Carta sobre las exigencias del pensamiento apologético y sobre el método filosófico en el estudio del problema religioso (página 2)
Enviado por Edison Tamayo Castaño
A pesar de esa eficacia aclara que es falso y peligroso creer que estos argumentos constituyen por sí mismos una apología filosófica del cristianismo. Aunque el método apologético tenga valor para el hombre de fe, es claro para Blondel, que "tal método es ineficaz o prematuro para cualquiera que, no creyendo, pretende gobernarse como filósofo y siente la legítima necesidad de subir o bajar hasta los límites de su razón"[10]. Entonces no es esencialmente filosófica esta apología por considerar lo sobrenatural desde un punto de vista natural y que no satisface en nada las inquietudes de las conciencias contemporáneas.
A partir del pensamiento de M. Ollé – Laprune, Blondel considera las verdades de la fe como algo intangible y definitivo en las que la suficiencia es absolutamente probativa y llega a una conclusión con la cual estoy totalmente de acuerdo y que me parece hermosa: "Y no hay más que decir: Venid, ved, gustad". No, cuando se tiene la fe, cuando se practica lo que se cree, y cuando se redescubre por la reflexión todo el sentido de su creencia y de su acción, el círculo está cerrado, no hay lugar a dudas, y la prueba está hecha"[11]. Frente a esta conclusión debo decir que, a mi parecer, Blondel valida totalmente la experiencia de fe como un hecho propio y privativo del fuero interno del hombre que ha tenido una experiencia religiosa que le ha permitido hacer un acto de fe, situación que le permite dimensionar su vida interior bajo la acción de Dios y que se constituye en el mejor modo de justificar su acción concreta en la realidad, es decir, en su actuar cotidiano, en su propio devenir en medio de situaciones concretas propias del hombre en su relación integral con el mundo que le rodea, con los otros.
La filosofía con toda su fuerza reflexiva y con sus métodos no puede abordar este fuero interno, esta dimensión de la vida interior del hombre de fe en quien está dada la más clara prueba pero que, definitivamente, escapa, en sentido estricto, a la filosofía, que no por eso, puede abusar de sus posibilidades al negarla o rechazarla. De todos modos Blondel, admitiendo las luces desiguales y los deberes diferentes entre la fe y la razón, afirma que "esta distinción no impide la solidaridad de las dos alternativas entre las que es preciso optar necesariamente".[12] Otro método criticado por Blondel es aquel que muestra al alma encaminada a reconocer que "la vida no puede vivirse sin una doctrina de la vida, puesto que esta doctrina de la vida únicamente el cristianismo y especialmente el catolicismo es capaz de proporcionarla"[13].
Este método considera entonces que sólo el cristianismo puede satisfacer todas las necesidades del hombre, (artísticas, intelectuales, morales y sociales), despojando así al adversario de toda posibilidad. Cree Blondel que la validez de este método está en determinar sistemáticamente todas las condiciones esenciales de la vida por medio de un completo inventario que no deja escapatoria al espíritu y forma una síntesis organizada. Blondel afirma además que este método "aprovecha todo el trabajo inconsciente que se opera en las fuentes comunes de la acción y de la reflexión. Supone, por lo tanto, la experimentación efectiva y las lecciones de la práctica a las que nada suple tolerando la hipótesis de la ausencia sentida o del rechazo voluntario de la vida cristiana"[14].
De todos modos Blondel sostiene frente a este método "que no permite al filósofo definir exactamente la relación del orden natural con el sobrenatural"[15], y encuentra en él nuevos defectos en el sentido que "desprecia al mismo tiempo algunos de los derechos de la filosofía y algunas de las susceptibilidades necesarias de la teología"[16]. Practicar un método de exhortación persuasiva o prescriptiva responde al hecho de que, "en lugar de aceptar plenamente el hecho de un pensamiento o de una existencia sin fe y sin gracia por buscar lo que hay presente aún en la misma ausencia de lo sobrenatural, y para encontrar en cada cual el criterio de juicio que se debe aplicar a cada uno según una ley de autonomía, se esfuerza no tanto por ver, en lo que de hecho es, todo y sólo lo que es sino más bien en mostrar y añadir lo que debe ser"[17], para Blondel, este método no consiste más que en "analizar la vida sólo para imponerle finalmente una heteronomía sin advertir que esta aportación exterior no está filosóficamente justificada ni en su forma, ni en su contenido"[18], es un método que obedece a un paralelismo de dos órdenes llegados de orígenes diferentes, que por muy paralelos, no dejan de converger.
Para Blondel la existencia de Dios es demostrada por la razón, Dios ha pedido revelarse y el hecho de la revelación es probado por la historia como también la autenticidad de los libros sagrados y la autoridad de la Iglesia, por lo cual, afirma que el catolicismo se encuentra, pues, establecido sobre una base racional verdaderamente científica. A esta altura de la crítica blondeliana de los métodos llega Blondel a otra importante conclusión: "De un modo más sencillo y sin hacer intervenir directamente los recursos históricos que son de otro orden, se puede decir que la exposición completa y armoniosa de la verdad, de sus conveniencias infinitamente ricas, de su belleza deslumbrante, es una prueba y una prueba excelente; conocida bien conocida, es para sí misma su propia demostración"[19]; me parece importante aquí anotar cómo Blondel dice que aunque la fe cristiana implica afirmaciones de ciertas realidades históricas, a pesar de eso, no todas las realidades históricas incluidas en la fe son constatadas de igual modo por la ciencia histórica: la certeza de la existencia de Jesús o de su pasión, tiene un carácter distinto de la que tenemos de su concepción virginal o de su resurrección divina.
