La necesidad imperativa de una Iglesia Evangélica con expresión latinoamericana (página 2)
Enviado por Alexander Cabezas
Concretamente la expansión del cristianismo evangélico se llevó a cabo por el ingreso de grupos organizados como: Las Sociedades Bíblicas y las sociedades misioneras inglesas y norteamericanas del siglo XIX.
No negamos que con la llegada de los misioneros protestantes a nuestras tierras, se marcó un importante avance e impacto comercial, social y espiritual, pero también representó en gran medida una aculturación: Vestirse y adoptar las costumbres extranjeras era visto como señal de aceptación del evangelio y de alcanzar la "civilización". Esta práctica, aunque alcanza una distancia en cuanto a las formas españolas de muerte y destrucción, no logra presentar un evangelio transformador basado en los principios y valores del Reino, sino que se continúa con métodos de imposición cultural y manipulación religiosa.
Sin embargo, es así como comenzamos a crecer como Cuerpo de Cristo en la región, buscando construir nuestra identidad con diferentes expresiones heterogéneas, raciales y culturales.
Tal como decía Mackay: "Podemos decir que como iglesia evangélica apenas estamos arañando la superficie del alma latinoamericana", pues la labor del protestantismo tiene una escasa trayectoria de 150 años.
Nuestra Misión
Definir el llamado para cumplir nuestra vocación.
En la primera mitad del siglo pasado las sociedades latinas siguieron experimentado dualismos religiosos que se presentaban como abismos que separaban al pueblo de lo sacro, de lo espiritual y de lo material. Esto fueron factores que impidieron que muchos devotos desarrollaran una fe práctica, que impactara su vida, la de su familia y su comunidad más allá del discurso.
Sin embargo, es en esta época que surgen las campañas evangélicas con hombres que portaban las Sagradas Escrituras comunicando un mensaje vivo en el "idioma de pueblo y para el pueblo".
Se promovió la cercanía con Dios; mientras en las misas los sacerdotes oficiaban de espaldas al pueblo y "de cara a Dios", en un idioma ajeno al contexto y a la realidad popular[1]
El misionero Juan A. Mackay (1988) comenta sobre el contraste que se vivía en esa época cuando opina:
Fue en este campo abonado de religiosidad y hambre de Dios donde florecieron las iglesias evangélicas, portadoras de un mensaje personal, relacional y accesible, donde la enseñanza y estudio de la Biblia ocupaba un lugar prominente, entre tanto que las formas cúlticas eran mucho más participativas y abiertas (p.27).
Y todo esto permitió que el evangelio fuese como "el nutriente, en el cual hundimos nuestras raíces más profundas; de él brotan nuestras amistades, nuestras alegrías, nuestros conflictos, nuestras frustraciones, la memoria de nuestros muertos y las esperanzas de las futuras generaciones" (Abreu, 1).
No negamos que a pesar de nuestras limitaciones (tal como veremos más adelante) las iglesias, son el escenario donde los creyentes crecen y desarrollan su fe, y su comprensión del Reino de Dios. La Iglesia constituye un movimiento que se ha preocupado por su expansión cultura y social. Se han hecho presentes en todos los ámbitos de la sociedad, los evangélicos "actúan abiertamente, no son sociedades clandestinas o encubiertas, ni suelen usar sombrillas para ocultar sus intenciones; están en las calles, en los espacios públicos, en los estadios, en los cines, en las cárceles y hospitales, sitios en donde no suelen ir las sectas (Abreu, 6).
A principios de los 1980 el pueblo evangélico amplió su misión más allá de sus fronteras y, de haber sido una iglesia receptora de misioneros, se convierte en una iglesia que envía misioneros hacia otros continentes.
La Iglesia ha moldeado en el corazón de nuestra juventud el anhelo de ser como Jesús. Ha educado en los principios básicos de la fe a nuestros niños y niñas. La Iglesia ha creado puentes entre ella y el pueblo. Para muchos es la plataforma donde se da el encuentro de una familia en la fe que cuida, sana y atiende al hambriento, al necesitado tanto material como espiritual. Muchos centros de restauración de drogadictos, y programas para la atención integral de niños y niñas se han iniciado gracias a la consciencia social que la Iglesia ha ido desarrollado. Cabe agregar que también las iglesias católicas han tenido mucha presencia social y se debe reconocer sus esfuerzos a favor de los más necesitados.
