Primera carta anarquista
(Carta desde la cárcel de los ángeles)
"Esta carta la escribo hoy, trece de junio de mil novecientos ocho, queridos hermanos práxedis y enrique, para comunicarles un asunto que, a mi modo de ver, es de capital importancia.
La idea que paso a mostrar a ustedes, se la expuse ya a nuestro compañero librado, quien está de acuerdo con ella, vamos al grano.
Ustedes saben tan bien como yo, que ninguna revolución logra hacer prevalecer después del triunfo y hacer prácticos los ideales que la inflamaron y esto sucede porque se confía, que el nuevo gobierno hará lo que debió hacer el pueblo durante la revolución.
Siempre ha sucedido lo mismo.
En todas partes se enarbola una bandera con reformas más o menos importantes; se agrupan alrededor de ellas los humildes; se lucha; se derrama más o menos abundantemente la sangre.
Si triunfa la revolución, se reúne un consejo encargado de reducir a leyes los ideales que hicieron al pueblo tomar las armas y batirse.
Al congreso van individuos de todas clases de ideales, avanzados unos, moderados otros más.
En la lucha de todas estas tendencias, las aspiraciones de la revolución se marchitan, se desvirtúan.
Y después de largos meses, cuando no después de largos años, se vienen aprobando leyes, en que ni siquiera se adivinan los ideales por los cuales dio su sangre, el desdichado pueblo.
Pero supongamos que por un milagro se dicten leyes en las que brillen en toda su pureza los ideales de la revolución, cosa, que nunca se ha visto ciertamente, porque muy pocos diputados, tienen los mismos ideales que el pueblo que empuño las armas.
Supongamos que el milagro se realiza y que en el caso especial de nuestra lucha, el congreso ordena el reparto de las tierras, la jornada de ocho horas y el salario no menos de peso.
¿Podemos esperar que los terratenientes se crucen de brazos, para dejar escapar lo que los hace poderosos y les permite vivir en la holganza?
Los dueños de toda clase de empresas donde se emplean brazos, ¿no cerrarán sus negocios o, al menos, disminuirán el número de obreros que emplean, para obligar al gobierno a revocar la ley, con la amenaza del hambre del pueblo, fingiendo que les es materialmente imposible pagar más o menos por horas de trabajo?
Agotados los recursos para la revolución, el pueblo se encontraría en una condición más difícil, que en aquella por la cual se vio obligado a rebelarse.
El pueblo, sin pan, escucharía las palabras de los burgueses quienes acaudillarían a los asalariados, para derrocar al nuevo gobierno, con lo que se salvarían de perder sus tierras unos y de hacer concesiones a los trabajadores, los otros.
Los ricos se rebelarían, cuando se trate de hacer práctico el programa del partido liberal, en el caso de que, por un verdadero y único milagro en la historia de las revoluciones de los pueblos, se hubieran conservado intactos los ideales de la revolución después del triunfo.
Como anarquistas sabernos bien todo esto. Sabemos bien, lo que hay que esperar del mejor gobierno, que pueda pesar sobre cualquier pueblo.
Como anarquistas, debemos poner todo de lo que esté a nuestro alcance para que la revolución que está en vísperas de estallar dé al pueblo, todos los beneficios que sean posibles conquistar.
Todo se reduce a una mera cuestión de táctica. si desde un principio nos hubiéramos llamado anarquistas, nadie, a no ser unos cuantos, nos habría escuchado.
Sin llamarnos anarquistas, hemos ido prendiendo en los cerebros ideas de odio contra la clase poseedora y contra la clase gobernante.
Ningún partido liberal en el mundo tiene las tendencias anticapitalistas, como el que está próximo a revolucionar México y eso se ha conseguido sin decir que somos anarquistas.
No lo habríamos logrado ni aunque nos hubiéramos titulado no ya anarquistas como somos, sino simplemente socialistas, todo es, pues, cuestión de táctica.
Debemos de dar la tierra al pueblo en el curso de la revolución; de este modo no se engañará después a los pobres.
No hay un solo gobierno que pueda beneficiar al pueblo contra los intereses de la burguesía.
Esto lo saben bien ustedes como anarquistas y, por lo mismo, no tengo necesidad de demostrarlo con razonamientos o con ejemplos.
Debemos también dar posesión al pueblo de las fábricas, las minas, etcétera.
