Habitualmente se entiende por institución cualquier organismo o grupo social que, con unos determinados medios, persigue la realización de unos fines o propósitos; sin embargo en un sentido mas amplio y enfocado sociológicamente hablando, las instituciones son las reglas formales (como la constitución política de un país, sus leyes ordinarias y sus regulaciones específicas) e informales (como los valores éticos y morales, los preceptos religiosos y otros códigos de conducta implícitos) y sus mecanismos de refuerzo que condicionan (que dan forma) el comportamiento de los individuos y organizaciones en una sociedad.
Los arreglos institucionales pueden ser de carácter económico, político o religioso, entre otros. Existen en todas las culturas y son tan diversos como éstas, se constituyen una estructura de incentivos que orientan el comportamiento en función del bienestar social. El éxito, en el largo plazo, de las culturas parece estar determinado por la funcionalidad, solidez y credibilidad de sus instituciones.
Término de Institución Económica.
Para conocer el término de Institución Económica, es importante conocer primera lo que es Economía y su importancia en cuanto al ser humano y la sociedad, el menos en su sentido más general.
Etimológicamente el término economía significa Oikos Nemein (arreglar la casa) refiriendo la existencia de un espacio habitable por el hombre donde podía allegar recursos para su aprovechamiento posterior. La economía guarda una profunda relación con la política, porque esta orienta el desarrollo y legitimación del poder y sus productos, siendo el sustento del esquema de gobierno y sus posibilidades o limitaciones para impactar al desarrollo de la sociedad. Describir la presencia histórica de la economía en las civilizaciones humanas pudiera representarse en los siguientes momentos:
- Aprovechamiento y uso inmediato de los recursos naturales.
- Participación en los ciclos productivos de los recursos naturales.
3. Transformación de los recursos en productos de uso mediato.
4. Utilización de la tecnología en la modificación de los ciclos productivos de los recursos y descubrimiento de formas alternativas de aprovechamiento de los mismos.
Según Bernard Phillips (1988) la institución económica es la estructura social que se centra en la producción, distribución y uso de la riqueza. Sin embargo, dentro de la literatura económica, se utiliza el concepto "institución" como algo más genérico: la forma en que se relacionan los seres humanos de una determinada sociedad o colectivo, buscando el mayor beneficio para el grupo. Son los usos, hábitos, costumbres o normas por los que se rigen las relaciones sociales y económicas entre los miembros del grupo. El beneficio de la institución es mayor cuanta más eficiencia genere en la economía y más minimice los costos de transacción y de información.
Eso será más posible cuanta más experiencia posean los agentes que participen de dicha institución, más sencillas sean las reglas y menor sea el número de individuos que las tienen que ejecutar.
Aspectos de algunas Instituciones Económicas lo son:
- La propiedad
- Los contratos
- El crédito
- El "afán" de lucro
El Mercado.
El sistema de mercado es una institución económica que a su vez requiere de un marco institucional más amplio para desarrollarse (como la legislación nacional y otras instituciones económicas como el crédito y la propiedad privada). Los mercados también se sostienen en un conjunto de instituciones que permiten las transacciones impersonales sin que se requiera de continuas relaciones contractuales (gracias al dinero, por ejemplo). Dichos arreglos institucionales pueden ir desde la definición de dónde y cuándo intercambiar hasta las complejas leyes referentes al crédito o a procedimientos arbitrales, entre otros.
Como ya se mencionó anteriormente, las Instituciones Económicas están en una muy estrecha relación con la política y el desarrollo de un país. Pero llevando ahora este enfoque hacia lo que es México, es importante tomar en cuenta su sistema de organización económica: el capitalismo, ya que es punto indispensable para la existencia de cualquier institución económica en México. Así posteriormente se tocará de una manera más clara y específica la institución económica a tratar en esta investigación.
El Capitalismo
Características generales del capitalismo:
1.- Existe propiedad privada sobre los medios de producción.
