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La racionalidad económica: The framing of decisions and the psichology of choice


  1. Abstract
  2. Introducción
  3. La Racionalidad Económica y sus Implicaciones en los Procesos Psicológicos Superiores
  4. La Economía Experimental y La Economía del Comportamiento
  5. Decisiones y Psicología de la Decisión (Decisions and the Psychology of Choice)
  6. Referencias bibliográficas

Abstract

Economic rationality, within the overall framework of theories that approaches can be understood generally as a method of choice among alternatives, or, which is the same, a management system of preferences among different economic objects. The economic rationality implies then, the necessary connection between economics and psychology of behavior, which opens the possibilities for analysis, using a knowledge dialogue, for understanding the motivational source of economic phenomena, methods or forms of election and the different arrangements that the individual states of the heterogeneous options that are presented.

Introducción

La racionalidad económica, dentro de todo el marco de teorías que la abordan, puede entenderse generalmente como un método de elección entre diferentes alternativas, o, lo que es lo mismo, un sistema de ordenación de preferencias entre diferentes objetos económicos. La Racionalidad económica, implica entonces, la necesaria conexión entre la ciencia económica y la Psicología del comportamiento, que abrirá las posibilidades de análisis, mediante un dialogo de saberes, para la comprensión del origen motivacional de algunos fenómenos económicos, métodos o formas de elección y las diferentes ordenaciones que el individuo establece sobre las heterogéneas opciones que se le presentan. En este texto consideraremos como punto de partida una idea importante: las preferencias se refieren a objetos económicos (podemos decir necesidades y recursos) y la forma en la que el individuo decide su ordenación, se basa generalmente en estimaciones sobre su valor y coste. No es la intención en este momento generar una discusión acerca de una definición muy amplia o de adentrarse en una teoría del valor. Esto porque cada sistema económico tiene asociada una forma distinta de estimar valores y costes, de lo que se podría inferir que necesariamente cada sistema económico asocia a si mismo una racionalidad diferente. Un conjunto de lo que nosotros hemos llamado hasta ahora objetos económicos puede presentar diferentes ordenaciones bajo diferentes sistemas económicos.

Para Streb (1998), se puede distinguir entre racionalidad en sentido limitado (maximización de beneficio), y racionalidad en sentido amplio (optimización). Considera que la racionalidad es un principio a nivel individual, que no necesariamente debe coincidir con la racionalidad colectiva. Las fallas de esta racionalidad se pueden ligar con problemas de racionalidad acotada y con inconsistencias en nuestras preferencias. Sin embargo, sin distinción frente a la racionalidad de la que se hable, es importante reconocer que esta debe contener algunos elementos o criterios básicos de coherencia y consistencia. Para Tversky y Kahneman (1981): "The definition of Rationality has been much debated, but there is general agreement the rational choices should satisfy some elementary requirements of consistency and coherence". (Pág., 453).

Más adelante nos referiremos a estos criterios. Bunge (Citado por Streb, 1998), por ejemplo, llama al principio de racionalidad: extremismo economicista, y lo compara con la codicia. Parece existir una confusión entre el deseo de maximizar el lucro con el de racionalidad. Realmente, lo que supone la racionalidad individual es que los individuos saben o aprenden debido a la llamada racionalidad expost; al evaluar sus propios intereses y aprender de ellos mismos. Incluso economistas que defienden en extremo la libertad de elegir reconocen limitaciones al principio de racionalidad. Friedman (1962), por ejemplo, sostiene que las decisiones exigen de individuos responsables, por lo que los locos y los menores de edad están limitados para ejercer la libertad y agrega que es difícil encontrar el límite en el cual un ser humano sea realmente libre para elegir.

Se plantean, las siguientes preguntas: ¿Puede resolver parte de la idea de racionalidad en economía, el hecho de observar el grado de maduración en el ciclo vital que va teniendo el individuo?, ¿De que forma influyen los procesos psicológicos en las decisiones económicas?. Una persona racional sabe qué prefiere, cuáles son sus gustos, esto es lo que le permite tomar una decisión. El individuo racional debe ser por lo tanto un individuo inteligente y emocionalmente maduro (Streb, 1998). Se puede pensar en muchos contraejemplos a la racionalidad individual, empezando por nuestra propia conducta, o tal vez aún mejor la de nuestra familia, que podemos también ver de cerca pero con más objetividad, para promover aun más la discusión.

