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Bases teóricas para establecer el vínculo entre el proceso de resolución de problemas y la formación de valores (página 2)

Enviado por jmsigarreta


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4. Sección 3: Fundamentos pedagógicos.

Desde una determinada asignatura se puede contribuir a la formación de valores en los estudiantes, pero no a su formación completa y multilateral, por lo que se requiere de un enfoque holístico si verdaderamente se pretende lograr tan importante objetivo, o sea, en el marco escolar todas las actividades deben desarrollarse premeditamente dirigidas a tal objetivo. Como se explicó en el epígrafe anterior, en el enfoque histórico-cultural se considera la personalidad como un todo, en su carácter integral, que se desarrolla en las relaciones que establece con los diferentes contextos que posibilitan el aprendizaje; y deben estudiarse como unidad integradora en sus condiciones de vida, en su comunicación y en el proceso de educación. El estudio de la personalidad del adolescente se ha visto matizado por diferentes posiciones a lo largo de su desarrollo. Muchos autores opinan que es una etapa de crecimiento en los órdenes biológico, social y psicológico. Otros aseveran que es un período de carencias y contradicciones. La investigación se apoya en los trabajos de Bozhovich (1967), Amador y otros (1997) y Bermúdez y Rodríguez (1998), donde se integra de manera dialéctica ambas posiciones. Estos autores coinciden en que para el desarrollo de la personalidad resulta imprescindible analizar las condiciones histórico-sociales y las relaciones que se establecen en la escuela, familia, grupo y en la sociedad.

Aunque la personalidad- al decir de los autores- está estructurada para ser la base de las diferencias, tal situación no impide que puedan determinarse características comunes entre las personas que se encuentran en una misma etapa de su desarrollo. Conocer dichas características en los estudiantes de preuniversitario constituye elemento insoslayable en la orientación y desarrollo de las influencias educativas para el maestro, en especial, si se pretende favorecer el proceso de formación de valores, donde un aparente "simple" comentario puede estar en un peldaño privilegiado para la formación de un determinado valor. En este caso, las características necesarias para el análisis son las de los estudiantes del grupo etário 15 a 18 años; en tal sentido se ha especificado que "… no se puede hablar de las características de los estudiantes de preuniversitario como algo homogéneo o uniforme, sino, más bien, de un conglomerado que incluye rasgos terminales de la adolescencia y rasgos propios del inicio de la juventud" (Ministerio de Educación, 1986, p.10). En función de garantizar el éxito en la formación de valores y la efectividad de las influencias educativas se relacionan un conjunto de características de dichos estudiantes: Existe un marcado interés por conocer los contenidos de los valores. Poseen un sistema de valores relativamente abierto, por lo tanto resulta un momento que permite, por lo menos, incidir en la formación de valores. Es una etapa donde adquiere un significación positiva la formación de ideales. Se presenta en los estudiantes una sed de conocimientos en todos los órdenes, que el maestro puede potenciar conociendo cuáles son sus intereses cognitivos. No aceptan la imposición, en tal sentido resulta necesario explicar, razonar sobre su modo de conducta. Hay un desarrollo de formas superiores de los procesos cognitivo. Asciende cualitivamente su pensamiento, aspecto que se manifiesta en la posibilidad de poder operar con conceptos, contenidos abstractos , de combinar relaciones, valorar los objetos y fenómenos, etcétera. Aparecen procesos que pasan a ocupar un lugar importante en el estudiante: la autodirección, la autovaloración y la autonomía, las cuales regulan su actividad basada en fines conscientes. La relaciones interpersonales y la comunicación con sus coetáneos pasan a ocupar un primer plano. Cobran fuerzas los grupos informales, donde el estudiante actúa regido por un código común de comunicación y por la comunidad de objetivos. Adquieren mayor importancia las valoraciones de los compañeros del grupo que las de los familiares y profesores. En lo referido al proceso de autoafirmación moral, irrumpen aparecen un conjunto de contradicciones a tener en cuenta por los profesores, que fueron analizadas por (Ministerio de Educación, 1986, p.35): Profunda inclinación por aplicar esfuerzos de la voluntad a su autoeducación y, al mismo tiempo, la desconfianza en los métodos concretos de educación recomendados por los profesores. Sensibilidad, impresionabilidad ante la apreciación moral de la conducta propia por parte de la colectividad, afán de demostrar indiferencia hacia esa evaluación y proceder como lo estime conveniente. Deseo de inspirarse en el ideal y trazarse principios para las "cosas grandes"(deber con la patria, internacionalismo) y débil formación de principios para las cosas pequeñas(el deber cotidiano, el encubrimiento de un amigo que ha procedido mal). Orgullo por las fuerzas propias, que origina, a veces, sobrevaloración y, al mismo tiempo se presenta, en ocasiones, la idea de que no sabe nada. Comprensión de las fuerzas y posibilidades propias y, a la par, deseo de una actividad superior a la que realiza. Estas características, atendidas de forma consciente, crearán las bases para una verdadera educación en valores, que es en la actualidad entendida desde dos puntos de vista completamente diferentes: uno que la circunscribe a un área o materia de conocimientos impartidos por un especialista y otro el que comparte este autor, que sin negar las potencialidades e importancia del primero, la concibe en medio de todo el proceso armónico de formación de la personalidad y que, por tanto, exige la intervención de todos aquellos que están relacionados con el mismo. En la literatura científica sobre pedagogía aparecen muchos enfoques que están dirigidos a la formación de la personalidad, unos con más aciertos que otros, pero con un elemento común y significativo para la investigación: la formación de la personalidad es un proceso que puede ser dirigido. Si el proceso de educación en general, es factible entenderlo como la formación de la personalidad dentro y para la sociedad, entonces los enfoques de los que estamos hablando pueden llamarse enfoques para la educación de la personalidad. De ellos, los más significativos son:

