Gracias a la entrega total a su trabajo y al celo por proteger sus manuscritos de la destrucción del tiempo y los humanos, hoy, en el siglo XXI, conocemos los materiales de sus informantes indígenas. Mismos que fueron traducidos por otro insigne sacerdote, Ángel María Garibay K. Alumnos de este penetraron también al mundo antiguo aportando mayores conocimientos sobre la filosofía, el arte, la educación y otros muchos aspectos de la vida que llevaron a los antiguos mexicanos. Talentos como Miguel León Portilla, Alfredo López Austin y numerosos investigadores del Seminario de Cultura Náhuatl de la UNAM, han contribuido a incrementar la sabiduría de un mundo que pudo haberse perdido con el tiempo; sin embargo, en México, antes y ahora, se ha trabajado lo suficiente para rescatar los valores que merecen permanencia.
Doy como ejemplo la versión española sobre las exhortaciones del padre a sus hijos para tener buen comportamiento, y que forman los capítulos diecisiete y dieciocho del libro VI del Códice Florentino, que sirvieron para la elaboración del texto definitivo que aparece en la edición revisada por Ángel María Garibay K., de la Historia general de las cosas de la Nueva España del ilustre Fray Bernardino de Sahagún (Díaz, 2002).
Estos consejos relatados por los informantes de Tlatelolco y de México, tienen todo el estilo de los discursos prehispánicos, reiterativos en su secuencia y profundos en sus conceptos, a lo largo de este trabajo nos estaremos refiriendo a ellos de forma constante.
Hijos míos, escuchad lo que os quiero decid, porque yo soy vuestro padre, y tengo cuidado y rijo esta provincia, ciudad o pueblo, por la voluntad de los dioses; y aunque lo que hago, lo hago con muchas faltas y defectos delante de Dios y de los hombres que miran; tú que estas presente, que eres el primogénito y el mayor de tus hermanos; y tú que también estás presente que eres el segundo, y tú que eres el tercero, y tú que estas allá a la postre, que eres el menor; sabed que estoy triste y afligido, porque pienso que algunos de vosotros ha de salir inútil y para poco, y alguno ha de salir con poca habilidad y que no sepa hablar, y que ninguno de nosotros ha ser hombre y ha de servir a Dios; no se si alguno de nosotros ha de salir hábil, y de merecer la habilidad y el señorío que yo tengo, o por ventura ninguno de vosotros lo será, por ventura en mí se ha de acabar este oficio, o esta dignidad que yo tengo.
Por ventura nuestro señor ha determinado que esta casa en que vivo, la cual edifiqué con muchos trabajos, se caiga por tierra y sea como muladar y lugar de estiércol, y que mi memoria se pierda y no haya quien se acuerde de mi nombre, ni haya quien haga memoria de mí sino que en muriendo me olviden todos.
Oíd, pues, ahora, que os quiero decir cómo os sepáis valer en este mundo; como os habéis de llegar a Dios, para que os haga mereced y para esto os digo que los que lloran y se afligen y suspiran, y oran y contemplan, y de los que de voluntad con Todo el corazón velan de noche y de madrugan de mañana, a barrer las calles y caminos y limpiar las casas, y componer los petates e yepales, y aderezar los lugares donde Dios es servido con sacrificios y ofrendas; y aquellos que tienen cuidado luego de mañana de ofrecer incienso a Dios; los que hacen esto se entraran a la presencia de Dios, y se hacen sus amigos y reciben de él mercedes, y les abre sus entrañas para darles riquezas y dignidades y prosperidades, como es que sean varones esforzados para la guerra.
En estos ejercicios y en estas obras conoce Dios quienes son sus amigos y quienes oran con devoción, y les pone en las manos oficios y dignidades de la milicia, para derramar sangre en la guerra, o de la judicatura, donde se dan las sentencias: donde se hacen madres y padres del Sol, para que ellos le den a comer y a beber, no solamente al sol, que está encima de nosotros, sino también a los dioses del infierno, que están debajo de nosotros, y que estos tales son reverenciados de los soldados y gente de la guerra; todos los tienen por madres y padres, y todo porque tubo por bien nuestro señor Dios hacerles esta merced, y no por sus merecimientos, o los da habilidad para merecer la silla y estrado del señorío, y regimiento del pueblo o provincia, y pone en sus manos el cargo de regir o gobernar la gente con justicia y rectitud, y los pone al lado del Dios del Fuego, que es padre de todos los dioses, que reside en la alberca del agua y reside entre las flores, que son las paredes almendradas, envueltos entre una nube de agua, este es el antiguo dios que se llama Ayamictlan y Xiuhtecutli; o por ventura los hace señores que se llaman Tlacatecutli y Tlacochtecutli; o los pone en alguna dignidad alguna más baja, según que está la orden de la república, en diverso grado les da alguna dignidad para que sean honrados y acatados; o les da a merecer alguna cosa preciosa entre los senadores o señores, como es el oficio que ahora yo tengo y uso, como soñado y sin merecimiento mío, no mirando nuestro señor cuan poco yo merezco. No tengo esta dignidad de mío, ni por mis reconocimientos ni por mi querer; nunca lo dije, quiero ser esto, quiero tener esta dignidad, sino que lo quiso así nuestro señor y esta misericordia que se ha hecho con migo, que todo es suyo, y todo lo da nuestro señor y todo viene a su mano, porque ninguno conviene que diga, quiero ser esto, o quiero tener esta dignidad, porque ninguno escoge la dignidad que quiere; sólo Dios da lo que quiere, a quien quiere, y no tiene necesidad e consejo de nadie sino sólo su querer.
