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Violencia al anciano


  1. Los trileros
  2. La estampita
  3. El tocomocho
  4. El nazareno
  5. El falso instalador de gas
  6. El desahuciado
  7. Los pequeros
  8. Prevención de los timos y estafas
  9. Bibliografía

Un estudio "Maltrato de personas mayores en la familia en España", elaborado por el Centro Reina Sofía, reflejaba que una de cada 100 personas mayores de 65 años se sentían víctima de maltrato en el ámbito familiar, lo que significaba que en nuestro país había 60.000 ancianos afectados por vejaciones en el hogar. El porcentaje, aunque estaba dos puntos por debajo de la media de otros estudios europeos, fue considerado como "preocupante" por los expertos, sobre todo si se tiene en cuenta que casi cinco de cada 100 cuidadores reconocían que agreden a los ancianos a su cargo.

Este trabajo, presentado en junio de 2008 en Valencia por la autora, Isabel Iborra, fue el primero en España que ofrecía datos a escala nacional y uno del mundo que aborda el asunto. "Cuanto más anciana es una persona, y cuanto mayor es su grado de dependencia, mayor es también la probabilidad de que sea maltratada". Así, el 57,9% de los maltratados tienen más de 74 años, y el grado de prevalencia de la agresión aumenta del 0,65% entre las personas de 65 a 74 años hasta el 1,1% en el caso de ancianos mayores de 75 años. Asimismo, son víctimas de maltrato el 1% de los ancianos con dependencia moderada, el 2,2% de los que padecen dependencia severa y el 2,9% de aquellos con gran dependencia. De cada diez víctimas, seis son mujeres, otras seis tienen más de 74 años, una padece problemas psicológicos, siete sufren algún problema físico o enfermedad crónica, dos tienen alguna discapacidad, tres necesitan ayudas para realizar sus tareas diarias, y dos reciben atención o ayuda de los servicios sociales.

Los expertos destacan, entre los distintos tipo de maltrato, el económico, que tiene especial incidencia en los ancianos dependientes. La autora del estudio, Isabel Iborra, explicó que la dependencia es "un factor determinante, porque los ancianos no se pueden defender y necesitan ayuda para realizar cualquier gestión en el banco".

En cuanto a los cuidadores, el 72,2% de los agresores siente que la situación les sobrepasa, frente al 50% de los cuidadores que no maltratan. Prueba de esta frustración que sufren es que el 44,4% de los agresores consideran que el hecho de encargarse de un anciano influye negativamente en sus relaciones sociales, mientras que la cifra se reduce hasta el 18% en el caso de cuidadores no maltratadores. Por sexos, el 75% de los que agreden son mujeres y el 25%, hombres. No obstante, hay que tener en cuenta que el 82% de los cuidadores son mujeres, frente a apenas un 18% de hombres. De esta forma, la prevalencia de maltratos es mayor entre el género masculino (donde es del 6,38%) que en el femenino (4,2%).

Según la Declaración de Toronto de 2002, el maltrato a las personas mayores -entendiendo como anciano, a quien haya cumplido los 65 años o más- se define como la acción única o repetida, o la falta de la respuesta apropiada, que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza y la cual produzca daño o angustia a una persona anciana. Desde un punto de vista legal, esta clase de maltrato es un concepto que ni ha sido definido jurídicamente, ni cuenta con una tipificación específica, ni constituye un agravamiento de la pena por el hecho de que la víctima pertenezca a la tercera edad.

A grandes rasgos, podemos hablar de seis grandes categorías de maltratos a los ancianos: físicos (agresiones intencionadas para producirle daños, desde atarlo a una silla hasta pegarlo o causarle la muerte); psicológicos (agresiones verbales o gestuales que atentan contra su orden mental o emocional); económicos (apropiándose de sus bienes o recursos); sexuales (sin su consentimiento); negligentes (si no se le prestan los cuidados necesarios –alimentación, higiene, asistencia, etc.- o se le abandona a su suerte) y, por último, el llamado autoabandono (son muy conocidos los casos de personas mayores que sufren los síndromes de Diógenes, acumulando basura; o de Noé, recogiendo multitud de animales).