Estos últimos dogmas son hechos, es decir, corresponden a realidades auténticas, aunque la historia con sus medios ordinarios no los alcance. No son, por tanto, realidades puramente simbólicas o místicas dotadas de un puro carácter subjetivo, sino acontecimientos sustancialmente reales, "hechos no solamente reveladores, sino constitutivos de realidades divinas…y cuyo valor religioso se halla fundido con la subsistencia histórica"[20].
Por otro lado, al considerar el sistema tomista como una exposición ordenada que produce una potente fuera de convicción en quien logra abarcar esta síntesis como descripción de todo objeto natural o sobrenatural del conocimiento de la fe, no deja por ello de reconocer los problemas del tomismo que por la misma exactitud se convierte en una descripción estática, "como un inventario, pero no como una creación capaz de justificar, por el dinamismo que las suscita, las ascensiones del pensamiento"[21], en palabras de Blondel, "no se debe uno contentar con esta exposición triunfante"[22].
Frente a todo lo anterior Blondel sostiene que hay dos modos de considerar las ideas filosóficas:
1. "Permaneciendo al margen de la gran corriente de pensamientos que agitan el mundo de los espíritus… lo cual supone salir de la vida que es lo único fecundo"[23].
2. "Tratando de discernir el trabajo de alumbramiento que espolea continuamente a la humanidad… lo que supone encontrar la fuente de la fecundidad intelectual"[24].
Desde el segundo modo de considerar las ideas filosóficas se encuentra la apologética doctrinal sin ser renovada a fondo y que tiene como punto de partida la escolástica en la que el orden natural y el orden sobrenatural aparecen "subordinados en una jerarquía ascendente que muestra tres zonas escalonadas, apareciendo arriba la fe revelando el misterio de la vida divina; abajo la razón "ésta plenamente como en su casa"; y, en medio, "un terreno de acuerdo o de encuentro mutuo en el que la razón va descubriendo imperfectamente lo que la fe esclarece y confirma acerca de las verdades naturales más importantes"…y así gracias a esta comunidad de objetos reconocidos, confluyen dos corrientes nacidas de orígenes inmediatamente diferentes y mezclan sus aguas sin confundirlas"[25], pero esto vendría a convertirse menos en una solución que en el enunciado del problema filosófico y religioso por excelencia. Aparece después arropado bajo este contexto, el protestantismo con un espíritu de reacción violenta "contra el intelectualismo de Aristóteles y de la Escolástica… rehusando la idea de toda preparación racional de la fe"[26].
Teniendo en cuenta la reacción del protestantismo, Blondel le da validez y reconocimiento a la Escolástica sin, por ello, tener la valentía de reconocer sus limitaciones. El protestantismo cierra las posibilidades de la razón y del método escolástico, imposibilita cualquier tipo de comunicación entre el dato de fe y los hechos históricos o el juicio racional al que podría llegar a someterse la fe por creer que la razón, "al pretender encontrar inmanentes en ella, todas las verdades necesarias a la vida, excluye radicalmente el mundo de la fe"[27]. Por lo cual, a juicio del protestantismo no hay yuxtaposición, sino oposición e incompatibilidad.
Al finalizar esta primera parte de la carta, Blondel, presenta la situación actual que coloca al pensamiento contemporáneo frente a la vida cristiana y, por lo tanto, pierde la fe. Para Blondel la laguna doctrinal de los contemporáneos, puesta en evidencia por los adversarios del cristianismo, no debe ser reprochada, teniendo en cuenta lo insatisfactorio e insuficiente del método que se le ha enfrentado. Blondel culpa al "espiritualismo cristiano" de no responder adecuadamente a las exigencias del pensamiento contemporáneo, espiritualismo que, igualmente, sigue un método erróneo incapaz de convencer o esclarecer a los contemporáneos.
"EL PUNTO PRECISAMENTE FILOSÓFICO EN EL PROBLEMA RELIGIOSO Y EL MéTODO PROPIO PARA ABORDARLO"
En esta parte Blondel se propone determinar:
1. "El punto preciso a donde la evolución del pensamiento filosófico ha llevado el litigio;
2. El único método que permite dar con este punto decisivo;
3. El carácter, el sentido, el alcance de las conclusiones, de conclusiones tales que ni la filosofía más atrevida, ni la teología más circunspecta habrán de retractarse o arrepentirse"[28].
En estos propósitos que Blondel plantea con urgencia se adelanta a una de las más importantes conclusiones al afirmar: "Tal vez al acabar este examen nos parezca que las exigencias crecientes del pensamiento contemporáneo son las legítimas, útiles, conformes tanto con el pensamiento filosófico como con el espíritu mismo del catolicismo"[29].
