Indice1. Los recursos del actor político 2. Las bondades 3. Las perversidades 4. El caso México
1. Los recursos del actor político
Los parlamentos no deben transmitir una voluntad: deben darle forma; y la forma, "transforma". Por otro lado, los parlamentos no deben sólo representar: deben también "hacer". Giovanni Sartori
Antes de hablar sobre las bondades y perversidades de la reelección legislativa, y volviendo a los personajes que motivaron este análisis, el politólogo hispano José Luis Sanchis señala que todo actor político "tiene un ciclo de vida como cualquier producto determinado. Antes de ser candidato se es militante y persona destacada dentro de una actividad determinada en su comunidad. Se tiene popularidad, pero se carece de experiencia. Tras la primera elección la popularidad sube espectacularmente, se sitúa alrededor del 60-70 por 100 de los ciudadanos de la comunidad, y su experiencia va aumentando". "A partir de ahí, si consigue mantenerse en las siguientes elecciones, adquiere una altísima popularidad y una larga experiencia hasta que llega un momento en que cae en desgracia y se puede producir una quiebra en su carrera política". Por supuesto, el hecho de que se mantenga, redunda en que habrá de seguir siendo postulado y, eventualmente, electo o designado para cargos de representación popular o de tipo administrativo o directivo ya sea en los órganos de su partido o en las dependencias que integran el gabinete de los poderes Ejecutivo de la federación o de los estados, así como de los órganos de los ayuntamientos. Además, estas reelecciones o posteriores nombramientos y nominaciones tienen efectos diversos en la vida política de su comunidad, del país y del partido de origen de cada actor, y darán lugar a otros tantos fenómenos dignos de estudio y análisis. Sin embargo, es pertinente señalar que existen diversos factores que hacen de un actor político un personaje viable para obtener, ya sea la primera nominación a un cargo legislativo, o bien, la segunda y posteriores nominaciones, si se atiende al supuesto de que su ciclo de vida –dicho en los términos de José Luis Sanchis– sea largo. Primero que nada, se ha de mencionar a los recursos que son propios del candidato. En el capítulo anterior se hablaba de que el trabajo comunitario, el trabajo gremial, el trabajo de partido, y el trabajo legislativo mismo suelen ser las mejores plataformas para catapultar la popularidad de un actor político. En esos términos, dicha opinión es confirmada por Sanchis, cuando hablaba del ciclo de vida de este tipo de personajes. Por supuesto, en todos los momentos de presencia pública del actor político, sea como dirigente o representante popular, como candidato a un cargo cualquiera, como miembro de un gabinete de gobierno, etc., sus recursos personales así como los recursos del partido político aplicados en favor suyo serán determinantes. No obstante, queda la pregunta en el aire: ¿Por qué son adquieren tal importancia? Todo actor político tiene dos tipos de recursos que le pueden ayudar a obtener triunfos electorales si se manejan adecuadamente en las temporadas electorales, o que, durante el trabajo gremial, comunitario, de partido y legislativo, si se manejan también del modo correcto, los pueden proyectar hacia otros cargos de índole política. Estos son los:
- Recursos endógenos, y
- Recursos exógenos.