Hasta 1983, el Código penal español contenía una circunstancia agravante en el Art. 10.16, la ofensa (…) o desprecio del respeto que por (…) la edad (…) mereciese el ofendido; pero esta redacción desapareció con la reforma de aquel año. Desde entonces, se puede recurrir a otros agravantes que, sin ser específicos, sí podrían llegar a aplicarse: alevosía, parentesco, abuso de confianza, etc. El problema es que, a diferencia de lo que ocurre con los menores, los mayores no cuentan con agravaciones propias y, según las circunstancias, les puede resultar de aplicación la especial vulnerabilidad de la víctima, el abuso de sus relaciones personales o las circunstancias personales.

Desde 1989, el único precepto del Código Penal que establece un tipo penal específico es la conducta omisiva prevista en el Art. 619: Serán castigados con la pena de multa de diez a veinte días los que dejaren de prestar asistencia o, en su caso, el auxilio que las circunstancias requieran a una persona de edad avanzada o discapacitada que se encuentre desvalida y dependa de sus cuidados. Lógicamente, un anciano puede ser víctima de cualquier infracción penal (robo, homicido, etc.) pero -probablemente- las que les afectarán más a menudo serán las agresiones con resultado de lesiones [tanto en el ámbito familiar como en el institucional (residencias para la tercera edad)], los delitos contra la integridad moral (trato degradante o vejatorio); la omisión de asistencia o auxilio (abandono, desatención….), el acoso inmobiliario (que tuvimos ocasión de ver en otro in albis) y el llamado edadismo (ageism) o mera discriminación de una persona por su edad.

Junto a la Declaración de Toronto, en el ámbito internacional también destaca la Resolución A/46/91, de la ONU, para la ejecución del Plan de Acción Internacional sobre el Envejecimiento. En España, diversas comunidades autónomas (Andalucía, Asturias, Canarias, Castilla y León, Cataluña o Extremadura) cuentan con regulaciones propias para la protección y asistencia a las personas mayores.

El maltrato en ancianos supone un grave problema socio-sanitario. Las personas de edad avanzada componen un colectivo que puede verse sometido a situaciones de abuso, desprotección y violencia. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su informe del año 2002, cifraba entre un 4% y 6% los ancianos que declaraban haber sufrido malos tratos. En EEUU, diez de cada mil habitantes sufren maltrato cada año, según el National Centre Elder Abuse. En nuestro país hasta casi un 5% de los ancianos recibe ayuda por haber sufrido violencia doméstica. Pese a que las cifras se estiman a la baja (algunos autores señalan que existe efecto iceberg, ya que sólo se notifican uno de cada seis casos), el maltrato aparece cada día con mayor incidencia aprovechándose de la situación de vulnerabilidad que comporta ser anciano.

El maltrato, abuso o negligencia hacia los ancianos, en instituciones o en el domicilio, no es un problema nuevo. En el Estudio del Defensor del Pueblo sobre la atención socio-sanitaria en España (Madrid, 2000) se recomienda, de acuerdo con el informe elaborado por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, incrementar la protección legal de las personas mayores frente a los malos tratos. En concreto, se tipifica con mayor concreción aquellas acciones que suponen maltrato a las personas de edad avanzada. La reforma del Código Penal, operada por la Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, de medidas concretas en materia de seguridad ciudadana, violencia doméstica e integración social de los extranjeros, especifica como posibles sujetos activos del delito de maltrato habitual a las personas que por su especial vulnerabilidad se encuentran sometidas a custodia o guarda en centros públicos o privados, en una clara referencia a las personas mayores, y también a los menores, que se encuentran institucionalizados.

Entre un 4% y un 5% de los españoles mayores de 65 años sufre algún tipo de violencia, e incluso hay especialistas que elevan este porcentaje al 8%. Pero la verdadera dimensión de este problema aún es desconocida debido, por un lado, a la dependencia y la vergüenza que impiden formular las denuncias y, por otro, la falta de conciencia sobre lo que significa el maltrato. Una de las últimas investigaciones realizadas sobre este fenómeno está firmada por María Teresa Bazo, catedrática en Sociología de la Ancianidad de la Universidad del País Vasco. Los datos son angustiosos: en el 68% de los casos se observó negligencia en el cuidado físico; en el 46% faltas en el cuidado afectivo y en el 10% maltrato físico. El maltrato psicológico-emocional se registró en el 32% de las situaciones, el material en el 17% y el sexual en el 1%.