La segunda parte de la carta está dividida en tres numerales:
1. Blondel muestra "el modo de plantear el problema filosófico cara a la religión, para que la religión no sea solamente una filosofía, y para que la filosofía no quede absorbida en absoluto en la religión"[30]. Aparece entonces la noción de INMANENCIA que, según Blondel, es considerado por el pensamiento moderno como la condición misma de la filosofía, esta afición moderna es a la idea: "de que nada puede entrar en el hombre que no salga de él y no corresponda de alguna forma a una necesidad de expansión, y que ni como hecho histórico, ni como enseñanza tradicional, ni como obligación sobreañadida desde fuera, hay para él verdad que cuente y precepto admisible sin ser, de alguna manera, autónomo y autóctono"[31]. Siendo así, afirma Blondel que nada hay cristiano o católico, sino lo que es sobrenatural, de este modo, entra en juego lo trascendente no sólo en el sentido metafísico de la palabra, sino en el sentido propiamente sobrenatural, pues, según la tesis que a continuación añade nuestro autor: "Es imposible al hombre derivar de sí lo que, no obstante, se pretende imponer a su pensamiento y a su voluntad"[32]. De este modo se hace necesario el interrogante de Blondel sobre la posibilidad de un encuentro entre filosofía y cristianismo, cuando parece que ambas se excluyen mutuamente, lo que parece un choque inevitable, le permite a Blondel, encontrar un acuerdo en medio del conflicto, por eso centra su reflexión con el propósito de mostrar el punto de encuentro entre filosofía y cristianismo. Blondel cree que el escándalo de la razón está en no lograr asimilar o comprender de manera adecuada el espíritu cristiano. Creo entender en este punto que Blondel no está de acuerdo con la posición filosófica que considera el espíritu cristiano como una revelación de la misma razón que no tiene en cuenta, por la imposibilidad de abordarlo eficazmente, el hecho del don en el espíritu cristiano, los contemporáneos gobernados por el pensamiento no pueden ubicarse cómodamente ante el hecho de no considerar como nuestro este espíritu poseído "no como dado y recibido, sino como hallado y nacido de nosotros"[33].
Admite Blondel que respecto a lo que considera como don gratuito, libre y facultativo en su fuente, se halla quizá el aspecto más fuerte del llamado escándalo de la razón, ya que este don "se hace para el destinatario inevitable, impuesto y obligatorio, no se entendería entonces, de hecho no lo entiende el pensamiento contemporáneo como el creyente, termina admitiendo este don gratuito como una deuda rigurosa, esto ofrece gran dificultad a la razón que encuentra aquí un obstáculo cruel que, a su modo de ver, aparece como una irritable dureza al interior de la concepción católica, que les indigna al momento de validar un ideal nuevo de justicia y de bondad. Esta situación es lo que le permite a Blondel calificar de "enfermos" a los pensadores contemporáneos y llegar a la conclusión de que es éste el "inevitable mal del hombre frente a lo divino"[34]. Pero para Blondel es claro que en el cristianismo no se trata de una simple creencia, o de una práctica facultativa superpuesta a la naturaleza o a la razón humana, por eso, para él "desde el momento en que esta revelación viene, por así decirlo, a buscarnos a nuestra propia casa y a perseguirnos hasta en nuestra intimidad; desde el momento en que considera la actitud neutra o negativa como una falta positiva y como una forma de hostilidad culpable; desde el momento en que nuestra pobreza de ser limitados es capaz de contraer una deuda tal que la eternidad deberá pagar, entonces es cuando se da el encuentro, la dificultad aparece, el problema queda planteado"[35].
Esto plantea que el objeto del filósofo frente a tal situación es considerar el problema de la fe bajo su aspecto formal e integral. Aquí aparece para Blondel un desafío que según él no había sido planteado rigurosamente, su objetivo es penetrar hasta el fondo de las más grandes exigencias de la religión con la necesidad de plantear el problema de la filosofía religiosa sin arruinar la noción misma de la religión y la filosofía.
De modo que cualquier intento de defender el contenido doctrinal y dogmático, de proteger el espíritu cristiano de los dardos del pensamiento filosófico, que no llegan a una consideración profunda de las exigencias y necesarias precisiones, no correspondería, en sentido estricto y justo al verdadero espíritu cristiano. Viene entonces Blondel a aplicar el "Método de Inmanencia" de manera integral con un rigor inflexible al examen del destino humano. Para Blondel sólo este método es capaz de determinar la dificultad y, por lo tanto, el poder de resolverla. "A través de este método, la solución, lo mismo que el problema no son posibles más que obligándonos a permanecer igualmente fieles a la filosofía y a la ortodoxia; o mejor aún, forzando a la filosofía y a la ortodoxia a permanecer fieles a sí mismas"[36].
2. El Método de Inmanencia consiste por tanto, en primer lugar en permanecer en guardia ante la ambigüedad de los términos inmanente - trascendente, los cuales en Blondel parecen ubicarse en un mismo plano sin, por esto, dejar de reconocer lo que cada uno implica. Este método desarrolla la "serie integral de nuestras ideas inevitables y de nuestras concepciones solidarias, independientemente de las aparentes mutilaciones o de las restricciones parciales"[37].
