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El referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN

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    Indice1. Introducción. Los gobiernos de UCD y el proceso de adhesión. 2. El PSOE y el proceso de adhesión. 3. El PSOE y la campaña electoral de 1982. 4. El PSOE en el gobierno. 5. La campaña del referéndum de la OTAN. 6. Opiniones sobre el referéndum. 7. Epílogo. 8. Bibliografía.

    1. Introducción. Los gobiernos de UCD y el proceso de adhesión.

    El tema de la adhesión de España a la OTAN no se planteó por primera vez hasta el final de la dictadura. Podemos decir que los primeros pasos para el ingreso de España en la Alianza se dieron durante el primer gobierno de la Monarquía, encabezado por Arias Navarro, quien durante la exposición al Pleno de las Cortes de su programa de gobierno el 28 de enero de 1976, planteó esta posibilidad al declarar que "se están considerando las alternativas posibles con la OTAN". Ya durante el primer gobierno de Adolfo Suárez se produjo un segundo impulso con la firma del Tratado Bilateral hispano norteamericano en septiembre de 1976, que establecía la creación de una comisión ad hoc para la coordinación de la cooperación entre España y los Estados Unidos con los arreglos de seguridad en el área del Atlántico Norte. A raíz de este acuerdo, comienza a manifestarse el interés de los Estados Unidos y otros países de la OTAN por el ingreso de España en esta organización. Entre las muestras de interés de los aliados por la incorporación de España podemos citar las manifestaciones de apoyo del secretario general de la OTAN Joseph Luns a diversas autoridades españolas; las reuniones celebradas entre el presidente del Comité Militar, el almirante Hill-Norton, con el Jefe del Alto Estado Mayor, general Vallespín; o la publicación de varios artículos sobre el tema en la prensa especializada norteamericana. Sin embargo, no todos los países de la OTAN eran partidarios de la adhesión española, entre ellos Noruega, Dinamarca, Holanda y el Reino Unido, por considerar que España no gozaba aún de las suficientes garantías democráticas. A partir de entonces España puso en juego una discreta presión diplomática para conseguir el apoyo de todos los países miembros de la OTAN a su eventual solicitud de ingreso, presión que fue acompañada por una cierta estrategia de acercamiento a la organización. Así, el 9 de noviembre de 1976, una delegación española de miembros del CESEDEM visitó varias instalaciones de la OTAN en Europa y fue recibida por el Comandante en Jefe, Alexander Haig. Fruto de este acercamiento es también la inauguración en la Escuela Superior del Ejército de un curso sobre la OTAN y la puesta en marcha de un Comité para el estudio de la cooperación con la OTAN. Esta estrategia pareció dar sus frutos, de manera que el 10 de diciembre la OTAN manifestaba su disposición a admitir a nuevos miembros, y en enero de 1977 el secretario general Luns declaraba ante periodistas españoles la conveniencia de que España se integrase en la OTAN, declaración apoyada poco después por el vicepresidente de los Estados Unidos Mondale. Sin embargo, esta tendencia "adhesionista" comenzó a chocar con una cierta postura ambigua del Presidente del Gobierno Adolfo Suárez, más interesado en los temas de política interior que en los de política exterior, algo totalmente lógico y comprensible dada la fragilidad de la nueva democracia española. A este respecto, aunque el programa de primer gobierno de Suárez se revisaron varias cuestiones pendientes de política exterior, no se había hecho referencia al tema de la adhesión en la OTAN. La ambigüedad de Suárez le llevó por un lado a realizar manifestaciones desfavorables, o cuando menos neutras ante la integración; y por otro a allanar el camino de cara a un posible ingreso. En cuanto al primer hecho, en una entrevista en Washington, el Presidente norteamericano James Carter le había mostrado su apoyo a la adhesión española, adhesión que Suárez rechazó por considerarla contraproducente dada la situación interna española y la necesidad de un debate nacional. En cuanto a lo segundo, continuaba la política de acercamiento a la organización, política que se reflejaba a nuestro juicio en varios aspectos:

    1. Contactos entre representantes españoles y de la Alianza.
    2. La concreción por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores de las líneas de actuación a seguir con respecto al debate sobre la OTAN, con énfasis en el carácter europeo de la relación España-OTAN para evitar un excesivo protagonismo de los Estados Unidos en el tema, y en la necesidad de integrar el problema de Gibraltar dentro de la negociación.
    3. La unificación, mediante el Real Decreto 1558 de 4 de julio de 1977, de los tres ministerios militares en el Ministerio de Defensa, unificación que equiparaba este Ministerio con los de los países de la OTAN.
    4. Las recomendaciones de la Dirección General de América del Norte y Pacífico en base a la elaboración de una serie de informes que subrayaban la implicación de España en la defensa de occidente a través del tratado con los Estados Unidos y desaconsejaban las fórmulas neutralistas por desestabilizadoras del status quo existente en Europa, status que según dichas recomendaciones, se vería mínimamente afectado por la entrada de España en la OTAN.

    El 15 de Junio 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas en España y, conforme con la línea de ambigüedad que hemos señalado anteriormente, en el programa electoral de UCD no se hacía mención al tema de la OTAN, aunque sí lo hizo Suárez en el programa de gobierno surgido de estas elecciones al declarar que el Gobierno era partidario de "la apertura de un debate por los representantes del pueblo legítimamente elegidos con vistas a examinar la posible inserción de España en el Tratado del Atlántico Norte". En marzo de 1978 se produjo un punto de inflexión en el camino de España hacia la adhesión a la OTAN, cuando en un discurso sobre política exterior pronunciado en el Senado, el ministro de Asuntos Exteriores Marcelino Oreja declaró el rechazo del Gobierno a cualquier tipo de neutralidad política, exponiendo los pros y contras de la adhesión a la Alianza y planteando la conveniencia de un debate nacional como fórmula adecuada para la adhesión. Llegados a este punto vamos a hacer unas breves referencias a la figura del ministro Oreja, por la importancia que tuvo en todo este proceso. Para Oreja, la integración en la OTAN era una pieza clave e imprescindible en el proceso de la inserción española en el bloque occidental. A diferencia de otros políticos de su época, pensaba que este proceso no se terminaba con el ingreso en la Comunidad Económica Europea, sino que requería sustituir la relación bilateral que España mantenía con Estados Unidos por otra multilateral con las grandes democracias occidentales. Y el único modo de acceder a ello era a través del ingreso en la Alianza, ingreso que por otro lado y en opinión del ministro, podía contribuir a acelerar las negociaciones para el ingreso en la Comunidad Económica Europea (CEE) así como facilitar un acuerdo con el Reino Unido sobre Gibraltar. Sin embargo, las ideas del ministro Oreja se encontraron con un doble obstáculo: por un lado, el afán del presidente Suárez por dirigir personalmente todos los aspectos relacionados con la política exterior; por otro, la falta de consenso en el seno de su partido y del Gobierno sobre estos aspectos. Todo ello condicionó la postura diplomática española ante el tema de la OTAN y provocó discrepancias entre el presidente y el ministro, discrepancias que, como veremos más adelante, llevaron a su destitución en septiembre de 1980. En estas discrepancias podemos observar una vez más la indefinición y ambigüedad del Presidente Suárez sobre el tema de la OTAN. Así, mientras Oreja se esforzaba por perfilar una política exterior que fuese "europea, democrática y occidental" y hacía lo posible por aproximarse a la OTAN, Suárez visitaba a Fidel Castro y alentaba la participación de España, como potencia observadora, en la VI Cumbre de Países No Alineados. Pero ¿cuál era la causa de esta ambigüedad o indefinición del Presidente del Gobierno? A este respecto, Val Cid menciona ciertas críticas hechas por algunos autores a Suárez en base a su antinorteamericanismo o a su sentimiento nacionalista, herencia de su pasado franquista. Para Nicholas Bray la política exterior española de esta época estuvo marcada por la "falta de seriedad y la aparente falta de consideración por las cuestiones estratégicas internacionales" del presidente del gobierno Suárez. Desde otro punto de vista, según Aldecoa, para Suárez la adhesión a la OTAN no era un objetivo a conseguir sino más bien un tema a debatir o discutir. En este sentido, la indefinición de UCD sobre el tema no sería consecuencia de una indefinición en política exterior, sino más bien de un intento de retomar el protagonismo de España como actor regional de primer orden, en base a su valor geoestratégico. Sin embargo, una explicación más coherente se basa en la importancia extrema que Suárez concedió a la política interior de cara a la implantación de un sistema político democrático y en su temor a que un desacuerdo profundo en política exterior pusiese en peligro el frágil consenso constituyente. Como afirma Fernando Rodrigo, Suárez no quería asumir el riesgo de romper una política de acuerdos entre todos los grupos Parlamentarios, riesgo que hubiera corrido de llevar a cabo la adhesión a la OTAN. En este sentido, el Gobierno de UCD consideró prioritario como objetivo en política exterior la adhesión a la Comunidad Económica Europea, un objetivo sobre el que sí había consenso entre todos los partidos políticos. Volviendo a la narración cronológica del proceso de adhesión de España a la Alianza Atlántica, en otoño de 1978 se celebró el primer Congreso de UCD, en el que se confirmó que el partido era partidario de la adhesión a la OTAN, aunque con ciertas peculiaridades y necesidades de seguridad, y se proponía que paralelamente a la integración se llegara a un acuerdo sobre el tema de Gibraltar. En cuanto al procedimiento se era partidario de un amplio respaldo popular a través del Parlamento y un debate en el momento oportuno. Pero una vez más, estos temas quedaron en segundo plano como consecuencia de asuntos relacionados con la política interior, en este caso la necesidad de lograr un