Descargar

Literatura hispanoamericana y argentina (página 2)

Enviado por Gaspar Lloret


Partes: 1, 2

En verdad, desde el momento mismo en que este proyecto, que es representado en la obra por todo lo que engloba la civilización, confronta con su opuesto, la barbarie, hay una idea de imposición. Civilización y barbarie, en tanto no son ideas meramente descriptas por el autor, sino juzgadas y valoradas, encarnan también un modo de tiranía, de despotismo por parte de la que sale victoriosa de ese juicio y esa valoración, que es la "civilización".

Surgen aquí las preguntas: ¿no es justamente el despotismo uno de los principales componentes de la idea de barbarie en el Facundo?. Si son civilización y barbarie dos ideas contrapuestas y antagónicas, ¿por qué el modo en que debe implantarse la civilización resulta despótico?, ¿por qué el sistema de ideas que compone a la civilización no incluye una que le permita contemplar como iguales y respetables a todos aquellos que no compartan ese sistema o no participen de él?. Sarmiento escribe en el cap. XV: "el Nuevo Gobierno respetará las opiniones, porque no son hechos ni delitos". Pues  bien, ¿qué opiniones?. Evidentemente, no todas. Porque convengamos en que el gaucho, el indio y el federal tienen opiniones, pero esas opiniones no parecen ser tan respetables para Sarmiento. Lo que parece decir con esto el autor es que las opiniones no son hechos y delitos, siempre que provengan de personas que han acordado vivir bajo ese sistema civilizado, por lo que sus ideas, en el fondo, no podrán ser tan diversas. O más aún: esas ideas u opiniones no serán hechos ni delitos siempre que provengan, lisa y llanamente, de personas. "La población de Buenos Aires se había fugado y reunídose en Montevideo. Quedaban, es verdad, en la orilla izquierda del Plata las mujeres, los hombres materiales (…), los hombres, en fin, para quienes el interés de la libertad, la civilización (…) es posterior al de comer y dormir", afirma Sarmiento en el decimoquinto capítulo de su obra. Esto no es más que la explicitación de la idea de Sarmiento: los verdaderos hombres, en última instancia, son quienes tienen verdadero interés en vivir bajo el sistema que él promueve bajo la denominación de "civilización".

Es también interesante la idea desplegada por Grüner acerca de que Sarmiento pretendía, con la razón como instrumento, hacer empezar todo de nuevo. En un pasaje del ya citado capítulo XV, el autor, refiriéndose al comienzo del gobierno rosista escribe: "es el Estado una tabla rasa en que él (Rosas) va a escribir una cosa nueva, original; es él un poeta, un Platón que va a realizar un trabajo que ha meditado veinte años". Probablemente, si aisláramos esa cita y la leyéramos sin conocer su contexto, podríamos pensar que quien la escribe se refiere a Sarmiento y a su proyecto,  y no a Rosas, y eso no sería descabellado, insisto, si tomamos sólo el contenido de la frase. Sarmiento, pragmático, hombre a quien desvelaba la idea de dejar a la humanidad una obra fuerte, pretendía también instalar un modelo de gobierno y de organización social que, si bien tenía innumerables diferencias con el modelo rosista, coincidía en su falta de precedentes de aplicación en la Argentina. Es importante conocer el contexto en que se mueve Sarmiento: la Argentina, y la América hispana en general, estaban en un nivel casi nulo de organización y desarrollo. Todo proyecto de organización era una imposición. Si tomamos entonces la idea de Sarmiento que considera un bárbaro a Rosas, no tenemos más que encontrar un punto en común entre éste y sus políticas y las que propone el sanjuanino.

