- Origen y evolución
- Descripción y tipología
- Estilo y representación
- Estimación y valoración comercial
- Técnica y elaboración manual
- Poética realista de la materia
- Bibliografía fundamental
Origen y evolución
Una de las formas más sugerentes e interesantes de aproximarse al conocimiento del arte escultórico japonés es a través del atractivo mundo del netsuke.
Materia de estudio apasionante y objeto precioso para coleccionistas, el netsuke sintetiza y aglutina todas las características más representativas de la talla polimórfica japonesa.
Se trata de una pequeña figura escultórica, tallada preferentemente en marfil, pero que también puede encontrarse trabajada en coral, madera de raíz, laca, cerámica, porcelana, jade, nácar, asta, hueso y metal; siendo conocida, a veces, por la no muy acertada traducción de "botón de mandarín", expresión ésta completamente errónea, ya que no tienen ninguna correspondencia con las vestimentas llevadas por esta clase funcionarial china.
El objeto que designa consiste en un remate o tope del cordón que pasa por un abalorio u ojime del que cuelga el inro (caja para las medicinas o sellos), el kinchaku (bolsa para monedas) o la bolsa de tabaco que se incorpora en el siglo XVIII. El conjunto de "cosas colgando de la cintura" recibe el nombre de koshisage o sagemono. El netsuke, por tanto, no es otra cosa que el contrapeso de la bolsa colgada en el cinturón u obi del kimono, sustitutiva del bolsillo inexistente en esa prenda de vestir .
El origen del netsuke se remonta al período Muromachi (1333/6-1568/75) y el netsuke decorado procede del período Edo (1603-1868).
Seis son los períodos más significativos del netsuke:
1º.- Período Muromachi
2º.- Período Áureo (1780-1850)
3º.- Período Decadente (1850-1878). Coincide con la llegada del Comodoro Perry a Japón el año 1853.
4º.- Período inicial de la Era del Coleccionismo (1875).
5º.- Período de la Post-Restauración (1875-1925)
6º.- Período Contemporáneo (1925-presente)
Incardinados los períodos significativos del netsuke en su conjunto histórico y de forma más matizada, para aproximaciones que requieren exigencias bibliográficas e investigadoras, los períodos tradicionales japoneses habitualmente considerados son:
La carencia de bolsillos en los kosodes y kimonos, masculinos y femeninos, generó la necesidad de ingeniárselas para poder transportar cachivaches y fruslerías de todo tipo.
De objeto práctico y funcional, el netsuke pasó pronto a convertirse en un objeto suntuario, símbolo muy representativo del estatus social del propietario, que pertenecía tanto a la nobleza o "clase de las flores" (kazoku), como a una burguesía rica bien asentada.
El netsuke supone el único arte industrial japonés con entidad propia. Con una categoría artística de primer nivel, la escultura japonesa se ha venido realizando históricamente en dos tamaños completamente opuestos : figuras gigantescas, destinadas a templos y exteriores, y figuras de pequeño tamaño (okimonos y netsukes[1]destinadas a la decoración doméstica y uso personal.
La importancia social que esta pieza artística fue adquiriendo a partir del período Edo —de forma continua durante los siglos XVIII y XIX, hasta el año 1868, fecha en que desaparece la clase de los samuráis—, dio al netsuke-shi o "escultor de netsukes" una relevancia artística y social muy considerable.
El conocimiento de los netsukes en Occidente tuvo lugar a partir de la estancia en Japón del célebre Comodoro Perry, marino encargado de llevar a cabo las gestiones sobre la apertura de los puertos japoneses a los barcos mercantes norteamericanos[2].
En su entrevista con Mikawaya Kozaburo, jefe de los "coolies", Perry observó que su interlocutor portaba en la cintura, colgada del cinturón, una tabaquera con una pequeña figura tallada en marfil. Sorprendido por el interés manifestado por los americanos que componían la delegación, Kozaburo les regaló el netsuke, lo que le supuso pena de cárcel por haber hecho un regalo a extranjeros, como representante oficial nipón y sin haber concluido las negociaciones. Pero la intercesión de Perry ante el Emperador hizo que aquél fuera puesto pronto en libertad, lo que condujo a que se proporcionaran las primeras piezas artísticas para la exportación a los Estados Unidos, dando origen a la célebre Compañía Sanco.
A partir de la Época Meiji, con el abandono progresivo de los trajes tradicionales, la sustitución de las bolsas de tabaco por los cigarrillos y una muy fuerte demanda de netsukes por parte de coleccionistas extranjeros, esta miniatura escultórica sufre ciertas variaciones en su factura funcional y en la calidad de su acabado, proliferando copias de los grandes maestros, en muchas ocasiones de calidad bastante dudosa.
Sin embargo, como contrapunto, el coleccionismo ha generado una verdadera mina artística de netsukes contemporáneos de altísima calidad, con excelentes autores de prestigio, semejantes a los clásicos de siglos anteriores.
Descripción y tipología
Un netsuke es siempre una pieza de pequeño tamaño. Se puede tener en la mano con facilidad, acariciarlo, moverlo y disponerlo en distintas posiciones para su más cómoda observación.
Delicioso a la vista y al tacto, el netsuke resulta cálido, redondeado, suavemente untuoso y aterciopelado.
Cualquier temática es buena para esta manifestación artística. Ermitaños, santones, divinidades, flores, insectos, pájaros, utensilios, personas en las más diversas actitudes, son objeto de atención para la mirada aguda, crítica y en muchas ocasiones irónica, del sabio escultor nipón.
Normalmente, el netsuke más habitual y refinado suele estar realizado en marfil (casi siempre en tokata o "marfil de alta calidad"), pudiendo ir o no firmado. De llevar la firma, ésta vendrá representada en forma de letra kanji y enmarcada en chomei, o firma tallada, sello con el nombre artístico o profesional del escultor (go), que se situará en la zona inferior del netsuke. Cuando el sello lleva escritura tensho, se denomina in o hanko. A veces, para evitar la confusión se añade un escrito o sello kao o kakihan.
En ocasiones, aparecen títulos honoríficos en las firmas, como Hógan, Hokyô, Hôin o Tenka-ichi, esta última procedente del período Muromachi. Escultores de netsukes con eltítulo de hokyo son Ryukei, Sessai y Hozan; escultores con el título de hogan son Rantei,Shuzan Toki y Tadayoshi.
El título de tenka-ichi respondía al más alto honor para un artista. En principio sólo lollevaron los máshábiles fabricantes de más caras y espejos. Después proliferó y se depreció. Su significado era "el primero bajo el cielo". Algunas firmas incluyen también apelativos como "anciano" (okina, so, rojin), "hecho" o made (saku), "copiado" (sha), "tallado con cuchillo" (to) e "imitado" (ni mosu).
Ao Gawara | Gyokushi | Isshi | Chû Yu | Oda |
Gyokuzan | Shozan Matsuyama | Tomokazu | Sayuki | Shôichi Masakazu |
En la parte posterior, todo netsuke dispondrá de dos perforaciones (himotoshi) o agujeros destinados al paso del cordón. Los netsukes antiguos y auténticos, los utilizados realmente en la vida cotidiana, suelen presentar desgaste o deformación en alguno de los agujeros por el roce del cordón. Algunas piezas, las menos, dada su configuración especial, sólo pesentan un agujero.
Si la obra es marfileña (????), el netsuke puede multiplicar su belleza por las características inmanentes de la materia que lo sustenta y las aportadas por el paso del tiempo.
El blanco velado, el diseño "guilloché" bajo la superficie pulimentada (las llamadas líneas de Schreger, con una angulación de 115 grados o más), la finura de la veta, o, por el contrario, las gamas doradas y ocres de una verdadera pátina, añaden al trabajo artístico una gracia sutil e inigualable.
Lejos de las burdas marfilinas, los engrudos, las pastas embaucadoras y otras falsificaciones, el marfil resulta transcendentemente noble, hermoso y agradecido, aportando al netsuke una belleza sólo superada por la pátina del tiempo; una delicada pátina en nada semejante a los tintes y fraudulentos posos del té o del café, con los que se intenta simular antigüedad.
El mantenimiento de la calidad de la obra, el desgaste por el uso y la esencialidad depurada por el paso del tiempo le otorgan al netsuke el tan deseado aji, voz japonesa que designa gusto, sabor, gracia, encanto y raigambre; algo parecido a la estimada pátina de maderas nobles y metales preciosos, propia de ciertas antigüedades, tan valorada por especialistas y anticuarios.
Por su forma y temática, los netsukes pueden ser de varios tipos:
Estilo y representación
En el seno del arte oriental, la creación japonesa goza de una personalidad muy definida e intensa.
* El arte chino es minucioso, detallista y reiterativo; el arte japonés es creativo, imaginativo, burlón y crítico.
* La obra japonesa es original y muy poco o nada repetitiva.
* Destaca la ironía del autor y la sutileza de la expresión de la obra.
* Se subrayan los aspectos más humanos: la comicidad, la alegría, el dolor, la sexualidad y las debilidades.
* La temática es muy amplia y variada. Suele estar tratada con agudeza e ingenio, incluso de forma incisiva y satírica.
La relación de las divinidades, los santones y seres fantásticos es tremendamente larga, pero entre los más representados están:
Por supuesto que también son habituales los 8 Símbolos Budistas: 1. El Parasol (la caridad); 2. El Pez (la tenacidad); 3. El Vaso Sagrado (el ceremonial); 4. El Loto (la pureza); 5. La Concha Marina (llamada a la sabiduría); 6. El Dragón (la eternidad); 7. El Dosel (la autoridad espiritual); 8. La Rueda de la Doctrina (el cambio infinito).
La iconología animal se encuentra muy bien representada en el mundo del netsuke, destacando:
* Caballo: uma. Antiguo símbolo del Shinto (ritual de confesión y purificación).
* Carpa: koi (Ri)[3] . Es un símbolo de la perseverancia, del valor y del coraje. Suele denotar la felicidad conyugal, aunque a veces puede referir el amor filial.
* Dragón: Ryô/Ryû. Gran Dragón: tatsu (Shin)
* Jabalí: inoshishi (Cho). Al jabalí salvaje, los japoneses lo suelen denominar "montaña-ballena" (yamakujira).
*"Kajira": Diminuto habitante de los arroyos de montaña que canta en alta y dulce voz. La kajira puede ser guardada como animal doméstico, exactamente igual que el grillo.
* Lechuza: fukuruo. Chinos y japoneses la consideran un diablo de la noche. Además de ser un gran depredador, devora a su propia madre. Esto en un país de sociedad filial es algo tan cruel que se considera el peor de los crímenes.
* León: koma. Los leones chinos (shishi o Kara-shishi) a veces son confundidos en Occidente con los perros coreanos (koma-inu).
* Mariposa: kochô. Es el símbolo de la felicidad conyugal. Una de las danzas cortesanas es la "Danza de la Mariposa" (Kochô no Mai), constituida por seis jóvenes disfrazadas de mariposas.
* Paloma: hato. En Occidente es símbolo de la paz, pero en Japón es mensajera de Hachiman, dios de la guerra.
* Perro: inu (Ken). En Japón son muy apreciados. Entre las razas nativas están los "Akita" y los bravos "Tosa" que son los más comúnmente representados.
* Tejón: "Tanuki". El tejón adquiere forma humana y se parece al zorro, aunque no es diabólico como aquél. A veces se disfraza de sacerdote para pedir contribuciones y limosnas. Otras, se cubre con una hoja de loto, símbolo del budismo, para indicar que es "más budista que Buddha". – También se suele representar el mujina, tipo de tejón.
* Zorro: asu-kitsune (Zorra: mesu-kitsune). El Zorro vestido con antiguos ropajes de corte femenino es una alusión a un caso de posesión real. La historia de "Tamamo no Mae", en la cual un zorro-hechicera, asumiendo la apariencia de una bella dama, causa la muerte del Emperador.- El "zorro-sacerdote" es una forma demoníaca que a veces se camufla de asceta. Hay, sin embargo un zorro benigno que es el "zorro-Inari", mensajero de Inari, dios del arroz.
Junto a estas atractivas representaciones, en cantidad variable se pueden encontrar piezas de animales próximos al tallista japonés o muy enraizados en su historia, como pueden ser: la alondra (hibari), la ballena (kujira; Gei), el cerdo (buta; Ton; inokohen), la cigarra (semi), la cigüeña (koonotori), la codorniz (uzura), el conejo (usagi), el elefante (Zô), el faisán (kiji), el gallo (niwatori; Kei), la garza (sagi), el gato (neko; Byô), la golondrina (tsubame), la grulla (tsuru), el mono (saru; En), la mosca (hae), el pato (ahiru), el pato mandarín (oshi-dori), el pez-globo (fugu), la rata (nezumi), el sapo (gama), la serpiente (hebi; Ja, Da), el tigre (tora, gashira) y la tortuga (kame).
De la iconología vegetal, menos representada que la animal, son también dignos de mencionarse por su relativa presencia: el bambú (take; Chiku), la calabaza (hisago, too-nasu, kabocha), la camelia (tsubaki), la ciruela (ume; Bai), el crisantemo (Kiku), el loto (hasu), el melocotón (momo), la naranja (mikan), la orquídea (Ran), la peonía (botan) y la pera (nashi).
Evidentemente, las representaciones más sugerentes, aquellas que enamoran a primera vista y prenden la mirada avisada, son las que se encuentran más lejos de la tópica de los célebres 8 Inmortales Taoistas o "pasien" de carácter turístico "made in Hong-Kong", y se acercan a la crítica refinada, la captación instantánea, la denuncia del gesto, el descubrimiento de la intimidad, la ingenuidad, el primitivismo interpretativo y la trivialización ingeniosa de la historia. Aspectos todos éstos más que suficientes para interesar, apasionadamente, al degustador de belleza y al coleccionista especializado.
Dentro de la vena más pura de denuncia y sátira costumbrista, es destacable el magnífico tratamiento que en los netsukes se hace de los extranjeros, sobre todo de los holandeses y portugueses, caricaturizados hasta la saciedad a partir del momento en que se cancelan sus derechos, en el siglo XVII. El enfoque en estas caricaturas podía ser muy variable, pero siempre dentro del marco preconcebido de extrañas ropas, ojos azules y largas narices, comunes a todos los antiguos visitantes que llegaban de tierras lejanas. Las rizadas cabelleras y las largas chaquetas de los holandeses, así como los pantalones bombachos y amplios sombreros de los portugueses, eran constantes en las descripciones fantasiosas de unos escultores que se hacían eco de las historias, rumores, chistes y chascarrillos populares que, en torno a esos "extranjeros extravagantes", circulaban de boca en boca.
El humor japonés y su espíritu lúdico le hace abundar en representaciones joviales, como las diversas de Otafuku[4], mujer con distintos nombres y distintas personalidades; un fantástico y hogareño personaje que simboliza la mujer simpática y parlanchina. A veces, se llega al extremo barroco a través del contraste, fusionando al
mítico y silencioso Daruma con la habladora Otafuku, siendo el resultado la chocante y paradójica "Mujer-Daruma".
También son muy apreciadas las "muñecas Nara", basadas en los actores del teatro Nôh, talladas con la técnica ittobori o de "cortes planos"; las "muñecas Tachibina, normalmente lacadas en rojo (tsuishu) y realizadas en madera; los chinos felices y los traviesos karakos; así como los "juguetes Daruma", tallados con forma de "tente-tiesos" y simbolizando los pies gastados por el camino y la paciencia.
Aunque un gran número de los más estimados netsukes antiguos y medios esté formado por piezas anónimas, hay autores muy conocidos, con firmas tan prestigiosas como: Gyokuzan, Ikko, Masayoshi, Minko, Minkoku, Ôschi, Sayuki, Yoshimura, Shuzan, Yoshimasa y Toyomasa; y entre los contemporáneos, también son muy significativos los escultores: Bishu, Chû-yu, Matsuyama, Megyokusai, Ichiro, Kangyoku, Ryoshu, Ryushi, Kosei, Hodo, Kanko, Shoko y Shogetsu, cuyas firmas, seudónimos y sellos están debidamente registrados y publicados. Son estos últimos talladores que nada tienen que envidiar a los mejores históricas.
Algunas piezas contemporáneas, alejadas del souvenir turístico, son de una hermosura equiparable a las antiguas, y mantienen el tono y la elegancia de las tradicionales con un plus de innovación y atrevida creatividad. Evidentemente no todos los netsukes son los recogidos por Ueda Reikichi ni los divulgados por Raymond Bushell ni los estudiados por F. M. Jonas. A partir de 1925, sobre todo en Estados Unidos, se da un auténtico revival. Sin embargo, la obra en serie irá imponiéndose de forma paralela en el mercado. Con todo, entonces y ahora, algunos grandes artistas, herederos de la tradición japonesa, han trabajado y trabajan buscando el grado de excelencia con un auténtico, silencioso y minucioso trabajo a mano.
En los museos de todo el mundo y en las más bellas colecciones particulares, se guardan los frutos más exquisitos de la tradición, la literatura, las leyendas y la cotidianeidad japonesa, encerrados en esa pieza hermosa que se denomina netsuke.
Estimación y valoración comercial
A finales del siglo XIX las chinoiseries, propias del siglo XVIII, vuelven a tener un cierto eco, pero sobre todo es lo japonés, las denominadas japonaiseries, lo que domina y se pone de moda en Europa. Hasta la segunda mitad del siglo XX los netsukes se mueven en mercado de manera cómoda y con valoración muy asequible. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XX, el interés de los coleccionistas y la pasión por este objeto histórico lleno de encanto multiplica su valor y los precios adquieren cifras prohibitivas. Ante la altísima calidad del netsuke, no influida ni por el autor, ni por la forma, sino por su belleza intrínseca y su capacidad de conmover, y ante su elevado precio, se desarrolla paralelamente un mercado baratero y de muy baja calidad, que se ve reflejado en las casas de subastas online con precios irrisorios adecuados a ínfimos y toscos productos. Sin embargo, no hay que confundir estos objetos de bajísima calidad con netsukes contemporáneos salidos de las manos de extraordinarios talladores y artistas.
Los precios actuales de los netsukes (primeros quince años del siglo XXI) se pueden agrupar en bloques:1º. de trescientos a ochocientos dólares; 2º. de ochocientos a mil quinientos dólares; 3º. de mil quinientos a tres mil quinientos dólares; 4º. de tres mil quinientos a ocho mil dólares; 5º. de ocho mil a diez mil dólares; 6º. de diez mil a quince mil dólares; 7º. de quince mil a cien mil dólares. Estos bloques no tienen más razón que la deducida de la imposición habitual de ciertos comercios especializados y de las salas de subastas. Pero no hay que llevarse a engaño; si bien es cierto que, de forma general, a más precio el netsuke debe tener más razones de estimación, esto no siempre es así. Piezas de valor recogido en el primer y segundo bloque pueden ser extraordinarias y exquisitas. Anónimos o firmados muchos de estos netsukes, en teoría más humildes que los de bloques superiores, pueden alcanzar altísimos grados de valor estético y artístico, no sólo comparables con los de las cimas comerciales sino incluso muy superiores.
No hay que olvidar que este campo, como en otros del mundo del arte, la valoración económica de la obra no va de la mano de la valoración artística de la misma y que son muchas las variables de tipo económico, comercial y social las que van marcando las subidas y bajadas de los precios correspondientes. Por otra parte, todo lo que implique colección viene determinado por la estimación subjetiva del coleccionista avezado que puede llegar a pagar por el objeto de su deseo todo lo que se le demande, estableciendo un listón comercial ajeno a cualquier razón objetiva.
ILUSTRACIONES DE NETSUKES PERTENECIENTES AL COMERCIO INTERNACIONAL Y A COLECCIONES PARTICULARES (S. XVIII Y XIX):
Técnica y elaboración manual
A. TALLA
Para algunos artistas, como Megyokusai, el tallista de netsukes suele cortar y trabajar hacia dentro, en dirección a su cuerpo, pero el escultor de imágenes budistas talla siempre hacia fuera. Sin embargo, Ichiro dice que talla generalmente hacia fuera excepto cuando hace el lado derecho de la cara de una figura; entonces él talla hacia dentro. Kangyoku talla también generalmente hacia fuera, pero cuando la superficie es áspera, talla hacia dentro.
Un serrucho afilado muy fino (nokogiri) se utiliza para cortar un trozo de marfil desde el punto escogido en el colmillo. Esta pieza se aprovecha para uno, dos o tres netsukes, dependiendo del tamaño del colmillo y del tamaño y diseño de los netsukes que han de ser tallados. Se utiliza la misma sierra para cortar las esquinas y hacer el esbozo del diseño. Esta etapa es seguida por un limado minucioso hasta que surjan las formas esbozadas con unos perfiles más nítidos.
La primera lima utilizada es una lima plana, con una cara grande, que generalmente se llama sharime, tiene unos 2 cm de ancho y 20 cm de largo. A continuación se recurre a una sharime pequeña, de 5 a 1 cm por 15 cm, una lima de concha (gangi); después, el artista se sirve de un instrumento de una sola cara llamado hiragangi, junto con un pequeño cincel (nomi), para desarrollar el diseño de forma definitiva.
Actualmente, el taladro de mano (rokuro) todavía es utilizado por muchos escultores, aunque la mayoría de los escultores más jóvenes suele usar un taladro eléctrico dental.
B. PULIDO
Primero se utiliza una áspera y rugosa porción de la planta "tokusa", seguido de un cepillado con polvo de pulimento. Cada autor tiene su pulimento favorito, así: el polvo de asta de ciervo; la hoja del árbol muku; el papel de lija muy fino; el polvo toishi, de la piedra del mismo nombre y que se emplea para el pulido final.
Después, el netsuke es colocado en una especie de poción o sopa caliente, yasha, en la que permanece, en primera instancia, de cinco a quince minutos. Esta sopa se hace por ebullición con las nueces o semillas del árbol yasha y debe estar medio día en un cuenco de barro. Luego, se retita el netsuke y se enfría con agua fría.
El acabado y detalle se hará con hairlines y tinta sumi. Los ojos se suelen acabar con concha de tortuga, aunque pueden ser sólo pintados o con incrustraciones de coral, ámbar y cristales de diverso tipo.
C. COLOR
Normalmente es una mezcla de ganryo (piedra en polvo) y barniz.
Pero también se encuentran otras variantes: así, el negro, de carbón vegetal y hollín de madera; el amarillo, de arcillas, cúrcuma y zumi; el azul claro, del alga azul japonesa y del índigo; el verde oscuro, de la mora china; el rojo, de la papikra y del benibama; el azul oscuro, de la col roja.
Poética realista de la materia
Un número significativo de excelentes maestros talladores, y su amplia distribución geográfica, hace que a lo largo de centurias la labor escultórica de okimonos y netsukes sea de lo más diversa, abarcando todo tipo de representaciones, desde escenas cotidianas, humildes y vulgares, hasta las más refinadas y complejas manifestaciones del Shinto y del Budismo Zen, pasando por los caprichos burgueses y las exquisiteces de la aristocracia nipona. Sin embargo, gran parte de los usuarios estaban, en su momento histórico, muy ajenos a la valía artística de tales obras, concebidas de manera eminentemente funcional y disfrutadas de forma muy usual, natural y corriente.
La semántica de este mundo minúsculo es paradójicamente inmensa y densa, abundando en áreas en las que la comunicación, la sugerencia, la evocación, la imaginación y la ensoñación se entrelazan, se yuxtaponen e interactúan de tal forma que diseñan un escenario de disfrute estético análogo a la experiencia histórica, social y religiosa del país, más allá de las claves oficialistas políticas y culturales. El mar océano, los lagos, los ríos, las montañas, la guerra, el hogar, los mercados, los templos, las deidades, los monstruos y las creencias, se aúnan y conviven en la esfera diaria como un todo realista impregnado por una sutil carga de alegoría y poesía.
Aunque los pilares del arte japonés descansan en múltiples aspectos de la cultura china tradicional, la estética japonesa adquiere rasgos peculiares a través de la concepción sagrada de las fuerzas de la naturaleza, los kami, que enraizados en el Shinto, se afincan en todo, se proyectan y esencializan en lo imponente de un volcán o en lo modesto de un jarrón, de una cacerola o de cualquier utensilio doméstico. Desde la perspectiva del Shinto, los tres kamis originales creadores del universo se multiplicaron y hoy lo inundan todo y son fundamentales en cualquier actividad cotidiana.
Los haniwa, pequeñas figuras sintoístas, posiblemente figuraciones antropomórficas de los kami, de refinado gusto estético y situadas en torno a las tumbas, poseen ya todas las características futuras del arte japonés: su diversidad, su flexibilidad, su adaptación a las circunstancias, su armonía con la Naturaleza, su sentido dinámico de la decoración.
Por ello, no es de extrañar que el último artesano de una aldea perdida en la montaña y los mejores artistas de Edo, Kyoto, Osaka o Nara, compartan principios energéticos comunes, y que, puestos a representar esas mismas energías lo hagan con una nobleza y naturalidad semejantes.
El descarte de la decoración por la mera decoración adquiere categoría en las manifestaciones artísticas y artesanales japonesas, en las que todo funciona como una justificación de miedos y deseos ancestrales mezclada con una alegría vital muy evidente, un humor circunstancial e inmediato y un sentido crítico bastante refinado. Diversidad y flexibilidad, tanto en temas como en formas y materias, son rasgos esenciales que dinamizan toda la obra artística.
La violencia, lo ridículo, lo sagrado, el desconcierto, el atrevimiento, el descaro, el realismo grosero, la caricatura y el esperpento son aspectos enraizados en esa simplicidad y austeridad que domina la estética japonesa, siempre en consonancia con lo estricto de los medios. Según la filosofía zen, tener sabi es ser capaz de manifestarse con toda sencillez, haciendo de esta naturalidad una auténtica elegancia de espíritu. Es precisamente esa naturalidad la que persigue de forma intuitiva el netsuke original e histórico, sin conciencia por parte del autor[5]Y, además, a esa sencillez del producto hay que añadir, como la cara y cruz de una misma moneda, la no-postura del artista, el llamado wabi, o lo que es lo mismo: actuar lo mejor posible sin pretender destacar ni esperar recompensa alguna.
No cabe duda que cualquier ser, real o ideal, es concebido con una fortísima entidad diferencial, y su plasmación artística-objetual adquiere una individualidad sólo adornada por la pureza del concepto, aislada y desnuda de ornatos vanos y de complicaciones distractoras. Son los objetos, las cosas o los animales, sacralizados en la soledad de sí mismos, rodeados por el vacío en su lugar preciso, cuando adquieren el grado categórico de la autenticidad. Buda se hace brizna de hierba, y toda la grandiosa realidad de la existencia se manifiesta silenciosa en un grano de arroz. Aquí, las deformidades, las irregularidades, los desequilibrios y asimetrías (furyu), no son más que variables vivas y dinámicas de la transmutación universal. La variedad infinita de la vida se convierte en humilde reveladora de su propia grandeza. Pero, más allá de la correspondencia analógica, de la simbología otorgada por el contemplador, está la realidad poética de lo creado, su individualidad, su unicidad. El objeto artístico, con apariencia de realidad y connotaciones experienciales, tiene vida propia, trasciende la representación inmediata, siempre fallida, y se presenta con la belleza explosiva y enigmática de lo creado. Y es que precedentes hay, y estupendamente abonados, en la base filosófica de la pincelada única, manifestación caligráfica del sentimiento estético chino, una emergencia del intelecto que pone de manifiesto lo infinito de las criaturas. Con palabras de Shitao, "es obra verdadera la que se fundamenta en su propia sustancia".
En el netsuke japonés auténtico no valen la filigrana, la repetición, la minuciosidad ni el preciosismo chino, características éstas que suelen adornar a los más refinados objetos made in Hong-Kong. Son, por el contrario, la experiencia heredada, la observación intuitiva, la creatividad, la originalidad y la espontaneidad, los factores poéticos que vivifican la talla escultórica, sea ésta de factura antigua o contemporánea.
La música, la danza, el kabuki, el nôh, la jardinería, la pesca, el bambú, la hortensia, el crisantemo, la paulonia, la peonía, el mandarino, el kaki, la carpa, el cerezo, la geiko, la maiko y la geisha, los santuarios, los samurais, los zuecos okobo, el shamisen, la mariposa, la cigüeña, la oca, el caballo, el buey, el perro, la rata y el dragón, giran continuamente en un caleidoscopio de formas patrimoniales hasta desgranarse uno a uno en auténticos suspiros poéticos, verdaderas estampas del imaginario japonés, expresadas en hueso, cedro, olmo negro, madreperla, marfil o coral.
El disfrute pausado, como el que deviene de la charla amigable, de la ceremonia del té y de la degustación del sake o del paseo ensimismado, se concentra en este ámbito en la visión relajada de lo elegante, de lo mínimo y de lo exquisito, así como en el tacto de lo redondo, de lo cálido y sedoso.
Firmados o anónimos, los netsukes brillan con luz propia, traspasan las fronteras del tiempo y se multiplican, para mal o para bien, en el mercado turístico, asiático y norteamericano, así como en las colecciones más refinadas del mundo. El atractivo de estas piezas enamora a profanos, conocedores y especialistas, ganándose, sin discusión posible, el galardón museístico de la excelencia artística; una pulcra manifestación de lo delicioso, de la delicadeza y de la belleza estética más allá de la inmediata función originaria.
Bibliografía fundamental
– BUSHELL, Raymond (1964): The Wonderful World of Netsuke, Charles E. Tuttle Co., Inc. of Rutland, Vermont-Tokyo, Japan.
– BUSHELL, Raymond (1975): Netsuke Familiar and Unfamiliar: New Principles of Collecting, Weatherhill, New York and Tokyo.
– DAVEY, Neil K. (1974): Netsuke: A Comprehensive Study Based on the M T Hinton Collection, Sotheby Parke Bernet Publications, London, 1981.
-HUTT, Julia (2003): Japanese Netsuke, Victoria and Albert Museum, far Eastern Series, London.
– JIRKA SCHMITZ, Patrizia (2000): Netsuke: 112 Masterpieces: The Trumpf Collection, Arnoldsche, Stuttgart, Germany.
– JOLY, Henri L. (1967): Legend in Japanese Art, Charles E. Tuttle Co., Inc. of Rutland, Vermont-Tokyo, Japan.
– JONAS, F. M. (1928): Netsuké, Charles E. Tuttle Co., Inc. of Rutland, Vermont-Tokyo, Japan, 1990.
– KINSEY, Miriam (1977): Contemporary Netsuke, Charles E. Tuttle Co., Inc. of Rutland, Vermont-Tokyo, Japan, 1987.
– LAZARNICK, George (1976): The Signature Book of Netsuke, Inro and ojime Artists in Photographs, Red Publishers, Honolulu.
– OKADA, Yuzuru (1962): Netsuke: A Miniature ARt of Japan, Japan Travel Bureau, Tokyo.
– PUTNEY, Carolyn M. (2000): Japanese Treasures: The Art of Netsuke Carving in the Toledo Museum of Art, Toledo.
– SMITH, L., HARRIS, V. & CLARK, T. (1990): Japanese art: masterpieces in the British Museum, The British Museum Press., London.
– UEDA, Reikichi (1961): The Netsuke Handbook, Charles E. Tuttle Company, Tokyo, Japan.
Museos relevantes:
– The British Museum, London
– Victoria and Albert Museum, London
– Los Angeles County Museum of Art
– The Metropolitan Museum, New York
– Toledo Museum of Art, Ohio
– Tokyo National Museum
– Kiyomizu Sannenzaka Museum, Kyoto
– Museo del Hermitage, San Petersburgo
Artículos de especial interés en:
Publicaciones de "International Netsuke Society Journal"
Autor:
Juan Pedro Gómez
[1] .- Aunque la palabra netsuke en origen no tiene plural y lo purista sería “los netsuke”, aquí, en este texto, “españolizaremos” la expresión con el morfema de plural en –s.
[2] .- El almirante Matthew Galbraith Perry llevó a buen puerto el tratado de política exterior contra el sistema aislacionista de shôgunato y de los clanes que venía ejerciéndose desde 1639. A partir del año 1853, y en los años sucesivos, se planteó, por parte del gobierno japonés, la intervención más directa del emperador y se pidió su consejo y el de los daimyô (señores feudales) sobre el asunto de la apertura del país a los extranjeros.
[3] .- Los vocablos escritos con minúscula representan la pronunciación japonesa -Kunyomi- y los escritos con mayúscula inicial y entre paréntesis representan la pronunciación china -Onyomi.
[4] .- Uzume es el nombre con el que aparece en el Kojiki, serie de primereos escritos japoneses. Otras veces aparece, en situaciones populares y folklóricas, con el nombre de Okame. Las expresiones Ofuko y Otafuko personifican el erotismo encubierto.
[5] Otra expresión homónima de sabi hace referencia a lo que es antiguo con clase, lo que ha convertido la pátina del tiempo en exquisitez perenne. Ambos conceptos son positivos y especialmente aplicables a la estética de estos productos. Estos homónimos de origen Zen no hay que confundirlos con el yôseki o pátina de las piedras suiseki expuestas a la intemperie.