Descargar

Vulnerabilidad en adolescentes que estudian y trabajan

Enviado por Guillermo Molina


     

     

    1. Introducción

    Pareciera ser que la realización del ciclo completo de escolaridad media sigue siendo en nuestro país, a fin del milenio, una quimera para amplios sectores de una población juvenil en riesgo, cuyo futuro se torna más incierto aún ante una sociedad y un mercado laboral cada día más exigente en término de credenciales educativas, en tanto que la institución escolar escasamente preparada y dotada para garantizar el pasaje por la misma.

    Preocupados por esta situación, nos propusimos iniciar en el año 1997 un estudio de caso exploratorio y multidisciplinario en un establecimiento de enseñanza media nocturno con terminalidad comercial de la ciudad de Rosario. Nos interesó conocer los itinerarios educativos y laborales de adolescentes y jóvenes que transitan por el doble esfuerzo de estudiar y trabajar. Suponíamos una vulnerabilidad presente y futura ante el incremento de los fracasos y deserciones del sistema educativo formal, con riesgo latente de exclusión social. Desde una perspectiva de género, nos propusimos vincular esas trayectorias con estrategias familiares de sobrevivencia y con las representaciones colectivas que construyen los/las alumnos/as sobre el rol de la escuela y del trabajo en sus proyectos de vida.

    En una primera fase y desde un enfoque metodológico cuantitativo aplicamos dos modelos de encuestas en adolescentes y jóvenes –varones y mujeres que trabajan y/o que buscan trabajo (total: 160 encuestas). Continuaremos el estudio desde estrategias metodológicas cualitativas: grupos focales, entrevistas en profundidad e historias de vida. En este artículo se han seleccionado algunos de los datos obtenidos.

     

    2. Adolescentes que estudian y trabajan: el desafío diario de luchar por la inclusión social. Aspectos conceptuales

    Como consecuencia de los procesos de desindustrialización e hiperinflación registrados en la región, a fines de los ’80 y en el transcurso de los ’90 se cerraron una cantidad importante de fábricas, afectando al comercio e incluso al sector servicios. El desenlace fue la destrucción de un importante número de puestos de trabajos, impactando especialmente en trabajadores asalariados estables y jefes de hogar. Las posibilidades de reinsertarse en el mercado laboral para adultos mayores de cuarenta años se han ido progresivamente agravando, aumentando el tiempo de desempleo, el refugio en trabajos informales y el cuentapropismo. Actualmente, el Gran Rosario presenta una escasa creación de empleo (32,5% para el total de la población), en general de "mala calidad", temporarios.

    Muchos adolescentes, compelidos por necesidades económicas impostergables de sus grupos familiares, buscan ingresar tempranamente en la vida laboral con competencias mínimas, sin haber adquirido las habilidades esenciales requeridas por los nuevos puestos de trabajo, con insuficientes y frágiles redes de relaciones sociales. En un mercado laboral tan restringido y competitivo, el desenlace es previsible: resulta muy difícil obtener un primer empleo (desempleo como entrantes). Muchos abandonan la búsqueda, desalentados, con vivencias subjetivas de desvalorización personal y, en algunos casos, de discriminación (desempleo oculto). Los que logran emplearse, ingresan a trabajos precarizados, temporarios, sin cobertura previsional y social, "en negro". En general, se trata de trabajos que no califican ni potencian una proyección futura. Desde el Estado se vienen implementando programas de empleo (Trabajar), de capacitación (Proyecto Joven, Imagen, etc.) y promoviendo pasantías en empresas privadas y organismos públicos. Los trabajos que resultan de estas experiencias aún son limitados en su extensión y de escasa calificación laboral.

    Llomovate (1986) señala que generalmente ingresan entre los 12 y 13 años e incluso en edades aún inferiores, revelando la presencia de trabajo infantil. Konterllnik, I.; S. Feldman y M. A. Gallart (1996) consideran esas circunstancias como situaciones de vulnerabilidad y predicen trayectorias personales de postergación social. Tales perspectivas pueden agravarse si estos jóvenes pertenecen a hogares pobres (con NBI) o pauperizados, si registran sobreedad en el nivel de escolarización que cursan, si no han aprobado el ciclo básico de la escuela media y presentan niveles bajos de instrucción o si son inactivos que no estudian.