También nuestra teología trata de conjugar la ortopraxis con la ortodoxia, buscando el equilibrio entre la conceptualización y la acción cristina. La misión de la Iglesia no busca expandir el conocimiento por el conocimiento, sino la transformación y reproducción de las personas al Reino de Dios.
Es cierto que nuestras bases teológicas se comenzaron a gestar gracias a los aportes de misioneros provenientes del norte[2]lo cual no podemos ignorar o despreciar. Su trabajo vertido con sudor, lágrimas y hasta sangres, fue un importante legado en el cimiento del protestantismo en la región.
No obstante, a ello, surgieron muchos líderes, pensadores y maestros de la Palabra, que se han encargado no solo de contextualizar, sino de construir teologías desde nuestras trincheras[3]He allí una misión importante de seguir edificando desde latinos para latinos, con el fin de "ayudarnos a plantearnos interrogantes y buscar respuestas desde nuestro contexto, cuyo fin nos identifique con las problemáticas que vivimos en lo social, político y cultural entre otras. La Iglesia encarnada es aquella que tiene un alto compromiso con el mundo; considera a los niños, niñas, a los jóvenes y a los adultos en toda su esfera moral, física, espiritual y material" (Cabezas: 2008: 5).
Nuestros desafíos
Construir nuestra identidad para afrontar los desafíos.
El cuadro anteriormente presentado, no es la idealización de una Iglesia, es lo que muchos cristianos evangélicos identificarían a la luz de su experiencia personal de lo que ha sido y significado vivir dentro de las entrañas de la Iglesia. Aunque esto no significa que tengamos que cerrar nuestros ojos, e ignorar la realidad que a veces se nos presenta tal cual es, cuando reflexionamos en los muchos errores que incurrimos. No obstante, a pesar de que la Iglesia del primer siglo tuvo sus conflictos, sus luchas y desafíos, de los fieles que constantemente batallaban con las intenciones y voluntad de Dios, el Señor continuó añadiendo personas a su Iglesia (Hechos 2:47). Además, "tener respeto y convivencia por una iglesia que nos pueda parecer débil y timorata en tiempos que requieren coraje no implica que tenemos que asumir por completo la agenda de la iglesia o no sentir vergüenza por sus carencias y limitaciones" (Piedra, 2003, p 26).
Lo que hacemos refleja lo que somos, como es tan valido decir que lo que somos refleja lo que hacemos, pero ¿qué estamos haciendo?, o ¿qué deberíamos ser y hacer? Robinson Cavalcanti, teólogo brasileño, comenta sobre la iglesia evangélica en Brasil: "La falta de pertinencia del protestantismo ha llegado a tal punto que si el rapto (la parousia), ocurriera hoy, la sociedad brasileña demoraría una semana para notar que los creyentes ya no están" (Sierra, 3).
Ante dicha aseveración, que supongo no dista mucho de lo que estamos viviendo en nuestras naciones, me parece que estamos quedando en deuda con el llamado del Señor de "ser luz y sal" y ante los desafíos que se nos presentan como Iglesia. Lo cierto es que de no comprender y trabajar por la implementación de nuestra identidad evangélica, seguiremos teniendo obstáculos para el buen cumplimiento de nuestra misión, y he allí un reto en estos tiempos de globalización y pluralismo que vivimos, ante la urgencia de re-direccionar nuestro norte evangélico.[4] Por lo tanto:
Responder a los nuevos retos. Es un hecho que vivimos tiempos de muchos avance y cambios en todas las áreas; la iglesia debe estar abierta a responder tanto a las preguntas que surjan desde afuera, como las que se plantean desde adentro de su seno, estas "inquietudes de diversas circunstancias históricas nunca cesan de invitar a la Iglesia a readecuar su mensaje, en aras de ser más relevante y profética" (Piedra, 11). Además, comenta Piedra (Piedra, 21) que "todos estos cambios que estamos experimentando requieren analizar la "coyuntura eclesial para descubrir e interpretar las nuevas influencias teológicas que afectan, para bien o para mal la vida y misión de la iglesia". Cabe preguntar si ha sido esa falta de respuesta a la nuevas generaciones, lo que ha influenciado el crecimiento y la apertura de nuevas comunidades de fe independientes, ajenas a las estructuras denominacionales y a las iglesias históricas. No dudamos de la pertinencia y relevancia de muchas de estas nuevas iglesias, a pesar de sus pocas raíces históricas. Lo importante no es tanto la apelación a la historicidad del pasado, sino la realización actual de la obra del Señor, siempre y cuando no haya una intención de rivalidad, competencia o una apelación a la desmembración del Cuerpo de Cristo; recordando que el Señor solo tiene un cuerpo y por ende, una sola Iglesia.