No es mi intención tomar una postura frente a estas ideas de Sarmiento, sino manifestar la relatividad que tiene esta confrontación de dos conceptos que parecen no tocarse en toda la obra,  y hacer visibles ciertos puntos que, según mi opinión, tienen en común. Creo menester aclarar, por otro lado, que considero que el solo hecho de estar absolutamente convencido de un sistema de gobierno, de vida social en general, lleva a querer, irremediablemente imponerlo; y considerarlo superior implica, por otro lado, considerar inferiores a los demás sistemas. Es este un proceso que interpreto natural y lógico, pero que no deja de ser por eso interesante, digno de ser analizado en cada caso en particular, y sobre todo en éste por las características de la obra que nos convoca, una obra sin dudas original, fundacional (esto último también acentúa la necesidad de imponerse), en pocas palabras magnánima por sus intenciones y métodos para concretarlas. Por eso una lectura detenida de lo que es su hilo conductor puede transformarla en una obra aún más rica.

Tenemos entonces, para concluir, una obra en la cual se presenta un minucioso trabajo sociológico (si bien la sociología no estaba instituida como ciencia, hoy lo podríamos catalogar así), o historiográfico que pretende explicar los motivos de las interminables luchas internas que asolaron a la Argentina en el siglo XIX, para explicar además el surgimiento de tiranías y personajes que hacen del despotismo y el autoritarismo una forma de concebir la realidad y la organización, proponiendo finalmente una suerte de proyecto de organización nacional basado en ciertas ideas como la educación pública, la libre navegación de ríos, la inmigración europeo, y otros. Opone a este proyecto a lo largo de toda la obra otra forma no sólo de gobierno, sino también de vida, a la que nomina "bárbara", y que condena marcadamente. Pero vemos también que si nos apartamos de este sistema de creencias dual, y nos ubicamos por fuera de él, podemos ver puntos de contacto entre ambos que en una primera lectura de la obra parecía no haber.

Civilización y Barbarie

            Con lo expuesto en el punto anterior podemos tener un panorama de la posición de Sarmiento respecto a la realidad argentina y americana y al tópico "civilización y barbarie". Bien, siendo este último un tema que de por sí exige un posicionamiento claro cuando se lo relaciona con la realidad (es decir, cuando se delimita qué es uno y qué es el otro en el plano concreto o cuando se discute incluso su existencia en dicho escenario), no es de extrañar que existan posturas que disienten del autor de Facundo. Uno de ellos es el escritor cubano José Martí.

Siguiendo en líneas generales el procedimiento utilizado anteriormente, intentaré desarrollar ciertos puntos en común entre los dos autores, pero sobre todo sus diferencias ideológicas, los puntos en que el caribeño visiblemente desacuerda con el argentino proponiendo una visión de la América distinta, centrándome en la problemática de la civilización y la barbarie.

            En primer lugar, me parece importante subrayar que un elemento que sobresale en el desarrollo de estos dos conceptos que realiza Sarmiento se mantiene vigente en el texto de Nuestra América, de Martí, a saber: la lucha. Martí va a disentir de Sarmiento en cuanto al contenido de esos dos conceptos, es decir, en lo que ellos representan. Para el autor de Facundo, como ya dijimos, la barbarie está representada en gran medida por el gaucho, el caudillo, el hombre de la campaña, el cual para el isleño no es más que el "hombre natural". La civilización es para Sarmiento la república como forma de gobierno, las libertades individuales, las doctrinas sociales nacidas en Europa, sobre todo en Francia, las cuales son para Martí ideas importadas, que poco tienen que ver con la realidad americana. "La incapacidad no está en el país creciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en el que quiere regir pueblos (…) de composición singular con leyes heredadas de tres siglos de práctica en Estados Unidos, de diez siglos de monarquía en Francia", escribe Martí. Pero sin embargo no deja de ver una realidad que enfrenta a dos formas de interpretarla: una, la del hombre natural que pide ser gobernado con formas que se le adecuen, otra, la del falso ilustrado, que pretende imponer una realidad importada. Vemos que quien es civilizado para Sarmiento no lo es para Martí, y quien es bárbaro para aquél no lo es para éste, pero igualmente, esos dos tipos sociales, más allá de su denominación, no dejan de estar enfrentados.