Las agresiones físicas que reciben las mujeres, el 11%, son el doble que las que sufren los varones (5%). El maltrato psicológico y emocional es muy superior entre las ancianas, con un 36%, frente al 15% de los varones mayores. También el denominado abuso material, como la intervención en las cuentas bancarias o la apropiación de objetos y propiedades, es cuatro veces superior en las mujeres al que padecen los hombres mayores. El perfil de la víctima suele ser el de una mujer mayor de 75 años, con deterioro psicofísico y funcional, con trastornos de conducta asociados a enfermedad mental y socialmente aislada.

También son muchas las categorías de maltrato, desde la infantilización, despersonalización y deshumanización, y sus formas de violencia, ya sea por abuso físico, sexual, psicológico, financiero, por omisión de cuidados, abandono, vulneración de derechos y un sinfín de maneras, que cada vez son más comunes las instituciones socio-sanitarias (los datos extraídos del Foro Internacional de ONGs sobre envejecimiento revelan que el 48% de ancianos maltratados en el seno de la Unión europea estaban institucionalizados). Ante tales cifras, los expertos consideran que la atención a los cuidadores de personas mayores, sobre todo en el seno de la familia, puede contribuir en gran medida a evitar situaciones de malos

El maltratador, según un informe elaborado por Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados, UDP, y la Obra Social de Caja Madrid, suele ser aquella persona que está encargada de cuidar, velar o proteger a la persona mayor. En este sentido, las estadísticas reflejan que en el 12% de los hogares de nuestro país hay, al menos, una persona que atiende a otra que tiene una edad avanzada, y que 9 de cada 10 cuidadores no cuenta con ayuda profesional ni institucional en la provisión de los cuidados para mayores en situación de dependencia. El perfil de estos cuidadores se corresponde con el de una mujer mayor de 55 años que dedica más de 12 horas diarias a esta labor, sin recibir remuneración económica y sin formación alguna sobre esta tarea. Según datos disponibles, el maltratador es una persona con una baja autoestima que externaliza su culpa y frustraciones sobre terceros. Aunque el abuso puede ser intencionado o no intencionado, es decir, el agresor puede tener conciencia de que está haciendo daño a su víctima o no tenerla.

Suelen presentar un temperamento explosivo y son incapaces de controlar sus impulsos y su ira. Normalmente, entre el maltratador y la víctima existe un historial de demanda y necesidades insatisfechas. Según expertos en geriatría, es más apreciable la dependencia económica o de hábitat del maltratador que la de la víctima. Respecto al tipo de abuso infringido, el físico y financiero están más vinculados con la dependencia del maltratador, y el psicológico y la negligencia con el estrés del cuidador. Cuando existen situaciones de abuso físico, el consumo de alcohol y una relación conflictiva previa es un factor de riesgo importante. Hijo y adulto son características comunes del maltratador más frecuente. Así, son los hijos, yernos y nueras los que cometen el mayor número de malos tratos contra las personas mayores. En un 55 % de los casos se trata de hijos, biológicos y políticos, en un 12% de cónyuges, en un 7% un hermano y en un 25% otras personas

Los indicadores de que existen malos tratos dependen del tipo de abuso que se infrinja. Los síntomas y signos de maltrato son muy variados y se presentan de diferentes formas. Cuando existe negligencia física y omisión de cuidados, los signos se traducen en un mal estado higiénico y descuido, sobre todo si se contrastan con el aspecto de quién acompaña al anciano. Desnutrición y deshidratación sin causa patológica aparente, ropa en mal estado general o mal olor penetrante, suelen ser algunas de las características más obvias.

El abuso psíquico se da en aquellas situaciones en que el anciano recibe amenazas por parte de su cuidador, ya sean de abandono o de institucionalización. Esto se traduce en alteraciones emocionales de la víctima como depresión, confusión, ansiedad, pérdida de autoestima o nerviosismo. También es habitual que el anciano presente actitudes instintivas de defensa y extrema cautela frente al cuidador. En los casos de negligencia psicológica, el cuidador trata al mayor con una relación de total indiferencia y le niega la posibilidad de relacionarse con otras personas.

