La escena pública posnacional como reconocimiento y ninguneo posneoliberal
Enviado por Pablo Julián Hupert
Se dice que han vuelto muchas cosas luego de 2003. Una de esas sería "el" Estado. Pero sabemos, gracias a Heráclito y Dolina, que regresar no es posible. Lo que regresa es necesariamente una transfiguración de lo que se fue, aunque pretenda ser su restauración. Vengo sosteniendo que el actual Estado argentino no es un Estado-nación sino uno posnacional.[1]
El Estado posnacional se aparece como el Estado-nación: el territorio, la bandera y la denominación son los mismos. Sin embargo, si miramos con detenimiento, encontramos importantes diferencias cualitativas que ahora enumeramos someramente para profundizar en algunas más abajo. Su sociedad civil es fluida, posindustrial, y su población se relaciona por contactos más que por vínculos; sus súbditos son consumidores y no ciudadanos; el tipo de relación que establece con su población es más gestionaria-imaginal que no administrativa-representativa; los medios de consenso son más mediáticos que ideológicos, más imaginales que representativos;[2] su procedimiento tout court es la gestión ad hoc. Y sobre todo: aunque imaginalmente se presente como socialmente central e internamente centralizado, unificado y reteniendo los monopolios que lo definen (como el uso de la fuerza legítima y la producción de subjetividad), no es ni central ni centralizado ni monopólico.
Pero si una característica general distingue cualitativamente al Estado-nación y al Estado posnacional es que este procede pero no precede. Para preceder, un Estado debe funcionar como caracterizaba Ignacio Lewkowicz al nacional: como metaestructura general y como práctica dominante que impone los criterios de existencia al resto de las prácticas sociales. Antes de ampliar esto último, señalemos algo que parecía improbable cuando Ignacio escribió "Escuela y ciudadanía": un Estado puede cumplir un rol muy importante en la adjudicación de sentidos y existencia a las prácticas sociales y en la regulación de lo social aun cuando perviva el carácter dominante de las prácticas mercantiles. Un Estado así –que llamamos posnacional– no precede pero procede: gestiona puntual, veloz, descentralizadamente e incesantemente consensos, conflictos, medidas económicas represivas sanitarias mediáticas o de cualquier otro tipo, articulaciones entre reparticiones públicas, armados y acuerdos políticos, subsidios, controles, etc., etc.
El Estado posnacional es un Estado raro. Siempre se hace difícil ubicarlo en una topología de lo social, y solemos recaer en topologías de tiempos nacionales. Tesis, entonces: el Estado posnacional funge como tercero, pero no como Otro. "Es un elemento importante, pero ya no fundamental, de las situaciones" (Ignacio Lewkowicz).
Vengo proponiendo que el Estado posnacional no solo redistribuye recursos económicos sino también sentidos, y que lo hace de maneras distintas a las del Estado-nación. Obviamente no son sentidos ideológicos, relativamente sólidos como los sentidos del Estado Nacional, pero sí son sentidos, aunque sean imaginales, aunque se reduzcan a un DNI o a una reminiscencia del Estado peronista. Pero el punto es que lo hace. La pregunta es cómo –la pregunta es por su especificidad histórica, pues nos dará una pista de la subjetividad que produce. Tesis, pues: lo hace creando una escena pública que no es central ni centralizadora.
El kirchnerismo viene mostrando eficacia electoral, eficacia gubernativa, fiscal, económica, consensual[3]eficacia también organizativa en lo que hace a la cohesión de sus filas y en lo que hace a la legitimación de la clase política, etc. y un largo etc. Por supuesto, cuando hablamos de eficacia, no hablamos de logros positivos, mucho menos de logros inmejorables, sino sencillamente de logros de objetivos tales que la gobernabilidad se sostiene y va consolidando un régimen político posnacional, es decir, que no se confunde, no del todo al menos, con los gobiernos kirchneristas. Sin embargo quiero detenerme en un punto que vaya a ser, tal vez, el más duradero luego de un eventual recambio del gobernante; aun en el caso en el que el gobernante deje de ser de las filas kirchneristas, que es el de la eficacia simbólica del régimen político kirchnerista.
Ahora, leyendo a Janine Puget, encuentro una manera más adecuada de pensar qué es redistribuir sentidos, que es algo así como: atribuir o retribuir, según cómo se lo mire, existencia. A quienes habían sido producidos como des-existentes,[4] como nadies en los términos de Galeano,[5] como desubjetivados en los de Ignacio Lewkowicz.
