- ¿Qué es el centro Espírita?
- Los servicios del centro: La educación
- Los servicios del Centro: La dignificación Humana
- Los servicios del Centro: El ejemplo
- Los servicios del Centro: Los pases
- Los servicios del Centro: Las tareas mediúmnicas
- Otras consideraciones El surgimiento del centro espírita
- Otras consideraciones – La oración
- Otras consideraciones – La disciplina
- Otras consideraciones – Ataques a Religiones, Creencias o Filosofías
- Otras consideraciones – La política en el centro espírita
Parte 1
¿Qué es el centro Espírita?
En primer lugar, comenzamos por responder a la pregunta ¿qué es el centro espírita?
La respuesta a esta pregunta no entraña demasiada complejidad. Podemos definir el centro espírita como la asociación de un grupo de personas cuya finalidad es la práctica del espiritismo.
En la simplicidad de esta definición, encontramos que el centro espírita no es en realidad el lugar físico, (que también tiene importancia) sino sobre todo, las personas que lo componen. Por lo tanto, la calidad de los trabajos que se realicen en el centro espírita va a depender del compromiso, la dedicación, la seriedad y el respeto con que los miembros del centro realicen las actividades.
Es por esto, y considerando la importancia que tiene el centro espírita para la marcha y divulgación del espiritismo, que nos proponemos escribir este estudio, sin la pretensión de dar por agotado el tema ni de establecer puntos indiscutibles. Todo lo contrario, son simplemente reflexiones que nos ayudaran a meditar, con las que se podrá estar de acuerdo o en desacuerdo, que podrán ser acertadas o erróneas, pero que indudablemente nos ayudarán a ir comprendiendo cada vez mejor el centro espírita y su importante papel en el movimiento espírita.
Al ser un tema complejo, la extensión de este será considerable, por eso lo vamos a dividir en partes como hemos hecho con otros estudios de modo que se facilite la lectura a los usuarios.
Hemos contestado a la primera pregunta, ¿Qué es el centro espírita? Pasamos a ver algunos aspectos importantes en relación a el centro espírita.
El primero de ellos está relacionado con la organización del centro espirita. ¿Cómo se organiza? ¿Quién lo dirige? ¿Qué orientación debe tener el centro espírita?
En cuanto a cómo se organiza, consideramos que el centro espírita no deja de ser una asociación, y como toda asociación, estará organizada por una serie de normas y reglamentos que serán los que determinen las características de dicha asociación. A estas normas y reglamentos se les llama estatutos.
Por lo tanto, el primer paso para la formación del centro espírita, es la elaboración de unos estatutos, que serán revisados y aprobados por todos los miembros del centro espírita y posteriormente por la administración para la inclusión del centro espírita en el registro de asociaciones. Ponemos en negrita que los estatutos deberán ser revisados y aprobados por todos los miembros del centro espírita, porque es muy común en los centros copiar los estatutos de otros centros y darlos a los socios para que los firmen sin más. Con todo el respeto, esto me parece una ligereza.
Si consideramos que la dirección del grupo será totalmente democrática y basada en los acuerdos a los que se lleguen por todos los socios, el primer acuerdo y más importante será establecer unas normas en relación con la asociación, sobre las cuales ésta va a establecer su actuación futura. Todo el tiempo y dedicación que se emplee en la elaboración de estas normas, procurando que ellas puedan solventar posibles situaciones en el grupo será una seña de calidad en el grupo.
Hemos podido comprobar en nuestra experiencia en centros espíritas, que muchos de los problemas que surgen en los mismos lo hacen simplemente por no tener unas normas claras y bien establecidas. Cuando esto sucede, unas personas, (generalmente el presidente y algunos cercanos a él) toman decisiones en base a sus propios criterios, y estas decisiones podrán ser correctas o incorrectas. No podemos olvidar que todos nosotros no dejamos de ser seres humanos, con las virtudes y defectos propios de los seres humanos, y que es natural que en determinadas ocasiones nos equivoquemos. Si el presidente y sus allegados lo ven así, comprenderán que pueden equivocarse y tendrán siempre en cuenta la opinión de todos para quedarse con la mayoritaria para decidir, pero si consideran, como desgraciadamente muchos lo hacen, que están tocados por la espiritualidad superior, que sus decisiones son inspiradas por los guías, generarán un problema en relación a sus compañeros que no siempre van a estar de acuerdos con su decisiones, y como no se les pregunta, se empieza a genera un estado de animosidad entre ellos y los que toman las decisiones.
Esto podría solucionarse muy fácilmente si aprendiéramos a escuchar a nuestros compañeros, pero en vez de eso tomamos una actitud infantil y comenzamos a decir que quieren crear polémica, que no nos respetan, que están influenciados por la espiritualidad inferior y cosas como estas, es decir, transferir hacia los demás nuestras propias responsabilidades.