Se trata, propiamente, de "poner en ecuación, en la conciencia misma, lo que parece que pensamos y queremos y hacemos con lo que hacemos, queremos y pensamos en realidad; de tal suerte que en las negaciones facticias o en los fines artificialmente queridos se encontrarán aún las afirmaciones profundas y las necesidades incoercibles que implican"[38]. En este planteamiento se descubre que la lógica del mérito de Blondel responde a la consideración simultánea de lo que el hombre piensa, quiere y hace, con lo que de hecho se da en la realidad por medio de una participación de la conciencia misma, que a mi modo de ver, permite trascender los hechos en sí mismos, es decir las acciones, para darles un sentido que es propio a la naturaleza humana. Para Blondel, el no haberse adentrado convenientemente en este método ha sido el motivo de error y afirma que este método será progresivamente el alma de la filosofía. Atendiendo a este método Blondel define la tarea propia de la filosofía: "Criticar los unos por los otros todos los fenómenos que componen nuestra vida interior, ajustarlos, estudiar su trabazón, desenvolver su determinismo integral, ver qué principios son exigidos por el pensamiento y por la acción, definir en qué condiciones debemos forzosamente suspender la realidad de los objetos o de los medios de salvación inevitablemente concebidos, estudiar por ejemplo nuestra idea de Dios, no en tanto que es Dios, sino en tanto que ella es nuestro pensamiento necesario y eficaz de Dios"[39], y analizar el concepto de revelación.
"Si el Método de Inmanencia se limita a determinar el dinamismo de nuestras representaciones sin que nos tengamos que pronunciar de momento sobre su sentido subjetivo u objetivo, entonces se trata simplemente de analizar esta idea inevitable de una dependencia de la razón y de la voluntad humana con todas las consecuencias que implica: Que no se diga, por tanto, que el problema de lo sobrenatural, tal como resulta del secreto trabajo del pensamiento que he indicado precedentemente, no es concebible, ni admisible, ni filosófico"[40].
Para Blondel la toma plena de conciencia del pensamiento libre y del racionalismo, permite llegar a considerar como hipótesis filosófica la idea de la religión de la que depende lógicamente y aquí se llega al aspecto de la implicación para su propia existencia; por esto, el método de Blondel puede llamarse también "método de implicación y explicitación: en lugar de evadirnos a un mundo más o menos ficticio de representaciones y de sustitutos que se fabrican indefinidamente, hacemos el inventario del contenido efectivo de los datos complejos, de las certezas naturales y tan elementales como el movimiento de nuestro corazón o el aire que respiramos y que, sin embargo, están siempre en servicio"[41].
El método de Blondel es claro al distinguir una disciplina de la otra (filosofía - teología) pero plantea al mismo tiempo lo que las hace coincidir: "En efecto, que lo sobrenatural para existir sea humanamente inaccesible es lo que enseña la fe y exige la razón. Lo que la primera nos impone como real, la segunda lo concibe como necesario a la vez que impracticable para nosotros. La una declara como gratuitamente dado lo que la otra no puede menos de postular invenciblemente. Coinciden, pues, en que no desarrollan nunca una doble misión, y también en que la una está vacía donde la otra está llena"[42]. La teología no puede admitir que la filosofía alcance la realidad del orden sobrenatural ni que niegue la verdad de este orden.
3. A partir del tercer numeral de esta segunda parte Blondel desarrolla una tesis a modo de conclusión que en sentido racional y teológico es legítimo proponer en presencia del cristianismo.
"Lo necesario significa que, bajo una forma de la que es imposible fijar la definición singular y concreta para cada cual, los pensamientos y los actos de cada uno componen en su conjunto como un drama cuyo desenlace no se produce sin que la cuestión decisiva haya surgido tarde o temprano en la conciencia"[43].
"Es legítimo mostrar que el progreso de nuestra voluntad nos obliga a confesar nuestra insuficiencia, nos conduce a la necesidad sentida de un acrecentamiento, nos da la oportunidad no de producirlo o determinarlo sino de conocerlo y recibirlo, nos abre, en una palabra, como por una gracia conveniente, ese bautismo de deseo que, suponiendo ya un toque secreto de Dios, permanece siempre accesible y necesario incluso fuera de toda revelación explícita y que, en la revelación misma, es como el sacramento humano inmanente a la operación divina"[44].
"Ya que, si nuestra naturaleza no está como en su casa en lo sobrenatural, lo sobrenatural sí lo está en nuestra naturaleza"[45].
"Así del sentido mismo que ha sido preciso dar a esta necesidad hipotética resulta que el alcance legítimo de las conclusiones filosóficas se detiene en el umbral de la operación real en la cual únicamente se pueden unir el acto humano y el acto divino, la naturaleza y la gracia. Desde entonces la filosofía permanece y no puede menos de permanecer del lado de acá de este misterioso maridaje. Es esta reserva, con todo lo que ella implica, lo que queda por comprender"[46].
"Pero esto no es todo. Puesto que la filosofía, incluso cuando constituye la ciencia integral de la práctica, no puede extenderse a aquel conocimiento incomunicable que solamente aporta la práctica; puesto que, incluso al estudiar lo sobrenatural, no puede pronunciarse sobre su presencia de hecho, sobre su forma histórica y sobre su operación actual, por eso resulta lícito el discutir libremente los problemas que se refieren a la religión más positiva sin que se le ponga en cuestión ni para pronunciarse sobre lo que ofrece ni para usurpar lo que ella se reserva. Esta paz en la discusión sobrevive a la misma diversidad de las conclusiones que provoca una crítica independiente; ya que no es preciso que, si uno aparece como perteneciente al cuerpo de la Iglesia, se le excluya de su alma, al excluir de su alma a quienes pertenecen a ella quizá sin ser de su cuerpo"[47].