En un ejercicio de lexicología política, este investigador se ha atrevido a denominar recursos endógenos de los actores políticos "a las capacidades y cualidades –tanto físicas, psicológicas e intelectuales– naturales de su personalidad, características físicas, temperamento, intelecto, etc., mismas que cultiva y desarrolla para aplicar en su carrera política. También se puede incluir en el rubro de los recursos endógenos a las capacidades o cualidades que se resaltan de la personalidad, características físicas, temperamento, intelecto, etc. de éstos, ya sean reales y que, en consecuencia, se pulan o perfeccionen; o ficticias, es decir, que se diseñen a través de procedimientos publicitarios y de mercadotecnia, como si se tratara, por decir algo, de las características de un actor de libreto, si bien estos últimos ya entran el la materia del marketing político. Ello se debe a que el actor político "tiene que ser el mejor de todos, porque asume el papel del campeón de antaño que se enfrentaba en un duelo personal al representante del otro bando o pueblo". En parte por ello es que "un candidato se transforma con la nominación, al sentir sobre sus hombros el peso de millones de voluntades apasionadas". José Luis Sanchis indica que, debido a que el trabajo del candidato exige una continuada comparecencia ante la opinión pública, viajes en cadena y, en suma, un esfuerzo físico agotador, "es imprescindible prepararse, tanto física como moral e intelectualmente, para la realización de una campaña", aunque es contundente en señalar que, "en cualquier caso, la preparación más importante es, probablemente, la preparación intelectual y moral", pues el actor político "debe tener muy en claro qué valores defiende, qué valores representa, qué valores quiere llevar a efecto y, al mismo tiempo, tiene también que conocer cuál es la posición de su partido y la posición de los demás partidos respecto a una serie de temas importantes que, a lo largo de la campaña, aflorarán sin duda". Pero, "junto con esta preparación de fondo, existe la preparación de forma, que implica, sustancialmente, hablar bien en público, saber moverse en medio de un conjunto de personas, participar adecuadamente en una conferencia de prensa, afrontar con buen pie un debate electoral", etc. El politólogo hispano José Luis Sanchis las enumera de la siguiente forma:
- Hablar en público, pues el actor político, tanto en campañas electorales como en cualquier tipo de actuación pública, se ve obligado a hacer discursos más o menos largos.
- Saber actuar en público, pues como normalmente están rodeados de mucha gente o participan en actos multitudinarios, ello exige que sepan moverse, que sepan relacionarse con los ciudadanos.
- El tercer aspecto en el que debe entrenarse un político es en el de las contestaciones en una rueda de prensa. Y sobre todo un legislador.
- Finalmente, los candidatos deben estar bien entrenados para la realización de los debates.
Hechas estas precisiones, es viable considerar que un actor político que ha ascendido a un cargo legislativo o que ha sido nominado a uno de tal naturaleza y que tiene dominadas estas situaciones, puede manejar de modo óptimo sus recursos personales internos. Recuérdese pues que en México, al celebrarse la renovación de los poderes Ejecutivo y Legislativo con base en el principio de mayoría, las campañas suelen ser tanto de medios de comunicación como personales, y sobre todo personales, directas, con una presencia constante en distritos, municipios, estados; en foros, conferencias, reuniones de trabajo, mítines, etc., constituyendo un trabajo agotador y que exige no sólo fortaleza física sino una profunda formación y preparación intelectual, personal y moral, tanto de fondo como de forma. Y más todavía, porque una vez electos a un cargo de gobierno, los actores siguen visitando los distritos, estados, municipios y aun las comunidades más lejanas, por lo que este trabajo de campo nunca se agota. De ahí la importancia que tiene la preparación del candidato y la optimización de sus recursos personales internos, pues de ello dependerá que resista una campaña, que sepa lo que debe responder a las preguntas del público y de los medios de comunicación social, etc. Otro factor importante lo constituyen los recursos exógenos del actor político. Como en el caso de los recursos endógenos, este sustentante se ha dado en denominar recursos exógenos a "los medios, instrumentos y recursos materiales, técnicos, humanos e incluso financieros con que cuenta el actor político para mejorar su desempeño como candidato, dirigente o representante de su partido o del electorado". Entre los recursos exógenos o recursos externos del actor motivo de esta tesis, se tiene a los siguientes, en los cuales se resumen muchos otros tipos de recursos, o se amalgaman de diversas formas los antes mencionados:
- Su equipo de trabajo.
- Una adecuada organización del trabajo de su despacho o comité.
- Un buen financiamiento de sus actividades.
- Su mobiliario, artículos de oficina, el sitio de su despacho y los demás recursos necesarios tales como teléfono, computadoras, vehículos, etc.
- Una adecuada organización de la comunicación política.
- Una buena estrategia de marketing político.