Las exploraciones de las limitaciones de racionalidad todavía no están plenamente integradas en la teoría económica. Simon (1979), contrasta la racionalidad perfecta, que supone que no existen limitaciones computacionales o analíticas para encontrar la solución óptima a un problema, con la idea de racionalidad acotada. Se pueden acercar ambos enfoques agregando limitaciones informativas y computacionales a las restricciones que enfrentan decisores perfectamente racionales. Simon (1979), enfatiza que los seres humanos a lo sumo, podemos aspirar a encontrar una solución satisfactoria para la mayoría de los problemas, ya que son demasiado complejos para poder ser resueltos a la perfección.

En realidad, la racionalidad acotada resume lo que John M. Keynes entendió era su contribución fundamental a la economía, y que marca su principal corte con la teoría económica anterior. Para Keynes (1937), es imposible conocer el futuro. La base poco firme de nuestras expectativas individuales sobre el futuro, las flimsy foundations de puntos de vista fundados en extrapolaciones del presente y en las opiniones existentes en la sociedad, lleva a que estas expectativas estén sujetas a cambios bruscos y violentos.

Esto a su vez determina la inestabilidad de la inversión y del sistema económico (Keynes, 1937). Algo todavía menos explorado que la racionalidad acotada es el problema de conocer bien los propios gustos, que es parte de la madurez emocional que discute Akerlof (1991). Sabemos a veces que si no limitamos nuestras opciones, podemos tomar decisiones que después vamos a lamentar. El ejemplo clásico es el de Ulises: sabía este que no iba a poder resistir el canto de las sirenas, por lo que pidió ser atado por sus marineros, lo que nos introduce obviamente en la contradicción entre los gustos y nuestra racionalidad. Además de ser inconsistentes con nuestros propios gustos, podemos ser demasiado influenciables cuando tomamos decisiones dentro de un grupo. El caso más extremo son los grupos cerrados: de a poco, puede ir cambiando nuestra personalidad, y terminamos haciendo cosas que nunca hubiéramos sido capaces de hacer por nuestra propia cuenta, que pueden desagradarnos mucho hacer, fenómenos que conocemos bien como la obediencia indebida.

Los problemas de racionalidad se han empezado a analizar con el enfoque de la llamada Economía experimental, que trata de ver cómo individuos reales toman decisiones bajo diferentes condiciones de laboratorio, y en qué medida se violan o se confirman los postulados de racionalidad (Davis y Holt, 1993).

Los economistas han considerado casi siempre como un axioma implícito de la ciencia la existencia de una única racionalidad capaz de explicar todo el comportamiento humano, incluidos los instintos y los sentimientos de odio o de filantropía y solidaridad, etc. De hecho, el concepto de homo economicus ha sido utilizado siempre como equivalente o muy cercano al de racionalidad económica. Un homo economicus consistiría en un conjunto de supuestos que describirían los criterios que llevarían a la decisión económica de los individuos. Se podría argumentar que han existido y pueden existir diversos homo economicus, pero cada uno de ellos quedaba definido por su racionalidad, por su forma de ordenar preferencias, y por tanto cada homo economicus tendría una única y diferente racionalidad.

Hayek (1990), por ejemplo, fue el primero en cuestionar la actitud de intentar considerar al comportamiento instintivo como irracional y sugirió la existencia de una especie de racionalidad intermedia o semiracionalidad que estaría situada según sus propias palabras entre el instinto y la razón. En su obra La fatal arrogancia: errores del socialismo, se recalca un supuesto carácter antisocial de la moral existente en la sociedad tribal y una especie de moral antitribal de la sociedad capitalista: "Si pretendiéramos aplicar las rígidas pautas de conducta propias del microcosmos (es decir, del orden que caracteriza a la convivencia en la pequeña banda o mesnada, e incluso en la propia unidad familiar) al macrocosmos (es decir, al orden propio de la sociedad civilizada en toda su complejidad y extensión)—como tan reiteradamente nos recomiendan nuestras profundas tendencias— pondríamos en peligro a ese segundo tipo de orden. Y si, a la inversa, pretendiéramos aplicar la normativa propia del orden extenso a esas agrupaciones más reducidas, acabaríamos con la misma cohesión que las aglutina" (Hayek, 1990, pág. 50).

