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Significado, estereotipo y clases naturales


  1. Introducción
  2. La critica del analisis tradicional
  3. El significado de "significado"
  4. Significado y estereotipo
  5. Nombres comunes, clases naturales y rigidez

Introducción

La obra del filósofo norteamericano H. Putnam comparte con la de S. Kripke la característica de desarrollarse a partir de concepciones semánticas. Su núcleo lo constituye un conjunto de tesis sobre la referencia de tipos de expresiones lingüísticas y de ese conjunto de tesis se extraen aplicaciones a problemas característicos de otras disciplinas filosóficas. Así, del mismo modo que en Kripke la teoría de la referencia de los nombres propios se encuentra ligada a la defensa del esencialismo y el rechazo del materialismo, también en la obra de H. Putnam existe una trayectoria parecida. En particular, las consecuencias filosóficas que Putnam extrae se distribuyen tanto en filosofía de la mente (filosofía de la psicología) como en filosofía de la ciencia (epistemología) y configuran una posición filosófica general que, aunque ha variado a lo largo de los últimos veinte años, se conoce como realismo interno. Del mismo modo que en el capítulo anterior, se expondrán las tesis específicamente lingüísticas de la obra de H. Putnam, dejando para otros especialistas el análisis de sus concepciones epistemológicas o metafísicas. Esas tesis surgen ante todo, también de modo paralelo a lo que sucede en Kripke, de una crítica de la semántica de G. Frege y R. Carnap. Pero, a diferencia de la obra de Kripke, basada en una teoría de la referencia que tiene su origen en el análisis de los nombres propios, las tesis semánticas de Putnam surgen de su análisis de los nombres comunes, de los términos generales, en particular aquellos que designan lo que se conoce como clases naturales, esto es, términos que refieren a especies, en un sentido general, como 'oro' o 'tigre'. La dimensión puramente semántica de la obra de H. Putnam se desenvuelve pues en el análisis de cómo se produce la referencia de los nombres comunes, cuáles son sus condiciones de posibilidad y cuáles son las consecuencias que se pueden extraer de ello.