Es importante comprender que todo el mundo tiene derecho de poder opinar, y esa opinión es libre. Pensar que alguien está influenciado por la "espiritualidad inferior" porque simplemente opine de forma distinta a nosotros es evidencia clara que de asumimos nuestra superioridad con respecto a él, siendo este comportamiento ajeno al espíritu del espiritismo, mientras que si concedemos al otro la posibilidad de opinar y elaborar las normas que van a regir el grupo, discutirlas, revisarlas y analizarlas, estaremos poniendo en práctica hacia nuestros compañeros los principios de respeto, fraternidad y caridad que nos enseña la doctrina espírita.
A partir de aquí, el centro actuará como una sociedad democrática dentro de un estado de derecho, es decir, no tendrá un líder que tome decisiones relacionadas con el centro, sino serán los estatutos y el reglamento interno los que determinen la dirección y organización del centro espirita. Si de verdad aprendiéramos a obrar de esta forma, ¡Cuantos problemas no se evitarían! ¡Cuántas situaciones embarazosas no serían sofocadas! Y ¡Cuantas personas, con un buen potencial y capacidad no abandonarían los grupos espíritas!
Cuando hablamos de los estatutos y del reglamento interno muchos espíritas se sorprenden, puesto que un centro espírita es un lugar de trabajos espirituales, y la cuestión de los estatutos lo liga a un terreno más administrativo. Esto, desde mi modesta opinión, es un error, ya que los estatutos no implican una reglamentación puramente administrativa sino también doctrinaria. Además, cuando un centro, (y hablamos por experiencia y a riesgo de ser repetitivos) ha elaborado unos estatutos totalmente democráticos, racionales, buscando en todo momento el bien del centro y de las personas que lo componen, y se guía por esos acuerdos, son ahorrados muchos problemas posteriores, que vienen de la falta de previsión y de la toma de decisiones individuales, con las que no siempre todo el mundo está de acuerdo.
Por lo tanto, siempre serán pocos los esfuerzos que hagamos para elaborar un reglamento de actuación para nuestro centro, de forma que todo el mundo sepa cómo actuar en un momento determinado.
Además, como los estatutos y el reglamento interno son redactados por todos los miembros del grupo, son votados por todos ellos, la dirección del grupo siempre será democrática, y no recaerá en una sola persona, que siempre puede equivocarse a la hora de tomar determinadas decisiones.
Así pues, y siguiendo con la dirección del centro, esta recae sobre la Asamblea General, es decir, en todos los miembros del grupo. Esto es FUNDAMENTAL para la armonía y el buen hacer de un centro espírita. Por lo tanto, se hace necesario que todos los miembros del grupo tengan acceso a toda la información que el grupo dispone, para que puedan tomar decisiones con conocimiento de causa. Esto es fundamental para la salud de un grupo espírita, ya que si el grupo mantiene informados a todos sus miembros, ellos se van a sentir cómodos en el grupo, van a ver que se confía en ellos y que se les tiene en cuenta, mientras que si un miembro de un grupo observa que no se le informa de nada, se toman decisiones sin consultarlo y no participa activamente del grupo, se sentirá excluido y esto le llevará a ir apartándose poco a poco del grupo, al comienzo emocionalmente y posteriormente físicamente. Evitar esto es deber del grupo espírita y la única forma es la claridad y la transparencia en todos los enfoques del grupo.
Por ello mismo, la Asamblea General debe reunirse periódicamente, en intervalos de tiempo que serán expuestos en los estatutos y el reglamento interno. Esta reunión tendrá una doble finalidad, por un lado será informativa y por otro resolutiva, es decir, en esta reunión, a la que estarán convocados todos los miembros del grupo, se informará de todo lo relacionado con el grupo durante el periodo que va desde la última reunión a la actual, y se tomarán las decisiones correspondientes al próximo periodo. De esta forma la Asamblea General será siempre la que velará y determinará la dirección del grupo, en un ejercicio de democracia y respeto.
Entonces, ¿Para qué un presidente? ¿Para qué una junta directiva?
Lógicamente, la junta directiva es necesaria, puesto que si es cierto que hay un reglamento que va a determinar la dirección del centro y una Asamblea General que determinará las actividades y actuaciones del grupo, es necesario que existan unas personas que se encarguen de hacer que todo esto se cumpla. Esta es la labor de la junta directiva, que por supuesto, no estará compuesta solo por el presidente, sino también por un vicepresidente, un secretario y un tesorero, además de vocales en función del número de socios del centro. Será en los propios estatutos, donde se enumeran y relacionan las actividades de cada miembro de la junta directiva así como los plazos de reuniones ordinarias, tanto de la asamblea general como de la junta directiva.