Es decir, para matizar el debate, es imposible hablar de una única y general racionalidad y la influencia en ella dependerá no solo de los contextos sociales, sino además de las condiciones emocionales y psicológicas de quien toma la decisión.

Nuestro análisis, nuestra línea argumental, debe ir mucho mas lejos de lo que plantea Hayek y se sustenta obviamente en el reconocimiento de diversas y variadas racionalidades, cada una de ellas asociada a una forma o sistema económico, muchas de ellas conviviendo de manera simultanea y como resulta obvio, muchas de ellas generando situaciones conflictivas. El presente texto, intenta realizar una breve exposición acerca de la importancia que tienen los mecanismos de acción de los procesos psicológicos fundamentales en la toma de decisiones, la racionalidad económica, a través de la obra de Amos Tversky y Daniel Kahneman, y que le hicieron merecedor al segundo del premio Nobel de Economía.

La Racionalidad Económica y sus Implicaciones en los Procesos Psicológicos Superiores

Si se estudiara reconociendo las bases etológicas subyacentes, aspectos relativos a la toma de decisiones, se podría argumentar que existe una especia de racionalidad natural, asociada a un sistema de economía natural, en la que las leyes naturales y físicas son las que efectivamente toman decisiones, seleccionando individuos de especies biológicas que toman determinadas decisiones. Existe una especie de racionalidad instintiva, asociada de nuevo a un sistema de economía instintiva, en la que el individuo toma de manera inconsciente sus decisiones en función de informaciones que poco a poco va adquiriendo en su ciclo vital.

En la sociedad contemporánea, existe una racionalidad que podríamos llamar tradicional, asociada sobre todo al sistema de economía tradicional, en la que las decisiones las toman los individuos según las estimaciones de coste y valor basadas en criterios que han sido recibidos por la tradición. Existe además una racionalidad política, asociada al sistema de economía política, en la que las decisiones generalmente se basan en esquemas de coste y valor y sustentadas en cálculos articulados expresables en términos de los derechos. Podría hablarse incluso de la existencia de una racionalidad financiera, que estaría asociada a un sistema de economía financiera, en la que las decisiones las toman los individuos según algunas estimaciones de coste y valor basadas en cálculos formales que generalmente se expresan en términos monetarios.

Las diversas racionalidades se apoyan unas en otras. La racionalidad financiera se supondría que requeriría el reconocimiento y necesidad de los derechos, es decir, en últimas de la racionalidad política. A su vez, la racionalidad política, debería estar apoyada en los principios de autoridad y tradición sin los cuales los derechos no existirían. Y la aceptación de la autoridad y la tradición como criterio de valoración y adopción de decisiones, lo que hemos llamado la racionalidad tradicional, está fundamentada en el instinto y posteriormente en el habito, o por lo menos tendría un fuerte influjo de este.

A pesar de que estas racionalidades, estén interrelacionadas, estas diferentes formas convivirían de manera simultánea, pero de forma independiente en todos los individuos. Ante un conjunto de alternativas es posible que el instinto nos proponga una ordenación racional (transitiva) determinada, la tradición proponga una ordenación diferente, el sistema de derechos proponga otra y así sucesivamente. Es posible que las diversas racionalidades propongan ordenaciones diferentes y estas entren en conflicto, sobre todo porque utilizan diferentes sistemas para las mediciones de costes y estimaciones de valores. Es por eso que frecuentemente los seres humanos actuales dudamos sobre qué decisión debemos o queremos adoptar.

De tal forma que el científico social, llámese Psicólogo o Economista, encuentra de manera habitual comportamientos que no pueden explicar con un único sistema de racionalidad. Los economistas hemos intentado habitualmente conciliar esas contradicciones, tratar de explicar una racionalidad acudiendo a otras racionalidades, se ha tratado de convencer a propios y ajenos de que había una única racionalidad: la racionalidad que estudiaba y trataba de comprender la ciencia económica. Lo que sugiere este texto principalmente es abandonar toda posible esperanza de conciliación entre las diversas racionalidades y, por el contrario, lo que se necesita es entender los diferentes instantes en los que una racionalidad prevalece sobre las otras. Para comprender estos puntos se hace fundamental el reconocimiento de la Obra de Amos Tversky y Daniel Kahneman, pero antes acercarnos a los conceptos de Economía Experimental y la Economía del Comportamiento.