Puget define la crueldad como "la manifestación de la imposición de un acto, de un enunciado, de una idea a otro-sujeto que no está en condición de recibir (digerir, pensar, hacer), sea porque le excede en ese momento o porque el acto conlleva un imposible en cualquier momento, como una producción que excede la situación, acarreando una brusca destitución-expulsión de quienes ocupan la escena. La imposibilidad de digerir-pensar-hacer lo que otro transmite-hace-impone, despoja a otro humano […], de alguna de las cualidades que le posibilita ir siendo sujeto humano. El otro cruel desconoce […] las condiciones de posibilidad de quien es receptor del acto de crueldad".[6]
Así, crueldad es ignorar la capacidad de procesamiento simbólico del otro, es decir, ignorar, el emisor, la capacidad del receptor de atribuir sentido al acto o enunciado del emisor.
Puget agrega que la escena de crueldad es pública, visible y que allí se sustrae la humanidad del otro, esto es, "eso que podría hacer imposible" la escena misma (p. 131). Esta sustracción hace que el otro se convierta en un "des-existente". Esta des-existencia encuentra en Argentina dos ejemplos cruelmente macabros que la misma Puget convoca: el de la desaparición física de las personas y el de su desaparición laboral que, por extensión, es una desaparición social,[7] una pura presencia que nadie ve.
Ahora bien, esta sustracción de la humanidad del otro, hace que, en la escena en la cual la crueldad se da, sea imposible hablar de esa crueldad. Así, la experiencia de deshumanización queda privatizada; queda privatizada la sustracción misma de humanidad o existencia, esa que fue sustraída públicamente. La crueldad es una sustracción, y la crueldad de esta sustracción radica, entre otras cosas, en que la deshumanización que opera públicamente no puede ser hablada, procesada públicamente. Una escena humana deshumaniza e impide procesar la crueldad humanamente. "En consecuencia, la escena humana también queda destituida" ("La crueldad…", p. 130). Esta destitución de lo humano no queda para siempre así, pero "[…] luego ya no se va a tratar de recuperar humanidad, sino de adquirir una nueva, y ello requiere de otra escena y el reconocimiento de que en ella no se es el mismo que en la anterior. Desde esta otra escena se podrá hablar-testimoniar del acto cruel."
Me atrevo a decir que el reconocimiento de que no se es el mismo en la nueva escena que en la anterior no es absolutamente necesario y me quedo con la idea de que hablar la sustracción, testimoniar la crueldad, hablar la privatización crea una nueva escena pública donde lo privado, es decir, la humanidad antes cruelmente sustraída, se hace nuevamente pública. De modo tal que hace existir al des-existente o deshumanizado.
Tenemos entonces, esquematizando, tres momentos que podemos nombrar de distintas maneras:
Momento 1 | Momento 2 | Momento 3 |
Escena pública I >> | acto cruel | >> escena pública II |
Humanidad I >> | des-humanización | >> humanidad II |
Escena pública I >> crueldad pública >> | Sustracción de lo humano / privatización de la existencia | >> habla-testimonio/ escena pública II |
(En realidad, la ubicación del acto cruel es intermedia o doble: a la vez pertenece al primer momento tanto como al segundo, pues se da en la escena pública a la vez que la destituye tanto como sostiene la sustracción de la humanidad. Algo similar ocurre con la ubicación del habla-testimonio: instala la segunda escena pública tanto como participa de ella.)
Hasta aquí, un resumen de la tesis de Puget, más o menos fiel. Ahora, una apropiación con la siguiente secuencia:
Estado-Nación >> | Neoliberalismo y Dictadura/ ninguneo | acto de politización | reparación/ Estado posnacional |
1976/2001[8] | 1976-2001 | 2001 | 2002 en adelante[9] |
Estoy diciendo que la escena pública estatal posnacional es una escena donde se pueden hablar-testimoniar los actos de crueldad producidos en tiempos dictatoriales y neoliberales, esto es, en tiempos que agotaron la escena pública estatal-nacional o, incluso, la destituyeron, para usar el término de Puget.