    Los requerimientos actuales para insertarse laboralmente en un contexto de profundas transformaciones del proceso laboral, tanto en el orden tecnológico como organizacional, acentúan la importancia de la educación para acceder a mejores condiciones laborales y demandan sujetos con capacidad de ser polivalentes, flexibles a procesos de aprendizaje y adecuación continuos, con aptitudes para operar en equipos de trabajo con iniciativa, eficiencia, creatividad, productividad y competitividad.

    Las carencias educativas, de capital cultural y social que plantea Bourdieu, P. (citado en Gallart, 1996) vinculadas a inserciones laborales tempranas y a fracasos, interrupciones o bajos rendimientos escolares operan en negativo para el devenir laboral futuro de los mismos, destinándolos a circuitos de trabajos temporarios, con alta rotación de empleodesempleo–subocupación. Las bajas remuneraciones percibidas inmovilizan en la pobreza o sus proximidades y acentúan la desigualdad y segmentación de la sociedad actual.

    Para los adolescentes comprendidos entre 14 y 17 años resulta difícil conciliar el trabajo con la asistencia regular a la enseñanza media y se registra una amplia gama de situaciones, desde el bajo rendimiento educativo hasta el fracaso y la deserción temprana del circuito escolar dada la extensión horaria que tienen las jornadas laborales. Los jóvenes de sectores menos favorecidos deben esforzarse el doble para acceder a su capacitación laboral, invertir ingresos propios para capacitarse específicamente en tanto aspiran a inserciones inmediatas en el mercado de trabajo o a mejoras en su situación laboral. Por lo tanto transitan por situaciones de grandes desventajas en el uso de las oportunidades educativas. Solo una minoría dedica este período de su vida a formarse. Es relevante la marginación por exclusión temprana, antes de que las habilidades básicas se hayan consolidado, y la marginación por inclusión, permaneciendo en el sistema formal sin lograr acceder y entrenarse en la adquisición de esas habilidades (Gallart,1996).

    En el caso de permanecer en el sistema educativo formal, acceden en general a sus segmentos más deteriorados, obteniendo credenciales devaluadas en relación a las obtenidas por otros sectores sociales. El riesgo es "la descalificación y la desocialización" (entendida como pérdida de identidad y aislamiento social) que condicionará sus perspectivas en tanto sujetos adultos (Tenti Fanfani, 1993).

     

    3. Caracterización de la población estudiada

    Se administraron encuestas a un total de 160 alumnos/as, conformado por personas comprendidas entre los 14 y 27 años, con una edad promedio de 17 años. En función de las edades registradas, estimamos que se trata de población adolescente y joven.

    ***********

    A. Perfil socio-familiar:

    Conviven en familias nucleares el 54,8% y en familias monoparentales maternas el 22,6%. En las ocupacionales parentales predominan empleados administrativos y públicos, pequeños comerciantes, enfermero/as, personal gastronómico, servicio doméstico y cuentapropistas. Se registran solamente dos profesionales. Los niveles educativos parentales expresan mayoritariamente cursados de instrucción primaria completa y secundaria incompleta.

    B. Perfil socio-educativo:

    Los alumnos que buscan trabajo (ver cuadro 1) presentan un alto grado de repitencia (78% en varones y un 85% en mujeres) y de interrupción del estudio (56% en varones y un 50,9% en mujeres). En los alumnos que trabajan, (ver cuadro 2) los porcentajes también son elevados, en repitencia (66,6% en varones y 94% en mujeres) y en interrupción (66,6% en varones y un 33,3% en mujeres). Manifiestan como motivos más frecuentes: el desinterés hacia los estudios formales y problemas familiares que implicaron tener que trabajar. No obstante ese apatía por el estudio, el 61,3% dice que estudia por decisión propia y por presión familiar sólo el 1%.

    Cuadro 1. Perfil socio-educativo de los alumnos que buscan trabajo

    ********

    Cuadro 2. Perfil socio-educativo de los alumnos que trabajan

    ********

    C. Perfil socio-laboral de los encuestado:

    El 36,5% de los alumnos trabaja, el 62,5% está desocupado, el 29% trabaja a veces y un 1% no busca trabajo (ver cuadro 3). La duración de la jornada laboral más frecuente es de 8 hs. (pudiendo llegar a jornadas más extensas en varios casos).

