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Calidad de vida en ancianos con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (página 2)


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En las civilizaciones egipcias, hebreas y romanas, se crearon las tradiciones occidentales de la preocupación de la salud humana, aunque no avanzaron más allá de los primeros intentos de enfrentar algunas enfermedades, aumentar la capacidad física del guerrero, desarrollar actividades en relación con la estética y criterios dietéticos, algunos de ellos de inspiración mítico-religiosa. (6).

Posteriormente la Revolución francesa marca la reafirmación de la necesidad de dotar la vida humana de condiciones que garanticen su calidad, promoviendo criterios acerca de sus determinantes y aspectos cualitativos.

Betch, reporta que la primera persona pública que utilizó el término calidad de vida fue el presidente norteamericano Lyndon B. Johnson en 1964. En una etapa que comenzaba a asociarse de forma errónea el término con la capacidad de consumo y la adquisición de bienes materiales (7). Afortunadamente no tardó mucho tiempo para que se reconociera que la riqueza económica y la abundancia material no siempre coinciden con el bienestar subjetivo, la satisfacción por la vida y el sentimiento de felicidad (8).

El interés por la calidad de vida ha existido desde tiempos inmemoriales, pero la aparición del concepto como tal y la preocupación por la evaluación sistemática y científica del mismo es relativamente reciente. La idea comienza a generalizarse en la década de los 60 hasta convertirse hoy en un concepto utilizado en diferentes ámbitos, como son: la salud, la salud mental, la educación, la economía, la política y el mundo de los servicios en general.

¿Qué significado tiene el término Calidad de vida? La expresión calidad de vida aparece en los debates públicos en torno al medio ambiente y al deterioro de las condiciones de vida urbana. Durante la década de los 50 y a comienzos de los 60, el creciente interés por conocer el bienestar humano y la preocupación por las consecuencias de la industrialización de la sociedad hacen surgir la necesidad de medir esta realidad a través de datos objetivos, y desde las Ciencias Sociales se inicia el desarrollo de los indicadores sociales y estadísticos que permiten medir datos y hechos vinculados al bienestar social de una población. Estos indicadores tuvieron su propia evolución, siendo en un primer momento referencia de las condiciones objetivas, de tipo económico y social, para en un segundo momento contemplar elementos subjetivos.

El concepto puede ser utilizado para una serie de propósitos, incluyendo la evaluación de las necesidades de las personas y sus niveles de satisfacción, la evaluación de los resultados de los programas y servicios humanos, la dirección y guía en la provisión de estos servicios, y la formulación de políticas nacionales e internacionales dirigidas a la población general y a otras más específicas, como la población con discapacidad. (9)

En ciencias sociales se entiende por calidad de vida: "la percepción que los individuos tienen sobre su posición en la vida, según el contexto cultural y el sistema de valores en los que viven y en relación con sus metas, expectativas, estándares e intereses" (10).

En ciencias de la salud, calidad de vida es un concepto reciente y se aplica para definir las repercusiones que la enfermedad y su terapéutica ocasionan en el estilo de vida del sujeto, según su particular percepción y valoración; es decir, como siente y vive la propia morbilidad (anatomofisiológica y funcional) y su tratamiento (10).

La evaluación de la calidad de vida busca cuantificar el impacto de la enfermedad sobre el estado de salud del enfermo y dispone de sus propios instrumentos. En los últimos años el término calidad de vida relacionado con la salud (CVRS) se ha insertado plenamente en la práctica médica, sobre todo a la hora de perfilar dos facetas de gran importancia estratégica como son la evaluación de la gravedad real de los padecimientos crónicos, así como el diseño general de programas de actuación terapéutica para los mismos (1).

La toma de conciencia de CVRS se revela fácilmente cuando se comprueba el incremento espectacular de publicaciones científicas que sobre el tema ha tenido lugar en un período de tiempo muy breve. En 1977 el término aparecía sólo 28 veces en el Index Medicus, mientras que en el año 2000 podían encontrarse ya más de 1500 referencias (1).