2.- Existen dos clases sociales fundamentales: la burguesía (dueños de medios de producción) y el proletariado (venden su fuerza de trabajo a burgueses para poder subsistir).
3.- El capital surge de la relación entre ambas clases.
4.- Las relaciones sociales de producción son de explotación con base en la propiedad privada en los medios de producción.
5,- la forma de explotación es la plusvalía extraída del trabajo de los obreros y de la cual se apropia el capitalista por ser el dueño de los medios de producción.
6.- Existe la producción generalizada de mercancías, el desarrollo del comercio, del mercado y de una economía monetaria.
7.- El fin del capitalista es la obtención de ganancias y no la satisfacción de necesidades sociales.
8.- Existe anarquía de producción (cada capitalista decide que, cuanto y donde producir e invertir).
9.- La economía capitalista oscila en ciclos económicos.
10.- La inflación y el desempleo son inherentes al funcionamiento del capitalismo.
11.- El desarrollo del campo y de la ciudad es desigual.
12.- Tiene carácter social de la producción y la apropiación privada de las ganancias.
Producción y mercancías
La producción generalizada de mercancías es una condición necesaria para el desarrollo del capitalismo. La producción de mercancías ha tenido tres formas históricas básicas:
1.- La producción mercantil simple.
2.- La manufactura.
3.- Producción maquinizada.
Fases históricas del capitalismo
El sistema capitalista ha atravesado por dos fases históricas:
1.- Premonopolista o de libre competencia que abarca del siglo XVI al ultimo tercio del siglo XIX.
2.- Imperialista o monopolista, que abarca del último tercio del siglo XIX a nuestros días.
Capitalismo Mexicano
El proceso histórico del capitalismo mexicano, que se volvió el modo de producción dominante desde el porfiriato, en el último cuarto del siglo XIX, ha estado determinado por dos procesos simultáneos, el desarrollo del capitalismo a escala internacional, en el que los Estados Unidos se volvió la potencia hegemónica durante la primera mitad del siglo XX, y por la dinámica nacional de la formación socioeconómica del país.
Diversas perspectivas de la teoría social latinoamericana, entre los años sesenta y setenta, contribuyeron a la reflexión teórica marxista que permitió comprender el proceso del capitalismo latinoamericano como parte estructural del sistema capitalista mundial, caracterizado por su dependencia y subdesarrollo.
Subdesarrollo que no se planteó como equivalente al estancamiento, sino como un desarrollo desigual que reproducía la desigualdad social y estructural, el atraso y la dependencia, ya que históricamente su dinámica fundamental respondía a los procesos de acumulación del capital de los países metropolitanos con los que el capital nacional más dinámico se asociaba o subordinaba. Podrían destacarse tres ejes de la teoría latinoamericana del desarrollo: la dependencia y el subdesarrollo determinados por el proceso de acumulación estructuralmente subordinado al de la acumulación del capitalismo metropolitano; el subdesarrollo latinoamericano determinado en primer lugar por el intercambio desigual entre las metrópolis y la periferia; y el curso propio de la dinámica interna del capitalismo nacional.
Dado que el capitalismo mexicano, por el solo hecho de ser capitalismo depende obviamente de instituciones económicas importantes en México y el mundo para lograr el desarrollo y estabilidad de el país, por lo tanto, El Banco de México, la institución económica más importante de nuestro país, y como banco central autónomo, tiene como objetivo lograr la estabilidad de los precios que es una condición indispensable para alcanzar un crecimiento económico sostenido y propiciar el desarrollo del país.
Antecedentes
El Banco de México abrió sus puertas el 1 de septiembre de 1925. Los antecedentes de esta Institución se remontan al menos hasta principios del siglo XIX. En 1822, durante el reinado de Agustín de Iturbide, la historia registra la presentación de un proyecto para crear una institución con la facultad para emitir billetes que se denominaría "Gran Banco del Imperio Mexicano".