"Es decir que la filosofía que aplica al cristianismo según la medida misma en que el cristianismo tiene, en el fondo de las cosas, derecho o dominio sobre los mismos hombres que lo ignoran o lo excluyen"[48].
"Sí…la filosofía es la única capaz de apartar de su ruta las objeciones perjudiciales, de determinar la noción de lo sobrenatural y de esclarecer plenamente las exigencias e insuficiencias de la naturaleza"[49].
"Debiendo la razón filosófica formular conclusiones rigurosas y científicamente determinadas, es preciso mantener escrupulosamente que la síntesis real y eficaz de la naturaleza con lo sobrenatural no se verifica sino en la práctica efectiva y por gracia"[50].
"Los teólogos no permiten a los filósofos que invadan su dominio; tienen razón, no debiendo ni pudiendo. Pues bien (esta es su consecuencia, y es preciso que se sepa) los filósofos, si verdaderamente permanecen en su terreno, no deben ni pueden permitir a los teólogos penetrar en él. El beneficio de la distinción es mutuo, y el dominio de cada ciencia queda así inviolable…así las afirmaciones propiamente filosóficas no podrán, como se ha visto ya, alcanzar legítimamente los puntos sobre los que sólo la Revelación puede decidir"[51].
"No; la filosofía no puede ser ni un simple instrumento ni un medio; con ella y por ella, la teología así lo quiere, pero sin cargarla de fardos injustos"[52].
"Como S. Juan, que se negaba a ello, bautizó a Cristo que se lo exigía para que la obra humana coexistiese con la divina, así la razón y la naturaleza permanecen inmanentes a la gracia. Que no se las suprima"[53].
La tercera y última parte de la carta lleva por título:
"LA MUTUA RENOVACIÓN DE LAS PERSPECTIVAS FILOSÓFICAS Y RELIGIOSAS POR LA ACCIÓN PLENAMENTE CONSECUENTE DEL PENSAMIENTO MODERNO"
Se refiere Blondel a la necesidad de una renovación de método y de doctrina que permita sacar partido al movimiento general del pensamiento humano desde la antigüedad para lo cual se hace necesario determinar las condiciones que deben satisfacer toda tentativa a la vez filosófica y apologética. Considera Blondel que en esta renovación es preciso renunciar a algunos de "los antiguos procedimientos de la filosofía sin limitarse"[54] …"y afrontar las más francas explicaciones con la libertad de un filósofo que no quisiera ser aquí más que filósofo"[55]. Reconoce el autor que la tarea no es fácil y ante quienes quisieran seguir un camino más sencillo advierte que es impracticable. Respecto a esta renovación del método y doctrina afirma Blondel que "No se trata tampoco de tomar una simple actitud personal, ni de calmar una turbación íntima de conciencia, ni de una disposición particular de algunos y para unos años, ni de una crisis accidental de la psicología o de la moral, ni incluso de un problema general, pero restringido, de metafísica. Se trata, dentro de la constitución de la filosofía total, de una transformación duradera y profunda de la que quisiera mostrar por qué debe producir al mismo tiempo un progreso religioso del pensamiento filosófico entero y un progreso humano de la conciencia religiosa o de la inteligencia misma del cristianismo"[56].
Cuando Blondel habla de progreso de la conciencia religiosa entiende que hay verdades que no se esclarecen en sí mismas sino en nosotros. La intención de Blondel es:
I. "Mostrar que la filosofía se ha transformado poco a poco y determinado precisamente a sí misma bajo la acción despreciada y rechazada de la idea cristiana;
II. Hacer ver que las exigencias religiosas se encuentran finalmente mejor satisfechas que nunca por el acabamiento de las doctrinas que al principio les parecían directamente contrarias;
III. Concluir señalando que de un malentendido secular, causado por la idea de una falsa filosofía cristiana y por la de un falso racionalismo exclusivo e inconsecuente, debe salir la única filosofía que se relaciona con el catolicismo y él con ella" [57].
En esta última parte Blondel plantea las siguientes tesis: "Es únicamente el acto de la contemplación racional el que constituye esta vida divina del hombre, un acto que tiene su origen y su término en nosotros. La metafísica es la ciencia total del ser, la que encierra el ser, la que otorga el ser y, …si se puede decir, la misma salvación"[58].
Esta tesis supone un reconocimiento a la metafísica como ciencia del ser que en el caso del problema analizado por Blondel en todo el desarrollo de la carta se constituye en un gran riesgo, teniendo en cuenta que los contemporáneos han convertido la metafísica en uno de los principales objetivos de su crítica y es han lanzado incluso a negarla y a no admitir su posibilidad como ciencia. Blondel cree que la metafísica eleva la misma filosofía a su máximo nivel, ya que en medio de todo su qué hacer, lo principal es que no descuida de ninguna forma el tratamiento del hombre como ser en el que se desarrolla la reflexión bajo un acto contemplativo que constituye la vida divina del hombre. Otro importante aporte de Blondel en esta tercera parte de la carta consiste en la valoración a la escolástica a la que parece rescatar de modo conveniente: "El espíritu filosófico que engendraba la escolástica es el mismo que se ha armado contra ella, y el espíritu filosófico que le ha destruido es el mismo que, madurándose él también, contribuirá al progreso de la filosofía cristiana"[59].