La cuestión que los clínicos hoy se plantean es la utilidad que tiene la medida de este parámetro subjetivo y hasta que punto es posible la mejoría de la misma una vez detectado su deterioro. La solución sencilla sería resolver el problema orgánico de base y el deterioro funcional subsiguiente, ya que en buena lógica se solventaría la alteración que el paciente presenta en su CVRS. Sin embargo, esta alternativa es poco realista cuando nos enfrentamos a una enfermedad como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

La EPOC se define según la GOLD (Global Initiative for Chronic Obstructive Lung Disease) como un proceso patológico que se caracteriza por una limitación al flujo aéreo que no es completamente reversible. La limitación al flujo respiratorio es generalmente progresiva y se asocia con una respuesta inflamatoria pulmonar anómala a partículas o gases nocivos (11). Aunque el tabaco es el principal factor de riesgo (12) (el 90% de los pacientes con EPOC son o han sido fumadores), sólo el 20% de los fumadores desarrollan una EPOC. El 10% de los pacientes con EPOC no son fumadores, por lo que también hay que considerar factores genéticos y ambientales (exposición laboral, contaminación atmosférica y/o doméstica). Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 600 millones de personas padecen EPOC, si bien muchas de ellas no son diagnosticadas. En España, la prevalencia es del 9,1% en la población entre 40 y 69 años (13) y aumenta hasta el 25% en mayores de 69 años. Estas cifras implican que 1.232.000 españoles entre 40 y 69 años padecen esta enfermedad. Como consecuencia de la EPOC se generan 38.000 consultas médicas por millón de habitantes, que suponen entre el 7 y el 10% de las consultas de Atención Primaria, y el 35% de las consultas de Neumología (14), ocasionando un 35 % de incapacidades laborales definitivas y un 7 % de los ingresos hospitalarios.

La EPOC constituye un problema social y de salud de primera magnitud, no sólo por su elevada prevalencia, sino también por los costes económicos, las repercusiones laborales y la morbimortalidad asociadas, así como el grave descenso en la calidad de vida de los pacientes afectados. Dado que el diagnóstico de la enfermedad supera generalmente los 50 años de edad, luego de una exposición de más de 20 al nocivo hábito tabáquico, podemos considerarla como una enfermedad prácticamente geriátrica

Los síntomas característicos de la EPOC son la tos persistente y diurna, la expectoración y la disnea de esfuerzo (sensación de falta de aire). La disnea es el síntoma principal de la EPOC, el más limitante y el que lleva con más frecuencia al paciente a la consulta. La disnea puede ser percibida de forma desigual por los pacientes con el mismo grado de limitación al flujo aéreo, especialmente los de mayor edad (15). Además, según progresa la enfermedad, la dificultad respiratoria limita progresivamente la capacidad del paciente para realizar las actividades de la vida cotidiana, motivo por el cual se recomienda la valoración de la disnea a lo largo de la enfermedad.

En la actualidad hay diseñados un buen número de instrumentos destinados a medir la CVRS en diversas enfermedades. Sobre la mayoría de ellos existe igualmente contraste en relación a sus características psicométricas básicas o su mayor o menor capacidad para detectar cambios a lo largo del tiempo (16, 17).

Entre los instrumentos de medida y valoración de la disnea, destaca el índice de disnea basal de Malher, por su sencillez, sensibilidad y afinidad con nuestra realidad sociocultural.

Bestall et al (18) evaluaron la correlación de esta escala con la calidad de vida relacionada con la salud utilizando cuestionarios específicos de esta patología como el Saint George Respiratory Questionnaire (SGRQ) y el Chronic Respiratory Questionnaire. También evaluaron su correlación con la medida de la función pulmonar mediante el Volumen Espirado Forzado en el primer segundo de la maniobra de capacidad vital forzada (FEV1). Los autores concluyeron que la misma podría ser de utilidad como complemento a la medida de la función pulmonar en la estratificación y seguimiento de los pacientes con EPOC.