    Cuadro 3. Características de la población estudiada según género y situación laboral actual

    *****

    El 95% de los encuestados manifiestan trabajar sin contrato, "en negro". Trabajan con familiares el 31,6%, por cuenta propia el 10,5%, en empleos privados el 36,9%, en servicio doméstico un 14% y en programas sociales ("Trabajar"), sólo el 5,2%. (ver cuadro 4).

    D. Perfil socio-laboral de los alumnos ocupados:

    En este estudio se han analizado 57 encuestas administradas a adolescentes y jóvenes ocupados, de ambos sexos, correspondiendo 39 encuestas al género masculino (69%) y 18 encuestas al género femenino (31%). La edad promedio del grupo en cuestión es de 18,3 años.

    Cuadro 4. Modalidad del empleo

    *******

    Se han considerado los siguientes aspectos:

    Tipo de ocupación: El grupo investigado se desempeña en una variada gama de actividades, siendo la heterogeneidad de las mismas lo más significativo cuando se trata de las vinculadas al sexo masculino, frente a una relativa homogeneidad en las prácticas observadas en el grupo femenino. Los varones mayoritariamente se encuentran participando en:

    a. oficios tradicionales como: plomero, pintor, yesero, ayudante albañil, electricista, carpintero, revestidor.

    b. actividades vinculadas al área de servicios (de apoyo periférico): repartidor, mozo, limpieza, cobranzas, cadete, chofer, diariero, empleado de stock.

    c. operarios en pequeñas o medianas industrias: en gas licuado, imprenta, electricidad, industria química, industria papelera.

    d. empleo público municipal (un caso)

    e. cuentapropismo como disc jockey (dos casos).

    En las mujeres, sin embargo, lo dominante son las actividades asociadas al rol doméstico, siendo las ocupaciones más reiteradas las de niñera, empleada doméstica, cocinera. Se registra algún desempeño en tareas ligadas al área comercial en calidad de empleadas de salón de ventas, promotoras, empleada en locutorio, así como también aparece mendicidad encubierta en el caso de una vendedora ambulante. Sólo una encuestada manifestó trabajar en el sector productivo como obrera en una fábrica de ventiladores.

    La heterogeneidad de desempeños relevada encuentra en la precariedad del vínculo (trabajo en negro, sin cobertura social) y en el escaso potencial calificatorio un común denominador que atraviesa todas estas prácticas laborales. A esto cabría agregar que en el caso de las mujeres, el 50% se concentra en tareas de servicio doméstico, reproduciendo estereotipos socioculturales que identifican a éste como uno de los ámbitos posibles para el trabajo femenino, particularmente cuando el nivel educativo es bajo.

    Riesgo laboral: Requeridos acerca de su percepción frente a riesgos físicos a los que se exponen en sus actividades, 32 varones identificaron riesgos laborales, uno se manifestó sin riesgos, mientras que seis (6) respondieron no saber. En las respuestas femeninas (10 sobre un total de 19 encuestadas) se dividieron entre las que afirmaron no correr ningún riesgo y las que no saben respecto del mismo.

    De todos los que expresaron su conciencia del riesgo a que se encuentran expuestos (el 72% en el sector masculino y el 45% en el sector femenino), los elementos contaminantes, los cortes, el ruido, el frío o calor excesivos, así como las quemaduras y esfuerzos posturales incorrectos, fueron, en este orden, los riesgos más destacados. El temor al robo y a la agresión física aparece como otro factor que se agrega como riesgo potencial (en un alumno que trabaja como cobrador).

    Se infiere que existe en la población estudiada una clara percepción de los riesgos que corren en su desempeño laboral, siendo notablemente alta la percepción de los varones, señalando en muchos casos más de tres riesgos asociados a la tarea que realizan. Estos datos adquieren una particular dimensión si se tiene en cuenta que se trata de sujetos que atraviesan una etapa en la cual aún no se ha completado el desarrollo psicofísico, lo que lleva a interrogarnos sobre las probables consecuencias en el mediano plazo para quienes no pueden sustraerse de estos trabajos, ya que estos adolescentes no trabajan sólo para obtener experiencia, sino por necesidades económicas impostergables.

