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El mundo de los aztecas


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. La mística de un pueblo
  3. Sobre la doctrina de los mexicas
  4. Bibliografía

Introducción

Es anhelo de todos los pueblos dejar una huella que perdure a través de los años. La obra humana es el único retrato que reta la muerte, porque mediante ella el hombre ofrenda su propia grandeza al misterio y al futuro que les será distante y ajeno. Así como los hijos, la obra significa la perdurabilidad, el dejar algo que testimonie los días vividos, el paso efímero del hombre en la vida, su emoción de entenderla y enfrentarla.

Doloroso es en la historia de la humanidad todo aquello que se ha diluido con el tiempo: el esfuerzo inútil, el tiempo y los trabajos perdidos cuando la cultura de un pueblo no logra trascender por encima de los siglos y de los cambios.

La historia, como si fuera un ente despiadado, no respeta fronteras, ni se deja seducir por obras vanas o superfluas; exige en demasía altos valores para concederle su registro, su perdurabilidad. Es la historia misma quien tamiza el quehacer de los pueblos y su mérito. No todos los pueblos han lograrse significarse en el futuro; no todos supieron trascender, dejar huella, imprimirse en el devenir del tiempo. Muchos pueblos no lograron integrarse en la historia por la carencia de elementos que solidificaran para siempre su esencia. De cuantas civilizaciones sólo tenemos vestigios y breves recuerdos.

México es un país afortunado: asiento de grandes culturas como la Olmeca, Teotihuacana, Huasteca, Totonaca, Mixteca, Zapoteca, Tarasca, Maya, Azteca, entre otras. México es territorio constelado por diversas sensibilidades que supieron consumar y trascender con fuerza e impacto la grandeza de los pueblos. De ella dejaron muestras perdurables, porque mucha conciencia hubo sobre la muerte y sobre el tiempo. Toda la creación estuvo encaminada hacia esta meta, la de la clara permanencia a través del porvenir. Esta fue una de las principales razones en la educación: no sólo alcanzar la sabiduría sino significarla en el tiempo. Cristalizada la historia de estos pueblos desde su origen y delineado su trascurrir, dieron a los españoles conquistadores todo el material necesario para entender su carácter cultural y sus pasos históricos. Así, los frailes que se preocuparon con una basta proyección cultural, pintada en códices, grabada en piedra, esclarecía todo lo que pudiera parecer misterioso, oscuro o perdido en el pasado. De aquellos colonizadores humanistas que escribieron relatos y crónicas, destaca Fray Bernardino de Sahagún, fraile franciscano, que con afecto especial hacia los indígenas, compartió con ellos, durante más de medio siglo, la tarea de dejar un testimonio de los mexicas, pueblo que en el siglo XVI tomaba rumbos distintos al aculturizarse, dolorosamente, para dar origen a las nuevas raíces de identidad del mexicano actual, fruto de la integración de dos pueblos distintos (Díaz, 2002).

De valor incalculable fue el trabajo practicado por Sahagún, quien inició, para legado de la ciencia universal, un método etnográfico sin precedentes, que permitió estudiar íntegramente a una cultura, apoyado en su disciplina de pensamiento, su formación religiosa tomista recibida en Salamanca. En él se advierte una gran inspiración en el trabajo de otros hombres de profunda pasión investigadora: la arqueología de Flavio Josefo, la Historia de los animales y las partes de los animales de Aristóteles, las obras de Alberto de Colonia y, sobre todo, la Historia Natural de Plinio y De Propietatitus Nerum del franciscano Bartolomé de Glanville. Su vasto conocimiento fue aplicado con la convicción vehemente de promover en la Nueva España la utópica República de Cristo en base a individuos en los que había de sembrar un pensamiento y una forma de vida verdaderamente cristianos. Esta siembra filosófica de valores que le eran propios se llevó a cabo mediante una profunda identificación amorosa con los valores de la cultura náhuatl.

Con su gran inteligencia y este método, pudo acercarse a los más apartados rincones de la vida indígena. Logró así organizar a los naturales más viejos y mejor preparados de la Nueva España para formar un grupo informativo de primer orden, cuya obra, escrita en lenga náhuatl, posee la riqueza suficiente para hacer de la historia un arte y un documento absolutamente confiable. Con dura disciplina y fuerza de voluntad pudo escribir en doce libros la Historia general de las cosas de la Nueva España en donde imprimiera su visión de la vida indígena, gracias a que compartió ese mundo durante muchos años dedicados a dilucidar sus secretos (Díaz, 2002).

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