4.4 – Concentración empresaria, estado y endeudamiento.
Conjuntamente con los cambios producidos en la distribución del ingreso, se han producido modificaciones en la cúpula empresaria durante la presente década, modificándose la interacción propia de épocas anteriores entre empresas estatales, de capital externo o local. Actualmente debe pensarse la existencia de un bloque económico dominante que articula el capital de origen local con el externo, situación potenciada con la privatización de las empresas públicas y un proceso creciente de fusiones y ventas que se opera entre capitales de origen local y externo y con tendencia a un mayor peso en la propiedad de las empresas de los capitales externos. Es un proceso que se aceleró luego de la crisis mexicana y la más reciente de los años 97/98 y se expresa en todas las ramas de la actividad económica.
Existen evidencias que hacen pensar en un creciente papel de los capitales de origen local en la primera mitad del período, como consecuencia de un proceso de repatriación de capitales con destino a las inmensas posibilidades de obtener elevadas tasas de retorno para la inversión especulativa, las inversiones derivadas de las ventas de empresas estatales y los fuertes rendimientos en el mercado de capitales. Por el contrario, la fuerte fuga de capitales expresada como depósitos de argentinos en el exterior registrada en la segunda mitad, estaría produciendo nuevos reacomodamientos en la cúpula empresaria, con ventajas para los capitales transnacionales más concentrados y asentados en los sectores de mayor ventaja comparativa a la hora de obtener tasas de retorno altamente favorables, tales como los servicios públicos, el petróleo, los alimentos, o las finanzas.
En el cuadro n° 10 comparamos los incrementos en las ventas de las doscientas principales firmas y las modificaciones que se fueron produciendo hacia el interior de la cúpula empresaria.
El achicamiento constante de la participación de las empresas estatales, hasta su virtual eliminación ejercieron una influencia significativa en la demarcación de la nueva estructura de la cúpula empresaria. Dicho cambio abarcó también el plano sectorial favoreciendo el desarrollo del sector terciario en desmedro del secundario.
Los cambios más importantes que se produjeron en la cúpula empresaria están relacionados con la aparición de una cantidad importante de joint-ventures (articulaciones de grupos económicos nacionales con grandes conglomerados extranjeros o con empresas transnacionales), la mayoría de ellos relacionados con la adjudicación de las empresas públicas y por consiguiente con el aprovechamiento de las políticas utilizadas por el Estado durante dichos procesos, que le confirieron importantes privilegios en materia regulatoria, subsidios y subvaluación en los precios de las adquisiciones.
Un dato a considerar es que para las 200 principales empresas en la Argentina, se verifica una independencia entre sus niveles de alta rentabilidad y el fenómeno de la recesión o crisis, que impacta como pérdida de ingresos en los sectores populares y como pobreza y desempleo en aumento. A modo de ejemplo, durante la crisis del tequila, el monto de facturación de dichas empresas fue en 1995 un 11,3% mayor que en el año 1994, mientras que las utilidades se incrementaron en 29,9%. Durante dicho lapso, los consorcios adjudicatarios de los servicios públicos privatizados tanto como los holdings mostraron niveles crecientes de facturación y de los márgenes de benéficos en relación con las ventas. Debe recordarse que es un período de importantes saltos en los niveles de subutilización de la fuerza de trabajo.
Por lo tanto y si bien existen factores tales como la posibilidad de financiamiento en el exterior, la integración vertical u horizontal y los subsidios otorgados por políticas decididamente preferenciales por parte del gobierno, puede destacarse entre otros, la posibilidad que tienen los grandes conglomerados transnacionales para adaptarse a las fases contractivas de la economía. En ese sentido se destacan las empresas vinculadas al proceso de privatización y concentración de la economía local, que dan contenido particular a la transformación de la estructura empresaria en los últimos años. (Azpiazu, 97)
La aguda concentración empresaria evidenciada durante la década actual y su vínculo con la salida de capitales no ha sido menor en el transcurso del Plan de Convertibilidad. Si el shock implantado en la economía a principios de los noventa fue un arma utilizada por el oficialismo para demostrar que la confianza depositada por los tenedores de activos internacionales era una señal extremadamente positiva, la reversión de esta si-tuación después del año 1993 debería considerarse de manera inversa. En efecto, entre los años 1991 y 1992, el stock de activos externos de residentes disminuyó de 60.4 miles de millones de dólares a 53.6 miles de millones de dólares. Estamos refiriendo a un proceso de repatriación de capitales en convergencia con las oportunidades de privatizaciones, proceso que verifica un signo contrario luego del efecto recesivo de la crisis mexicana. La estabilización de los niveles de endeudamiento externo también acompañó este proceso.