Para no echarnos encima a la nación entera, debemos seguir la misma táctica que hemos ensayado, con tanto éxito.
Nos seguimos es llamando liberales en el curso de la revolución, pero en realidad iremos propagando la anarquía y ejecutando actos anárquicos.
Iremos despojando a los burgueses y restituyendo al pueblo.
He aquí que el medio que se me ocurre y que someto a la atención de ustedes.
En virtud de la revolución las fábricas, las haciendas, las minas, los talleres, etc., van a cerrar sus puertas.
No porque los trabajadores tomen las armas, pues no todos las tomarán, sino por otras razones.
Entre las cuales pueden contarse la paralización o amortizamiento de las transacciones comerciales, debido a la irregularidad que hay para los intereses, en tiempos en que el respeto a la autoridad, está relajado y la orden en todos los lugares dominados por la revolución, de que no se pague a los trabajadores menos de un peso, por la jornada establecida por ocho horas.
La consecuencia de ese proceder de la burguesía será el hambre, porque agotadas las existencias no se da paso a producir más.
Nosotros no deseamos esperar a que llegue el hambre.
Tan pronto como una hacienda paralice sus trabajos, una fábrica cierre sus puertas, una mina deje de extraer metal, etcétera, invocaremos la utilidad pública de que no cese el trabajo.
Cualquiera que haya sido el pretexto de los amos para suspenderlo y con la razón deque es preciso reanudar los trabajos, para impedir el pauperismo, daremos a los trabajadores, las negocios que hayan cerrado los burgueses, para que los obreros sigan laborando bajo un pie de igualdad.
Para evitar que los trabajadores así beneficiados, pretendan hacerse burgueses a su vez, se prescribirá que todo el que entre a trabajar a esas negociaciones, tendrá derecho a participar una parte igual a la de los demás.
Los trabajadores mismos administrarán esas negociaciones.
Si se trata de haciendas, seria injusto dar todo el terreno a los trabajadores de las mismas, porque entonces muchos se quedarían sin nada.
Se daría a los trabajadores de haciendas, lo que actualmente trabajan en ellas, reservándose lo que no se utiliza para los demás pobres.
Como los trabajadores de las haciendas seguirán trabajándolas conforme a este plan, los que quieran tierras, de las que no se utilizan actualmente, al ver la excelencia del trabajo en común practicado por los peones redimidos, en lugar de trabajar la tierra individualmente, querrán trabajar en común también ellos.
Así no habrá necesidad de fraccionar la tierra en parcelas, con lo que se ahorraría la junta, el odioso trabajo de dar a cada quien que lo solicite un pedazo de tierra.
Aunque queden las negociaciones en manos de los trabajadores, se prohibirá su enajenación como en el programa se prescribe para las tierras.
De este modo se reanudará el trabajo en medio de la revolución y se habrá hecho una obra anarquista invocando la necesidad de que no cese la producción para evitar el hambre de las masas.
Hay que tener en cuenta, que no contando los trabajadores con moneda para comprar lo que necesiten para vivir, es preciso que ellos mismo establezcan una comisión de estadística.
Misma que llevará un control de los recursos con que cuenta cada región dominada por la revolución, así como las necesidades de los habitantes laboriosos de la misma región.
Teniendo ese registro los trabajadores se cambiarán mutuamente sus productos y habrá tal exceso de producción, que podrán fácilmente sin sacrificio mantener a los soldados de la revolución.
Además se aconsejará a los trabajadores, que estén armados ellos mismos, para defender lo que la revolución les ha dado, de las embestidas que den los soldados de la tiranía y la probable acometida que nos den los gringos o algunas de las naciones.
Al principio no molestaremos a los burgueses extranjeros, sino hasta que el pueblo casi todo, tenga algo material que defender y algo para hacerse respetar.
Cuando los parias tengan algo que defender, veremos que no habrá uno que deje de empuñar el fusil.
Se presentarán problemas nuevos, pero no creo que sean de difícil solución, estando los mismos trabajadores interesados en el asunto.
Vendrán, además muchos anarquistas españoles e italianos al ver lo que está ocurriendo y ellos ayudarán muy bien.
Me parece que sería muy bueno, que uno de nosotros fuera a dar una vuelta durante la revolución, para animar a aquellos compañeros a darnos una buena ayuda, viniendo a agitar las masas y dirigirlas en todo lo que se necesite.
