- Resumen
- Sobre la dismenorrea
- La dismenorrea en el ámbito internacional
- La dismenorrea en el Perú
- Análisis
- Conclusiones
- Referencias bibliográficas
La dismenorrea es el conjunto de síntomas que aparecen al final del ciclo menstrual y que la persona asocia al comienzo de la menstruación e inclusive durante la misma. El más característico de ellos lo constituye el dolor o molestia en la zona baja del abdomen; acompañándose de otros síntomas que pueden variar de una mujer a otra: los cuales incluyen sentimientos negativos, que se extienden a la depresión, ansiedad, irritabilidad y la baja autoestima. Además de esta gran variabilidad, se agrega que no todas las mujeres los padecen en todos sus ciclos menstruales.
Los objetivos del presente estudio fueron determinar la prevalencia de de la dismenorrea en una muestra representativa de estudiantes universitarias de Lima (n=301). Entre los principales resultados destacamos los siguientes: no existen diferencias estadísticamente significativas entre las proporciones halladas de dismenorrea en otras poblaciones y la hallada en nuestro estudio.
Palabras clave: dismenorrea, dolor, universidades, mujeres, prevalencia.
La dismenorrea es uno de los trastornos ginecológicos más frecuentes que se presenta principalmente en las mujeres jóvenes y que por su alta tasa de prevalencia podría ser considerado como un problema de salud pública. A pesar de ello, aún no se ha planteado la solución eficaz y las mujeres suelen recurrir solo a la automedicación para tratar esta dolencia. Por lo cual tampoco, suelen asistir con regularidad a los centros hospitalarios a causa de los dolores en la menstruación, ya que es común que los profesionales y aquellos que no lo son también, consideren tales molestias como una condición normal y propia de la mujer y que por tanto no queda más que se acostumbre a ellos. Lo cual se debe poner en consideración debido a la existencia en la actualidad de nuevos hallazgos que postulan la etiología de estos dolores y su tratamiento. Lo cual aún es difícil de considerar mientras no existan investigaciones que evidencien las dimensiones reales (prevalencia e prevalencia) de este problema.
Con todo el conocimiento alcanzado se tienen importantes evidencias que señalan que la dismenorrea no es un evento para tolerar sin alternativas, que existen ya tratamientos desde el punto de vista físico y también psicológico, dependiendo del tipo de dismenorrea del que se trate, por lo que es importante erradicar los mitos presentes en la comunidad y en los profesionales, que impiden la correcta comprensión y la toma de medidas verdaderamente eficaces.
A su vez, debido a que la dismenorrea puede generar incapacidad para las actividades habituales en un número considerable de mujeres, y ya que ellas en los últimos años han entrado a la actividad laboral, son muchas las horas laborales que se pierden a consecuencia de la dismenorrea, lo que viene a ser una circunstancia más y de gran validez, para que estén disponibles y se utilicen, unas estrategias amplias y adecuadas de prevención y tratamiento.
La dismenorrea (etimológicamente "menstruación dificultosa" y en lenguaje clínico "menstruación dolorosa") es uno de los cuadros cíclicos, dentro de los procesos dolorosos pélvicos crónicos. Se la denomina también "algomenorrea" y puede variar desde episodios muy poco intensos, apenas molestos, hasta situaciones extremadamente severas – aunque mucho más raras – en las que junto al dolor de gran intensidad, aparecen náuseas, vómitos, diarrea y colapso, provocando una morbilidad muy significativa, aunque nunca amenaza directamente la vida.
Aunque etimológicamente el concepto de dismenorrea hace referencia a cualquier alteración que se observe en el ciclo menstrual (amenorrea, menalgia, etc.) en la actualidad el término se usa para referirse a todas aquellas sensaciones de malestar y dolor que se producen durante la menstruación. Particularmente, se habla de dismenorrea primaria cuando no existe una patología pélvica que explique el trastorno, mientras que la dismenorrea secundaria se asocia a problemas congénitos o patologías tales como la endometriosis (Amigo y Fernández, 1998; pág. 111).
La sintomatología de la dismenorrea primaria incluye un amplio elenco de síntomas que Stephenson (1983) ha ordenado del siguiente modo:
- Dolor: provocado por los espasmos y contracciones de los músculos uterinos y localizado en la zona pélvica con una posible irradiación a la cara interna de los muslos y a la espalda.
- Efectos psicológicos premenstruales: Irritabilidad, fatiga, disforía, desgana.
