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No alcanza con pensar (y ya muy trillado está) la adolescencia como aquello de lo que se adolece, en el solo sentido de un sufrimiento. Desde el conocimiento divulgado por Freud, la cuestión hay que retomarla en la pubertad: el segundo despertar sexual, segundo tiempo del hallazgo del objeto. "…Con el advenimiento de la pubertad comienzan las transformaciones que han de llevar la vida sexual infantil hacia su definitiva constitución normal. El instinto sexual, hasta entonces predominantemente autoerótico, encuentra por fin el objeto sexual…" Despertar segundo, donde el púber se halla con su órgano sexual, apto para el encuentro con el otro sexo, en la posibilidad de un coito que lo transforme en productor, en dador de un hijo. Por lo tanto la adolescencia también es la posibilidad del pasaje de ser hijo al ser padre, o quedar allí capturado, en la posición hijo.

Destrabarse de la posición hijo, aunque sea en su potencia, eso cambia el posicionamiento en la vida: es la apertura de la vía del propio deseo. La adolescencia abre el juego de lo que desde uno es posible o la alineación en el fantasma del Otro. "Cuando menos soldado el fantasma del Sujeto, más claro su lugar de objeto en el fantasma de los padres, de la madre más habitualmente o del padre…" Por eso es la tan común entrevista a padres que acuden para consultar por un adolescente que no anda bien y al agudizar la escucha, se encuentra que son ellos los que no soportan los cambios naturales del hijo, el nuevo transitar de este hijo. Quieren que sea "para ellos" y "como era antes", es decir, un niño sumiso. Y por definición, la adolescencia presenta lo inmanejable, lo que se produce más allá del sujeto, de ese cuerpo ingobernable, que crece, choca contra los marcos de las puertas, cambia la voz, erecta.

Cuando lo relatado comienza a sucederse en la geografía de cada adolescente, es importante la presencia de una figura adulta, capaz de registrar esto y propiciar el espacio para sostener un diálogo, donde el adolescente pueda decir, manifestar vía la palabra, consultar. En lo posible una figura del mismo sexo, a quien presentarle las cuestiones ligadas a la sexualidad y sus eventualidades. Favorecer el encuentro, porque lo que no se dice vía la palabra, se actúa, fundamentalmente en la etapa adolescente. La actuación es una vía privilegiada para mostrar aquello que no pudo verbalizarse o lo que se dijo reiteradas veces, sin que sea registrado.

Y éste uno de los problemas medulares, la falta de registro de los adultos, que parecen andar en otra cosa, con la mirada puesta en su propio espejo.

 

¿Y LOS ADULTOS DÓNDE ESTÁN?

Ausencia adulta continente, en su función materna o paterna, de esto hablan muchos síntomas de niños y adolescentes, denuncian la ausencia adulta o allí donde sus funciones vacilan.

Donald W. Winnicott, refiere con respecto a los actos transgresivos, que son actuaciones de las que se valen algunos jóvenes "…no es necesariamente una enfermedad que el niño se comporte en forma antisocial, y a veces la conducta antisocial no es otra cosa que un SOS en busca del control ejercido por personas fuertes, cariñosas y seguras…"manteniéndose así abierta la esperanza de la aparición de adultos en condición de ejercer una presencia continente, porque a los que le incumbía estar, algo le sucedió, no lo están o su estar fue inconsistente.

Los problemas más graves se suscitan cuando la ausencia o inconsistencia, sobrevienen tempranamente, ahí es más complejo el trabajo, el tratamiento. Si la presencia no fue la adecuada hay veces que eso es más destructivo que la misma ausencia. En todas las etapas de la vida es menester una distancia óptima, ni muy cerca todo el tiempo, ni muy lejos. Es un estar y un correrse para que el niño crezca, sostenido por la confianza de que el adulto está alerta, creándose así el espacio necesario para la afirmación, la creación de un mundo propio, la seguridad, reconociéndose por y mas allá de un sostén.

