- Objetivos de desarrollo del milenio
- Salud materna, situación actual
- Tendencias
- Principales causas
- Bibliografía
Objetivos de desarrollo del milenio
INFORME DE 2013
Objetivo 5
Mejorar la salud materna
META 5.A Reducir, entre 1990 y 2015, la tasa de mortalidad materna en tres cuartas partes
A pesar de que la tasa de mortalidad materna ha disminuido en un 47% durante el transcurso de estos últimos 20 años uno de los objetivos planteados por la organización mundial de la salud para mejorar la salud materna es disminuir hasta el 2015 la tasa de mortalidad un 75% de mujeres en estado de gestación y al momento del nacimiento. Dado a que casi 50 millones de niños en todo el mundo nacen aun un pleno siglo XXI sin atención especializada en el parto.
La mortalidad materna es inaceptablemente alta. Cada día mueren en todo el mundo unas 1000 mujeres por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto. La mayoría de las muertes maternas son evitables. Las soluciones sanitarias para prevenir o tratar las complicaciones son bien conocidas. Todas las mujeres necesitan acceso a la atención prenatal durante la gestación, a la atención especializada durante el parto, y a la atención y apoyo en las primeras semanas tras el parto.
Salud materna, situación actual
Desde 1990, la estimación del número de muertes maternas que se producen anualmente en todo el mundo supera la cifra de 500.000. Si bien el número de muertes de menores de cinco años ha disminuido de forma constante desde aproximadamente 13 millones en 1990 a 9,2 millones en 2007 la cifra de muertes maternas continúa siendo persistentemente elevada. Los progresos alcanzados en relación con la primera meta del Objetivo de Desarrollo del Milenio, consistente en reducir la tasa de mortalidad materna de 1990 en tres cuartas partes para 2015, han sido limitados; y en lo que se refiere a la disminución de las tasas de mortalidad materna en África subsahariana, han sido prácticamente inexistentes. Las tasas de mortalidad materna son un barómetro fiable de la eficacia de los sistemas sanitarios, que en numerosos países con niveles de renta bajos adolecen de deficiencias en la capacidad administrativa, técnica y logística, de inversiones financieras inapropiadas y de una falta de personal sanitario adecuado. La ampliación de intervenciones clave como por ejemplo la práctica de pruebas prenatales de detección del VIH, el incremento del número de partos con asistencia de personal sanitario especializado y el acceso a una atención obstétrica de emergencia cuando se precise podrían reducir las muertes maternas y neonatales de forma drástica. Mejorar el acceso de las mujeres a la planificación familiar, a una nutrición adecuada y a una atención sanitaria asequible podrían contribuir a una disminución de los índices de mortalidad aún mayor.
El que se hayan registrado pocos avances en el ámbito de la salud materna tipificada por el riesgo de muerte o discapacidad por causas relacionadas con el embarazo y el parto es el resultado de numerosas causas subyacentes. La principal de ellas quizás tiene que ver con la posición de desventaja en que se hallan las mujeres en diversos países y culturas y en la falta de atención y respeto a los derechos de la mujer. La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de 1979, actualmente ratificada por 185 países, exige a sus signatarios "eliminar la discriminación contra la mujer en otras esferas de la vida económica y social a fin de asegurar, en condiciones de igualdad de hombres y mujeres, el acceso a servicios de atención médica, inclusive los que se refieren a la planificación de la familia".
Asimismo estipula que "garantizarán a la mujer servicios apropiados en relación con el embarazo, el parto y el período posterior al parto, proporcionando servicios gratuitos cuando fuere necesario, y le asegurarán una nutrición adecuada durante el embarazo y la lactancia".
Las pruebas existentes sugieren que numerosos países no están cumpliendo con estos compromisos. La mejora de la salud de la mujer es fundamental para que se respeten los derechos de las mujeres y las niñas proclamadas en la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer y en la Convención sobre los Derechos del Niño, así como para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Además de alcanzar el ODM 5, la mejora de la salud de la reproducción y materna y de los servicios relacionados con ella contribuirá también de forma directa a alcanzar el ODM 4, reducir el índice de mortalidad de menores de cinco años en dos terceras partes entre 1990 y 2015.