    Accidentes de trabajo: Mayoritariamente responden no haber sufrido accidentes de trabajo. Los que sí manifiestan haber pasado por esa situación (8 casos, todos masculinos, un 21% de los que trabajan) se refieren a cortaduras, quemaduras, quebraduras, así como a problemas pulmonares por exceso de "humos químicos".

    Enfermedades padecidas durante el año: No aparecen en un primer análisis enfermedades que puedan provenir de la actividad laboral que realizan, sino que corresponderían a patologías estacionales (gripe, resfrío, etc.).

    Trabajos anteriores: Llama la atención la alta rotación en las actividades laborales desplegadas por estos adolescentes y jóvenes, si se tiene en cuenta la edad promedio de 18,3 años. La mayoría (un 60%) refiere a trabajos anteriores, y en algunos casos, manifiestan haber transitado por más de siete rubros. Por ejemplo, en un caso femenino de 20 años de edad y que se desempeña como vendedora ambulante, se registra el pasaje por las siguientes actividades: pintor, niñera, selección de granos, rotisera, panadera, cuidadora de ancianos. Esta joven se inició laboralmente a los 12 años. Otro caso es de un varón de 20 años que trabajaba en el momento de la encuesta en bobinado de motores y que manifiesta haber trabajado como: mozo, albañil, cargadescarga, seguridad privada, taller mecánico, cadete y pintor a partir de los 13 años de edad. Otro joven relata haberse desempeñado como ayudante de albañil, zinguero, electricista, mecánico de refrigeración, panadero, promotor, etc., etc. colocado por él mismo), de 25 años de edad, ocupado en cobranza en empresa de seguridad e iniciado en el trabajo a partir de los 14 años.

    Edad de inicio laboral: La población encuestada tiene una edad promedio de 18,3 años, siendo de 16,3 la edad promedio del primer año, de 19,2 la de segundo, de 20, 8 la edad del tercer año y paradójicamente menor, de 20,7 la de cuarto año.

    El promedio de edad en que ingresan ambos sexos al circuito laboral está en 14 años, no obstante 14 varones (23%) manifestaron haber ingresado antes de la edad mínima considerada para la incorporación al mundo laboral. Se observa que 3 ingresaron a los once años, 6 a los doce y 4 a los 13 años. Estos datos nos llevarían a caracterizar estas situaciones como trabajo infantil. Si a estos catorce alumnos se les suma los siete que se iniciaron a los 14 años (edad mínima de ingreso al trabajo) se llegaría a un total de 21 alumnos (31%) que indican una muy temprana iniciación en el mundo del trabajo.

    En las mujeres se encuentran 6 casos por debajo de los catorce años (33%), siendo de nueve años la que registra la edad mínima. El resto está compuesto por una ingresante al trabajo a los doce años y otra a los 13 años.

    El tiempo promedio de permanencia en el circuito laboral para todo el grupo estudiado es de aproximadamente 4,4 años, no registrándose diferencias significativas por género.

     

    De lo expuesto surge en un primer análisis lo siguiente:

    • Heterogeneidad laboral masculina y relativa homogeneidad asociada a los estereotipos culturales relacionados con el género en las mujeres, aunque todos participen de un tipo de trabajo caracterizado por la precarización y tareas escasamente calificantes.

    • Elevada rotación en empleos de escasa calificación que condicionan la futura empleabilidad del sujeto en contextos de reconversión tecnológica y organizacional.

    • Clara y discriminada percepción del riesgo laboral, particularmente en los varones.

    • Ingreso prematuro al circuito laboral, lo que llevaría a un futuro de vulnerabilidad y/o exclusión por inclusión temprana (presencia de trabajo infantil en varios encuestados varones y mujeres).

    • Los 14 años es la edad promedio de ingreso al mercado laboral para jóvenes con necesidades básicas insatisfechas o con estructuras socio familiares fragilizadas económicamente y que no pueden evitar su ingreso a espacios laborales degradados y / o precarios, de escaso potencial calificatorio y limitante serio de sus posibilidades de tiempo para su formación futura. Estos trabajos exponen a una serie de riesgos físicos en situaciones que incrementan su vulnerabilidad, particularmente considerando que se trata de una población mayoritariamente adolescente, en proceso de desarrollo psicofísico.