Los casos más graves que atendí fueron en instituciones, se trataba de jóvenes implicados en actuaciones antisociales, con importantes exposiciones, poniendo su vida y la de otros en riesgo. Indeterminada la línea que divide la vida de la muerte.

Se puede decir que hay una significativa carencia de la función paterna, de la figura padre, función paterna al decir de Lacan, que une, sin oponer, un deseo a la ley. Cuando esto fracasa, entonces aparece la maquinaria de la justicia, en la figura del Juez, supliendo. Justicia que históricamente cambia, pero que en su función debería custodiar la integridad, en su conservación, del sujeto y de sus bienes, sancionando al violento, rehabilitándolo. Pero en los casos institucionalizados (hablo de menores, porque es en lo que pude trabajar, desconozco el ámbito de mayores) hay un trabajo primero que viene fracasando, la habilitación.

Hogares desintegrados con la violencia, el maltrato y sus diversas manifestaciones como agregado. Familias sin los recursos básicos. Niños sin la necesaria atención, estimulación, sin la mirada que los reconozca y los aliente a la vida, algunos expulsados de su hogar en la primera infancia. Tal es el caso del paciente al que llamaré Damián.

Damián tenía, al momento de ser atendido, 17 años, estaba internado en un instituto de máxima seguridad, para jóvenes en conflicto con la Ley Penal, desde hacía dos meses. Ya había atravesado una veintena de detenciones y derivación a diversos institutos cerrados y abiertos, Hogares sustitutos, Comunidades Terapéuticas, etc. Durante el relato de su historia Damián refiere que a los 7 años se fue de la casa por primera vez. Al preguntarle por el motivo, señala que fue por el maltrato que el padre le profería a su madre. Padre alcohólico y violento. Damián quería defender a su madre y recibía también él los golpes. Por eso se fuga. A los 9 años ya inhalaba pegamento y enseguida comenzó a transgredir. En principio entraba por las noches a los negocios cerrados y robaba lo que quedaba en las cajas o alguna mercadería para luego venderla y comprar drogas. El consumo y las actuaciones delictiva fueron creciendo en intensidad. Hay muchos más datos, pero quería, a los fines que me propongo en este trabajo, focalizar en una sesión. Momento en que era necesario centralizarse en lo adictivo, ya que Damián demandaba ser derivado nuevamente a una Comunidad Terapéutica y es por tal motivo que le pregunto:

– ¿Por qué te fuiste de la última Comunidad Terapéutica?

– Porque me pegaban…

– ¿ Y de las otras?

– Porque no me gustaban.

– ¿Y que tiene que tener una Comunidad para que te guste?

– Una asistente al lado mío.

– ¿Para qué?

– Para que me detenga cuando me quiera ir.

– Cuando te fugaste de tu casa ¿nadie te detuvo?

– No, nadie.

– Hubieras querido que lo impidan… que impidan que te vayas ¿no?.

– Sí.

Damián es la metáfora de tantos niños que se van sin que nadie los detenga, es más, de adultos que propician sus tempranas exogamias. Damián, es posible que haya amagado en irse, para conmover la relación especular entre los padres, centralizados en una vinculación por demás conflictiva, siendo su intento, fallido, seguramente esperaba un límite, pero nadie le pidió que no se vaya. En la fuga tanteaba una vez más, la inconsistencia de los padres y deseaba inquietarlos, correrlos de sus conflictos de pareja, para que se concentren es sus funciones paternas.

De haber existido algún adulto atento, las cosas habrían sido diferentes para Damián. Cuando la casa no alberga lo hace la calle y esto no es sin consecuencias, luego es posible que aparezca el riesgo.