            Hay también una situación que, pese a la diferencia temporal en la publicación de ambos textos (Facundo se publicó en 1845, mientras que Nuestra Amérca en 1891), parece preocupar por igual a ambos autores: la falta de organización americana, que pone al continente (Sarmiento hace más hincapié en Argentina, pero sus ideas pueden extenderse) a merced de quienes obstaculizan su crecimiento. Sarmiento dirá que estos personajes son los caudillos, los bárbaros, los incultos e ignorantes habitantes de la campaña, mientras que Martí opinará que son los países extranjeros ("…sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima…") los que acechan y  pueden aprovecharse de esta falta de unidad. Vemos aquí un marcado contraste entonces: ante un problema (la falta de organización) en el que coinciden, los que parecen tener la solución para uno no son más que el enemigo para el otro, y a quienes hay que escuchar y atender para este otro, no son más que el símbolo de lo que hay que erradicar para aquél.

            Hay también algunos pasajes de Nuestra América que remiten a algunos de los puntos expuestos en el primer punto de este trabajo. El hecho de que las ideas civilizadoras de Sarmiento no dejaran de lado la imposición como modo de implantarse es criticado por Martí, quien propone un análisis verdaderamente profundo de la realidad americana y que, si se lo analiza paralelamente al Facundo, se puede interpretar como una demostración de ciertas flaquezas o puntos débiles del mismo. A este respecto podemos citar algunos pasajes: "El buen gobernante en América no es el que sabe cómo gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y como guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo a aquel estado apetecible, donde cada hombre se conoce y ejerce". Partiendo de la base de que Sarmiento encara con el Facundo un estudio de los "aspectos físicos de la República Argentina, caracteres, hábitos e ideas que engendra" para intentar explicar el origen de la realidad de su país, se puede interpretar en las palabras de Martí la puesta en evidencia de lo que para el autor cubano es una contradicción: si el estudio de la tierra, sus aspectos físicos y la forma en que estos determinan al hombre que la habita arroja como resultado cierto concimiento o comprensión, ¿por qué el sistema de organizar y gobernar a este hombre determinado por un cierto medio debe ser importado de otro distinto?. Lo que Sarmiento llama "civilización" entonces, no se condice con las ideas deterministas del autor, quien las contradice según las ideas de Martí al proponer un gobierno que nada tiene que ver con el medio y el hombre estudiados.

            Pero es importante aclarar por último un punto en que ambos coinciden, y es quizá un punto de partida para comenzar a disentir o acordar: ambos discuten desde la plena convicción de la importancia de las ideas. Ambos tienen un proyecto cultural, de pensamiento. Tanto en Sarmiento con la famosa frase "las ideas no se matan" como en Martí con sus "trincheras de ideas, no de piedras" vemos una oposición en la que sí coinciden: las ideas, el pensamiento, por sobre la violencia, la muerte, la guerra armada. Es sobre esa base fundamental que comienzan a desarrollar sus ideas. Es como una advertencia previa que parecería decir que, ante todo, el debate que piensan iniciar se moverá en el plano abstracto del pensamiento y las ideas, y que nada tiene que ver con enfrentamientos de otra índole.

La figura del tigre

            Hemos visto en los dos puntos anteriores la forma en que dos de los más eximios escritores americanos, Domingo F. Sarmiento y José Martí, trabajaron ciertos conceptos a lo largo de sus obras Facundo y Nuestra América que nos permiten hacernos una idea de sus formas de pensar y concebir tanto la realidad americana como la cultura y la literatura en general.

            Analizaremos a continuación un trabajo literario más específico como la construcción de la figura del tigre, pero sin alejarnos de la intención primaria de comprender las ideas globales que desarrollan ambos escritores, sin desligar esta construcción del sentido general de su obra, de los preceptos fundamentales sobre los que se construyen sus sistemas de pensamiento y escritura. Agregaremos también a este análisis comparativo a otro escritor que constituye un pilar de la literatura hispanoamericana, un escritor de importancia innegable en el siglo XX como Jorge Luis Borges, y a su poema "El otro tigre", que se encuentra en el libro de poemas y cuentos El Hacedor.