Si bien la repatriación de capitales estuvo vinculada estrechamente al proceso de privatizaciones y de valorización del capital que se generó alrededor de éste, la nueva coyuntura internacional, con una tasa de interés doméstica superior a la internacional y el seguro de cambio que implicaba la paridad fijada por la Ley de Convertibilidad, fueron dos factores que influyeron en el comportamiento de los movimientos de capitales.
A partir del año 1993, la disminución en el ritmo de las privatizaciones, la revaluación del valor de los activos en poder de los consorcios que habían participado en las adjudicaciones y la rentabilidad privilegiada que dichas empresas habían obtenido, sumado a los frutos de la IED, determinaron un nuevo marco de salida de capitales.
Si a lo anterior le agregamos el crecimiento de las remesas de utilidades al exterior, que pasaron de 1.200 millones a comienzos de la década a unos 3.500 millones en 1998 y en los pagos de los servicios de la deuda, obtenemos un cuadro de situación en el cual el sector privado fue el principal encargado de remitir divisas hacia el exterior. Además, fue el que más se endeudó proporcionalmente en todo el proceso (multiplicó por 10), superando el crecimiento en los niveles de endeudamiento del Sector Público (lo duplicó). Igualmente debe constatarse que el Sector Público sostuvo el actual régimen cambiario con endeudamiento externo y dispuso de ese modo de un stock de reservas, neto del pago de su propia deuda, que a pesar de la fuerte salida de capital registró un considerable aumento durante la etapa de la convertibilidad. El cuadro Nro. 11 nos da una mejor idea de lo expresado anteriormente.
Se observa claramente que las salidas de capitales durante 1997 fueron superiores a los 16.9 mil millones de dólares, mientras que el pago de intereses de la deuda más las amortizaciones alcanzaron los 14.4 miles de millones de dólares. El cuadro muestra como en 1997 la perdida de recursos superó los 30 mil millones de dólares, más que los ingresos obtenidos en materia exportadora, con lo cual y considerando además que en dicho año se experimento un fuerte déficit comercial, la configuración de un elevado y creciente endeudamiento con el exterior queda per se explicada. (Basualdo, 99)
El cuadro depredatorio que la fuga de activos externos le impone al sistema económico, tiene su correlato en altos niveles de endeudamiento al que recurren los sectores público y privado. La estimación de la deuda externa a Marzo de 1999 alcanza los 140 mil millones de dólares, esto comparado con los inicios de la convertibilidad arroja un incremento del orden de los 80 mil millones de dólares. A pesar de ser el sector público el principal emisor de dicha deuda, por 81 mil millones de dólares, el sector privado no financiero con 35 mil millones de dólares a fines del 1999 incrementó en diez veces su stock de deuda desde que se implantó el nuevo plan (Cuadro 12).
Los crecientes niveles de endeudamiento del sector público determinaron que el equilibrio impositivo necesario para el sostenimiento del actual modelo debiera realizarse sin tomar en cuenta las distintas realidades de la sociedad argentina. La creciente carga de intereses de la deuda pública interna y externa, modificaron en forma sustancial la estructura del gasto público y exigieron un importante incremento en los niveles de recaudación.
El nivel de endeudamiento del sector público aumentó considerablemente la necesidad de financiamiento en los mercados de capitales como forma de compensar el déficit del sector público. Como lo demuestra el Cuadro 13, considerando las privatizaciones y los intereses de la deuda pública (gran impacto de la reanudación de los pagos de intereses a partir de 1993 luego del Plan Brady), el déficit ha crecido en forma considerable en comparación al nivel de 1991.
Los intereses de la deuda pública pasaron de representar el 1.23% del PBI en 1993 al 2.31% en 1998 y utilizan el 18% del Gasto Público presupuestado para el año 2000. El cuadro Nro. 13 muestra claramente como la caída en los ingresos por privatizaciones a partir del año 1994 y la reanudación de los pagos de los intereses revirtieron fuertemente el signo del resultado del sector público, el cual sufre su mayor impacto en 1995 con el efecto tequila y denota la clásica inflexibilidad del gasto con un constante crecimiento de los pagos por intereses de la deuda externa pública (principal componente de la tan mentada inflexibilidad). Esta situación queda legalizada y perfeccionada con la aprobación en 1999 de la Ley de Responsabilidad Fiscal, también llamada de Convertibilidad Fiscal, que establece un límite al déficit fiscal en relación con el PBI y del mismo modo lo hace con los niveles de endeudamiento estatal.