La mejora de la alimentación materna favorecerá al mismo tiempo el logro del Objetivo de Desarrollo del Milenio, la erradicación de la pobreza extrema y el hambre para 2015. La desnutrición es un proceso que con frecuencia da comienzo en el útero y que, en particular en el caso de las niñas y las mujeres, puede durar toda la vida: una niña que padece retraso en el crecimiento, probablemente lo padecerá también en la adolescencia y en la edad adulta. Además de suponer un riesgo para su propia salud y productividad, una nutrición precaria, que acarrea retraso en el crecimiento y un peso inferior al normal, aumenta las probabilidades de la mujer de padecer problemas durante el embarazo y el parto. Además, las madres que sufren desnutrición corren un mayor riesgo de dar a luz bebés con un peso inferior al normal, una anomalía que incrementa de forma importante el riesgo de muerte del bebé.
Disminuir el riesgo de la mortalidad y morbilidad materna mejora directamente la probabilidad de supervivencia del niño o niña. Los estudios demuestran que en los países en desarrollo, los bebés cuyas madres mueren durante las seis primeras semanas después del parto tienen muchas más probabilidades de morir durante los dos primeros años de vida que los bebés cuyas madres sobreviven.
Las estimaciones interinstitucionales más recientes de las Naciones Unidas sugieren que en 2005 murieron 536.000 mujeres por causas relacionadas con el embarazo y el parto. No obstante, puede que esta cifra no se corresponda con la realidad, dado que medir la mortalidad materna es una tarea compleja y en muchos países en desarrollo los datos que se precisan no se registran de forma sistemática. Más allá de estimar el número de muertes maternas, determinar y registrar las causas de la muerte supone un proceso complejo.
Para poder establecer de forma concluyente que una muerte guarda relación con el embarazo o el parto, es necesario que se haya consignado con precisión tanto la causa de mortalidad como el estado del embarazo y el momento de la muerte en relación con el embarazo. Los sistemas de registro de datos estadísticos de los países industrializados no suelen tener este grado de precisión, y es muy común que los países en desarrollo carezcan de ellos por completo, sobre todo los más pobres.
Durante las dos últimas décadas se han realizado esfuerzos continuos para mejorar la recogida de datos sobre mortalidad materna, en los que inicialmente participaron la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP), y a los que después se unió el Banco Mundial. Esta colaboración interinstitucional permite aunar recursos y analizar metodologías con el fin de lograr estimaciones más precisas y completas de la mortalidad materna. Las cifras correspondientes a 2005 son las más exactas que existen por el momento y las únicas en las que las tendencias de la mortalidad materna han sido calculadas mediante un procedimiento interinstitucional.
En los últimos años, la comunidad investigadora ha creado nuevas metodologías para calcular el estado de la salud y la mortalidad materna y neonatal y las necesidades de servicios. Los esfuerzos continúan, contribuyendo al proceso que permite llegar a unas estimaciones más precisas y completas de la mortalidad y la morbilidad materna. A su vez, la mayor precisión de los datos y de los análisis relativos a la situación de la salud y los sistemas sanitarios contribuyen a mejorar las estrategias y los marcos de actuación, los programas, políticas y alianzas en especial los que favorecen la incorporación de la problemática de género cuyo cometido es mejorar la salud materna y neonatal.
Causas directas
Las causas de la muerte materna y neonatal, así como los periodos en que suelen suceder, son bien conocidos. Las muertes maternas ocurren en su mayor parte entre el tercer trimestre y la primera semana después del nacimiento (a excepción de las muertes por complicaciones derivadas de la práctica de abortos). Los estudios revelan que el riesgo de mortalidad de las madres es particularmente alto durante los dos primeros días después del alumbramiento. La mayoría de las muertes maternas tienen que ver con complicaciones obstétricas entre ellas las hemorragias postparto, las infecciones, la eclampsia, las obstrucciones durante el parto o el parto prolongado y con la práctica de abortos.