Una adecuada investigación social puede llevar a sospechar que se está manipulando las pertenencias o patrimonio del anciano. Este supuesto nunca es fácil de detectar y, a veces, es necesario adoptar medidas de carácter judicial. Habitualmente, los servicios sociales detectan estos casos cuando el mayor es llevado de forma frecuente a los servicios de urgencias, con exacerbaciones de su enfermedad crónica a pesar de disponer de los recursos e información adecuada por parte del cuidador, con una demora en la demanda de atención médica y los facultativos observan una administración inadecuada de los fármacos, tanto en dosis infraterapeúticas, por toxicidad o el empleo de fármacos psicotropos

La prevención de estos actos, sean violentos o de negligencia, puede conseguirse siempre que se conozca el contexto y las circunstancias de aparición de maltrato; eliminando los factores de riesgo y favoreciendo un ambiente adecuado y el apoyo necesario para el anciano y sus cuidadores. El maltrato puede producirse en cualquier contexto social, desde el domicilio familiar hasta las residencias de mayores. Según estadísticas del Instituto de Mayores y Servicios Sociales, IMSERSO, habitualmente la persona maltratada recibe más de un tipo de maltrato y será maltratada más de una vez. Este maltrato, sin la actuación adecuada, siempre empeora, y casi nunca representa un caso aislado. Se estima que la recurrencia es del 80% y, además, los datos revelan que sin actuación también aumenta la mortalidad.

Desde sectores sociales y sanitarios se han elaborado diversos programas para combatir los diferentes tipos de maltrato en las personas de edad avanzada. Estas actividades van encaminadas, fundamentalmente, a crear campañas de sensibilización del problema, promoción del respecto y la dignidad y a la protección de los derechos de las personas mayores. En algunos países se han formado las Unidades de Alerta a fin de educar a los usuarios y ofrecer recursos que permitan romper la dependencia entre maltratador y maltratado. Los expertos recalcan, puesto que es un problema social que afecta a toda la comunidad, la necesidad de intervenir de forma global, es decir, sobre los profesionales de salud, los cuidadores informales, la educación de los mayores, de los hijos y del conjunto de la ciudadanía, de forma que puedan reconocer los indicadores típicos de maltrato y las ayudas que están disponibles.

La ley española determina la obligación ética de todos los ciudadanos a notificar a las autoridades los casos de sospecha. Los profesionales de salud y los trabajadores sociales también tienen el deber de identificar y actuar en los casos que exista una sospecha razonable de maltrato. En relación al maltrato institucional, en residencias, existen factores concretos que deberán ser evaluados. Los especialistas abogan por que el espacio institucional sea más abierto, con horarios de visitas flexibles y, sobre todo, donde las prácticas institucionales no desvaloricen ni al anciano ni al personal que se ocupa de su cuidado. El personal deberá ser instruido sobre como tratar a pacientes poco colaboradores y con problemas de conducta, aparte de las técnicas habituales, como movilización, higiene y alimentación, entre otras.

El servicio de urgencias puede ser un lugar idóneo para la detección de los casos de maltratos, ya que las víctimas suelen acudir para que las curen de los traumatismos y agresiones recibidas. En los últimos años se han elaborado protocolos de actuación para su detección y tratamiento así como la creación de dispositivos asistenciales y servicios sociales donde, aparte de los servicios de urgencias, también pueden acudir los afectados. El alcance real de los maltratos se desconoce, ya que hay muchos casos que se silencian, y por ello los expertos creen que, aunque se disponga de los medios adecuados para combatirlo, difícilmente se podrá saber si están surtiendo efecto.

Los maltratos que se detectan en los servicios de urgencias son sólo la punta del iceberg de un problema social cuyo alcance real se desconoce. En urgencias, la clase de maltrato que más se detecta es el de la violencia contra mujeres y menos los que afectan a niños y ancianos debido a su idiosincrasia ( Maite Martínez, adjunta a urgencias y presidenta de la Comisión de Atención a los Maltratos del Instituto Municipal de Asistencia Sanitaria -IMAS- , que gestiona el Hospital del Mar, el Hospital de La Esperanza y el Instituto Peracamps, todos ellos centros municipales de Barcelona). El IMAS aplica desde el año 2003 unos protocolos de atención a las personas mayores, mujeres y niños que han sido objeto del maltrato. Precisamente el mismo año del que data la Ley orgánica 11/2003 de medidas concretas en materia de seguridad ciudadana, violencia doméstica e integración social de los extranjeros, así como la Ley orgánica 27/2003, reguladora del Orden de protección de las víctimas de la violencia doméstica. Tras esos antecedentes legales y puesta en marcha del protocolo del IMAS, los hospitales de dicho instituto atendieron a 686 mujeres maltratadas en 2004, 523 en 2005 y 398 en 2006.