De esta manera, podemos pensar el Estado posnacional como a un tercero que no es Otro, no es un Tercero, sino que es un tercero, como proponía en "No hay dos sin tres, el Estado en la fluidez". Así podemos pensar qué es lo público posnacional, a pesar de que no se trate de un público central y total.
La escena pública posnacional no es centro ni todo ni metaestructura; es esa escena donde se puede hablar de lo sustraído, de manera tal que el ninguneo, la deshumanización a la que habíamos sido sometidos en neoliberalismo y Dictadura aparecen reparados. El Estado posnacional, en este sentido, sería el que escucha el testimonio del acto cruel, y este escuchar es en sí mismo una escena diferente a la del Estado agotado, el Nacional, pero igualmente estatal, igualmente pública. No es pública porque sea estatal, es pública porque es socialmente visible. Sin embargo, esta visibilidad es la que restaura algún tipo de estatalidad a esa esfera política que había sido impugnada en 2001 por los "des-existidos".
Así queda más claro qué es eso de "redistribuir sentidos"; es producir una escena en la que el des-existido recupera una existencia que, aunque sea nueva, se aparece como aquella perdida, una escena de testimonio donde el el Estado funge como testigo (y no como Juez[10]y donde el desaparecido encuentra un reconocimiento y ve como restituida su humanidad, sin reconocer que ya se trata de una escena y una humanidad nuevas. Como esta escena pública posnacional no es ni central ni total, no deja sólidamente instituido al reconocido ni a la escena donde el reconocimiento se da y, por esto mismo, por dejar precario el reconocimiento, convierte al reconocido en alguien más dependiente de este Estado que habilita una escena pública.
Entonces, redistribución posnacional de sentidos es: •Un funcionamiento del Estado como testigo del ninguneo anterior, •una construcción pública de la escena testimonial, •una publicitación de la escena.[11] Estos fenómenos resultan en poner al tercero como reconocedor universal[12]de la humanidad de sus gobernados (incluyendo el reconocimiento de rasgos considerados rechazables o al menos accesorios para la humanidad propia de la escena pública anterior: la homosexualidad a todas luces, pero también los derechos de la mujer, el de muerte digna, alfabetización digital, jubilación, consumo, etc.).
Ahora bien, en la secuencia que propongo hay cuatro momentos y no tres. Aquí sigo yo y ya no estoy encontrando necesariamente asidero en Puget, aunque sí una vaga resonancia. La verdad es que para pasar del ninguneo neoliberal a la "reparación" estatal posnacional hizo falta un acto de politización del ninguneo, es decir, diciembre de 2001, es decir, la creación autónoma de escenas públicas. El Estado posnacional ningunea ese acto de politización, para presentarse como el único posible garante de una escena pública donde quedemos todos reconocidos, y aquí no importa si fuimos alguna vez desaparecidos, desempleados o familiares de ellos porque, en tiempos de globalización "lo humano es una cualidad que se puede perder" ("La crueldad…", p. 126). Así que el Estado posnacional afianza su predominio a través de un psicopateo, que es un enunciado implícito: "si yo no estoy, vos no existís".
Así es como el Estado posnacional, para operar su redistribución de sentidos, debe ningunear el acto de politización que obligó al Estado a dejar de ningunear. Este Estado posnacional, esta escena pública que monta, no instituye una esfera pública central, sino que más bien publicita universalmente una esfera publica que no instituye centralmente, lo cual es otra manera de arribar a esta idea de que el Estado posnacional es un Estado fluido, que astituye, que monta precariamente relaciones, subjetividad, interfaces, escenas desmontables y, por lo tanto, su reconocimiento también es una cualidad que se puede perder.
Con todo este desarrollo y este retome de la idea de crueldad, deshumanización y humanización que propone Puget se me aclara cómo puede ser que un Estado no sea sólido o, al menos, no produzca solidez en el sentido lewcowicziano del término y, sin embargo, pueda producir una escena pública, que un Estado sea otro con el que conversar, ante el cual humanizarse, y que no sea un Otro que me sostenga con sólidos pilares.