Mucho se habló en la década en torno a reducir el déficit fiscal y el gasto público, en acuerdo con los postulados del Consenso de Washington y pese a las privatizaciones y cesantías de empleados de la Administración Central que contribuyeron a restar 2/3 de la planta permanente del Estado Nacional y sus empresas, casi 600.000 trabajadores, la realidad ha sido la de un presupuesto en expansión. La constante necesidad de recursos por parte del Estado determinó una estructura impositiva de carácter regresivo y una baja presión fiscal en relación con otros países. El balance de la década apunta que, entre 92/98 la recaudación aumentó un 27%, consolidándose como principal tributo en materia de recaudación el Impuesto al Valor Agregado (IVA), cuya recaudación se incrementó un 47% y es representativo del 60% de la recaudación impositiva total. Sigue en orden de importancia el Impuesto a las Ganancias, que siendo menos de la mitad del IVA en la recaudación, incrementó un 255%. Ambos tributos, siendo la principal fuente de financiamiento tributario, reconocen el mayor índice de evasión y elusión fiscal.
En el total de lo recaudado (impuestos, aduana, seguridad social) se observa que el IVA representa un 40.6%, Ganancias 19.0%, Seguridad Social 20.5%. En 1992 la situación era: IVA 35.2%, Ganancias 6.8%, Seguridad Social representaba el 29.3% del total recaudado. La reducción en la recaudación de la Seguridad Social y el aumento del gasto, muestran el desfinanciamiento y la crisis del sistema previsional, tal como mencionamos en apartados anteriores. En 1993, tomando el PBI a precios de ese año, la recaudación tributaria representaba el 16.6% del mismo, mientras que en 1998 fue del 17.37% (calculando el PBI con la tasa de crecimiento provisoria del 3.8%), mientras que os gastos corrientes que incluyen los intereses de la deuda pasaron de representar el 18.7% del PBI a hacerlo en un 19.8% en los años mencionados.
En este análisis queda demostrado que el aumento en materia recaudatoria, fue absorbido por el aumento correspondiente del gasto (las tasas de crecimiento en el período 93-98 fueron 27% y 28% respectivamente) y la modificación de la estructura del gasto fue dirigida a achicar los gastos corrientes para hacer frente a los gastos en materia de intereses.
En relación con el gasto se observa (1993/1998) un aumento del orden del 28%, mientras que el cambio en su composición ha sido la siguiente: los intereses de la deuda han aumentado su participación del 6.58% al 11.67%; los montos destinados a la Seguridad Social pasaron de representar el 28.3 % de los gastos corrientes a hacerlo en un 30.6%, mientras que la gran disminución fue evidenciada en el rubro Gasto de Consumo y Operación que incluye las remuneraciones del sector público y la compra de bienes y servicios, el cual pasó del 27.8% a representar un 16.4%. Al mismo tiempo se verifica en la actualidad un fuerte deterioro de las prestaciones de la seguridad social.
La finalización de la década de los ochenta estuvo acompañada por importantes modificaciones en el funcionamiento de la economía, el estado y la sociedad Argentina, las que venían procesándose desde mediados de los años ´70. El nuevo gobierno (Menem/89) se encontró frente a una situación en la cual la inflación y la descapitalización de la economía eran los puntos más visibles que se reclamaba ser modificados. En realidad, las medidas adoptadas respondieron a una reestructuración que no solo atendió dicha problemática heredada, sino que fue mucho más allá e implicó una adecuación del rumbo que posibilitó la profundización de un modelo delineado esencialmente a partir del golpe de estado del ´76 y cuyo eje central remi-te a la concentración y centralización del capital.
La visible reducción inflacionaria es un hecho. El crecimiento del PBI debe relativizarse en relación con la baja performance del decenio de los ´80, especialmente, el muy bajo nivel de 1989. El dato relevante sin embargo, está dado por el elevado costo que en materia social se ha generado. Es la contrapartida más evidente que se puede apreciar ante la baja inflacionaria y los registros de crecimiento. La política destinada a contener la inflación (desde la apertura indiscriminada de la cuenta corriente, la liberalización de la cuenta de capitales, la desregulación de los mercados, hasta el Plan de Convertibilidad) impactó en el mercado de trabajo produciendo la destrucción de puestos laborales, caídas en los salarios reales de los trabajadores y precarización de las condiciones de trabajo. Por su parte, el crecimiento del producto (mostrado por registros estadísticos fuertemente cuestionables) que había sido considerado como una condición suficiente para el derramamiento del bienestar hacia el resto de la población, no tuvo su correlato en los niveles de vida de la población, impactando de manera regresiva, al igual que lo hizo en épocas anteriores, en la distribución del ingreso y quedando de esta forma fuertemente cuestionado uno de los principales postulados con los que el neoliberalismo justifico la implementación de las políticas.
