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Marx y su preocupación por el individuo (página 2)


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Idea general

Quiero destacar, en primer lugar, que las ideas de Marx son mucho más que una doctrina filosófica o una teoría económica. Es ante todo una cosmovisión del hombre, de la naturaleza y del individuo en la sociedad. Es una doctrina que invoca en su favor los avances de las ciencias experimentales y los hechos de la historia, así como los principios del materialismo filosófico. Ofrece una explicación del ser humano no sólo en su situación presente, sino en su origen, trayectoria y destino histórico. Es por otra parte una cosmovisión dinámica, que se traduce en el tenaz esfuerzo por la reconstrucción del mundo, por el desarrollo planificado y el establecimiento de una sociedad igualitaria, en la que no quede huella alguna de las diferencias sociales y sus irritantes privilegios.

Teniendo a la vista esta idea general, es que Marx asume la inmensa tarea de someter a crítica la sociedad que le rodea, así como el pensamiento filosófico, político y económico que la sustenta. Todas estas categorías caen bajo su atenta mirada y pasan por su criba. Si se torna violentamente crítico contra la sociedad y sus estructuras es porque la encuentra marcada con las taras de un profundo desorden, contradicción y desigualdad intolerables. En el decurso de su análisis rompe el cuadro geográfico de las fronteras alemanas y europeas y los límites temporales del siglo XIX, para abarcar a toda la sociedad, a la humanidad entera en su devenir a lo largo de su historia.

En este orden, penetrar los fenómenos que afloran en la superficie de la sociedad, para comprender su profundidad y elaborar, como fruto de este análisis una teoría, dentro de la cual la situación presente no es sino un episodio de la vida milenaria de la humanidad, incluso dentro del movimiento cósmico de toda la naturaleza, tal es la tarea que se impone Marx desde sus primeros escritos.

Por otro lado, su labor no se circunscribe al campo puramente especulativo como lo habían hecho los filósofos que le antecedieron; no se limita a presentar un simple diagnóstico de la realidad y a enunciar las leyes que la gobiernan. Su pensamiento se encuentra marcado por el apremio de una acción transformadora, que introduzca el orden, la equidad y el humanismo en este mundo, que es descrito como deshumanizado y absurdo. Si penetra la realidad es para desentrañar las leyes que rigen su desenvolvimiento, con el propósito de utilizar esas mismas leyes, en orden a cambiar la situación del hombre y hacerla genuinamente humana.

Idea filosófica

La filosofía de Marx, es una respuesta despiadada a todas las respuestas filosóficas anteriores que no pudieron desprenderse de la abstracción y la especulación alejándose de los problemas vivientes que azotan al mundo real. En este orden su filosofía es una invocación por restituir todas las potencialidades humanas que se encontraban perdidas, ante la circunstancia de que el hombre se encontraba viviendo en una sociedad que lo alienaba y enajenaba.

Entonces, desde el punto de vista estrictamente filosófico hay que dejar sentado, que el pensamiento de Marx representa una protesta contra la "alienación" y "enajenación" del hombre, su pérdida de sí mismo y su trasformación en una mera cosa. De ahí que sus ideas den curso a un movimiento contra la deshumanización y automatización del hombre, inherente al desarrollo del productivismo industrial

En efecto, el espectáculo de la sociedad, tal como se presenta a los ojos de Marx, puede describirse con una sola palabra: alienación. El ser humano se encuentra alienado en todos los campos: No sólo está sumido en profundos errores intelectuales, sino también mutilado en su personalidad, infravalorado en su grandeza, sumergido en la miseria. La alienación es un concepto de origen hegeliano, y significa la discrepancia entre lo que debe ser el hombre y lo que es en la realidad.

Para Marx la alienación, a diferencia de Hegel, no se debe a la circunstancia de que el hombre, por causa de su propia naturaleza es un ser alienado en sí, sino que tal condición de frustración y despojo es causada por las circunstancias concretas del entorno social y material en que vive. Así pone de relieve la suprema contradicción: el hombre soberanamente libre, artífice de sí mismo y dominador de la naturaleza, ha llegado por causa de las estructuras que el mismo ha creado, a perder su libertad y grandeza; se ha perdido a sí mismo.

Pero como ya está dicho, el hombre no sólo se encuentra alienado, sino también enajenado. La enajenación o extrañamiento significa para Marx que el hombre no se experimenta a sí mismo como el factor activo en su captación del mundo, sino que el mundo permanece ajeno a él. Están por encima y en contra suya como objetos. La enajenación es esencialmente experimentar el mundo y a uno mismo pasiva, receptivamente, como sujeto separado del objeto. De ahí entonces que para Marx el concepto de enajenación se basa en la distinción entre existencia y esencia, en el hecho de que la existencia del hombre está enajenada de su esencia; que, en realidad, no es lo que potencialmente es o, para decirlo de otro modo, que no es lo que debiera ser.

Para Marx el proceso de enajenación se expresa en el trabajo, y más precisamente en la división del trabajo. El trabajo es para él, la relación activa del hombre con la naturaleza, la creación de un mundo nuevo a partir de ella. Pero a medida que la propiedad privada y la división del trabajo se desarrollan, el trabajo pierde su carácter de expresión de las facultades creadoras del hombre; el trabajo y sus productos asumen una existencia separada del hombre, un extrañamiento de aquello que ha sido fruto de su propia creación. El producto del trabajo es ahora trabajo encarnado en un objeto y convertido en mera cosa.

Y como en casi todas las cosas, la enajenación vista a los ojos de Marx, se ha prestado para gruesos equívocos. Así por ejemplo, se ha inferido que Marx cuando se refería al tema de la enajenación del hombre inmerso en los trabajos de los sistemas del productivismo industrial, estaba haciendo una invocación sólo y exclusivamente respecto de la explotación económica de que era objeto el trabajador y del hecho de que su participación en el producto no fuera tan grande como debiera o de que el producto debía pertenecerle, en vez del capitalista.

Sin embargo, tal visión no es tal, pues lo que más le preocupa esencialmente a Marx, no es la igualación o mejores ingresos, le preocupa sobre todo la liberación del hombre de un tipo de trabajo que destruye su individualidad, que lo transforma en cosa y que lo convierte en esclavo de las cosas. Y esto tiene todo un fondo, porque para Marx, la historia de la humanidad es una historia del desarrollo creciente del hombre y al mismo tiempo de su creciente enajenación. Sus ideas en este punto tratan de revertir esta condición del hombre, la vuelta del hombre a sí mismo, su plena autorrealización.

Como corolario tenemos que Marx señaló, en forma magistral, el carácter mistificado, irracional o absurdo de las relaciones humanas. Demostró asimismo, fundamentalmente, a partir de sus escritos económicos-filosóficos de 1844, que la razón de ser de lo absurdo humano está en la enajenación del hombre que surge cuando el trabajo, que es su propia esencia, lejos de afirmarle, lo cosifica o deshumaniza.

Pero Marx, para develar lo que son la alienación y la enajenación, tuvo que abstraerse de los métodos tradicionales imperantes en el pensar filosófico hasta entonces conocido. Por eso recurre al método dialéctico, que si bien no es nuevo, le da un carácter y sentido distinto (materialismo dialéctico). Y no podría ser de otro modo, cuando los presupuestos metafísicos acostumbrados, que penetraron todas las formas del pensar filosófico anteriores, no podían servirle si es que quería mirar en lo más profundo de la realidad del como se sucedían los fenómenos y procesos humanos en toda la amplitud de sus múltiples interrelaciones. Así, por tanto, la palabra dialéctica no tendrá ya el mismo significado como lo tuvo, por ejemplo, en Hegel; no deriva la palabra dialéctica únicamente a una parte de la filosofía, ni al puro conocimiento especulativo, sino al método de investigación que permite incursionar en todos los campos del pensamiento hasta entonces conocidos.

En su aspecto más general, podríamos decir que la dialéctica marxista viene a encarnar el espíritu de la investigación científica, la insatisfacción constante con los conocimientos adquiridos, la inquietud eterna, la aspiración permanente a conocer cada vez más a fondo la realidad. Excluye todo subjetivismo y unilateralidad, inculca una amplia noción del mundo y acostumbra a un enfoque universal de los fenómenos que se estudian. Obliga a examinar las cosas en todos sus aspectos, en su movimiento y desarrollo, en sus nexos y manifestaciones indirectas, en sus transformaciones recíprocas. Enseña a no limitarse a describir lo que sale a la superficie, sino a profundizar más, a penetrar en la esencia.

Quizás todas estas visiones de Marx, presentes inequívocamente en lo profundo de sus escritos, es lo que no tuvo a la vista el articulista al que he hecho referencia, para darle motivo a deslizar su tan desafortunada frase de que Marx "no se preocupó del individuo". Un imperdonable error que resulta inexcusable a estas alturas para el mantenimiento de un mínimo de rigor intelectual.

Idea estética

Marx, en propiedad no escribió ningún tratado sobre estética, hecho que no impiden reconocer en sus obras de carácter filosófico, político, o económico un inusitado interés por las cuestiones estéticas en general y por el arte y la literatura en particular. Así, Por tanto, si bien el pensamiento estético de Marx no constituye un cuerpo orgánico de doctrina de por sí, sin embargo, ello en modo alguno disminuye su importancia como un aspecto esencial para determinar su concepción del hombre y la sociedad.

La apreciación de las ideas estéticas de Marx, para que resplandezcan en toda su intensidad no pueden ser consideradas al margen de las vicisitudes de su pensamiento, presentes fundamentalmente en sus obras de juventud. En efecto, Marx, concibiendo al hombre de la sociedad comunista, ya desenajenado y en plena posesión de sus fuerzas esenciales, no podría dejar de prefigurar ante sus ojos la creación artística y el goce estético como esferas que pasarían a formar parte de las fuerzas esenciales recuperadas.

Ahora bien el dogmatismo y la esclerotización que se ha hecho recaer sobre su pensamiento, ha impedido ver en toda su apertura el papel que entrarían a jugar la estética y el arte en la futura sociedad comunista; fundamentalmente, por la nociva concepción que se hizo recaer sobre el arte en el realismo socialista, sobre todo, cuando dicha concepción determinó que la estética, al dejar de postular un trato infinitamente diverso con lo real, tuviera que establecer normas y fijar modelos, convirtiéndose así en una estética normativa, incompatible con las posiciones marxistas en que pretendía fundarse.

Es en sus obras de juventud, particularmente, en sus "Manuscritos económico-filosóficos de 1844", donde Marx se preocupó de establecer la fuente y naturaleza de lo estético. En ese entonces a Marx le preocupaba definir al hombre como productor, no sólo de objetos o productos materiales, sino también de obras de arte. Sin duda, había toda una dimensión estética de la existencia humana que tenía que ser explicada. Si el hombre por naturaleza es un creador, en su actividad no podría dejar de lado el problema de la estetización del mundo en que le tocaba vivir. Se asoma Marx a lo estético, en el momento en que llega a esclarecer todo lo que el hombre ha perdido en una sociedad enajenada, vislumbrando así cuánto puede ganar en una nueva sociedad comunista en la que rijan relaciones verdaderamente humanas. Sin duda, con Marx lo estético se integra plena y necesariamente sólo en el hombre comunista.

En este sentido, para Marx, tanto el arte como el trabajo es creación de una realidad en la que se plasman fines humanos; pero en esta nueva realidad domina sobre todo su utilidad espiritual, es decir, su capacidad de expresar al ser humano en toda su plenitud, sin las limitaciones de los productos del trabajo. Entonces, la utilidad de la obra artística depende de su capacidad de satisfacer no una necesidad material determinada, sino la necesidad general que el hombre siente de humanizar todo cuanto toca, de afirmar su esencia creadora y de reconocerse en el mundo objetivo creado por él. La sensibilidad estética surge entonces, en el momento que el ser humano requiere su afirmación frente a la necesidad física inmediata o frente al estrecho utilitarismo; sólo en ese momento puede tener para el hombre sentido el objeto estético:

La necesidad inmediata, como tosca necesidad práctica, aprisiona y estrecha al hombre sus sentidos cerrándole las vías de acceso a la riqueza humana objetivada, que, a su vez, es inseparable de su riqueza concreto-sensible. Para Marx, en la relación estética es donde el sujeto se enfrenta al objeto con la totalidad de su riqueza humana, no sólo en forma sensible, sino también en su forma intelectiva y afectiva.

Por cierto, el arte del realismo socialista no tuvo en cuenta las consideraciones más vitales que Marx preconfiguró como condición para que el arte se constituyera en el estado de cristalización de las posibilidades creadores del hombre. Y tal condición sólo podría cumplirse en el momento en que el trabajo se desenajenara, vale decir, en la sociedad comunista. En dicho estadio y sólo entonces, todo trabajo, cualquiera sea su forma, incluido por cierto el trabajo artístico, será actividad libre y creadora.

Así, para Marx, el arte y la estética serán funciones y actividades que encontrarán su plenitud humana, sólo en el momento en que el hombre logre recuperar sus fuerzas esenciales. Dicho momento, por cierto se producirá en el instante que tome posición en la sociedad, el hombre comunista ya desalienado y desenajenado; sólo entonces el hombre habrá recuperado sus fuerzas creadoras esenciales, después de haberlas perdido, al alienarse y enajenarse en una sociedad marcada por los intereses de una sociedad de clase burguesa, que para mantener sus irritantes privilegios, necesita explotar a su semejante lo cual solo puede lograrlo mediante un gradual proceso de alienación y enajenación de el mismo.

Conclusión

Muchas consideraciones más podría argumentar para demostrar la debilidad del juicio que ha dado motivo a esta nota. Imposible hacerlo, sin dejar de hacer un verdadero tratado, dada la vastedad de categorías implícitas y explícitas contenidas en la obra de Marx relacionados con el tema (preocupación por el individuo).

Creo, en mérito a la brevedad, que la exposición sintética de las ideas aquí expuestas, pueden de alguna manera, ayudar a la comprensión, en mi opinión, del enorme equívoco contenido en el artículo escrito por Federico Hernández Aguilar a que he hecho referencia. Así y todo, con el respeto que me merecen todas las personas, pienso que el rótulo aquel de que "Marx se equivocó porque se olvidó del individuo", constituye una frase muy poca afortunada y desmerece intelectualmente a quien la profirió, más sobre todo, si de acuerdo a los antecedentes que he recabado en Internet, Hernández Aguilar desde el mes de junio del año 2004, las oficia como presidente del "Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (CONCULTURA) de la república de El Salvador. Si así fuera,… ¡pobre arte y pobre cultura de El salvador!

Por último, si hay alguna cosa de la que no se le puede hacer cargo a Marx, es precisamente, haberse despreocupado de la suerte espiritual del individuo, toda vez que su pensamiento y obra se encuentra impregnada de un inmenso humanismo. Sólo, que tal como lo dijo Máximo Gorki: "El humanismo marxista es franco, no emplea declamaciones enfáticas y dulzonas sobre el amor a la humanidad. Su finalidad es enseñar a los hombres a no considerarse como una mercancía que se compra y se vende, como una materia prima que sirva para producir el oro y el lujo de la burguesía. Su tarea no es hacer declaraciones líricas sobre el amor, sino dar cabida a cada trabajador conciencia de la misión histórica de su clase, de su derecho al porvenir…"

No puedo terminar esta nota sin antes señalar a aquellos que se empeñan por estigmatizar a Marx, lanzando frases sueltas o clichés, de que si bien es lícito, y más aún necesario, ver con un espíritu crítico la obra de Marx y no tomarla como un cuerpo de ideas cerradas e inamovibles, lo cierto es también, que dicha necesaria crítica no puede dar licencia para que se diga cualquier tontera, como sin duda lo es la frase a que me he estado refiriendo, y que ha dado origen a mi contra respuesta

Fuentes:

1. Marx y su concepto del hombre (Erich Fromm) 2. Todo lo sólido se desvanece en el aire (Marshall Berman) 3. Las ideas estéticas de Marx (Adolfo Sánchez Vásquez) 4. Manuscritos filosóficos- económicos de 1844 (Carlos Marx) 5. La ideología Alemana (Carlos Marx) 6. Exposición esquemática de Carlos Marx (Salvador Ceballos)

 

Hernán Montecinos

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