En Europa, los bancos centrales surgieron a partir de una evolución espontánea en que algún banco comercial fue adquiriendo gradualmente las funciones que en un contexto moderno corresponden en exclusiva a los institutos centrales. Algo parecido estuvo próximo a ocurrir en México hacia 1884, pero en un célebre juicio legal celebrado en la capital del país triunfó la postura que favorecía la libre concurrencia de los bancos comerciales en cuanto a la emisión de billetes.
Con la destrucción del sistema bancario porfirista durante la Revolución, la polémica ya no se centra en la conveniencia del monopolio o la libre concurrencia en la emisión de moneda, sino en las características que debería tener el Banco Unico de Emisión, cuyo establecimiento se consagró en el Art. 28 de la Carta Magna promulgada en 1917. La disyuntiva consistía en proponer el establecimiento de un banco privado, o un banco bajo control gubernamental. Los Constituyentes reunidos en Querétaro optaron por esta segunda fórmula, aunque la Carta Magna sólo estableció que la emisión de moneda se encargaría en exclusiva a un banco que estaría "bajo el control del Gobierno".
Sin embargo, a pesar de la idea que se consagró en la Constitución, siete años demoró la fundación del entonces llamado Banco Unico de Emisión. Debido a que, entre otras causas, como la falta de organización; la escasez de fondos públicos fue el obstáculo insuperable para poder integrar el capital de la Institución. Mientras tanto, se consolidaba en el mundo la tesis sobre la necesidad de que todos los países contasen con un banco central. Tal fue el mensaje de un comunicado emitido en 1920 por la entonces influyente Sociedad de las Naciones, durante la Conferencia Financiera Internacional celebrada en Bruselas.
Fundación
El establecimiento del Banco de México no se hace realidad hasta 1925, gracias a los esfuerzos presupuestarios y de organización del Secretario de Hacienda, Alberto J. Pani, y al apoyo recibido del Presidente Plutarco Elías Calles.
El Banco de México se inauguró el 1 de septiembre de 1925. Al recién creado Instituto se le entregó, en exclusiva, la facultad de crear moneda, tanto mediante la acuñación de piezas metálicas como a través de la emisión de billetes. Como consecuencia correlativa de lo anterior, se le encargó la regulación de la circulación monetaria, de los tipos de interés y del cambio sobre el exterior. Asimismo, se convirtió al nuevo órgano en agente, asesor financiero y banquero del Gobierno Federal, aunque se dejó en libertad a los bancos comerciales para asociarse o no con el Banco de México.
Despegue
El Banco Central nació en momentos de grandes retos y aspiraciones para la economía del país. Debido a la necesidad de contar con una institución de esa como esta, le acompañaban otros imperativos: propiciar el surgimiento de un nuevo sistema bancario, hacer renacer el crédito en el país y reconciliar a la población con el uso del papel moneda, lo que no fue una tarea fácil. Por todo ello, al Banco de México, además de los atributos propios de un banco de emisión, se le otorgaron también facultades para operar como institución ordinaria de crédito y descuento.
Durante sus primeros seis años de vida, el Banco obtuvo un éxito razonable en cuanto a promover el renacimiento del crédito en el país. Sin embargo, las dificultades que enfrentó en su propósito de consolidarse como banco central resultaron formidables. Aunque su prestigio creció y logró avances, la circulación de sus billetes fue débil y pocos bancos comerciales aceptaron asociarse con él mediante la compra de sus acciones.
La Recesión del 29 y las subsecuentes
La primera gran reforma en la vida del Banco de México ocurre hacia 1931 y 1932. En julio de 1931 se promulga una controvertida Ley Monetaria por la cual se desmonetiza el oro en el país. En cuanto al Banco de México, dicha Ley confirió ciertas características de moneda a sus billetes, aun cuando se conservó la libre aceptación de los mismos.