consenso entre los diversos partidos para sacar adelante el texto de la Constitución y la transición democrática. Sin embargo las conclusiones de este primer Congreso no cayeron en saco roto. Así, tras la aprobación en referéndum de la Constitución Española y la convocatoria de elecciones generales para el 1 de marzo de 1979, UCD en su programa electoral se mostró partidaria de la adhesión tras un adecuado debate parlamentario, aunque prudentemente no se comprometía a llevarla a cabo en dicha legislatura. Esta postura fue ratificada por Suárez en su debate de investidura del 30 de marzo cuando insistió en que la UCD era partidaria de la adhesión a la OTAN por coherencia con su vocación europea y occidental, aunque supeditaba la adhesión a la consideración de los condicionamientos de las particularidades y exigencias de defensa del país y a la obtención de un amplio respaldo parlamentario. En esta misma línea de prudencia se manifestaba el Ministro Oreja el 18 de septiembre en una comparecencia ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados para responder a una interpelación hecha por el PSOE sobre la OTAN, al declarar que "no es todavía oportuno hablar del calendario de una eventual integración de España en la OTAN. (…) No es hoy el momento de fijar el calendario. (…)" A pesar de la declaración de intenciones realizadas por el presidente Suárez en su discurso de investidura, aparece una vez más durante esta legislatura la política de ambigüedad, con alternancia de declaraciones en contra de la adhesión -como las realizadas en Cuba a Fidel Castro- y acciones encaminadas a ese fin, como la firma de la directiva de defensa nacional 01/80 en la que se propugnaba una integración en la Alianza en condiciones ventajosas por la positiva influencia que ello tendría en la política de defensa. En la primavera de 1980 se produjo un acontecimiento de gran importancia de cara a la adhesión de España a la OTAN, y en el que ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, volvió de nuevo a desempeñar un papel trascendental. Francia veta el proceso de ampliación de la CEE, paralizando la adhesión de España a las Comunidades. El Gobierno español comienza a utilizar el ingreso en la OTAN como moneda de cambio para presionar a la Alianza y obtener la adhesión a la CEE. En este contexto el ministro Oreja realizó el 17 de junio unas declaraciones al periódico El País en las que manifestaba que el gobierno era totalmente favorable a la pronta incorporación de España a la Alianza Atlántica bajo dos condiciones: a) garantía de solución al contencioso de Gibraltar, y b) continuación del proceso de integración en la CEE. En estas declaraciones el ministro fijó por primera vez una fecha para el debate del tema, en concreto 1981. A los problemas que en política exterior había supuesto para el Gobierno el veto del Presidente de la República Francesa Valery Giscard a la ampliación de la CEE, había que sumarle las importantes dificultades por las que se atravesaba en política interna a raíz de la moción de censura presentada por los socialistas en mayo de ese año. Además UCD había recibido un fuerte varapalo en las primeras elecciones autonómicas celebradas en Cataluña y el País Vasco, Andalucía reclamaba cada vez con más ímpetu mayores cotas de autogobierno y exigía un referéndum. A consecuencia de todo lo anterior, la unidad interna de UCD se resentía y las tensiones internas eran cada vez mayores. Por otra parte las divergencias existentes entre el presidente Suárez y el ministro Oreja sobre al tema de la adhesión se agudizaron a consecuencia de las declaraciones, anteriormente mencionadas, de este último al diario El País. El 3 de septiembre de 1980 fue destituido por José Pedro Pérez Llorca, quien paradójicamente se había mostrado como un firme defensor de la vocación atlantista. Todo parecía preparado para la celebración de un debate parlamentario sobre el tema de la adhesión a la Alianza, pero una vez más el presidente Suárez retrasó el proceso, argumentando las consecuencias desestabilizadoras que dicho debate tendría en política interna dada la fuerte oposición del PSOE. La actitud del presidente español comenzó a causar preocupación en los gobiernos europeos y de los Estados Unidos, así como tensiones y distensiones en el seno de su partido. Estas tensiones acentuaron el clima de crisis que vivía UCD durante ese año, y que tuvo su cenit en el denominado "movimiento crítico" encabezado por Miguel Herrero de Miñón y que jugó un papel crucial en el II Congreso del partido. Acosado tanto dentro como fuera de su partido, Suárez tomó dos decisiones de gran importancia para la política española. En primer lugar, y envuelto en un cierto halo de secretismo, decide integrar a España en la OTAN, tal y como lo comunica el 23 de enero de 1981 al diputado Javier Rupérez y al ministro de Asuntos Exteriores belga Leo Tindemans, tras haber informado al Rey, al Vicepresidente Gutiérrez Mellado y al Ministro de Exteriores. Días más tarde – el 27 de enero- Suárez presentó su dimisión al Rey D. Juan Carlos. El nuevo Gobierno de UCD, presidido por Calvo Sotelo adoptó una postura claramente a favor de la adhesión a la OTAN. Así, en su discurso de investidura del 18 de febrero de 1981 aparece por primera vez formulado formalmente como objetivo del Gobierno la adhesión de España a la Alianza, y se propone iniciar las consultas con los grupos parlamentarios a fin de articular una mayoría, escoger el momento oportuno para ello y definir las condiciones de la adhesión. Se produce por tanto un giro en la política exterior con respecto al gobierno anterior. La política exterior de los gobiernos de Suárez se había centrado en la defensa de nuestros propios intereses, en tanto que la nueva concepción de política exterior se puede sintetizar en renuncia al protagonismo exterior y énfasis en la política de seguridad o defensa. Desde esta perspectiva, la vinculación a la Alianza Atlántica se inscribía perfectamente en esta nueva concepción de política exterior. Rodrigo (1996) ha señalado varios factores que influyeron en ese cambio radical en cuanto a la política exterior en general, y en la decisión de Calvo-Sotelo de ingresar a España en la OTAN:

    1. La mayor experiencia en política exterior de Calvo-Sotelo, que le habían hecho desarrollar una línea de pensamiento que incluía una política exterior definida, clara, democrática y occidental. En este contexto, el nuevo Presidente había sido consciente desde un principio de la estrecha relación existente entre la integración en la OTAN y la adhesión a la CEE.
    2. La necesidad de reformular las relaciones bilaterales con los EEUU, unas relaciones desequilibradas a favor de estos últimos, en las que España desempeñaba el papel de comparsa y que eran prolongación de los acuerdos firmados por Franco con Eisenhower en 1953. En mayo de 1981 se iniciaron las negociaciones, constatándose en seguida la escasa disposición de los Estados Unidos para alterar el Tratado Bilateral en el sentido que exigía España sin que antes se produjera el ingreso en la OTAN.
    3. El 23 de febrero de 1981 se produjo el intento de golpe de estado del Teniente Coronel Tejero, intento que aunque fallido provocó cierta desestabilización en la situación política interna española. Este suceso tuvo una consecuencia importante a corto plazo, en tanto que la atención política se centró en política interna y provocó un parón en el proceso de adhesión. Sin embargo, a medio plazo se hizo patente la necesidad de reciclar y "occidentalizar" a las Fuerzas Armadas para evitar futuras actuaciones antidemocráticas. Los ejércitos de los países de la OTAN podían servir en ese sentido como modelo e imagen para las españolas.