Hay otro factor importante y que igual se puede contar como recurso externo tanto del actor como de su partido: el marketing político. En el caso del partido político, se considera un recurso externo, pues, si nos ajustamos a una definición elaborada por este autor universitario, son distintos de los que son propios del partido en cuanto a su naturaleza. Como propios de su naturaleza, el partido cuenta con los recursos financieros que le otorga el Estado así como por aquellos que son captados como cuotas o donativos provenientes de sus simpatizantes y militantes activos acreditados como tales. Igualmente, se puede contar a sus estrategias y actividades operativas, entendiéndose a las primeras como los planes y directrices emitidas por las autoridades partidistas de conformidad con lo establecido por la ley en la materia, y entre las que se cuentan los planes anuales y, por supuesto, los programas de acción del partido. Las segundas, a su vez, se pueden definir como las actividades y eventos realizados o susceptibles de realizarse para cumplir con las metas y objetivos del partido señaladas tanto en planes anuales, mensuales y demás, así como los programas de acción correspondientes. Entre ellas se pueden contar los mítines, las visitas de campo a municipios, localidades, etc., las actividades de gestión social, las reuniones de consejos políticos, las asambleas, etc. Un aspecto más de los recursos internos es la estructura, o sea, los órganos que componen al partido político, y que pueden ser de orden territorial o sectorial. La estructura territorial es, a grandes rasgos, los comités, delegaciones, fundaciones o institutos que forman al partido y/o que lo representan en otras comunidades o entidades. Así, se habla de los comités ejecutivos nacionales, de los comités directivos estatales o municipales, los comités de base, las escuelas de cuadros e institutos de formación política, etc. así como otros organismos similares del instituto político en cuestión. En cuanto a la estructura sectorial, los partidos que observan estructura corporativa cuentan con múltiples asociaciones u organizaciones filiales conforman dicha estructura. En estos casos, a manera de ejemplo, se tiene a institutos políticos como el Partido Revolucionario Institucional o el Partido de la Revolución Democrática, de México. Tanto uno como otro están conformadas por diversas organizaciones de naturaleza popular, obrera y campesina, así como corrientes o ligas ideológicas que coexisten como parte de ellos. Estas, a su vez, pueden estar integradas por otras clases de organismos, uniones, federaciones, confederaciones, con sus respectivas estructuras territoriales en los niveles nacional, estatal, federal y de base. Ahora véanse los recursos externos de los partidos. "Los recursos externos, al igual que los internos, son medios, instrumentos y recursos materiales, técnicos, humanos e incluso financieros con que cuenta un partido político para desarrollar las actividades propias de su naturaleza política y social, tanto en tiempos normales como en épocas de elecciones, a fin de permanecer en la preferencia del electorado y seguir detentando los órganos o poderes de gobierno de su país o localidad, con la diferencia de que han sido aportados u otorgados en calidad de donación, préstamo o contratación por agentes externos al partido, tales como empresarios, público en general, agencias especializadas, etc". Entre ellos se cuenta el marketing político, que, normalmente, desarrollan agencias privadas que trabajan para los partidos y que, por mandato de éstos, se encargan de desarrollar los planes de comunicación y difusión política, especialmente a través de medios de comunicación de masas o recursos alternos, tales como los carteles. Definiciones sobre marketing político o mercadotecnia política hay muchas, pero de manera más o menos concreta se puede decir que es la aplicación de estrategias, medidas y recursos orientados a obtener la aprobación popular respecto a la toma de decisiones en el marco de la gestión gubernativa, la obtención de votos a favor de propuestas y programas públicos (cuando se aplican referéndums y procesos similares), o la obtención y captación de votos para los partidos políticos y sus candidatos en tiempos de renovación de poderes, órganos de gobierno y procesos electorales. Otro punto importante aquí podría ser el concepto de marketing electoral, que también es parte del marketing político, cuando se enfoca, como ya se mencionaba algunas líneas atrás, a la obtención de triunfos electorales a través de la proyección de los candidatos y los principios y postulados del partido político. Según Mario Martínez Silva y Roberto Salcedo Aquino, "la mercadotecnia electoral tiene como objetivo final la consecución del voto individual del mayor número de electores para que un partido alcance el poder, en un contexto democrático en el que, hipotéticamente, existe igualdad de oportunidades para todos los concurrentes". Esta es, por tanto, la definición adecuada y más idónea sobre marketing o mercadotecnia electoral. Los mismos autores indican que "la mercadotecnia electoral sostiene que los procesos de decisión del voto y de compra de bienes y servicios intermedios son muy similares, porque en las campañas se intenta vender promesas, ideas materializadas de momento en un partido, en un candidato y en un programa electoral que componen el producto a vender en el mercado político". Para concluir esta sección, resta decir que los beneficios de la correcta utilización de los recursos tanto endógenos como exógenos del actor político y de su partido no sólo le servirán a éste, sino también a las demás personas que forman su entorno y que constituyen un universo igualmente importante que él: su partido, los gobernantes surgidos de su partido, sus representados y sus seguidores.