- Retención de agua: Hinchazón abdominal, dolor de vientre o edema.
- Alteraciones gástricas: Náuseas, vómitos, diarrea o estreñimiento.
Los síntomas generalmente comienzan durante el primer día de la menstruación, aunque pueden comenzar uno o dos días antes y persistir durante algunas horas o días después (Amigo y Fernández, 1998; pag. 112). En 1931, R. T. Frank denominó tensión premenstrual a los cambios de humor que se producen en los tres o cuatro días inmediatamente anteriores a la menstruación (más o menos entre los 23 y 26 ó 28 del ciclo).
Esta fase se caracteriza por los sentimientos negativos, que se extienden a la depresión, ansiedad, irritabilidad y la baja autoestima. La depresión, la ansiedad, la irritabilidad y el descenso en la estimación de sí mismas, han sido mencionados como síndromes que afectan de un 24 a un 100 por 100 de la población estudiada.
Al evaluar las consecuencias prácticas de las investigaciones sobre los cambios de estados de ánimo y la fase menstrual, debemos tener presentes algunas consideraciones importantes. En primer lugar, la magnitud de los cambios de estado de ánimo depende en gran medida de cada mujer. En función de su ajuste psicológico y de sus experiencias.
Diversas investigaciones (Paulson, 1961; Levitt y Lubin, 1967; Spera, 1969) han encontrado correlaciones significativas entre los trastornos y las actitudes neuróticas de la mujer hacia la menstruación y hacia sí misma. Así, la investigación psicofisiológica o la investigación realizada en el campo de la psicosomática demuestra que existen relaciones importantes entre el tipo de personalidad, los conflictos, los estilos que se emplean para competir o fracasar, y el desarrollo general de los síntomas psicosomáticos (Bakal, 1992). Así la femineidad normal implica la aceptación de la menstruación, del embarazo y la maternidad, como consecuencias normales y deseables de la condición de ser mujer (Bardwick, 1986; pág. 123). Lo cual, coinciden los estudios psicoanalíticos, en afirmar que en el caso específico de las mujeres, los trastornos ocurridos en su sexualidad: trastornos en la menstruación, la fertilidad, el embarazo, el parto y el climaterio, se relacionan estrechamente con relaciones disfuncionales en la infancia, en relación principalmente a su entorno directo familiar (Langer, 1948; Deutsch, 1947; Read, 1944; Lorand, 1939; Heilbrun, 1965ª, 1968; Lynn, 1962; Sears, 1965; Wright y Taska, 1966; Mussen y Rutherford, 1963, entre otros).
En cuanto a los tratamientos más eficaces que se observan en esta área suelen iniciarse con medicación. Estos tratamientos se inician con la "prueba" de diferentes drogas hasta encontrar la más eficaz, luego se prescribe la dosis necesarias de acuerdo al caso (Laufer y Goldstein, 1998) pero en el caso de que la misma terapéutica fracase, y se hayan agotado otras medidas diagnósticas y ensayos terapéuticos (Smith, 1993) se considera seriamente la realización de una laparoscopia (Speroff, Glass y Kase, 1999; Ventolini, Long, y Diller, 1997).
Un problema que se ocasiona es el de la automedicación. Así la automedicación es la principal forma de tratamiento en algunas poblaciones (Pedron-Nuevo, Gonzalez-Unzaga, De Celis-Carrillo, Reynoso-Isla, y De La Torre-Romeral, 1998) llegando a 70% en Canadá (Campbell y McGrath, 1997). Las drogas más utilizadas, al menos en poblaciones bien evaluadas, son los antiespasmódicos (Pedron-Nuevo, Gonzalez-Unzaga, De Celis-Carrillo, Reynoso-Isla, y De La Torre-Romeral, 1998), que pueden ser completamente ineficaces, generando descrédito en la terapéutica.
Contrariamente a lo que suele creerse, que la automedicación se ve en los casos menos severos, dos estudios canadienses demuestran que las adolescentes se automedican más cuando los síntomas son más intensos (Campbell y McGrath, 1997; Chambers, Reid, McGrath y Finley, 1997). Con frecuencia, cuando se recurre a drogas que podrían ser útiles, se lo hace en dosis no adecuadas (Laufer y Goldstein, 1998; Campbell y McGrath, 1997), lo cual obliga a manejar cuidadosamente la información, cuando una adolescente consulta e indica que "ya tomé eso y no me alivió".