Yo creo que vendrían muchísimos y hasta se les pondría costear el viaje derramándose después por todo el país una nube de compañeros.
Obrando como propongo, si no se vence al menos habrá quedado una gran enseñanza.
Ya estoy cansado.
Escribo en posición tan forzada que me duele el pecho del que, entre paréntesis, estoy ya muy enfermo.
No ceso de toser, me duele la espalda y me siento mal, muy mal. lo que me sostiene es que no me abato.
El frío que continuamente hay en esta cárcel me está agravando.
Pesaba doscientas y diez y ocho libras y hoy sólo peso ciento sesenta y ocho.
La cárcel es de hierro; nunca recibe un rayo de sol.
El viento frío sopla de día y de noche y delicado como he sido siempre de los pulmones.
Siento que no resistiré otro invierno en esta cárcel en donde no hay calentadores para los presos.
Tengo un catarro muy fuerte, desde que nos metieron a la cárcel no se me quita, se me calma dos o tres días, pero para atacarme con más fuerza.
En este momento estoy a acalenturado. la fortuna es que no me abato y así mismo me doy fuerza. Pero volvamos al asunto que motiva esta carta.
Creo que es necesario que vengan muchos anarquistas, para que aleccione al pueblo.
Además, es bueno hacer reimprimir folletos y libros anarquistas para que sean repartidos por millones.
De ese trabajo pueden encargarse amigos de confianza.
No debemos mandar representantes, cerca de los gobiernos extranjeros, porque entonces entraríamos a un mar de compromisos que quitarían a la revolución su carácter especialísimo.
Debemos cultivar relaciones internacionales, pero no con los gobiernos, sino con las organizaciones obreras de todo el mundo, ya sean simplemente tradeunionistas, socialistas o anarquistas.
No se me ocurre algo más por lo pronto. Librado los saluda cariñosamente. Reciban un fuerte abrazo de su hermano Ricardo que mucho los quiere.
Continúo hablando del mismo hoy, quince de junio, queridos hermanos.
Va a haber burgueses muy ladinos, que al ver lo que pasa a sus compañeros, no cerrarán sus negociaciones y entonces no habrá pretexto inmediato para arrebatarles la propiedad.
En ese caso que va a ser tal vez más frecuente, se agitará a los obreros de esas negociaciones para que pidan "imposibles", de manera que los patrones se vean forzados a cerrar.
Entonces los obreros tomarán posesión de la negociación.
Sé que de escoger dos caminos en que deba mejor seguirse para las expropiaciones, la junta puede decretarlas o bien los obreros pueden consumarlas.
En este caso, que me parece el mejor, porque disfrazada muy bien el carácter anarquista de la junta, no debemos más que aprobar hechos consumados.
Para seguir está última táctica hay necesidad de hacer una gran agitación entre los obreros, repartirles folletos, libros, meter entre ellos agitadores anarquistas.
Todo esto puede hacer muy bien (me refiero a la agitación) y creo que, lo que se haga por los obreros mismos, será más sólido que lo que se haga por decreto de la junta.
La cuestión es traerse, una vez comenzada y formalizada la revolución, un gran número de compañeros de Europa y fomentar en México la publicación de muchos periódicos anarquistas.
Como tendremos dinero esto se podrá hacer fácilmente.
Sólo los anarquistas van a saber que somos anarquistas.
Les aconsejaremos que no nos llamen anarquistas para no atemorizar a tanto imbécil, que en el fondo de la conciencia abrigan ideales como los nuestros, pero que sin saber que son ideales anarquistas.
Están acostumbrados a oír hablar a los anarquistas en términos desfavorables.
Mas bien que imbéciles son ignorantes. no hay que se injustos.
lo que se haga por los obreros mismos, tendrá que ser más sólido, por ser resultado de un esfuerzo consciente.
Así pues, creo que esa será la mejor táctica: incitar a los obreros induciéndolos a que expropien.
La junta ante los hechos consumados tendrá que aprobar.
Así seguiremos dando "el timo" de liberalismo en beneficio de nuestros bellos ideales.
Me parece que no tengo más que agregar.
Si librado o yo tenemos hoy visita extraordinaria, tal vez podamos echar fuera esta carta y mi anterior adjunta.
Hoy es diez y siete de junio y me refiero, querido hermanito, a la tuya de ayer, quedamos enterados de que saldrán el próximo sábado.