Por último, en esta primera parte, me gustaría hablar de la orientación del centro espírita. Es un tema fundamental, y les cabe tanto a la Junta Directiva como a la Asamblea General velar por que esta orientación esté basada en los principios fundamentales de la Doctrina Espírita. Un Centro Espírita es un lugar de estudio y de práctica del Espiritismo, por lo que se velará que sea mantenida la pureza doctrinaria, sin mezclar ideas que puedan venir de otras doctrinas de vida, que son totalmente respetables y válidas, y en muchas ocasiones similares a las ideas que la doctrina espírita propone, pero es importante diferenciar claramente la procedencia de las mismas, para que no se pueda confundir las ideas espíritas con otras que no lo son.
¿Significa esto que se evitará hablar de todas estas ideas? Por supuesto que no. En el centro espírita, y siempre que se haga con respeto, se puede hablar de todo, pero siempre desde la claridad, indicando qué ideas pertenecen al espiritismo y que ideas no pertenecen a él. Esto evita que poco a poco iniciemos una mezcla de ideas que al final desemboca en algo totalmente ajeno al espiritismo, como desgraciadamente estamos viendo en algunos casos.
Si estudiamos con atención a Kardec, comprobaremos que él siempre estuvo abierto a todo tipo de ideas. El espiritismo es esencialmente una doctrina de análisis y lógica, por lo que prohibir dentro del espiritismo esto o aquello estaría en contra de su esencia. Más esto no impide que mantengamos la claridad en cuanto a lo que es y no es el espiritismo. Estudiar todo, leer de todo y analizar todo no significa caer en sincretismos injustificados que solo crean confusión y desnaturalizan lo que es la doctrina espírita, sobre todo cuando se incluyen aspectos esotéricos que no hacen parte del espíritu de la propia doctrina.
Bastante confusión existe hoy en día sobre el espiritismo, como para que nosotros, los espíritas, nos sumemos a esa confusión. Yo creo que una de las labores actualmente más importantes de los espíritas, consiste en mostrar qué es y qué no es espiritismo. Por lo tanto, el centro espírita presentará siempre el espiritismo con fidelidad a lo que él es.
Hace años fui invitado para realizar unos programas de radio. Después de hacer el primero, el director de la cadena me llamó a su despacho y me dijo que todo eso estaba muy bien, pero que él quería otra cosa. Más o menos era que yo hablara de los espíritus y que la gente me llamara para hacerme consultas sobre su vida. Le indiqué que no lo haría, que yo tenía que ser fiel al espiritismo. Él me dijo que lo entendía, pero que intentara también atender a sus indicaciones. Por supuesto no lo hice, y después de algunos programas me llamó para indicarme que no seguiría la cadena con esa emisión. En ese momento entendí que para mí era preferible no seguir haciendo el programa, a continuar y desvirtuar lo que realmente es el espiritismo, que no tiene nada que ver con la visión morbosa que el director del programa quería darle.
¿Por qué cuento esto? Porque muchas veces podemos caer en la tentación de ajustar el espiritismo a lo que los demás quieren que sea, con la excusa de que se queden en el grupo espírita, es decir, dar al público lo que el público quiere, sin tener en cuenta que a veces lo que el público quiere no es espiritismo, sino otra cosa. "Que no pase esto en nuestros centros espíritas, que lo que se enseñe ahí sea realmente espiritismo, y si lo que una persona busca no está dentro de lo que el espiritismo ofrece, tiene libertad absoluta de buscar en otro sitio, en un respeto total por sus ideas y libertad".
Parte 2.1
Los servicios del centro: La educación
Una vez que tenemos un centro espírita constituido, con unos reglamentos claros que regirán las actividades y que son obra de todos los miembros del grupo, y con la certeza de que la orientación habrá de ser espírita, llegamos a uno de los asuntos más importantes: ¿Qué servicios ofrecerá el centro? O dicho de otro modo: ¿Cuál será la finalidad de las actividades que se realicen allí?
Sin lugar a dudas, los servicios que el centro espírita puede ofrecer a la sociedad son múltiples y variados, pero si tenemos que quedarnos con uno como más importante, sin lugar a dudas elegimos su labor educativa.
No nos cansaremos de insistir sobre este punto. Solo cuando en los grupos espíritas nos concienciemos del papel educativo del espiritismo, cuando veamos su acción en la humanidad por el conocimiento que ofrece y seamos conscientes de la importancia de nuestro cambio de pensamiento para nuestro crecimiento, solo ahí, decimos, estaremos situando al espiritismo en su verdadero papel histórico y social, así como ofreciendo a la humanidad una visión cierta del mensaje que el espiritismo ofrece al hombre.