    Con todo, en mayo de 1981 la decisión de incorporar España a la OTAN ya había sido tomada. El 4 y 5 de ese mes el Consejo de Ministros de la Alianza había examinado de manera favorable el ingreso de España. Poco después, en una visita a la República Federal Alemana, el Presidente Calvo-Sotelo confirmaba el inmediato ingreso de España en la OTAN y su intención al respecto de no convocar un referéndum. A partir de entonces los acontecimientos se desarrollan con celeridad. El 20 de agosto de 1981 el Consejo de Ministros solicitó al Consejo de Estado el dictamen preceptivo sobre la entrada de España en la OTAN. El día 27 de agosto el Consejo de Estado emitió dictamen favorable, recomendando la vía del artículo 94 de la Constitución para la tramitación parlamentaria de la adhesión. Días más tarde, el gobierno de UCD presentó ante la Mesa del Congreso de los Diputados la petición de adhesión a la OTAN, petición admitida a trámite el 3 de septiembre, aunque con los votos en contra de socialistas y comunistas. El 15 de septiembre el Pleno del Congreso de los Diputados decidió, por 180 votos a favor, 126 en contra y 2 abstenciones, que la Comisión de Asuntos Exteriores era competente para tratar el proyecto de adhesión, por lo que se remitió a dicha Comisión la tramitación de la adhesión de España a la OTAN. El 8 de octubre la Comisión autorizó al Gobierno a concluir la adhesión y el 27 de octubre se iniciaba el Debate parlamentario sobre la OTAN, en un clima de movilización popular en contra. El 29 quedaba aprobado el dictamen emitido por la Comisión de Asuntos Exteriores con los 186 votos a favor de UCD, Centro Democrático, Partido Nacionalista Vasco, Convergencia i Unió y Unión del Pueblo Navarro; por los 146 en contra del Partido Socialista Obrero Español, Partido Socialista Andaluz, Partido Comunista de España, Euskadiko Ezkerra, Ezquerra Republicana de Catalunya, Partido Aragonés Regionalista y Unión del Pueblo Canario quedaba autorizada la adhesión con las siguientes condiciones:

    1. No aceptar compromisos que implicasen el almacenamiento o instalación de armas nucleares de la Alianza en nuestro país.
    2. Obtener garantías para la defensa de todo el territorio peninsular y extrapeninsular, la recuperación de la soberanía sobre Gibraltar, el fortalecimiento de la soberanía y defensa sobre toda España y la aceleración, de forma paralela, de la negociación política y económica con la CEE.

    Un mes después, el 26 de Noviembre, el Pleno del Senado ratificó la decisión de la Cámara Baja por 106 votos a favor, 60 en contra y una abstención, dejando libre el camino para la presentación en Bruselas de la petición de adhesión. Consecuentemente, el día 28 de noviembre, el ministro de Asuntos Exteriores dirigió una carta al secretario general de la OTAN, comunicándole que, en base a la autorización parlamentaria, España estaba en disposición de recibir favorablemente la invitación para la adhesión al Tratado del Atlántico Norte y se encontraba constitucionalmente autorizado para depositar, llegado el momento, el correspondiente instrumento de adhesión. El 2 de diciembre el embajador español en Bruselas, Nuño Aguirre de Cárcer, entregó oficialmente al secretario general Joseph Luns la solicitud de adhesión; el día 10 de diciembre se firmaba en Bruselas, en reunión ministerial del Consejo Atlántico, el Protocolo de Adhesión, iniciándose a partir de entonces el trámite de ratificación por los parlamentos de los quince países miembros de la Alianza. España dedicó un esfuerzo considerable para convertirse en el miembro número 16 de la OTAN con la máxima rapidez posible, consiguiéndolo en apenas seis meses. El 29 de mayo el secretario general de la OTAN dirigía una carta al Gobierno español invitándole a adherirse a la Alianza. Ese mismo día, la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores emitió el famoso comunicado por el que se anunciaba la entrega del instrumento de adhesión del Reino de España a la OTAN. El día 30, en una maniobra de adelantamiento a los obstáculos que el PSOE quería poner a la adhesión, el encargado de negocios en Washington Álvarez de Toledo, entregó el documento de adhesión al vicesecretario norteamericano de Estado Walter Stressel y España se convertía en el 16° miembro de la OTAN. Poco después la bandera española era izada en el Cuartel General de la OTAN en Bruselas y los ministros españoles de Defensa y Asuntos Exteriores participaron por primera vez en una reunión del Consejo Atlántico. El 7 de julio Javier Rupérez fue nombrado nuevo embajador en la OTAN, y comenzó a preparar las conversaciones preliminares para la integración de España en la OTAN. En dichas conversaciones se trataron temas como: a) el espacio de amenazas y su percepción, b) estado de preparación de las Fuerzas Armadas Españolas, c) asignación de fuerzas, y d) participación española en la estructura de mandos. Como hemos visto, el proceso hacia el ingreso de España en la OTAN fue un camino repleto de obstáculos y trabas, quizá premonitorio de lo que acontecería en el futuro con el acceso al gobierno del PSOE. Vamos a analizar a continuación con respecto a este tema la postura del PSOE, y de Felipe González en particular, hasta este momento como introducción a una posterior descripción del proceso por el que, según autores como Letrilliart, se produjo un cambio radical en los planteamientos socialistas ante la integración en la OTAN en apenas diez años, desde un rechazo categórico a una aceptación razonada.