Existen unos indicadores que pueden alertar al médico de urgencias de que se encuentra ante un caso de maltrato: lesiones de etiología poco clara, hematomas, mujeres que acuden repetidas veces a urgencias con alguna de estas lesiones de un origen un tanto extraño y que no explican claramente cómo se las han hecho.

El Institut Català de la Dona (Instituto Catalán de la Mujer, ICD), un organismo de la Generalitat catalana, aconseja en un documento que toda mujer que haya sido agredida físicamente acuda a un centro sanitario sin lavarse ni cambiarse de ropa y que solicite un certificado médico donde se describan las heridas, el tratamiento que precisen y el tiempo de curación previsible. Posteriormente, con ese mismo cerificado médico, la mujer agredida debe dirigirse a una comisaría de policía, al cuartel de la guardia civil o, mejor incluso, al juzgado de guardia del lugar en el que resida para formalizar una denuncia por agresión, donde conste qué le han hecho y quién y dónde lo ha cometido.

Asimismo, si había algún testimonio en el momento de la agresión, se importante que acompañe a la víctima y, si ésta ha sido objeto de agresiones anteriormente, es aconsejable aportar documentos que demuestren los hechos que se denuncian. Por último, antes de firmar la denuncia, el ICD recomienda a la denunciante que la lea detenidamente y que pida introducir rectificaciones hasta que su declaración se ajuste con exactitud a lo que ha declarado, que solicite una copia de ella y que tenga presente que la persona que la recibe está obligada a tramitarla.

Los delincuentes suelen considerar a las personas mayores como víctimas propicias para conseguir sus objetivos, tanto por medio de la agresión como del engaño.

El Ministerio de Interior ha señalado ciertos consejos de seguridad con respecto a los maltratos a los mayores y mencionan algunas de las estratagemas con las que intentarán engañarles:

  • En la vivienda, haciéndose pasar por supuestos empleados de un servicio de suministro (agua, electricidad, gas, etc.).

  • Por teléfono, solicitando dinero para que les pueda entregar un supuesto premio que han ganado.

  • En la calle:

  • Al sacar dinero en efectivo de la sucursal bancaria, sobre todo en fechas próximas al ingreso de la pensión.

  • Al efectuar operaciones en cajeros automáticos.

  • Mediante engaños en los que se ofrece la oportunidad de ganar un dinero rápido.

  • Utilizando el cebo de una persona que viene a limpiarle una mancha.

  • Al ofrecerle la venta de presuntos objetos valiosos que son falsos o inexistentes.

Además, no permita negligencias cuando requieran cuidados, ni abusos si tiene una situación de dependencia. Informe de ello en Comisarías de Policía, juzgados o servicios asistenciales.

Protección de la vivienda:

  • Instale en su vivienda una puerta de seguridad. Si su puerta no es blindada, procure que tenga, al menos, dos puntos de cierre, y que no exista hueco entre la puerta y el suelo.

  • Refuerce la parte de las bisagras con pivotes de acero y ángulos metálicos que impidan apalancar.

  • Coloque en su puerta una mirilla panorámica que le permita ver de cuerpo en entero a la persona que llama. Si es posible, instale dentro de su casa un dispositivo para encender la luz del rellano de la escalera.

  • Ponga persianas en todas sus ventanas y balcones y asegúrelas con un cerrojo interior.

  • Coloque rejas en aquellas ventanas de fácil acceso desde el exterior. No deje entre las barras una separación mayor a 12 cm.

  • No olvide que los balcones, aleros, salientes de muros, tuberías, etc., pueden ser trepados con relativa facilidad por los delincuentes. Preste más atención a las ventanas o terrazas próximas a estos puntos.

  • Tenga presente que una mayor eficacia en la seguridad de su vivienda se logra instalando dispositivos electrónicos de alarma. Consulte con algún establecimiento especializado.

  • Atención a la puerta de la azotea y a la del garaje, si su casa comunica directamente con el aparcamiento. Manténgalas siempre cerradas.

  • Proporcione a sus ventanas un cierre eficaz. Si puede, utilice cristal aislante inastillable. Además de ser seguro, le insonorizará su vivienda.