            En el Facundo la figura del tigre aparece desarrollada en el capítulo quinto, en el que comienza el relato de la vida de Juan Facundo Quiroga. Y no es casual que el comienzo de este relato sea justamente, con la narración de la aventura en la cual el caudillo riojano salvó su vida de las garras de un tigre que lo acechaba a los pies de un árbol. Nada es casual en este hecho. Sarmiento enarbola en varias ocasiones en su obra teorías referidas a los orígenes de las personalidades. Así desarrolla teorías biologistas que se basan en encontrar el origen de una personalidad en su infancia, o, una de las más importantes, la determinista, que señala al medio como el condicionante en la personalidad de un sujeto. También, y es el caso de este capítulo, señala la existencia de ciertas disciplinas como la anatomía comparada que "han demostrado, en efecto, las relaciones que existen en las formas exteriores y las disposiciones morales entre la fisonomía del hombre y la de algunos animales a quienes se asemeja en su carácter". Vemos que esta narración no tiene como función únicamente ser una curiosidad, una anécdota más en la vida de Quiroga que se desarrolla en el libro. Toda esta anécdota está construida de tal manera que todos los elementos allí trabajados vienen a constituir parte esencial del personaje de Facundo que se da en la obra.

Sarmiento en este pasaje presenta un medio, un ámbito donde se suceden los acontecimientos, particular. Es el primer elemento en ser descripto, lo cual no es casual tampoco, teniendo en cuenta las ideas deterministas que ya vimos en el autor. Presenta a este medio como extenso, infinito, estéril, hostil para cualquier ser vivo que lo habite, y lleno de peligros por doquier. Esta extensión, esta infinidad, dan como resultado un hombre que debe maximizar sus fuerzas, y complementarlas con una importante dosis de picardía y astucia, si quiere sobrevivir  en un territorio sin límites, donde el más fuerte prevalece. "Suele ocurrir a veces en aquellos países en que la fiera y el hombre se disputan el dominio de la naturaleza…", escribe Sarmiento en referencia a estas tierras desoladas, en que fiera y hombre vienen a ser pares que deben luchar de igual a igual por la supervivencia. Y Facundo y el tigre, en esta anécdota, son ejemplos de esos pares, de hombre y bestia que, al enfrentarse, diluyen sus diferencias de especie  y luchan a la par. O al menos Facundo lo hace, y es esa la razón por la que Sarmiento elige esta historia para comenzar a narrar su vida: no es más que un perfecto ejemplo de eso inexplicable de lo que es dueño Facundo y que le va a  valer un ascendiente sobre la población de su (o sus) provincias que pocos o nadie tienen.

Viene a ser el tigre entonces una bestia habitante de este medio ilimitado y hostil, que da como resultado un hombre también particular. Pero no cualquier hombre por más que habite estos suelos sale victorioso de un enfrentamiento con él. No deja de ser esto último un hecho que llama poderosamente la atención de Sarmiento, que refleja la anécdota antes que cualquier otro hecho de la vida de Facundo, como anticipando mucho de lo que va a narrar, anticipando una esencia a partir de la cual se moverá este personaje

            Vimos entonces que el tigre representa en Sarmiento un enorme peligro en la campaña argentina, un producto de ese medio, que también simboliza muchas de las características del hombre que surge como resultado de ese medio hostil. Es ese hombre lo que considera el escritor argentino la esencia de la barbarie, la más grande y acabada muestra de esa forma de ser, pensar y vivir que hemos desarrollado. Y es la barbarie a su vez lo que considera el autor el más grande peligro que debe enfrentar Argentina en su camino hacia el modelo de país que él promueve, es el principal obstáculo a vencer.