La tarea demanda un liderazgo-siervo. Éste liderazgo emergente debe estar enmarcado precisamente por un fuerte espíritu de servicio y con una clara capacidad y disponibilidad para discernir los tiempos que estamos viviendo. Además, somos llamados a despojarnos de cualquier deseo de transcendencia, protagonismo o mesianismo, con el objetivo de trabajar con un espíritu sencillo y humilde en unidad y hermandad, no por rivalidad, jactancia u orgullo, pues estos últimos cercenan los esfuerzos del Cuerpo de Cristo.
Desarrollar y mantener una identidad latina. La historiadora y profesora cristiana Daysi Hernández, comenta que "muchas veces somos anuentes a imitar patrones de afuera que no se adaptan precisamente a nuestra realidad, y esto nos hace vulnerables". Tenemos un gran desafio al tratar de vernos como parte de una iglesia con expresión latina, concientes de nuestras virtudes, defectos y necesidades. Además, ella comenta: "La Iglesia sufre por falta de identidad propia, pues nos hemos acostumbrado a ser dependientes". Requerimos desarrollar un compromiso con una visión "teológica latinoamericanista"; lo que nos recuerda que Jesús no vino para destruir las culturas, sino para encarnarse en el corazón de ellas. Arturo Piedra (2003) dice:
La latinoamericanización del protestantismo sigue siendo una de las metas más importantes de un cristianismo de origen misionero cuya renovación demanda a la iglesia pasar por varias momentos: a) comprender las condiciones que han llevado al continente a una situación de desproporción y desigualdad social; b) conocer el legado histórico protestante especialmente su conexión con la mentalidad de las misiones que trajeron la fe al continente; c) identificar y superar los aspectos de ese legado que han conspirado contra la creatividad teológica latinoamericana; y d) clarificar la contribución que se quiere hacer como comunidad religiosa, tanto a nivel individual como social (p.31).
El peligro del poder. El protestantismo creció en medio de las crisis económicas, sociales y las guerras civiles en nuestro continente. Fue precisamente el mensaje de esperanza lo que hizo que el evangelio fuese adquiriendo aceptación gradualmente dentro del pueblo humilde y hambriento de Dios. Así florecieron las pequeñas comunidades débiles, pero fuertes en su fe y en sus convicciones. Hoy día la Iglesia tiene un desafio de seguir creciendo, pero de forma integral y sin olvidar sus raíces. De lo contario, se expone al peligro de caer en el materialismo al perseguir los números, el reconocimiento, el prestigio y poder político, para terminar "siendo servida por el pueblo", en vez de "servir al pueblo". La Iglesia no esta llamada a brillar para sí misma, sino a brillar para exaltar a Jesús, como el Señor de ella.
La Iglesia debe vivir el evangelio fuera del templo. En la misión de Dios (missio Dei), los creyentes somos colaboradores de las acciones de divinas. Urge que nos convirtamos al Reino para seguir abrazando la misión de Dios; pues él quiere que seamos "voz de aquellos que no la tienen" tales como, los niños, niñas, ancianos, las personas con discapacidad, los indígenas y otros sectores que la sociedad ha excluido y marginado. Tomar una posición pasiva o neutra ante algunas causas que demandan de nuestras acciones, no es una posición bíblica. Dios espera de nosotros que asumamos sus mismas causas, las causas de su Reino (Miqueas 6:8; Mateo 4:17; 1 Juan 3:17).