Hermanito, deseamos que no te ocurra nada desagradable en el viaje.
a paulina o a Rómulo, como lo indicas, ocurriré cuando se trate o llegase aquí algo en secreto, quedando entendido de que conocen la clave.
Ayer hable con el compañero gaitán, quien va a el paso con Goliat para entrar a la lucha.
La compañera de gaitán sale mañana para el paso y convenimos que ella te llevará como equipaje el bulto de manifiestos, la oportunidad es brillante.
Si ya enviaste a ulibarri todos los membretes, quedará listo el asunto.
manda decir desde luego a gaitán, ulibarri o loya, la dirección a que debe ir el bulto de manifiestos para que no haya tropiezo.
Toma nota dirección prisciliano y de la indicación de si es a paulina a quien debo por conducto del excelente salvador mandar lo que para ustedes tenga, para que ella le dé curso.
Ustedes con más acierto, podrán resolver sobre lo que propone, la formación de la primera zona de occidente; pero me parece que es muy poca la sierra para constituir una zona.
Magnífica la noticia de la unión del escuadrón zaragoza con díaz guerra.
No caben rollitos más gruesos, que los que hacen con papel de fumar wheat straw.
En este papel me has de escribir, digo esto porque no me puede dar salvador la carta que rompiste en cuatro.
Tal vez en ella se diga sobre Díaz quintas.
Ya no es tiempo para ir a verlo, no urge.
Yo también opino porque se publique revolución, el nombre después de todo es lo de monos, pero por un romanticismo muy natural, me gustaría que fuera regeneración el periódico.
No tengo más que decir querido hermanito, sino que me quedo desesperado porque también quisiera estar cerca del teatro de los próximos deseados sucesos.
Yo creo ahora sí, no podrá sofocar el viejo la revolución y que al fin el pueblo se hará justicia.
Ojalá que la sangre que se derrame, sea fecunda en bienes para el proletariado.
Creo que lo será, si nos proponemos, mejor que obtener un triunfo fácil allanándonos a la burguesía, obtener verdaderas libertades para el pueblo, emancipándolo económicamente, paso a paso o salto a salto, como se pueda en el curso de la grandiosa revolución, en cuyos umbrales nos hallamos.
Sueño con grandes, efectivas conquistas durante la revolución.
Es muy posible que nuestra revolución rompa con el equilibrio europeo y se decidan aquellos proletarios a hacer lo que nosotros.
Tal vez si llevamos a cabo lo que propongo, se nos echen encima las potencias de Europa.
Esto será el último acto de la farsa gubernamental, porque estoy seguro no nos dejarán perecer, nuestros hermanos del otro lado del mar.
Si logramos tener éxito durante la revolución, esto es, si logramos ir despojando y restituyendo, no importa que se prolongue por años muestro movimiento.
Debemos esforzarnos porque la mayoría de los jefes y oficiales revolucionarios sean más o menos hombres de nuestro modo de pensar.
Al afecto gritan, como palomares, como otros más, Loyolas por ejemplo, para que esté la fuerza de nuestra parte, porque hay muchos, muchísimos, que no piensan sino en su engrandecimiento personal.
Teniendo el mando los libertarios haremos una gran obra.
Para jefes de zonas donde no hay ahora grupos debemos nombrar libertarios.
Una fenomenal propaganda libertaria se impone, procuraremos encargar, nos envíen folletos y periódicos anarquistas y reimprimirlos en méxico, con dinero que se arranque a los burgueses.
Todo ese trabajo lo pueden desempeñar amigos de confianza para que la junta siga conservando aparentemente un papel "libre".
Siguiendo la táctica que a ustedes propongo en la adjunta carta, no volveremos a tener la oportunidad mejor para trabajar por el ideal, como en medio de la revolución.
Ya me despido.
Envio un fuerte abrazo a todos, y para ti, hermanito, mi grande fraternal cariño. Librado también los saluda a todos".
Ricardo Flores Magón.
1º. de octubre de 1910
Tierra
"Millones de seres humanos dirigen en estos momentos al cielo su triste mirada, con la esperanza de encontrar más allá de las estrellas que alcanzan a ver, ese algo que es el todo porque constituye el fin, forma el objeto del doloroso esfuerzo, del penoso batallar de lo especial del hombre.
Desde que sus pasos vacilantes la pusieron un palmo delante de las especies irracionales.
Ese algo es la felicidad.
¡la felicidad! "la felicidad no es de este mundo", dicen las religiones.