El problema es que muchas de las drogas recetadas y administradas ocasionan muchas veces dificultades. Así, la aspirina no se utiliza porque puede aumentar el flujo menstrual (Schroeder y Sanfilipo, 1999); la indometacina tiene varios efectos secundarios, por lo cual no se la prescribe habitualmente (Smith, 1993; Schroeder y Sanfilipo, 1999); en general se comienza el tratamiento con ácidos propiónicos (naproxeno, ibuprofeno) (Laufer y Goldstein, 1998) y si no resultan efectivos se pasa a fenamatos (ácido mefenámico, ácido flufenámico). Pero los mismos galenos tienen en cuenta que el estrés vital de las pacientes pueden reducir el efecto de alivio en el primer ciclo de toma de la medicación (Schroeder y Sanfilipo, 1999; Durant; Jay y Shoffiph, 1965); que muchas veces el período de prueba que se necesita (no menor de dos a 6 meses) (Laufer y Goldstein, 1998; Speroff, Glass y Kase, 1999) antes de decidir que la terapéutica no es eficaz, es algo que no muy pocas veces desespera a la adolescente que padece de estos trastornos. Por lo que aún entonces no se ha planteado la solución eficaz.
El dolor menstrual, de cualquier intensidad, es un fenómeno muy frecuente. Diversas estadísticas indican que más del 50% (y hasta casi el 75%) de las adolescentes lo presentan (Iglesias, Camarasa y Ceentelles, 1987; Andersch y Milsom, 1982; Klein y Litt, 1981; Åkerlund, 1998; Wilson, Emans y Mansfield, 1984; Johnson, 1988). Larroy (1991) encontró, sobre una muestra de 574 mujeres de entre 12 y 45 años, que el 74, 3% sufría dismenorrea en, al menos, cuatro menstruaciones al año, y que el 54,2% presentaba el trastorno de forma crónica.
Entre las adolescentes y las jóvenes estos porcentajes eran superiores, 77% y 76% respectivamente, que entre las mujeres de mayor edad (63%). Así, González, M. e Ibarra Farías, M. (1999) en una investigación realizada con una muestra de 242 estudiantes y con una confiabilidad del 95 por ciento, encontraron dentro de los resultados una prevalencia de un 83.9 por ciento del síndrome premenstrual y de 85.5 por ciento de dismenorrea. La sintomatología fue evaluada en tres dimensiones (anímica, somática y conductual), presentando un 76 por ciento de la población sintomatología en todas las dimensiones.
Para documentar la existencia del síndrome pre-menstrual o dismenorrea se han utilizado cuatro tipos de estudios. En primer lugar, se ha tratado de correlacionar las conductas observables con las fases del ciclo. Por ejemplo, se ha descubierto que una importante proporción de suicidios y actos criminales de violencia cometidos por mujeres tienen lugar durante los cuatro días premenstruales y los cuatro menstruales del ciclo (Dalton, 1964). El 45% de las mujeres trabajadoras que enferman, el 46% de las que reciben atención psiquiátrica y el 52% de las que ingresan por urgencias a causa de accidentes se encuentran en el período de los ocho días premenstruales o menstruales.
Además, las madres del 54% de los niños que llegan a los centros de salud con pequeños resfriados se encuentran en los ocho días premenstruales y menstruales, lo que quizá indique un aumento de su ansiedad en esos días (Dalton, 1966). Por tanto, el síndrome premenstrual puede tener consecuencias importantes y de largo alcance mayores de las que se ha supuesto.
El segundo tipo de estudio utilizado para documentar el síndrome premenstrual se basa en cuestionarios en los que se pide a las mujeres que informen en retrospectiva de sus síntomas y estados de ánimo en distintas fases del ciclo. El tercer tipo de estudio utiliza informes diarios a las mujeres a lo largo del ciclo. Estos estudios suelen poner de manifiesto estados de ánimo positivos en torno al momento de la ovulación y diversos síntomas premenstruales, como ansiedad, irritabilidad, depresión, fatiga y dolores de cabeza (Parlee, 1973). El cuarto enfoque evita las preguntas directas sobre los síntomas a las mujeres, utilizando, en cambio, una técnica proyectiva, según la cual las participantes cuentan relatos a intervalos regulares durante el ciclo.