La critica del analisis tradicional

En «Is semantics possible?» (1970), realiza H. Putnam una primera aproximación crítica a la teoría tradicional sobre los nombres generales. Su intención en este artículo es demostrar que a) las teorías tradicionales del significado son incapaces de dar cuenta de las propiedades semánticas de este tipo de términos, b) que los lógicos, hasta el momento, lo único que han hecho ha sido formalizar las teorías tradicionales del significado, incorporando pues los posibles errores conceptuales en que se encuentran inmersas, y e) que los lingüistas dedicados a la semántica como J. Katz (1975) han vertido a una nueva terminología esa teoría tradicional, pero sin corregir sus presuntos errores. Según Putnam caracteriza la teoría tradicional sobre el significado de los términos generales: «el significado de 'limón', por ejemplo, viene dado mediante la especificación de una conjunción de propiedades. Para cada una de esas propiedades, la afirmación 'los limones tienen la propiedad P' es una verdad analítica, y si Pl, P2 … Pn son todas las propiedades que aparecen en la conjunción, entonces 'cualquier cosa con las propiedades Pl … Pn es un limón' es igualmente una verdad analítica («Is semantics possible?», pág. 140). Es evidente que tales propiedades han de constituir un análisis (en el sentido tradicional del término) del concepto ligado al término; no pueden consistir en propiedades que describan el concepto en su conjunto. Así, se puede concebir que una de las propiedades componentes del significado de 'limón' sea la de ser amarillo, pero no justamente la propiedad de ser un limón, que es trivialmente verdadera de cualquier cosa que sea un limón. Además, de acuerdo con esta teoría tradicional, la posesión de tales predicados es lo que determina que una entidad individual caiga bajo un determinado concepto. En términos más modernos, se puede decir que la teoría mantiene que la estructura del concepto, entendida como esa conjunción de predicados, determina su extensión, en el sentido de R. Carnap, esto es, el conjunto de individuos a los cuales se aplica. Aparte de esto, desde el punto de vista epistemológico, las propiedades que constituyen un concepto son los criterios para su aplicación correcta; es decir, el hablante efectúa una referencia correcta siempre que el objeto referido tenga las propiedades en cuestión. Para el positivista verificacionista, las propiedades que se apliquen a un objeto en cuestión pertenece o no a una determinada extensión conceptual. Para el semántico seguidor de L. Wittgenstein no es necesario que la conjunción de esas propiedades sea verdadera del objeto (que las posea simultáneamente), sino que basta con que se le aplique una parte importante de ellas, que están estructuradas jerárquicamente en forma de 'racimo'. Tanto una como otra, la verificacionista y la wittgensteniana, no son sino versiones más o menos refinadas de la teoría tradicional, cuyos rasgos principales son (Schwartz, 1977); «(I) cada término significativo tiene un significado, concepto, intensión o racimo de características asociados a él. Ese es el significado conocido o presente en la mente cuando se comprende el término, (2) El significado determina la extensión, en el sentido de que algo se encuentra en la extensión del término si y sólo si tiene las características incluidas en el significado, concepto, intensión o, en el caso de la teoría del racimo, suficientes rasgos. En muchas versiones contemporáneas, el significado o concepto del término puede incluir sólo criterios observables para la aplicación del término. (3) Las verdades analíticas se basan en el significado de los términos. Si P es una propiedad en el concepto de T, entonces el enunciado 'Todos los T son P' es verdadero por definición» (Schwartz, 1977, págs. 15-16). Esta teoría tradicional es precisamente la que, en términos menos formales, expuso J. Locke en su Ensayo sobre el entendimiento humano (v. la Unidad 4), en una versión puramente psicologista. Para Locke, los conceptos generales constituían ideas abstractas, suscitadas en la mente por el término en cuestión. Estas ideas abstractas eran a su vez una combinación de ideas simples, provocadas en última instancia por la experiencia. Conformaban la esencia del concepto, una esencia nominal que no cabía confundir con la esencia real, puesto que, correspondiendo ésta a la naturaleza de la cosa, era incognoscible, por lo menos en el caso de las esencias correspondientes a las clases naturales. Aunque la teoría de Frege corrigió el sesgo psicologista de la de Locke, postulando un carácter objetivo, o intersubjetivo, a los conceptos (los conceptos son algo que los miembros de una comunidad lingüística pueden captar, aprehender), no modificó la concepción semántica básica: los conceptos son entidades abstractas estructuradas por conjuntos de propiedades organizadas de una u otra manera. La primera objeción que se le ocurrió a H. Putnam fue la de los miembros anormales: muchos individuos que pertenecen a una clase de cosas carecen de ciertas propiedades comunes a los miembros de la clase por alguna forma