Blondel sostiene que en la actualidad la filosofía busca especificarse, no sólo eso sino que uno de los principales valores que se le debe reconocer en este sentido, es el hecho de no creerse autosuficiente, sino, precisamente tener ahora la capacidad de criticarse y limitarse a sí misma. "Las soluciones teóricas no pueden satisfacer sino en cuanto requieren otra cosa distinta de sí mismas manifestando la necesidad y definiendo las condiciones de una vida y de un pensamiento plenamente consecuente a su ley interna"[60]. Ahora Blondel especifica cuáles han sido las especulaciones de la filosofía que, en el contexto moderno, han roto con la teología: "Se pone a especular con libertad fuera de ella, pero sin tener la idea de suplantar la fe, no comprendiendo aún con claridad que no podría en adelante pasar sin lo teológico a no ser que intentase reemplazarlo o sustituir lo sobrenatural por algo trascendente"[61]. Sigue a esta tesis un análisis de estas especulaciones filosóficas en el que reconoce Blondel lo necesario como también los errores que suponen pero, lo importante es que la filosofía se ha autoanalizado y que el contexto de la modernidad con todo lo que le exigía, prepara a la filosofía para enfrentarse adecuadamente a la contemporaneidad y aquí debe reconocerse "El Método de Inmanencia" que le exige, entre otras cosas, a la filosofía no negar, penetrar o afirmar que: "en nuestro pensamiento y en nuestra acción más inmanente hay algo de heterogéneo o de trascendente al conocimiento que de ello tenemos"[62], sino únicamente, "en estudiar su idea con todo lo que ella implica"[63]. Aquí viene a plantear Blondel la necesidad de no servirse de los términos inmanente – trascendente para colocarlos en contra a acaparando uno la realidad mientras el otro juega un papel de apariencia, lo justo es tratarlos como datos solidarios y esta es, creo, una de las más importantes conclusiones a las que llega nuestro autor, definitivamente para él, no tiene objeto colocar en franca oposición a la filosofía y a la teología, a la razón y a la idea del espíritu cristiano, es necesario reconocer y admitir sus propias especificidades pero descubrir que en el punto es que se les pone en contra aparecen los datos solidarios que les hacen entrar en diálogo permanente, una idea implica a la otra y no puede desconocerla sino que ambas deben vivir en una relación armónica que no destruya los contenidos propios de cada una.
Blondel afirma la necesidad de que la filosofía encuentre en sí misma aquello que la sobrepasa: "Un inmanente trascendente", creo que de este modo, el autor, plantea nuevamente la necesidad de su método que se recogería más justamente bajo este concepto "método inmanente trascendente" al que la filosofía debe descubrir sin perjudicar su competencia universal sino, precisamente, para hallar su punto de equilibrio.
Este método "inmanente trascendente" aparece como un servicio a la filosofía que le suministra "la única materia y la única forma que, adaptándose la una a la otra, y la constituye según su esencia misma"[64]. Blondel se refiere a este método aclarando su objeto: "por una parte su objeto preciso y su ideal siempre presente es determinar el contenido, las relaciones internas y los requerimientos de la acción, sin pretender jamás el proveerlos, incluso cuando los define rigurosamente según una ley de necesidad…contribuye a estimular el movimiento del que ha nacido, abriendo así… un campo infinito de acontecimiento, sin perder el beneficio de su reserva frente al misterio de la acción ni de sus conclusiones precisas frente a las exigencias de la vida"[65].
Blondel propone un "principio de doctrina integral" como novedad que supone "una prodigiosa integración de pensamiento y todo esfuerzo acumulado de la reflexión filosófica y de la conciencia cristiana"[66].
"Es necesario incluso que sea integral analizando el determinismo que forma la unidad de los problemas, solidarios entre sí, ninguno de los cuales tiene ella (la filosofía) el derecho de omitir"[67]. Es necesario, además, que la filosofía "se dé cuenta siempre de que en nosotros el pensamiento concreto y la vida vivida son trascendentes con relación a nuestro conocimiento inmanente incluso de lo trascendente e incluso de lo sobrenatural"[68], "Dentro del aspecto trascendente del pensamiento y de la acción inmanente encuentra la filosofía un principio interno de juicio absoluto"[69].
A continuación aparecen una serie de tesis conclusivas que resumen, además, de manera adecuada el aporte principal del método de Blondel así como los aspectos más importantes en el tratamiento de la razón frente a la idea cristiana y, más específicamente el espíritu católico así como la filosofía frente a la teología y el concepto inmanente a lo trascendente.
"Gracias al punto de vista a donde se nos ha conducido, la filosofía no sólo se hace capaz de abordar, sin desnaturalizarse y sin desnaturalizarlos, todos los problemas más propios de la conciencia cristiana"[70].
"Así tenemos ya la distinción más radical que se hubiera podido realizar o incluso concebir entre el punto de vista filosófico y el punto de vista teológico, y la condenación de una falaz y religiosa solidaridad. Al mismo tiempo, la conexión más estrecha que nunca, o mejor aún, continuidad, unidad, necesidad del problema filosófico y religioso, y condenación absoluta de un falso separatismo"[71].