"Como ya se ha dicho, la imagen de un actor político, máxime cuando es un líder partidista o gremial, social o empresarial, tiende a fortalecerse y/o a reafirmarse cuando ocupa un escaño parlamentario" por vez primera, y más aún cuando asciende de un nivel a otro o regresa al que ya había ocupado antes. No se diga entonces de la proyección que puede llegar a tener si recurriese al marketing. Ahora bien, la fuerza política que gana la imagen del actor se adquiere a través de la representación que tiene de su organización política y, además, de la que tiene de un sector poblacional, ya sea un municipio, distrito o estado, pues esa calidad se la da el electorado que lo designó como representante suyo. Las bondades de la reelección parlamentaria se traducen en los siguientes aspectos:
- La capacidad política del personaje político.
- El estilo del personaje político.
A su vez, éstas se traducen en beneficios:
- Para su partido;
- Para los gobernantes surgidos de su partido;
- Para sus representados, y
- Para sus seguidores.
Esta, obviamente, no es una regla universal, pues así como hay actores políticos que pueden tener un desarrollo importante en este sentido, hay muchos más que no sólo no se desarrollarán, sino que pasarán por un cargo legislativo prácticamente entre sombras, o que, por carecer de iniciativa o un liderazgo efectivo, no aprovecharán esta oportunidad tanto personal como históricamente provechosa para su trayectoria política y partidista.
La capacidad y el estilo "En lo que se refiere a la capacidad política, el actor se desarrolla y crece como un profesional de la labor parlamentaria, pues optimiza sus facultades personales a la vez que aprende nuevas cosas en el transcurso de su período legislativo". Unido a esto, se desarrollan y perfeccionan sus capacidades en otros sentidos igualmente importantes, ya sea como uno de los virtuales líderes morales o formales de su partido, de su organización o sector, o como líder social. Ello, más adelante, se traducirá en fuerza electoral e influencia gubernamental. El ser humano, multifacético por naturaleza, tiende entonces a hacer crecer sus facultades propias y las adquiridas antes de ocupar cargos o posiciones sociales o políticas relevantes como las de índole política o gubernativa. Así, el actor político podrá adquirir o mejorar otras como, entre otras, las siguientes:
- Capacidad organizativa.
- Capacidad creativa.
- Capacidad de negociación y conciliación.
- Capacidad de interpretación.
- Capacidad analítica.
- Capacidad de improvisación.