La fuga temprana, el consumo de sustancias tóxicas, la violencia, las actuaciones antisociales, la exposición a situaciones de riesgo y otras conflictivas, en principio, son el modo de llamar "…El menor empieza vulnerando pequeñas reglas de convivencia y no es reprendido, su omnipotencia va creciendo hasta encontrarse con la ley, pero esta puesta de límites aparece desde afuera, en lo social, en la figura de un policía, un juez, como sustituto de la ley paterna. Aquella omnipotencia y transgresión que crecen no es sino un llamado inconsciente del menor a una puesta de límites, a una ley que lo ordene." Cuando el llamado no es registrado, tal vez el adolescente ya quede cristalizado en ese actuar y su identidad permanezca ligada a lo adictivo y /o lo delictivo. Es necesario detectar en la primera infancia estos llamados. Damián lo intentó, hasta hoy fallamos los adultos, falló la sociedad, pero hay esperanza, volvió a demandar "…una asistente al lado mío…" (léase sustituto materno) que lo contenga, si desea fugarse. ¿Estará a tiempo? ¿Estaremos a tiempo de ayudarlo? Hay que intentarlo.

 

TIEMPOS DE MUTACIÓN

La adolescencia presenta la tensión no solo del arribo al escenario de la vida adulta y por lo tanto dejar detrás la posición niño, sino que en este despegue se necesita separarse de lo familiar. Francoise Dolto me parece que es quien mejor describe esta cuestión. "La adolescencia es como un segundo nacimiento que se realizaría progresivamente. Hay que quitar poco a poco la protección familiar, como se ha quitado la placenta protectora. Quitar la infancia, hacer desaparecer al niño que hay en nosotros, constituye una mutación…" Sucede que nos encontramos con diversas problemáticas con consecuencias disímiles. Por un lado tenemos familias que no facilitan este separarse, por sus propios temores a "perder" a ese hijo, y por el otro lado la cuestión asociada a momentos históricos sociales en que el concepto de adolescente varía, acorde a la necesidad que de ellos se tenga. Hoy, y en nuestro país, no pareciera haber lugar para los adolescentes, por lo tanto no se le brinda nada parecido a acompañar el proceso de autonomía, necesario para saltar del ambiente familiar al social. En casos más graves con los que me he encontrado, la problemática se encuentra mucho más tempranamente, allí donde es necesaria la protección familiar y la misma no se constituyó. Niños que tempranamente buscaron en la calle un ambiente que los contenga, pero que en ella encontraron otras cosas.

El psicoanalista austriaco Aichhorn, August, en 1925, publicó un libro precursor sobre adolescencia en riesgo: "Juventud Desamparada. El psicoanálisis en el reformatorio", en cuyo prólogo Sigmund Freud refiere: "…la posibilidad de que el análisis ejerza su influencia reposa sobre condiciones muy particulares que pueden condensarse en lo que denominamos "situación analítica", exige el desarrollo de determinadas estructuras psíquicas y una actitud particular frente al analista. Cuando éstas faltan –como en el niño, en el menor desamparado y, por lo general, también en el criminal impulsivo- debe aplicarse algo distinto del análisis, por más que coincida con éste en cuanto a su objetivo." Así Freud deja instaurada las bases de una adaptación del psicoanálisis para casos diferenciales, como por ejemplo el de menores desamparados. Algo distinto del análisis, por más que coincide con el psicoanálisis original, en cuanto a sus objetivos. Intentos que se vienen haciendo desde diversos ámbitos.

Aichhorn señaló que las causas primeras del comportamiento antisocial se debían a los "vínculos libidinales anormales" de la primera infancia. Similar postura es la que presenta en la década del sesenta D. W. Winnicott en su clásico libro Deprivación y Delincuencia, donde postula la idea de que el acto delictivo es el intento de que asome un adulto capaz de preservarlo "…en la violencia hay un intento de reactivar un sostén firme, perdido por el individuo en una etapa de dependencia infantil…" Como ejemplo vale el de Damián antes expuesto.

Sin bien la sensación que reina en la adolescencia es la incertidumbre, en aquellos que se encuentran en riesgo, esta impresión cobra mayor permanencia, entonces es posible que la actuación antisocial, al modo de un acting-out, sea el intento de conmover al adulto, para que se presente con su capacidad de contención y fundamentalmente orientación, aspectos que fallaron en los inicios de la vida del hoy en riesgo.

