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Sobre las adolecentes, conversaciones inteligentes


    Sobre las adolescentes conversaciones inteligentes – Monografias.com

    Sobre las adolescentes conversaciones inteligentes

    Conversaciones inteligentes

    Me daba tristeza verle solo. Suponía que era terrible pasar noches sin tener un buen descanso. Por aquellos tiempos creí haber descubierto que el señor Albert disfrutaba dormir hasta tarde, pero con el tiempo surgió la verdad de los hechos, sufría de insomnio. Pasaba horas sentado leyendo, ya fuera en su habitación, la sala, o inclusive el patio de la casa. Siempre se le encontraba por las noches leyendo. De chica solía pensar que un militar siempre se levantaría con el toque de una corneta, de modo que, cuando la señora Pony le rentó el cuarto al señor Albert, no tuve más remedio que esperar por las mañanas escuchar el sonido de la trompeta llamando al desayuno. Para mi sorpresa, en los meses que vivimos bajo el mismo techo nunca ocurrió. Tampoco nos tocó coincidir en el desayuno, salvo contadas ocasiones que fueron bastante especiales.

    Ello me hizo acercarme una noche. No sabía que conversar con él, pero algo se me ocurriría.

    -Buenas noches señor Albert-

    -Buenas noches Candy-

    Sus ojos no se apartaron un solo segundo de su lectura

    -Puedo preguntarle qué está leyendo-

    -Es un libro que han hecho unos alemanes sobre los puntos estratégicos para colocar cargas de dinamita en los puentes y derribarlos-

    Mis ojos se desorbitaron y sin duda alguna me puse pálida cuando escuché su respuesta. El silencio, me pareció, se volvió incómodo, pero el señor Albert no despegaba su vista de su lectura. Yo seguí plantada como estatua en el mismo sitio y eso le orilló a preguntarme si pasaba algo, con cierto nerviosismo le pude responder.

    -La verdad, esperaba que me dijera que leía poesía o alguna novela clásica, pero…-

    -También me gustan. Sólo que hoy quise retomar una lectura pendiente-

    Y su vista nuevamente se posó sobre el texto. Debió ser mi rabia por ignorarme cuando yo hacía un esfuerzo tan grande por aligerarle una noche de insomnio lo que me llevó a responderle.

    -Pero esos puentes… la dinamita… ¿cómo puede tener una lectura así? Bien merecido se tiene no dormir por las noches. Seguro le atormentan los fantasmas de la gente que ha matado-

    Mis palabras salieron como en un tropel de mi boca y en cuestión de minutos ya le había encontrado culpable de crímenes que desconocía si había cometido. Lo había juzgado y sentenciado la condena. Su rostro no se inmutó ante mis palabras y, contrario a lo que yo me hubiera esperado, respondió paciente y dulcemente a mis acusaciones.

    -Vaya, usted sí que es rápida. Pero, permítame corregirla. Yo no he matado a nadie. El que yo porte el uniforme militar no es sinónimo de ser asesino-

    Su calma me sorprendía. Podía ser que dijera la verdad, pero también que estuviera perfectamente entrenado para responder de esa manera.

    -Seguramente el que le haya dicho de mi lectura le ha creado un prejuicio. Candy, dígame, ¿Qué piensa usted que se hace en el ejército?-

    -La Guerra

    Mi respuesta fue firme y hasta cierto punto agresiva, pero él no respondió a mi agresividad, sino todo lo contrario, trató de tranquilizar mi sentir.

    -La Guerra existe, lo queramos o no. Si bien es cierto, es a través de los ejércitos que se libran las batallas, no significa que ése sea nuestro fin último. El ejército busca, por sobre todas las cosas, la permanencia de un estado de paz-

    -¿Cómo pretende que crea eso señor Albert? Con sus armas, sus tanques, las bombas. No me tome por un infante-

    -No me atrevería Candy. Verá usted, es importante buscar la protección de cierta manera, aunque muchos digan que el ataque es la mejor defensa, yo creo, firmemente, que el diálogo entre los individuos es lo que nos trae los mejores resultados. Ponga de ejemplo esta conversación, Candy. Usted llegó atacándome, llamándome en cierta manera asesino. Yo pude responder violentamente, sin embargo estoy aquí, intentando hacerle ver una postura distinta. No le estoy imponiendo mi visión de las cosas, pero entre más información tiene usted, mayor oportunidad tiene de formar un correcto juicio-

    Él tenía la razón, yo había llegado atacándolo y no era justo actuar de esa manera. Desde que le vi en la oficina del bufete me decía que debía ser un hombre que había matado a más de un inocente, me creaba imágenes de él en algún campo de batalla, donde había luchado en combate cuerpo a cuerpo. Haciendo explotar cañones, cargando rifles o escopetas, disparando a quemarropa sobre soldados del frente enemigo, soltando granadas para las trincheras contrarias y rebanando cuellos con un cuchillo de monte. Le imaginaba con un rostro fiero enfrentando a hombres jóvenes y grandes por igual.