  • Por último, recordar que si al llegar a su casa encuentra la puerta forzada o abierta, no debe entrar. Comuníquelo a la Policía o a la Guardia Civil por el procedimiento más rápido. Le prestarán ayuda de inmediato.

Las estafas vienen ocupando, cada cierto tiempo, un espacio en los medios de comunicación, lo que alerta a la ciudadanía de que todavía hoy, en pleno año 2012, algunos incautos siguen cayendo en el engaño urdido por desaprensivos que explotan la ingenuidad o la ambición de aquellos y generalmente , los ancianos son los más perjudicados y victimas perfectas.

La estafa no es un robo que lleve aparejada la violencia física, ni es una extorsión realizada mediante amenaza física; ni un hurto, ni siquiera es una quiebra, con el consiguiente impago a los acreedores. El timo y la estafa son otra cosa. El estafador, para apropiarse de lo ajeno, utiliza como arma estratégica su inteligencia, ingenio, intuición y capacidad de espera y, fundamentalmente, el conocimiento de la víctima y la confianza que en ella inspira.

Sin embargo, para que funcionen estos delitos, es imprescindibles la actitud ingenua, negligente o imprudente de la víctima . Las que más interesan a los estafadores responden a un perfil que, de alguna forma, viene marcado por la codicia. No hay que olvidar que la víctima se desprende voluntariamente de su dinero para entregárselo al estafador o a los cómplices de éste, normalmente creyendo que va obtener un beneficio rápido. En definitiva, así como en otras ocasiones en aconsejamos que se lean bien los contratos y se analicen todas las variables a la hora de adquirir un bien o un servicio, en este caso de la estafa y los timos lo prudente es reflexionar, ser cauteloso e incluso un poco desconfiado y mantener la convicción de que nadie da duros a cuatro pesetas.

Los trileros

La estafa consiste en incitar al público a participar, mediante apuestas de dinero, en juegos de habilidad que, sólo aparentemente, ofrecen grandes posibilidades de ganar al que participa; se ofrecen en plena vía pública y sobre una pequeña mesa. El juego más común consiste en descubrir en qué lugar se esconde una bolita que es tapada por una chapa o vaso. Para que parezca más fácil, en torno a la persona que mueve las chapas o los vasos (el que dirige el juego), hay uno o varios jugadores falsos (ganchos) que ganan dinero fácilmente.

Al principio, se deja ganar a la persona que inicia el juego, la víctima, para que, animada por el éxito juegue una cantidad más importante. La mano es más rápida que la vista, por lo que cuando la cantidad es elevada, la víctima pierde casi irremisiblemente (tiene matemáticamente sólo un 33% de posibilidades de acertar, una de tres) su dinero. Este timo es frecuente en ferias y mercadillos.

La estampita

La víctima es abordada por una persona que aparenta ser disminuido psíquico (en realidad, el estafador que hace el papel de tonto). Este le muestra una bolsa que parece estar llena de billetes, incluso pueden verse algunos. El tonto no concede ninguna importancia a lo que lleva, diciéndole a la víctima que en la bolsa porta "estampitas" o "cromos" y que en casa tiene muchos más. En ese momento, aparece "por casualidad" otra persona(el estafador que hace de gancho), que ofrece a la víctima la posibilidad de engañar al tonto comprándole la bolsa por una cantidad de dinero. Sin embargo, el gancho dice no tener dinero para participar en la compra de la bolsa, y anima a la víctima a realizar la adquisición dados los grandes beneficios que le va a reportar el engaño. El gancho incluso se ofrece a acompañar a la víctima a buscar el dinero, al objeto de que no sufra ningún contratiempo (en realidad, para no cambie de opinión y desista de la idea de la compra). Una vez que la víctima entrega al tonto una gran cantidad de dinero por la bolsa, desaparecen los dos estafadores. Cuando el ciudadano engañado abre la bolsa en su totalidad, comprueba que no contiene sino pocos billetes y muchos tacos de recortes de papel.

El tocomocho

Se da en lugares de tránsito (estaciones, cajeros automáticos, …) mediante una persona que, abordando a la víctima, manifiesta tener un billete de lotería premiado que por las prisas no puede cobrar. Pide a la víctima desesperadamente que le abone la cantidad del premio o, incluso una cantidad algo menor, ya que debido al viaje que imperiosamente tiene que hacer no puede cobrarlo normalmente. Para dar mayor credibilidad al asunto, irrumpe en la escena otro aparente transeúnte (en realidad, el gancho) que afirma la autenticidad del premio exhibiendo un listado de un periódico de boletos premiados. La víctima accede entonces a aportar la cantidad del dinero premiado, y cuando va a recuperarlo a la ventanilla de una administración de lotería, comprueba que el billete es falso.