Oíd otra tristeza y angustian mía, que me aflige a la media noche, cuando me levanto a orar y hacer penitencia: mi corazón piensa diversas cosas y anda subiendo y descendiendo, como quien sube a los montes y baja a los a valles, que ninguno de vosotros me dais contento, ninguno de vosotros me satisface.
Tú N., que eres el segundo, y tú N. que eres el tercero, no parece en voz ninguna cosa de cordura, no tenéis cuidado de ser hombres, sino que parece que por ser menores y porque Dios os hizo el segundo y tercero, no tenéis cuidado de vosotros mismos.
¿Qué ha de ser de vosotros en este mundo? Mirad que descendéis de parientes generosos y señores; mirad de no descendéis de hortelanos o leñadores. ¿Qué ha de ser de vosotros, queréis ser mercaderes que traen de la mano un báculo y a cuestas su carga? ¿Queréis ser hortelanos o leñadores?
Quiero os decir lo que habéis de hacer; oírlo y notadlo: tened cuidado del areito, y del atabal, y de las sonajas, y de cantar; con esto despertareis a la gente popular y daréis placer a nuestro señor Dios, que está en todo lugar; con esto le solicitareis para que nos haga mercedes, y procurar saber algún oficio honroso, como es el de hacer obras de pluma y otros oficios mecánicos, también porque estas cosas son para ganar de comer en tiempo de necesidad, mayormente que tengáis cuidado de las cosas de la agricultura porque estas cosas la tierra las cría, no demandan que les den de comer o beber, que la tierra tiene este cuidado de cuidarlas.
Todas estas cosas procuraron de saber y hacer nuestros antepasados, porque aunque eran hidalgos y nobles, siempre tuvieron cuidado de que sus tierras y heredades fuesen labradas y cultivadas, y nos dejaron dicho que de esa manera hicieron nuestros antepasados, porque si solamente tuvieres cuidado de tu hidalguía y de tu nobleza, y no quisieres entender en las cosas ya dichas especialmente de las de agricultura, ¿Con qué mantendréis a los de tu casa? ¿Y con qué te mantendréis a ti mismo?
En ninguna parte he visto que alguno se mantenga por su hidalguía o nobleza, tan solamente; conviene que tengáis cuidado de las cosas necesarias a nuestro cuerpo, que son las cosas de los mantenimientos, porque este es el fundamento de nuestro vivir, y nos tiene (en sus) palmas.
No sin mucha razón se llama Tonacayo Tomío, quiere decir nuestra carne y nuestros huesos, porque con ella vivimos y nos esforzamos, y andamos y trabajamos: esto nos da alegría y regocijo, porque los mantenimientos de nuestro cuerpo hacen a los señores, y a los que tienen cuidado de la milicia.
No hay en el mundo ningún hombre que no tenga necesidad de comer o beber, porque tuene estómago y tripas; no hay ningún señor ni senador que no coma y beba, no hay en el mundo soldados y peleadores que no tengan necesidad de llevar su mochila.
Los mantenimientos del cuerpo tienen en peso a cuantos viven, y dan vida a todo el mundo, y con esto está poblado el mundo todo. Los mantenimientos corporales son la esperanza de todos los que viven para vivir.
Mirad hijos que tengáis cuidado de sembrar los maizales y de plantar magueyes y tunas, y frutales, porque según lo que dijeron los viejos, la fruta es regocijo de los niños, regocija y mata la sed de los niños. Y tú muchacho, ¿No deseas fruta? ¿Dónde ha de haber si no la plantares y criares en tus heredades?
Notad ahora, pues, hijos, del fin de mi plática, y escribidlo en vuestra memoria y en vuestro corazón. Muchas cosas había que decir, más sería nunca acabar; solas dos palabras quiero decir, que son muy dignas de notar que los viejos nos las dejaron dichas y encomendadas.
Lo uno es que tengáis gran cuidado de hacernos amigos de Dios, que está en todas partes y es invisible e impalpable, Y(a) él conviene darle todo el corazón y todo el cuerpo, y mirad que no os desviéis de este camino; mirad que no presumáis; mirad que no os altivezcáis en nuestro corazón, sino que seáis humildes en vuestro corazón y tengáis esperanzas en Dios, porque si os faltare esto, enojarse ha contra nosotros porque ve todas las cosas secretas, y os castigara como a él le pareciese y como quisiere.
Lo segundo que habéis de notar es que tengáis paz con todos, con ninguno os desvergoncéis y a ninguno desacatéis; respetad a todos, tened acatamiento a todos, no os atreváis a nadie, por ninguna cosa afrentéis a ninguno, no deis a entender a nadie todo lo que sabéis; humillaos a todos aunque digan de vosotros lo que quisieren; callad aunque os abatan cuanto quisieren no respondáis, mirad que no seáis como culebra, descomedidos, con nadie, no arrematéis a nadie, no so atreváis a nadie; sed sufridos y reportados, que bien os dios ve y responderá por vosotros, y él os vengará; sed humildes con todos, y con esto os hará mereced y os dará honra.