  1. La educación como formación de rasgos de la personalidad.
  2. La educación como formación de la estructura dinámica de la personalidad.
  3. La educación como formación de la estructura motivacional de la personalidad.
  4. La educación como formación de la estructura integral de la personalidad dentro de las relaciones sociales.

Estas teorías consideran que la personalidad se forma dentro de la actividad humana, y que la fuerza motriz para la formación del hombre son las contradicciones entre las condiciones internas y las externas, las cuales actúan sobre el individuo con mayor fuerza en el desarrollo de su actividad práctica. La diferencia entre ellas radica en la fuente de la actividad, la primera considera las condiciones internas; la segunda, las condiciones externas; y la tercera, las condiciones personales. El trabajo asume el enfoque de la educación como formación de la estructura íntegra de la personalidad dentro de las relaciones sociales, ya que aquí se superan las consideraciones anteriores, y la razón fundamental está dada en que no se considera la personalidad como un conjunto de cualidades independientes y separadas, sino que se estima como un producto de las relaciones sociales y, además, se defiende la posición de que su esencia representa por sí misma el conjunto de las relaciones sociales. Los pedagogos de los antiguos países socialistas y Cuba, seguidores de este enfoque, consideran que la estructura de la personalidad del individuo está determinada por la posición que tiene en la sociedad, llamando posición al lugar que ocupa el hombre dentro del sistema de relaciones sociales, la cual define o determina el conjunto de exigencias, expectativas, posibilidades, que la sociedad le presenta; en otras palabras, la posición determina las fuentes externas de la actividad del individuo. Dentro de los trabajos dedicados a tributar la triple dimensión del comportamiento humano de la personalidad, se tienen aquellos que establecen intervenciones en cada una de ellas: En el sentido cognitivo: Determinan y acometen procedimientos de presentación, estructuración y elaboración de la información. En el sentido afectivo: Plantea lograr una implicación emocional como elemento que impulse al cambio. En el sentido conativo (dimensión conductual): Propone actividades que deriven un compromiso al cambio. Los resultados alcanzados con la aplicación de las dos últimas intervenciones, sirven de guía y apoyo en la elección de los problemas que tienen una implicación emocional y derivan un compromiso, no solo al cambio de actitud respecto a la resolución de problemas, sino respecto a todas las actividades en las que se desarrolla la vida de los estudiantes. Sus resultados, unidos a las concepciones actuales para la formación y desarrollo de los valores, son las bases que permiten hacer el análisis de estos desde una perspectiva de integración de un conjunto indicadores de ellas; en orden de importancia cabe mencionar: La clarificación de valores. El desarrollo del razonamiento moral. La educación como formación de criterios y de la conducta moral. En la elaboración del modelo didáctico para la formación de valores a través del tratamiento de los problemas matemáticos, se tuvo en cuenta, en primer lugar, las posiciones del último enfoque, que advierte que para una sólida educación en valores debe trabajarse en la enseñanza de virtudes morales y en la adquisición de hábitos virtuosos. No se identifica la virtud con el saber, sino con una actitud duradera de las personas para actuar según sus principios. En segundo lugar, los componentes de los valores fueron analizados a partir de los trabajos de Hunter (2000), Miranda (1999) y Chacón (1999), en lo fundamental, por aparecer en ellos declarados explícitamente. Aunque de manera general coinciden en sus argumentos, nombran los componentes de formas diferentes. En tal sentido, se asumen los dados por Chacón (1999), que los estudia desde las perspectivas cognitiva, afectivo–volitiva, ideológica y de las experiencias acumuladas en la actividad.