La redistribución regresiva del ingreso fue la consecuencia lógica del sendero por el cual la economía fue obligada a transitar. Es decir, si bien la internacionalización de los movimientos de capitales y mercancías es un proceso que ya a finales de los ochenta y principios de los noventa se encontraba en pleno auge, la rapidez y virulencia con que la economía fue integrada al nuevo contexto mundial se tradujo en un mayor grado de vulnerabilidad ante shocks externos, los que difícilmente puedan ser amortiguados en virtud de las limitaciones en materia de políticas activas, acentuadas con el régimen de convertibilidad. La libre entrada y salida de capitales allanaron el terreno para el aprovechamiento de importantes rentas financieras derivadas de las altas tasas de interés y del proceso de privatizaciones encarado por el gobierno, las cuales no solo implicaron un fuerte ingreso de capitales (los que a su vez permitieron el boom de los primeros años de la convertibilidad), sino también una fuerte contracción ante cambios en las condiciones internacionales, con las consiguientes caídas en los niveles de actividad interna y afectando por lo tanto los niveles de empleo y condiciones de vida de la mayor parte de la sociedad.
La apertura y la revaluación del tipo de cambio juegan un rol clave a la hora de evaluar el papel de la Argentina en el contexto internacional. La entrada de productos importados fue utilizada como un mecanismo para disminuir la inflación, pero terminó a su vez desencadenando un modelo de aguda desindustrialización que explica una de las causas fundamentales del desempleo crónico en la década de los noventa. La integración al mercado mundial manteniendo el antiguo esquema de división del trabajo, en el cual se acentúa la primarización del esquema exportador (con gran participación de productos como el petróleo y el gas, los cuales, y debido a la intensidad de extracción y a la ausencia de inversiones en materia exploratoria, encuentran serios límites para su desarrollo futuro) y la dependencia hacia las importaciones de manufacturas de origen industrial. En función de lo anterior, se verifican fuertes déficits comerciales con la Unión Europea y los Estados Unidos, mientras que en el comercio con el Brasil el saldo ha sido deficitario en la primera etapa de la década, registrando ligeros superávits en la actualidad. De todas formas y a pesar de haberse incrementado el comercio intrazona (Mercosur), nos enfrentamos con una estructura en la cual el principal sector productor de manufacturas de origen industrial se caracteriza por el ensamblaje y exportación posterior, con un valor agregado generado internamente apenas significativo. Las perspectivas respecto al rol en el comercio que ocupará la Argentina en los próximos años no son para nada favorables y dependen en gran medida, de lo que pueda ocurrir en las rondas de negociaciones que se lleven a cabo en los ámbitos donde predominan los intereses de las principales potencias mundiales, que lejos de intentar inducir modificaciones en las pautas del comercio mundial, tienden a perpetuar los patrones de especialización vigentes.
El cambio de funciones del estado, que muchos presentan como "achicamiento" afirma su "aparente" desaparición mediante la política de privatizaciones y de cesantías. A la vez y curiosamente, el incremento en los niveles de gasto, junto a la expansión del endeudamiento público (en 1999 alcanza los 114.000 millones de dólares) señalan parte de la nueva función del Estado en la asignación de recursos para las nuevas modalidades de acumulación de capitales. El nuevo papel del Estado es uno de los hechos más significativos en materia de transformaciones ocurridas en el transcurso de los noventa.
El balance de la década en este sentido nos enfrenta con un Estado que liquidó sus activos en empresas y que con los pagos de intereses de la deuda pública, que se han transformado en el componente más importante del presupuesto nacional y principal causal del desplazamiento de gastos hacia otras áreas fundamentales de la economía han generado una grave situación de desfinanciamiento del sistema de seguridad social. Además, se verifica una excesiva carga tributaria sobre los sectores de menores recursos. Todo en aras de facilitar la apropiación de renta por los capitales más concentrados e incluso el incremento sustancial de la remisión de utilidades al exterior.
Por lo tanto, y teniendo en cuenta que en los años noventa se ha producido en nuestro país un fuerte proceso de concentración empresaria, estrechamente vinculado al proceso de privatizaciones y valoración del capital que se generó a su alrededor, podemos concluir que la desaparición del Estado no ha sido más que "aparente" en el sentido de que ha jugando un rol fundamental a la hora de defender los intereses de los grupos dominantes y de garantizar la lógica regresiva de un modelo impuesto por una elite dominante, que encuentra en el desempleo, en la fragmentación social y en los crecientes grados de polarización, a su arma más efectiva para alcanzar sus objetivos de acumulación de la riqueza nacional.
Buenos aires, noviembre de 1999
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Julio C. Gambina (*)
* Profesor de Economía Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Director del Centro de Estudios de la Federación Judicial Argentina, CEFJA, adherido al Instituto de Estudios de la CTA..
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