Esta escena pública posnacional está constituida por un interlocutor que, en palabras de Puget, hace de testigo del trauma y de la deshumanización operada en una escena pública anterior, tanto como se hace responsable de la nueva escena pública donde el testimonio puede decirse y oírse e, incluso, plasmarse materialmente en juicios, condenas, centros culturales, y otras prácticas. Esta escena pública no es un Estado Nacional, no es Otro, porque no hace centro, porque no hace todo ni metaestructura, pero también, (y no sé si esto es causa, consecuencia o simple correlación), porque no está en el centro. Sin duda está en el centro de la escena pública que construye, pero esta escena no es la única ni la principal ni la que tiene la clave del sentido de todas las demás y, de esta manera, no está en el centro de la producción social de escena pública
Lo propio de los tiempos fluidos posneoliberales o posnacionales, es decir, lo propio de la segunda fluidez, es que haya muchas escenas públicas, muchos productores de escena pública, como mínimo el mercado, Internet y los medios masivos de comunicación, pero también los colectivos autónomos, los nosotros que impiden que la producción de subjetividad queden monopolizados o hegemonizados y homogeneizados por el Estado.
Cada uno de los productores de escena pública que mencioné tiene sus propias dinámicas, sus propias lógicas: son heterólogos, aunque al mismo tiempo, unas lógicas y otras se van trasvasando o contagiando o capturando mutuamente, pero, a la vez, friccionando o, simplemente, marchando intactas, no siendo afectadas unas por las otras. En breve, no hay una forma estable, una legalidad que articule las diferentes producciones de escena pública.
El mismo Estado argentino acepta que no centraliza la producción social de escena pública y aspira a "observar", "entender", "coordinar", "seguir" las que se producen: por ejemplo, en la página que declara la "misión"[13] de la Secretaría de Derechos Humanos, se propone "Entender en la observación activa, el seguimiento y la denuncia de casos y situaciones relativos a los derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales, culturales, comunitarios y de incidencia colectiva, conjuntamente con los organismos nacionales, provinciales, municipales y organizaciones de la sociedad civil vinculados a esta temática." Algo similar aparece en la página[14]de la Secretaría de Derechos Humanos: "Coordinar acciones con organismos públicos y privados, internacionales, nacionales, provinciales y municipales…" (subrayados míos). Pero no deberíamos limitarnos a instituciones que lleven "derechos" en su denominación. El ministro de Educación, en una conferencia en Flacso, también dijo que el Ministerio se proponía relevar las experiencias educativas que se dan por fuera de las iniciativas ministeriales, incluso dentro de la educación pública –y no olvidemos que la escuela, en crisis y todo, sigue siendo una escena de lo público. Por su parte, en agosto pasado el gobierno de Entre Ríos "Entre Ríos creó una herramienta para escuchar a sus Emprendedores Culturales"[15] (otro extenso rubro prolífico en experiencias "clandestinas" autónomas tanto como lucrativas mercantiles).
En breve: como acepta que no precede, este Estado procede. Pero tampoco deberíamos limitarnos a las instituciones estatales del poder ejecutivo y sus declaraciones explícitas. Las escenas públicas se multiplican como hongos y no desde un centro.[16] El Estado posnacional argentino acepta que no centraliza la producción social de escena pública también cuando publicita que su carácter de Estado, cada vez que publicita la autoría estatal de determinados fenómenos sociales. Por ejemplo, la "vuelta" de la militancia, del trabajo, la construcción de un "capitalismo serio", etc. Es la publicidad de un Estado que había sido desconocido por los des-existentes y las escenas públicas que crearon en 2001-2002.
Una pregunta queda para seguir pensando: ¿Cómo se interfieren estas producciones, estas escenas? Por lo pronto hay que anotar que las filas kirchneristas incorporan movimientos autónomos; que los movimientos autónomos incorporan lógicas estatales; que los movimientos políticos incorporan lógicas mediáticas e, incluso, novedad más reciente aun, que el mercado incorpora motivos políticos.[17] Esta sobredeterminación constante entre lógicas que a veces se afectan, a veces marchan sin enterarse la una de la otra y que, cuando se afectan, lo hacen de manera imprevisible; estas relaciones de poder entre lógicas donde no se sabe cuál va a resultar victoriosa e impuesta, si es que alguna lo resulta alguna vez, es por sí misma un funcionamiento descentralizado, es decir, posnacional, es decir, no sólido. Es decir, una producción fluida social, es decir, un astitución.
Estoy reviendo Políticas del acontecimiento, de M. Lazzarato y me surge una pista prometedora. Distingue entre "todos distributivos" y "todos colectivos" o marxista-hegelianos. Mientras que estos son totalización de partes, los primeros, los de Tarde y Deleuze, son capturas de capturas, composiciones (y descomposiciones) de singulares que permanecen singulares, todos "no terminados". Tesis, pues: un estado posnacional es un megadispositivo de gestión de un todo no terminado.