Estas historias se someten a examen, asignándoles una puntuación normalizada según los temas que traten. Un ejemplo de este enfoque es el estudio de Ivey y Bardwick (1968), que grabaron los relatos espontáneos de 26 estudiantes universitarias en los momentos correspondientes a su ovulación y pre-menstruación durante dos ciclos menstruales, puntuando las historias mediante la Verbal Anxiety Scale de Gottschalk y Gleser. Descubrieron que estas mujeres normales mostraban una ansiedad muy elevada con respecto a la muerte, la mutilación y la separación en la época premenstrual, mientras que, durante la ovulación, la confianza en sí mismas y la autoestima eran mayores. En resumen, los resultados de la investigación, utilizando estos enfoques indican que el estado de ánimo fluctúa según las fases del ciclo menstrual.
Los cuadros de dismenorrea pueden llegar a ser severos. Entre el 10 y 15% de todas las mujeres que la padecen, pueden presentar cuadros severos de dolor (20,35), y en el 5% puede ser tan severo que genere notoria incapacidad para las actividades diarias, siendo importante causa de ausentismo académico y/o laboral (24,35,40,41,42). Dawood (5,38,43) señala que en los Estados Unidos cada año se pierden 600 millones de horas laborales y 2 mil millones de dólares a consecuencia de la dismenorrea primaria. Sentencia además el mismo autor (5,38,43) que aquellas mujeres que insisten en trabajar mientras sufren de dolor menstrual, generan menor productividad, posiblemente tienen incrementado el riesgo de accidentes laborales y la calidad del trabajo es menor.
Para muchas jóvenes el dolor menstrual resulta limitante de su actividad diaria, aunque el porcentaje varía – según las poblaciones estudiadas – entre el 10 y el 59% (Andersch y Milsom, 1982; Johnson, 1988; Balasch ,1990; Harlow y Park, 1996; Hillen, Grbavac, Johnston, Straton y Keogh, 1999). Entre 8 y 46% de las adolescentes faltan a los estudios en cada menstruación (Andersch y Milsom, 1982; Klein y Litt, 1981; Johnson, 1988; Hillen, Grbavac, Johnston, Straton y Keogh, 1999; Vicdan, Kukner, Dabakoglu, Ergin, Keles y Gokmen, 1996; Widholm y Kanter, 1971; Widholm, 1979).
Las diferencias entre los porcentajes que surgen de distintas estadísticas, podrían obedecer al hecho de que esas características parecen irse acentuando con el pasaje de los años; así en un estudio mexicano, los porcentajes de ausentismo escolar fueron 4.3% para las menores de 15 años, 9.3% para 15-19 años y 19.8% para 20-24 años (Pedron-Nuevo, Gonzalez-Unzaga, De Celis-Carrillo, Reynoso-Isla, y De La Torre-Romeral, 1998). En los casos más severos pueden aparecer náuseas, diarrea, cefalea, etc. (Balasch ,1990; Arici, Behrman y Keefe, 1999; Schroeder y Sanfilipo, 1999). Así, el estudio de Larroy (1991) constató que el 37,3% de las mujeres dismenorréicas califican la intensidad del dolor menstrual como severa, alrededor del 57% utiliza medicación de forma habitual para aliviar el dolor y el 57% requiere reposo y/o abandono de las actividades entre una y tres horas, debido a la dismenorrea.
La depresión, la ansiedad, la irritabilidad y el descenso en la estimación de sí mismas, han sido mencionados como síndromes que afectan de un 24 a un 100 por 100 de la población estudiada. Sutherland y Stewart (1965) estudiaron a 150 mujeres y descubrieron que la depresión y la irritabilidad premenstruales se asociaban con un amplio cuadro de síntomas físicos desagradables. Aparecía irritabilidad premenstrual en el 69 por 100 de la muestra; depresión, en un 63 por 100, y en un 45 por 100 de los casos se daban juntas estas dos alteraciones. Coopen y Kassel (1963), en un estudio con 465 mujeres, descubrieron que la depresión y la irritabilidad eran, en general, mayores antes de la menstruación que en el curso de la misma. Shainess (1961) descubrió también que la fase premenstrual suele acompañarse de sentimientos de indefensión, ansiedad y hostilidad defensiva, así como ansias de ser amada. En otro estudio, en las respuestas a un cuestionario, entre el 30 y el 50% de 839 mujeres jóvenes casadas indicaban ciclos de los estados de ánimo con respecto a la irritabilidad, la tensión y la depresión (Moss, 1968)
- LA DISMENORREA EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL
- LA DISMENORREA EN EL PERÚ
En el Perú no existen datos estadísticas que recojan la frecuencia de la presencia de dismenorrea en las mujeres peruanas, por lo que los investigadores además de asumir que es un síntoma "normal" que acompaña la menstruación, y esto por la frecuencia de su aparición, consideran que esta frecuencia será semejante a las estadísticas recogidas en otras poblaciones.