El nazareno

Las víctimas son empresas que suministran mercancías. Los estafadores se instalan en un determinado lugar, alquilando un almacén a nombre de una empresa. Empiezan a realizar pequeños pedidos, que se guardan en el almacén y que son abonados en el acto a las empresas suministradoras. De esta manera, los estafadores se ganan la confianza de las víctimas. Posteriormente, realizan grandes pedidos de mercancías, diciéndole a los suministradores que los pagos los van a realizar en varios plazos; incluso, pueden llegar a cumplir el primero de dichos pagos. De forma repentina, la empresa desaparece, llevándose la mercancía y dejando pendiente de abonar las deudas contraídas. Cuando las empresas estafadas quieren hacer gestiones para ejecutar el cobro, comprueban que la compañía que efectuó los pedidos no existe.

El falso instalador de gas

Los estafadores se personan en el domicilio de la víctima vestidos con un mono de trabajo y diciendo que son trabajadores de la empresa instaladora del gas y que van a realizar una revisión rutinaria, y muy necesaria, de la instalación. Aparentan realizar diversos trabajos técnicos; normalmente, se limitan a cambiar un trozo de manguera del gas que a veces ni siquiera requiere revisión. Finalizado el trabajo, extienden una factura. Cuando la víctima comenta el caso con otras personas, comprueba que ha sido estafada por falsos instaladores.

El desahuciado

Se comete mediante la visita al domicilio de la víctima. El estafador se hace pasar por una persona que se encuentra en graves apuros económicos y con problemas familiares (si es una mujer, dirá que ha sido abandonada, que tiene muchos hijos…); se trata de sensibilizar a la víctima. Al final, el delincuente explica que para subsistir está procediendo a liquidar sus objetos más preciados, y, en ese momento, exhibe un objeto personal (reloj de pulsera de una marca muy cara, collar, sortija…). Ofrece el objeto por un precio muy bajo en comparación con lo que dice que vale. La víctima que acceda a su compra se percatará demasiado tarde de que se trata de una vulgar baratija.

Los pequeros

Son jugadores de cartas sumamente inteligentes y hábiles, con buena presencia física y armoniosos modales y formas con los que consiguen seducir a sus víctimas. Utilizan cartas marcadas, juegos de espejos, cómplices que pueden ver las cartas… El pequero entra en el juego de la confianza y el tiempo. Casi siempre se hace pasar por un hombre adinerado, para lo cual alquila una lujosa casa o se aloja en hoteles muy costosos. Generalmente, tiene un cómplice que le prepara el candidato. La víctima gana y se entusiasma hasta el límite. Al día siguiente, lleva a la partida mucho más dinero en su afán de redoblar las apuestas… en las que perderá hasta la última peseta. No es su día. "Mañana habrá desquite", piensa confiada. Pero, éste no llegará jamás porque el pequero habrá huido con el botín.

Prevención de los timos y estafas

  • No hable de negocios con desconocidos.

  • Nunca saque dinero de su banco a requerimiento de desconocidos, aunque le ofrezcan, aparentemente, un gran negocio. No pague ninguna cantidad.

  • No olvide que en la mayoría de los timos intervienen dos o más delincuentes perfectamente concertados, pero aparentando desconocerse mutuamente (el tonto y el listo).

  • En cualquier clase de contrato o documento mercantil que le ofrezcan a la firma, lea la letra menuda y observe atentamente todo lo relacionado con la fecha, cantidades, sello y firma.

  • No responda a envíos de cartas o mensajes de correo electrónico que anuncien que ha sido agraciado con un cuantioso premio en un sorteo en el que no ha participado.

  • No envíe ni entregue copia de sus documentos de identidad.

  • No facilite datos de sus cuentas bancarias o tarjetas de crédito. Sepa que sus datos de identidad pueden ser utilizados por los delincuentes para cometer delitos en su nombre, para acceder a sus cuentas bancarias o para abrir líneas de crédito a nombre suyo.