Estudios posteriores, han confirmado la utilidad de esta escala en pacientes con EPOC en situaciones especiales que simulan las actividades habituales de la vida diaria, como son las pruebas específicas de tolerancia al ejercicio (19). (Prueba de la marcha, ejercicio cardiopulmonar máximo).

La reducción del flujo aéreo es la alteración funcional dominante en la EPOC, por lo que las mediciones espirométricas constituyen la herramienta principal para establecer el diagnóstico de la enfermedad, evaluar la gravedad y seguir el curso evolutivo de la enfermedad. El valor del FEV1 es el mejor indicador de la gravedad de la obstrucción al flujo aéreo y, además de una fácil realización y una alta reproducibilidad, presentando una buena correlación con el pronóstico de la enfermedad.

La gravedad de la EPOC basada en el valor del FEV1 propuesta por la SEPAR (20) es:

EPOC leve: FEV1 entre el 60% y el 80% del valor de referencia,

EPOC moderada: FEV1 entre el 40% y el 59% del valor de referencia

EPOC grave: FEV1 =70.0); seguidos muy de cerca por un 38.3% de aquellos que mostraron una alteración máxima de su calidad de vida y solo un 21.6 % se agrupó en la categoría de mínima afectación.

TABLA 2 Comportamiento por subescalas de la alteración de la calidad de vida en la población de ancianos con EPOC atendida en el Hospital Neumológico. Julio- Octubre del 2006.

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Fuente: Investigación.

La tabla 2 evidencia que en las escalas de actividad (76.7%) e impacto (93.3%) el mayor porcentaje de los enfermos alcanzaron puntuaciones que los colocaban en el rango de máxima alteración de la calidad de vida.

TABLA 3 Rangos de edad, sexo y severidad de la obstrucción y alteración de la calidad de vida de la población de ancianos con EPOC atendida en el Hospital Neumológico. Julio- Octubre del 2006.

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Fuente: Investigación

Nota: Los % se calculan del total de la fila.

En la tabla 3 se constata que en aquellos ancianos comprendidos entre las edades de 60-65 predominó la alteración moderada de la calidad de vida (47.0 %), en el grupo de 66-71, predominó la máxima alteración (56.2 %), sin embargo en los más ancianos (72 y más años) no se apreció una diferencia significativa respecto a la intensidad de su alteración. En cuanto a género, el 50 % de las féminas mostraron una moderada alteración de su calidad de vida, seguido por un 28.5 % de máxima alteración, el sexo masculino mostró porcientos muy similares en estas 2 categorías (36.9 y 42.3 respectivamente); el grupo de mínima afectación no mostró diferencias de género. Con respecto a la severidad de la obstrucción: el 50 % de aquellos catalogados como ligeros mostraron una moderada alteración de su calidad de vida, quedando distribuido el resto en las otras 2 categorías, con porcientos similares, en el grupo de moderada obstrucción predominó igualmente la afectación moderada (54.5%) y solo un 13.6 % mostró una máxima alteración, sin embargo en el grupo de mayor gravedad (severa obstrucción) constatamos un franco predominio de 70.6% de pacientes con máxima alteración de su calidad de vida y solo un 8.3 % en la categoría de mínima alteración.

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El gráfico 2 refleja la distribución de pacientes de acuerdo al grado de obstrucción ventilatoria. El 40 % de los pacientes presentaban un grado severo de obstrucción ventilatoria (FEV1 seg< 39.9%), seguido por 37% que mostró una obstrucción moderada (FEV1 seg entre 40-59.9%), y solo el 23 % evidenció una alteración ligera (FEV1 seg entre 60-80%),

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El resultado de la aplicación del índice de Disnea basal de Malher arrojó que el 85 % de los encuestados se agrupaban en los grados moderado y severo de disnea y que solo el 12 % de ellos mostró un grado I de disnea (ligero)

TABLA 4 Calidad de vida según grupo de edades de la población de ancianos con EPOC atendida en el Hospital Neumológico. Julio- Octubre del 2006.

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Fuente: Investigación.

NS =No significativo.

Al comparar la calidad de vida por grupos de edades no se encontraron diferencias significativas para ninguna de las escalas ni para la puntuación global.

