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El concepto de deidad en las antuguas cosmogonias

Enviado por Cesar


Partes: 1, 2

  1. Abstract
  2. Preámbulos
  3. Algunos rasgos definidores de la deidad
  4. Conclusión
  5. Bibliografía

Abstract

El profesor César García estudia el concepto de Deidad en las antiguas cosmogonías, con especialmente referencia a Hesíodo. Deidad no es lo mismo que dioses: Deidad es aquella cualidad que, a partir del culto de las distintas religiones a sus respectivos dioses, permite abstraer una idea como concepto general común a todas las creencias. Hoy, que con tanta frecuencia se habla de ecumenismo, ésta sería la base conceptual de tales comunicaciones ecuménicas. El concepto general de Deidad comporta diversas cualidades que el profesor García describe en la presente investigación.

Palabras claves

Deidad. Indoeuropeísmo. Hesíodo. Cosmogonía. Cualidades de la Deidad

I

Preámbulos

El porqué de esta investigación: El Dingir

Nuestra investigación[1]sobre la Deidad, toma una línea distinta de las de los filósofos: uno es el camino de El dios de los filósofos[2]y otra muy distinta la de El dios de los mitólogos. Los dos van tras el mismo objeto absoluto y transcendente, pero una es la reflexión sobre la Deidad y otra la experiencia de la Deidad. Algunos prefieren hablar de "discurso teológico" frente a "discurso religioso" (el "hieros logos" de los griegos). El "discurso religioso", mitológico, si se quiere -como la vida misma-[3] es menos estructurado que el teológico, lo que nos lleva a muchas dubitaciones, tantas veces presentes en este trabajo, no obstante trataremos de encauzarlo.

Al examinar diversos textos hititas, sumerios y asirios, nos encontramos con el Dingir que, inmediatamente nos sugirió una investigación más acotada sobre el concepto de Deidad. Era preciso, a la luz de otros textos hititas, sumerios, babilonias, vedas griegos y hebreos, precisar la semántica divina del Dingir, que en otras religiones se expresaba de otro modo: acádico il y en semita ´il-.[4]

Pero ¿qué es el Dingir? : Es un signo cuneiforme, con carácter de determinativo que indica poder sobrehumano con sentido positivo, y es sinónimo de Deidad. El Dingir no se pronuncia, y se translitera convencionalmente como superíndice "D". Significa con sentido positivo dios, diosa, cielo, algo numinoso que pertenece a otra esfera distinta de la nuestra, lo traducimos e investigamos como Deidad. Para Rochberg[5]se trata de una marca lingüística con función clasificatoria: en una clase se marcan con el Dingir diversos tipos de cosas. En el caso del Dingir en la lengua hitita, ya no se habla de un dios más, sino de la Divinidad o, para ellos, de algo sobrenatural, como en la invocación en el induismo a Visve Devas (a todos los dioses) es a la Deidad, a lo divino, para no olvidarse de ninguno de los dioses, no sea que se enojen. Eso lleva inmediatamente a la objeción que plantea Porter : Pero en la antigüedad ¿qué dios era realmente dios por definición, quién encarnaba mejor la idea de Deidad?

El ideograma del Dingir fue una estrella y no se modificó desde el 3.200 a.C. al 600, lo que nos sugiere una de las primeras características de la Deidad, su inmutabilidad o persistencia, que va mucho más allá de la representación ideográfica; si hay una constante en la tradición indoeuropea, es precisamente la de lo sagrado, signado con el Dingir. Esto nos lleva de la mano al cuerpo de esta investigación: determinar los rasgos con que el mundo indoeuropeo designa la Deidad .