"Respecto al estilo del actor político, cuando éste es novato, tiende a imitar modelos de comportamiento, de actuación y de liderazgo. Así, en la mayoría de los casos, cuando el actor concluye su primer cargo legislativo, ya ha aprendido lo necesario para continuar una carrera parlamentaria ascendente, pues conoce y domina las normas de actuación del escenario político con base en las normas de prácticas y procedimientos parlamentarios. Puede que, además, domine las técnicas de negociación y conciliación políticas, así como lo procesos propios de su trabajo como legislador". "En fin, que a partir de imitar estilos, el actor político termina por crear el suyo y, conforme ocupe escaños parlamentarios, se volverá más experimentado y astuto, al grado de convertirse en un elemento clave para el buen funcionamiento del régimen al que pertenece. Ello le garantizará trabajo de manera permanente o, al menos, por períodos bastante largos, con el consecuente brillo y liderazgo políticos". El legislador, según lo dispuesto por la Constitución y por las respectivas leyes y reglamentos de prácticas y procedimientos parlamentarios, tiene como función específica legislar, pero si aparte de realizar bien esta responsabilidad se proyecta en la gestión y el trabajo comunitario –labor importante, como destacamos en el capítulo anterior–, contará con otros elementos que le darán realce. Partamos de esta consideración: el actor político, cuando ocupa por primera vez un cargo de elección popular, por muy conocido que sea entre sus representados, siempre será un desconocido para muchos. Pero si desempeña un buen papel como legislador, líder de organización o partido, gestor y promotor de obras para el desarrollo comunitario y como ciudadano honesto, no hay duda de que será reconocido por todos o, al menos, por una gran mayoría de sus representados. "El actor político, como pieza clave de su partido y de su régimen, posee varias cualidades que lo llevarán a ejercer el principio de rotación política en el que, como ya se dijo, van de Diputados a Senadores y viceversa, o de ahí a funcionarios públicos o dirigentes partidistas de nivel nacional o local, etc. Ello puede redundar positivamente en varios aspectos que a continuación estudiaremos".
Incidencia de las bondades en el entorno del legislador Como ya se ha dicho en esta tesis, el principio de rotación política incide positivamente en varios aspectos de la vida y el entorno del legislador, pero principalmente para su partido, para los gobernantes surgidos de su partido, para sus representados y para sus seguidores. "Para su partido, en primera instancia, porque con toda la fuerza de su imagen y liderazgo, los actores serán capaces de atraer, guiar y dar directrices a los miembros destacados y a las bases de su partido, lo cual se traducirá en contundentes triunfos electorales". Independientemente de la utilización de recursos internos o externos, los partidos políticos encuentran un gran sustento en sus hombres y mujeres. Véase, por caso, al mandatario poblano Melquíades Morales, cuya presencia e influencia no sólo se utilizaba provechosamente para el PRI en Puebla, sino que fue –como muchos otros personajes igual de reconocidos que él– delegado de ese partido en muchos estados de la República. Y eso, sólo si se habla de política interior. Cuántas cosas no podrían decirse acerca de personajes que fungen o han fungido como representantes diplomáticos de los Estados Unidos Mexicanos ante otras naciones o ante organismos internacionales. "Para los gobernantes surgidos de su partido, específicamente para los titulares del Ejecutivo en cualquiera de sus niveles, porque al ayudar a obtener la mayoría parlamentaria, podrán ejercer la fuerza de su imagen y liderazgo en favor de la aprobación de los programas y proyectos de dichos mandatarios". Este hecho es una aseveración total y que no requiere comprobación o sustento documental en el caso de México. Simplemente recuérdense todas las iniciativas que, por poner un ejemplo, los presidentes de la República solían enviar al Honorable Congreso de la Unión, donde los líderes morales de las cámaras y del grupo parlamentario del partido que detentaba el poder hacían que las votaciones