Tabla 5 Calidad de vida según resultados del FEV 1seg de la población de ancianos con EPOC atendida en el Hospital Neumológico. Julio- Octubre del 2006.

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Fuente: Investigación.

NS =No significativo.

Al analizar las subescalas del cuestionario de la calidad de vida y la función pulmonar expresada en el FEV 1seg, se apreció que no hay correlación significativa para ninguna de ellas, incluyendo la puntuación global.

Tabla 6 Calidad de vida según índice de disnea basal de la población de ancianos con EPOC atendida en el Hospital Neumológico. Julio- Octubre del 2006.

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Fuente: Investigación.

Nota: Letras diferentes = diferencia significativa.

Al comparar las puntuaciones individuales de cada escala del CCV con el índice de disnea basal, se aprecian diferencias significativas. En todas las subescalas y en la puntuación global, las mayores puntuaciones (77.2 en Síntomas; 96.6 en Actividad y 95.4 en Impacto) se asocian a mayores grados de disnea.

TABLA 7 Consumo de recursos sanitarios en el último año y alteración de la calidad de vida, de la población de ancianos con EPOC atendida en Hospital Neumológico. Julio- Octubre del 2006.

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Fuente: Investigación.

El consumo de recursos sanitarios por parte de los pacientes encuestados fue alto, aquellos que mostraron una mayor alteración de su calidad de vida promediaron mayores números de visitas al médico (21), exacerbaciones (19) e ingresos hospitalarios (12).

Discusión.

Los resultados del presente estudio confirman que los pacientes con EPOC presentan, aún en etapa estable de su enfermedad, un importante deterioro de su calidad de vida que no se correlaciona con la magnitud del compromiso de los indicadores fisiológicos.

La importancia de medir índices de calidad de vida para evaluar el impacto que tienen las enfermedades crónicas en el bienestar de las personas ha sido reconocida en los últimos años. Ello se ha debido a que las evaluaciones fisiológicas, si bien proporcionan información importante para el médico, tienen poca relevancia para los pacientes y, la mayoría de las veces como lo demuestran los resultados del presente estudio, no muestran una correlación con la capacidad funcional de éstos.

En la literatura disponible no encontramos datos de estudios nacionales sobre medición de la calidad de vida en pacientes con EPOC. La aplicación del cuestionario (SGCR) ha permitido conocer en forma objetiva la calidad de vida en un grupo de pacientes con EPOC. Sólo observamos problemas en la comprensión de las preguntas de la encuesta en un paciente, a pesar de que un número importante de ellos poseía un grado de escolaridad bajo.

Los resultados concuerdan con lo comunicado por otros autores, que demuestran que la calidad de vida está muy deteriorada en los pacientes con EPOC (30, 31, 32, 33,34)

Según los resultados preliminares que se aportan en el estudio, la EPOC es mucho más frecuente en varones que en mujeres. Estos datos son similares a los presentados en múltiples estudios españoles (39, 40, 41) y franceses (42); sin embargo, no se observan estas mismas diferencias en otros estudios suecos (43). Ello podría explicarse por la mayor tasa de consumo de tabaco entre las mujeres que se registran en los países escandinavos.

Los resultados de la aplicación del cuestionario respiratorio de Calidad de Vida de Saint George a 60 ancianos con diagnóstico de EPOC y diferentes grados de obstrucción ventilatoria arrojaron que el mayor porcentaje de ellos se encontraban en los rangos de moderadas y máxima alteración de la calidad de vida. El comportamiento individual por escalas evidenció una importante repercusión de la enfermedad en las escalas que evalúan la limitación en la actividad diaria de los enfermos, así como el impacto en la esfera psicológica y del funcionamiento social de los mismos.