Lo tercero que debéis de notar es que no perdáis el tiempo que Dios os da en este mundo; no perdáis día, ni noche, porque nos es muy necesarios, bien así como el mantenimiento para el cuerpo; en todo tiempo suspirad y orad a Dios, demandar a Dios lo que habéis menester; ocupaos en cosas provechosas todos los días y todas las noches, no os defraudéis el tiempo, no lo perdáis.
Básteos esto, y con esto hago mi deber. Por ventura se os olvidará se os perderá, o lo gastáis de balde, Haced como os parecieres: Yo he hecho lo que debía.
¿Cuál de vosotros lo tomará para sí? ¿Por ventura tú que eres el mayor y el primogénito, o tú que eres el segundo o el tercero, o por ventura tú que eres el menor de todos, serás divino y entenderás los pensamientos de los otros, y serás como quien ve de lejos las cosas, y las entiende y las guarda y escribe en su corazón sin decirlas a nadie? Cualquiera de vosotros que esto hiciere, hará gran bien para sí y vivirá sobre la tierra luengo tiempo"
Tú, hija mía, preciosa como cuenta de oro y como pluma rica, salida de mis entrañas, a quien yo engendré y que eres mi sangre y mi imagen, que está aquí presente, oye con atención lo que te quiero decir, porque ya tenéis edad de discreción: Dios creador te ha dado uso de razón y habilidad de entender, el cual está en tu lugar y es criador de todos; y pues que es así que ya entiendes, y tienen uso de razón para saber como son las cosas del mundo y que en este mundo no hay verdadero placer, ni verdadero descanso, más antes hay trabajos y aflicciones y cansancios extremados, y abundancia de miseria y pobreza.
¡Oh!, hija mía, que este mundo es de llorar y aflicciones, y de descontentos, donde hay fríos y destemplanzas de aire, y grandes calores del sol, que nos aflige, y es lugar de hambre y de sed. Esto es muy gran verdad y por experiencia lo sabemos.
Nota bien lo que te digo, hija mía, que este mundo es malo y penoso, donde no hay placeres sino descontentos. Hay un refrán que dice que no hay placer sin que esté justo con mucha tristeza; que no hay descanso, que no este junto con mucha aflicción, acá en este mundo; este es dicho de los antiguos, que nos dejaron para que nadie se aflija con demasiados lloros y con demasiada tristeza.
Nuestro señor nos dio la risa, el sueño, el comer y el beber con que nos criamos y vivimos, diónos también el oficio de la generación, con que nos multiplicamos en el mundo; todas estas cosa dan algún contento a nuestra vida por algún espacio; para que nos aflijamos, continuos lloros y tristezas; y aunque esto es así, y esté es el estilo del mundo, y están algunos placeres mezclados con muchas fatigas, no se hecha de ver ni aún se teme, ni aún se llora, porque vivimos en este mundo, y hay reinos y señoríos, y dignidades y oficios de honra, unos cerca de los señoríos y reinos, otros cerca de la casa de la milicia.
Esto que está dicho es muy gran verdad que pasa así en el mundo, más nadie lo considera, nadie piensa en la muerte, solamente se considera lo presente, que es el ganar de comer y beber y buscar la vida, edificar casas y trabajar para vivir, y buscar mujeres para casarse; y las mujeres cásense pasando del estado de la mocedad, al estado de los casados; esto, hija mía, es así como he dicho.
Es menester que sepas como has de vivir, y cómo has de andar tu camino, porque el camino de este mundo es muy dificultoso, y mira hija mía, palomita mía, que el camino de este mundo no es poco dificultoso, sino es espantablemente dificultoso.
Ten entendido, hija mía primogénita, que vienes de gente noble, de hidalgos y generosos; eres de sangre de señores y senadores que haya muchos años que murieron, y reinaron y poseyeron el trono y estrado del reino, y dejaron fama y honra a las dignidades que tuvieron y agradecieron su nobleza; nota, hija mía, quiérote declarar lo que digo:
Sábete que eres noble y generosa, considérate y conócete como tal; aunque eres doncellita eres preciosa como una chalchihuite y como un zafiro, y fuiste labrada y esculpida de noble sangre, de generosos parientes; vienes de parientes muy principales e ilustres, y esto que te digo, hija mía, bien lo entiendes, porque ya no andas amontonando la tierra y bordando con las tejuelas y con la tierra con otras niñas, que ya entiendes y tienes discreción y usas la razón; mira que no te deshonres a ti misma, mira que no te avergüences a ti misma, mira que no deshonres y avergüences a nuestros antepasados, señores y senadores; mira que no hagas alguna vileza, mira que no te hagas persona vil, pues que eres noble y generosa.