Mundo indoeuropeo y tradición

El mundo europeo fue intensamente celoso de su identidad; para ello estableció instituciones protectoras de su cultura y una ética de su continuidad; una de estas instituciones fue el pacto: Mitra, Týr son dioses del pacto. Romper un pacto en su mitología, es provocar un cataclismo. Romper el pacto es uno de los cuatro pecados capitales del indoeuropeo, señala J.Ward. El pacto, ciertamente, da continuidad. La segunda institución protectora de identidad indoeuropea fue la tripartición social, una estructura ordenada en tres ámbitos: jurídico-mágico, militar y de subsistencia. Se podrá decir que esta estructura es universal, la singularidad indoeuropea se encuentra en que eran hombres de orden, con rigurosa conciencia de ser fieles a estos ámbitos. La tercera institución preservadora de identidad fue la patriarcal, la de la preeminencia de la familia, con sus proyecciones en la valoración de los orígenes (mitos), a Dios como primer Padre, y al culto de los antepasados. La cuarta institución, la dignificación del mundo agrario: no digamos que el indoeuropeo era sedentario, pero tampoco existía en ellos sangre con afanes de conquista de otros espacios. El mundo marino, siempre desidentificador, no les era familiar, como leemos en Boyer. La quinta fuerza de continuidad indoeuropea fue su poder de la lengua. Gracias a esta cohesión lingüística, se ha podido establecer con bastante precisión: el árbol genealógico de los idiomas indoeuropeos, un diccionario afín, una fraseología coincidente, motivos comunes en los cuentos populares, mitos persistentes como el del dragón cuya bibliografía es inacabable[6]y esquemas cercanos con respecto a géneros literarios; todo ello, porque el indoeuropeo se habló hasta el quinto milenio de nuestra era, su influencia en los extremos de Europa, la Península Ibérica fue hacia el 3.000 a.C. y, ciertamente, hacia el año 1.000 desde España, Islas Británicas hasta Bengala se dio una zona plenamente indoeuropeizada [7]Finalmente, motivo de esta persistencia indoeuropea es lo que Boyer llama la "Gloria", el ser digno de pasar a la historia y que recogen las estrofas 76 y 77 de los Hávamál, en la Edda poética:

Mueren los bienes,

mueren los padres,

y tú, también tú morirás

Pero la reputación

no muere jamás,

la buena reputación que se ha obtenido[8]

Todo esto no es óbice para que podamos entender, en el desarrollo e influencias indoeuropeas estratos y superestratos de encuentros con las mismas ideas indoeuropeas: adopción, implantación, asimilación, transplantes, recreación, refundición, y todas las formas con que las culturas se entrelazan, sin que se pierda su continuum: La historia de la cultura nos dice que las semejanzas culturales son siempre más persistentes que las diferencias.

¿Qué es la Deidad?

La Deidad, del latín "deitas" es una cualidad de los dioses, y como tal también es una cualidad del Dios mismo de la fe cristiana. Para San Agustín, toda vez que Deidad, de "Deus", fue una palabra creada por los apologistas cristianos, teniendo en cuenta la palabra griega "theotes", esencia divina, no puede aplicarse a todos los dioses. Diferimos de este concepto, a partir de los estudios etimológicos del indoeuropeo, como después aclararemos. Hoy la Enciclopedia Católica registra dos términos distintos, uno para Deidad y otro para Dios (Driscoll, John T. "Deity"[9]).

Deidad es un término de la nueva ciencia de las religiones. Esta ciencia parte del principio que la religión es un fenómeno universal de la humanidad, como señala Micea Eliade, lo religioso es un elemento estructural de la propia conciencia. En esta ciencia de las religiones, la Deidad no es persona divina. La Deidad es una idea de la inteligencia humana, idea que trata de universalizar todo aquello en que participan todos los dioses, de cualquier religión que sean, ya sean creados por el hombre o revelados. Los pueblos religiosos no se preguntan si la Deidad es "epifánica" o "hierofánica"; simplemente, es algo numinoso. Incluso en el panteísmo, la Deidad no es persona, aunque actúe como persona; los árabes precisamente reservan el término ilah (???) para hablar de Deidad en general. Recordemos que en el hinduismo, el Uno, la Unidad, que está sobre todos los dioses y nosotros, es la Deidad: no es persona, se expresa en neutro o con el pronombre demostrativo neutro tad (esto), así como los griegos oponían el Uno (to on) a los dioses (oi theoi), el término griego theion, en lugar del sustantivo theos, implicaba así mismo una abstracción, acaso por ello Aristóteles habla siempre de lo "divino" y no de los dioses, y los cristianos distinguimos entre Dios y en neutro lo Divino, que es la Deidad.

Para hablar de la Deidad no nos preguntamos "¿qué es un Dios personal"? porque esto es ya otra cosa, esta pregunta nos fija un marco que nos obliga en cierto modo a una respuesta obligada, como observó Rochberg[10]La palabra Dios me lleva comúnmente- por razón de la persona divina- a una lógica configuración humana: Dios es persona y está dotado de nuestras cualidades, solo que en grado sumo: Ser Sumo, Bondad Suma, Verdad Suma, Justicia Suma etc; pero el concepto de Deidad es otra cosa, sin que niegue la anterior, antes bien le dé una mayor potencialidad. Esta es la razón por la que en este ensayo, en ocasiones, acercaremos la palabra Deidad a Dios o la esencia misma de Dios. Hablar de Deidad, requiere comúnmente un lenguaje menos acotado que hablar de Dios, aún siendo Dios, Deidad. La Deidad, para concluir este acápite, es un "estado" de algo singularizado por una acción numinosa (nouménico) una singular potencialidad, así como la beldad no es la belleza ni la igualdad es lo igual -aún suponiendo la belleza y lo igual[11]pero beldad e igualdad son manifestaciones de un antecedente, así la Deidad es expresión de Dios. La Deidad es sinónimo de Sacralidad, algo que se manifiesta en el templo, término que se entiende mejor por oposición a Profanidad (pro-fanum, ante el templo). La Sacralidad como la Deidad reclaman, dentro del templo, el sacrificio, sacrumfacere, hacer algo sagrado. La Deidad es la sacralidad. En la teología cristiana el Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, no son la Deidad, la Deidad serían las procesiones: en la esencia divina viva, activante, se encuentra la Deidad.