El 10 de septiembre participé de una entrevista pública a Janine Puget en la Facultad de Psicología. Allí le sugerí que el Estado actual, al que llamo posnacional, es un Estado que ha logrado crear una nueva escena pública y una nueva humanidad, luego de los actos de crueldad dictatoriales y neoliberales, pero poniendo como la piedra de toque de necesidad de creación de una nueva escena pública, 2001.
Puget recogió de buen grado la sugerencia, pero diciendo algo así como que 2001 habría sido el súmmum de la desexistencia, de los efectos crueles es decir, deshumanizantes, desestabilizadores de los crueles actos neoliberales y dictatoriales. Es notorio hasta qué punto, con su redistribución de sentidos, el Estado posnacional ha logrado invisibilizar la toma de la palabra, la creación de escena pública que ha sido condición y piedra de toque de sus prácticas de redistribución de sentidos.
Es cierto que el año 2001 fue una sarta de crueles actos de privación de la existencia. Pero también es verdad que 2001 es nombre de actos de politización. Ese año, 2001, no fue solamente la culminación de las crisis neoliberales, algo así como una más de las crisis económico-políticas que el neoliberalismo, desde 1975, venía produciendo en el país (y que podríamos ubicar, crisis más, crisis menos en el 81-82, 89-90, 98-2002). Ese nombre, 2001, también fue el proceso subjetivo que obligó a que el país cambiara el patrón de acumulación capitalista y por lo tanto hizo que la de 2001 fuera la última crisis económico-política neoliberal, y lo fue porque obligó a inventar nuevas formas de gobernar, las cuales incluyen tanto un cambio en el patrón de acumulación como un cambio en la relación entre Estado y población, como un cambio en el rol significante del Estado, entre muchos otros.
El conjunto de los efectos de estos cambios puede llamarse Estado posnacional; cambios que, por supuesto, aún están en proceso (y este permanente-estar-en-proceso también es lo propio del Estado posnacional). Ahora nos estamos deteniendo en los procesos de cambio de su dimensión simbólico-subjetivante. En esta dimensión –y creo que en muchos sentidos esta fue la principal esfera de actividad de 2001– 2001 fue lo que podemos llamar, con López Petit o con Michel De Certeau, una toma de la palabra, o con Lazzarato, una creación de nuevas formas de expresión. Las asambleas, los piquetes, las fábricas recuperadas fueron prácticas de construcción de escena pública donde hablar el trauma causado por los actos crueles, donde desprivatizar ese trauma, donde hacerlo público y crear una nueva existencia, es decir, lo que en la secuencia de Janine Puget aparece como tercer momento no fue hecho por la instancia estatal, sino por las prácticas autónomas.
Este tercer momento de la secuencia, que es la creación, la invención, de una nueva escena pública y una nueva "humanidad" o subjetividad[18]que puede lanzarse a nuevas experiencias luego de la destitución operada en el momento cruel de la secuencia no fue hecha por el Estado, sino por las prácticas autónomas dosmiluneras. Lo que hizo luego el Estado posnacional, en su etapa nestoriana, es recoger la palabra tomada, completarla y unificarla al menos imaginalmente y redistribuirla. Es que las prácticas autónomas dosmiluneras tenían dos dificultades que, hasta donde entiendo, suelen tener todas las prácticas autónomas, como son su provisoriedad y su carácter fragmentario. Dos debilidades que un Estado, aunque sea posnacional, puede suplir satisfactoriamente, al precio, por supuesto, de desconocer la fortaleza de una práctica autónoma, que prescinde de él (o lo aprovecha tácticamente) para su estrategia, que es potenciar, producir, inventar lo común, producir, inventar subjetividad.
Tendremos que pensar cómo ir más allá de que el Estado quede siempre como dominador y descalifique cruelmente lo que López Petit llama espacios de anonimato y yo suelo llamar los nosotros. Más allá de esa privación de existencia –esa privación de carácter público– que la revista Barcelona n° 263 plasma tan bien con su ironía llamándolos, con impostación tal vez kirchnerista, "egoístas de mierda".