Causas indirectas
Muchos de los factores que contribuyen a aumentar el riesgo de muerte de las madres no se dan exclusivamente durante el embarazo, sino que pueden ser afecciones agravadas por el embarazo y el parto. En cualquier caso, analizar las causas indirectas de las muertes maternas contribuye a determinar el tipo de estrategia y las intervenciones más adecuadas para fomentar la salud materna e infantil.
La colaboración entre programas concebidos en respuesta a afecciones concretas como los destinados a abordar el paludismo o el SIDA y las iniciativas de salud materna, constituyen a menudo los medios más efectivos de enfrentar algunas de estas causas indirectas, en especial las que son fácilmente prevenibles o tratables, como la anemia. La anemia materna afecta a casi la mitad de todas las mujeres embarazadas.
Las adolescentes embarazadas tienen más propensión que las mujeres de más edad a padecer anemia, y a menudo reciben menos cuidados. Las enfermedades infecciosas tales como el paludismo que afecta a cerca de 50 millones de mujeres embarazadas que cada año viven en países endémicos del paludismo, así como los parásitos intestinales y una alimentación de mala calidad pueden exacerbar la anemia; todos estos factores aumentan el riesgo de muerte materna. La anemia grave contribuye al riesgo de mortalidad en casos de hemorragia.
La anemia es una afección fácil de tratar administrando suplementos de hierro a través de los programas de salud materna. No obstante, en algunos países este tipo de intervención sigue siendo limitada, tanto en términos de cobertura como de eficacia, debido casi siempre a la falta de acceso a una atención sanitaria básica y, de forma más específica, a la carencia de una atención y un apoyo prenatal de calidad.
La deficiencia de yodo durante el embarazo se asocia a una mayor incidencia de partos mortinatos, de abortos espontáneos y de anormalidades congénitas. Estos riesgos pueden atenuarse y prevenirse asegurándose de que la madre posea un nivel óptimo de yodo en la sangre antes o durante el embarazo. La yodación universal de la sal y, en algunos casos, la administración de suplementos de yodo, son esenciales para garantizar un aporte óptimo de yodo durante el embarazo y la infancia.
El paludismo representa otra amenaza mortal para las madres y sus bebés. En las zonas endémicas de paludismo, esta enfermedad es causante de cerca de una cuarta parte de los casos de anemia materna aguda, aumenta el riesgo de partos mortinatos y de abortos espontáneos e incide en el bajo peso al nacer y en las muertes neonatales. La prevención del paludismo mediante el empleo de mosquiteros tratados con insecticida es, pues, fundamental a la hora de mitigar los efectos de esta enfermedad en las mujeres embarazadas y los recién nacidos. En África subsahariana, además, el tratamiento preventivo intermitente del paludismo en las mujeres embarazadas durante el segundo y el tercer trimestre de la gestación se emplea cada vez más para prevenir la anemia y el paludismo en la placenta.
Resulta difícil valorar la incidencia del VIH y el SIDA en las muertes maternas debido a que, pese a la expansión de programas orientados a prevenir la transmisión materno-infantil del VIH, en el caso de muchas mujeres embarazadas aún no se sabe con certeza si han contraído el virus. El embarazo y el VIH pueden interactuar de distintas maneras. El virus puede aumentar el riesgo de padecer complicaciones obstétricas como hemorragias, sepsis y complicaciones derivadas de la cesárea. A su vez, el embarazo puede exacerbar el riesgo de padecer enfermedades relacionadas con el VIH, como la anemia y la tuberculosis, o acelerar la evolución del VIH.
Los resultados de las investigaciones actuales son indicativos más que concluyentes, de modo que es preciso investigar más a fondo a fin de determinar el grado exacto de causalidad en ambos sentidos. Se cree que en los países que presentan una elevada prevalencia del VIH, la epidemia del SIDA ha podido revertir los avances previos logrados en materia de mortalidad materna.
Si bien las consecuencias de la infección conjunta por VIH y el parásito del paludismo no se conocen con exactitud, las pruebas disponibles sugieren que estas dos infecciones actúan sinérgicamente, con resultados adversos. Pruebas recientes sugieren que las mujeres con VIH que padecen paludismo en la placenta tienen más probabilidades de tener bebés con un peso inferior al normal. Los estudios revelan asimismo que los bebés que nacen con un peso inferior al normal son más susceptibles a contraer el VIH como resultado de la transmisión materno-infantil del virus que los que nacen con un peso normal. El tratamiento antirretroviral para las mujeres, niños y niñas con VIH puede disminuir aún más el riesgo de contraer paludismo.