    E. Valoración en el trabajo:

    De los datos obtenidos en un alto porcentaje en ambos géneros los adolescentes y jóvenes encuestados se sienten respetados y valorados en su trabajo (84,6% en varones y un 89% en mujeres).

    F. Deseos de cambio de empleo:

    En la población masculina se observa una tendencia mayor a querer permanecer en el empleo actual que en el caso de las mujeres (59% de los varones en relación a un 44,5% de las mujeres). En las mujeres, no se registran diferencias significativas en las respuestas por la positiva y por la negativa al cambio de empleo (55,5% desean y el 44,5% no lo desean). Nos llama la atención que sean las mujeres las que más deseen cambiar de actividad (55,5% en relación a los varones con un 33,3%). Suponemos que puede tener este dato alguna vinculación con el hecho de que la inserción laboral femenina más importante en esta muestra se ubica en rubro de Servicio Doméstico (44,4%), espacio laboral desvalorizado en nuestra sociedad y que tiende a emplear población femenina con bajo nivel educativo. Es posible que el cursado de estudios secundarios juegue aquí un papel importante en la expectativa de cambio hacia el futuro.

    G. Motivos por los cuales se desea el cambio de empleo:

    Entre los motivos masculinos de mayor frecuencia, predomina la expectativa de mejoras laborales y económicas. Resulta significativa la escasa motivación en ambos géneros ligada al deseo personal, al "gusto" en lo que refiere al cambio de empleo. En las mujeres se registra equitativamente el deseo de independizarse y variar de trabajo para salir del cansancio y la rutina. (Posiblemente asociado a trabajo en Servicio Doméstico y en empleo familiar).

    En los varones aparecen en segundo lugar la búsqueda de independencia y el deseo de variar de empleo.

    H. Motivos para no cambiar de empleo:

    Se evidencia según lo expresado por estos jóvenes que el deseo de permanencia en su actual trabajo está vinculado al bienestar y comodidad que experimentan. Sólo en dos varones está ligado a la seguridad que encuentran en el trabajo actual.

    I. Interés en el trabajo por sus estudios:

    De acuerdo a los datos obtenidos un porcentaje significativo de alumnos (64,5%) y alumnas (50%) percibe que en su trabajo se interesan por los estudios que está cursando. El resto se distribuye en que no resulta de interés o es indiferente.

    J. El trabajo dificulta el estudio:

    El 72% de los varones asevera que el trabajo genera dificultades para estudiar. En las mujeres, sólo el 55,5% coincide con esa respuesta. Un 44,5% de ellas estima que no representa problemas el hecho de trabajar en los estudios.

    Consideramos que las diferencias de respuestas registradas entre géneros deberán correlacionarse con la cantidad de horas de trabajo (ocupación y subocupación) en cada situación, variable que incide directamente en el tiempo que resta para el estudio.

     

    Incidencia del trabajo en el estudio: Las respuestas femeninas apuntan a concentrarse en la falta de tiempo (39% y un 11,1%). Un alto porcentaje no contesta o no sabe (50%) En el caso de las respuestas masculinas, si bien el mayor porcentaje lo representa la falta de tiempo para el estudio (25,6% y 15,3%) aparece un 10,3% relacionado con el horario y otro 10,3% con el cansancio.

     

    Primeras Conclusiones

    En una primera lectura se puede inferir que no existen grandes diferencias en las trayectorias laborales y educativas de padres e hijos, marcadas en gran parte por fracasos escolares y trabajos informales de baja calificación laboral en el caso de los que trabajan.

    En sus tempranas inserciones laborales se observa una mayor vinculación con la familia, como una "ayuda", acompañando a padres u otros familiares en sus tareas. En el caso de las mujeres, la ayuda familiar se traduce en trabajo doméstico (cuidar hermanos, suplir a sus madres en tareas del hogar, etc.). Ambas situaciones representarían estrategias protectivas frente a los riesgos que pueden encontrarse en trabajos extradomésticos en estas edades, que tienden a disminuir a medida que los adolescentes tienen mayor edad. Pueden llevar a dificultar la actividad escolar, expresada en tendencia a un alto ausentismo y asociada a bajo rendimiento (Feldman, 1997).