Específicamente la escala de impacto presentó el 93.3% de los pacientes en la categoría de máxima alteración de la calidad de vida, mientras que la escala que cubre la limitación en la actividad diaria de los sujetos mostró un comportamiento similar con 76.7 %. La autora considera que estos datos se relacionan con la utilización de un cuestionario específico para la enfermedad, de alta sensibilidad y fiabilidad. Además debemos tener en cuenta que los 60 pacientes fueron evaluados en el nivel secundario de atención médica (Hospital Benéfico Jurídico) lo que pudiera sugerir que acuden a este nivel cuando la repercusión es ya importante.

El análisis de la calidad de vida y su distribución por grupos de edades no alcanza significación estadística entre una y otra variable, algo que pudiera resultar controversial para muchos. No obstante, esta situación es usual en la mayoría de las series revisadas. Un estudio realizado por Renwick y Connolly del departamento de Geriatría de la Universidad de Manchester en mayo del 2003, donde se aplica el cuestionario de Saint George a 227 sujetos entre 45 y 86 años con diagnóstico de EPOC, concluyó la no existencia de relación entre calidad de vida y edad (35). Algo similar plantea J. Sans- Torres y col. (36) en su artículo sobre calidad de vida e hipoxemia crónica en la EPOC, de octubre del 2004, cuando aseveran que la falta de asociación entre la edad y cuestionarios de calidad de vida es una realidad demostrada en diversos trabajos y revisiones (37, 38).

Unos de los resultados del estudio que a primera vista pudiera ser contraproducente para los interlocutores es la no asociación entre la calidad de vida y el grado de obstrucción ventilatoria. Sin embargo cuando se revisa la literatura internacional, esta situación es realmente frecuente. Por ejemplo, un artículo publicado por Osman y cols. en enero del año 1997, referido a un estudio sobre calidad de vida y reingresos hospitalarios en pacientes con EPOC (para el cual utilizaron el cuestionario de Saint George), muestra la no existencia de correlación entre las puntuaciones del cuestionario en su valor global y por subescalas con parámetros espirométricos, mientras se hallaba una relación directa entre deterioro de calidad de vida percibida y número de reingresos hospitalarios (25).

Por su parte J. Sans-Torres y col. encontraron una correlación débil con los parámetros espirométricos de esfuerzo. En este último estudio se usó como instrumento para medir la calidad de vida el Chronic Respratory Disease Questionnaire (21). Mientras que Elías Hernández opina que las correlaciones de la calidad de vida parecen algo mejores con los parámetros de esfuerzo que con los parámetros de función pulmonar en reposo (15).

Un resultado algo diferente fue encontrado por R. Güell y col en su trabajo sobre traducción española y validación del Chronic Respiratory Disease Questionnaire (CRDQ) en pacientes con EPOC, donde a pesar de referirse índices muy bajos de correlación de parámetros de función pulmonar y puntuaciones de este cuestionario, fue el FEV1seg. el de mejores correlaciones, de manera que los pacientes con mayor grado de obstrucción presentaron mayor disconfort en su estado general (26).

El análisis de los datos basales del trabajo de Berry y cols, que entrenaron pacientes con obstrucción bronquial de diversa magnitud, demuestra que el compromiso de la calidad de vida es independiente del grado de obstrucción bronquial. Es así como pacientes con EPOC leve, cuyo VEF1 promedio era de 68 ± 1,2% del valor teórico tenían igual puntaje del área de disnea de la encuesta de calidad de vida que los pacientes con EPOC grave cuyo VEF1 promedio era de 30 ± 0,9%. Ferrer y cols evaluaron la calidad de vida en un grupo de 321 pacientes con EPOC, empleando también la encuesta St George, y observaron que el deterioro de la calidad de vida era mayor en los pacientes con mayor gravedad de la EPOC que no tenían comorbilidad. Sin embargo, esta relación se perdía en los pacientes con comorbilidad, situación que es frecuente en este tipo de pacientes. Recientemente Carone y Jones han planteado que existe una correlación estrecha entre calidad de vida y alteración del FEV1 cuando se analizan promedios de grupos de pacientes con obstrucción bronquial crónica. Este hallazgo probablemente se explica porque se incluyó tanto pacientes con asma como con EPOC y por lo tanto, con un amplio rango de FEV1, pero principalmente porque los promedios encubren la variabilidad interindividual de los puntajes de la calidad de vida. De hecho, cuando analizaron los valores individuales prácticamente no existió correlación.