    Y de pronto, me di cuenta que jamás le había preguntado qué hacía en el ejército, si había luchado en una guerra. Jamás le pregunté nada.

    -Pero esa lectura…-

    Fue lo único que utilicé para justificarme. Un argumento poco sólido y hasta ridículo.

    -Usted asume muchas cosas Candy-

    Parecía que había adivinado mis pensamientos.

    -Sabe, al igual que mis sobrinos yo estudié leyes y administración. Pero realmente eso nunca fue lo mío. La educación en casa conllevó estudiar varios idiomas. Mi hermano pensó que tal vez para mí la carrera diplomática sería lo más adecuado. Siempre he sido buen negociador y tengo lo que se dice "mucha mano izquierda", la habilidad para tratar a las personas con cierta delicadeza cuando no se merezcan ni una pizca de ésta. Yo creí que también sería una buena idea y partí a Francia, los efectos de la Gran Depresión aún se sentían y el diálogo entre las naciones era imposible, las relaciones internacionales estaban pasando a segundo plano, lo importante era el control de la situación en el interior, ya que de ahí podría surgir el estallido de una segunda guerra. Mis conocimientos sobre administración y legislación me llevaron por otra línea, analizar la situación presente y establecer los lineamientos para situaciones futuras. Por alguna razón retomé los puntos del Tratado de Versalles que no se estaban cumpliendo, la situación posterior a la Gran Depresión e identifiqué otras condiciones que se presentaron en aquel momento. Así presenté un plan de riesgos y oportunidades al gobierno y, a partir de ese momento, me llamaron para una división especial del ejército. Así que como verá Candy, formar parte de las fuerzas militares no significa haber matado a alguien.

    -Pero usted forzosamente tuvo que entrenarse-

    -Así es, todos tenemos que prepararnos. Nos enseñan el manejo adecuado de las armas y combate cuerpo a cuerpo, pero no tuve que matar a nadie. Además, por mis estudios, yo pasé después a otra división del ejército, que si bien nos obliga a tener conocimiento de armas y combates, no involucra ninguna de estas actividades-

    -Pero ¿y su lectura?-

    -Sabía que lo preguntaría. Es esencial conocer las actividades de otros países. Se imagina si esta publicación cayera en las manos de una persona afectada de sus facultades, o algún otro que tuviera la firme intención que provocar el asesinato de inocentes. ¿Cómo podríamos reconocer los puntos de riesgo si no conocemos toda la información a la que puede tener acceso un enemigo?-

    Sus palabras estaban llenas de razón. Yo empezaba a entenderle un poco o, al menos, justificaba su lectura. Comprendí que todas las batallas se ganan con la información. Cuando tenemos un problema, sin importar el que sea, entre más podamos saber sobre él, más fácilmente encontraremos un modo de darle solución. Eso lo hacían en el bufete. Los señores Andrew llamaban a sus clientes una y otra vez, investigaban, preguntaban, recopilaban cuanta información fuera posible, ya para identificar al culpable o para salvar a un inocente.

    Recordé como la prensa era cruel al hablar de casos en los que no había información, donde hacían sus propias conclusiones y lo difícil que era después cambiar la mentalidad de la gente cuando ya se habían formado un juicio basado en falsas acusaciones. Y como si el señor Albert pudiera leer mis pensamientos, continuó su charla.