Valorar y amar a la Iglesia. Hay mucho por decir y comentar sobre los defectos, debilidades y las arrugas de la Iglesia en general. Sin embargo, no podemos ignorar que con todo y ello, ella sigue siendo la amada del Señor que él viene a buscar. Esto debería representar para nosotros un motivo de alegría y esperanza, de que el Señor aún continua trabajando, moldeando y amando a su pueblo. Por lo tanto, también nosotros estamos llamados a expresar ese mismo amor y servicio para con ella. Siendo así la labor es hacer todos los esfuerzos posibles por acompañar y trabajar al lado de las iglesias, recordando que "es en la Iglesia, al igual que en nuestras propias familias, donde primero se aplican los principios que deseamos que lleguen a cambiar las estructuras de injusticia que gobiernan el mundo" (Piedra, p.33). Sigamos sirviendo, amando y anhelando lo mejor para nuestra iglesia que aún continúa en la construcción de su identidad, recordando que la transformación plena es la tarea de Jesús y de su Espíritu Santo.
Cultivar una espiritualidad integral. Al cristiano evangélico se le conoce por ser el pueblo devoto que se mantienen en vigilia y en oración. Requerimos seguirle dando esa misma importancia a nuestra búsqueda tanto individual como colectiva, pues estaremos prestos a obtener renovación y dirección por parte de Dios, pero recordemos que el desprendernos del "mundo, no significa divorciarnos de él". Nuestra visión debe ser integral, no dualista, siempre conectados con lo espiritual dentro de la sociedad a la cual pertenecemos. Harold Segura, director regional de compromiso cristiano de Visión Mundial, dice:
Nuestras acciones diaconales deben ir acompañadas de permanente oración. De oración solidaria que aunque a veces cierra los ojos para hablar con Dios, los mantiene siempre muy abiertos ante la pobreza, el abuso, la exclusión, la violencia y tantos otros males que afectan a las niñas, niños y adolescentes de nuestra región. Nos invita a orar, como nos enseño Jesús, con el corazón puesto en el Padre y con los pies en la tierra.
Bibliografía
Cabezas Alexander. (2008). Artículo: Discerniendo los Tiempos, Hacia una teología en la Práctica. San José, Costa Rica.
González, L. Justo. (1980). La era de los Conquistadores, tomo 7. Editorial Caribe: Miami, Florida.
González, Valentín, Artículo, (n.d.), La búsqueda de identidad del protestantismo latinoamericano. Recuperado el 30 de septiembre del 2008,
Mackay, A. Juan. (1988). El otro Cristo Español. CUPSA-La Aurora, Segunda Edición: México, DF.
M. Abreu, José. Sobre la identidad evangélica, ¿Qué significa ser evangélico? (n.d.). Obtenido el 30 de septiembre del 2008 de: recursos Cristianos Evangélicos. http://www.recursos evangelicos.com/showthread.php?threadid=553
Piedra, A, S. Royy y H.F. Bullón. (2003). ¿Hacia donde va el protestantismo? Herencia y prosperidad en América Latina. Buenos Aires: Kairós.
Piedra, Arturo. (2000). Evangelización Protestante en América Latina, , CLAI, 2000: Quito, Ecuador.
Sierra, A. Ramón. Artículo (n.d.) La Identidad Cristiana: ¿Qué es ser Evangélico? Obtenido el 29 de septiembre del 2008, http://didache.nts.edu/index2.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=598Itemid=39.
Teólogo:
Alexander Cabezas
San José, Costa Rica 21 octubre 2008
[1] A partir del Concilio Vaticano II, en 1962, las misas se comenzaron a celebrar en el idioma del pueblo. Hoy día vuelve a surgir la disputa sobre el regreso de las misas en latín por parte del Papa Benedicto XVI.
[2] Del norte es una expresión que significa procedente de los Estados Unidos.
[3] No se descarta que aún continúan llegado influencias teológicas e ideológicas del norte, que no necesariamente expresan bases bíblico-teológicas, y que han encontrado aceptación en algunas expresiones protestantes; esto ha traído división y contiendas dentro del Cuerpo de Cristo.
[4] Doy mérito a la obra en donde Arturo Piedra participó. Piedra, Arturo, Sidney Roy, Bullón, Fernando. Hacia donde va el Protestantismo, Herencia y Prosperidad en América Latina, Buenos Aires, Karios, 2003. He tomado importantes aportes para esta sección sobre los desafíos de la Iglesia, en los capítulos 1 y 2. Arturo fue profesor de la Universidad Bíblica Latinoamericana, de Costa Rica, y secretario para México y Centroamérica de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL). historiador, teólogo hasta su partida con el Señor en el 2007.
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