a favor de la aprobación de dichas iniciativas fueran contundentes, incluso cuando los legisladores pudieran no estar de acuerdo con ellas. Sin hombres y mujeres como Luis Donaldo Colosio, Beatriz Paredes, María de los Ángeles Moreno, Humberto Roque Villanueva y otros más, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y los demás presidentes surgidos de las huestes priístas jamás hubieran llevado a cabo muchas de sus obras y reformas, algunas célebres y otras, de triste memoria para el pueblo de México. "Para sus representados, porque dicha fuerza se revierte y traduce en el apoyo irrestricto que los gobernantes antes mencionados le dan, respondiéndole de manera inmediata o casi inmediata en la gestión y realización de obras y servicios públicos a favor del desarrollo de las comunidades que tiene bajo su representación. Ello, evidentemente, le seguirá generando votaciones elevadas y rotundas". Este también es un ejemplo más de la maquinaria priísta en la historia del México moderno. Todos los candidatos y representantes populares emanados del PRI, ya fuera en tiempos electorales o no, regularmente solían promover obras públicas ante los gobiernos municipales y/o estatales. Esta tendencia, claro, se perdió con los años, y fue una de las múltiples causas –junto con las recurrentes y terribles crisis económicas sexenales– que llevaron a este instituto político a perder el lugar que, al menos oficialmente –si es que no se desea entrar en discusiones mayores o análisis– siempre tuvo entre el electorado. No obstante, hasta hace pocos años era normal ver a los candidatos, especialmente los que aspiraban a cargos municipales o parlamentarios, y a los gobernantes, especialmente a los legisladores, recorriendo sus comunidades o distritos, o recibiendo solicitudes en sus oficinas, ya fuera para la gestión y dotación de obras públicas –agua potable, alcantarillado, drenaje, caminos o carreteras, etc.– o prestaciones de lo más variado –trofeos para campeonatos deportivos, Finalmente, las bondades se hacen sentir también "para sus seguidores, quienes, generalmente, son su equipo de campaña y de apoyo parlamentario: secretarios particulares, personal auxiliar y de servicios, asesores, etc. pues casi todos gozarán de su recomendación ante los órganos del partido y del gobierno para que ocupen cargos tanto de representación popular como de índole administrativa". Si ellos, por su parte, son capaces, visionarios y talentosos, podrán llegar a suceder a sus predecesores con éxito indiscutible. Todo ello, a su vez, se seguirá traduciendo en beneficio de su partido, sus gobernantes, sus representados y sus seguidores, tal como lo fue en el caso de su antecesor en los cargos políticos.
Las perversidades de la reelección legislativa pueden fijarse en los mismos aspectos que las bondades, así que iniciaremos este análisis con el siguiente desglose:
- La imagen del actor.
- La capacidad política del actor.
- El estilo del actor.
Imagen, capacidad y estilo "En cuestión de imagen, los actores llegan a ser verdaderos baluartes del régimen, al grado de poder opacar la presencia de otros actores, igual e incluso más brillantes". "Ello provoca que los actores se conviertan en instituciones al interior de las instituciones mismas; tanto que, a veces parecen insustituibles, cosa que les permite ejercer gigantescos monopolios que, a la larga, producen la descomposición del régimen al que pertenecen, pues degeneran en vicios como los siguientes:
- Corrupción.
- Nepotismo.
- Protagonismos.
- Cacicazgos.
- Divisiones.
- Rupturas.
- Escisiones.
- Violencia institucional.
- Violencia pública".
Pero además, las peores cosas ocurren cuando ellos ya no están ahí para arreglar los problemas, pues una vez que dejan los cargos políticos, ya sea por efectos de retiro de la escena política, por abandono necesario –cuando de plano tienen que desaparecer de ella– o porque se van a ocupar nuevas comisiones, difícilmente regresan a enderezar el rumbo de la nave. Como es lógico suponer, las perversidades de la reelección legislativa y de la rotación política perjudica al partido, a los gobernantes que hayan emanado de éste, a los representados y a los seguidores de los actores en eventual retiro.