La Economía Experimental y La Economía del Comportamiento

Tversky y Kahneman, se inscriben comúnmente dentro de lo que se ha dado en llamar la economía del comportamiento, que consiste en la incorporación de ideas y resultados de la psicología, la sociología y la antropología en la modelización teórica de diversas cuestiones económicas (Brandts, 2007).

La concesión del premio Nobel de Economía de 2002 a Daniel Kahnemann significó un reconocimiento importante a estas dos aproximaciones al estudio de la economía y los aportes que las ciencias del comportamiento pueden realizar en el estudio de conductas como la aversión o cercanía al riesgo, la toma de decisiones y la búsqueda de la maximización de beneficios. Ambos se consideran los padres de la behavioral Economics y de la llamada prospect theory (1979).

Tversky y Kahneman (1979), pueden incluirse en el grupo de teóricos que consideran que no siempre las elecciones de los humanos están regidas por sus intereses personales y la racionalidad perfecta, contribuyendo con esto a clarificar la idea propuesta en el texto consistente en el reconocimiento de la existencia de múltiples racionalidades. Ambos establecen límites para el modelo de la utilidad basado en la maximización de la satisfacción.

En el año de 1974, ambos autores desarrollaron una postura a partir de la cual se comienza a considerar a los seres humanos con capacidades racionales más restringidas y con un conjunto de herramientas de afrontamiento y de sesgos llamados heurísticos, los cuales se apartan de lejos de las nociones practicas de la probabilidad. Ambos han incluido procesos como el de la memoria, la motivación, la emoción, dentro de un concepto más amplio de racionalidad, haciéndola por lo tanto, más realista y fiel a la cotidianidad.

La discusión existente sobre el estatus de ciencia de la Economía, que aun agita debates y comentarios como el de Paul Krugman al realizar un chiste cruel al respecto afirmando que la Economía aspira a tener la certeza de la física y reniega constantemente de la sociología, planteando de nuevo el tema de la imposibilidad de la experimentación, debido a la incapacidad de establecer dos criterios básicos de esta: el Control, que se refiere a las circunstancias bajo las cueles se realiza y se obtiene una evidencia, se conocen bien y deliberadamente las condiciones de experimentación y la replicabilidad, que es la capacidad de repetir un experimento bajo las mismas condiciones, obteniendo el mismo resultado. Existe además un fuerte debate en torno al carácter científico y de la posibilidad de la falsicability popperiana de la ciencia económica (Sorman, 1999).

Como es obvio, las experimentaciones en Economía, no pueden generar los mismos resultados que la experimentación en Ciencias Naturales. Brandts (2007), realiza un recorrido acerca de los experimentos más sobresalientes en Economía. Muchos de ellos referidos a la teoría de la elección racional. Un ejemplo de experimentación en Economía, puede ser el siguiente: un grupo de personas recibe unas instrucciones que les sitúan ante una representación esquemática de una situación económica en la que tienen el papel de ciertos agentes como, por ejemplo, empresas, consumidores o trabajadores. Estas personas han sido invitadas expresamente al experimento y saben que se trata de una situación con un cierto carácter artificial en la que las únicas reglas explícitas vienen dadas por las instrucciones.

En un experimento típico cada participante puede escoger entre varias opciones y cada una de éstas implica ciertas ganancias monetarias, dependiendo de la decisión del participante en cuestión y posiblemente también de lo que hagan los demás participantes (Brandts, 2007). Como se observa se encuentra explicita la capacidad de elección, como expresión en lo real de la racionalidad económica tal y como se entiende tradicionalmente. El Handbook of Experimental Economics, de Kagel y Rock (1995), recoge y compila muchos de estos estudios. Los estudios de mercado también han tenido importante relevancia en la Economía experimental con los estudios pioneros de Chamberlin (1948) y de Smith (1962), quienes han consolidado estudios importantes, a partir de varios experimentos. A modo de ejemplo, en un experimento de mercado algunos participantes tienen el papel de vendedores y otros de compradores. A cada vendedor se le dota inicialmente de unidades de una mercancía ficticia y a cada una de esas unidades le corresponde un nivel de coste. A cada comprador se le dota inicialmente de uno o varios valores que representa el valor monetario que la obtención de una unidad de la mercancía tiene para el comprador en cuestión. El mercado pone en contacto de acuerdo con unas determinadas reglas a vendedores y compradores y lleva a acuerdos de transacción. Para un vendedor suministrar una unidad al comprador le implicaría el coste correspondiente a esa unidad. Eso se refleja en que si un participante que tiene el papel de vendedor en el experimento vende una unidad aun cierto precio obtendrá una remuneración correspondiente al precio menos el coste de la unidad vendida. Para un participante que tenga el papel de comprador la compra de una unidad implica una remuneración igual al valor de la unidad, inducida de forma controlada por los organizadores del experimento, menos el precio que pague por la transacción.

