Orígenes de la xenofobia en Europa: el affaire Dreyfus
Enviado por Simón Royo Hernández
El historiador Pierre Vilar escribió uno de sus más famosos libros[ii] en 1946, actualizándolo posteriormente con un prólogo y un epílogo de 1978. Como nos recuerda el autor en el prólogo a la primera edición española, su libro estuvo prohibido durante la dictadura franquista, fundamentalmente por tres motivos: "1º) Una ideología que se pretende hegemónica teme más los libros pequeños que los grandes. 2º) La historia es una pieza esencial de la ideología y sólo puede contarse de una manera. 3º) Hay hechos que deben olvidarse[iii]".
Tenemos el triste privilegio de comenzar en nuestro país con el antisemitismo moderno que va paralelo al surgimiento de los Estados Nación, como ya señaló Hannah Arendt en su Historia del Totalitarismo. Durante los siglos XIV y XV "la influencia de los judíos en las altas esferas, y el trabajo más humilde de los artesanos y campesinos moros al servicio de los nobles cristianos, excitan la envidia de las clases populares de estirpe cristiana. El orgullo de origen, de <limpieza de sangre>, compensa en los vencedores de la Reconquista el temor de la superioridad material, demasiado sensible, del vencido[iv]". De esta manera, la política de la España desde los Reyes Católicos hasta el emperador Carlos V, al expulsar y perseguir a los intelectuales (los judíos) y a los trabajadores (los moros) se quedó poblada por los brutos, de quienes descendemos en nuestra peor parte. Tras las matanzas de judíos del siglo XIV, acusados, entre otras cosas, de provocar la peste, la ortodoxia católica iba a vertebrar la línea de depuración de judíos, mozárabes y mudéjares, con la creación de su brazo armado, la Inquisición o Santo Oficio, en 1478, llegándose al decreto de expulsión de los judíos en 1492 por los Reyes Católicos. Era éste el surgimiento del país más reaccionario, conservador y arcaico de todo el continente europeo, lider de la Contrareforma y anclado en medievalismos que perduran, aún insuperados, siendo una de sus últimas grandes manifestaciones la dictadura del sublevado general Franco. Decir que pese a todo pudo haber brotes de creatividad y mestizaje es una verdad que no ayuda mucho. Lo mejor de los habitantes de la Península Ibérica, sus legados árabe y judío, junto al greco-romano y a su diversidad lingüístico-cultural, no desaparecieron nunca, cierto, pero tampoco nunca han dejado de ser perseguidos por fuerzas reaccionarias antagónicas que han procurado, sin cesar, su erradicación.
Pero si queremos comprender los orígenes de la xenofobia en Europa, desde la España del siglo XVI debemos saltar a la Francia del siglo XIX, cuando se manifiesta públicamente, por primera vez, en todo el continente, el odio moderno al judío, con motivo del caso Dreyfus.
Alfred Dreyfus era un oficial judío del ejército francés que sufrió un consejo de guerra acusado de traición por vender secretos a Alemania y fue condenado, liberado, vuelto a condenar, y finalmente rehabilitado. La derecha se alinearía entre los que le consideraban culpable y la izquierda entre quienes le consideraban inocente. El asunto Dreyfus duró doce años, prolongándose desde 1894 hasta 1906.
Su condición de judío marca el comienzo de una dicotomía tradicional que llega a nuestros días, la reconocida toma de posición antisemita de los partidos y grupos de la derecha política y la lucha contra el antisemitismo por parte de los partidos y grupos de la izquierda política. Para los primeros, Dreyfus era un traidor, para los segundos, el oficial era inocente, y en la profundidad, lo que se ponía en juego era la noción de ciudadanía, que habría de defenderse con independencia de la etnia o religión, frente a los defensores de la discriminación racial y la exclusión de los otros.
Las similitudes entre la ideología de la derecha francesa y la alemana que culminaría en el nazismo, muestran que el antisemitismo moderno y las fantasías de pureza racial no fue algo exclusivo del pueblo alemán, sino un fenómeno altamente extendido por Europa desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días.
Lecturas incorrectas de la lingüística indoeuropea y especialmente de la teoría de la evolución darwinista, sobre todo de sus interpretaciones eugenésicas, derivadas de ramificaciones ideológicas que parten del primo de Darwin, Francis Galton; formarían parte de la quiméra del racismo y del antisemitismo moderno. Aunque Darwin acabó en gran parte con la teoría lamarckista, lo cierto es que durante los siglos XVIII y XIX se creía generalizadamente en la herencia de los caracteres adquiridos[v], ideología falsada científicamente y que sin embargo sigue vigente en nuestros días.
Una teoría reduccionista de la naturaleza humana que parte de las mistificaciones del evolucionismo y que se ha venido a llamar determinismo biológico, está en la base de las pretendidas justificaciones de las desigualdades sociales a partir de especulaciones pseudogenéticas. Las raíces de la Nueva Derecha política actual están en el Viejo Determinismo decimonónico[vi]. "El determinismo biológico es, entonces, una explicación reduccionista de la naturaleza humana en la que las flechas de la causalidad van de los genes a los humanos y de los humanos a la humanidad. Pero es más que una simple explicación: también es política. Porque si la organización social humana, con sus desigualdades de status, riqueza y poder, es una consecuencia directa de nuestras biologías, entonces ninguna práctica puede producir una alteración significativa de la estructura social o de la posición de los individuos o de los grupos contenidos en ella, excepto mediante algún programa gigante de ingeniería genética[vii]". Programa que, como es sabido, contaba entre los sueños megalomaniácos del nazismo y que puede reavivarse en cualquier momento a causa de las nuevas mistificaciones que surgen entorno al proyecto genoma.
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