En el trabajo se realiza una fusión entre el indicador cognitivo y el ideológico, visto éste en la relación que se establece entre las concepciones e ideas martiano-marxistas con carácter socialista y el contenido que se le da al valor. Dentro de los elementos de contenido se tienen en cuenta: su definición breve; cómo se manifiesta en cualidades, actitudes y conducta; la importancia de actuar conforme a valores para la sociedad en general y para la persona en particular. El componente afectivo-volitivo encierra los sentimientos, emociones, motivos, toma de decisiones, perseverancia, voluntad, etcétera. La experiencia acumulada en la actividad, en el trabajo, no solo es analizada a partir de las vivencias experimentadas por el estudiante, sino que se proponen actividades que favorecen la actuación de los alumnos conforme a los valores estudiados. Es decir, que para la formación de los valores, en el trabajo se pone a un mismo nivel de importancia las experiencias vividas por el alumno en su relación con los demás, en su actividad objetal y su conducta cotidiana y las que experimenta en el momento en que desarrolla la actividad, al estar estas en las bases de los valores que se pretenden formar. El análisis anterior permitió crear pautas, dentro de las posiciones estudiadas, para concebir los valores a través de sus indicadores y trabajar sus componentes mediante los indicadores que están presentes en ellos, y de esta manera tributar al cumplimiento del objetivo. El trabajo con los valores e indicadores donde se incide, está sustentado, fundamentalmente, en las fases propuestas por Yegres (1995) para un proyecto de educación moral: Diagnóstico de los valores prevalecientes en la comunidad educativa. Selección y definición operativa de aquellos valores más consensuados por los distintos componentes del currículum. Inclusión y práctica de dichos valores en los proyectos educativos del centro y en su proyecto curricular. El objetivo o dirección fundamental del proceso educativo que se lleva a cabo actualmente en las escuelas, tiene como premisa formar un hombre integral, en cuya personalidad se conjugue armónicamente todo lo positivo que la sociedad socialista necesita. En el trabajo se defiende el criterio de que el proceso educativo debe dirigir de forma general toda la vida escolar y, por tanto, estará presente tanto en el proceso de enseñanza como en las actividades extradocentes y extraescolares programadas por la escuela. De ahí que las condiciones para un trabajo efectivo para la formación de valores, estén en relación directa con los requerimientos básicos ya analizados por los pedagogos cubanos durante el desarrollo del proceso educativo. Las condiciones son: la organización escolar: Para garantizar la disciplina; la planificación del trabajo educativo en la escuela: Para seleccionar las situaciones educativas; el análisis del colectivo escolar: Para conocer su nivel de desarrollo. Se defiende la posición, en relación con la enseñanza-aprendizaje de la matemática, que considera que la formación en esta disciplina de cualquier estudiante debe dejar un saldo no solo en el conocimiento matemático, pues debe propiciar y garantizar el desarrollo del pensamiento y su conducta. En este sentido el punto de apoyo está dado en las imbricaciones pedagógicas del enfoque histórico-cultural. Una de estos nexos es el llamado "zona de desarrollo próximo", donde lo que es potencial en un momento se convierte, con la acción pedagógica del maestro o la de otros alumnos, en desarrollo real del escolar; significa que al concebir los problemas escolares se tenga en cuenta, por una parte, el desarrollo alcanzado por el estudiante, es decir, sus conocimientos y habilidades, y por otra parte, la imperiosa necesidad de precisar las metas para lograr un nivel superior de desarrollo general (cognitivo, afectivo y volitivo), ya que estará proyectando su desarrollo tanto presente como futuro. El tratamiento de los problemas matemáticos potenciará la zona de desarrollo próximo siempre que, el profesor los utilice en el momento adecuado de su clase; con objetivos bien determinados; sus datos sean procesados de forma independiente por el estudiante; y asuma una posición crítica ante la respuesta alcanzada. En ningún momento el maestro puede olvidar que el alumno debe conocer estrategias generales y técnicas específicas de trabajo para enfrentar la resolución del problema expuesto a su consideración. Otro elemento a utilizar del enfoque histórico-cultural es que, a diferencia de otros paradigmas en los que se hiperboliza en algunos casos el papel del profesor y en otros el del alumno, dentro de este se atienden con igual interés las acciones de enseñar y de aprender como un proceso en el que interactúan experto y novato, y en el que cada uno desempeña un importante papel en el proceso de enseñanza–aprendizaje. Bajo estas aleaciones pedagógicas la escuela se convierte en un espacio donde se ha de promover el desarrollo del pensamiento, las habilidades y los valores. En la evaluación, un elemento importante a tener en cuenta es que no debe medirse solo el aprendizaje, sino también el nivel de desarrollo potencial. Se entenderá la evaluación como un proceso sistemático destinado a obtener información, que luego se empleará en la toma de decisiones y en el mejoramiento de la práctica educativa. Aquí la finalidad no es medir el desarrollo de los valores que se han promovido para dar una calificación, sino proyectando de manera que sirva para planificar las situaciones educativas, en este caso, la creación o utilización de problemas y su tratamiento didáctico.

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Resumen: La formación de la personalidad y, en particular, en valores de las nuevas generaciones es una de los objetivos fundamentales de todo diseño curricular en cualquier sistema educativo. La formación de valores es una temática que ha sido atacada, en lo fundamental, desde direcciones humanísticas y no desde el área de ciencia, en particular desde la Matemática. Para enfrentar el proceso de formación de valores desde la Matemática se trabajó desde la resolución de problemas matemáticos, por ser esta habilidad el corazón de dicha ciencia. En el artículo se realiza un estudio desde diferentes posiciones filosóficas , sociológicas, psicológicas y pedagógica y a su vez se propone un modelo teórico para enfrentar el proceso axiológico. Abstract:

 

 

 

Autor:

José María Sigarreta Almira

María Magdalena Toirac Suárez

Departamento de Matemática Universidad de Moa

Partes: 1, 2
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