Ve aquí la regla que has de guardar para vivir bien en este mundo, entre la gente que en él vive, mira que eres mujer, nota lo que has de hacer de noche y de día, debes orar muchas veces y suspirar al Dios invisible e implacable, que se llama Yoalli Echécatl; demándale con clamores y puesta en cruz en el secreto de tu cama y de tu recogimiento; mira que no seas dormidora, despierta y levántate a la media noche, y póstrate de rodillas y de codos delante de él, inclínate y cruza los brazos, llama con clamores de nuestro corazón a tu señor Dios, invisible e impalpable, porque de noche se regocija con los que le llaman; entonces te oirá, entonces hará misericordia contigo, entonces te dará lo que te conviene y aquello de que fueras digna.
Y si por ventura antes del principio del mundo te fuera dada alguna siniestra ventura, algún hado contrario en que naciste, orando y haciendo penitencia como está dicho se mejorará y nuestro señor Dios lo abandonará.
Mira, hija, que de noche te levantes y veles, y te pongas en cruz; hecha de ti de presto la ropa, lávate la cara, lávate las manos, lávate la boca, toma de presto la escoba para barre, barre con diligencia, no te estés perezosa en la cama; levántate a lavar las bocas a los dioses y a ofrecerles incienso, y mira no dejes esto por pereza, que con estas cosas demandamos a Dios y clamamos a Dios, para que nos de lo que cumple.
Hecho esto comienza luego a hacer lo que es de tu oficio, a hacer cacao, o moler el maíz, o a hilar, o a tejer; mira que aprendas muy bien como se hace la comida y la bebida, que se llama comer y beber delicado para los señores, y a sólo ellos se da y por esto se llama tetonal tlatocatlacualli tlatocaatl, que quiere decir comida y bebida delicada que sólo a los señores y generosos les conviene; y mira que con mucha diligencia y con toda curiosidad y aviso aprendas como se hace esta comida y bebida, que por esta vía serás horrada y amada y enriquecida, dondequiera que Dios te diera la suerte de tu casamiento.
Y si por ventura vinieres a necesidad de pobreza mira, aprende muy bien y con gran advertencia el oficio de la mujeres, que es hilar y tejer, abre bien los ojos para ver como hacen delicada manera de tejer y de labrar, y de hacer las pinturas en las telas, y de cómo se ponen las cañas de entre una tela y la otra, para que pase por en medio la lanzadera.
Mira que seas en esto muy avisada y muy diligente; mira que no dejes de saber esto por negligencia o por pereza, porque ahora que eres mozuela tienes buen tiempo para entender en esto, porque tu corazón está simple y hábil y es como chalchihute fino y como zafiro, y tiene habilidad porque aún no esta amancillado de algún pecado; está puro y simple y limpio, sin mezcla de alguna mala aflicción y también porque aún vivimos los que te engendramos, porque tú ni te hiciste a ti, ni te formaste, yo y tu madre tuvimos este cuidado y te hicimos, porque esta es la costumbre del mundo, no es invención de alguno, es ordenación de Dios nuestro señor que haya generación por vía de hombre y de mujer, para hacer multiplicación y generación.
Y entre tanto que somos y vivimos, y en nuestra presencia y antes que muramos, antes que nos llame nuestro señor, convienen mucho, hija mía muy amada, mi paloma, mi primogénita, que entiendas en estas cosas dichas y las entiendas muy bien, para que después de nuestra muerte puedas vivir honrada y entre personas honradas, porque andar a coger hiervas y a vender leña, o a vender ají verde, o sal o salitre en los cantones de las calles, esto en ninguna manera te conviene, porque eres generosa y desciendes de gente noble e hidalga.
Por ventura acontecerá lo que no pensamos y lo que nadie piensa, que alguno se aficionará a ti y te demandará, y si no estas experta en las cosas de tu oficio mujeril, ¿Qué será entonces? ¿No nos dará con ello en la cara, y nos zaheriran, que no te enseñamos lo que era menester que supieses?
Y si por ventura entonces ya fuéramos muertos, yo y tu madre, murmuraran de nosotros porque no te enseñamos cuando vivíamos, y dirán: mal siglo haya, porque no enseñaron a su hija; y tú provocarás contra ti riñas y maldiciones, tú serás causa de tu mal.
Y si ya fueres diestra, en lo que has de hacer, no habrá ocasión entonces de que nadie te riña, no tendrá lugar entonces la represión, entonces con razón serás loada y honrada, y tendrás presunción y te estimarás, como si estuvieses en los estrados de los que por sus hazañas en guerra merecieron honra; presumirás de la rodela, como los buenos soldados; y si por ventura ya fueses diestra en tu oficio como el soldado en el ejercicio de la guerra, entonces, donde estuvieres, acordase han de nosotros y nos alabarán y honrarán por su causa; y si por ventura no hicieres nada bien de lo que has de hacer, maltratarte han, pelearte han, y por ti se dirá que con dificultad te lavarás, o que no tendrás tiempo para rascarte la cabeza.
De estas dos cosas sólo Dios sabe cual te ha de caber, y por cual de ellas te tiene, y que siendo diligente y sabia en tu oficio seas amada y tenida, o que siendo perezosa, negligente y boba, seas mal tratada y aborrecida.
