Aproximación a la visión martiana de la evaluación de la educación
Enviado por María del Carmen Pérez
- Resumen
- La evaluación
- Dimensiones en la evaluación
- ¿Cómo evaluaba José Martí la educación?
- El escenario para evaluar según Martí
- Valorar para evaluar…
- Conclusiones
- Bibliografía
Resumen
Evaluar la enseñanza es una preocupación que ha estado presente a lo largo de la historia de la Pedagogía. El empleo de métodos e instrumentos para conocer el comportamiento del proceso educativo en tanto criterio valorativo y correctivo; marca el curso de la evaluación como acompañante del proceso educativo.
La utilización de procedimientos estadísticos dominó hasta que fueron introducidas en la evaluación, las valoraciones. En éstas, el resultado inmediato ocupa un segundo nivel de importancia desplazado, como ha sido, por su efecto diferido en el tiempo y en la actuación.
Criterios de este corte se hallan en el pensamiento de José Martí quien, aunque no dejó una propuesta para la evaluación, se pronunció por una valoración del proceso educativo postergado, manifiesto en la conducta social. Por ello, resulta de interés analizar las ideas de Martí en la evaluación de la educación.
Abstract
To evaluate the teaching, has been care among the Pedagogy histories. The use of methods
and instruments to Know the education process conduct, as an evaluative and corrective criterion; marks out the evolution of the evaluation like an educational process accompanied.
The employment of statistical procedure dominated till the valuation has been introduced into the evaluation. In this one, the immediate effect occupies a second level on importance, displaced, at it has been, by its recorded effect on the time an on the action.
Criterion of this pattern are founding José Martí s though who, although he did not left a proposal for the evaluation, he declared itself for a delayed valuation of the educational process, showed al the social behaviour. Thus, the interest to analyse the Martí s ideas at the education evolution impact.
Cada vez se incorpora con más fuerza en el pensamiento, el carácter proyectivo de la evaluación de la educación.
La evaluación forma parte de los diversos procesos sociales. La práctica evidencia que todo proyecto está acompañado de un sistema para evaluar su validez el cual, simultáneamente revela las implicaciones necesitadas de atención para su posterior corrección.
La diversidad de procesos condiciona la diversidad de sistemas de evaluación. De ahí la existencia de modelos e instrumentos para evaluar las actividades tecnológicas, industriales, agrícolas, comerciales, ambientales y pedagógicas, entre otras. De ellas, ocupa la atención en el presente estudio la evaluación en la Pedagogía.
La intención de evaluar en el área de la educación, es tan antigua como la educación misma. Sin embargo, la aparición de un sistema de evaluación sólo fue posible luego de que la educación alcanzara una amplia dimensión social. Mientras los centros educacionales mantuvieron una relativa independencia, no fue propicia la organicidad en el proceso de evaluación, en tanto componente del proceso pedagógico.
En la literatura consultada, se reconoce que fue en los albores del siglo XX cuando aparecieron los primeros intentos de homogenizar la evaluación, mediante los cuales se introducen los modelos objetivistas de evaluación, seguidos por los subjetivistas y posteriormente de los críticos.
Sin embargo, con anterioridad José Martí, en las obras en las que se refiere a la educación, emitió juicios de valor para conocer su impacto.
El ejercicio de la Pedagogía en José Martí es visible, no sólo por su actividad docente propiamente dicha, sino también por los mensajes educativos plasmados en su obra.
Heredero de lo más avanzado del pensamiento pedagógico cubano, expuesto por José de la Luz y Caballero, Félix Varela y su maestro Rafael María de Mendive; José Martí asumió una posición crítica ante la enseñanza tradicional.
En esas valoraciones, el autor ofrece una perspectiva para la evaluación de la docencia proyectada más allá de los resultados inmediatos, la cual adquiere relevancia en la evaluación del impacto del proceso educativo, no obstante su ausencia en las propuestas que le sucedieron.