La Deidad, en la historia de las religiones, es una actividad o manifestación intrínseca de los dioses, que se derrama después a la creación a través del sacrificio. No hay religión sin sacrificio, incluso en la mitología más abstracta: precisamente en la Teogonía de Hesiodo, Zeus no alcanza la justicia cósmica – hablaremos después de ello- sin el sacrificio de Cronos. En el cristianismo, en el pan y el vino se une la Deidad a la creación. En definitiva: en todo sacrificio la Deidad se derrama en el acto mismo del sacrificio, vinculando ofrenda, sacrificador y comunidad con el axis mundi, sinónimo de Deidad[12]

En el mundo védico, para el sacrificio, se elige el terreno para el culto, se delimita haciendo un surco con un arado mientras se ora: entonces lo sagrado y lo profano se separan, nadie debe osar atravesar el surco, si no es por ciertas puertas; entonces, el lugar propicio para la Deidad está dispuesto.[13] No es el aquí el dios el que se hace presente, es su potencia deífica. En el hinduismo, para clarificar un poco más el concepto señalado, se distingue claramente el ser y la función: un dios por ser un ente vivo se manifiesta, esta manifestación vital procedente de un dios, y que lo define, es la Deidad; ¿qué es en el mismo hinduismo Indra sin Indriani, el patrón de la guerra sin el poder de la guerra? Una es la vida, otra el que la vive; la Deidad es la vida, los dioses son los que la viven, son más sujeto que acción. Todas estas distinciones, por cierto, hay que entenderlas en el orden del conocer, pues en las religiones más depuradas, judeo-cristianismo y mundo védico, lo Divino goza de una esencial simplicidad, que no admite separaciones[14]El problema que planteamos debe ser puntualizado, para no elevar el concepto de Deidad a una mera abstracción.

Las conceptuaciones de Deidad, como ya estamos apuntando, varían según las religiones; en nuestro caso, vamos a centrarnos en un estudio comparativo de las religiones primitivas indoeuropeas: hititas, sumerios, acadios, babilonios, védicos, alcanzando incluso a Grecia y en cierto modo al mundo semita. El patrimonio cultural indoeuropeo, hasta ayer restringido[15]hoy se ha abierto también a las religiones, después de los estudios comparativos llevados a cabo por J.Vendryes (1875-1960) y de Georges Dumézil (1898-1986) [16]Entre los rasgos comunes a estas religiones se encuentra un particular acento en las cosmogonías y escatologías, forman ellas un corpus muy definido que nos va a llevar a alcanzar algunas características comunes sobre qué sea la Deidad.

II

Algunos rasgos definidores de la deidad

1.- Comunicabilidad

Toda Deidad es en sí y para los hombres; la Deidad tiene, por tanto, una función, además de autónoma por ser Absoluita, política, religiosa, social o aglutinante de un grupo. La expresión de ello son las procesiones: Panatenaicas en Grecia; en los hititas el traslado de la imagen de Siu; en el cristianismo las entronizaciones; entre los vedas la procesión del Ratha Yatra; entre los judíos la Ghriba o cuando la Torá se venera en una procesión. La Deidad se da a los hombres, la palabra "diew" en indoeuropeo aparece asociada con frecuencia a "pater": dyeu-p?ter, en sánscrito dyaus pitar y en el cristianismo "Dios Padre", en griego "Zeus Pater" que dará en latín Júpiter y la paternidad lleva necesariamente implícita la idea de filiación o comunicación amorosa. En el "Himno védico sobre la creación" se lee: "El deseo (el amor) surgió en el principio", la Deidad es amor[17]radicado en el Gran Padre y la familia, institución fundamental en el mundo indoeuropeo, que algunos han llamado incluso "familiolatría"[18]. No existe una iglesia indú, lo que nos dificulta en ellos la idea de Deidad. No obstante ello, la noción de Deidad como Pater está en ellos familiarmente, muy arraigada.