    2. El PSOE y el proceso de adhesión.

    Los primeros posicionamientos del PSOE en política de defensa tuvieron un fuerte carácter neutralista y antiamericanista, como quedó reflejado en el XXVII Congreso del PSOE celebrado en diciembre de 1976 y en el que se propugnó un modelo de neutralidad activa, cuyos objetivos prioritarios eran el desmantelamiento de todas las bases extranjeras en territorio español y el desmarque de la política de bloques militares. Esta línea neutralista y de no alineación está igualmente presente en el XXVIII Congreso, celebrado en el año 1979 y en el que Felipe González asumió la secretaría general del partido. Durante el año 1980, y a consecuencia de los acercamientos del gobierno de UCD a la Alianza, la política del PSOE se transformó claramente en antiOTAN. En marzo de 1980 González hizo pública a nivel internacional su postura al defender en el Congreso de la Unión de Partidos Socialistas de la Comunidad Europea la neutralización y desnuclearización del Mediterráneo, algo completamente contradictorio con la existencia del Tratado del Atlántico Norte. En 1981, la posición del PSOE se fue radicalizando conforme avanzaban los contactos y los acercamientos a la Alianza. En febrero, durante el discurso de investidura del presidente Calvo Sotelo, González como jefe de la oposición rechazó de lleno sus argumentos a favor del ingreso en la Alianza, aduciendo que se trataba de una organización que no se encontraba al servicio de los intereses occidentales sino de los de Estados Unidos. En aquel discurso, González llegó a manifestar que "Si algún día llegásemos al poder, propondríamos la salida de la Alianza Atlántica si el procedimiento de entrada no es un referéndum mayoritario al pueblo español". En julio la decisión de ingresar en la OTAN parece estar ya tomada y arrecia la oposición socialista, buscando apoyo no sólo en la sociedad española sino entre los partidos socialistas europeos. Con dicho fin se sucedieron los actos públicos y las declaraciones en la prensa, como las que realizó Felipe González al diario El País calificando el ingreso como "barbaridad histórica" y "tremendo error", o las de Alfonso Guerra manifestando a Diario 16 que "el eventual ingreso en la OTAN convertiría a España en una Colonia de los Estados Unidos". De esta manera, la decisión de Calvo Sotelo de solicitar el ingreso en la Alianza supuso el inicio de un violento debate nacional con indudables connotaciones electorales y que se reflejó en la aparición de importantes movimientos y campañas antiOTAN. En este sentido, según Portero, el Partido Socialista hizo del rechazo a la integración una estrategia política para debilitar a la UCD y obtener la victoria en las siguientes elecciones. Esta estrategia, que se desarrolló bajo el lema "OTAN, de entrada no", se cristalizó en movilizaciones populares, como la celebrada a comienzos de julio en la Casa de Campo de Madrid y que concentró a decenas de miles de personas en contra de la OTAN, o la manifestación "Por la paz y el desarme" de 15 de noviembre en la que participaron más de 250.000 personas. Se pusieron en marcha igualmente campañas de recogida de firmas promovida por PSOE y PCE (con más de un millón de firmantes). Y como estrategia de desgaste del Gobierno dio pronto sus frutos, produciéndose una disminución paulatina del número de partidarios de la adhesión, que pasó del 20 % en julio de 1981 al 13 % en septiembre. El 3 de septiembre, un día después de que la Mesa del Congreso acordó la admisión a trámite parlamentario de la petición del Gobierno para la autorización de la adhesión, el PSOE presentó en el Congreso de los Diputados una moción solicitando la convocatoria de un referéndum. El 7 de octubre González iba un paso más lejos y se comprometía a que, en caso de que el gobierno lograra el ingreso en la OTAN y de que el PSOE ganara las siguientes elecciones, convocaría un referéndum aconsejando a la ciudadanía el voto favorable a la salida. Encontramos por fin la primera mención oficial al compromiso de celebrar un referéndum. Durante la celebración en octubre de 1981 del Debate