    Cuadro 5. Modalidad de empleo en porcentaje

    *******

    En el trabajo "como ayuda familiar", se desdibuja la condición de trabajador, consolidándose en cambio la imagen de solidaridad filial. El riesgo, sobre todo en las mujeres, lo constituye la tendencia a recluirse en el ámbito doméstico, limitando su participación social, fortalecido por los estereotipos culturales y sociales que portan estos sectores sociales acerca de un exclusivo rol femenino en el ámbito doméstico a diferencia del rol masculino, al cual se le asigna la necesidad de incluirse en el ámbito público. Sus estudios secundarios no se significan como importantes, pues de ellas sólo se espera futuras amas de casa y madres. Las mismas jóvenes adhieren en gran medida a estas representaciones y se "refugian" en sus hogares, en sus grupos primarios, estableciendo muy limitados vínculos en torno a otras formas de relación social. Cuando salen a trabajar fuera del hogar, un altísimo porcentaje se inserta en actividades ligadas al servicio doméstico, con similares efectos psicosociales: aislamiento social, inseguridad, sumisión, temerosidad en el trato con otros, etc., expresando fragilidades individuales significativas.

    Los adolescentes que ingresan al sector formal de la economía, lo hacen en trabajos precarios, eventuales, donde es mayor la explotación que el aprendizaje, con salarios menores a los de convenio y caracterizados por el incumplimiento de normas legales. (dicen "trabajar en negro" la mayoría de los encuestados que trabajan).

    En estos jóvenes es frecuente la tendencia a abandonar el ciclo de escolarización media para convertirse en trabajadores secundarios o reemplazar con sus ingresos al jefe de familia que ha quedado desocupado y proclive a no poder reinsertarse, o al padre ausente (significativa frecuencia de familias monoparentales maternas). Entre las causas de abandono o interrupción de los estudios, finalizada la primaria, figuran además de la presión económica de sus hogares para buscar empleo (en los varones) y las tareas domésticas (en las mujeres), causas personales: muchos adolescentes se autoculpan por su falta de interés por la escuela, o por sus dificultades escolares. A pesar de estas dificultades, la escuela aún mantiene una valoración positiva para ellos en sus representaciones respecto al papel de habilitadora para el empleo y su futura movilidad social (Gallart, 1996).

     

    Se observa, además, que los requerimientos actuales en lo referido a competencias y habilidades exigidos para la obtención de empleo y la tendencia imperante a flexibilizarlo, estarían agravando la situación de vulnerabilidad a la que están expuestos estos jóvenes en sus perspectivas futuras.

    La adolescencia significa una etapa de la vida de gran fragilidad. Algunos autores, como Efrom, estiman que existe urgencia para intervenir con políticas públicas orientadas, no a enfocar a los adolescentes como potenciales desviados a los que es necesario corregir en su comportamiento individual tempranamente, sino insistir en el diseño de acciones para apoyar y posibilitar el acceso a oportunidades educativas que potencien mejores condiciones de vida.

    Estos tiempos de fuerte individualismo y alta competitividad conllevan el riesgo de ruptura de los lazos sociales y la disolución de valores como la solidaridad y la cooperación. Siguiendo a este autor, uno de los interrogantes que se abre, es cómo podrán gestarse los procesos identificatorios y vínculos afectivos de los adolescentes, en tanto las imágenes que ofrecen sus adultos en forma creciente expresan incertidumbre, angustia, inestabilidad y precariedad emocional.

    En esta etapa de la vida en donde son esperables las conflictivas intergeneracionales, las fragilidades paternas (ex rol de proveedor por estar desocupado, por ejemplo) pueden llevar a situaciones de alta tensión y descalificación filial y a producir efectos singulares al tener muchas veces que transformarse el joven, en un trabajador secundario o en el proveedor principal de ingresos en su grupo familiar, exigido por circunstancias ajenas a su propio proceso de desarrollo personal.