Por cada mujer que muere de complicaciones relacionadas con el embarazo, cerca de 20 más lo que supone aproximadamente 10 millones de mujeres cada año padecen lesiones, infecciones y discapacidades. Entre los trastornos más penosos figura la fístula obstétrica, que se produce como consecuencia de los daños ocasionados en el tejido del canal del parto por la presión continua que ejerce la cabeza del bebé en los partos problemáticos y prolongados. En el periodo que sigue al alumbramiento se forman agujeros por los que se filtran fluidos de la vejiga o del recto a la vagina. La fístula es fácil de tratar por profesionales sanitarios que cuenten con los conocimientos quirúrgicos adecuados y, sin embargo, muchas de las 75.000 mujeres que se calcula que cada año padecen esta afección jamás reciben tratamiento.
Otra afección debilitante es el prolapso uterino, que ocurre cuando los músculos, los ligamentos y el tejido que sustentan la cavidad pélvica se relajan haciendo que el útero se desplace hacia el canal vaginal. Tres de las consecuencias del prolapso son la movilidad limitada, el dolor de espalda crónico y la incontinencia urinaria. Entre los factores que pueden causar el prolapso figuran los partos prolongados, las dificultades en el alumbramiento, los embarazos frecuentes, una atención obstétrica inadecuada y el trabajo físico demasiado gravoso. Otras causas de morbilidad materna son la anemia, la infertilidad, las infecciones crónicas y la depresión, todas las cuales pueden resultar en problemas domésticos como el maltrato físico y psicológico, la disolución del hogar y la exclusión social.
Los niños sanos necesitan madres sanas. Cada minuto muere una mujer debido a complicaciones derivadas del parto alrededor de 529.000 todos los años- y la gran mayoría son de países en desarrollo.
Una de cada seis mujeres en África subsahariana tiene más probabilidades de morir durante el embarazo o el parto, en comparación con 1 de cada 4.000 en los países industrializados, la mayor diferencia entre países ricos y pobres en cualquiera de los indicadores de salud.
Esta enorme disparidad está reflejada en varias declaraciones y resoluciones mundiales. En septiembre de 2001, 147 jefes de estado apoyaron colectivamente los Objetivos de Desarrollo del Milenio 4 y 5: reducir la tasa de mortalidad infantil en dos terceras partes y la tasa de mortalidad derivada de la maternidad en tres cuartas partes entre 1990 y 2015. Firmemente vinculado a estos objetivos se encuentra el 6: detener y comenzar a reducir la propagación del VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
Las causas directas de la mortalidad derivada de la maternidad son la hemorragia, las infecciones, el parto obstruido, los trastornos hipertensivos del embarazo y las complicaciones derivadas de los abortos realizados en condiciones peligrosas. Hay discapacidades relacionadas con el nacimiento que afectan a muchas más mujeres y no reciben tratamiento, como las lesiones de los músculos de la pelvis, de otros órganos o de la médula espinal.
Otro riesgo que sufren las mujeres embarazadas es el paludismo. Puede conducir a la anemia, que aumenta el riesgo de mortalidad infantil y derivada de la maternidad y genera problemas para el desarrollo de los recién nacidos. Las carencias nutricionales contribuyen también al bajo peso y a la existencia de defectos de nacimiento.
La infección por VIH es una amenaza cada vez mayor. La transmisión de madre a hijo del VIH en entornos de escasos recursos, especialmente en aquellos países donde la infección entre los adultos sigue aumentando o se ha estabilizado a niveles muy elevados, sigue siendo un importante problema, ya que hasta un 45% de las madres VIH-positivas trasmiten la infección a sus hijos. Además, el VIH se ha convertido en la principal causa de mortalidad derivada de la maternidad en países muy afectados como Sudáfrica.