Así, la prevalencia de la dismenorrea se ha valorado a través de estudios epidemiológicos en varios países de Europa (Widholm, 1979; Bergsjo, 1979; Andersch, 1982; Sundell, Milson, Andersch, 1990; Myanovic, 1990), en Estados Unidos de Norteamérica (Klein, Litt, 1981), en Africa (Thomas, Okonafua, Chiboka, 1990), en Singapur (Ng-TP, Tan-NC, Wansaicheong-GK, 1992), en México (Pedrón, De la Torre, Reynoso, Gonzáles-Unzaga, en prensa) y en algunos otros países.
A través de estos trabajos se ha estimado que el 50% de las mujeres menstruantes presentan dismenorrea primaria, los rangos van desde 25% hasta 72%. En cuanto a la incapacidad que este padecimiento ocasiona, Dawood informó que en el 10% de las mujeres que sufren dismenorrea, esta es de intensidad severa e incapacita a la mujer durante uno a tres días de cada mes, el rango de incapacidad para este problema ha sido reportado de 10% a 30% (Bergsjo, 1979; Dawood, 1983).
En la investigación que realizamos con una muestra de 301 mujeres provenientes de 5 universidades de Lima-Perú se encontró que 267 de ellas padecían de dismenorrea lo cual representa un 88.7% de la población estudiada. En la Tabla 1, se muestran las frecuencias descritas.
Tabla 1
Presencia de dismenorrea
Frecuencia | Porcentaje | |
Presenta | 267 | 88.7 |
No presenta | 34 | 11.3 |
Total | 301 | 99.3 |
El estudio más cercano sobre prevalencia de dismenorrea en una población, es el estudio realizado por González, M. e Ibarra Farías, M. (1999) en una investigación realizada con una muestra de 242 estudiantes chilenas, quienes con una confiabilidad del 95 por ciento, hallaron una prevalencia de 85.5 por ciento de dismenorrea.
Por lo que el porcentaje que obtuvimos en nuestra población, será sometido al análisis con la prueba Z para saber si es significativo en relación con el porcentaje obtenido por las estadísticas vertidas en la población mencionada.
Donde nuestro:
es = a 0.887;
A un nivel de significancia de 0,01. Donde si Zc>-2,33 se acepta la hipótesis planteada, en caso contrario se rechaza.
Reemplazando:
= 0,020
Reemplazando En Z entonces:
= 1,6
Por lo tanto se acepta la hipótesis plantead. No existen entonces diferencias significativas entre la proporción encontrada por nosotros y el estudio de Chile. Encontrando por tanto que las diferencias entre ambos valores son azarosas y que ambas proporciones, la encontrada en Chile como la encontrada en nuestro estudio, son semejantes.
Los resultados obtenidos nos permiten concluir que los datos encontrados en la población de Chile así como los datos encontrados en Perú son semejantes. Que las diferencias encontradas son debido al azar y que no representan diferencias significativas que nos limiten a realizar comparaciones.
Analizando los resultados, podremos decir, que es un hecho común el que para pocas mujeres jóvenes la idea de la menstruación constituye una agradable afirmación de su femineidad. La mayoría tienden a describirla como un proceso que "simplemente ocurre" y que se acepta sin más (Bardwick, 1986; pág. 85). Así, Weiss y English (1957) concluyeron que "las mujeres odian la menstruación como símbolo de su feminidad" y que no se han tenido en cuenta las nociones positivas de la menstruación, tales como ser un agente purificador, revitalizador y parte de un ritmo vital esperado (Drellich y Bieber, 1958).
Los dolores que se producen durante la menstruación se conocen como dismenorrea. Algunas mujeres los padecen con regularidad; otras a veces, y otras nunca. Las soluciones médicas tradicionales para tratar el problema no han resultado del todo satisfactorias, debido a que los medicamentos recetados no siempre suelen servir a todas las pacientes.