Cuando citamos al mundo védico, debemos tener en cuenta su preeminencia significativa en la historia vinculante con el indoeuropeo: cuarenta siglos lleva la permanencia de esta religión védica, al lado del judaísmo (30 siglos), el budismo (25 siglos), el cristianismo (20 siglos) y el islam (doce siglos). El aislamiento, si no desprecio, del mundo védico por occidente, no ha perjudicado a la India, ha empobrecido a occidente.

Hemos deslizado la palabra amor como sinónimo de Deidad. El tema del amor en el mundo indoeuropeo y en la configuración de la idea de Deidad, es sumamente interesante: ¿Qué es eros, esta entidad que aparece como un elemento activante en todas las cosmogonías? Se hace presente entre Gaya y Urano para la generación de la teogónica, en Safo se mezcla con todo y aparecen Urano, Océano, Tierra, los Bienaventurados dioses y toda su generación[19]tal vez el canto más hermoso al amor y su poder, se encuentre en el Libro V de El Asno de Oro de Apuleyo: el amor, por ser Deidad todo lo mueve y de su sublimidad es que este amor no se deja ver. Advirtamos, antes de pasar adelante, que sobre este gran tema: Amor y Deidad, no vamos a hacer una larga parada reflexiva, pues cuanto digamos, tendrá la condición de ser un pequeño hilo de afluente que conduce inexorablemente al gran cauce del río que es Amor y Deidad.

2.- "Deus absconditus"

La Deidad, no obstante su don de comunicabilidad, ama ocultarse. Los designios de Dios son insondables[20]La comunicación de la Deidad es siempre misteriosa, se restringe, el hombre no puede acceder a ella cara a cara, cuando Psiqué descubre el rostro de Cupido, éste desaparece; era condición necesaria de la felicidad de Psiqué no ver el rostro de su amado[21]La Deidad excede lo natural. El origen indoeuropeo "deiw", significa brillar o blanco, pero como epíteto es el brillar sustancial, que ciega, es el medio día divino[22]de Deidad se deriva en latín "dies", cuando aparece la luz; cuando en el cristianismo se dice "Dios es la luz del mundo"[23] no se refiere a nuestra luz natural, es una luz sobre toda luz[24]

La Deidad, como ocultación o luz que ciega, no se la puede definir, sino invocar; Deidad significa precisamente "adoración", a ello nos lleva la raíz indoeuropea "ghau(e)", que es invocar, de donde deriva "ghutóm" y de aquí "god" en inglés y "gott" en alemán, que recogen la idea de invocación: La Deidad es el Ser que se invoca. El término teutón antiguo «ghuba» implica la misma raíz. Añadiremos algo más: Hay dos raíces arias de la forma requerida («g,heu-» con palatal aspirada), una de las cuales significa invocar (sáns. «hu») y la obra libar, ofrecer en sacrificio (sáns. «hu», gr. «?e??», ing. ant. «geotàn»): a Hana Hana, entre los hititas, nadie le hace oraciones de petición, sino de invocación, como tampoco a Brahma, por ser el dios primordial, fascinante; en el texto hitita la Proclamación de Anita[25]muy importante por tratarse del texto más cercano al indoeuropeo, Siu es dios, pero al colocarle un determinativo (D), nos viene a decir, que es el dios más importante o de la fascinación.

En hebreo, el nombre de Dios no se pronuncia, es "El que es, el que vive" (Adonai); algo similar sucede con la Bona Dea de los ritos místicos latinos, cuyo nombre tampoco se pronuncia. En la religión babilónica-asiria, como señala Saussaye: "Entre las palabras influyentes que podrían evitar o expulsar el mal, las más destacadas eran los nombres de los grandes dioses; pero estos nombres se consideraban secretos, y por lo tanto la gente apelaba al dios mismo para que lo pronunciara"; en Grecia, Herodoto dice que los dioses pelásgicos no tenían nombre. Finalmente, entre los vedas existe un árbol sacrificial al que se le honra de este modo: "¡Oh árbol, como tú sabes los nombres sagrados de los dioses, haz que las ofrendas vayan a ese lugar". Nos lo advertía la Sagrada Escritura, al hablar de nuestras limitaciones: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Yavveh. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos"[26]. En hebreo, también otros idiomas, existe una vocal inefable" , la a, Aleph, símbolo de Dios y que no puede ser articulada, pues la a se expresa inicialmente abriendo la boca, sin aspiración; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Alehp? dice Borges. El hombre puede "decir", un grado más "cantar", pero para la Deidad se reserva la palabra "celebrar". Celebrar supone comunión con la Deidad, aquello que expresa San Juan de la Cruz al decir: "Quedeme y olvideme"[27]; algo que en el hinduismo está muy presente en cualquier oración, ofrenda o rito: no condiciona la Deidad, que es un Ser Absoluto, al que el ser relativo no puede exigir. Por lo mismo, Homero, a diferencia de Hesiodo, canta a los dioses, pero no los explica. Las palabras de Ortega son en esto sorprendentes: "Mas lo peculiar de Dios es que al citarlo como testigo en esta nuestra relación con la realidad que consiste en decirla, esto es, en decir lo que realmente es, Dios no representa un tercero entre la realidad y yo. Dios no es nunca un tercero, porque su presencia está hecha de esencial ausencia; Dios es el que es presente precisamente como ausente, es el inmenso ausente que en todo presente brilla -brilla por su ausencia- (…)El maestro Eckehard -el más genial de los místicos europeos- llama por eso a Dios ´el silente desierto que es Dios¨"[28]; por ello en el mundo semita noroccidental el "discurso religioso" es el "himno", la "súplica", la "lamentación" y el "oráculo profético", formas no discursivas, aclaratorias, ajenas al "discurso teológico", y bien alejadas de rigurosos formularios socializados. La Deidad en este sentido no depende de la religión, del decir común (rito), no es de su esencia el religare", pues la Deidad es un ser en acto.