Mira, hija mía, que notes muy bien lo que ahora te quiero decir, mira que no deshonres a tus padres, ni siembres estiércol y polvo encima de tus pinturas, que significan las buenas obras y fama; mira que no los infames; mira que no te des al deleite carnal; mira que no te lances sobre el estiércol y hediondez de la lujuria; y si has de venir a esto, más valdía que te murieras luego.
Mira, hija mía, que muy poco a poco vayas aprovechando en las cosas que te tengo dichas, porque si pluguiere a nuestro señor que si alguno te quiere y te pida, no le deseches, no menosprecies la voluntad de nuestro señor porque el lo envía, recíbele, tómale, no te escudes, no deseches ni menosprecies, no esperes a tres veces que te lo digan, no te hurtes, no te escabullas burlando.
Aunque eres nuestra hija, aunque bienes de parientes nobles y generosos, no te jactes de ello porque ofenderás a nuestro señor, y apedrearte han con piedras de estiércol y de suciedad; quiero decir que permitirá que caigas en vergüenza y confusión por tu mala vida, y también se burlará de ti, y dirán ya quiere, ya no quiere; mira que no escojas entre los hombres el que mejor te parezca, como hacen los que van a comprar las telas al tianguis o al mercado; recibe al que te demanda, y mira que no hagas como hacen cuando se crían las mazorcas verdes, que son xilotes o elotes, que se buscan las mejores y más sabrosas; mira que no desees a un hombre por ser mejor dispuesto, mira que no te enamores de él apasionadamente.
Si fuere bien dispuesto el que demandare, recíbele; y si fuere mal dispuesto y feo, no le deseches; toma aquel porque lo envía Dios y si no le quisieres recibir, él burlará de ti, deshonrarte ha, trabajando a ver tu cuerpo por mala vía; y después te apregonará por mala mujer.
Mira, hija, que te esfuerces, y mira muy bien quien es tu enemigo, mira que nadie burle de ti, mira que no te des a quien no conoces, que es como viandante que anda que anda bellaqueando y es bellaco; mira hija que no te juntes con otro, sino con sólo aquel que te demandó; persevera con él hasta que muera; no le dejes aunque él te quiera dejar, aunque sea pobrecito labrador, u oficial, o algún nombre común de bajo linaje, aunque no tenga que comer no lo menosprecies, no le dejes, porque poderoso es nuestro señor de proveeros y honraros, porque es sabedor de todas las cosas y hace mercedes a quien quiere.
Esto he dicho, hija mía, te doy para tu doctrina, para que te sepas valer; y con esto hago con tigo lo que debo delante de Dios, y si lo perdieres y lo olvidares, sea a tu cargo, que yo ya hice mi deber. ¡Oh hija mía muy amada, primogénita palomita, seas bien aventurada y nuestro señor te tenga en su paz y reposo!
La mística de un pueblo
Cuando los mexicas, de lengua náhuatl, cayeron bajo la victoria de los españoles conquistadores, eran un pueblo de apenas 200 años, tan joven que puede parangonarse con un adolescente. Tenía cualidades y defectos de una persona en proceso de maduración, en busca de identidad, y en ese subconsciente colectivo había el deseo de superar uno a uno sus conflictos infantiles.
El primero fue el de la pobreza y de los peligros del habita en que nacieron…
En el lugar nombrado Chicomoztoc, allí en los agujeros, en los siete lugares de peñasco y cuevas es un lugar mucho muy terrible el lugar Chicomoztoc, pues no pocas cosas se guardan allí, allí donde estuvieron: fieras, lobos, ocelotes, grandes felinos, serpientes, serpientes amarillas, y otras muchas más variedades desconocidas de fieras pues todo guarda allí las siete cuevas (Muñoz, 1965).
De aquel lugar terrible como lo llaman el texto y según dice el número de diez mil entre hombres, mujeres y niños, vinieron a salir los ancestros de los antiguos mexicanos (Castillo, 1972)
Inicia una larga peregrinación con la idea definida de sus dirigentes de encontrar un lugar escogido por los dioses para cumplir su glorioso destino; una fuerza, parte mística y mesiánica o realista, los impulsaba a seguir, como lo relata Alvarado Tezozomoc.
En las partes que llegaban, si les parecía tierra fértil, abundosa de montes y aguas, hacían asiento cuarenta años y en parte treinta, otras veinte o diez y en otras tres o dos y un año, hasta en tanta disminución, que hasta en veinte días luego levantaban el zarco por mandato de su Dios Huitzilopochtli, y les hablaba y ellos respondían y luego a su mandato les decía "adelante mexicanos que ya vamos llegando" (Alvarado, 1944).
Esta larga y penosa peregrinación en búsqueda de ubicación y en pos de un destino aviva la angustia y acrecienta la fatiga. Solo porque ese pueblo era eminentemente religioso, tuvo la certeza de que su caminar no sería inútil.[1] Para aquellos que nacían en el camino imprimieron la Tierra de la Peregrinación, a fin de que los nuevos rostros conocieran su lugar de Origen y las muchas huellas que recorrieron distintos caminos. Se les dio el paso constante, la voluntad de andar y la fe en Huitzilopochtli que los conducía hacia su destino. Más no obstante la fuerza espiritual que los movilizaba, psicológicamente este pueblo en continuo desplazarse sufrió de la falta de arraigo a una tierra, la incertidumbre de viajar hacia lo desconocido, padeció hambre y fatiga. Y aún cuando superaron los temores, quedaron en su memoria todas aquellas aflicciones.