En la adolescencia se reacomoda el cuerpo y toda la vida. Se renueva la represión del incesto que aleja al joven definitivamente de los objetos parentales, la biología anuncia la capacidad de gestar y aparece el otro sexo con la ilusión de la relación sexual, de la completud. El ambiente familiar puede facilitar este movimiento o hacerle obstáculo. El obstáculo está dado en dos sentidos, apurando la autonomía o deteniéndola. En el primer caso se pueden situar muchos casos de niños en la calle, los que finalmente pueden terminar implicados en actos delictivos. Es muy común encontrar adolescentes en instituciones que presentan este entramado familiar en su base, padres cuyo deseo ni siquiera bordearon a sus hijos, padres encerrados en sí mismos, ausentes. El resultado: la calle como sustituto del hogar, calle que ofrece al niño la presencia de pares en condiciones similares. Entonces encontramos a niños y púberes "adelantados" realizando lo que es propio de la adolescencia, la pandilla, el encuentro con el otro, fumar, y esto es sin retorno al punto de partida. En síntesis: Niños que no juegan a ser adulto, sino que se la creen.

 

TRANSGRESIÓN EN LA ADOLESCENCIA

Quien no tiene el espíritu que corresponde a su edad, tiene las desdichas de su edad.

Voltaire

La cita inicial me surgió mientras pensaba en la temática de la transgresión adolescente. Corresponde a la etapa adolescente diría más que a las otras, la práctica del acto de transgredir.

Transgredir, desde su significa de diccionario, significa: Quebrantar, violar un precepto, ley, estatuto.

Ahora sucede que esta transgresión tiene una doble vía, por un lado una involuntaria y por otro una deliberada.

Transgresión involuntaria: Aquella establecida por la biología. Entonces el cuerpo del ayer niño se tropieza con cambios que van más allá de él, un cuerpo inmanejable, que crece desproporcionado, cambia la voz repentinamente, asimismo aparece la sustancia sexual. Todo va sucediéndose sin pedir permiso y sobre esta cartografía movible, el sujeto intenta reconocerse con su brújula interior.

Transgresión deliberada: Actos que practica el joven para irse despegando de la estructura familiar. Aquella transgresión que sucede de modo involuntario, prepara al joven para un nuevo ambiente, ya que la incomodidad que inicialmente se vive en el organismo, posteriormente se sufre en el cuerpo familiar.

Esta división es a los fines didácticos. Se trata de un proceso dinámico, bio-psico-social. Una biología que acontece, irrumpe, anuncia una nueva etapa, la de la posibilidad de reproducción. Un psiquismo que debe acomodarse a este evento signado por el fenómeno del hijo que puede convertirse en padre. De producto a productor. En este movimiento, ligado a la vida independiente, el adolescente tiene que superar a sus padres, y eso no es sin consecuencias. Matar al padre de Tótem y Tabú para incorporarlo vía identificación y entonces poseer sus atributos, los que posibilitan la paternidad, con una excepción, la prohibición del incesto. Es así que la sociedades cuentan con leyes preceptos y mandatos desde tiempos arcaicos y es su misión trasmitirlas a los nuevos integrantes. La trasmisión ya es una vuelta sobre el precepto, es la versión, diría el efecto de programación con el estilo de quienes trasmiten, esas son las marcas de una sociedad, de una familia particular, de un sujeto singular.

Transgredir en la adolescencia, por lo tanto es un ir más allá, desde adentro hacia fuera. Es el tiempo de la protesta para no permanecer alienado en la endogamia. La transgresión involuntaria no se puede detener, hace de un cuerpo niño otro adolescente. La transgresión deliberada puede ser fallida, y para que así sea tiene que operar la familia y/ o la sociedad como una estorbo a la conquista de la exogamia natural y esperada.

 

 

Lic. Pablo Melicchio

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