la guerra, no podría pasar por encima de sus pequeñas y grandes miserias. Arriesgado es, por lo menos, que le diga al país que si le concede cuatro años más de gobierno , en definitiva lo sacará del túnel, cuando él ha decidido meterse en el nuevo túnel de la selva y de la manigua y de los pantanos, retaguardia y habitat casi natural de las guerrillas. De allí no lo podría sacar si no una implícitamente deseada y, de muy indirecto modo, buscada intervención militar extranjera. Si por haber privilegiado las estrategias de guerra simbólica sobre las de guerra real, ‘depeapá’ equivocó los cálculos de los tiempos necesarios para derrotar a las guerrillas o, por lo menos, para colocarlas en condiciones de casi necesaria capitulación, ¿Qué no sucederá ahora con el cálculo de los tiempos de una reguerra cuando las guerrillas se encuentran todavía en condiciones de un rápido reencuadre militar estratégico regresando, con un alto volumen de experiencias acumuladas, a la más clásica guerra de guerrillas? ¿Se habrá olvidado la experiencia del Vietnam? ¿Lo que está aconteciendo en Irak, no cumple ningún efecto demostración? O,¿será que el gobierno está aventurando esa irracionalidad militar porque su Política de Seguridad democrática está herida de orgullo al no haber logrado todavía comenzar a desgranar al Secretariado ni redimir a una porción por lo menos mínima ,de los miles de secuestrados?

    Por otra parte, por dejarse llevar del entusiasmo ante la elevada eficacia circunstancial de lo simbólico, otro error garrafal de sus asesores en comunicación, encontró su primera y para él dolorosa y significativa derrota política cuando por el abuso en el uso intensivo de escenarios, tiempos e imaginarios virtuales, éstos se le volvieron en contra no obstante la permanencia de las lealtades con él en cuanto líder antiguerrilla; apenas un poco menos de la cuarta parte del censo electoral lo favoreció en la consulta delreferendo. Finalmente, en un momento dado, dificultoso se le estaba tornando al presidente el manejo, sin derrames ni escapes, de su amplia base de apoyos ciudadanos; ocurre que la más alta proporción de sus apoyos como líder antiguerrilla, era la misma que estaba empezando a resentirse con el alud de continuas reformas tributarias y pensionales en busca de recursos frescos para financiar la segunda fase de la Política de Seguridad democrática; pero, para alivio del gobierno, la expectativa de casi una segura reelección le ha permitido distensionar socialmente al país aplazando por unos meses la presentación de proyectos de generación de nuevos recursos para financiar la guerra.

    Pedro Medellín, politólogo casi siempre lúcido aunque, con frecuencia, medio obsesionado por el carácter desinstitucionalizante del proyecto de Uribe, señaló hace poco que "el cambio súbito de prioridades y la degradación del lenguaje presidencial " demostraban que aquel estaba perdiendo "el horizonte de actitud", pero que, al darse cuenta de ello, había decidido meterse de lleno en la búsqueda de la reelección trayéndolo así a colación: "No me voy a quedar mirando, había dicho Uribe, hasta el 7 de agosto del 2006 , sino que voy a ver qué sigue de ahí en adelante y voy a jugarme hasta el último grano de energía".(5) Ha sido así, pues, como ahora, asido a tiempos más reales, ha decidido jugarse a fondo por otros cuatro años de gobierno; en definitiva, entonces, Uribe quiere pasar a la historia como el Presidente que: 1. le puso punto final a la guerra; 2. dentro del establecimiento reventó el bipartidismo; y 3. se inventó un nuevo Estado. ¿Cuál Uribe primará? ¿El endiosado? ¿El realista? ¿El ingenuo? Al fin y al cabo se trata de tres Uribes distintos en un solo Político verdadero, el que, con la primacía de una u otra nota según las circunstancias, es una mezcla de endiosamiento, realismo e ingenuidad.

    Pero, será éste el objetivo de la SEGUNDA PARTE de este Ensayo., en el ATISBOS ANALÍTICOS No 43.

    1. Balzac, Honoré, "Un Asunto tenebroso", Salvat Editores, Navarra, 1969,p22.
    2. Atisbos Analíticos No 40, Santiago de Cali, marzo del 2004.
    3. El Siglo", Editorial, Bogotá, mayo 12 de 2004.
    4. Esta Encuesta se aplicó a 25 Directores de Medios de las ciudades señaladas entre el 29 de abril y el 3 de mayo del 2004.
    5. Pedro, Medellín, "La Carta de Navegación del Presidente", El Tiempo, 27de abril del 2004.

     

    Humberto Vélez Ramírez

    Programa de Estudios Políticos

    Instituto de Educación y Pedagogía

    Universidad del Valle.