Para Brandts (2007), este tipo de experimentos permiten apreciar y cuantificar la eficiencia del sistema de mercado en diferentes formas de funcionamiento. Sin embargo, los datos de análisis pueden ser llevados a cabo con datos surgidos de la propia realidad económica, lo cual seria mucho mas difícil y complicado e implicaría que los experimentadores utilizaran los llamados datos de campo.

Para Brandts (2007), existen cuatro ejemplos importantes y significativos, en los cuales se pone de manifiesto el uso de la llamada utilidad de comparaciones experimentales de eficiencia. El primero de ellos es el realizado por ver Abbink, Irlenbusch, Rockenbach, Sadrieh y Selten, (2005), el segundo es el de los nuevos mercados de electricidad (ver Rassenti, Smith y Wilson, (2002) y (2003), y Brandts, Pezanis-Christou and Schram, (2006), el tercero es el de las subastas de bonos del Estado (ver Abbink, Brandts y Pezanis-Christou, 2006) y los mecanismos de matching que se emplean para asignar médicos residentes a hospitales, (Pais y Pinter 2006).

Otro campo de estudios tiene que ver con la interdependencia de las preferencias. La Economía ortodoxa, en términos de Brandts (2007), considera que las preferencias contienen una consistencia interna, mientras que no considera ni presupone nada sobre los contenidos de las preferencias, es decir, sobre los argumento concretos que inciden en las utilidades de los seres humanos. El homo oeconomicus se define precisamente por el hecho observable de que la conducta humana esta determinada por la presencia de preferencias individuales fijas que depende básicamente del consumo propio de bienes y servicios.

Estudios posteriores como los de Ledyard (1995), han introducido el concepto de preferencias sociales, en el cual no es solo la preferencia individual la que prevalece, sino la presencia de una tendencia de contribuir considerablemente en el bien público. Uno de estos experimentos de juegos públicos, es precisamente el dilema del prisionero. Uno de lo problemas que plantea el equilibrio de Nash (1998), se halla en que no conduce necesariamente a situaciones eficientes en el sentido de Pareto. El dilema del prisionero, plantea un juego en el que dos individuos (prisioneros), tienen las opciones de confesar o negar. Si solo confesaba uno de los prisioneros, este quedaba en libertad y las autoridades culpaban al otro, condenándolo a seis meses de prisión. Si ambos prisioneros negaban su participación en los hechos, ambos eran condenados a un mes por algún argumento estrictamente técnico, y si ambos confesaban, ambos eran condenados a tres meses. Si el segundo prisionero decide negar su participación en el delito, es evidente que lo mejor para el primer prisionero será confesar, ya que de esa manera quedara en libertad. De igual manera, si el segundo prisionero confiesa, lo mejor para el segundo prisionero será confesar, ya que de esa manera será condenado a una sentencia de tres meses en lugar de seis. Si ambos pudieran aguantar, mejoraría el bienestar de ambos. La estrategia (negar – negar), es suficiente en el sentido de Pareto, ya que no existe otra opción que mejore el bienestar de los dos jugadores, mientras que la estrategia (confesar – confesar), es ineficiente en el sentido de Pareto.

El dilema del prisionero, suscita numerosas críticas, en cuanto a la forma correcta o acertada de jugar o sobre la forma razonable de jugar. La respuesta parece ser que el juego depende de que este se realice una sola vez o un número infinito de veces y encierra de igual manera un problema de elección sobre la base de reconocer las referencias del otro y las expectativas propias.