Sin embargo, tan sólo ocho meses después sobrevienen otras reformas de mayor trascendencia: la de la mencionada Ley Monetaria y la promulgación de una nueva Ley Orgánica para el Banco de México. Mediante esta última reforma se le retiraron al Banco las facultades para operar como banco comercial, se hizo obligatoria la asociación de los bancos con el Instituto Central y se flexibilizaron las reglas para la emisión de billetes.
Cuentan las crónicas que en esta época fue tan grande la escasez de moneda, que se inició un movimiento nacional en favor de la aceptación del billete del Banco de México, hecho que aumentó sustancialmente la demanda por dicho medio de pago. Incluso, algunos empezaron a preferir el billete a las piezas acuñadas. Ello dio lugar a un movimiento de auge del redescuento.
Una vez conseguida la aceptación del billete, se abrió el camino para que el Banco pudiera cumplir las funciones señaladas en su nueva Ley Orgánica. Estas fueron las siguientes: regular la circulación monetaria, la tasa de interés y los cambios sobre el exterior; encargarse del servicio de la Tesorería del Gobierno Federal; centralizar las reservas bancarias y convertirse en banco de los bancos y en prestamista de última instancia.
La Crisis Platista
En 1935, se enfrenta una crisis sin precedentes, cuando el precio de la plata se eleva ininterrumpidamente. Se llega a correr riesgo grave de que el valor intrínseco de las monedas de ese metal –las cuales integraban el grueso de la moneda fraccionaria o de apoyo– supere a su valor facial. El peligro se cierne en especial sobre las piezas de un peso, que gozaban de gran arraigo entre la población. La crisis se conjura mediante dos medidas: emitir piezas con menor contenido de plata, y poner en circulación billetes de esa denominación que por largos años se conocieron como "camarones".
En 1936 se promulga una nueva y ortodoxa Ley Orgánica, la cual responde a la motivación de librar a la operación del Banco de México de toda "nota inflacionista". Ello, mediante la adopción de reglas muy estrictas para la emisión de medios de pago. Particular énfasis se puso en ese ordenamiento en cuanto a limitar el crédito que el Banco Central pudiese otorgar al gobierno. En la práctica, dicha Ley resulta muy rígida y, en estricto sentido, nunca llega a ponerse en vigor. Así, en 1938 se reforman sus disposiciones más restrictivas. Ello, tanto en lo referente a los límites del crédito que el Banco pudiese otorgar al Gobierno, como respecto al tipo de papel que el mismo pudiese adquirir en sus operaciones con los bancos comerciales.
Pocos meses antes, como consecuencia del deterioro que venía sufriendo la balanza de pagos de México desde 1936 y de las fugas de capital causadas por la expropiación petrolera, el Banco de México se había retirado del mercado y el tipo de cambio había pasado de 3.60 pesos por dólar a niveles superiores al de 5 pesos por dólar.
Bajo el influjo de la guerra
A finales de 1939, el entorno de la economía mexicana se modifica drásticamente con el inicio de la Segunda Guerra Mundial. México se ve inundado con los capitales flotantes o "golondrinos" que buscan refugio bancario en nuestro país. Es en este contexto que en junio de 1941 se promulga un nuevo encuadre legal para las materias bancaria y financiera. De ahí surgieron una nueva Ley Bancaria, así como una nueva Ley Orgánica del Banco de México.
El periodo bélico que se extendió aproximadamente de 1940 a 1945 fue de gran trascendencia en la evolución del Banco de México. Nunca antes desde su fundación, el Banco se había enfrentado al reto de tener que aplicar una política de contención monetaria. En palabras del entonces Director General, Eduardo Villaseñor, hasta ese momento el mecanismo del Banco se asemejaba a la maquinaria de un reloj en el sentido de que sólo podía accionarse "hacia adelante". Fue así que se inició una odisea: la de desarrollar los mecanismos de regulación apropiados para un Banco Central que operaba en un medio donde no existían mercados financieros dignos del nombre.