Una gran mayoría de estas muertes y discapacidades se pueden prevenir, ya que sobre todo se deben a una atención insuficiente durante el embarazo y el parto. Alrededor del 15% de los embarazos y de los partos necesitan atención obstétrica de emergencia debido a complicaciones que resulta difícil predecir.
El acceso a la atención especializada durante el embarazo, el parto y el primer mes después del nacimiento es fundamental para salvar las vidas de estas mujeres, y las de sus hijos.
UNICEF responde mediante:
Ayudar a mejorar la atención obstétrica de emergencia.
Casi la mitad de los nacimientos en los países en desarrollo se llevan a cabo sin la presencia de un agente obstétrico capacitado. Esta tasa aumenta un 65% en Asia meridional.
Las investigaciones indican que la intervención individual más importante para una maternidad sin riesgo es asegurar la presencia en todos los partos de un agente capacitado con aptitudes obstétricas, que haya disponibles medios de transporte para llevar al paciente a un centro de salud, y que haya disponible atención obstétrica de emergencia. En los países donde hay tasas elevadas de mortalidad derivada de la maternidad, UNICEF trabaja con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros aliados en funciones de apoyo bien definidas que forman parte de una nueva alianza mundial en favor de la salud de la madre, el recién nacido y el niño de corta edad.
UNICEF trabaja también con encargados de formular políticas para asegurar que la atención obstétrica de emergencia sea una prioridad en los planes nacionales de salud, como los documentos de estrategia de reducción de la pobreza y los enfoques multisectoriales, y presta asistencia a sus aliados y a los gobiernos con evaluaciones, capacitación y logística.
Sentar las bases de una buena atención prenatal. Treinta de cada 100 mujeres de 15 a 40 años no reciben atención prenatal en todo el mundo, 46 en Asia meridional y 34 en África subsahariana. Los resultados de este problema incluyen trastornos hipertensivos del embarazo que pueden provocar enfermedades y la muerte, o casos de desnutrición o subnutrición que pasan desapercibidos. La anemia por carencia de hierro entre las mujeres embarazadas está relacionada con la muerte de 111.000 mujeres todos los años. Alrededor de un 17% de los recién nacidos en los países en desarrollo registraron bajo peso en 2003; estos bebés tienen 20 veces más probabilidades de morir en sus primeros años de vida.
Mediante la promoción, la asistencia técnica y la financiación, UNICEF ayuda a las comunidades a prestar información a las mujeres y a sus familias sobre los síntomas que presentan las complicaciones del embarazo, el espaciamiento de los nacimientos, cuestiones de nutrición y salud, y la mejora de la situación nutricional de las mujeres embarazadas para evitar el bajo peso al nacer y otros problemas.
Un programa comunitario integral promueve y ayuda también a distribuir terapias antipalúdicas y mosquiteros tratados con insecticidas. El tétanos, una enfermedad bacteriana que es el resultado de prácticas antihigiénicas y peligrosas durante el parto, costó la vida de 200.000 recién nacidos y 30.000 madres sólo en 2001. Además de adquirir y administrar vacunaciones antitetánicas para las mujeres embarazadas, UNICEF distribuye micronutrientes para reducir la anemia y los defectos del nacimiento, y contribuye a que cada vez haya más madres y recién nacidos sanos.
Ayudar a evitar la transmisión del VIH de madre a hijo.
Desde 1998, UNICEF, en nombre de otros aliados de las Naciones Unidas, ha prestado apoyo a los países mediante programas para la prevención de la transmisión de madre a hijo dentro de los centros de maternidad y atención infantil existentes en entornos con escasos recursos. Esto incluye la promoción para la distribución de antirretrovirales a las mujeres jóvenes y a los progenitores con VIH/SIDA como parte del apoyo de UNICEF a la "Iniciativa 3 para 5", un programa conjunto con la Organización Mundial de la Salud que trata de asegurar que 3 millones de personas tengan acceso al tratamiento antirretroviral para finales de 2005.
Los servicios podrían incluir consejería y pruebas de detección voluntarias y confidenciales relacionadas con el VIH/SIDA. Si una mujer embarazada tiene el virus o padece SIDA, recibe orientación sobre cómo evitar la transmisión de la enfermedad a su hijo, incluso mediante prácticas de lactancia materna sin riesgo.