En la actual investigación la alteración de la calida de vida de los pacientes estudiados la vemos en una relación proporcional a la magnitud de la disnea, evaluada a través del índice de disnea basal de Malher (BDI) donde se obtuvo un franco predominio de los pacientes en los grados más severos de disnea (II y III). Los resultados en este aspecto coinciden plenamente con los revisados en la literatura. Por ejemplo, un reciente artículo publicado por Elías Hernández y col. pertenecientes al grupo de trabajo de EPOC de la SEPAR (Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica) sobre el papel de la disnea en la calidad de vida de paciente con EPOC consideran la disnea como el factor de mayor impacto y principal predictor de la calidad de vida de estos enfermos; en este trabajo los instrumentos usados fueron el Chronic Respiratory Questionnaire Disease, mientras que para la evaluación de la disnea al igual que en el actual estudio se utilizó el BDI (44). Otro estudio realizado en el año 2004 por Michiaki Mishima y cols., del departamento de Fisiología Clínica del instituto de Enfermedades Respiratorias, Universidad de Kyoto, sobre la repercusión de la disnea en la calidad de vida y específicamente en el estado psicológico de un grupo de pacientes con EPOC, obtuvieron como resultado que la disnea era determinante en la expresión de estados de ansiedad o depresión de los enfermos y por tanto de su calidad de vida; que la sola mejoría de la sensación subjetiva de este síntoma repercutía de forma positiva en los parámetros antes expuestos, con independencia del comportamiento de parámetros fisiológicos (45).

Como se puede ver este trabajo muestra una clara coincidencia con el realizado por la autora, donde ya se comentaba la asociación encontrada entre severidad de la disnea y el impacto en el estado psicológico y funcionamiento social de los pacientes.

El porqué de esta situación no es difícil de entender sobre todo cuando nos remitimos al enunciado de la OMS refiriendo el concepto de salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social. Pues bien, la disnea es capaz de afectar todas y cada una de estas dimensiones. Cuando la disnea es severa, deriva en estrés emocional (componente mental) y en limitación de la actividad, con el fin de evitar situaciones que favorezcan la aparición del síntoma (componente físico), si el stress es frecuente puede aparecer depresión, tanto la depresión como la reducción de la actividad física entorpecen las actividades socioeconómicas del sujeto, y de este modo se generan interferencias con el grado de bienestar social (componente social ), si la disnea se desarrolla de manera progresiva, el paciente irá evitando actividades físicas (ocio y tiempo libre, actividad sexual-) y dicha limitación influye a la larga sobre los estados psicológicos y socioeconómicos del mismo. A medida que la enfermedad evoluciona las restricciones alcanzan las actividades más habituales de la vida diaria, hasta establecerse un círculo vicioso responsable de trastornos psicológicos y aislamiento social, con el consiguiente deterioro de la calidad de vida.

Por último es meritorio destacar el notable consumo de recursos sanitarios, como así lo demuestra el actual estudio, asociado a la enfermedad. Se conoce que la mayor parte de los costes asociados a la EPOC se deben a la asistencia hospitalaria (41%), seguido del gasto farmacéutico (36,6%); la gravedad de la enfermedad es el factor que más influye en el coste (46).