En el hinduismo el Absoluto (brahman), es solitario (kevala), único (eka). El Vedanta enseña que el creyente puede y debe mediante un ejercicio interior (kriya – trabajos- ; tapas -ascesis-) arrojarse a la unicidad del brahman/atman, que hemos llamado el Absoluto de la Unicidad o la Deidad, llegar a la Nostalgia del Uno. El mundo pende de este núcleo, Uno, Principio, Deidad, de lo sagrado, pero esta Deidad se esconde y solo se da por vía vital al que lo busca. En el arte hinduista, el fiel después de venerar al Absoluto en la imagen, debe olvidar ésta para saltar a la unidad plenificante de la Deidad misma, cuyos signos se silencian[29]Heráclito, tan lejos y tan cerca del mundo védico – Éfeso fue colonia hitita- escribe: "Es sabido que, aquellos que han escuchado al Logos, no a mi, convengan en que todo es uno"[30]

No obstante lo anterior, existe un esfuerzo de los hombres por conocer este Unio, la Deidad, y nombrarla: Siu para los hititas, Zeus para Hesíodo, el Ser para Parménides, el Sumo Bien para Platón, Dios para los cristianos[31]El indoeuropeo, común a todos estas culturas, nos facilita desde el punto de vista etimológico el problema del nombrar, porque pareciera que se trata del mismo nombre: Siu>Zeus>Deus>Dios. En ocasiones, el mismo concepto toma nombres distintos según se manifieste. J. Danielou[32]señala las distintas manifestaciones y nombres de Dios en la historia: primero en forma cósmica ("Dios de los cielos"[33]), después por los profetas ("Dios de los profetas"[34]), finalmente por su Hijo ("Dios, al fin de los tiempos, se manifestó a través de su Hijo"[35]) y hoy se manifiesta en la Iglesia (" Estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos"[36]) sin que esta secuencia sea excluyente, más bien acumulativa, por eso los cristianos, seguiremos alabando la naturaleza, leemos a los profetas, confesamos a Cristo como Hijo de Dios y su presencia en la Iglesia. Este carácter nominativo cambiante de la divinidad cristiana-hebrea, pareciera ser otro rasgo de la Deidad; como dicen los musulmanes, Ala es el Dios de los Mil nombres, 99 nombres: "Dios tiene noventa y nueve nombres, cien menos uno. Quien los cuente entrará en el Paraíso"[37].

Merece la pena recordar aquí la Teología Mística[38]del Pseudo Dionisio, y que se inicia en el capítulo I con este título: En qué consiste la divina tiniebla.

Una de las cualidades de la Deidad como "Deus abscónditus", es que desaparece, se pierde. El mito de "dios desaparecido" es recurrente en la historia de las religiones indoeuropeas: Ello nos habla de restauración o recreación como actividad propia de la Deidad. Aquí las diversas religiones, particularmente indoeuropeas, despliegan un amplio espectro de ocultaciones y manifestaciones de sus dioses: Recordemos el mito hitita de Telipinu o el dios desaparecido, llevado a Anatolia por los indoeuropeos y con claras influencias en Dionisio y Perséfone en Grecia, dioses también desaparecidos o del descenso. El mito hitita está escrito, además de lenguaje hitita, en acádico y sumerio. Alguien molestó al dios hitita, no sabemos la causa, pues el comienzo de la tablilla está rota , solía ser la parte más frágil de las tablillas, así como los lados. Tal molestia con característica de grave pecado, hizo que toda la naturaleza quedase afectada como por un cataclismo, y el dios huyó y se ocultó en un lago entre unos cañaverales (¿infierno, hades, sheol, submundo? Era preciso buscar al dios del enojo y el poder fecundante de la naturaleza, pues todo estaba agostado. Telipinu e Inana entre los hititas, como Cronos, Perséfone y el poder del Vellocino de Oro entre los griegos, son dioses con poder sobre la recreación manifestada en las cosechas. Tras ofrendas, oraciones[39]y ensalmos, Telepinu volvió y comenzó la restauración del mundo.