Matricular a las niñas en la escuela.
Ayudar a los gobiernos a proporcionar educación escolar primaria de alta calidad, una prioridad de UNICEF, beneficia también la salud de la madre y del recién nacido, especialmente la educación de las niñas. Educar a las niñas durante seis años o más mejora drástica y uniformemente su atención prenatal y posnatal, y las tasas de supervivencia infantil. Las madres que han recibido una educación tienen una mayor autoestima, hay más probabilidades de que eviten la infección por VIH, la violencia y la explotación, y que difundan buenas prácticas de salud y saneamiento a sus familias y comunidades.
Progresos
Las pruebas que disponemos indican que, aparte de África subsahariana, la atención obstétrica ha mejorado considerablemente en todas las regiones, aunque no todos los países presentan la misma igualdad en los avances. Solamente un 17% de los países están bien encaminados para cumplir sus objetivos.
En los países en desarrollo en su conjunto, el porcentaje de nacimientos en los que participa un profesional de la salud capacitado ha aumentado en más de una cuarta parte, es decir de un 42% a un 53% en más de una década. Desde 1990 a 2000, el porcentaje de nacimientos en los que participa un profesional médico en Asia aumentó un 35%. Desafortunadamente, en África subsahariana, donde la mortalidad derivada de la maternidad es más elevada, los niveles han mejorado solamente en un 5%.
La situación de la mortalidad materna, y en general de la salud sexual y reproductiva, debe ser evaluada siempre desde la salud pública, la equidad social y los derechos humanos.
Ancaya, L. d. (2013). Situación de la mortalidad materna. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Publica, 461-464.
Ángel Raydel Fuentes García, D. P. (2007). MORTALIDAD MATERNA. Rev Cubana Obstetricia y Ginecologia, 80-85.
Baños, A. J. (2007). MORTALIDAD MATERNA. Colombia : S.A.
Dra. María Margarita Millán Vega, C. S. (2012). Mortalidad materna en Granma. Revista Cubana de Obstetricia y Ginecología, 11-20.
Infancia, F. d. (2009). Salud materna y neonatal. ESTADO MUNDIAL DE LA INFANCIA 2009, 1-168.
Liliana Gallego Vélez, G. V. (2005). Impacto de la mortalidad materna. Panorama de la Mortalidad Materna, 15-30.
M, M. H. (2009). MORTALIDAD MATERNA EN EL MUNDO. Sociedad Chilena de Obstetricia y Ginecología, 536-543.
Nanda, E. L. (2005). BANCO MUNDIAL . Whashington : D.C .
Pedro Faneite, M. R. (2010). Mortalidad materna. Revista de Obstetricia y Ginecología de Venezuela, 24-30.
Ronsmans, C. (2006). MORTALIDAD MATERNA . Supervivencia materna, 1189–2000.
Salud, O. M. (2004). Neonatal and Perinatal Mortality. Argentina.
Salud, O. M. (2007). biblioteca virtual . Obtenido de http://www.who.int/maternal_child_adolescent/topics/maternal/maternal_perinatal/es/
SALUD, O. M. (2008). MEJORANDO LA ACEPTABILIDAD DE LOS SERVICIOS D SALUD MATERNA . MATERNO INFANTIL, 54-59.
Schiavon-Ermani, L. A. (2013). Intervenciones latinoamericanas basadas en evidencia para reducir la mortalidad materna. CONAMED , 21-30.
Veneman, A. M. (2008). UN BALANCE SOBRE LA MORTALIDAD MATERNA . PROGRESO PARA LA INFANCIA , 1-45.
Autor:
Srta. Orellana Ponce Jessica María e/m
Enviado por:
Dr. Jhon Ponce Alencastro, Mg.Sc.D.I.
Docente
Universidad Técnica de Manabí
Facultad de ciencias de la salud
Escuela de Medicina
Deber de Medicina Basada en evidencia
Septimo ""B""
PORTOVIEJO – MANABÍ – ECUADOR
2014