Como se ha dicho, durante el periodo bélico el influjo de capitales hinchó la reserva monetaria del Banco, dando lugar a una acelerada expansión de los medios de pago, expansión preñada de un ominoso potencial inflacionario. Para conjurar esa posibilidad, las autoridades se embarcaron en un proceso de aproximaciones en el que gradualmente se fueron definiendo las herramientas más idóneas para realizar la requerida contención monetaria. Primeramente se intentó realizar operaciones de mercado abierto, y se buscó también influir en la composición de las carteras de los bancos para evitar transacciones y créditos especulativos. También se experimentó con la manipulación de la tasa de redescuento y la "persuasión moral", aunque el instrumento que mejores resultados arrojó fue la elevación de los "encajes", o sea, de los depósitos obligatorios que la banca tenía que abonar en el Banco Central. Este recurso se llevó a un extremo nunca antes experimentado en país alguno, pues el coeficiente de encaje se elevó hasta el 50% de los depósitos para los bancos del Distrito Federal, y hasta el 45% para los bancos de provincia.
Respaldo al desarrollo en la posguerra
Tan probó su eficacia el expediente de elevar el encaje legal que, una vez concluida la Guerra y durante muchos años, se recurrió en México a la manipulación del requisito de reserva obligatoria, no sólo para fines de regulación monetaria, sino también para otros dos objetivos: como método de financiamiento para los déficit del Gobierno y para fines de "control selectivo del crédito". En 1949, al producirse nuevamente una preocupante entrada de divisas, se reforma la Ley Bancaria y se otorga al Instituto Central la facultad potestativa de elevar el encaje de la banca comercial hasta el 100% sobre el crecimiento de sus pasivos. Sin embargo, esta obligación se graduó en función de la forma en que las instituciones integrasen sus carteras de crédito o, en otras palabras, de acuerdo a la manera en que canalizaran su financiamiento a los distintos sectores de la economía.
En 1948 y 1949, México sufre dos severas crisis de balanza de pagos atribuibles, en muy buena medida, a los reacomodos y ajustes de la economía mundial típicos de la posguerra. Desde una perspectiva histórica, para el país y para el Banco de México ello puede interpretarse como una comprobación de los beneficios que siempre reporta la aplicación de una política monetaria prudente.
En junio de 1944, México había sido uno de los países suscriptores del convenio de Bretton Woods, mediante el cual se acordó, entre otras cosas, un sistema de tipos de cambio fijos para las monedas del mundo.
En 1948, a pesar de que dicho convenio no aceptaba los tipos de cambio fluctuantes, México decidió dejar en flotación la tasa de cambio del peso. Sin embargo, en 1949 se decidió ensayar una nueva paridad al nivel de 8.65. Esta fue la tasa de cambio que prevaleció hasta 1954, cuando el país tuvo que efectuar un nuevo ajuste cambiario.
El desarrollo estabilizador y sus artífices
En 1952, toma las riendas del Banco de México un hombre que habría de prestar servicios de inestimable valor a México y que habría de dar lustre y prestigio a las finanzas mexicanas: Rodrigo Gómez. Don Rodrigo –como se le conoció en vida– estuvo a la cabeza del Banco hasta su muerte, durante 18 largos años, habiéndose manifestado a lo largo de su gestión, tanto en hechos como en pensamiento, como un enemigo acérrimo de la inflación.
En alguna célebre ocasión señaló que si "la disyuntiva fuera entre progresar velozmente o tener una moneda estable, no habría duda sobre la elección". Pero el punto es que la inflación no sólo tiene efectos negativos sobre la distribución del ingreso, sino que acaba por frenar la inversión y el crecimiento económico.