Desgraciadamente muchos aún no ven al espiritismo como una doctrina educativa, y lo vinculan más a fenómenos mediúmnicos, a percepciones y sensaciones espirituales y a transmisión de energías que al contenido lógico y racional de lo que enseña, cuando el propio Kardec, en todo momento, apuntó con inigualable certeza, que su fuerza residía en su filosofía y en la forma en que tenía de encarar los problemas existenciales que importan al ser humano. Si recordamos su acercamiento al espiritismo, vemos que en el momento que comprueba la realidad del fenómeno que estaba estudiando, decide usar el fenómeno para obtener respuesta a preguntas filosóficas y existenciales que durante toda su vida habían sido el foco de su atención, y él, que precisamente era pedagogo, realiza una investigación para sintetizar en sus obras el contenido de la enseñanza que dieron los espíritus, presentando esas ideas de forma didáctica y metódica.
Por eso mismo, el grupo espírita estará fuertemente vinculado a la labor educativa del espiritismo. No se trata de realizar reuniones donde se hable de los principios de la doctrina espírita, del evangelio de Jesús, de la mediúmnidad. La finalidad principal del centro será abordar esos temas de forma didáctica, de modo que cuando alguien llegue al grupo tenga la oportunidad de aprender.
Para ello es condición necesaria la preparación de las personas que están encargadas de llevar la reunión. Nada hay peor en un grupo espírita que la falta de preparación en cualquiera de sus facetas. Por eso, cuando una persona está encargada de una tarea, principalmente de las relacionadas con la enseñanza, es fundamental que se prepare convenientemente para la reunión.
Ni que decir tiene que los encargados de dirigir las reuniones doctrinarias en el grupo han de ser personas con sólidos conocimientos espíritas. ¿Cómo vamos a trasmitir un conocimiento que no se tiene? Por lo tanto, la elección de la persona encargada de impartir los temas en una determinada reunión, habrá de ser un proceso reflexivo en el grupo, que elegirá a la persona con más aptitudes para la tarea. Esto no significa discriminación sino velar por la calidad en la enseñanza, que ha de ser la preocupación fundamental del grupo. Cuando así actuamos, dejando de lado actitudes infantiles de prejuicios personales, conseguimos dotar al centro de calidad, dinamismo, seriedad y lo que es más importante, UTILIDAD para las personas que acuden allí con el deseo de conocer.
Por eso mismo, a la persona encargada de llevar la reunión de estudio, habrá de prepararse convenientemente la reunión, de forma que los que asistan salgan de ella con la sensación de que no han perdido el tiempo.
Pensemos que muchas personas vienen por primera vez al grupo espírita sin saber realmente lo que se van a encontrar. Muchos esperan ver los objetos moverse por la influencia de los espíritus, otros esperan ver a un médium entrar en trance y vaticinarles el futuro, pero hay otros que asisten son seriedad, buscando respuestas a cuestiones transcendentales. Si estas últimas personas encuentran un grupo donde el encargado de guiar la reunión no trae el tema preparado, además de que no emplea un mínimo de didáctica haciendo la clase amena y comprensible, lo más probable es que esa persona no asista más al grupo.
Ante esto se me puede objetar que la labor del espírita no es el proselitismo. Estoy totalmente de acuerdo, nuestra labor no es convencer a nadie, pero aquí el tema es otro.
El no hacer proselitismo no implica que no se enseñe correctamente el espiritismo. Nuestra labor como espíritas pertenecientes a un grupo espírita no es buscar la forma de que la gente venga a nuestro grupo para que crezca el número de asistentes, pero si la de ofrecer un entorno educativo propicio para aquellos que acuden con seriedad y con el firme propósito de aprender, permitiendo que estos encuentren los recursos para llevar a cabo ese aprendizaje. Aquí debemos ser muy racionales y no confundir los términos, sabiendo diferenciar proselitismo con calidad en la enseñanza y en las reuniones espíritas.
Vivimos en la actualidad una época marcada por las nuevas tecnologías. Las TIC's se están implantando en todos los medios educativos como un recurso valioso para facilitar el aprendizaje.
Estudios recientes informan que hay mayor asimilación de conceptos si estos, además de la forma verbal, llegan por otros sentidos, como por ejemplo el visual. No será de más, si las condiciones del local de las reuniones lo permiten, usar estos elementos en el grupo. Es verdad que es mucho más cómodo leer un par de veces la lección, (cuando se hace) que tomarnos la molestia de prepararla en algún medio audiovisual, pero si lo que de verdad queremos es buscar que los que asisten a la reunión aprendan, es un acto noble el dedicarle tiempo a las reuniones, ofreciendo un entorno propicio al aprendizaje.
Esta providencia no solo tiene la finalidad de permitir que las personas que acuden al centro encuentren estímulos propicios para que se queden en el grupo. La finalidad mayor es formar correctamente a las personas interesadas en el conocimiento del espiritismo, ofreciendo una visión correcta y profunda del contenido de la doctrina codificada por Allan Kardec.