de anomalía. Por ejemplo, algunos limones no son amarillos, algunas cebras no tienen la piel a rayas, algunos gorilas no tienen el pelo oscuro, etc., sin dejar por ello de ser limones, cebras o gorilas. Parece pues que existen propiedades modificables o accesorias en la definición de un concepto. Es más, parece que el mismo hecho de la existencia de propiedades comunes a los miembros de una clase apunta a una causa, a una estructura o naturaleza esencial de la cual se derivarían esas propiedades, pero «lo que sea una naturaleza esencial no es un asunto de un análisis lingüístico, sino una cuestión de construcción de una teoría científica… Así, puede uno sentirse tentado de decir que un término de clase natural no es más que un término que desempeña un determinado papel en una teoría científica o precientífica: más o menos la de apuntar a 'características esenciales' o 'mecanismos' comunes más allá o más acá de las 'características definitorias' obvias» («Is semantics possible?», pág. 141). En cualquier caso, incluso si se admite que existe una diferenciación entre propiedades definitorias esenciales y accidentales, lo que es evidente es que la definición no constituirá un enunciado analítico; las propiedades esenciales de una clase o especie no se averiguan considerando el significado de los términos que las designan, sino que, en todo caso, se descubren en el curso de la investigación científica. Según Putnam, lo que la teoría tradicional ha propugnado, muchas veces de forma no consciente, es que la semántica de los términos de clase natural es idéntica a la de los términos definidos por una propiedad o criterio. Así, se puede definir el concepto viuda como mujer cuyo marido ha muerto, esto es, por una única propiedad, pero, según Putnam, esto no se puede hacer en el caso de los conceptos correspondientes a clases naturales, ni con la mayoría de los demás tipos de conceptos. Puesto que las propiedades definitorias del significado de un término no suelen coincidir con las propiedades esenciales de la clase que designa (suponiendo que se conozcan), tampoco se puede admitir la tesis tradicional de que el significado (la intensión) determina la extensión: «si la definición anterior es correcta, entonces el conocimiento de las propiedades que tiene una cosa (en un sentido natural de propiedad, no en un sentido ad hoc) no es suficiente para determinar, de ninguna manera mecánica o algorítmico, si es o no un limón (o un ácido, o lo que sea). Porque incluso si se dispone de una descripción en el lenguaje de la física de partículas, por ejemplo, de cuáles son las propiedades cromosómicas reales de una fruta, puedo no ser capaz de decir que es un limón porque no haya desarrollado la teoría de acuerdo con la cual (1) esas características físico-químicas son los rasgos estructurales cromosómicos (puedo no tener siquiera la noción de cromosoma) y (2) puedo no haber descubierto que la estructura cromosómica es la propiedad esencial de los limones» («Is semantics possible?», pág. 142). La extensión de un término, en esta concepción de Putnam, es la que es, independientemente del esquema conceptual bajo el cual se categorice. No puede ser determinada por un conjunto de propiedades que son el resultado de la aplicación de un marco conceptual (una teoría científica, por ejemplo) a la realidad. Si fuera así, tendríamos la paradoja de que un objeto sería un limón de acuerdo con una determinada teoría y otra cosa, según otra. Incluso si se escoge la mejor teoría entre las disponibles, suponiendo que constituya una mejor aproximación a las propiedades esenciales de la especie, el significado del término no tiene que ver con la determinación de su extensión, puesto que el significado no consiste en ese conjunto de propiedades (esenciales) que la teoría atribuye a la clase. Por otro lado, Putnam ensaya el razonamiento contrario, suponiendo que se quiera definir una clase por la pertenencia a ella de individuos 'normales', en algún sentido a precisar. Según él, no es necesario que los miembros de una clase posean las características `normales' para pertenecer a ella. Es más, es posible que incluso suceda que los miembros juzgados normales no pertenezcan en realidad a la clase. Es posible que sean considerados miembros 'normales' en virtud de algún tipo de error. Por supuesto que resultaría muy extraño que los limones considerados normales (amarillos, ácidos, piel rugosa, etc.) no fueran precisamente limones, pero recuérdese que el argumento tiene una base modal: si ciertos hechos son posibles, entonces puede que ciertas propiedades no sean necesarias y, por tanto, no determinen la extensión del término al que van asociadas. Una de las versiones más conocidas de la teoría tradicional que Putnam criticó es la de J. Katz (1972, 1975) que, durante los años 70, fue una especie de portavoz de la teoría semántica ortodoxa de la lingüística generativo-transformatoria (posteriormente ha evolucionado hacia un platonismo semántico alejado del cognitivismo propio de la escuela chomskiana). En la caracterización de H. Putnam, la teoría de Katz implica las siguientes tesis:

  • 1) Cada término tiene un significado. Este significado está definido por un conjunto de 'marcadores semánticos'. En otras teorías semánticas, por ejemplo en las del estructuralismo europeo, se denomina a tales marcadores semas y desempeñan, respecto al significado, la misma función que cumplen los rasgos fonológicos en la definición del fonema.

(2) los marcadores indican 'conceptos', entendidos, según Katz, como procesos psico-biológicos, esto es, con un 'soporte' neuronal. (3) Cada marcador semántico está extraído de una colección de universales lingüísticos. Es decir, existe un conjunto de conceptos de carácter universal, de donde se extraen los propios de una lengua natural, y a partir del cual se definen conceptos complejos propios de una cultura. Cada uno de estos conceptos representa una noción innata, esto es, es el resultado de la aplicación a la experiencia de una pre-programación del cerebro humano. (4) El significado de las entidades lingüísticas complejas, como las oraciones, se construye, mediante la aplicación de un conjunto de reglas recursivas, a partir del significado de las expresiones simples expresado en los marcadores semánticos. Estas reglas recursivas se aplican al nivel de representación de la estructura gramatical de la oración que, en las versiones de la lingüística transformatoria de los años 70, se denominaba estructura profunda (v.la siguiente Unidad). (5) La representación semántica así elaborada ha de dar cuenta de los fenómenos semánticos más destacados. En particular, ha de permitir una definición de la clase de las oraciones analíticas (no informativas), de las oraciones sinónimas y de las oraciones semánticamente anómalas. (6) En su caso concreto, la analiticidad se puede definir en términos de inclusión de marcadores semánticos. Así, de acuerdo con el mismo ejemplo que Katz utilizó, la oración 'todos los solteros son no casados' es una oración analítica porque el concepto CASADO forma parte de la definición del significado del término 'soltero'. Hay varios puntos que Putnam critica en la teoría de Katz, aunque su objeción más general es que la teoría es «una tosca traducción en un lenguaje 'matemático' precisamente de la teoría tradicional» «Is semantics possible?», pág. 145). De hecho, aunque Katz no lo admitió de una forma tan explícita, los marcadores semánticos no son sino el significado de ciertos términos generales (-CASADO = no casado), de tal modo que el conjunto universal de conceptos no es sino una traducción en un lenguaje artificioso (el 'marcadorés' fue denominado) de una serie de términos generales pertenecientes al inglés. Por eso, es difícil creer que la teoría de Katz tenga algún rendimiento explicativo: su carácter pseudoteórico disfraza una naturaleza circular. Pero el núcleo de la crítica de Putnam es que la teoría de Katz reproduce los defectos y las consecuencias indeseables de la teoría tradicional sobre los términos generales. Supone que se pueden dar definiciones analíticas de los términos generales cuando en realidad no sucede así, en particular en los que designan clases naturales: «Existen muchas palabras de las cuales no tenemos la más mínima idea de lo que sería una definición analítica. ¿Qué sería una definición de `mamut'? (¿Diría Katz que es analítico que los mamuts estén extinguidos? ¿O que tengan un tipo especial de molares? ¡Esas son las cosas que menciona el diccionario!) Decir que una palabra es el nombre de una especie extinguida de elefante es comunicar precisamente cómo se usa esa palabra; pero ciertamente no es una definición analítica (esto es, una condición analítica suficiente y necesaria)… Creo que hemos visto una de las razones de la reciente falta de progreso en la teoría semántica: se pueden vestir los errores tradicionales con modernos ropajes hablando de 'reglas recursivas' y `universales lingüísticos', pero siguen siendo los errores tradicionales. El problema en la teoría semántica es abandonar la imagen de¡ significado de una palabra como si fuera una lista de conceptos; no formalizar esa imagen errónea» («Is semantics possible?», pág. 146).