¿Acaso fue también su amor fraternal lo que los hizo seguir a las otras tribus nahualtecas que años atrás se habían asentado en el altiplano central? Al primer encuentro no se dio ese fraternalismo buscado, hubo rechazo, y por ganar su amistad y un lugar donde vivir, suplicaron, ofrecieron su fuerza de trabajo, negociaron políticamente, efectuaron lazos matrimoniales o tomaron las armas.
Fueron años difíciles para los mexicas.
Ciertamente andaban sin rumbo, vinieron a ser los últimos.
Al venir
Cuando fueron siguiendo su camino,
Ya no fueron recibidos en ninguna parte.
Por todas partes les decían:
¿Quién sois vosotros?
¿De dónde venís?
Así, en ninguna parte pudieron establecerse.
Sólo eran arrojados, por todas partes eran perseguidos. (León, 1961).
En mucho afecta el rechazo a la personalidad de un individuo o de un pueblo. Se crean así los estadios de la desconfianza, la inseguridad, el miedo y el rencor. Sin embargo, motivados por su mística, superaron todos los infortunios, hicieron grandes esfuerzos por mantener, durante la peregrinación, una economía autosuficiente como lo relata Chimalpain (Chimalpain, 1961).
Vinieron comiendo maíz de su propio itacate; vinieron haciéndose ellos mismos sus propias flechas, sus arcos, con los cuales van sirviéndose de lo suyo; con sus aljabas van viniendo, con sus capas de piel van viniendo; sólo sus redes van tendiendo y de sus arcos van sirviéndose, por lo que se hacen nombrar teochichimecas, chichimecas verdaderos; y sus sustento maíz,, chile, jitomate, calabaza, igualmente lo van tomando, también de su itacate que van habiéndose los mexitin aztecas (Chimalpaim, 1961).
Después de ser enviados por los culhuacanos a la región de Atizapán, peligrosa e infectada de serpientes ponzoñosas para que fueran por ellas exterminados, tuvieron que incrementar su tolerancia, su capacidad para soportar y aun agudizar su tolerancia:
Los aztecas mucho se alegraron;
Cuando vieron serpientes,
A todas las asaron,
Las asaron para comérselas, se las comieron los aztecas. (León 1961).
Merecían ser entonces llamados mozcoliani, mixtlapaliani, que significa: "aprovechado, crecido, osado o atrevido".
Para ellos el contacto con otros pueblos fue motivo de aprendizaje, de educación. Supieron tomar los avances tecnológicos logrados por los otros, a fin de superar su propia situación, especialmente de los habitantes de Culhuacan, herederos de los toltecas, aprendieron muchas cosas de importancia, y en Atlacuihuayan conocieron la manufactura de atlat o lanza dardos y sobre todo la invención de la sementera acuática chimitl elemento para construcción de las chinampas, con las cuales pudieron ganarle terreno al agua y tener fértiles cultivos. Con forme fueron adquiriendo seguridad en los aspectos técnicos que los hicieron más autosuficientes, los complejos de inferioridad, creados por los rechazos experimentados, se fueron convirtiendo en un deseo vehemente de superación y poder. Aumentada su confianza se sintieron más capaces de cumplir su destino, de formar un imperio.
Parece que en 1325 había llegado el momento culminante de la peregrinación, justo ahí, en un islote abrupto, lleno de cañaverales:
Llegaron entonces allá donde se yergue el nopal,
Cerca de las piedras vieron con alegría
Como se erguía un águila sobre el nopal.
Cuando el águila vio a los aztecas,
Inclinó su cabeza. (Tezozomoc, 1961).
En el fondo de aquellas aguas cristalinas, los sacerdotes encontraron la razón mística para detenerse. Su pájaro guía guardó silencio y un pueblo agradecido, con intenso fervor religioso, beso la tierra.
El largo proceso de búsqueda tenía ahora sentido. Las expectativas habían girado alrededor del momento en que Huitzilopochtli, su Dios tutelar, les diera generosamente su propia tierra. Al mismo tiempo los sacerdotes concientizaban que ese lugar era punto estratégico, colindancia de los señores de Atzcapotzalco, Texcoco y Culhuacan (Durán, 1951).
"Vinieron a conocimiento (los de la ribera) de que en medio de esta agua había algunas gentes pobladas; aunque deseaban saber quienes fuesen, no se atrevían por estar en medio de las agua (que entonces era una laguna dulce y muy onda) y por no atreverse a entrar en ella y por no saber modo de salir. Pero vinieron a entender que eran los mexicas los que ahí se habían rancheado y hecho su población; y aunque muchas veces quisieron hacerles guerra, no osaban por la razón dicha". (Torquemeda, 1972).
Comenzaba así la era de los aztecas con esta sentencia:
En tanto que permanezca el mundo,
No acabará la fama y la gloria
De México-Tenochtitlan. (Chimalpain, 1961).
Se fortaleció así su concepción místico-guerrera:
Con nuestros dardos,
Con nuestros escudos
Está existiendo la ciudad.