Esto es de vital importancia y la base para ir separando poco a poco el espiritismo de la idea absurda y ridícula que la sociedad tiene aún de él. Ante esto, debemos preguntarnos: ¿Qué parte de responsabilidad tenemos los espíritas en relación a la visión de él que tiene la sociedad? Solo aumentando la calidad y la seriedad de nuestras reuniones, junto con la vivencia real de los principios que propone la doctrina espírita, (tanto los morales como los relacionados con la actitud racional) podremos ir cambiando esa visión y acercando el espiritismo a quienes estén interesados en él.
Cuando en diversas ocasiones hemos dado esta conferencia, por lo general encontramos reticencia a la hora de aceptar estos conceptos. Se nos dice, por lo general, que lo más importante es la buena voluntad, que lo importante es el sentimiento con el que se lleva la reunión. Estoy de acuerdo en ambas cosas, pero ninguna invalida la preparación. Es más, personalmente considero una prueba de buena voluntad el hecho de dedicar unas horas a preparar convenientemente la clase.
Vivimos, por lo general en la cultura del "o" (o esto o aquello) cuando deberíamos cambiar a la cultura del "y" (esto y aquello). Es decir, si consideramos que algo es bueno, ¿porque no aceptar que es bueno sin más? Pero no, generalmente tendemos a la comparación: -Lo más importante es tener buena voluntad. -Bien, lo admitimos, pero ¿quita un ápice de buena voluntad el buscar preparar bien las reuniones del grupo? -Que yo sepa no son cosas incompatibles.
Siempre me ha sorprendido esta reacción, porque lo que se está proponiendo es evidentemente bueno para el grupo, para los asistentes e incluso para el que lleva la reunión.
Por último, me gustaría hablar en relación a la dinámica educativa. Sin entrar en detalle, ya que eso daría para un estudio completo que no entra dentro de los parámetros de este trabajo, me parece que todos los encargados de llevar las reuniones de estudio nos debíamos plantear es la participación activa de los asistentes a las reuniones. Esto es un trabajo sobre el que se debe pensar y meditar mucho, ya que la participación activa de los asistentes no deja de ser un elemento de estudio y aprendizaje para todos.
Entramos ahí en un concepto muy importante también, y es que en un grupo espírita no habrá "maestros" encargados de transmitir conocimientos a los "alumnos". En realidad todos somos aprendices y como tales, todos podemos aprender unos de otros. Permitir la interacción y la participación de todos los participantes de la reunión es un factor propiciatorio para que el aprendizaje y la integración sean efectivos, y nos dará la posibilidad de aprender todos de todos.
Esto no implica que las reuniones sean una amalgama de ideas sin control. Lógicamente habrán de ser observados unos parámetros para que la reunión sea homogénea y tienda a una finalidad. Si todos hablamos de lo que nos parece, saliéndonos del tema y trayendo a la reunión temas que no pertenecen a la clase del día, al final las reuniones pierden su finalidad, que es el aprendizaje. Por esto mismo el encargado de llevar la reunión hará de moderador de la misma, estando atento siempre a que las participaciones se adapten al programa de la reunión, sin lo cual el propósito y finalidad se perdería.
Esta tarea de moderador no puede ser hecha de forma dictatorial y austera, lo que siempre crea un clima de incomodidad en todos los asistentes, que repercute negativamente en el ambiente espiritual de la reunión. Por esto mismo, moderar implica tener tacto en el trato con los demás, saber direccionar correctamente los comentarios a la finalidad de la reunión y buscar siempre el bien del grupo. Si aprendemos a realizar esta tarea con equilibrio, las clases serán atractivas para los interesados en aprender y el clima de cordialidad permitirá que los buenos espíritus nos ayuden e inspiren, mientras que si pretendemos imponer un comportamiento en base a criterios propios y sin considerar las necesidades de los asistentes, el clima será tenso y dificultará lógicamente la interacción entre el plano espiritual y el nuestro.
Parte 2.2
Los servicios del Centro: La dignificación Humana
Uno de los objetivos que evidentemente se desprenden de la educación espírita, es, sin lugar a dudas, la dignificación humana.
Podemos definir la dignidad humana como el valor que hace parte del ser humano por ser inherente a él. La dignidad dota al ser humano de la cualidad de ser racional, y esa racionalidad le otorga libertar para decidir y conducir su vida. Además, le otorga poder creador, pues las personas pueden modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad.
Si analizamos objetivamente los principios fundamentales de la doctrina espírita, veremos cómo en ella la dignificación del ser humano está ampliamente recogida, mucho más que desde los estrechos límites de la ciencia materialista, que a la larga, consideran a ser humano como resultado de una serie de factores externos, como la genética, el medio ambiente, la educación que recibe y los estímulos ajenos a él que lo condicionan.
Desde esta visión materialista, el ser humano no sería libre de conducir su vida, ya que los factores determinantes que constituyen su ser serían externos a él, y por lo tanto, cada uno de nosotros sería resultado de fuerzas casuales que han interactuado para hacernos como somos, sin que en este proceso haya habido una participación activa de nuestra parte. Incluso cuando hay una conciencia de esa necesidad, ella viene determinada por factores genéticos, ambientales o educacionales que nos han condicionado de una forma u otra.