El significado de "significado"

Según Putnam, el problema de la teoría semántica tradicional, y de la semántica en general, es el concepto pre-científíco de significado. En «The meaning of 'meaning'» (H. Putnam, 1975) abordó lo que a él le parecieron los peculiares errores metodológicos de las teorías semánticas, tratando de elaborar una noción de significado que constituyera una base firme para la práctica de la disciplina semántica y evitando caer en tesis nominalistas, que niegan la existencia y utilidad de una noción abstracta de significado. Una forma de mejorar la noción ambigua de significado es descomponerla en nociones más precisas y rigurosas. Como hemos visto, eso es lo que intentó la filosofía tradicional desde los estoicos hasta G. Frege y R. Carnap. Estos últimos distinguieron entre un componente referencial, la realidad que designa el término significativo, la extensión, y un componente conceptual, las propiedades que connota el término, la intensión. Pero tanto una como otra noción no dejan de carecer de problemas. Entre los que Putnam menciona, que atañen a la extensión, destacan los siguientes: a) no se puede afirmar sin más que un término (en el sentido morfofonológico de la palabra) tiene una extensión. Términos con una representación fonológica idéntica tienen muy diferentes acepciones. Ello se debe a que los términos significativos de una lengua natural suelen tener diferentes acepciones que, en ocasiones, poco tienen que ver entre sí. Este fenómeno de la polisemia impide por tanto considerar la referencia como una relación simple entre una representación fonológica y una entidad extensional (clase o conjunto); es preciso admitir que tal relación está mediada por el sentido. b) las entidades extensionales (clases o conjuntos) se caracterizan por estar en correspondencia con funciones características definidas. Esto quiere decir que «un 'conjunto' en sentido matemático, es un objeto de sí o de no; para cualquier objeto determinado o pertenece definitivamente a S, o definitivamente no pertenece a S, si S es un conjunto. Pero las palabras de una lengua natural no son en general de sí o de no: hay cosas de las que la descripción 'árbol' es claramente verdadera y cosas de las que es claramente falsa, con seguridad, pero hay un montón de casos limítrofes. Y lo que es peor, la línea entre los casos claros y los dudosos es ella misma borrosa. Así, la idealización que entraña la noción de extensión – la idealización que entraña suponer que hay algo así como un conjunto de cosas de las cuales es verdadero el término 'árbol' es en realidad muy rigurosa» «The meaning of 'meaning'», pág. 217). En consecuencia, la noción de extensión, en sentido conjuntista, es demasiado precisa para reflejar el funcionamiento referencial de los términos generales. Esto sólo se puede remediar modificando la forma en que se define un conjunto, que es precisamente lo que ha propuesto la teoría de conjuntos borrosos (Zadeh, 1965, 1972), y la correspondiente teoría lógica. Parece que esta teoría, que se estaba empezando a desarrollar cuando H. Putnam escribió las anteriores observaciones (1975), es más apta que la teoría ortodoxa para reflejar la naturaleza formal de los conceptos naturales. Por lo que respecta a la intensión, noción necesaria para corregir los problemas que surgen de la identificación del significado con la extensión, Putnam afirma que es tan vaga e imprecisa como la propia noción que pretende aclarar, la de significado. Así, según él, explicar el significado acudiendo a las nociones de intensión o concepto no es sino una explicación obscurium per obscurius, que no aclara nada porque los términos en que plantea tal aclaración son aún más indeterminados, por tanto ese esclarecimiento carece de valor operacional. Los conceptos, o bien son entidades psicológicas o, si son objetivas (como propugnaron Frege y Carnap), son captados mediante actos psicológicos. En cualquier caso, la comprensión del significado de un término parece requerir que el hablante alcance o se encuentre en un determinado estado psicológico (que no tiene por qué implicar la autoconciencia de la comprensión). Esta consecuencia, junto con la tesis generalmente admitida de que la intensión determina unívocamente la extensión (es necesario que dos términos con la misma intensión tengan idéntica extensión), son mutuamente incompatibles. Según Putnarn, ninguna noción de significado puede satisfacer simultáneamente ambas. Cuando se habla de estado psicológico, corno noción ligada a la comprensión del significado, se suele suponer la tesis denominada solipsismo metodológíco. De acuerdo con esta tesis y expresado de una forma rudimentaria, los estados psicológicos son entidades unívocas, en el sentido de ser adscribibles a una única mente, y autónomas, en el sentido de no implicar la existencia de más de un individuo (de la mente que se encuentra en tal estado, en realidad). Los estados psicológicos son pues, según este supuesto, predicados monarios (con un solo argumento) y no relaciones entre varias entidades individuales. Siguiendo el razonamiento de Putnam, si se admite que comprender el significado de un término es encontrarse en un estado psicológico de esta clase, hay que admitir ineluctablemente la consecuencia de que el estado psicológico determina la intensión del término y, a fortiori, su extensión. El solipsismo metodológico no impide que los estados psicológicos sean públicos, esto es, no excluye que dos o más personas puedan estar en el mismo estado psicológico (en el mismo tipo de estado psicológico, se entiende); lo que excluye es que dos personas capten una intensión de modo diferente y estén en el mismo estado psicológico; lo que descarta también es que, puesto que la intensión determina la extensión, dos hablantes se encuentren en el mismo estado psicológico y se refieran a extensiones diferentes. Y es precisamente esto lo que es posible, según Putnam: «Afirmamos que es posible, para dos hablantes, encontrarse en exactamente el mismo estado psicológico, incluso aunque la extensión del término A en el idiolecto de uno sea diferente de la extensión del término A en el idiolecto del otro. La extensión no se encuentra determinada por el estado psicológicos («The meaning of 'meaning'», pág. 222). Para probar esto, Putnam recurre al ejemplo de la Tierra Gemela, un planeta hipotético idéntico en casi todo a la Tierra. Una de las cosas en que difiere la Tierra Gemela de la Tierra es que el agua no es H20, aunque comparte las demás características con el agua de la Tierra, de tal modo que, si no saben química, dos hablantes, uno de la Tierra y otro de la Tierra Gemela, no difieren en sus creencias acerca de los dos elementos. Cuando esos dos hablantes, Ht (hablante de la tierra) y Htg (hablante de la tierra gemela) , utilizan la palabra 'agua', Ht se está refiriendo a H20 y Htg a otro elemento, cuya composición química se puede abreviar como XYZ. Lo importante es que, aun encontrándose en el mismo estado psicológico (identidad de creencias, etc.), cuando utilizan el término, comprenden algo diferente y se refieren a extensiones distintas. Es perfectamente posible pues que dos personas mantengan las mismas creencias acerca de lo que significa un término y, no obstante, se refieran a extensiones diferentes. La extensión de un término no está determinada por las creencias en cuestión (por los estados psicológicos), sino que es la que es de forma independiente (el agua era H20 aun antes de que se descubriera su composición química). Fijar la extensión de un término no es algo de la competencia del hablante común, sino una tarea asignada a individuos concretos en virtud del principio de división del trabajo lingüístico. Son los especialistas, generalmente los científicos, quienes tienen asignada esa tarea. El hablante común puede hablar del oro, y referirse al oro, sin saber cuál es la extensión del término 'oro', en el sentido de ser capaz de reconocer, ante cualquier objeto metálico, si es de oro o no. El uso adecuado del término 'oro' no requiere que se posean las capacidades o los instrumentos adecuados para la determinación de lo que es oro o no lo es por parte de quien lo usa. Tales capacidades y conocimientos pueden ser poseídos por una comunidad lingüística considerada como un organismo colectivo; la división del trabajo lingüístico, que se deriva de la división del trabajo en general, asigna a ciertas comunidades de expertos la tarea de la determinación, progresivamente más precisa o más fundamentada, de la extensión de los términos. En conexión con esta forma de concebir la determinación de la extensión, Putnam avanza la tesis de su universalidad: «Toda comunidad lingüística ilustra la clase de división del trabajo lingüístico descrita: esto es, posee al menos algunos términos cuyos 'criterios' asociados sólo son conocidos por un subconjunto de los hablantes que adquieren los términos, y cuyo uso por el resto de los hablantes depende de una cooperación estructurado entre ellos y los hablantes en los subconjuntos relevantes» («The meaning of 'meaning'», pág. 228).