Al intentar encontrar explicaciones para este fenómeno la ciencia médica ha respondido que las causantes de tales dolores son las prostaglandinas, las cuales provocan la contracción de los músculos lisos y pueden influir en el diámetro de los vasos sanguíneos. Encontrándose en las mujeres que padecen de intensos dolores unos niveles muy elevados de prostaglandinas. Estos niveles elevados provocan contracciones uterinas intensas que son dolorosas; a su vez, esas contracciones obstaculizan el flujo de sangre oxigenada al útero. Asimismo, las prostaglandinas pueden provocar también una sensibilidad mayor de las terminaciones nerviosas. Concluyendo que la combinación de las contracciones uterinas con la falta de oxígeno y la mayor sensibilidad nerviosa son las que producen estos dolores menstruales. Conclusión que puede ser susceptible de críticas al no tener respuesta frente a los resultados de las investigaciones que hallaron en los factores psicológicos, importantes determinantes de los trastornos en los niveles hormonales y en las fases del ciclo menstrual.
Aparentemente podría decirse que tal hecho proviene de que en muchas sociedades y culturas antiguas se manifestaban y aún se manifiestan ideas negativas con respecto a la menstruación y a las mujeres menstruantes, calificándolas de sucias, impuras, etc., por lo que las menstruantes tienden a hacer suya tal idea y a resentirse por tal motivo, pero aquel postulado resulta poco comprobable frente a las nuevas condiciones de una mayor aceptación de los procesos fisiológicos. Por lo que se hace incomprensible que ante tanta difusión por parte de los profesionales acerca de lo natural de la sexualidad aún las jóvenes poseen un rechazo marcado hacia tal fenómeno.
Esto también está reforzado por el hecho de que no solo encontramos jóvenes que no habiendo sido preparadas para la menstruación tienen temores de desgarramiento en el vulnerable interior de su cuerpo sino también encontramos jóvenes que habiendo sido preparadas aguardan la menstruación con sentimientos de ansiedad, temor y sobrecogimiento. Así Shainess (1961) observó que las mujeres que no habían recibido preparación alguna de antemano experimentaban fantasías relacionadas con la idea de ser cortadas o dañadas. Pero hasta un 75 por 100 de las mujeres de su grupo de estudio que sí habían tenido un conocimiento previo abrigaban también sentimientos de temor y ansiedad frente a este proceso.
En otros aspectos podemos decir que existen variaciones individuales en cuanto a los síntomas, pero lo que podemos observar de forma frecuente y característica es el enfado, la excitabilidad, la fatiga, manías, períodos de llanto y temor a la mutilación. Las frustraciones parecen insoportables, imperativa la satisfacción de las necesidades, y el control emocional es menor que en cualquier otro momento del ciclo. Esta regresión a formas infantiles de respuesta y la progresiva irritabilidad del sistema nervioso simpático, se consideran resultado del bajo nivel estrogénico de la fase premenstrual. (Bardwick, 1986; pág. 52 y 53). Así, las reacciones específicas de cada mujer en particular son un reflejo de sus motivaciones, su madurez y su salud psicológica en general. Así esta fase suele caracterizarse por los sentimientos negativos, que se extienden a la depresión, ansiedad, irritabilidad y la baja autoestima.
Por lo que frente a la existencia de teorías que intentan explicar la dismenorrea, considero deben realizarse investigaciones que ayuden a verificar su certeza.
- No existen investigaciones en el Perú que documenten la magnitud en que la mujer peruana está afectada por la dismenorrea.
- Siendo la dismenorrea un problema tan frecuente debería ser abordado desde todo ámbito, principalmente ahondar en la comprobación de las teorías que postulan la etiología del problema; de modo que pueda lograrse un diagnostico eficaz y sobre todo una ayuda pertinente para las pacientes que padecen de esta dolencia.
- Eliminar por tanto todo mito social que implique no estudiar el fenómeno debido a la frecuencia de ocurrencia. Puesto que aunque la dismenorrea se presente en una gran cantidad de mujeres aquello no deja de caracterizarlo como un estado anormal. Y esto comprobado en la cantidad de mujeres que, aunque sean pocas, no padecen de tal dolencia.
- Las mujeres habitualmente suelen automedicarse y no asistir al medico cuando se trata de dolores en la menstruación, lo cual implica un riesgo para su salud, pues sin un diagnóstico aun preciso, no se sabe si aquella dismenorrea es provocada por un desorden fisiológico importante o tiene una etiología psíquica, los cuales requieren obviamente del tratamiento preciso.
- La prevalencia que encuentran los investigadores en otros países es semejante a la encontrada en el presente estudio.
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