"Lejos, por tanto, de erigir en dogmas nuestras doctrinas y convicciones racionales, de solidarizar lo que tenemos que discutir con lo que tenemos que creer, y de tender a divinizar todos los apoyos humanos de nuestra conciencia, es un deber el separar muy escrupulosamente los puntos de fe de todo lo que es explicación, inducción, analogía, trabajo de la razón sobre la razón"[72].
"En este tiempo de confusión y sobre todo de ignorancia religiosa, la primera tarea del apologista es la de exponer, dentro de su unidad definida y en su rica sencillez, la síntesis lógica del dogma católico"[73].
"Es necesario que, con un respeto cada vez más inteligente de las susceptibilidades de la conciencia el creyente, el apologista, el teólogo en quien debe subsistir el hombre completo con sus exigencias y aspiraciones de hombre se afane como los demás y para los demás, a fin de no hablar más que como sabio de los problemas de la ciencia, como historiador de los problemas del pasado, como filósofo de las inquietudes del pensamiento, como ser viviente de las cosas de la vida. Que no suprima ni ignore lo natural que hay en lo sobrenatural mismo. Tan necesario es el no mezclar las competencias y los papeles a desempeñar, como urgente el romper los pretendidos comportamientos que separarían falsamente al cristiano del hombre y del ciudadano, y al hombre de Dios y de los progresos del mundo"[74].
"El uso de la razón en el ámbito del dogma y bajo la disciplina de la fe consiste en penetrar sin fin las infinitas profundidades de una verdad fija que no trata de renovar sino de comprender"[75].
"Siendo la filosofía tal como se ha definido, la dificultad que encuentra en el problema de la apologética es de tal naturaleza que interesa tanto a los creyentes como a los incrédulos. No se trata en efecto de una adhesión teórica del espíritu a un dogma exterior a nosotros, sino de la admisión práctica de una verdad vivificante dentro de nuestro corazón y nuestra conducta, de una verdad que, tanto mejor se conoce cuanto mejor se practica, y que, una vez bien conocida, se hace más exigente a medida que se hace más liberal y caritativa"[76].
"No es mediante un artificio dialéctico, ni actuando contra el prójimo, como si uno mismo no fuera el primero en estar en litigio, sino poniéndose en cuestión a sí mismo y dentro del orden práctico como es preciso hacer surgir del fondo de la experiencia íntima de la vida todo el conjunto de nuestras obligaciones intelectuales, morales y religiosas"[77].
"Ya que la filosofía no considera lo sobrenatural sino en tanto que su noción es inmanente a nosotros y ya que considera la realidad natural como trascendente al conocimiento que de ella tiene, nos dispone para comprender cada vez mejor que nosotros no podemos ni desentendernos de la naturaleza, ni detenernos en ésta; que el orden humano tiene su parte en todo, pero en nada su suficiencia; que nuestro ser natural es indestructible, a pesar de su incapacidad para perfeccionarse absolutamente y a pesar de las reivindicaciones crueles para él, de lo sobrenatural desconocido"[78].
"Ya que el hombre tiene su parte en todo pero en nada su suficiencia, ninguno de sus pensamientos ni de sus actos, aunque indestructibles, pueden hallar una afirmación o, si nos atrevemos a decirlo, bastarse solamente por sus propios medios"[79].
"Parece que la filosofía, exigiendo para concebir la realización efectiva del orden integral de las cosas un elemento distinto, a la vez, de la naturaleza y de Dios su autor, aclararía y justificaría, desde su punto de vista, lo que quizá es un dogma implícito, él Enmanuel, causa final del designio creador"[80].
"Quizá es ya tiempo de que, después de tantas obras efímeras y bosquejos prematuros, la idea propiamente católica revele su eficacia y suscite una filosofía que le sea apropiada, y tanto más lo será cuanto sea más autónoma; una filosofía que, por ser más difícil de construir y más impersonal, no hace sino probar mejor su solidez"[81].
"En su más atrevido esfuerzo para cerrar el camino de la fe, la razón se ha fortalecido para abrirlo"[82]
"Aventurados, pues, debemos llamarnos dentro de un espíritu de paz y de verdad, contradiciendo la frase de Pascal. Bienaventurados por poder tocar, por vernos obligados a tocar, por ver a tantos espíritus forzados y constreñidos a tocar el fondo mismo de la religión"[83].
CONCLUSIÓN PERSONAL
La oportunidad de tener un encuentro con Blondel en su carta sobre la apologética me ha permitido no sólo conocer un planteamiento filosófico – religioso sino intuir las pretensiones y alcances de un individuo preocupado por llegar a un elevado nivel reflexivo que no amenace ni destruya aquello esencial a su fe.
Este nivel reflexivo alcanza el nivel conveniente con la descripción del método de inmanencia que también podríamos llamar método inmanente trascendente o, según mi modo de entender, método de implicación – explicitación. Todo el propósito de Blondel ha girado en torno a la necesidad de llegar a delimitar la propuesta clara y objetiva de una filosofía cristiana. Esta filosofía cristiana en Blondel es una filosofía integral abierta a todas las posibilidades del pensamiento, pero no por eso incapaz de reconocer los límites tanto de la filosofía como de la teología, entendidas estas como disciplinas que teniendo objetos diferentes se implican una a la otra y se arropan bajo el concepto de necesidad y esta necesidad, no es más que la misma filosofía cristiana que según Blondel es la única que puede dar respuesta conveniente a las exigencias propias del pensamiento contemporáneo.