Significado y estereotipo

Ante la evidencia de que la extensión de un término se fija socialmente, y es un asunto de especialistas, caben dos opciones: a) abandonar la tesis de que el significado determina la extensión, b) negar que el significado tenga que ver con los conceptos que los hablantes poseen o captan (con los estados mentales de los individuos que usan términos generales). Tomar la primera alternativa equivaldría, en el ejemplo de Putnam, a admitir que 'agua' tiene el mismo significado, pero diferente extensión, en Tierra y Tierra Gemela. Esta es una buena alternativa, según Putnam, para los términos que son absolutamente deícticos, como los pronombres personales, por ejemplo. En estos casos, en que la referencia está completamente determinada por el contexto, se puede mantener que tal extensión no tiene nada que ver con el significado de 'yo', 'tu', 'esto', etc. Pero, en cambio, no sucede lo mismo en el caso de los términos generales, en los que se desearía decir, y se dice, que cuando dos personas ponen como ejemplos de agua diferentes líquidos se debe a que no entienden lo mismo por 'agua' o que emplean esa palabra con diferente significado. En el ejemplo de Tierra y Tierra Gemela, parece intuitivo afirmar que sus hablantes, cuando utilizan el término `agua' significan cosas distintas en cada caso. Por ello, a Putnam le «parece preferible tomar un camino distinto e identificar 'significado' con un par ordenado (o posiblemente un n-tuplo ordenado) de entidades, una de las cuales es la extensión (los demás componentes del 'vector de significado', por denominarlo así, serán especificados más adelante). Al hacer esto resulta trivialmente verdadero que el significado determina la extensión (i. e., la diferencia en extensión supone ipso facto una diferencia en significados.