Junto con Antonio Ortiz Mena, quien lo acompañó durante dos sexenios al frente de la Secretaría de Hacienda, Don Rodrigo Gómez fue uno de los artífices de un envidiable periodo de progreso y estabilidad que se extendió de 1954 a 1970, y que se conoce como el "desarrollo estabilizador". La era se inició después del ya mencionado ajuste cambiario de 1954, el cual puede ser considerado como la culminación de una etapa de crecimiento con inestabilidad que se extendió por más de tres lustros.
En el lapso 1954-1970, el producto real creció a un ritmo muy superior al de la población, lo cual hizo posible que también crecieran ininterrumpidamente tanto el ingreso per-cápita como los salarios reales. En particular, el sector financiero experimentó un progreso formidable. Todo ello fue, en buena medida, resultado de la aplicación, por parte del Banco de México, de una política monetaria prudente, la cual coadyuvó a obtener una estabilidad de precios semejante a la de Estados Unidos en igual periodo. De ahí que también pudiese conservarse un tipo de cambio fijo (12.50 por dólar) dentro un régimen de irrestricta libertad cambiaria, y que la reserva monetaria mostrase una tendencia creciente a lo largo del periodo.
A la vez, durante el "desarrollo estabilizador" el Banco de México coadyuvó al progreso de la economía nacional, brindando apoyo a otras estrategias de promoción mediante un manejo juicioso de la política de encaje legal. Con ello no sólo se colaboró a proporcionar crédito no inflacionario a actividades prioritarias, sino también a compensar las fluctuaciones de la economía mundial que afectaron durante esos años a la balanza de pagos. En 1958, a fin de darle mayor fuerza a ese instrumento de regulación, se decidió incorporar a las sociedades financieras al régimen del encaje legal.
Aportaciones del Banco de México al desarrollo
Durante los años setentas y parte de los ochentas se extiende una época de dificultades para el Banco de México. Hasta 1982, los problemas tuvieron su origen en la aplicación de políticas económicas excesivamente expansivas, y en la obligación que se impuso al Banco de extender amplio crédito para financiar los deficientes fiscales en que entonces se incurrió. Todo ello dio lugar al deterioro de la estabilidad de los precios y fue causa de que ocurrieran dos severas crisis de balanza de pagos en 1976 y 1982. De 1983 en adelante, el sentido de las acciones ha sido de signo distinto.
A partir de ese año, los esfuerzos han estado dirigidos, en lo fundamental, a controlar la inflación, a corregir los desequilibrios de la economía y a procurar la recuperación de la confianza de los agentes económicos.
A pesar de todo y en algunos casos a fin de enfrentar los problemas existentes, durante las décadas recientes hemos sido testigos de importantes transformaciones institucionales y de trascendentales aportaciones del Banco Central a la economía del país. Una de las iniciativas más sobresalientes hecha por el Banco de México fue en cuanto a la creación en México de la llamada "banca múltiple" en 1976. A continuación, una vez consumada la conversión de la banca de especializada en múltiple, se promovió un programa de fusiones de instituciones pequeñas, orientado a fortalecer su solidez y a procurar una mayor competitividad en el sistema financiero.
En 1974 se creó en el Banco de México, y se introdujo en la práctica, el concepto de costo porcentual promedio de captación para la banca múltiple (CPP). Esta tasa promedio, al hacer las veces de tipo de referencia para los créditos bancarios, evitó muchas dificultades a los bancos cuando, más avanzada esa década, las tasas de interés se empezaron a elevar por efecto de la inflación. Entre otras aportaciones memorables del Banco Central, cabe recordar la idea de reglamentar la capitalización de los bancos no sólo en función de su captación, sino de ciertos activos y de otros conceptos expuestos a riesgo. Igualmente merece mención la concepción y el establecimiento de un sistema de protección para los depósitos del público en la banca.