La visión espírita, por el contrario, con la admisión de la reencarnación, nos otorga la libertad de nuestras vidas, que son siempre el resultado de nuestro comportamiento. Eso nos hace libres y también responsables, lo que no gusta mucho a las personas que no han despertado aún a responsabilizarse consciente y maduramente de sus actos, ni a aquellos que aún deambulan por periodos de infantilismo psicológico, donde la responsabilidad está siempre en los demás, en el medio ambiente, en la genética, en la casualidad…
Lógicamente es mucho más fácil transferir la responsabilidad de nuestras vidas a factores externos a nosotros que a nosotros mismos, ya que admitir que somos los responsables de nosotros implica que lo que tenemos es consecuencia de lo que hemos hecho. Cuando asumimos esto, aprendemos a valorar siempre nuestras vidas por lo que ellas son, sin transferir al exterior, -en interminables fugas psicológicas-, nuestra realidad. Esto nos capacita para el trabajo de crecimiento, asumiendo nuestro estado como consecuencia de nosotros mismos, pero sabiendo también, que tenemos un potencial inmenso para desarrollar, y que dependerá exclusivamente de nuestro trabajo que ese potencial habrá de desarrollarse.
El conocimiento de esto no implica que debamos caer en procesos de culpa y remordimiento. Saber que somos los responsables de nuestra evolución no significa que debamos amargarnos incesantemente por las experiencias fallidas. La postura espírita no es de culpabilidad sino de responsabilidad.
La diferencia entre un concepto y otro es fundamental. La culpabilidad es un concepto arraigado en las creencias religiosas dogmáticas: "Somos culpables y por ello tenemos que sufrir, ya que la culpa lleva implícito el castigo". Si hablamos por el contrario de responsabilidad: "no tenemos por qué sufrir, sino simplemente asumir con dignidad la parte de responsabilidad que nos toca y trabajar para superar los conflictos que tenemos".
No voy a extenderme mucho más en estos conceptos. Los hemos puesto aquí como preámbulo a la labor de dignificación del ser humano que debe realizarse en el centro espírita, labor esta que es fundamental para dotar al grupo de la verdadera dimensión que el espiritismo tiene, y que nos brinda a todos.
Ya hablamos en este trabajo sobre los "maestros" en el centro espírita. Volvemos al tema ya que tiene mucho que ver con esta parte, pues uno de los problemas más acuciantes y graves de un grupo espírita, es cuando en él hay erigidos, ya sea objetivamente o subjetivamente, los pretendidos "maestros", que tienen la finalidad de enseñar a los demás, y enseñar sería en el mejor de los casos, ya que hay otros que van más lejos y pretenden convertirse en guías de otros.
Pero no nos adelantemos, veamos el concepto de "enseñar".
Enseñar es transmitir una serie de ideas, conceptos, conocimientos y habilidades a personas que no los poseen, esto, de forma clara y comprensible para permitir su asimilación. Visto así, cuando nos preparamos una clase o reunión, nuestra finalidad es enseñar, y esto es algo muy noble y muy positivo.
El problema en el grupo espírita radica no en el concepto de enseñar, sino en el concepto de imponer mi enseñanza y mis criterios como los únicos o mejores.
¿Cuántas veces hemos oído en los grupos espíritas: "El espiritismo es la verdad"?
Desgraciadamente esto se oye en muchas ocasiones, cuando es una afirmación destituida de lógica y razón. Cuando hablamos de "La Verdad" englobamos todo el conocimiento, todo el saber… y preguntamos: ¿Ha dicho el espiritismo la última palabra en todo? -Obviamente no, por lo tanto, no se puede considerar como la verdad.
Tanto valdría decir: -La física es la verdad, la biología es la verdad, la astronomía es la verdad y así para cada una de las disciplinas científicas, filosóficas o religiosas que existen. ¿Veríamos lógico hablar así? ¿Estaríamos de acuerdo con eso? -Por supuesto que no. -Entonces, ¿por qué hablamos de esa forma al respecto del espiritismo?
El espiritismo ha realizado una serie de estudios en relación con la espiritualidad del ser humano y las consecuencias que su naturaleza espiritual tienen para su vida. Se ha basado en el fenómeno de la comunicación con los espíritus para llegar a esas conclusiones y ofrece un conocimiento de una realidad. Este conocimiento no es aún completo, ya que todavía nos falta mucho por saber, por lo que hay un proceso de crecimiento y de aprendizaje constante en el espiritismo, y por lo tanto, el espiritismo no es "La verdad". Presenta una realidad, una verdad, como otras disciplinas científicas presentan otras realidades y verdades.