En consecuencia, los problemas de la definición del significado se dividen en dos clases: 1) problemas de la determinación de la extensión, que se resuelven mediante una adecuada concepción de cómo funciona la división del trabajo lingüístico. Dentro de ese apartado figura también la teoría causal de la referencia (véase la Unidad anterior) que explica por qué las referencias de los diferentes (grupos de) hablantes pueden no coincidir con la extensión de¡ término que usan, 2) problemas de la descripción de la competencia individual, entendiendo por tal lo que el hablante sabe acerca del término general para utilizarlo correctamente. En este sentido, Putnam señala una diferencia con respecto a los nombres propios: para utilizar un nombre propio no es preciso saber (prácticamente) nada acerca de su referente, según la teoría de Kripke, pero no sucede lo mismo con palabras como 'tigre' «no se puede usar la palabra 'tigre' correctamente, excepto per accídens, sin conocer un buen número de cosas sobre los tigres, o por lo menos sobre una cierta concepción de los tigres. En este sentido, los conceptos tienen mucho que ver con el significados («The meaning of 'meaning'», pág. 247). Es la comunidad lingüística la que exige un mínimo de conocimiento para admitir como correcto el uso de un término general. Ninguna comunidad lingüística admitiría que alguien sabe usar la palabra 'tigre' si sólo supiera que son un cierto tipo de objetos físicos. Aunque pudiera enunciar con sentido ciertos enunciados acerca de los tigres ('los tigres tienen masa y volumen', por ejemplo), no bastaría para conseguir la aprobación de la comunidad lingüística hispana, porque tal comunidad, todas las comunidades, tienen unas ciertas pautas para valorar cuándo se ha aprendido un término, y esas pautas aseguran la efectividad y la sustantividad de la comunicación. Esas pautas varían, con respecto a un mismo término, de una cultura a otra. Puede que en una cierta cultura sea necesario saber mucho más de tigres que en la nuestra para poder hablar de ellos sin incurrir en truismos. Puede que, en esa cultura, el contacto con los tigres, y el conocimiento de ellos, tenga mucha más importancia y sea mucho más central que en la nuestra, y que, en esa medida, sus pautas de valoración de lo que es usar correctamente 'tigre' (o el término equivalente) sean mucho más elevadas. Según Putnam, en cualquier caso, la aceptación de que alguien usa correctamente un término general requiere: 1) que su uso sea socialmente aceptado corno uso correcto esto es, que se adecue a los mínimos comunicativos determinados por la comunidad lingüística, y 2) «que su forma total de ubicación en el mundo y en su comunidad lingüística sea tal que la extensión socialmente determinada del término 'tigre' en su idiolecto sea el conjunto de los tigres» («The meaning of 'meaning'», pág. 247). Esta segunda cláusula tiene importancia porque ilustra la posición ontológica de Putnam (en 1975): aunque una sociedad empleara homogéneamente la palabra 'tigre' para referirse, por ejemplo, tanto a los tigres como a los leones y leopardos, no conocería el significado de la palabra 'tigre', y no la usaría correctamente. Porque la extensión de 'tigre' es la que es, el conjunto de los tigres, independientemente de las creencias colectivas que una comunidad lingüística pudiera mantener. Que se crea que los leones son tigres, incluso aunque tal creencia sea universalmente compartida, no hace tigres a los leones, del mismo modo que la creencia, en su determinado momento histórico, de que el Sol giraba alrededor de la Tierra no hacía girar al Sol alrededor de la Tierra. De todos modos, Putnam admite que adquirir el uso de una palabra, utilizarla significativamente, no es una cuestión de sí o no. Se puede conocer parcialmente su significado, tener ciertas ideas verdaderas acerca de su extensión, aunque otras sean erróneas, o parcialmente falsas. Esto es lo que generalmente pasa en las conversaciones cotidianas, y no por ello deja de producirse la comunicación, aunque a veces sea necesario precisar qué se asocia con un determinado término. En la comunicación efectiva lo que funciona, según Putnam, no son los conceptos, entendidos como conjuntos de propiedades necesarias y suficientes para la aplicación del término, sino los estereotipos. Según él, los estereotipos consisten en las ideas convencionales que tiene una comunidad lingüística sobre una determinada realidad. Esas ideas pueden ser equivocadas, pero en cualquier caso se encuentran ligadas a propiedades de ejemplares prototípicos (juzgados como tales por la comunidad). Así, de acuerdo con el estereotipo de tigre en nuestra comunidad, los tigres tienen rayas, garras, largos dientes, habitan sobre todo en la India, etc. Pero estas propiedades estereotípicas que una cultura atribuye a una realidad no la define: «el hecho de que un rasgo (por ejemplo, las rayas) se encuentre incluido en el estereotipo asociado con una palabra X no significa que es una verdad analítica que todos los X tienen ese rasgo, ni que lo tenga la mayoría de los X, ni que lo posean todos los X normales, ni que algunos X lo tengan. Los tigres de tres patas o albinos no son entidades lógicamente contradictorias. Descubrir que nuestro estereotipo se ha basado en miembros anormales o no representativos de una clase natural no es descubrir una contradicción lógica. Si los tigres perdieran sus rayas no dejarían por ello de ser tigres, del mismo modo que las mariposas no dejarían de ser mariposas si perdieran sus alas funcionan, esto es, organizan la conducta de los miembros de una comunidad en sus procesos de intercambio de información. En cuanto componentes del conocimiento colectivamente compartido, los estereotipos conllevan información que se transmite entre los miembros de la comunidad a través de la educación, entre otros recursos institucionales. Cuando un niño pregunta lo que es un tigre, en general se le responde mencionando el estereotipo. Esto no quiere decir que el niño aprenda de hecho a usar la palabra 'tigre' cuando aprende el estereotipo (existen otros factores en el aprendizaje lingüístico), pero accede a una representación colectiva que tiene un carácter imperativo. Las propiedades que incluye un estereotipo pueden contener información que la comunidad lingüística considere obligatorio conocer para sancionar la competencia lingüística de cualquiera de sus miembros. Ese contenido obligatorio puede ser variable de una cultura a otra, o incluso de un grupo lingüístico a otro, pero en todo caso funciona como un núcleo de ínformación necesario para el uso correcto del término.