Allí donde se tiñen los dardos,
Donde se tiñen los escudos,
Están las blancas flores perfumadas,
Las flores del corazón:
Abren sus corolas las flores del que da la vida, cuyo perfume aspiran en el mudo de los príncipes:
Es Tenochtitlan. (León, 1959).
Sobre la doctrina de los mexicas
Como pueblo adolescente que cumplía una importante labor cósmica, tenía la certeza de ser el pueblo escogido por los dioses para conservar la armonía universal – el ciclo perpetuo de la vida y de la muerte- para ello tenían que hacer ofrendas a los dioses con la sangre que fluía de sus cuerpos lacerados con agujas de obsidiana o con la sangre del corazón de sus cautivos.
Sobre los dioses no se tenía la idea de que eran númenes crueles, devoradores de hombres, como lo enriende la civilización occidental. Eran concebidos como divinidades necesitados de sangre humana, de corazón-emoción humana, lo que otorgaba al hombre un lato valor. Del hombre mismo, de la energía de su sangre dependía la vida del universo. Pero a diferencia de los dioses, los hombres eran mortales, y era necesaria la constante siembra de hombres sobre la tierra para garantizar por siempre la existencia de su sangre generosamente ofrendada. Dar la sangre era un acto de entusiasmo, de voluntad, de regocijo, de responsabilidad con el orden universal.
Obsesionados por encontrar la verdad de todas las cosas, también hicieron conciencia de su transitoriedad, y a pesar de saber que ellos alimentaban la eternidad de los dioses, se condolieron por la calidad de seres efímeros:
No es verdad que vivimos,
No es verdad que duramos en la tierra.
¡Yo tengo que dejar las bellas flores,
Tengo que ir en busca del sitio del misterio!
Pero por breve tiempo,
Hagamos nuestros los hermosos cantos. (Garibay, 1979).
Mucho elucubraron sobre el sentido de la vida:
¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí,
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
¿Acaso hablamos algo verdadero Aquí, Dador de Vida?
Solo soñamos, sólo nos levantamos del sueño,
Sólo es como un sueño…
Nadie habla aquí la verdad… (León, 1961).
La angustia existencial se basaba en pretender la verdad. Toda la conducta del hombre debía de ser verdadera. Así se aclara en el valor de la misma palabra, como lo prueba el estudio etimológico de Miguel León Portilla (Ibídem). "Verdad en náhuatl, neltiliztli, es término derivado del mismo radical que tla-nélhuatl, ¨Raíz¨, del que a su vez directamente se deriva nelhuayotl, cimiento, fundamento^".
Entre los nahuas, verdad, etimológicamente, era en su firma abstracta la cualidad de estar firme, bien cimentado, enraizado.
Por ello, las acciones del hombre deberían ser verdaderas y las comparaban constantemente con la mentira, ya sea en sus actos cotidianos, en la política de sus dirigentes, en las vocaciones religiosas, guerrera o artística, en el modo de ser y hacer.
Así describen a los sabios, a los maestros encargados de la educación.
El sabio verdadero es cuidadoso (como un médico)
Y guarda la tradición.
Suya es la sabiduría trasmitida,
Él es quien enseña,
Sigue la verdad,
No deja de amonestar… (Ibídem).
Aún en los momentos más tristes de su historia, en el dramático encuentro de los sabios aztecas con los conquistadores victoriosos, defendieron su verdad:
Vosotros dijisteis
Que nosotros no conocemos
Al señor del cerca y el junto,
Aquél de quien son los cielos y la tierra.
Dijisteis
Que no eran verdaderos nuestros dioses.
Nueva palabra es ésta
La que habláis,
Por ella estamos molestos.
Porque nuestros progenitores,
Los que han sido, los que han vivido sobre la tierra
No solían hablar así.
Ellos nos dieron sus normas de vida,
Ellos tenían por verdaderos,
Daban culto,
Honraban a los dioses.
Ellos nos estuvieron enseñando
Todas sus formas de culto,
Todos sus modos de honrar (a los dioses).
Así ante ellos acercamos la tierra a la boca,
(Por ellos) nos sangramos,
Cumplimos promesas,
Quemamos copal (incienso)
Y ofrecemos sacrificios.
Era doctrina de nuestros mayores
Que son los dioses por quien se vive,
Ellos nos merecieron (con su sacrificio nos dieron la vida)
¿En qué forma, cuándo, dónde?
Cuando aún era de noche…
Nosotros sabemos
A quien se debe la vida,
A quien se debe el nacer,
A quien se debe el ser engendrado,
A quien se debe el crecer,
Como hay que invocar,
Como hay que rogar… (León, 1970).
En base al sacrificio se crearon las leyes de los merecimientos. Para merecer los dioses a los hombres, se inmolaron en la hoguera. Del holocausto divino fueron creadas todas las cosas. No hubo orgullo en los hombres por ser los machehualli, "los merecidos". Hubo respuesta similar, supieron hacer semejantes sacrificios, porque de tanta belleza en la tierra vivían embellecidos, y sólo la belleza bastaba para agradecerla con dolor. Para que cada día el mundo despertara de su noche, prosiguiera su vida, había que contribuir con el aprecio, con la gratitud y el holocausto humano.