En una ocasión le preguntaron a Chico Xavier qué era la verdad, y él respondió:
-Imaginemos la verdad como un espejo que dejamos caer desde determinada altura, rompiéndose en muchos pedazos. Cada uno de nosotros cogemos un pedazo del espejo. ¿Quién tiene el espejo? -Nadie y todos. Nadie tiene el espejo completo, y todos tenemos partes del espejo.
La verdad sería el conocimiento absoluto, y este solo lo posee Dios. El hombre, poco a poco, gracias al trabajo y al esfuerzo por ir aprendiendo, va acercándose poco a poco a esa verdad dentro del campo de investigación que le es propio.
Con esto queremos decir, que la mejor forma de "enseñar" el espiritismo en los grupos espíritas es mediante la exposición clara y lógica de sus argumentos, permitiendo el análisis lógico y racional de todos los demás, tal y como lo hacía Allan Kardec. Él nunca dijo que el espiritismo era la verdad y por lo mismo que había que acatarlo sin análisis. Todo lo contrario, en todo momento Kardec nos invitó al análisis, a reflexionar sobre los principios que nos enseñaron los espíritus, porque él sabía, que solo cuando admitimos algo porque hemos llegado a la convicción que nace del análisis y del razonamiento, es que pasa a formar parte de nuestra estructura mental.
Por eso es realmente importante que en los centros espíritas se cultive el libre análisis de los principios espíritas, se permita a los concurrentes pensar y analizar todo cuando se dice, se les dé la oportunidad de no estar de acuerdo si es que realmente no están de acuerdo, -lógicamente siempre que se haga con el debido respeto al lugar donde nos encontramos,- y de admitir solo lo que podamos comprender. En otras palabras: Educar para pensar, de modo que podamos conducir cada uno nuestra vida en base a los principios con los que nos sentimos afines, y a tomar decisiones basándonos en la libertad de conciencia.
Por lo tanto en papel del maestro sobra en el grupo espírita. En realidad, todos somos aprendices, primero del espiritismo y en segundo lugar unos de otros. Nada hay peor en un grupo donde unos se convierten en maestros de otros, diciéndoles lo que deben o no deben hacer o decir.
Visto esta cuestión, que me parece de suma importancia, y recordando una vez más que esta opinión es personal, y que no pretendo en ningún momento que sea tenida por absoluta, permitiendo el análisis de mis palabras y la aceptación o no de ellas, paso a otro tema capital en un grupo espírita: El guía espiritual del grupo.
Aprendemos con la doctrina espírita que el mundo espiritual no es un mundo ajeno a este, sino que es un mundo que se relaciona con este y con el que podemos interaccionar. Nosotros podemos, gracias a nuestros pensamientos, sintonizar con los espíritus que nos rodean y recibir sus sugerencias en forma de inspiración. Todo el mundo, independientemente de sus creencias y opiniones al respecto de la espiritualidad recibe esa influencia, y la calidad de la misma depende de nuestros pensamientos, ya que el proceso de sintonía se da por afinidad.
Además sabemos, que hay espíritus buenos que nos quieren bien y se interesan por nosotros, ayudándonos en nuestras luchas y dificultades. No significa que nos libren de las experiencias por las que tenemos que pasar, puesto que son estas experiencias las que nos propician los elementos necesarios para nuestro aprendizaje. Su labor es más de apoyo, inspirándonos buenos sentimientos y orientándonos para que sepamos aprovechar la vida.
Los grupos espíritas también tienen sus espíritus afines que les orientan y ayudan. Esto es natural y debemos decir que no solo los grupos espíritas, sino cualquier institución que se dedique al bien tendrá espíritus buenos ayudándole en sus trabajos, por lo que la cuestión del guía no es exclusiva de los grupos espíritas.
Este hecho, que es un estímulo para la realización de los trabajos, debe ser encarado por un sentimiento de respeto hacia ellos, sin mezclarlos en las decisiones que debemos tomar nosotros y mucho menos responsabilizándolos de nuestras tareas en los grupos. Decimos esto porque hay un acentuado guiísmo en diversos grupos espíritas, que todo lo consultan a los espíritus, y lo que es peor, aceptan todo lo que ellos proponen, sin someterlo, la mayoría de las veces, al análisis y al control de la razón.
Consideramos que esto es perjudicial para el grupo, ya que la dirección de la parte material del grupo, es decir, de todo lo que está relacionado con nosotros, con nuestros trabajos, con nuestras decisiones, pertenece a nosotros, y pretender que los espíritus están ahí para atender y solucionar todas nuestras tareas sería conocer muy poco el espiritismo. Un grupo que todo lo confía a los espíritus sería semejante al alumno que todo lo confía a su maestro, y deja que sea este quien se examine por él. ¿Qué pensaríamos de un maestro así? Entonces, ¿por qué acreditar que los espíritus si lo hacen?