Decisiones y Psicología de la Decisión (Decisions and the Psychology of Choice)

Uno de los trabajos pioneros de Tversky y Kahneman (1981), tiene que ver con el estudio de la psicología de la elección, a partir de situaciones en las cuales sujetos experimentales debían tomar decisiones. Para Tversky y Kahneman (1981): "A decision problem is defined by the acts or options among which one must choose, the possible outcomes or consequences of these acts, and the contingencies or conditional probabilities that relate outcomes to acts. We use the term "decision frame" to refer to the decision-maker's conception of the acts, outcomes, and contingencies associated with a particular choice". (Tversky y Kahneman, 1981, pag, 453). Un problema de decisión implica por lo tanto, la presencia de una racionalidad ante las posibles opciones existentes y encierra el reconocimiento de posibles consecuencias de una elección particular. En ultimas la coherencia propia e interna de esa escogencia. Para Tversky y Kahneman (1981): "The frame that adecision-maker adopts is controlled partly by the formulation of the problem and partly by the norms, habits, and personal characteristics of the decision-maker". (Ibid, Pag, 453). Ambos autores reconocen la influencia que los aspectos psicológicos expresados en las normas, los hábitos y las características personales tienen en las decisiones adoptadas por los sujetos de experimentación y o los decisión-makers. Estas condiciones psicológicas son las que realmente proporcionan la coherencia interna que garantiza la elección de los sujetos y es en estas en las que se sustentaría cualquier concepción cercana a la realidad acerca de la racionalidad económica.

Sin embargo, ambos autores reconocen que en situaciones de riesgo y en estudios de aversión al riesgo, la teoría que mejor explica el comportamiento en términos de elecciones internas es el modelo de utilidad esperada. Para Tversky y Kahneman (1981): "The major theory of decision-making under risk is the expected utility model….The choices of an individual who conforms to the axioms can be described in terms of the utilities of various outcomes for that individual" (Ibid, pág, 453).

Los experimentos realizados en la lectura de Tversky Kahneman, nos muestran un nuevo campo de análisis y de relación entre la Ciencia Económica y los procesos de Psicológicos Superiores que generan por lo tanto un nuevo campo de acción para investigar en términos de la ampliación del concepto de Racionalidad Económica.

Referencias bibliográficas

– Brandts J. (2007). "La Economía Experimental y la Economía del Comportamiento". Instituto de Análisis Económico (CISC), Barcelona. Junio 2007. Preparado para: Filosofía y Economía: Un mirada metodológica. Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía.

-Cruz, J. (2003). "Daniel Kahneman: Un nuevo premio Noble de Economía para la Psicología". Revista Latinoamericana de Psicología. Año/Vol. 35. Nº 001. Fundación Universitaria Konrad Lorenz. Bogotá. Colombia. Págs. 119 – 121.

-Friedman, M (1963), "Capitalism and Freedom". Chicago: University of Chicago Press.

-Hayek, F. A. (1990). "The Fatal Conceit: The Errors of Socialism". London. Routledge.

-Keynes, J. (1974). "Teoría General de la Ocupación el Interes y el Dinero". Fondo de Cultura Económica. México.

-Smith, V. (1962), "An Experimental Study of Competitive Market Behavior", 70, 111-137.

-Sorman, G. (1999). "Los Grandes Pensadores de nuestro tiempo". Ed. Planeta.

-Simon, H (1979). "Rational decision making in business organizations". American Economic Review 69, 493-513. Septiembre 1979.

-Streb, J. (1998). "El significado de la Racionalidad Económica". Documento de Trabajo Universidad de CEMA. Noviembre de 1998.

-Varian, P. (1998). "Microeconomía Intermedia un enfoque Actual". Ed. Antonio Bosch. 4º Edicion. España.

-Tversky A, y Kahneman, D. (1981). "The Framing of Decisions and the Psychology of Choice". En : Science, New Series, Vol. 211, No. 4481. (Jan. 30, 1981), pp. 453-458.

 

 

Autor:

Henry Daniel Vera-Ramírez[1]

Docente Corporación Universitaria Minuto de Dios.

 

[1] Docente Corporación Universitaria Minuto de Dios. E-mail: davera01[arroba]yahoo.com