También objeto de orgullo para el Banco Central fue la creación, en 1978, de los Certificados de la Tesorería (CETES). Estos títulos, previa la promulgación en 1975 de una nueva Ley Reglamentaria del Mercado de Valores, fueron la base para el desarrollo en México de un mercado de bonos y valores de renta fija. De importancia es destacar la trascendencia de dicho logro no sólo en cuanto a la evolución financiera de México, sino también respecto al progreso de la banca central en este país. La creación y la madurez del mercado de bonos dio lugar a que se consolidasen en nuestro medio las condiciones para poder llevar a cabo, en la práctica, la regulación monetaria a través de operaciones de mercado abierto.
A la búsqueda de la estabilidad
Ya durante la administración encabezada por el Presidente Miguel de la Madrid (1983-1988), una de las acciones más relevantes fue la creación del FICORCA (Fideicomiso para la Cobertura de Riesgos Cambiarios). Este instrumento no sólo permitió que, en su momento, las empresas mexicanas con pasivos denominados en divisas pudieran renegociar sus adeudos externos sino, a la vez, que quedasen protegidas contra el riesgo eventual de futuros ajustes del tipo de cambio.
En 1985 se registra un hito importante en la historia del Banco de México: en ese año se expide una nueva Ley Orgánica para la Institución. Dicho ordenamiento se distinguió porque incorporó en su texto la facultad de fijar límites adecuados al financiamiento que pudiese otorgar la Institución. Otras características notables de esa Ley fueron que otorgó al Banco la posibilidad de emitir títulos de deuda propios para fines de regulación monetaria, y liberó a la reserva monetaria de restricciones a fin de que la misma pudiese ser usada sin cortapisas para los fines que le son propios.
De 1987 a la fecha de escribirse el presente texto, el Banco de México, actuando en concierto con otras autoridades, ha desplegado su máximo esfuerzo en procuración del abatimiento de la inflación. La tarea no ha sido fácil. A las dificultades provenientes de un entorno externo que con frecuencia ha sido desfavorable y a las propias de remover las causas fundamentales de la inflación -los déficit públicos financiados con crédito primario del Banco México-se han aunado las de vencer lo que se conoce técnicamente como "inercia inflacionaria".
De este último empeño nació la concertación social que tan buenos frutos ha dado a México, y que se ha materializado en las distintas etapas del llamado "Pacto". Como se sabe, la concertación parte del principio de que los distintos grupos de la sociedad -gobierno, empresarios, obreros- lleguen a acuerdos operativos, a fin de imponer disciplina a la evolución tanto de los precios, como de los salarios y del tipo de cambio.
Autonomía
La gran transformación en la historia reciente del Banco de México ocurrió en 1993, con la reforma constitucional mediante la cual se otorgó autonomía a esta Institución. La autonomía concedida al Banco de México -explicada en la Exposición de Motivos de la reforma constitucional respectiva- tiene como principal objeto construir una salvaguarda contra futuros brotes de inflación. De ahí la importancia de que en el texto Constitucional haya quedado precisado el criterio rector al cual debe sujetarse en todo tiempo la actuación del Banco de México: la procuración de la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional.
La autonomía del Banco Central se apoya en tres fundamentos: su independencia para determinar el volumen del crédito primario que pueda ser concedido, la independencia que se ha otorgado a las personas que integren su Junta de Gobierno y la independencia administrativa de la Institución.
Estos tres soportes son fundamentales para garantizar la autonomía del Instituto Central, pero el primero de ellos merece comentario especial. En el artículo 28 Constitucional ha quedado señalado que "ninguna autoridad podrá ordenar al Banco conceder financiamiento". La relevancia de esta medida tiene su origen en la muy especial relación que existe entre el crédito del Banco Central y los movimientos del nivel general de precios. Ello, porque el Banco Central es la única entidad que puede aumentar el poder de compra en la economía, aunque nadie produzca más. De ahí que exista siempre una relación causal muy estrecha entre el crédito del Banco Central y el movimiento del nivel general de los precios.
