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Los sonidos del barroco


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

  1. Introducción
  2. Del Cisma de la Iglesia al Barroco
  3. La fiesta
  4. Gian Lorenzo Bernini
  5. Palabras finales
  6. Bibliografía

Introducción

En el trascurso de los siglos XVI y XVII, se desarrollaba un fenómeno que había surgido en la Edad Media y que con el paso del tiempo cobraría más y más fuerza hasta culminar en el s. XVII, declinando luego hasta extinguirse en la segunda mitad del s. XVIII que sería escenario de la Revolución Francesa. Era el fenómeno de la fiesta, todo un núcleo temático, íntimamente vinculado al absolutismo monárquico. De su seno surgiría la ópera, superlativo exponente musical barroco, que será analizado en este trabajo, no sin antes considerar el marco histórico del período y el concomitante desarrollo de las artes visuales, especialmente de la escultura, hacer un breve análisis de las filosofías estéticas que acompañaron dicho desarrollo, para luego empalmar la ópera, arte total, con la plástica de Bernini (1598-1680), arte total también, que sintetiza todas las artes visuales de este período, constituyéndose en el exponente artístico más fecundo y acabado del catolicismo del s. XVII.

La Música es un tema apenas tocado por los historiadores del arte por ser, junto con el teatro, un arte efímero, que fue también muy favorecido en esta etapa. Pero especialmente la música de esta época merece atención porque los compositores, desde Palestrina (1526-1594) hasta Mozart (1756-1791) descubrieron y solucionaron casi todos los problemas necesarios para llegar a la concepción que de ella tenemos hoy[1]Su tratamiento exhaustivo harto excedería los límites de este trabajo que sólo tiene el formato de un informe de pasaje de curso sobre el arte barroco occidental. No obstante, lo acotaré al análisis de la ópera.

Paralelamente al curso, netamente volcado a las artes visuales, quise saber sobre la historia de ese aspecto sonoro del arte, y descubrí una realidad fascinante y conmovedora al encontrarme ante la labor, paciente e incesante de innumerables trabajadores que en su afán por sorprender, llegaban aún sin darse cuenta a altísimos niveles de creación y que en muchos casos no recibieron el debido reconocimiento de sus contemporáneos.

El sentido de la vista por ser el más eficiente para contar historias y trasmitir mensajes, acaparaba las mayores atenciones en una época en la que la ostentación visual por el afán de poder lo dominaba todo. Así, el genio de Bach, Vivaldi, Mozart, por citar algunos, pasó inadvertido, descubriéndose la magnitud de su arte recién a fines del siglo XIX y principios del XX.

En efecto, la vista acaparaba las mayores atenciones, y en ningún otro período se produjo un mayor volumen de Pintura. Las razones de esta gran producción pueden encontrarse sobre tres bases: una, que la Iglesia romana empleó numerosos pintores barrocos en Italia, Francia, Austria y España para exponer de manera sugestiva los dogmas esenciales de la Contrarreforma. Otra, que la monarquía, cabeza de las recién creadas naciones, emplearon escuelas enteras o academias de pintores para embellecer sus palacios y popularizar sus victorias. Por último, la burguesía en las grandes ciudades de Holanda, Flandes, Inglaterra y Alemania, inclinada a emular a los nobles y las burguesías más antiguas de las ciudades italianas, depositó gran confianza en los maestros locales. El dinero para costear tan inmenso volumen de producción procedía de la mina de oro de la recién descubierta América.

Pero muchos grandes pintores también habían sido músicos, como Leonardo, que era conocido en este sentido, y que entre sus múltiples inventos había hecho una flauta que llevó de regalo a Ludovico Sforza cuando abandonara Florencia para marcharse a Milán a sus veintinueve años. Su virtuosismo como intérprete musical se manifestaba en la "lira da braccio", un instrumento de cuerda con arco que contaba con dos cuerdas abiertas de sonido continuo y su contribución al repertorio de la interpretación con instrumentos de viento fue esa preciosa "flauta glisando", cuyo sonido comparaba con la continua modulación de la voz humana. Para Leonardo había tanto un "sfumato" en el terreno auditivo como en el visual.

La música ejerció una poderosa influencia sobre el temperamento de pintores, arquitectos y escultores, y tal influencia puede ser comprobada incluso en los trazados de jardines, con sus musicales surtidores y sus órganos de agua, o en las plazas con fuentes de Bernini a las que dotaba de diferentes intensidades como en la Barcaccia donde sólo es un gorgoteo o en la Fontana dei fiumi, que es una exaltación del agua y el volumen de los vertederos es mucho mayor con el consiguiente vigor sonoro.

En el período barroco el hombre intentó por primera vez prestar a la fluencia de sonidos una forma definida sujeta a estrictas leyes académicas basadas en las que antaño dictara Aristóteles para el drama.

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