Vamos a llamar al ciudadano posnacional, que no es un ciudadano en sentido clásico, simplemente vecino (un poco aprovechando que así es como lo llama Macri y el periodismo y seguramente recibiendo inspiración del libro del colectivo del colectivo Hacer ciudad que se llama Vecinocracia). Estamos tratando de pensar cómo el Estado posnacional, cómo el régimen kirchnerista logra la individuación de su población tanto en la dimensión puramente económica de cada yo, esto es en la dimensión consumidora de cada yo, como en la dimensión "político-social" de cada yo, esto es la dimensión vecinal. Tomado como consumidor, cada yo viene encontrando que el Estado puede asegurar su satisfacción de sus "necesidades" de consumo y apetencias de consumo vía subsidios, vía gestión de precios tipo Secretaría de comercio, cuotas a la importación, exportación, aranceles, retenciones, etc.
Tomado en su dimensión político-social cada yo encuentra que la satisfacción de sus "necesidades y vulnerabilidades", también puede ser hecha por el Estado y por los reconocimientos que el Estado hace de esa dimensión del yo como víctima; digámoslo así: al yo político-social posnacional lo victimiza y se propone como su protector reparador, al yo económico posnacional, no necesita "consumidorizarlo" sino que ya es un consumidor y solo necesita asegurar que el mercado lo satisfaga facilitando un flujo más diseminado, más expandido del dinero que en tiempos de los "90 (estos son los que se llaman inclusión).
Por una vía o por otra el Estado posnacional, el régimen kirchnerista viene logrando erigir al Estado como el satisfactor universal evitando, en los primeros periodos kirchneristas al menos, el ajuste y la represión abierta de los movimientos sociales dándole, en resumen, a cada yo, una vida yoica que defender, que preservar, que conservar. Esa vida a conservar es la que hace que nos miremos el pupo y para arriba complementariamente y no miremos para el costado abridora y desbordantemente.
Escena pública posnacional y existencia consumista personal se complementan.
No se trata, por supuesto, de pedirle al Estado que reconozca una escena pública que lo impugnaba. Nueva tesis, pues: toda escena pública, todo reconocimiento, requiere de un cierto ninguneo. Reconocer una dimensión requiere desconocer otra.
Ahora bien, toda subjetividad requiere de una mirada-sostén. Problema, pues, para la subjetivación autónoma: ¿cómo organizar su consistencia autónomamente de la mirada estatal? ¿podremos sostenernos mirándonos? ¿podrá una escena pública autónoma sostenerse en un régimen de visibilidad distinto del mercantil y del estatal?
Autor:
Pablo Hupert
III Congreso de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares "Interrogando experiencias"
Buenos Aires, 1, 2 y 3 de noviembre de 2012
Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupos
Panel "Argentina hoy: transformaciones sociohistóricas ¿nuevos imaginarios"
[1] Aclaración necesaria. El decurso histórico nos recomienda distinguir entre Estado técnico-administrativo y Estado posnacional. Si bien Ignacio Lewkowicz los consideraba sinónimos, en sus textos “posnacional” toma más bien un cariz de negación de lo nacional que de presentación de otra positividad, de una forma estatal por derecho propio. En este sentido, en El Estado posnacional y en “No hay dos sin tres. El Estado en la fluidez” (www.pablohupert.com.ar/index.php/no-hay-dos-sin-tres-el-estado-en-la-fluidez/), argumento que, a diferencia del Estado técnico-administrativo, forma raquítica del Estado-nación que desestimaba la tramitación de tramas y sentidos sociales, el Estado actual incorpora la lección de 2001 y la considera ineludible. Con la noción de escena pública posnacional propongo alguna hipótesis sobre la forma posnacional de proceder con tramas y sentidos sociales y hasta producirlas.
[2] Desarrollamos “imaginal” en El bienestar en la cultura y otras composiciones precarias. Sondeos en la segunda fluidez, Buenos Aires: Pie de los hechos, 2012. Se puede ver http://www.pablohupert.com.ar/index.php/la-imaginalizacion-como-recurso-de-gobernabilidad-post-2001/.
[3] Esta eficacia no se limita a lo electoral, sino también a la capacidad de generar un consenso en la opinión pública a través de recursos extra electorales (fuera de las elecciones) como los mediáticos, la tergiversación, a veces, simple engaño, a veces la construcción de discurso sincero, lo cual no quiere decir verdadero, sino simplemente que no engañan deliberadamente, etc.