Incidencia de las perversidades en el entorno del legislador "En cuanto a su capacidad política, estos líderes, una vez que ya han desarrollado al máximo sus habilidades como negociadores y estrategas, empiezan –no en todos los casos, aunque sí en una parte bastante considerable- a volverse mañosos, manipuladores y puede ser que hasta marrulleros". Esto no es necesariamente nocivo para sus partidos y sus gobernantes, pero de cualquier modo, no es una actitud legal para con sus adversarios. Dicen que "en la guerra y en el amor, todo se vale" y que en política es igual, pero la ética –o lo que debería ser la ética de los legisladores– exige cierto respeto para los representantes provenientes de otros partidos, quienes, cuando mucho, serán sus rivales o adversarios, pero no sus enemigos. No obstante, aunque dichos personajes lo fueran, los enemigos merecen ciertas consideraciones hasta en el momento mismo de hacerlo pedazos, pero de la ética se hablará en otra parte de este sencillo tratado. Por supuesto, "el estilo del actor político también sufre alteraciones negativas y se hace obligatorio hacer alusión a ellas. ¿Quién no recuerda al político engreído y déspota que trataba mal a sus representados, a los comunicadores sociales e incluso a sus compañeros de sector o de partido? ¿Quién no los ha visto hacer gala de pedantería y prepotencia? ¿Quién no se ha molestado y hasta quejado por sus abusos y excesos? Y eso se da en todos los partidos". Lo peor es que, como la miel a las moscas, este tipo de actores atrae a toda clase de barbajanes y lambiscones que se sienten felices de comportarse como ellos o que, por quedar bien ante sus ojos, asumen sus actitudes y se olvidan de que la política es un servicio y no una suerte de feudalismo. Pero cuando dichos actores conservan, pese a sus malas prácticas y malos hábitos, una importante fuerza política, se hace virtualmente imposible –como se dice en ese ambiente– "mandarlos a la congeladora". "Esto debe verse así: si esa fuerza es significativa, de algún modo se les tiene que seguir dando juego en el escenario político, pues de lo contrario podrían hacer una especie de berrinche –perdón, pero esa es la palabra correcta- y abandonar las filas de su instituto, llevándose –de paso- a una valiosa cantidad de militantes y mermando, en consecuencia, su potencial electoral". Claro que también hay actores que abandonan sus partidos cuando –independientemente de que sea de manera justa o injusta– se les niega la nominación para cargos cumbre como los ya conocidos. Ello causa serias rupturas para sus partidos, y están vistos los casos de hombres fuertes en sus partidos que, con una gran imagen y capacidad política, marcharon contra ellos porque se les negaron nuevas oportunidades en el ámbito público. Un gran ejemplo de ello es la dupla Cárdenas-Muñoz Ledo, quienes, cuando salieron del PRI hacia el final de la década de los ochenta, causaron la que sería la primera y definitiva gran ruptura hacia el interior del decadente partido oficial. Posteriormente, al crear el PRD, transformaron todas las estructuras políticas de este país. Otros grandes ejemplos son Ricardo Monreal Ávila (en Zacatecas), Alfonso Sánchez Anaya (en Tlaxcala) y Pablo Salazar Mendiguchía (en Chiapas), cuyos liderazgos determinaron la derrota de su partido de origen –en este caso, el PRI– y el ascenso de su partido de tránsito o de destino final –el PRD y las coaliciones respectivas–. "Cuando, en determinado momento, los actores que ocupan esta sección no son muy convenientes o no son de la preferencia del régimen vigente pero por otra parte siguen siendo bastante destacados como para arriesgarse a ponerlos en su contra, no queda más camino que colocarlos en aplicación del principio rotación política". Como no resultaría muy inteligente ubicarlos en sitios estratégicos de la administración pública o las dirigencias partidistas, se procura nombrarlos delegados, asesores, secretarios adjuntos, consejeros, representantes, etc. y en muchas ocasiones, la reelección legislativa implica "darles en qué entretenerse" además de permitirles "mantenerse visibles" sin que eso signifique darles minucias pero tampoco posiciones que de, otra manera, les darían poder suficiente como para convertirlos en una amenaza a la estabilidad del régimen. "Esto viene en detrimento para su partido, ya que empiezan las desconfianzas, la formación de camarillas, el cabildeo –que acaba en espionaje– y los choques y pugnas entre correligionarios. Ello debilita la unidad y cohesión interna y, consecuentemente, su capacidad de resistencia y respuesta ante los embates de los distintos adversarios políticos, quienes –de ponerse listos– podrían optimizar tal situación y traducirla en triunfos electorales de importantes alcances". Actualmente, esto se produce en forma de alianzas y coaliciones, y aunque se