    -Nunca crea del todo lo que digan los periódicos, Candy. Existen muchos intereses sobre las publicaciones. Documéntese, lea cuanto le sea posible. Crea la mitad de lo que vea y la mitad de lo que oiga. Fórmese sus propias conclusiones. No sea un títere más de esta sociedad

    -¡Ay señor Albert! Es que a veces no hay nada que leer-

    -No me diga eso Candy. Me hace pensar que sólo lee revistas del corazón y por eso viene el desánimo-

    -No señor Albert, en absoluto, también leo el periódico ocasionalmente y algunos clásicos de la literatura. He leído a Platón, es mi filósofo favorito-

    -El cuerpo es la cárcel del alma

    El príncipe de Maquiavelo

    -Espero no se lo haya tomado muy en serio-

    -¡Oh! No en absoluto. Leí también unos apuntes de un hombre llamado Sun Tzu-

    -¿Leyó el arte de la guerra? Dígame ¿Quién es la belicosa ahora?-

    Su comentario me arrancó un sonrojo y una tímida sonrisa. Él simplemente curvó sus labios dulcemente.

    -Veo que ha leído muchas cosas. Recuerde no creerse todo a pie juntillas Candy.

    -No lo hago señor Albert.

    -¿Qué me dice de Tomás Moro?-

    -¿Utopía? Sí, también, junto con el Manifiesto Comunista.

    -¿Será que tenemos a una mujer comunista en casa?

    Su comentario y la calidez de su sonrisa me hicieron nuevamente sonreír, aumentando el tono ruborizado de mis mejillas.

    -No señor Albert, creo que es un buen sistema, pero es tarde, demasiado tarde para su implementación-

    -¿Y no le parece que esté funcionando en Rusia?-

    -Tengo mis reservas sobre ese tema-

    -Comprendo-

    -Y recientemente he encontrado los libros de un autor alemán llamado Friedrich Nietzsche, que han sido mi lectura más frecuente. Dicen que sus teorías están inspirando una nueva corriente-

    Su rostro se ensombreció un poco ante mis palabras. El silencio se instaló en el lugar y procuraba disimular su incomodidad. El momento encantador en que charlábamos sobre los libros y los diferentes tipos de lectura se había roto. Con un tono velado procuró continuar la conversación.

    -¿Ha leído también a Nietzsche?

    -Si-

    Mi respuesta fue tímida. No sabía que esperar. En esos momentos me sentía como si hubiese cometido un crimen. De pronto me arrepentí de haber perseguido las publicaciones en la biblioteca. Me arrepentí enormemente de haber pasado horas leyendo sus escritos.

    -¿Y qué piensa de la Teoría del Superhombre? ¿No le recuerda un poco la Teoría de la Eugenesia, propuesta por Platón?-

    -Es una ridiculez. El ser humano es en sí mismo una raza superior. No es preciso hacer más divisiones. Es una tontería lo que han hecho en Europa

    Una pequeña pregunta había desatado un infierno interior. No hacía muchos días había sido testigo del constante trato discriminatorio que se vivía en contra de las personas de color y me despertaba una rabia incontenible, peor aún saber de la segregación en Alemania.

    -¿Así que está al pendiente de la situación en Europa?-

    -Sí, es una crueldad lo que allá se hace. En todos los aspectos. Desde aquella maldita quema de libros hasta la segregación-

    -Es un tema espinoso Candy-

    Sus palabras me indicaron mesura.

    -Candy, conoce que significa el término WASP?-

    -No-

    Respondí sinceramente.

    -White, Anglo-Saxon and Protestant-

    -¿Y eso qué significa?-

    -Bien, existen ciertas personas que, creen que deberíamos volver a los antiguos sistemas de castas. Piensan que deberíamos tener esclavos de nuevo. Algunos piensan que deberíamos unificarnos bajo una sola religión y otros más piensan que no debería haber ninguna. Que hay ciertas razas inferiores y otras superiores-

    -Pero eso es barbarie. Todos somos iguales y cada persona tiene el derecho de elegir el credo que siga, si es que desea seguir alguno.-

    -Usted lo ve así, yo lo veo así. Pero existen grupos de personas con ciertas tendencias extremistas que no lo ven así-

    -Y estos WASP…-

    -Es un grupo de personas con cierta tendencia. Por ejemplo, en Australia, cuando nace un niño de madre aborigen y padre "blanco", debe ser notificado inmediatamente al gobierno, para que éste, a través de la iglesia protestante, se haga cargo de la educación del menor-

    -Eso es una crueldad señor Albert-

    -Nuevamente usted y yo estamos de acuerdo, pero el Gobierno dice otra cosa, y la influencia de los grupos WASP es fuerte en muchas partes del mundo-

    -Como si ellos fueran mejores-

    Tal vez fue el tono de mi voz, o mi cruce de brazos, o el mohín que lo acompañó, o las palabras que formulé, o todo en conjunto, pero la estancia se inundó con una carcajada que venía dulce desde su boca.