La Deidad que huye, baja al submundo o katábasis, no parece sino que, por la reiteración del mito[40]acusa también como señalamos una cualidad de la Deidad. La Deidad vuelve y comienza; en términos de San Pablo opera una "reintegratio mundi", una restauración cósmica y antropológica. El texto de Safo dice "Theos egenou es anthropou" ("devienes dios, desde los hombres"), que nos recuerda aquello de San Atanasio[41]"Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios".

El mito del "dios desaparecido" pude tener varias lecturas -¿ un mito literario que satisface la imaginación y nada más? ¿significación del ciclo natural de las estaciones, por la marca de las cosechas? ¿"Dios se arrepintió de haber creado el mundo"[42], como se lee en la Biblia y Cristo lo restaura[43]Todas las interpretaciones son confluyentes en una y única significación última: en el mundo hubo un desorden y un apetencia de restauración por obra de la Deidad.

El problema filológico, que tantas dificultades tiene para darnos a conocer qué es la Deidad, radica en que el método que usamos es racionalista, acuñado por una cultura de la mundanidad, y la Deidad pertenece al mundo de la sacralidad, reclama otra semántica y método, "lo que es tenido por sabiduría por los hombres, es estulticia para Dios" [44]dice San Pablo; aquí se encuentra la raíz del "Deus abscónditus"[45]: los esfuerzos humanos por dar a la "caza alcance", como dice San Juan de la Cruz, fracasan, se trata de otro orden de conocimiento que la ciencia humana -respetable- puede acercarse, pero no alcanzar. Ricoeur en este sentido habla de "dar muerte a los ídolos para rescatar los símbolos", lo que significa: negar la vía conceptual para acceder a la Deidad, a la que sí nos acercan los símbolos. Este ensayo que aquí redactamos, tiene precisamente la estructura del vuelo del águila caudal que gira y gira en acercamientos de círculos concéntricos hacia la presa, pero, sin que podamos lanzarnos raudos y seguros sobre la caza que avizoramos. Digamos, finalmente, que el mundo indoeuropeo, al que tantas veces nos estamos refiriendo, era ajeno a todo este racionalismo, materialismo y agnosticismo, existía en ellos una firme creencia en la existencia del más allá, y todo método debe adecuarse al objeto investigado. El principio de que a la verdad se llega solo por vía racional, hace muchos años que está descartado.

3.- La Deidad se manifiesta

La Deidad, no obstante sus ocultamientos, pues es Sacra (secreta), pide textos sagrados donde hacerse presente en forma privilegiada (Biblia, Vedas, Teogonía[46]hesiódica, Enuma Elish, Proclamación de Anita para los hititas etc.); se manifiesta además en imágenes (Siu para los hititas), templos (de Jerusalén para los hebreos, dham para los vedas), lugares geográficos (monte Fuji para los japoneses), sacramentos (para los católicos) o personas que por su heroísmo fueron elevados a dioses. Sobre este último concepto, señalemos que para Plutarco, fue Lisandro (m. 394 a. C.) el primer hombre elevado a categoría de dios. El culto a los héroes fue habitual en Grecia. Entre los latinos, leemos en Plinio: Las formas de dar las debidas gracias a los hombres del gran desierto, la más consagrada es el inscribirlos como dioses"; ¿habrá que recordar que Cicerón dedicó un templo a su hija Tulia?[47]. Por cierto, el paganismo pre-cristiano culminó en el culto a Augusto. Si nos referimos al budismo, allí, el jainismo, que es una de sus ramas, existe también un culto a hombres divinizados. El Génesis al hablar de la creación de Adán dice que fue hecho a imagen (selem) y semejanza (demuth) de Dios ¿de qué modo la Deidad se hace presente aquí? Santo Tomás dirá que por analogía, no por ley de identidad; pero no siempre se ha entendido así en todas las religiones. La Deidad, en el orden del hombre, ha ido alejándose cada vez más de su manifestación exterior para interiorizarse: para hacerse un Dios de la fe. La raíz de ello se encuentra ya en el hinduismo. Si tenemos que elegir entre las religiones indoeuropeas una que se aproxime más a la judeo-cristiana, es la hinduista. Hay en ellas una depuración que va desde lo cosmológico, la magia y el panteísmo hacia una concepción de Deidad entendida como espiritual e interior, donde los conceptos de inmortalidad y salvación no son ajenos, "swarga-kamo juhuyat" ("se sacrifica para obtener el cielo"), incluso el concepto de gracia está recogido en la palabra "prasada"[48], y la magia está en ellos superada, como confirman sus oraciones, todas ellas en optativo: ("Que consiga (paz, cosechas, ganados etc.) gracias al sacrificio).