"la felicidad está en el cielo, está más allá de la tumba".
Y el rebaño humano lenta a la vista, e ignorante de la ciencia del cielo, piensa que éste está muy lejos, cuando sus pies se apoyan precisamente en ese astro, que con sus hermanos constituye la gloria y la grandeza del firmamento.
La tierra, forma parte del cielo: la humanidad, por lo mismo, está en el cielo.
No hay que levantar la vista, con la esperanza de encontrar la felicidad, detrás de esos astros que embellecen nuestras noches: la felicidad está aquí, en el astro tierra, y no se conquista con rezos, no se consigue con oraciones, ni ruegos ni humillaciones, ni llantos.
Hay que disputarla de pie y por la fuerza, porque los dioses de la tierra, no son como los de las religiones: blandos a la oración y al ruego, los dioses de la tierra tienen soldados, tienen polizontes, tienen jueces, tienen verdugos, tienen presidios, tienen horcas, tienen leyes.
Todo lo cual constituye lo que se llaman instituciones, montañas escarpadas que impiden a la humanidad alargar el brazo y apoderarse de la tierra.
Hacerla suya, someterla a su servicio, con lo que se haría de la felicidad, el patrimonio de todos y no el privilegio exclusivo de los pocos que hoy la detentan.
la tierra es de todos.
cuando hace millones de millones de años, no se desprendía aún la tierra del grupo caótico que andando el tiempo había de dorar el firmamento de nuevos soles.
Después por el sucesivo enfriamiento de ellos, de planetas más o menos bien acondicionados para la vida orgánica, este planeta no tenia dueño.
Tampoco tenía dueño la tierra, cuando la humanidad hacia de cada viejo tronco del bosque o de cada caverna de la montaña, una vivienda y un refugio contra la intemperie y contra las fieras.
Tampoco tenia dueño la tierra, cuando más adelantada la humanidad en la dolorosa vida de su progreso, llegó al periodo pastoril: donde había pastos allí de estacionaban las tribus que poseían en común los ganados.
El primer dueño apareció con el primer hombre que tuvo esclavos para labrar los campos.
para hacerse dueño de esos esclavos y de esos campos necesitó hacer uso de las armas y llevar la guerra a una tribu enemiga.
fue pues, la violencia el origen de la propiedad territorial, y por la violencia se ha sostenido desde entonces hasta nuestros días.
las invasiones, las guerras de conquista, las revoluciones políticas, las guerras de dominar mercados, los despojos llevados, a cabo por los gobernantes y sus protegidos son los títulos de la propiedad territorial.
títulos sellados con la sangre y con la esclavitud de la humanidad.
este monstruoso origen de un derecho absurdo, porque se basa en el crimen, no es un obstáculo para que la ley llame sagrado a ese derecho, como que son los detentadores mismos de la tierra, los que han escrito la ley.
La propiedad privada territorial se basa en el crimen, y por lo mismo, es una institución inmoral.
Esta institución es la fuente de todos los males que afligen al ser humano.
El vicio, el crimen, la prostitución, el despotismo, de ella nacen.
Para protegerla se hacen necesarios el ejército, la judicatura, el parlamento, la policía, el presidio, el cadalso, la iglesia, el gobierno y un enjambre de empleados y de zánganos, siendo todos ellos mantenidos precisamente por los vinieron a la vida cuando la tierra estaba ya repartida entre unos cuantos bandidos que se apropiaron por la fuerza o entre los descendientes de esos bandidos, que han venido poseyéndola por el llamado derecho de herencia.
La tierra es el elemento principal del cual se extrae o se hace producir todo lo que es necesario para la vida.
De ella se extraen: metales útiles, carbón, piedra, arena, cal, sales. Cultivándola, produce toda clase de frutos alimenticios y de lujo.
Sus praderas proporcionan alimento al ganado, mientras sus bosques brindan su madera y las fuentes sus linfas generadoras de vida y de belleza.
y todo esto pertenece a unos cuantos, hace felices a unos cuantos, da poder a unos cuantos, cuando la naturaleza lo hizo para todos.
De esta tremenda injusticia, nacen todos los males que afligen a la especie humana.
Al producir la miseria, ésta empuja al crimen, la miseria bestializa el rostro, el cuerpo y la inteligencia.