Nombres comunes, clases naturales y rigidez

Según Putnam, cuando se enseña el significado (aunque ésta es una forma engañosa de hablar) de un término general, se suelen hacer dos cosas: 1) efectuar un acto ostensivo, esto es, indicar de un modo u otro una realidad a la cual se aplique el término general. Así, si nuestro hijo nos pregunta en el zoo qué es un tigre (o qué significa 'tigre'), le llevamos a la jaula del tigre y decimos 'eso es un tigre'. Es un tipo de acto definitorio que requiere, como señaló el segundo Wittgenstein (v. la Unidad 17), una considerable competencia comunicativa (qué es señalar, qué tipos de cosas se señalan, etc.). 2) Se puede dar una descripción, en el sentido de mencionar propiedades de la palabra 'tigre', en cuanto perteneciente a un sistema semántico (rasgos gramaticales o léxicos) o rasgos de los objetos a los cuales se aplica el término. En este último caso, lo que se suele proporcionar es una descripción de un estereotipo, de las propiedades que generalmente adscribe el conocimiento colectivamente compartido a esa realidad. Son algunas de estas propiedades las que funcionan como criterios para el reconocimiento de los objetos a que se aplica el término general. Así, si forma parte del estereotipo asociado a 'tigre' la propiedad de ser rayado, ese hecho sirve al hablante para guiarse en su aplicación de la palabra. Por supuesto, los rasgos que sirven como criterios no suelen ser únicos (aunque pueden serlo) ni unívocos (otros animales también tienen rayas aparte de los tigres), pero suelen ser suficientes para desenvolverse correctamente en la mayor parte de los contextos comunicativos. Ahora bien, cuando se recurre a la definición ostensiva, por señalamiento, de acuerdo con la teoría de la referencia de Kripke, que Putnam comparte, se emplea un designador rígido ('esto', 'eso', etc.). Lo cual quiere decir que el hablante designa una realidad con la intención de indicar que, sea cual sea la situación contrafáctica imaginable, lo referido permanece constante. De ahí que la rigidez sea aplicable también al término de clase natural: sea cual sea el mundo posible que imaginemos, 'agua' designará el líquido cuya composición química es H20, y no otra. Aun suponiendo que, como en el ejemplo de Tierra Gemela, existiera un líquido con todas las propiedades aparentes del agua, pero sin su composición química característica, con el término 'agua' designaríamos la extensión que tiene 'H20' y no otra. No admitiríamos que el término gemelo (el término que usan en Tierra Gemela), 'agua', significaría lo mismo que en la lengua de la Tierra. Sólo admitiríamos que cualquier término (de una lengua imaginaria) significa lo mismo que 'agua' si se refiere a H20, luego el término general 'agua', y todos los que designan clases naturales, es rígido. En términos técnicos, se puede decir que lo que designan los términos con la misma extensión está en la relación transmundana de identidad. Esto quiere decir, en el ejemplo, ni más ni menos que cualquier cosa que sea imaginable está en esa relación transmundana de identidad con el agua (con lo que llamarnos 'agua' en nuestro mundo) siempre que su composición sea H20. Es más, las relaciones transmundanas de identidad ayudan a perfilar de hecho la noción de mundo (lógicamente) posible: «Una vez que hemos descubierto que el agua (en nuestro mundo) es H20, nada cuenta como mundo posible, a no ser que el agua sea H20. En particular, si un enunciado 'lógicamente posible' es uno que es verdadero en algún `mundo lógicamente posible', no es lógicamente posible que el agua no sea H20» («The meaning of 'meaning'», pág. 233). Las consecuencias filosóficas son pues paralelas a las que extrae Kripke: las definiciones de la extensión de los términos naturales son enunciados necesarios a posteriori. Por ejemplo, el enunciado 'el agua es H20' es un enunciado de esa clase: expresa una verdad 'metafísicamente' necesaria, y ha sido descubierto mediante la experiencia. Las consecuencias lingüísticas, por su lado, se resumen en lo siguiente: «la teoría de que (1) las palabras tienen 'intensiones', que son algo así como conceptos asociados con las palabras por los hablantes y que (2) la intensión determina la extensión, no puede ser verdadera de términos de clase natural como 'agua' por la misma razón que no puede serlo de términos patentemente deícticos, como 'yo'» (The meaning of 'meaning'», pág. 234). Los dos tipos de consecuencias están íntimamente ligados entre sí y relacionados con una concepción realista del significado y de la verdad.

SIGNIFICADO, ESTEREOTIPO Y CLASES NATURALES "NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"® www.monografias.com/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 2015.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"®

 

 

 

Autor:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.