Parlamentario sobre la OTAN, los socialistas introdujeron dos propuestas cuyo objeto era sin duda paralizar el ya irremediable proceso de adhesión y que, sin embargo, no fructificaron: a) someter a consulta del Tribunal Constitucional una posible contradicción entre el texto del Tratado y la Constitución, y b) realización de un referéndum sobre el tema. Ante el rechazo de estas propuestas, González manifestó al Congreso que el PSOE no se responsabilizaría de la decisión que estaba a punto de tomarse, y que esta responsabilidad sería sólo atribuible a los grupos que la apoyaban. Consecuentemente con esta actitud, el Partido Socialista votó en contra de la adhesión tanto en el Congreso como en el Senado. El rechazo radical del Partido Socialista a la adhesión a la OTAN se basaba en una serie de argumentos recogidos posteriormente en las resoluciones de su XXIX Congreso en octubre de 1981. En primer lugar un sentimiento antiamericanista, consecuencia de la imagen negativa que se tenía sobre la política exterior norteamericana (imperialismo) y fomentada por el apoyo incondicional americano a la dictadura del general Franco. Como señala Luis Yánez, la visión que se tenía de los americanos no era la de paladines de la libertad y de la democracia. A esto había que añadirle un cambio de opinión acerca de la guerra fría y el peligro que la amenaza soviética suponía para España, cambio de opinión basado en un análisis más crítico y real de los objetivos de la política soviética en Europa. En segundo lugar, se argumentaba que la Alianza no tenía en cuenta los intereses españoles en Gibraltar ni asumía la defensa de Ceuta y Melilla, en las que España tenía amenazas reales. Se aducía con razón que el Norte de África, posible área de amenaza para España, no se encontraba dentro del área de aplicación del Tratado de Washintong. Se temía también que el ingreso de España en la OTAN provocara un desequilibrio en el balance estratégico entre los bloques militares, aumentando la tensión internacional. No hay que olvidar a este respecto el aviso que la Unión Soviética había hecho al Gobierno español el 7 de septiembre de 1981 al entregarle un memorando en que advertía que la entrada de España en la OTAN provocaría un aumento de la tensión internacional, reforzaría la política de bloques y animaría la carrera de armamento. En último lugar, y relacionado con el anterior, el ingreso en la OTAN convertiría a España en un objetivo potencial para el Pacto de Varsovia, con el consiguiente aumento del riesgo de sufrir un ataque nuclear. Durante este Congreso se defendió igualmente que la única forma aceptable para el ingreso en la OTAN sería la decisión popular expresada a través de un referéndum consultivo, medida ésta prevista en la Constitución para temas de especial trascendencia. González volvía a comprometerse a la realización de un referéndum, en caso de que aún no se hubiera celebrado, cuando el PSOE accediera al gobierno. Todas estas medidas sobre la adhesión a la OTAN se complementaron con la elaboración de un documento titulado "50 preguntas sobre la OTAN", que rebatía los postulados adhesionistas del Gobierno de UCD, basándose en los inconvenientes que supondría la incorporación a la Alianza:

    1. La OTAN no es garantía de la supervivencia de la democracia española, tal y como lo demostraba la presencia en la Organización de regímenes totalitarios como Grecia y Turquía.
    2. No garantizaba el ingreso en el Mercado Común.
    3. Incremento notable de los gastos militares.
    4. Imposibilidad de que España constituyera una excepción en el proceso de nuclearización europea.
    5. Inexistencia de conexión entre la entrada en la OTAN y la devolución de la soberanía sobre Gibraltar.

    Como podemos comprobar, el Partido Socialista se iba complicando poco a poco la vida en el tema de la OTAN, comprometiéndose a una no integración de la que luego tendría que dar marcha atrás a expensas de importantes costes políticos. Pero la historia no termina aquí: aún nos queda por analizar la campaña para las elecciones de 1982.

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