Degradadas y, lo que es peor, sin conciencia de su vergüenza, pasan generaciones en medio de la abundancia y de la riqueza sin probar la felicidad acaparada por unos pocos.
Al pertenecer la tierra a unos cuantos, los que no la poseen, tienen que alquilarse a los que la poseen, para siquiera tener en pie la piel y la osamenta.
¡la humillación del salario o el hambre: este es el dilema!
Este es el dilema con que la propiedad privada territorial recibe a cada nuevo ser que viene a la vida.
Ddilema de hierro que empuja a la humanidad a ponerse ella misma las cadenas de la esclavitud, si no quiere perecer de hambre o entregarse al crimen o la prostitución.
Preguntad ahora por qué el gobierno, por qué roba o mata el hombre, por qué se prostituye la mujer.
Detrás de las rejas esos pudrideros de carne y de espíritu que se llaman presidios, miles de infortunados pagan con la tortura de su cuerpo y la angustia de su espíritu.
las consecuencias de ese crimen, elevado por la ley a la categoría que de derecho sagrado: la propiedad territorial.
En el envilecimiento de la casa pública, miles de jóvenes prostituyen su cuerpo y estropean su dignidad, sufriendo igualmente las consecuencias de la propiedad privada territorial.
En los asilos, en los hospicios, en las casa de expósitos, en los hospitales, en todos los sombríos lugares donde se refugian la miseria, el desamparo y el dolor humano, sufren las consecuencias de la propiedad privada territorial hombres y mujeres, ancianos y niños.
Presidarios, mendigos, prostitutas y huérfanos y enfermos levantan los ojos al cielo con la esperanza de encontrar más allá de las estrellas que alcanzan a ver, la felicidad que aquí les roban los dueños de la tierra.
Y el rebaño humano inconsciente de su derecho a la vida, torna a encorvar la espalda trabajando para otros la tierra con que la naturaleza los obsequió, perpetuando con su sumisión el imperio de la injusticia.
Pero de la masa esclava y enlodada surgen los rebeldes; de un mar de espaldas emergen la cabeza de los primeros revolucionarios.
El rebaño tiembla presintiendo el castigo; la tiranía tiembla presintiendo el ataque y rompiendo el silencio, un grito que parece un trueno, rueda sobre las espaldas y llega hasta los tronos: ¡tierra!.
"¡tierra!" gritaron los gracos: "¡tierra!" gritaron los anabptistas de munzer; "¡tierra!" grito babeuf; "¡tierra!" grito bakunin; "¡tierra!" grito Ferrer; "¡tierra!" grita la revolución mexicana.
Este grito, ahogado cien veces en la sangre en el curso de las edades.
Este grito corresponde a una idea guardada con cariño a través de los tiempos de todos los rebeldes del planeta.
Este grito sagrado transportará el cielo con que sueñan los místicos, a este valle de lágrimas cuando el ganado humano deje de lanzar su triste mirada al infinito y fije aquí, en este astro que se avergüenza de arrastrar la lepra de la miseria humana entre el esplendor y la grandeza de sus hermanos del cielo.
Taciturnos esclavos de la gleba, resignados peones del campo, dejad el arado.
Los clarines de acayucan y jiménez, de palomas y las vacas de biseca y Valladolid, os convocan a la guerra para que toméis posesión de estas tierras, a las que dais vuestro sudor, pero os niega sus frutos.
Porque habéis consentido con vuestra sumisión, que manos ociosas se apoderen de lo que os pertenece, de lo que pertenece a la humanidad entera.
De lo que no puede pertenecer a unos cuantos hombres, sino a todos los que hombres y a todas las mujeres que, por el sólo hecho de vivir, tienen derecho a aprovechar en común, por medio del trabajo, toda la riqueza que la tierra es capaz de producir.
¡Esclavos, empuñad el Winchester, trabajad la tierra¡ cuando hayáis tomado posesión de ella.
Trabajad en estos momentos la tierra, es remacharse la condena porque se producen más riqueza para los amos.
La riqueza es poder, la riquezas es fuerza, fuerzas física y fuerza moral, y los fuertes os tendrán siempre sujetos.
Sed fuertes vosotros. sed fuertes todos y ricos haciéndoos dueño de la tierra; pero para esto necesitáis el fusil; compradlo, pedidlo prestado en último caso, y lanzaos a la lucha gritando con todas vuestras fuerzas:¡tierra y libertad¡". (De regeneración)
22 de octubre de 1910
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