No podemos olvidar que el trabajo del grupo, sus dificultades, problemas, desafíos… son elementos que nos van a ir permitiendo aprender y que nos ayudarán a desarrollar cualidades de orden moral y espiritual, es por eso que los espíritus nos dejan a nosotros la responsabilidad de nuestra parte de la tarea, cabiéndonos cuidar muy bien nuestros actos para que las actividades sean hechas de la mejor forma posible. Descuidarnos con la pretensión de que están los espíritus para suplir nuestras deficiencias es ligereza y falta de buena voluntad, actitudes que diariamente nos enseñan los espíritus que debemos combatir.
Esto no implica que en determinados momentos ellos nos den sugerencias valiosas, nos ayuden en las horas de dificultad, nos estimulen exhortándonos al buen ánimo, pero siempre lo hacen desde la prudencia y el respeto, dejándonos en todo momento la libertad de análisis de lo que nos proponen bajo los parámetros democráticos de los que ya hablamos anteriormente. Confiemos por lo tanto en ellos, pidámosles ayuda e inspiración en la certeza de que nos la ofrecerán, sintámoslos a nuestro lado acompañándonos, como amigos y consejeros, pero no perdamos la objetividad, seamos analíticos y actuemos en base a criterios racionales. Esta será siempre la mejor guía en nuestros trabajos.
Terminamos esta parte de la dignificación del ser humano reco rdando una enseñanza, -me parece que es oriental: "Si alguien te pide un pez, dáselo. Si te lo vuelve a pedir, dale una caña y enséñale a pescar" Esta es, sin duda, la mejor forma de ayudar: No hacer el trabajo por los demás, que por otro lado es siempre imposible, sino ofrecer los elementos para que todos lo podamos hacer por nosotros mismos.
Parte 2.3
Los servicios del Centro: El ejemplo
Allan Kardec afirma que se conoce al verdadero espírita por los esfuerzos que hace para su renovación moral. En esta sentencia, el codificador hace una perfecta definición de lo que implica ser espírita y de la verdadera moral del espiritismo.
En el espiritismo, debido a su propia naturaleza, la moral no puede ser algo externo, y mucho menos, algo vinculado a ciertas prácticas sacramentales o rituales, puesto que la verdadera esencia de la doctrina que traen los espíritus es la vivencia profunda e íntima del bien. Al situar el cielo o el infierno en lo profundo de cada uno de nosotros, por intermedio de una conciencia tranquila o perturbada, la conquista del cielo solo se puede realizar por el progreso adquirido y nunca por factores que nos desvinculen del buen proceder, una forma de que nuestra conciencia esté en paz, por eso mismo, el ejemplo en el centro espírita se torna factor decisivo para el éxito del grupo.
Pero antes de seguir, cabe preguntar: ¿Qué puede entenderse como el éxito del grupo? -Para responder a esta pregunta debemos mirar a lo ya expuesto y preguntarnos cuál es la finalidad del grupo, o dicho de otra forma, la labor que el grupo debe realizar de cara al ser humano. Si consideramos que esa labor es la de prestar un servicio real y positivo a la sociedad, fundamentalmente por medio de la educación en los principios espiritualistas que presenta la doctrina, el éxito del grupo será la realización correcta de esos servicios, y pensamos que será muy difícil que ese servicio se pueda realizar correctamente si no está basado en el ejemplo. Es decir, el grupo espírita, (las personas que lo componen) habrán de poner en práctica, entre ellas mismas, los principios morales que la doctrina espírita propone. De lo contrario el grupo está abocado inevitablemente al fracaso por no haber coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
En primer lugar, para la buena marcha del grupo, hablaremos de la fraternidad.
La fraternidad, desde un punto de vista filosófico es la hermandad, la buena camaradería, el buen proceder entre las personas. Un sentimiento fraterno es un sentimiento de amor totalmente desinteresado hacia otras personas, donde no existen rivalidades, resentimientos, rencillas de ningún tipo.
Históricamente se ha usado la palabra fraternidad para designar a agrupaciones de humanos que se hermanan por un mismo sentimiento, idea, filosofía… El hecho de participar de las mismas inquietudes espirituales genera lazos de afinidad que nos vinculan los unos a los otros, y por eso es que se suele emplear el término de "hermanos", para designar a esas personas, aunque desgraciadamente, por lo general, los sentimientos han ido por un lado y las definiciones por otra, y en el seno de todas esas asociaciones han surgido múltiples disputas, rivalidades y encontronazos, demostrando que no siempre ha habido un sentimiento fraterno real.
En el grupo espírita el sentimiento fraterno debe estar presente en todas las actividades. Eso implica que todos los miembros del grupo buscarán el bien del grupo, trabajarán por que sean cumplidas correctamente las labores del grupo y mirarán, en todo momento, que la buena armonía y la estabilidad reinen en él, sabiendo, que solo se podrán conseguir buenos resultados cuando se viva claramente la fraternidad y el buen comportamiento entre los miembros del mismo.
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