TIMOS:

Existe una amplia gama. La víctima, tentada por la avaricia de una fácil ganancia, se deja embaucar ingenuamente por quienes hacen del engaño su medio de vida. Citamos los más corrientes:

  • El "tocomocho", o timo por que se hace creer a la víctima que puede beneficiarse del cobro de una participación premiada de la lotería.

  • El "timo de la estampita", que consiste en hacer pasar recortes de periódico por billetes de curso legal.

La comprobación de la autenticidad de sus billetes no requiere medios técnicos especiales, siendo las reglas esenciales cuatro operaciones muy sencillas: Toque, Mire, Gire y Compruebe.

Toque la impresión "en relieve". El especial proceso de impresión utilizado dota a los billetes de un tacto inconfundible. Las iniciales del banco Central Europeo, las cifras que indican el valor del billete y los motivos de ventanas y puertas son ásperos al tacto, aunque conviene tener en cuenta que el paso del tiempo y el uso pueden restar eficacia a estas características.

Mire el billete al trasluz. Verá la marca de agua, el hilo de seguridad y el motivo de coincidencia, elementos perceptibles por ambas caras del billete.Gire el billete. En el anverso de los billetes de menor valor, se puede ver la imagen cambiante de la banda holográfica, y en el reverso, el brillo de la banda iridiscente. En los de valor más elevado, en anverso se ve el holograma y en el reverso, la tinta que cambia de color.

Compruebe todos los elementos de seguridad descritos para asegurarse de la autenticidad del billete.

  • El de los "trileros", realizado en rastros y verbenas, a base de tres naipes, vasos o cáscaras de nuez, consistente en descubrir donde se encuentra una carta o se oculta una bolita.

ESTAFA DEL PREMIO DE LOTERÍA:

Delincuentes organizados que actúan desde otros países realizan envíos masivos y diarios de cartas o mensajes de correo electrónico a personas de nuestro país. En dichas comunicaciones anuncian al destinatario que ha sido agraciado con un cuantioso premio en un sorteo promocional de una lotería extranjera, aunque el receptor de la carta no haya participado en sorteo alguno.

En la notificación se le indica que para cobrar el premio debe rellenar, con sus datos personales y bancarios, un formulario que se adjunta con la carta, que debe devolver vía fax a la entidad depositaria de los fondos del premio, encargada de su pago. Los números de teléfono y fax de esa entidad que figuran en el documento recibido corresponden a teléfonos extranjeros, casi siempre móviles, que son atendidos por los delincuentes.

Con la finalidad de convencer a la víctima de que el mensaje es auténtico, en el documento de notificación del falso premio se insertan logotipos similares a los de empresas aseguradoras o bancarias de prestigio, o incluso de algún Ministerio.

La estafa se consuma cuando el supuesto ganador envía a los estafadores el dinero que éstos le reclaman con el pretexto de cubrir determinados gastos (tasas, impuestos, comisiones bancarias, gastos de transferencia, seguros, etc) que es necesario atender con carácter previo para cobrar el premio.

Si usted recibe una comunicación de este tipo, tenga en cuenta lo siguiente:

  • Diariamente, decenas de miles de personas reciben notificaciones de falsos premios de lotería similares a la recibida por usted.

  • Ni la lotería española, ni las de otros países celebran sorteos gratuitos entre personas seleccionadas al azar o por ordenador.

  • Para participar en un sorteo de lotería es imprescindible haber comprado previamente una participación. Si usted no ha jugado es imposible que sea ganador de un premio de lotería.

Bibliografía

  • En España hay 60.000 ancianos maltratados en el ámbito familiar, denuncia un estudio. Eroski Consumer

  • Carlos Pérez Vaquero. El maltrato a los ancianos. Archivo in Albis

  • MONTSE ARBOIX. Maltrato en edad avanzada. Eroski Consumer

  • CLARA BASSI. Detectar los maltratos en urgencias. Eroski Consumer

  • http://www.interior.gob.es/seguridad-40/consejos-para-su-seguridad-647/seguridad-de-las-personas-mayores-1016

  • Estafas: qué hacer para no caer en ellas: El tonto que al final se vuelve listo. Eroski Consumer

  • http://www.interior.gob.es/seguridad-40/consejos-para-su-seguridad-647/prevencion-de-los-timos-y-estafas-660

 

 

Autor:

Jose Manuel Ferro Veiga