presta a hablar sobre las veleidades, devaneos y escasa seriedad de los postulados ideológicos de los partidos, es un mecanismo reconocido por la legislación electoral vigente. "Para sus gobernantes, igual que para sus partidos, porque lejos de ser un resorte que permita darles impulso, se convierte en un pesado lastre que reduce su potencial de ascenso y desarrollo". Aquí, cualquier cosa que se mencione puede ser o no discutida, pero es insoslayable: no se puede ignorar o pretender dejar como si no fuese un hecho. ¿Qué puede decirse, por ejemplo, cuando personajes que antes no cumplieron con sus responsabilidades oficiales regresan para postularse al cargo? Sencillamente, el electorado no vota por ellos sino por otros partidos o candidatos. "Para sus representados porque, al no estar bien su relación con los encargados de la administración pública, no reciben el apoyo y la atención en la gestión y realización de obras y servicios. Todo ello va en perjuicio de la credibilidad de su partido, e inexorablemente, redundará en los siguientes resultados electorales. Además, dicha crisis se agudiza cuando los actores no tienen representados a los cuales rendirles cuentas dado que llegan a los escaños por la vía plurinominal". Todo esto conduce al nacimiento de una especie de burocracia legislativa: el actor se hace viejo en el escenario aunque ya no tenga mayores cualidades que ofrecer, generando atraso en lugar de avance. "Finalmente, las perversidades de la reelección legislativa van en detrimento de los seguidores del actor pues, ya sea por protagonismo o por rotación política, éste siempre les estará robando su oportunidad histórica de ocupar un sitio en el seno del Poder Legislativo mexicano, el cual sería muy bueno para su trayectoria política, para la preservación de su partido en el poder, para apoyo de sus gobernantes y para satisfacción de la voluntad y requerimientos de sus representados". Pero lo anterior no sólo irá en perjuicio de los seguidores del actor, sino para otros actores que, seguramente, también estarán esperando su respectiva oportunidad histórica, misma que perderán a causa del protagonismo o de la interminable rotación de tales personajes.
Tanto las bondades como las perversidades de la reelección legislativa pueden observarse en los actores que militan tanto en los partidos mayoritarios como en los minoritarios del México contemporáneo, desde hace, al menos, cuarenta años. Los partidos mayoritarios, para el caso que nos ocupa, acceden a los cargos parlamentarios tanto por el triunfo en los distritos electorales uninominales como en la asignación de curules por el principio de representación proporcional. En cambio, los partidos minoritarios, tanto a nivel federal como local, siguen teniendo en la asignación plurinominal su principal o única ruta de acceso al Legislativo mexicano. En todos los partidos, salvo algunas raras excepciones, la postulación y registro de candidatos a escaños parlamentarios por el principio de representación proporcional, o sea, la elaboración de listas regionales de candidatos a Diputados o Senadores, es prácticamente una decisión cupular, ya sea que dependa del comité nacional o estatal correspondiente o de un grupo de miembros prominentes del partido de que se trate (sea un consejo político, una comisión, etc.). Ello hace que el compromiso de los nuevos legisladores asignados sea con su partido, con el grupo de miembros prominentes o con algún padrino, pero no con el electorado. No obstante, por lo regular, la mayoría de estos legisladores ocupan el cargo una sola vez. Con ello han evitado robarle su oportunidad histórica a muchas otras gentes que militan en sus institutos políticos. De hecho, estos personajes y sus respectivos partidos son, en el México contemporáneo, quienes principalmente atacan a la reelección legislativa. Desde luego, sus razones y sus posturas ideológicas son muy variadas, pero la situación es prácticamente la misma en todos los casos. En los casos conocidos y analizados de actores que provienen de partidos minoritarios y que se han reelecto en puestos parlamentarios, se han observado los mismos síntomas que en los legisladores de partidos mayoritarios que han repetido varias veces en los mismos cargos, incidiendo tanto en las bondades como en las perversidades del fenómeno, pero correspondería abordarlo y comprobarlo a un estudio más especializado y enfocado hacia dicho fenómeno. No obstante, se puede hacer este señalamiento porque existen documentos que así lo demuestran.
Autor:
Ò Emilio Velazco Gamboa
Mexicano, 31 años de edad, es Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad del Desarrollo del Estado de Puebla (UNIDES). Tiene los Diplomados en Derecho Electoral y en Derecho Constitucional, por la Universidad Cuauhtémoc. Actualmente es consultor académico e investigador independiente.