    La entrada del adolescente y, en algunos casos del niño, a este mundo del trabajo estaría expresando la incapacidad o imposibilidad de su núcleo social de pertenencia de sustraerlo de un conjunto de prácticas laborales que no califican para el futuro y que resultan significativamente deteriorantes para su salud. El 72% de los encuestados masculinos y el 45% de las alumnas encuestadas, expresaron que se encuentran expuestos a factores contaminantes, cortes, ruidos, frío o calor excesivo, así como a quemaduras y esfuerzos posturales incorrectos. El temor al robo y a la agresión física aparecen como riesgos potenciales. Por otra parte, el tiempo dedicado al trabajo se convierte en un factor condicionante para la formación limitando las horas dedicadas al estudio.

    El otro interrogante que se abre es en torno al papel que le cabría a la institución escolar para optimizar la empleabilidad y sus trayectorias educativas futuras con el propósito de superar el circuito histórico de la generación parental, ya que ante estas cuestiones la escuela se advertiría impotente para afrontar el doble reto: formar en el sentido de lo exigido por las competencias requeridas por un mercado laboral en constante mutación y garantizar el acceso a un conjunto de bienes simbólicos que permitan la integración del joven a escenarios caracterizados por la velocidad del cambio.

    Construida desde falsos supuestos de homogeneidad, la "democratización del ingreso" al nivel no ha sido acompañada por la "democratización de permanencia" entendiendo por esta última la adecuación de la estructura organizativa, pedagógica y de apoyo al perfil de su poblaciónobjetivo, dados los altos índices de deserción que se manifiestan en este nivel y las "historias de fracasos" y /o profecías autocumplidas.

    Repensar la estructura educativa, dotarla de un equipamiento técnicoprofesional que acompañe el proceso de aprendizaje, construir estrategias de inclusión y optimización asumiendo las contradicciones provenientes de un medio que fragmenta y excluye, es el desafío de la institución escolar que atiende a estos sectores para el próximo milenio.

     

    Referencias bibliográficas

    • Beccaria, L. y otros. 1996 Sin Trabajo. Losada. Buenos Aires.
    • Burin, M. y E. Bleichmar 1996 Género, psicoanálisis y subjetividad. Paidós. Buenos Aires.
    • Castel, R. 1991 Los desafiliados: precariedad del trabajo y vulnerabilidad relacional. Rev. Topia Año 1. Nro. III. Noviembre de 1991. Buenos Aires.
    • Castel, R. 1991 La dinámica de los procesos de marginalización: de la vulnerabilidad a la exclusión. En Acevedo, M. José y J. C. Volnovich, El espacio institucional/1. Lugar Editorial. Buenos Aires
    • Castel, R. 1997 Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Paidós. Buenos Aires.BarcelonaMéxico.
    • Feldman, S. 1997 Los niños que trabajan. Cuadernos del Unicef. Unicef Argentina. Argentina.
    • Galende, E. 1997 De un horizonte incierto. Psicoanálisis y Salud Mental en la sociedad actual. Paidós. Buenos Aires.
    • Konterllnik, I. y C. Jacinto (compiladoras) 1996 Adolescencia, pobreza, educación y trabajo. UnicefLosada. Buenos Aires.
    • Lipovetsky, G. 1994 El crepúsculo del deber. Anagrama. Barcelona.
    • Llomovate, S. 1986 Adolescentes trabajadores, su vida, escuela y trabajo. FLACSO. Buenos Aires.
    • Rifkin, J. 1996 El fin del Trabajo. Paidós. Buenos Aires.
    • Tosi, A. 1998 Vicisitudes del empleo y desempleo en jóvenes del Gran Rosario: 1991 1997. Trabajo monográficoMaestría en Ciencias Sociales FLACSOUNRRosario.

     

    Notas

    Este trabajo forma parte del subprograma de la investigación "Escuela y trabajo, entre la vulnerabilidad y la exclusión: análisis multidisciplinario del trabajo de niños y adolescentes en el área del Gran Rosario". Director: J. Kohen y co directorras M. Abonizio y A. Tosi. Subsidio: PID SECYT Psicología 1998/1999. UNR. Dirección: Riobamba 250 Bis. 2000 Rosario. ArgentinaTel/Fax: 041808523 al 28.

    * Publicado originalmente en Revista Contextos http://www.unrc.edu.ar

     

    Guillermo Molina // Ana Tosi // María Alejandra Battaglia