Todos los mañanas, arrodillados, con los ojos cerca de la tierra, redescubrían el milagro de las cosas creadas, ante aquellos dioses consumidos por el fuego. El hombre, comprometido, se auto sacrificaba también como respuesta de gratitud, sintiendo que ganaba el derecho de participar en la vida (López. 1979).
El deseo de trascenderme más allá de la muerte, los hizo concebir el mundo como una visión creadora, interminable, donde los hombres (los mexicas), concientes de su destino, habían de hacer obras perdurables.
La inquietud por la muerte desencadenó todo su amor por la vida:
Sólo venimos a dormir
Sólo venimos a soñar.
¡No es verdad, no es verdad
Que venimos a vivir en la tierra!
Como hierba en cada primavera
Nos vamos convirtiendo:
Está reverenciado, echa sus brotes
Nuestro corazón.
Algunas flores produce nuestro cuerpo
Y por allá queda marchito.
Me siento fuera de sentido,
Lloro, me aflijo y pienso,
Digo y recuerdo.
Oh, si nunca yo muriera,
Si nunca desapareciera…
¡Vaya yo donde no hay muerte,
Donde se alcanza victoria!
Oh, si nunca yo muriera,
Si nunca desapareciera…
En la tierra tan sólo
Es el bello cantar, la flor hermosa:
Es la riqueza nuestra, es nuestro adorno:
Gocemos con ella. (Garibay, 1979).
En los aztecas convergen las dos formas de vida que practicaron los pueblos de mesoamérica: la guerrera y humanista; corrientes aparentemente contradictorias pero que dentro de la mística eran el equilibrio, razón suficiente que les permitió triunfar e imponer su cultura en el amplio territorio en que florecieron tan diversos pueblos. Cuando llegaron a la meseta central, con esa disposición de forjar su identidad, se preocuparon por cimientos filosóficos que "les dieran el rostro y el corazón". Adoptaron así la doctrina humanista de Quetzalcóatl, cuya ardiente vocación hacia la trascendencia motivo a todo un pueblo a que con energía vital tuvieran el propósito de trasfigurar la historia, sobrepasando la individualidad, para así crear una conciencia social y cultural renovadora.
Los preceptos y ejemplos de Quetzalcóatl, trasmitido por la leyenda, se fraguaron en la propia experiencia del pueblo mexica, que a su semejanza reprodujo la aventura del hombre que se transforma en luz o en sol; éste fue el compromiso de una tarea colosal de creación que respondía a la búsqueda de la perfección interior (López, 1979).
Por otro lado, la mística de servicio colectivo, en aquella tarea de ser el pueblo rector para dialogar con los dioses, siendo portadores de las ofrendas para agradecerles, rogarles o apaciguarlos, los llevó a rendirle culto a Tezcatlipoca y a Huitzilopochtli, dioses de la violencia, de la guerra y de la esperanza por renacer. Tezcatlipoca, llamado el sembrador de discordia en el cielo, en la tierra y en el inframundo, movía guerras y enemistades; era dispensador de riqueza y fama, y las quitaba cuando le placía. Huitzilopochtli, representaba el sol, los sacrificios humanos y la visión mística-guerrera de Tlacaelel, famoso consejero de gobernantes, implantó a su pueblo. Quizá todo ello fue para superar sus antiguas miserias, castigar a los envidiosos hermanos y ganarse el favor de los padres divinos. La Guerra Florida tenía como principal objetivo ganar cautivos para ofrendarlos en sacrificio. De mayor importancia fue el interés por crear una hegemonía entre los pueblos (Díaz, 1992).
Para alcanzar tan altos objetivos, para alcanzar tan altos objetivos, se llevo a los hombres a sentir la necesidad de corresponder y cumplir con los preceptos dictados por los dirigentes, tener gran claridad de pensamiento sobre sus valores espirituales y materiales, y fortaleces su confianza para cumplir su misión místico-guerrero. Este pensamiento cristaliza en base a la moral. El humanismo emprendido iba en búsqueda de su "rostro y corazón", que significa, "la personalidad" bien cimentada y libre de dudas y miedos en su desarrollo.
Forjar un espíritu popular requería de la educación y, por ello, esa tarea tuvo primacía. Con tales fines se creo, la Tlacahupahualiztli, una tabla de valores y leyes, "el arte de educar a los hombres"
Bibliografía
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LÓPEZ Portillo José, SODI Demetrio, DÍAZ Infante Fernando. 1979. Quetzalcóatl. Sahop. México.
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TORQUEMEDA. Cit. Por Castillo F. Victor M. p. 36. en: CASTILLO F. Víctor. 1972. Estructura económica de la sociedad mexica, según sus fuentes documentales. Universidad Nacional Autónoma de México- Instituto de Investigaciones Históricas. México.
Autor:
José Luis Villagrana Zúñiga
Maestrante de la Unidad Académica de Economía, Universidad Autónoma de Zacatecas. Zacatecas, México.
2010-agosto-01.
[1] Esto conlleva una semejanza con el pueblo de Israel, desde su salida de Egipto y su travesía por el desierto.
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