Una de las formas de manifestación de la Deidad es a través de su palabra, depositada en sus hagiógrafos. Los hebreos y cristianos los llaman Escritores Sagrados; los vedas, Sabios ; Hesíodo fue elegido entre los griegos por las Musas, entre los hititas los Escribas. La razón de la elección de los hagiógrafos es que la palabra de la Deidad no puede quedar a merced de la palabra limitada de cualquier hombre; los hombres hablan de la verdad, la Deidad habla la Verdad, y ésta debe ser transmitida mediante "inspiración" a ciertos hombres "divinamente elegidos" capaces de nombrar la Deidad en forma singularizada, con determinativo DINGIR, y si en el mundo judeo-cristiano se habla de revelación, el Veda recibe el mismo nombre, Struti (revelación).

4.-La Deidad vive en un tiempo Kairológico

La Deidad es "deivos" y los hombres la escuchan desde su tiempo cronológico, ellos son "thonion", terrenales. Esta es una de las causas del misterio religioso o reserva a la comunicabilidad de la Deidad, además del "splendor divinitatis" del que ya hablamos. Sin embargo, esto necesita una precisión, pues existen dioses inmortales y dioses eternos, que no es lo mismo. Leemos en Safo: "Cuando eros (el amor) se mezclara con el caos en el oscuro tártaro, cuando el caos fue cubierto (sexualmente) por eros, apareció la primera generación de inmortales". Aquí eros es eterno y los dioses, innmortales. Lo eterno existe antes y después, lo inmortal -en este caso- después de ser creados. Eros pertenece al tiempo kairológico, en el caso de los inmortales participan del tiempo kronos pues fueron creados, pero ingresaron después al tiempo celeste. La situación de Cupido y Psiqué es similar: hay noche cuando Cupido y Psiqué consumaron su amor, pero este tiempo cronológico es abolido para que Apuleyo -que relata el mito- nos diga: sus padres envejecían, la noticia llegó a muchas partes.

Pero ¿quién es Eros? Una superdeidad? Como en el caso del Caos, un elemento lógico: Si aparecen los inmortales hay que justificar un principio, así lo hace Hesiodo: Eros existe antes de Gaya y Urano, a quienes une, para generar la creación.

5.- El lenguaje con que se expresa la Deidad, son los símbolos

¿Cómo hablar de lo inconmensurable con palabras mensurables[49]Los hagiógrafos (hebreos) los sabios (vedas) se expresan de la Deidad en términos de símbolos o en un lenguaje críptico y casi siempre en estilo de espiral o manierista, rodeo de palabras, tal como observamos en el "Himno de la creación"[50], texto cosmogónico veda; la estructura de la obra de Hesiodo es similar, es de naveta de telar, va y vuelve, avanza y retrocede, una estructura que algunos llaman espiraloide; por cierto en la bella narración hitita del mito de "El dios desaparecido", aquí se reiteran los verbos y sinónimos para indicarnos los efectos paralizantes que ocurren en la naturaleza tras la desaparición de su dios; como en el caso de citado himno védico, estamos tentados a decir ¿por qué todo eso no lo dice con un término genérico?

Sobre los símbolos y su apelación a lo sagrado, pueden verse los estudios de Paul Ricoeur y Mircea Eliade. Símbolo (sym-balein) significa lanzar a la vez dos partes de una moneda que forman una alianza, una parte es la que poseemos, la otra -en este caso la Deidad– está en otra parte. El símbolo busca encajar ambas partes, hacer un puente para la comprensión, esto no es fácil, demanda un esfuerzo, casi diríamos una purgación, sin la cual nadie se puede acercar a la Deidad. Al símbolo anima una escisión que hay que sufrir penitencialmente en favor de una revelación de la Deidad.