Maravilles y col en un estudio reciente sobre cuantificación y repercusiones terapéuticas en relación a la EPOC, destacaron que el estado de salud fue predictor de reingreso en pacientes con EPOC que ingresaron debido a una agudización. Aquellos que requirieron un reingreso puntuaron 4,8 unidades más (peor) en la puntuación total del SGRQ al inicio del estudio que los que no fueron reingresados durante los 12 meses de seguimiento. Es importante señalar que la probabilidad de reingreso no se relacionó con la edad, el sexo o la función pulmonar (47). Hay una relación muy estrecha entre las agudizaciones y el estado de salud de los pacientes con EPOC. Los pacientes que tienen una peor puntuación en escalas de estado de salud presentan agudizaciones más frecuentes y, a su vez, los pacientes con frecuentes agudizaciones sufren una pérdida de calidad de vida acelerada comparados con aquellos con agudizaciones infrecuentes (47). La consecuencia final de esta relación es el valor predictivo del SGRQ sobre la mortalidad, observada por primera vez en un pequeño grupo de pacientes con EPOC grave. Aquellos que fallecieron durante los 12 meses del estudio tuvieron una puntuación que fue 7,2 unidades peor en el momento de la inclusión en el estudio al compararlos con los supervivientes (48). En una amplia cohorte de pacientes con EPOC en la comunidad, el Seattle Obstructive Lung Disease Questionnaire (SOLDQ), un cuestionario específico de calidad de vida autoadministrado, mostró que la dimensión física estaba significativamente asociada con el riesgo de hospitalización y mortalidad (49). Domingo-Salvany et al (50) han demostrado que la puntuación del SGRQ estaba asociada de forma independiente con la mortalidad después de ajustar por el FEV1 y el índice de masa corporal en un grupo de 303 pacientes con EPOC moderada-grave. Esta asociación fue más estrecha con la mortalidad de causa respiratoria que con la de causa no respiratoria, lo que sugiere que la relación es específica. Los autores encontraron que por cada 4 puntos de incremento en el SGRQ, el riesgo de mortalidad por cualquier causa aumentaba un 5,1% y la mortalidad de causa respiratoria aumentaba un 12,9% (16).

Sin dejar de tener en cuenta que en la investigación realizada solo se han analizado los resultados obtenidos en 60 pacientes atendidos en el Hospital Neumológico, se considera que la carente o débil correlación de parámetros espirométricos, específicamente del FEV1 seg, históricamente considerado "la regla de oro" en la evaluación del paciente con EPOC y los resultados de la cuantificación de la calidad de vida mediante el cuestionario de Saint George, pudieran corresponder a que este último se enmarca en una faceta de gran amplitud, que aborda la situación del paciente de una forma compleja, complementando en ocasiones y superando en otras, los criterios clínicos y funcionales usados tradicionalmente para determinar la progresión y repercusión real de esta enfermedad, razón por la cuál las ultimas clasificaciones de la enfermedad apuntan hacia una visión multidimensional que incluya no solo el FEV1 sino otras variables con pronóstico independiente como la CVRS que mide realmente el impacto de la enfermedad en la vida cotidiana del paciente.

Conclusiones

  • 1. En los pacientes evaluados predominó la alteración moderada y máxima de la calidad de vida, siendo más evidente el impacto en la esfera psicológica y del funcionamiento social de los enfermos.

  • 2. Primó la alteración moderada y severa de la función pulmonar, así como los grados II y III de disnea, según la escala BDI de Malher.

  • 3.  La disnea resultó ser un factor primordial en el deterioro de la calidad de vida de los pacientes, mientras que la edad y el grado de obstrucción ventilatoria no alcanzaron significación estadística en relación a la alteración de este parámetro, existiendo discordancia entre síntomas subjetivos (disnea) y parámetros fisiológicos como la edad y el FEV 1 seg.

  • 4. El consumo de recursos sanitarios por parte de estos pacientes fue alto, en cuanto a visitas al médico, exacerbaciones e ingresos hospitalarios.

Recomendaciones

  • Divulgar e instruir a especialistas y personal facultativo en general, en el área de la Geriatría, sobre el uso de instrumentos que permitan evaluar y cuantificar la calidad de vida de nuestros pacientes, no solo con fines investigativos, sino para conocer mejor la repercusión real y la morbilidad en la que se enmarcan.

  • Realizar nuevas investigaciones que permitan profundizar en el conocimiento, evaluación y tratamiento de la disnea en los ancianos con EPOC, por constituir el elemento de mayor impacto en la calidad de vida de los mismos.

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Anexos

Anexo 1

Planilla de consentimiento informado

Yo ______________________________________________________

Acepto participar en el proyecto de investigación (Calidad de vida en ancianos con EPOC)

He sido informado sobre los objetivos y procedimientos a utilizar en la investigación.