Aunque el autor no haya dejado expuesta una metodología para la evaluación de la educación, sus apreciaciones en torno a los contenidos que en su época eran impartidos en los diferentes niveles de enseñanza, los métodos repetitivos y desconectados del contexto socio-histórico de los educandos empleados, así como el resultado manifiesto en la obtención de habilidades insuficientes para la actuación; constituyen referentes de valor para la evaluación del impacto de la educación.
Los especialistas que se han dedicado a la evaluación de los diferentes procesos, consideran varias dimensiones:
Evaluación de resultado: Comparación de los resultados obtenidos con los objetivos previstos.
Evaluación de efectividad: Medida en que el objeto evaluable ha conseguido o no los efectos [1]
Evaluación económica: realiza el costo de aplicación del objeto evaluable en relación con los resultados[2]
Evaluación de eficacia: Busca el logro de los objetivos con el menor costo posible[3]
Evaluación de impacto: Posibles efectos consecuencia del objeto evaluable en una población amplia –comunidad o país, organizaciones, personas asociadas al usuario, etc.- [4]
La evaluación del impacto a través de los indicadores mencionados, en el caso de la educación, es un imperativo allí donde este servicio posee carácter mercantil. Pero su validez en la sociedad cubana, donde el carácter de la educación es universal; resulta cuestionable.
Por ello no es de extrañar que en las reflexiones de Martí no aparezcan referencias a esas dimensiones, teniendo en cuenta el carácter proyectivo atribuido por él a la educación.
¿Cómo evaluaba José Martí la educación?
La educación para Martí, posee una dimensión social, mucho más allá de lo que ésta pueda significar para el propio educando y para su institución.
El comprometimiento con la obra social que se gesta en un país constituye, para este autor, una de las dimensiones fundamentales de la educación. Para ello, la conducción y el apoyo de las instituciones sociales, resultan imprescindibles, de modo que se logre en los educandos la igualdad en la lucha diaria con los que conservan el alma del país[5]. Por ello también, la importancia de la necesidad social a la cual da respuesta la educación.
Es, teniendo en cuenta la función social de la educación en el proyecto social cubano, visión presente en el ideario martiano, que se justifica la ausencia de las dimensiones técnico-económicas para centrar, en la social, la evaluación del impacto de la educación.
La dimensión social de la educación es apreciada también en el concepto simplicidad que ofrece el autor. Ese concepto no está reducido al individuo, en él incluye a toda la sociedad. Su afirmación de que un pueblo feliz es aquel que tenga mejor educados a sus hijos[6], define la dimensión social atribuida por el autor a la educación. La ampliación de la socialización de la educación en Cuba, se corresponde con esta idea de Martí.
En ese sentido consideró como finalidad de la educación para con el individuo: prepararlo para vivir bueno y útil[7] en su país. He ahí dos categorías de análisis para evaluar cualitativamente la educación, las cuales fueron desagregadas por el autor al referirse a los componentes del proceso pedagógico: los contenidos, el maestro y el estudiante.
Con relación a los contenidos, Martí se pronunció tanto por la enseñanza científica como por su vínculo con el contexto histórico social, en estrecha relación con la práctica. Para él constituía una urgencia sustituir al conocimiento directo y estéril de los libros, el conocimiento directo y fecundo de la naturaleza[8]. Por eso propuso la reducción de los programas sobrecargados de contenidos que hace a los hombres pedantes, inútiles[9]
Una de las frases de Martí más citadas en el tema pedagógico, particularmente en su componente de la práctica es, sin dudas: escuelas no debería decirse, sino talleres[10], en la cual resume el papel activo y creativo del individuo en la adquisición del conocimiento.
El criminal se consideraba Martí- El divorcio entre la educación que se recibe en una época, y la época[11] pues, para él, la educación tiene el deber ineludible para con el hombre, – no cumplirlo es un crimen: conformarle a su tiempo[12]
El escenario para evaluar según Martí
Pero el contexto, Martí no lo limita sólo en la época, sino que lo lleva a un mayor nivel de concreción, al ubicarlo en el escenario del país. El pueblo crea su carácter en virtud de la raza de que procede, de la comarca en que habita, de las necesidades y recursos de su existencia, y de sus hábitos religiosos y políticos[13]Los elementos aquí presentados por el autor: la raza, la comarca, la religión, la política; sitúan el contexto en el nivel de la comunidad, de gran valor metodológico en la delimitación del nivel social para evaluar el impacto de la educación.