            En Martí vamos a encontrar antes que nada una gran coincidencia: el tigre representa el peligro para América. El tigre en el texto del cubano no es fruto de la barbarie, de las tierras interiores de la América, sino todo lo contrario: es la colonia, el dominio extranjero (o americano, pero con ideas importadas de Europa) que acecha a los americanos para, ante su desunión, atacarlos. El tigre no es una figura aislada en ninguno de los dos autores, sino que es un punto en común (el peligro), a partir del cual se trabajan las diferencias de pensamiento. "El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa", metaforiza Martí. El tigre acecha a América, es un rival silencioso, terrible, mortal. Y ninguno de los dos lo trabaja como un elemento aislado de sus creencias. El tigre no simboliza algo en sí, sino que tiene ciertas características que cada autor interpreta en función de sus convicciones y les da un valor y una función en sus textos particular. Es en Sarmiento entonces barbarie, fruto de la travesía, bestia indomable que lucha con el hombre, hombre bárbaro también, que saldrá victorioso y encarnará un tipo social que pone en jaque el crecimiento argentino y americano. Es en Martí un peligro silencioso que espera en el corazón de las repúblicas, es lo que queda de colonia en ellas, que pretende dominarlas y asesinarlas. Es un rival que parece ausente, pero está escondido, "en zarpas de terciopelo".

            El tigre, dijimos al comienzo, no es una construcción aislada dentro de los textos de los escritores, sino que está trabajada en función del sentido que le dan a sus obras. Jorge Luis Borges, por supuesto, no es una excepción. En el poema en cuestión, el cuentista y poeta desarrolla, condensa, muchos de los tópicos que recorren gran parte de su obra.

            A diferencia de los anteriores, Borges no es un autor que trabaje de manera directa con la realidad, no retrata una realidad, sino que a partir de ella "conjetura" (utilizando una palabra borgeana). En pocas palabras, no es un escritor realista. Los tópicos a los que me refería no son, como en Sarmiento y Martí de índole ideológica, no son ideas que se repiten que están en relación con alguna problemática social o política de la realidad, sino que son más bien de índole metafísica o, al menos, abstracta.

            Uno de los conceptos que aparece, según mi interpretación de los versos, con más fuerza, es el de ficción, la realidad como una gran ficción, la verdad como inalcanzable, todo como una gran conjetura, una gran construcción ficcional.

            El tigre es en este poema una construcción que, según mi manera de interpretarlo, es simbólica: el tigre en sí no es relevante, sino lo que significa a la realidad y a los conceptos antes enumerados. El poema comienza con ciertos elementos, como la primera persona o la descripción del lugar donde los versos son escritos, que marcan o afirman al yo lírico, sirviendo como punto de partida para la "conjetura" que realizará a continuación. El yo lírico imagina un tigre, describe lo que imagina, pero luego, con una nueva intervención de su voz, quiero decir, de su pensamiento, su   reflexión ("Cunde la tarde en mi alma y reflexiono") dice que eso que imagina no son más que palabras, símbolos ("que el tigre vocativo de mi verso / es un tigre de símbolos y sombras / una serie de tropos literarios"). Ese tigre es un tigre inexistente, pero no es algo particular de ese tigre la inexistencia, sino que, con el sólo hecho de hablar de él, se lo transporta a la dimensión de la ficción, y eso ocurre con todo, a mi entender, según Borges ("…pero ya el hecho de nombrarlo / y de conjeturar su circunstancia / lo hace ficción del arte y no criatura / viviente de las que andan por la tierra").

            Es en la otra estrofa en la que Borges[1] aborda la temática de la verdad y la imposibilidad de alcanzarla. "Un tercer tigre buscaremos. éste / será como los otros una forma / de mi sueño, un sistema de palabras / humanas y no el tigre  vertebrado / que, más allá de las mitologías, / pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo / me impone esa aventura indefinida, / insensata y antigua, y persevero / en buscar por el tiempo de la tarde / el otro tigre, el que no está en el verso" Ese otro tigre, el que no está en el verso, viene a ser la verdad. Esa verdad que con tanto ahínco buscamos y no encontramos, esa verdad cuya búsqueda es "esta aventura indefinida", verdad que es "el otro tigre", no éste, el que imagina, que representa la ficción, es decir, todo lo que tenemos.

 

 

Autor:

Gaspar Lloret

[1]              Es importante aclarar en este punto que al decir "Borges" en circunstancias como ésta, nos referimos al yo lírico ficcional, no al ser humano real que escribía esas páginas

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente