Marx y su preocupación por el individuo
Enviado por Hernán Montecinos
Tardíamente me he enterado de un comentario-respuesta a un artículo de mi autoría escrito hace un año atrás. Dicho artículo hacía referencia a una encuesta hecha por la BBC de Londres que eligió a Carlos Marx como el "filósofo más importante de la historia". En su oportunidad, creí oportuno destacar dicha noticia, entre otras razones por provenir de donde provenía, por el gran universo de los encuestados, y por la calidad y altura de los filósofos que acapararon las mayores preferencias (Platón, Kant, Hegel, Nietzsche, Hume, Wittgenstein, etc.)
La respuesta a que aludo fue publicada, a modo de editorial, en "El Diario de Hoy", de la república de "El Salvador", por Federico Hernández Aguilar (editorial[arroba]elsalvador.com). A decir verdad tal comentario, ni siquiera merecería atención, ni menos respuesta, a no ser porque su autor desliza afirmaciones equívocas respecto del fondo general a que apuntan las ideas de Carlos Marx. Para el caso, y haciendo abstracción de otras tantas elucubraciones contenidas en la nota, voy a fijar la atención, particularmente, en una frase suya deslizada a modo de lapidaria sentencia: "Marx se equivocó porque se olvidó del individuo". Una afirmación tal he creído necesario no dejarla pasar, sin antes hacer presente los fundamentos que revelan su equívoco.
Voy a empezar mi refutación remitiéndome a Erich Fromm, cuando en su ensayo "Marx y su concepto del hombre", advertía: "Una de las ironías peculiares de la historia es que no haya límites para el mal entendimiento y la deformación de las teorías, aún en una época donde hay acceso ilimitado a las fuentes; no hay un ejemplo más definitivo de este fenómeno de lo que ha sucedido con la teoría de Karl Marx en las últimas décadas. Se hacen continuas referencias a Marx y al marxismo en la prensa, los discursos políticos, los libros y los artículos escritos por los estudiosos de las ciencias sociales y filósofos respetables; no obstante, con pocas excepciones, parece que los políticos y periodistas jamás han echado siquiera una mirada a una línea escrita por Marx y que los estudiosos de las ciencias sociales se contentan con un conocimiento mínimo de Marx…".
En la misma línea, seguía apuntando Fromm que no hay mayor mal entendimiento que atribuir como mayor motivación de Marx, de que el hombre pudiera conquistar mayor ganancia y bienestar económico. De esto se ha deducido que la búsqueda de mayores utilidades materiales constituiría la preocupación fundamental de su pensamiento y obra. Sin duda, una gran desviación que aún hoy persiste como tendencia en las motivaciones que animan a gran parte del sindicalismo del mundo occidental. Y no deja de tener razón Fromm, a la luz de las propias expresiones de Marx sobre la materia: "Un aumento de salarios obligado no sería más que una mejor remuneración de los esclavos y no devolvería, ni al trabajador ni a su trabajo, su significado y valor humanos".
En efecto, tal como lo señala Marshall Berman (Todo lo sólido se desvanece en el aire), pese a que Marx se identifica filosóficamente como materialista, ello no quiere decir que se encuentre primordial y preferentemente interesado en las cosas materiales que crea la burguesía. Lo que más le importa para dar curso a sus análisis son los procesos, los poderes, las expresiones de la vida y la energía humanas; es decir, hombres que trabajan, se mueven, cultivan, se comunican, organizan y reorganizan la naturaleza y a sí mismos así como también la forma de los múltiples movimientos a través de los que se interrelacionan entre ellos y las instituciones.
A saber, Marx no se detiene mucho en las invenciones e innovaciones concretas, a pesar que en momentos pertinentes los destaca en primer plano para dejar en claro el dinamismo del movimiento de transformación a que nos conduce la vorágine de la modernidad; lo que le interesa es el proceso activo y generador a través del cual una cosa lleva a la otra, como las ideas más extravagantes aparecen y desaparecen, encendiendo y alimentando nuevas formas de vida y de acción, en fin, el de como todo lo que existe, por más sólido que aparezca ante nuestros ojos "se desvanece en el aire".
Partiendo de estas premisas se mal deduce que Marx descuidó la importancia del individuo, privilegiando las condiciones materiales de su entorno antes que sus aspiraciones espirituales mismas. De esta falsa idea proviene la creencia de un Marx anti-humanista, y anti-espiritualista; el ideal de una persona bien alimentada y bien vestida, pero carente de espíritu. Por cierto una impresión alejada de la realidad, por cuanto el fin último de Marx propendió, sin lugar a dudas, a la emancipación del hombre, liberándolo de todo determinismo, fundamentalmente, del determinismo económico y, con ello conseguir la restitución de la totalidad de su esencia humana, aquella que se encontraba perdida. Aún más, resulta del todo claro en sus escritos, que toda la crítica de Marx al capitalismo apuntó precisamente a que éste ha hecho del interés por el dinero y la ganancia material el motivo principal del hombre, contraponiendo a ello el socialismo como una sociedad en la cual dicho interés material dejara de ser dominante.
Pasados los años, estos juicios, tanto de Fromm como Berman (años 61 y 81 respectivamente) no dejan de tener vigencia, más aún cuando es recurrente hoy encontrarse en los medios de comunicación con afirmaciones tales como las que dan origen a esta nota.
Ahora bien, para entrar de lleno al tema que interesa, por la vastedad y profundidad que les son inherentes a las categorías abordadas por Marx en sus numerosos escritos, voy a hacer mi refutación a partir de la síntesis de tres ideas principales que tocan directamente al fondo del juicio equívoco deslizado por Federico Hernández Aguilar en su artículo:
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