La educación del hijo de estos pueblos menores en un pueblo de carácter opuesto y de riqueza superior, pudiera llevar al educando a una posición fatal al país nativo donde ha de servirse de su educación[14]. El autor advierte sobre la asimilación acrítica de las teorías generadas por culturas ajenas que si bien, resultan de utilidad en la nación originaria, no necesariamente conducen a la interpretación de la realidad de la sociedad a la que se pretende trasladar. Advertencia válida al evaluar el impacto de la educación en Cuba la cual, tanto en la tradición del pensamiento como en el proyecto social actual; está signada por su significación social.
El hecho de que José Martí se definiera por la evaluación de la educación mediata y a largo plazo, determina simultáneamente su identificación con la valoración. De ahí sus referencias a las cualidades, tanto las que habitan el alma del maestro como las que éste con su actuar fomenta en los estudiantes.
El profesor, en tanto sujeto conductor del proceso educativo, es una de las variables a la cual el autor dedica atención. Desde la diferenciación entre instrucción y educación, sentada por él en sus obras, puede ser apreciada la posición clave que le atribuye al maestro en el proceso. Ambas se centran en el maestro: aquella se refiere al pensamiento, y ésta principalmente a los sentimientos[15].
Si bien Martí reconoce en el rol del maestro los dos aspectos mencionados, es hacia la formación de sentimientos, de valores; que dirige su atención. En ese sentido, las cualidades adquieren connotación, como HOMBRE BUENO de TRATO EXPANSIVO, AMANTE y SANO[16].
Tales cualidades puestas de manifiesto en la interacción del maestro con los educandos son, a juicio de Martí, las que fomentan en los últimos los valores que habrán de conducirlos a lo largo de su vida. De esta forma, para el autor, la educación posee un efecto diferido en el tiempo.
Al enunciar las cualidades, Martí no hace sino reflejar los criterios de lo que actualmente se identifica con los usuarios de los servicios educativos, fuente por excelencia para evaluar la educación.
Martí no desconoce la coexistencia del proceso educativo con otros procesos que atentan contra la formación de los valores intrínseca al primero. Esa realidad supone la asunción, por parte del maestro, de una actitud de mayor reforzamiento del componente educativo. En tales circunstancias, su función debe contribuir al logro en la vida de los educandos del 胯nsorcio discreto entre las necesidades que tienden a rebajarla y las aspiraciones que la elevan[17].
Valores tales como la "quietud" la "Elevación" el "amor" la "pasión"[18], el "hacerlo feliz"[19]. Crear hombres "vivos, hombres directos, hombres independientes, hombres amantes[20]; tales son, para José Martí, los criterios para evaluar la educación.
A pesar de que José Martí no elaboró una propuesta para la evaluación de la educación, sus valoraciones en torno a los contenidos, los métodos y el resultado de ese proceso en su época; constituyen referentes de valor para la evaluación del impacto de la educación.
Mientras la evaluación pedagógica evolucionaba a través de modelos cuantitativos, Martí se adelantó en la inclusión de las valoraciones, lo cual constituye una invitación a tomarlo en cuenta en el diseño de la evaluación del impacto de la educación.
Las dimensiones técnico-económicas del impacto de la educación estuvieron ausentes en el pensamiento de Martí, como también lo están en el actual proyecto social cubano, de ahí que se justifique su desestimación al evaluar el impacto de la educación.
El valor social de la educación dominó el pensamiento pedagógico de Martí, ello constituye una guía en la determinación de la dimensión del impacto de la educación.
La delimitación de la sociedad en el nivel de la comunidad para valorar la educación, orienta el estudio en la determinación de su impacto.
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Autor:
MS. María del Carmen Pérez González