Estoy consciente del carácter voluntario de este consentimiento y de que estoy en plena libertad de no concederlo o retirarlo en cualquier momento, sin que ello tenga ninguna consecuencia para mí.

Por tanto, al firmar este documento autorizo que se me incluya en la investigación.

Y para que así conste y por mi libre voluntad, firmo el presente consentimiento, junto con el médico que me ha dado las explicaciones a los ____ días del mes de ____________ de 2006.

Firma del sujeto o persona responsable: ___________________.

Nombre del médico responsable: _________________________.

Firma del médico: _____________.

Fecha: ____ de ________________ del 2006.

Anexo 2

Planilla de recolección de datos.

Nombre y apellidos

Edad: Sexo:

Antecedentes de EPOC:

Tabaquismo:

Índice de paquetes/año

Año de diagnóstico:

Valores de la última espirometría realizada:

Estadio o severidad de la enfermedad: Ligero:

Moderado

Severo:

Grado de disnea según BDI: I II III

Consumo de recursos sanitarios en el último año

No. De visitas al médico/Neumólogo:

No. De exacerbaciones:€

No. De ingresos:

Calidad de vida

Puntuación

Global: Mínima .Moderada .Máxima ..

Subescalas

Síntomas: Mínima.Moderada. Máxima

Actividad.: Mínima Moderada Máxima

Impacto: Mínima .Moderada Máxima

Anexo 3

Índice basal de disnea (BDI). Escala de Maher

Deterioro funcional

– Grado 4: no incapacitado. Realiza sus actividades y ocupaciones sin disnea

– Grado 3: incapacidad leve. Reducción, aunque no abandono de ninguna actividad habitual

– Grado 2: incapacidad moderada. Abandono de alguna actividad usual debido a la disnea

– Grado 1: incapacidad grave. Ha abandonado gran parte de sus actividades habituales a causa de la disnea

– Grado 0: incapacidad muy grave. Ha abandonado todas sus actividades habituales a causa de la disnea.

Magnitud de la tarea

– Grado 4: disnea sólo con actividad extraordinaria, como carga pesada o carga ligera en pendiente. Sin disnea con tareas ordinarias

– Grado 3: disnea con actividades mayores, como pendientes pronunciadas, más de tres tramos de escaleras, o carga moderada sin pendiente

– Grado 2: disnea con actividades moderadas, como pendientes ligeras, menos de tres tramos de escalera, o carga leve sin pendiente

– Grado 1: disnea a pequeños esfuerzos, paseando, lavándose o estando de pie

– Grado 0: disnea de reposo, sentado o acostado

Magnitud del esfuerzo

– Grado 4: sólo los grandes esfuerzos la provocan disnea. Sin disnea de esfuerzo ordinario

– Grado 3: disnea con esfuerzos algo superiores a lo habitual. Puede realizar sus tareas sin descanso

– Grado 2: disnea a moderados esfuerzos. Requiere descansos ocasionales para realizar sus tareas

– Grado 1: disnea a pequeños esfuerzos. Requiere descansos frecuentes para realizar sus tareas

– Grado 0: disnea de reposo, sentado o acostado

El índice de disnea basal (BDI) es una escala multidimensional que consta de tres magnitudes: dificultad de la tarea, intensidad del esfuerzo y deterioro funcional, puntuándose éstas desde 0 (disnea intensa) hasta 4 (nula). Se considera altamente sensible.

Anexo 4

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Autor:

Dra. Hayvin P?rez Cruz

Especialista Primer Grado en Medicina General Integral y Neumolog?a. M?ster en Longevidad satisfactoria. Instructora

Dr. Juan A. Samper Noa

Especialista de segundo grado en Medicina Interna. M?ster en Gerontolog?a m?dica y social. Profesor Auxiliar.

Dra. Julia Romero Fern?ndez

Especialista Primer Grado en Medicina General Integral y Neumolog?a. M?ster en Infectolog?a.

Partes: 1, 2
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