El símbolo, como estudia Eugenio Trías[51]necesita un escenario, un ambiente sacro, un silencio para que se manifieste lo simbolizado. ¿Cuáles fueron estos escenarios en las distintas religiones? El más recurrente es el templo, también la meditación, el silencio y lugares apartados – el yermo, cuyo primer lugar fue aquél en el que Dios se apareció a Moisés y le dijo; "descálzate, porque la tierra que pisas santa es"[52]-; también la Deidad se manifiesta en la palabra decantada de los poetas: Fray Luis de León dice que la poesía, " sin duda la inspiró Dios en los ánimos de los hombres, para con el movimiento y espíritu de ella levantarlos al cielo, de donde ella procede; porque poesía no es sino una comunicación del aliento celestial y divino; y así en los profetas casi todos, así los que fueron verdaderamente movidos por Dios, como los que incitados por otras causas sobrehumanas hablaron, el mismo espíritu que los despertaba y levantaba a ver lo que otros hombres no veían, les ordenaba y componía y como metrificaba en la boca las palabras, con número y consonancia debida, para que hablasen por más subida manera que las otras gentes hablaron, y para que el estilo del decir se asemejase al sentir, y las palabras y las cosas fueran conformes"[53]; algo que el Rig-Veda, cuyo nombre significa El conocimiento alabable, nos dice: "Los poetas son camaradas de los dioses, poseedores de la verdad; y los poetas son tan antiguos como los dioses, son los padres que fundaron la luz e hicieron desaparecer las tinieblas con verdaderas oraciones"[54].

El símbolo hace que la Deidad acontezca, aunque siempre con los vislumbres que la palabra, la imagen, el templo u otras formas simbólicas en sus limitaciones materiales, permiten que la Deidad nos mire. No sucede así con el culto a Varuna o Indra, que si se les ofrece una copa con un contenido, ésta se deifica, en términos cristianos se consagra.

6.-Algunos símbolos de la Deidad

La Deidad se expresa con manifestaciones de su presencia y con características distintas, las más frecuentes: Una imagen, una silla, un cerro, un templo, un palacio, un texto etc. Leemos en la Enciclopedia Católica : "El fuego, como el poder calentador, nutritivo, consumidor y destructor fue tempranamente venerado como una deidad separada; de ahí, las vírgenes vestales de Roma, el Agni védico, los adoradores del fuego del mazdeísmo, y el fuego sagrado del sintoísmo. Así también, la humedad o el agua,[55] no sólo en general, sino en sus formas concretas, por ejemplo, mar, lago, río, fuente, nube, y así fue que tuvieron una cuarta deidad elemental. En el Oriente la astrolatría o sabeísmo—es decir, el culto a las estrellas que iluminan la tierra—desarrolló sobre todo el culto al sol. Donde el suelo y la vegetación eran ricos, la tierra era considerada como una madre que amamanta, y surgió la geolatría en muchas formas. En los himnos védicos podemos rastrear la transición de los fenómenos naturales a las deidades naturales—por ejemplo, Agni, o sea, fuego; Varuna, o sea, el cielo; Indra, o sea, las nubes de lluvia—pero incluso entonces surgen dudas, y los escritores poéticos se preguntan si, después de todo, hay cosas tales como los devas. En Homero y Hesíodo las fuerzas de la naturaleza se conciben como personas—por ejemplo, Urano (el cielo); Nyx (noche); Hipnos (sueño); Oneiros (sueño); Oceanos (océano)—la respuesta de Aquiles al río Escamandro "en forma humana, confesó ante sus ojos[56]y su oración a los vientos Bóreas y Céfiro, que avivaran las llamas de la pira funeraria de Patroclo[57]La observación del hecho de que en la naturaleza se combinas dos energías—una activo y generativo, la otra pasiva y femenina—, llevó al hombre a asociar cielo y tierra, sol y luna, día y noche, como deidades primigenias y maternales que cooperan en la producción del ser. De ahí la distinción de divinidades masculinas—por ejemplo, el cielo, el éter, el sol—y las divinidades femeninas—por ejemplo, la tierra, el aire, la luna. De esto hay sólo un paso a la deificación del principio generador y el culto al phallus"[58]. Y con respecto a la manifestación de la Deidad en un palacio, recordemos el Libro V de El asno de oro de Apuleyo en el que el palacio, se dice, solo podía haberlo hecho " un artista maravilloso, mejor dicho, un semidiós, o exactamente un dios auténtico…si algo falta allí, es porque no existe"[59].Lo que nos plantea, con respecto a la noción de Deidad, si este concepto es solo aplicable a "dioses auténticos" y ¿cuáles son éstos?

La noción de la Deidad como dueña de la naturaleza la encontramos en numerosos textos indoeuropeos: en el Himno védico sobre la creación – la Deidad controla todas las leyes-; Cronos -padre de Zeus- es dios de las cosechas en Grecia y entre los hititas, en "El mito del dios desaparecido" éste, encolerizado, produce un cataclismo cósmico, las leyes de la naturaleza se alteran y la fecundidad muere pero no sus huellas.[60] En definitiva, debemos decir con Ortega: "No hay cosa en el orbe por donde no pase algún nervio divino: la dificultad estriba en llegar hasta él y hacer que se contraiga"[61]

7.- La Deidad es trascendente

Partes: 1, 2
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