[4] “En casos de extrema violencia, un sujeto o conjunto puede quedar reducido a un estado de pura-presencia por lo cual es mirado sin ser visto: es testimonio mudo en espera de un testigo. El concepto de ‘pura presencia’ me fue sugerido a partir del de ‘nuda-vida’ propuesto por Agamben” (Puget, “Sujetos destituidos en la sociedad actual. Testimonio mudo del des-existente”, Página/12, 26/4/01).
[5] “Los nadies: los ningunos, los ninguneados…” (http://blogs.20minutos.es/ poesia/2009/09/25/los-nadies-eduardo-galeano-1940/).
[6] “La crueldad y algo más”, en Asistencia y condiciones de existencia en la Argentina actual. Revista de la AAPPG, Buenos Aires, setiembre de 2002, pp. 129-30. Subrayados en el original.
[7] “El desaparecido y el des-existente tienen en común la exclusión de un dado contexto mediante métodos violentos, aunque los respectivos espacios de exclusión difieren fundamentalmente” (“Sujetos destituidos…”).
[8] El Estado-nación tiene varios finales, varias “cesaciones”, y no una: el golpe del 76, el mundial 78, la guerra de Malvinas, el menemismo, 2001. 2001 es, además, de una cesación objetiva, el nombre del movimiento subjetivo que lo agotó. (La diferenciación entre cesar y agotar la trabaja Ignacio Lewkowicz en Sucesos Argentinos, Paidós, Buenos Aires, 2002.)
[9] Por supuesto, tiene varios comienzos, algunos anteriores incluso a 2001, pero termina de tomar forma con, por el lado económico, la salida del patrón de valorización financiera y, por el lado político, la articulación de lo que Basualdo llama “transformismo político” de los ’90 con la gestión como modo de gobierno de los colectivos infrapolíticos (ver P. Hupert, El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo, Pie de los hechos, Buenos Aires, 2011).
[10] Un Juez no pide perdón, como pidió el Estado argentino a través de Néstor en 2004. Si lo hace, ese solo acto lo hace mutar de Juez en parte –pero, si lo hizo, es porque ya había devenido parte, y necesitaba pedir perdón para ser reconocido socialmente como Estado. Por supuesto, una parte social puede elevarse por sobre el resto (en nuestro país ocurrió en un largo proceso que comenzó no después de 1852 y terminó en 1880), y en gran medida esa elevación del aparato del Estado por sobre la sociedad es lo que vienen reinventando los gobiernos kirchneristas y, como señala O. Guerra en anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2012/06/que-mas-queres.html, es lo que viene intentando consumar Cristina desde su reelección (en un proceso que Agustín Valle explica como de imposición de autoridad). Aun así, elevación de una parte no significa necesariamente nacionalización del Estado, la sociedad, la economía, la subjetividad, lo política (entre otras cosas, no significa ni solidificación, ni centralización y totalización).
[11] “Publicitación” no figura en el diccionario, pero creo que es claro que significa “acción de publicitar”, que es muy distinta de la acción de publicar representada en el tradicional y sólido “archívese y promúlguese” de tiempos nacionales.
[12] Esta universalidad es mediáticamente obtenida, por transversalidad reticular y no por totalización estructural.
[13] www.jus.gob.ar/el-ministerio/mision/secretaria-de-derechos-humanos.aspx; visitado el 2/10/12.
[14] www.sdh.gba.gov.ar/institucional/mision.php; visitado el 2/10/12.
[15] http://www.pjdigital.org/2012/08/14/6424/#more-6424.
[16] Para un intento de caracterización del “sistema” educativo posnacional, sugiero “Escuela e implicación subjetiva. Una relación en cuestión”, en www.pablohupert.com.ar/2012/08/escuela-e-implicacion-subjetiva-una-relacion-en-cuestion.
[17] Me refiero a los lugares de comida rápida llamados Nac & Pop, al restaurant de Palermo Hollywood llamado Perón Perón, y así por el estilo; pero también a un plan de venta de automóviles que lanzó Peugeot, llamado “Plan Nacional Automóviles para Todos”.
[18] Prefiero llamar subjetividad a eso que Janine Puget llama humanidad: una cierta forma histórica de enculturar al animal humano, una forma histórico-social de configurar la materia humana –una forma de darle forma.