Dique contra inflaciones
La autonomía del Banco Central puede verse como una barrera contra la ocurrencia de futuras inflaciones. La importancia de que exista este dique proviene de los múltiples males que causa la inflación, especialmente por lo que toca a la distribución del ingreso y a las posibilidades de crecimiento económico. En épocas de inflación, los precios crecen más aceleradamente que los salarios, a la vez que dicho fenómeno afecta en mayor medida a quienes tienden a conservar sus recursos en billetes y monedas. Y en general, los individuos en esta última situación son los que pertenecen a los estratos más desfavorecidos de la sociedad.
En cuanto al crecimiento, la inflación tiende a deteriorar los incentivos hacia la producción y la inversión, por la incertidumbre y el desconcierto que crea. Durante la inflación, la volatilidad de los precios relativos reduce la eficacia del mercado como mecanismo para la asignación de los recursos y falsea el cálculo económico, inhibiendo la inversión. Asimismo, el crecimiento acelerado y desordenado de los precios propicia tasas de interés elevadas, por el premio que los ahorradores demandan para las inversiones financieras.
La autonomía del Banco Central es un buen dique contra la inflación en la medida en que no está dirigida a paliar sus síntomas, sino a evitar sus causas. Ello, porque está encaminada a impedir un uso abusivo del crédito del instituto emisor, fuente principal del mal a que se alude.
En esencia, las instituciones no son sus integrantes, edificios y demás instalaciones y ni siquiera sus estatutos, sino, ante todo, sus funciones y la realización de sus fines, así como el impacto y presencia ejercida en la sociedad. Ahora, hablando exclusivamente de Instituciones Económicas, la importancia de estas es el aporte incentivo que orienta el comportamiento de una sociedad en función de un bienestar económico, y por consecuencia social. Y se ve desde un punto de vista capitalista, basado en el capitalismo mexicano, como resultado se cae en cuenta de que el propio capitalismo mexicano nació como medio de producción predominante en el porfiriato gracias a la dinámica nacional de la formación socioeconómica del país, lo que es en gran parte, consecuencia de las transformaciones de las instituciones económicas de aquel tiempo.
Sin embargo, como consecuencia del capitalismo nacieron a su vez nuevas Instituciones Económicas, lo que nos demuestra la estrecha relación y dependencia entre las Instituciones Económicas y el capitalismo mexicano desde la época contemporánea de nuestro país hasta la actualidad. Y pues saltando de este importante punto, podemos caer en que El Banco de México, una Institución económica de nuestro país, es y ha sido realmente trascendental en lo que es el capitalismo mexicano.
Por consecuencia, El banco de México como la Institución Económica más importante del país, ha sido parte indispensable en todos los ámbitos socioeconómicos de México, desde sus inicios. Ha sido partícipe tanto de etapas de prosperidad y estabilidad, así como de secesión y fracaso, pero sobre todo es una Institución Económica que ha cumplido su cometido fundamental, que es la procuración de la moneda nacional.
En otras palabras, nuestro país en la actualidad se rige bajo el sistema económico llamado el capitalismo, que como se ha mencionado esta basado en la producción en serie y en la obtención de ganancias de los dueños de los medios de producción. Aunque nuestro sistema económico esta estrechamente relacionado con el desempleo y la inflación, existen instituciones que tratan de mantener una estabilidad en la infraestructura de nuestro país: las instituciones económicas. Por ejemplo el Banco de México, que a través del tiempo ha desarrollado la tarea de mejorar el sistema de crédito en nuestro país, la aceptación del papel moneda entre los individuos, mantener una estructura fija, así como la estabilización económica del país tratando de evitar inflaciones. Todo esto se ha logrado gracias al desarrollo del banco central autónomo de nuestro país, que ha logrado un crecimiento económico sostenido y propiciar el desarrollo del país.
Con este ejemplo se concluye que las instituciones económicas apoyan la infraestructura de un país, permitiendo el desarrollo estable de las naciones.
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Luis Fernando Mesta Carrillo