    -No Candy, en el mundo no hay mejores ni peores. Ni razas inferiores ni razas superiores, aunque muchos así lo crean, por eso le digo que no se deje guiar por lo que escuche o lo que vea. Trate de hacerse su propia opinión. Tal vez pronto le tocará escuchar con mayor frecuencia sobre esas ideas de una raza superior, pero recuerde que usted y yo sabemos que eso no existe-

    -Si Albert-

    -¿Puedo sugerirle una lectura?-

    -Si, por favor.-

    -Seguramente ha escuchado mucho sobre esto. Es una novela. Algunos la llaman futurista, para otros es una simple burla sobre la sociedad y algunos conceptos. Es una buena lectura-

    Y tuve entre mis manos, por vez primera, un ejemplar de "Un Mundo Feliz" de Aldous Huxley. La sátira moderna de la sociedad de la década nuestra, los años 30.

    Tomé el ejemplar con mucho cuidado y le agradecí sinceramente el préstamo con apenas un inclinamiento de cabeza y una sonrisa. Empezaría la lectura al día siguiente en mi hora del almuerzo. Me sentía feliz porque había compartido un poco de su misterio personal conmigo, a través de la charla, y ahora lo hacía a través del préstamo de uno de sus artículos personales.

    -¿Cómo va el francés? –

    Preguntó mientras recogía su cuadernillo de notas y sus bolígrafos.

    Je suis perdu

    "Estoy perdida" respondí. La verdad era que no había avanzado nada durante el último mes, cada día se me hacía más complicado aprender los diferentes tipos de acentos y empezaba a pensar que había cometido un gran error al tomar las lecciones.

    Pas de chance

    "Mala suerte" me dijo y sonrió simulando su desencanto. Recogió el resto de sus pertenencias y se encaminó a su habitación.

    -¿Candy…?-

    -¿Si?-

    -¿Podría pedirle un favor?

    -Sí, claro-

    -¿Podría no azotar las puertas en la noche?

    -¿Cómo?

    -Sí, verá, la noche anterior salió de su habitación y azotó la puerta. Parecía que alguien hubiera entrado de golpe a la casa y salí de inmediato. Estuve a punto de tomar mi pistola y encañonar al ladrón que había entrado, pero no había nadie. Entonces vi la luz en su habitación y caí en la cuenta que era usted. ¿Podría hacer menos ruido en la noche?-

    -Yo…-

    -Gracias-

    Me interrumpió.

    -¿Tiene usted un arma en esta casa?-

    -Si-

    -Y ¿Podría…?-

    -No. No se la voy a enseñar-

    -Yo…-

    -Buenas noches Candy-

    Y el señor Albert desapareció tras la puerta de su habitación.

    ¿A qué se deben los cambios bruscos en el ánimo de la gente? Habíamos pasado de un momento muy lindo a pedirme que no azotara las puertas. Que frío se volvió el trato. Tal vez a los militares no les gusta hacer amistad y lo mejor es salir con excusas cuando sienten que se están involucrando demasiado en una conversación. Hay que conservar cierta línea, ciertos límites.

    Prefería pensar que era su manera de decir que sólo había sido una charla para aligerar la noche. Para evitar que yo pensara que existía un interés de su parte hacía mí. Yo le podía asegurar en ese momento que a mí no me interesaba y que nunca me iba a interesar.

    Así, me fui a dormir, confundida en mis emociones. Por una parte emocionada por haber tenido una charla tan amena, que había sido para mí lo más cercano a tener un amigo, y porque, además, compartía conmigo sus pertenencias, un poco de ese mundo que yo desconocía; y por otro lado temerosa al saber que tenía un arma dentro de la casa, los accidentes pueden pasar y no quería terminar con un agujero en alguna parte de mi cuerpo a causa de un disparo accidental; pero sobre todo me sentía enojada, me molestaba que me creyera tan imprudente como para pedirle me enseñara el arma. Seguro me moriría del espanto de verla. Aunque dentro de mí me causaba curiosidad. Pero el enojo podía más conmigo. No me había dejado hablar. A fin de cuentas, tendría que hacer caso de los consejos, "cree la mitad de lo que ves y la mitad de lo que oyes". Seguramente no existía tal arma.

    FIN

     

    Enviado por:

    Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

    "A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"®

    Santiago de los Caballeros,

    República Dominicana,

    2015.

    "DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH POR SIEMPRE"®