Blondel ha sido acusado de trasladar la apologética cristiana al terreno de la psicología. Creo que el hecho de Blondel reconocer la implicación individual como suficiente para el hombre de fe absolutamente comprometido con lo que cree, pero que además traslada su creencia a la práctica concreta en la realidad.
No creo que esto pueda concebirse como estrictamente psicológico, pues Blondel no se queda únicamente en la admisión de una conducta psicológica, sino que todo lo que el hombre de fe concretiza en la realidad, es decir, en la acción tiene una participación de los términos intelectivos racionales que integran del mismo modo todos los aspectos psicológicos del hombre, por lo tanto en el hombre mismo se funden de manera armónica el intelecto y el plano psicológico. El concepto de Dios, manifestado en el espíritu cristiano y específicamente espíritu católico están de este modo perfectamente implicados y explicitados en la razón.
Finalmente debo decir que estoy totalmente de acuerdo con el método blondeliano, el cual de todos modos no se considera absoluto, pues el mismo Blondel cree que el problema siempre seguirá planteándose, la puerta queda abierta con posibilidades muy útiles que han sido aportadas por el método blondeliano. Agradezco la oportunidad de tener contacto con este autor, creo tener un contenido racional más profundo para enfrentarme a las exigencias que se desprenden de la crítica contemporánea al pensamiento religioso, pero igualmente creo que mi fe personal adquiere nuevas e iluminadoras características que me permiten colocar los pies en la tierra y a la misma vez tener fijos mis ojos en el señor.
BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL
· BLONDEL, Maurice. "Carta sobre apologética". Bilbao: Ed. Universidad de Deusto. 1991.
BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA
· BLONDEL, Maurice. "Historia y dogma". Madrid: Ediciones Cristiandad, S.A. 2004.
· BLONDEL, Maurice. "Exigencias filosóficas del cristianismo". Barcelona: Editorial Herder. 1966.
Autor:
Edison Tamayo Castaño
Colombia
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
FACULTAD DE MEDELLÍN
FEBRERO 29 DE 2008
[1] BLONDEL, Maurice. "Carta sobre apologética". Bilbao: Ed. Universidad de Deusto. 1991. p 23
[2] Ibid., p 23
[3] Ibid., p 25
[4] Ibid., p 25
[5] Ibid., p 27
[6] Ibid., p 28
[7] Ibid., p 29
[8] Ibid., p 29
[9] Ibid., p 31
[10] Ibid., p 31
[11] Ibid., p 34
[12] Ibid., p 34
[13] Ibid., p 35
[14] Ibid., p 36
[15] Ibid., p 36
[16] Ibid., p 36
[17] Ibid., p 37
[18] Ibid., p 37
[19] Ibid., p 38
[20] BLONDEL, Maurice. "Historia y dogma". Madrid: Ediciones Cristiandad, S.A. 2004. p 65
[21] BLONDEL, Op. Cit., p 39
[22] Ibid., p 39
[23] Ibid., p 40
[24] Ibid., p 40
[25] Ibid., p 40
[26] Ibid., p 40
[27] Ibid., p 41
[28] Ibid., p 43
[29] Ibid., p 43
[30] Ibid., p 43
[31] Ibid., p 43
[32] Ibid., p 44
[33] Ibid., p 44
[34] Ibid., p 45
[35] Ibid., p 46
[36] Ibid., p 47
[37] Ibid., p 47
[38] Ibid., p 47
[39] Ibid., p 47-48
[40] Ibid., p 48
[41] "Exigencias filosóficas del cristianismo". p 271
[42] BLONDEL, Op. Cit., p 49
[43] Ibid., p 51
[44] Ibid., p 51
[45] Ibid., p 52
[46] Ibid., p 52
[47] Ibid., p 53
[48] Ibid., p 53
[49] Ibid., p 54
[50] Ibid., p 54
[51] Ibid., p 54 – 55
[52] Ibid., p 55
[53] Ibid., p 55
[54] Ibid., p 56
[55] Ibid., p 56
[56] Ibid., p 57
[57] "Exigencias filosóficas del cristianismo". p 58
[58] BLONDEL, Op. Cit., p 60
[59] Ibid., p 60
[60] Ibid., p 62
[61] Ibid., p 62-63
[62] Ibid., p 65
[63] Ibid., p 65
[64] Ibid., p 66
[65] Ibid., p 66
[66] Ibid., p 67
[67] Ibid., p 67
[68] Ibid., p 68
[69] Ibid., p 68
[70] Ibid., p 72
[71] Ibid., p 72
[72] Ibid., p 73
[73] Ibid., p 74
[74] Ibid., p 74
[75] Ibid., p 75
[76] Ibid., p 79
[77] Ibid., p 79
[78] Ibid., p 82
[79] Ibid., p 83
[80] Ibid., p 84
[81] Ibid., p 87
[82] Ibid., p 88
[83] Ibid., p 88
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